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"Vacíos encontrados, la luna llora en tu mirada." por darkness la reyna siniestra

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Notas del capitulo:

Saint Seiya es propiedad de Masami Kurumada.

Gracias por leer.

 

 

 

 

- o - 🌙 - o -

 

 

 

 

 

La mayoría de los guerreros se encontraban ya despiertos y más que dispuestos a empezar su día, era un fresco miércoles, ombligo de la semana y aún habían cosas por hacer para algunos, luego a las nueve empezaría el ejercicio físico en el coliseo.

 

Le alegraba aún no ser descubierto en sus escapes nocturnos y aunque no fueran siempre en verdad los necesitaba. Suspiró mientras secaba su cabello todavía húmedo después de ducharse, se había colocado una camisa de algodón blanca, unos pantalones de entrenamiento color gris y un par de zapatos cuyas correas se enredaban para abrocharse por la extensión baja de sus piernas. A pesar de todo lo que hace pocas horas vivió sentía aquel peso en su pecho, ese molesto malestar que duele incluso respirar, y aquello aumentaba sabiendo que tarde o temprano se encontraría al causante de todo su sufrimiento.

 

Y no se equivocaba...

 

Deathmask sintió la energía de un visitante en su templo, aquel se aproximaba desde la entrada que se dirige a Leo, ese cosmos profundo y calmo. No había duda era él…

 

Sin querer hacerlo realmente el italiano salió de sus aposentos hacia el recién llegado, cuanto le dolía no ser importante para el otro, cuanto le dolía solamente ser un desahogo que no debe hablar, ni sentir, ni querer. Sólo dejarse hacer. ¿Será que él se imaginaba aunque sea un poco cuanto daño había comenzado a hacerle aquel trato? Si bien al principio lo tomó como algo momentáneo y hasta sin importancia, con el paso del tiempo y aquel contacto que no era para él se empezó a sentir vacío y solo, utilizado como la vil distracción de lo que desea con todas las fuerzas del corazón y el alma un guerrero herido e interiormente atemorizado de decir la verdad sobre sus sentimientos a quien ama. Aunque ahora Deathmask debía pagar lo que no le correspondía realmente, ganándose el desquite y la frustración de quien era su amigo y ahora es su deseo imposible. Cáncer se volvió un preso de las circunstancias de donde aunque lo intentó en más de una ocasión no pudo salir, porque su verdugo se lo impidió a fuerza de doblegarle el espíritu, dejándolo reducido simplemente a un esclavo que sólo debe esperar a su amo. Conformándose con migajas de caricias que las manos ajenas sueñan que están dando en otra piel, con otro calor y otro aroma.

 

Deathmask se abrazó a si mismo en medio de su templo escuchando los pasos invasores resonar por las paredes del recinto. Y con cada paso, algo dentro suyo se rompía de forma irremediable pues sabía a lo que el otro hombre había llegado.

 

—Buenos días...

 

Su voz cortante hacia él le hizo levantar la mirada de pupilas contraídas al frente donde dos ojos verdes profundos le miraban con seriedad. Death se sintió pequeño, deseaba darse la vuelta y alejarse de él pero no sería un cobarde para escapar de lo que ya era una costumbre inevitable entre ambos.

 

—S-Shura...

 

—¿Te pasa algo?

 

El español notaba la tristeza y la desesperanza tiñendo lo voz masculina pero suave del de cabellos azules. No lo demostraría pero estaba preocupado por el canceriano, aunque estuvieran pasando por cosas poco convencionales, aún lo consideraba su amigo, a pesar de que haya obligado a su cuerpo a pertenecerle imaginando a su amado tormento de pecados pasados en lugar de ver que era el de Italia quien lloraba "disimuladamente" cubriendo su rostro con las manos esa noche de tormenta y truenos devastadores.

 

—Nada... —susurró con resignación.

 

—Ayer vine a buscarte como a eso de media noche, pero no te encontré. ¿Donde estabas?

 

El tono del caprino era impaciente, Mask respingó en su lugar sintiendo un estremecimiento frío subir desde su vientre hasta su nuca.

 

—Yo... Salí un momento, no podía dormir.

 

Shura había ido a buscarlo a media noche, podía imaginar perfectamente para que, pero él necesitaba salir de su templo en ese momento. Sentía que moriría de quedarse encerrado. No había podido soportarlo.

 

—¿Estás diciéndome la verdad? —Shura rápidamente y sin avisar se había acercado del todo hacia él para tomarlo con fuerza del brazo derecho— No se te ocurra mentirme, Giovanni...

 

Era una amenaza, Death le miraba con el ceño fruncido, ¿por qué tendría que mentirle?

 

—No estoy mintiéndote, esa es la verdad —intentaba soltarse pero el agarre del otro sólo se endurecía más.

 

—¿A dónde fuiste? ¡Dime!

 

—¡Fui a la playa! ¡Ya suéltame que me estás lastimando, Shura!

 

—No quiero que vuelvas a salir de noche, ¿has entendido? —le dijo soltándole por fin con la mirada teñida de molestia.

 

Deathmask se sobaba el brazo lastimado donde empezaban a tornarse rojas las áreas donde Shura había aplicado mayor fuerza al presionar sobe su piel.

 

—¡Por qué te importa tanto! Yo no soy Aioros para que dispongas de lo que hago o dejo de hacer…

 

No fue consciente de las consecuencias sobre lo que le dijo al otro hombre hasta que Shura ahora con el rostro ensombrecido de enojo lo tomó velozmente del brazo que antes había apresado, para seguidamente pegar al canceriano con violencia a su propio cuerpo. Desde ahí, el capricorniano no se fue por las ramas para apresar la cintura estrecha del otro caballero que se retorcía a como podía para liberarse del brusco trato que le daba aquel a quien había comenzado a añorar.

 

Shura apretaba a Death en el abrazo, haciendo a éste encaminarse de a poco y atropelladamente hacía la pared más cercana para poder acorralar mejor al dueño del templo y besarlo con tal salvajismo que al otro le diera miedo pensar en volver a hablarle así otra vez.

 

Es verdad, él no era su amado Aioros, Shura lo sabía más que bien. Pero también sabía que Giovanni era suyo, él fue el primero en el hermoso cuerpo del italiano, en sentirlo, en tocarlo, besarlo... marcarlo. Si bien fue mediante su fuerza de hombre que Death no pudo aplacar, pero ese cuerpo medianamente acanelado había sentido su esencia primero y era la única hasta ese momento que Death conocía.

 

Shura se sentía con todo el derecho del mundo de castigar a Deathmask, de besarle esos seductores labios carnosos que en antaño tantas muecas burlonas formaron, de morder ese cuello suave y largo. De apretar ese trasero tan bien formado, firme y redondo…

 

Mientras tanto, Deathmask intentaba a como podía alejar al español pero simplemente no lograba ni moverlo. Y tras cada empujón frustrado, recibía alguna mordida o apretón en venganza. No deseaba ser usado de nuevo de semejante forma tan cobarde, tampoco quería llorar por no verse débil frente al de cabellos negros y menos tener que suplicarle. Sus ojos fuertemente cerrados amenazaban con liberar lágrimas legitimas de miedo, odio hacia si mismo por dejarse vencer por su debilidad interna causado por sus sentimientos masoquistas, vergüenza por ser tan débil como para no poder ni mover al otro y asco de pensar en lo bajo que había caído como caballero, como persona... como hombre...

 

—¡Dejame, S-Shura, suéltameeeeee!

 

—¡No... no te soltaré, te enseñaré a que sólo debes atender lo que te digo sin peros! ¿¡Acaso crees que soy tan estúpido para no darme cuenta de que no eres el hombre al que tanto amo!? Pero aún que no seas él… tú eres mío. ¡Yo te hice mío! —gritaba furioso el caprino besándolo con más fuerza y rabia.

 

La desesperación se lo comía enteramente vivo, la voz se volvía un grito de terror, mientras que en el interior de Shura, la bestia hambrienta de lujuria ya no podía detenerse. Necesitaba hacer suyo al siciliano, sentir su piel caliente, sentir su interior palpitante que apretaba y soltaba cuando se retorcía bajo su peso. Shura lo ansiaba, lo deseaba únicamente para él aunque después simplemente tuviera que marcharse sintiéndose culpable de romper de nuevo a su amigo. No podía hacer más, no quería hacer más.

 

Las manos de un tono más claro se adentraban sinvergüenzas por el interior de la parte trasera de la blanca camisa de algodón y del pantalón de entrenamiento junto con la ropa interior. Shura manoseaba implacable a un Deathmask que ya no podía detener sus sollozos y una mueca desesperada sintiendo los labios, dientes y lengua del más alto en toda la extensión de su cuello.

 

Le gustaba cuando Shura suspiraba cerca de su oído cuando la entrega era consentida por ambos, pero ahora gemía con una lascivia que le quemaba la piel, aumentando su pánico al pensar que aquella cruel experiencia de un año atrás, volvería a repetirse y de nuevo ni él mismo ni nadie podría salvarle.

 

¿O quizás si?

 

—S-Shura... t-te lo ru-ego... —volvió a sollozar con el orgullo hecho pedazos, pero el nombrado no escuchaba. Aunque hubo alguien inesperado que si lo hizo.

 

—¡Suéltalo ahora mismo, Shura!

 

Ni él ni Shura pudieron reaccionar a decir o hacer algo hasta que Aioria tomaba al peli-negro desde atrás para alejarlo de Máscara. En ese momento, el italiano estaba en estado de shock, cayendo pesadamente al suelo con los ojos llorosos, los labios hinchados, la piel de su cuello llena de moretones y la mirada perdida hacia al frente.

 

—¿¡Que diablos pasa contigo, Shura!? ¡Tú no eres así, maldición!

 

Aioria estaba sumamente molesto. ¿Acaso era por culpa de Shura que Death estaba tan triste la noche anterior? Aún podía recordar la cara cargada de sufrimiento que llevaba consigo cuando se marchó para volver a su casa, y deseó más que nada saber el por qué del dolor de ese hombre en antaño despiadado. Pero ahora entendía perfectamente porque su compañero sufría. Qué es lo que Shura le había hecho…

 

El de Leo se acercó sin perder tiempo a Deathmask aún en el suelo. Quizás sería por como el otro le había tratado en su versión felina la madrugada de ese día que compartieron juntos, quien sabe, pero le dolía sobremanera ver a Cáncer en ese estado, tan roto de alma y espíritu algo que ni las cruentas múltiples batallas libradas habían logrado.

 

En el interior del pecho griego latía la necesidad de proteger al de cabellos azules, de conocerlo, acompañarlo, ser su apoyo y confidente... De llegar a aquel hombre que le había sonreído a un león solitario y desconocido, pero que ahora añoraba que le sonriera con el mismo cariño y calidez a él, el caballero dorado que era.

 

—Death... Death, ¿estás bien? Por favor... reacciona, Death…

 

Al oji-verde le comenzó a recorrer un terror frío por toda la espalda, terminando en una descarga de angustia en su cabeza. Con todo el pánico del mundo al ver que el mayor no reaccionaba, Aioria lo tomó y lo alzó en brazos ante la mirada iracunda de Shura.

 

—¡¿Por qué te metes, Leo?! ¡Esto no es asunto tuyo, Death me pertenece y él lo sabe bien! —le gritó al menor perdiendo todos los estribos, el heleno nunca había visto así a su compañero. Pero sin duda él se enardeció también.

 

—¡Me meto porque estabas lastimando a Death! ¿Qué acaso no ves como está? ¡No reacciona, imbécil! —debatió también perdiendo la calma de golpe llevándose al shockeado canceriano casi a la carrera con rumbo a la cámara patriarcal.

 

Shura no iba a dejar las cosas así por así, por eso fue tras Aioria. No podía permitir que el hermano de su amor platónico se fuera de lengua contándole al Pontífice lo que había visto.

 

 

 

 

 

 

 

 

Notas finales:

Próximamente el capítulo IV.


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