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Polos opuestos por Verde Lima

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¿Cómo pueden pasar las horas tan lentas durante la semana y tan rápidas en un día? A mí que me lo expliquen.

 

No voy a mentir, llevo pensando en David toda la semana. ¿Por qué siempre tienen que gustarme los capullos? Es que no me libro de ninguno.

 

Yo se que fijarme en él es una cagada muy grande, porque en el fondo soy un romántico, ¿a quién quiero engañar? A mí desde luego cada vez que me digo —Seguro no es tan malo.

 

 

Así que cuando le veo el sábado me llevo tal palo al darme cuenta de que ni me mira, que me dan ganas de irme a casa. Pero allí tampoco hay nadie, y llevo una semana más solo que la una.

 

Así que cojo mi uniforme, me lo pongo y me subo a la furgoneta con los demás.

 

Ni una miradita, cabrón.

 

Este sitio es nuevo, aunque no para mí. Aquí he estado demasiadas veces en mi vida y sé que esta noche mejor me hubiera quedado en casa.

 

Es la casa de Saúl, un antiguo compañero del internado. He pasado aquí demasiadas fiestas alcoholizado perdido, y he tenido más de un encontronazo con Saúl, a veces acababan en sexo, pero otras, muchas otras, solo él y yo enfadados. 

 

 

Estoy por decir que me encuentro mal y que me voy para casa yo solito, cuando me ponen en los brazos varias cajas.

 

Miró a David, que por primera vez en todo el día me está mirando.

 

Sin duda esta noche va a ser complicada.

 

 

 

 

o0o

 

Pensaba que el pijo no vendría, y ojalá que no lo hubiera hecho. A mi las complicaciones me van lo justo. Y este niñato tiene cara de querer complicarme la vida.

 

Sé como arreglar este tipo de situaciones, normalmente es tan sencillo como darse un buen revolcón y a otra cosa mariposa. 

 

Pero a este voy a tratar de ni tocarlo con un palo, no porque no esté para comérselo, porque lo está y lo sabe. Sino porque es el sobrino de la jefa.

 

No soy partidario del dicho popular de “donde pongas la olla, no metas la polla”, pero en esta caso voy a tener que controlar bien a mi amiguita. Marita paga muy bien, y ese trabajo me cuadraba aún mejor.

 

No lo voy a peder por este pijo, punto y final.

 

El resto del grupo se me había amotinado y me habían dicho que lo pusiera a trabajar o ellos no volvían a ir. Era un farol, todos lo sabíamos, pero no soy un tipo injusto, no del todo. Y acepté que Borja, el pijo, es uno más del equipo.

 

Pero la cara que tiene cuando llegamos a la casa, mansión, cosas de ricos, es un poema.

 

No lo conozco mucho, pero se le ve nervioso. Y no tengo tiempo para andarme resolviendo problemas de ricos a menos que me paguen.

 

Esta es una fiesta privada, pero la dinámica es la misma, llevamos en catering a la cocina de la casa y de allí salimos. 

 

 

Estoy dando órdenes cuando Borja se me acerca.

 

 

—Oye, David, ¿puedo quedarme en la cocina hoy? Es que no me encuentro muy bien.

 

 

—¿Eres cocinero?—le pregunto, su cara no mejora.

 

—No.

 

—Pues entonces la respuesta es no, a la sala con el resto, y a última hora a poner esos cócteles tan pijos que haces.

 

 

—¿No me voy con el primer grupo?—se está poniendo más blanco que su uniforme.

 

 

—A ver, Borjita—tengo un vicio a la hora de tocarle los huevos a este tío, lo reconozco—, un día te quejas porque no te doy trabajo y hoy porque sí, ¿en qué quedamos?

 

 

Va a decirme algo, y estoy deseándolo, pero de pronto se calla, agacha la cabeza enfadado y se va.

 

A ver si este va a estar malo de verdad y me contagia a toda la plantilla.

 

Pero no tengo tiempo para más, empieza la función.

 

Cada uno tiene que hacer su papel que para eso estamos aquí. Por si acaso no le quito ojo al pijo, y en más de una ocasión me pillo a mí mismo pensando en lo duro que tiene que tener el culo.

 

Parece que todo va sobre ruedas, pero como si lo supiera los problemas me los trae el mismo de siempre.

 

Se ha caído una bandeja, a veces pasa, pero menos de las que uno se puede esperar.

 

Borja está en el suelo recogiéndola y un grupo de chicos riéndose sobre su cabeza.

 

Gilipollas hay en todos lados, pero los ricos son los que más me tocan los cojones.

 

 

Cuando me acerco veo como Borja está más rojo que un tomate, y hay un tipo que le está diciendo algo, cuando llego a su altura acaba de decir algo y todos se ríen. Huele a dinero y cocaína.

 

 

 

Lo raro de todo esto es que Borja no dice nada, solo recoge las cosas del suelo, se va a cortar y entonces esto se llenaría de sangre y Marita me va a estar calentando la oreja sobre los protocolos de sanidad cuatro horas seguidas.

 

—Borja, deja eso y dile a Vicky que traiga la escoba—le ordeno. Me mira con los ojos vidriosos, no está enfadado que es lo que estoy acostumbrado a verle, sino mortificado al punto de echarse a llorar.

 

Y mi pijo será muchas cosas, pero no tiene pinta de ser de los que lloran por que se le caiga un vaso, el imbécil de la fiesta le ha tenido que decir algo.

 

—Disculpen—interrumpo las risas—, esta zona no es segura, pueden cortarse con los cristales, les pido que se aparte para que podamos recoger.

 

La respuesta de todos es una carcajada que son incapaces de contener.

 

—Adiós, Borjita—dice el que parece ser el líder de ese grupo de gilipollas—.Si necesitas dinero ya sabes donde puedes encontrarnos, te pagaremos bien.

 

 

¿Le acaba de llamar puta en toda mi cara?

 

Ahora era yo él que quería partirle su estúpida cara.

 

Pero Borja se pone delante de mí, y ya no les veo.

 

—Da igual.

 

Se va de allí, ha hacer lo que le he pedido y en nada aparece Vicky.

 

—Ocúpate de esto, ahora vengo.

 

 

Me meto en la cocina, y no le veo, ¿dónde carajos se ha metido?

 

Mis chicos me miran, y encima me miran mal, todavía pensaran que he sido yo el que le ha dicho algo.

 

—Tío, David, déjale tranquilo—me dice uno—. El chaval no ha parado en toda la noche y no lo está haciendo mal.

 

 

Ni le contesto, pero de pronto le veo aparecer y me voy hacia él agarrándole por el brazo.

 

 

Me mira y aún tiene esa cara, creo que hay una alacena por donde él ha venido y lo meto allí.

 

 

—¿Estás bien?—Que no me mire a la cara es malo—Borja.

 

—Sí—Coño, mírame le grito en silencio—¿Puedo irme con el primer grupo?

 

 

Le levanto la barbilla y ahí tiene que mirarme. Joder, menuda cara triste tiene.

 

—Claro, pero ¿me puedes contar qué ha pasado?

 

 

—Nos conocemos, es un antiguo compañero del colegio—dice él queriéndome esquivar la mirada, pero no le dejo y le busco los ojos.—Es un gilipollas.

 

 

—Tiene toda la pinta—casi sonríe—Ese mañana se va a acordar de mí.

 

 

—¿Estás loco, no irás a pegarle?

 

 

—Mejor, le voy a dar unos combinados que le van a tener enganchado al váter hasta que se jubile.

 

 

Ahora sí que se ríe, y mira que está guapo el cabrón cuando lo hace. Es eso y no otra cosa lo que me hace que me vuelta idiota perdido y le planto un beso que hasta a mí me sorprende.

 

Tampoco tenía que ir a más la cosa, pero se me agarra como un Koala, y me devuelve el beso. Mierda, es mejor de lo que me imaginaba.

 

Le apoyo contra la pared y tiramos un tarro con algo. Si no es por eso no nos separa ni Dios.

 

—Tenemos que volver al trabajo—le digo queriendo parecer profesional, pero yo lo que tengo ganas es de echarle un polvo allí mismo.

 

—Sí.

 

Ya no hay rastro de ojillos triste, es todo sonrisa y yo tengo que tener cara de gilipollas cuando salgo porque Vicky se está riendo de mí.

 

Me acabo de meter en un problema yo solo y a ver cómo salgo de él.

 

o0o

 

Como me temía me encuentro a Saúl y sus amigos, hace más o menos un año que no le veo. Y cuando me ve sé que me va a decir algo desagradable.

 

 

Está súper puesto de coca, y cuando se droga es más gilipollas todavía.

 

Yo creo que Saúl siempre ha estado enamorado de mí, y al principio me gustaba, pero es uno de esos hetero curiosos que primero me folla y luego reniega de mí. Y eso sí que no. 

 

Bueno, me costó toda la secundaria decirle que no, pero lo conseguí. 

 

Además de insultarme y hacer que se me cayera la bandeja, me ha puesto en ridículo delante de David. Lo que me faltaba, pero lo que más me ha sorprendido es que me ha querido defender.

 

 

Mi corazón de pollo ha dado un vuelco y he pensado que siempre dice que este trabajo es importante para él. Le he parado porque tenía cara de matón, y me ha gustado demasiado para mi salud mental.

 

 

Cuando me ha metido en la alacena y me ha dicho todas esas cosas casi me tiro a él para abrazarle, y me ha besado.

 

¡Que me ha besado!  Qué bien besa el puñetero.

 

Me da igual Saúl, su padre y toda la panda esa de imbéciles. David me ha besado y a mí me tiemblan las piernas.

 

Le pillo mirándome todo lo que queda de noche y me pongo hasta nervioso.

 

Estoy por decirle que me quedo hasta el final a poner cócteles pero no he tenido ningún momento a solas de nuevo con él. No sé como lo ha hecho, pero tiene al grupito de Saúl lejos de mí y creo que nadie ha hecho nada tan bueno y bonito por mí en toda mi vida.

 

 

Cuando estamos todos en la cocina me mira.

 

—La furgoneta está fuera, podéis iros a casa, nos quedamos los del segundo turno.—Mis compañeros empiezan a recoger y aunque yo debería hacer lo mismo me voy hacia él para decirle que me quedo.

 

—David.—La leche, qué mirada tiene cuando me mira—Si quieres puedo quedarme, ya me encuentro mejor.

 

 

No me dice nada, solo me mira.

 

—Vete a casa y descansa, Borja.

 

 

No sé si es por el tono, porque ha dicho mi nombre sin retintín o por qué pero mis compañeros se quedan sorprendidos, ¡ay, si ellos supieran!

 

 

Pero no insisto, sé que lo nuestro pende de un hilo y no me lo quiero cargar.

 

 

—Buen trabajo, chicos.—Saberme dentro de aquello me hace sentir bien, quizás después de todo David no es tan mal jefe si no te tiene manía.

 

Damos varios viajes a la furgoneta, y cuando ya no queda nadie en el último, ya están todos subidos, me agarra de un brazo. No es con fuerza pero yo me giro como si me hubiera arrollado un camión.

 

—Hasta el sábado—me dice David, y me vuelve a besar.

 

Nadie nos ve porque estamos en el lateral de la furgoneta y ahí no hay ventanas. 

 

Ha durado menos de lo que yo hubiera querido, pero me subo contento a la furgoneta mientras él me  mira.

 

Esta noche había empezado bastante mal pero ha acabado mejor de lo que podría haberme esperado nunca.

 

Estoy deseando que llegue el sábado que viene.

 

 

Notas finales:

No sé si esto lo leerá alguien, pero me gusta esta historia y ellos me resultan muy tiernos.


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