Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

ESQUIZOFRENIA por juda

[Reviews - 15]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

La ropa de Franchesco le andaba gigante, así que sobre su propio jean se puso una remera unos talles más grandes y una campera abrigada del pelinegro.

La madre lo invitó a comer y obviaron que habían cenado unas hamburguesas, así que se sentaron con ella en el comedor poco iluminado y comieron como si tuvieran el estómago vacío. A ella le gustaba llegar después de un día completo sin ver a su hijo y prepararle la cena. Era el único momento que compartían así que fue divertido ver como se trastocaban las conversaciones entre ellos dos para contarse lo que les había pasado.

Ale se mantuvo en silencio, no estaba acostumbrado a compartir su día, él no tenía una madre que se interesara por lo que le había pasado, así que disfrutó de la escena. Siempre las disfrutaba, solía quedarse a menudo en la casa de Franchesco y la madre del pelinegro lo trataba como a un integrante más de la familia.

Se despidieron de ella a las 12 y partieron rumbo a la casa de Oscar, una cuadra antes de llegar ya se percibía la música a todo volumen y los chicos en pequeños grupos tomando alcohol en la vereda. Había muchos menores de edad, pero la policía respetaba esa zona. 

Según como pintaba la cosa, no habría necesidad de ir a la disco. Las chicas estaban buenas, las bebidas no faltaban y la merca abundaba. Iba a ser una buena noche.

Ni bien llegaron, Ale vio a César y se hizo el sorprendido (él sabía que andaría en ese lugar, es más, era la razón primera por la que había señalado ir a esa fiesta), le invitó un cigarro y luego se dejó tentar por unas cervezas. Franchesco se alejó sonriente, sabía que su amigo babeaba por el pálido y no quería arruinarle la noche, en una de esas tenía suerte y podía pasar a mayores. Ale solía decir que tenía mala suerte con César, pero lo cierto es que se ponía nervioso, tartamudeaba o se quedaba mudo y terminaba tirándose algo encima o aburriendo al blanquito que nunca llegaba a dimensionar la atracción que despertaba en su amigo.

Franchesco encontró a Daiana, había salido por unas cervezas y terminó perdiendo a su grupo de amigas, eran compañeros en la escuela y se llevaban bien. De vez en cuando se besaban en los recreos y habían tenido sexo un par de veces pero nada formal, nada que los involucrara seriamente al uno con el otro.

-No te atrevas a dejarme sola, no hasta que encuentre a mis amigas, están todos muy borrachos aquí -le advirtió la castaña, tomándolo de la mano mientras atravesaban el salón buscando a las demás chicas.

-Tranquila, acabo de llegar, no pensaba irme tan pronto.

Ella se volvió a mirarlo.

-¿Estás solo?

-No, vine con un amigo, pero él está ocupado ahora.

-Ah! ok! entonces podemos entretenernos juntos? -preguntó sonriente, levantando una ceja.

-Ya sabes que siempre estoy dispuesto a matar al aburrimiento -contestó con una sonrisa de costado.

Buscaron un lugar con poca gente y viendo que era imposible intimar dentro de la casa, salieron y encontraron un rincón oscuro en una de los perímetros laterales del lugar, en medio de unos arbustos que los ocultaban casi por completo de los demás.

Franchesco aprisionó a la castaña contra la pared y comenzó a besarle el cuello mientras ella misma se encargaba de mordisquear el suyo. El cuerpo de la muchacha estaba pegado al de él y ella refregaba la pelvis en la pija semierecta del pelinegro. Franchesco la giró para dejarla de cara a la pared y ella levantó el culo y lo movió de derecha a izquierda.

El pelinegro metió la mano por debajo de la falda y estaba por hacer a un lado la pequeña tanga que llevaba la niña cuando escuchó el nombre.

-Vamos Seba, intentemos hacer algo distinto, si vemos que son muy obtusos regresamos a ver alguna película, en una de esas encontramos gente como nosotros, nos tomamos unas cervezas y nos vamos.

No reconocía la voz del que lo nombraba y tampoco conocía a muchos que llevaran ese nombre, giró el rostro para observar. 

Daiana también giró asustada y se bajó la falda, acomodándola.

-¿Qué pasa? ¿Hay gente? -preguntó agitada, escudriñando a través de los arbustos.

-Si, vienen unos chicos -susurró él.

-Pero solo un rato, no me gusta estar entre tanta gente -contestó una voz gruesa y Franchesco se arrimó lo suficiente como para ver pasar al hermano menor de Ale junto a otro chico.

"El ésqui" era el hermano menor de su rubio amigo pero aun así mayor que él, entre su amigo y su hermano se llevaban casi 10 meses.

Tenía el cabello rojo, un rostro bonito, dos pequeños lunares en la cara: uno en el labio y otro en el borde del ojo.

Un año atrás había tenido un trastorno psicótico o psicosis reactiva breve. Durante dos semanas se mantuvo aletargado por ratos y por otros con momentos de euforia. Ale lo encontró un día escondido llorando debajo de la cama, fue casi imposible sacarlo, gritaba que la parca estaba en el marco de la puerta, esperándolo para cazarlo. El hermano lo llevó a un hospital psiquiátrico cuando lo encontró en la cocina, había puesto el agua a hervir para hacerse un café y una voz le había indicado que si no se abría las muñecas, el inframundo subiría al mundo de los mortales y devoraría a los recién nacidos. Su madre entró en crisis cuando vio toda la sangre sobre el piso que acababa de limpiar y su padrastro le gritó que necesitaba hacerse hombre porque los maricas como él acababan siempre de la misma manera: o con el culo abierto por todos los machos de la cuadra, o llorando como nenitas putas en cada rincón de la casa, intentando llamar la atención como lo estaba haciendo en ese momento.

Para ese momento, Sebastian ya había comenzado a hablar incoherencias, todos creían que el problema se solucionaría solo, pero el intento de suicidio fue el detonante para que su hermano se encargara de resolverlo.

El diagnóstico fue psicosis reactiva breve producida por un acontecimiento traumático o estresante. Ninguno de los dos quiso contar que su madre un mes atrás había perdido un embarazo a base de patadas y que se había desangrado durante toda la noche en el patio de la casa. Ale había encontrado a Seba acunando a su madre, su hermano tenía el rostro deforme por los golpes que había recibido cuando se interpuso ante su padrastro para que dejara de golpearla.

El tratamiento médico consistía en pastillas para disminuir el estrés o estado de ansiedad y un control quincenal durante aproximadamente dos años. Si en ese lapso de tiempo no se producían nuevos trastornos psicóticos, se determinaba que había sido aislado, comenzaban a disminuir las dosis de medicamentos y también los controles se hacían más esporádicos, pero el estallido que había tenido y que lo mantuvo actuando como un lunático durante dos semanas le valió el sobrenombre de "El esquizofrénico" y que pronto se vio abreviado a "El esqui".

-¿Ya se fueron? -preguntó ella mientras lo abrazaba por detrás y le apretaba la pija.

-Si, se fueron, pero aquí es peligroso, mejor entremos a tomar otra cerveza -contestó él mientras se aseguraba que ella tuviese toda la ropa en su lugar y la sacaba de la mano, siguiendo al par de muchachos que entraban a la casa.

Seba no podía tomar alcohol e iba a armarle un escándalo si lo veía beber, más al acompañante que a él, en teoría tendría que cuidarlo y no estar incitándolo a hacer cosas que no debía.

Intentó reconocerlo, el chico lo llevaba abrazado de los hombros, cuando giró para mirar a Seba pudo ver el perfil. Si! lo conocía! Vivía a unas cuadras de su casa y tenía una hermana rara. 

El chico no era como ellos, era más bien solitario. Lo había visto por la zona, siempre con algún libro en las manos, nunca en jodas ni mucho menos borracho. Era similar a Seba en ese sentido.

El muchacho entró a la fiesta y puso a Seba detrás de él para que la gente no lo golpeara, Franchesco los perdió de vista por unos segundos cuando Daiana casi tropieza, para cuando los encontró nuevamente, venían de regreso.

Pasaron por su lado, Tomás llevaba una cerveza en la mano y Seba un vaso alto con un líquido transparente... ¿el tipo le estaba por dar alguna clase de licor? El pelirrojo llevaba sujetando fuertemente su bebida con una mano mientras que con la otra se aferraba al brazo de su acompañante y pegaba la cabeza en su espalda.

Parecía un niño asustado. Nadie le daría a ese pelirrojo, que se escondía en la espalda del castaño, 20 años. Seba siempre había parecido mucho más chico y desde su episodio, Franchesco lo había protegido tanto o más que Ale. Lo conocía desde que era un crío, Seba era mayor, pero tenía la inocencia de una criatura y él no dejaría que un tipo cualquiera viniese y desvirtuase esa perfección así que se apresuró hasta ellos, casi sin escuchar como Daiana se quejaba de que no le estaba prestando atención.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).