POV Takahashi Misaki
Revise el calendario por tercera vez en menos de media hora. Pronto cumpliría quince días escondiéndome de Usami. No quería que me viera, o mejor no quería verlo. De recordar lo que le dije en la bañera, la vergüenza me embargaba y volvía a sentir placer del delicioso tiempo que pasamos encerrados en su apartamento. Si salí de ahí fue porque mi hermano me llamó avisándome de que Nyoko estaba en la clínica.
“Una amenaza de aborto” dijo el médico que me recibió. Detallándome se le hizo extraño que yo apareciera como el padre del bebé. La estúpida sonrisa me saco de quicio, ¿qué le parecía tan gracioso? No obstante, Manami actuó de manera rápida evitando que yo explotará.
Nunca aprendí a fumar, incluso le cogí fastidio por los años que viví con Akihiko, pero en ese momento si que necesitaba uno. Quería saber como estaba “mi bebé”, porque, aunque no la había engendrado, sabía que era más mía que de cualquiera. El médico nos hizo pasar a un consultorio que me dio claustrofobia, estaba paranoico, sabía que tanto misterio no era bueno. Dentro de la blanca habitación se encontraba el ojimiel que hace meses había visto y reconocido como el amante de mi esposa.
Se presentó y explicó lo ocurrido. Tanto Manami como yo escuchamos procurando de entender la situación. Nyoko había tratado de quitarse la vida y con esto había provocado la posible perdida de la bebé. De un momento a otro su voz se perdió, solo observaba sus labios moverse sin emitir un sonido. Una melodía llego a mi mente como si estuviese en otra realidad, una en la que yo era el espectador y alguien parecido a mi actuaba para decirme los errores cometidos. Cerré los ojos y pase mi mano por ellos, quería comprender qué era lo que estaba haciendo mal.
Entendí la burla del médico, intuí porque su mirada de lastima, todo era una mentira. La maldita canción se repetía en mi mente como si me quisiera echar en cara que mi vida era una farsa. Me levante, no quería estar más ahí, necesitaba algo que me quitara el dolor que me provocaba el repentino martilleo de mi sien. Las lejanas voces se oían como pequeñas bombas reventándose…
- Por eso necesito que firmes los papeles Misaki…
- ¿Papeles? – la petición me tomo por sorpresa, no tenía la menor idea de que estaba hablando - ¿Cuáles?
- Misaki… - la voz de Manami era el aviso de lo inevitable, y lo peor era que sabía que me dolería como el más fuerte de los golpes. Por eso lo deduje.
- No lo hare, no entregare a mi hija – el hombre trato de acercarse, pero retrocedí sin permitir que me tocara. – Yo he sido quien a estado con ella desde el inicio, tu no sabes nada de…
- Annaisha – lo mire derrotado. El intruso siempre fui yo. Tomé el sobre y sin pensarlo lo hice, le di lo que quería, ya no importaba si moría o vivía, solo la quería lejos de mí.
- Volveré a las diez a mi casa, no quiero nada de ellas en ese lugar… se que tienes las llaves, así que aprovecha las horas que tienen, porque tan pronto llegue no les permitiré entrar.
Manami asintió por mi decisión, dándole un beso en la cabeza me retire. Hubiese sido mejor seguir en el apartamento de Usagi-san, al menos con él iba a lo seguro. ¿Sexo? ¿Amor? Poco me importaba, solo necesitaba encontrarme de nuevo, volver a ser lo que era hace tres años.
La voz de mi secretaria me volvió al presente, uno en el que ya mi divorcio era un hecho, sonreí, era algo bueno.
Por el intercomunicador anuncio una nueva llamada de Akihiko. Volví a pedirle que me negara. Necesitaba estar solo, no quería que me viera en la depresión que Nyoko me había hundido.
Me sentía como un reemplazo, una sensación que tuve cuando empecé la relación con él. Las llamadas y conversaciones eternas con mi hermano, su fastidioso asedio y celos por todo aquel que se me aproximara… y hoy daría todo lo que tengo porque cada uno de esos instantes se repitiera.
Pero él también me había mentido, por eso lo pensé mejor. Aquí la victima era yo, tanto de Nyoko y su amante, como de Akihiko y su deseo de complacer siempre a Takahiro.
“Una lección más de vida” pensé dándome animo para no caer y llorar nuevamente cada una de mis perdidas personales.
Escuche ruidos detrás de la puerta, la cual se abrió de golpe dejando pasar a mi asistente detrás de un Usami que parecía no oír sus peticiones. Cuando me tuvo en frente trato de abrazarme, me eche para atrás pidiéndole a Saray que saliera y ajustara, de igual manera, nadie podía interrumpirnos.
- ¿Por qué no respondes mis llamadas? – soltó casi como un gruñido, serví un nuevo vaso de whisky para ignorar su reproche – ¿Sabes lo preocupado que quedé ese día? Pero parece que a ti no te importa nada.
Nada más alejado de la verdad, otra mentira que proferían sus labios. Solo me quede viendo a la nada, percibiendo su presencia. Entonces recapacite si en todos esos años el engaño lo había llevado a creer que realmente me amaba, una autosugestión que le hizo pensar que al tenerme a su lado podía vivir con mayor tranquilidad y poseer lo que se le había negado: Mi hermano.
Aceptar esa realidad me lastimó más, estaba hilando demasiado fino, buscando fantasmas en mis inseguridades y razones para decirme que debía odiarlo.
- Misaki… - sus manos frías me abrazaron, me recosté en su pecho. Sabía que estaba mal, que él nunca me amaría como yo lo hacía, que cuando volviese a aparecer Takahiro pidiéndole algo, por muy descabellado que fuera, yo sería dejado de lado.
Se que cada uno de sus intentos de amarme y de aferrarse a mi eran una mentira. Una que al descubrir me estaba haciendo daño, pero alejarlo de mí era peor.
Por eso simplemente deje que me consintiera, un abrazo lleno de calma que me tranquilizaba y me dejaba la sensación de haber llegado a un puerto seguro, uno que era mi refugio, uno que no importara que tan fuerte fuese el temporal, porque, aunque fuera una mentira, él era mi verdad.