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RE- por Silence Tsepesh de Lenfet

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Notas del capitulo:

Hola de nuevo ~

Si estas leyendo esto directamente, te has saltado el capítulo anterior, hoy actualice el capítulo 10 y 11.

 


Estaba cansada.


Opto por salir de la habitación y dejar la puerta abierta mientras su pequeño seguía llorando sin parar.  Se sentó en el sofá más cómodo que tenían en su casa y se estiro hasta alcanzar un vaso con soda caliente debido al rato que llevaba en el vaso. Deseaba saber cuándo había creído que tener un hijo sería una buena idea.


No,  tener un hijo no era el problema.


Julie y Gregory llevaban cinco años de casados cuando comenzaron a anhelar un bebé. Al principio solo fueron comentarios distanciados que dejaban pasar cada que iban al cine y veían que algunas parejas no podían entrar o tenían que ir a ver las películas infantiles. Después se descubrieron viendo los cochecitos con bebés, a las familias jugando en los parques, y su deseo solo creció más.  Entrarse de que por fin iban a ser padres fue una de las mejores noticias que pudieran recibir, y aunque tenían dudas al respecto pronto desparecieron, en especial cuando comenzaron a llenar la casa con cosas para bebés.


Cada que salían y veían algún objeto que les gustara para su bebé era inevitable que terminara en casa. Ella trabajaba en una primaria local, y él tenía una cadena de pizzerías en las que no le iba nada mal. Al inicio fueron prendas pequeñas de colores claros, zapatitos coloridos y suaves. Pequeños accesorios como chupones y biberones con dibujos adorables. Cuando se enteraron que sería un niño comenzaron las cosas divertidas: Pintar la habitación, elegir juguetes y pensar un nombre. Estaban muy contentos con la llegada de su primer hijo. El parto fue experiencia dura que se le hizo mucho más largo de lo que en realidad fue. Recuerda estar llorando cuando escucho los primeros llantos de su pequeño.  Greg también estaba contento, sus empleados le habían organizado una fiesta de bienvenida al bebé, aunque todavía no nacía, y se la pasaba hablando de los muchos equipos de futbol americano y baloncesto a los que lo quería  ingresar.  


Sabían que las primeras semanas serian duras, habían tomado cursos para prepararse y pensaban que lo tendrían controlado. Everett lloraba todo el tiempo, pero eso hacían los bebés ¿no? Tanto Julie como Greg estaban convencidos de que su pequeño lloraba más que otros bebés y lo que era peor: No sabían cómo hacer que parara ¿Tenía hambre, sueño, necesitaba otro pañal o le dolía la barriga? Se turnaban para atenderlo durante todo el día, Julie no podía llevarlo a la escuela y Greg lo cuidaba hasta que su trabajo terminaba. Por las noches se turnaban los días para atenderlo y no acabar los dos a punto de dormirse en cualquier momento en el día. La mayoría de los bebés dejaban de llorar  cuando sus padres lo abrazaban y lo arrullaban cantándole alguna nana, pero no Everett.  Julie estaba segura de que lloraba con más fuerza cuando lo cargaba.


Con el tiempo las cosas mejoraron, Everett dejo de llorar todo el tiempo, comenzó a dormir noches completas e incluso en el día ya no lloraba tanto. Fue un alivio que les trajo un descanso merecido.  Aun lloraba por nada, nunca supieron que lo hacía llorar, y simplemente le dejaban hasta que se dormía o dejaban de escuchar el llanto. Con sus primeros pasos vino otra alegría que compensaba que su bebé no dejara que nadie más que ellos lo cargaran o quedarse con un desconocido. No podían dejarlo con una niñera, ni siquiera con sus abuelos porque entonces comenzaba un llanto interminable que no paraba hasta que ellos regresaban.   


Con sus primeros años Everett dejo de llorar, y aunque era un niño un poco huraño también demostró ser muy listo. No podían estar más orgullosos de su pequeño. Los problemas para Julie comenzaron cuando Everett comenzó a decir sus primeras palabras. Si lo pensaba bien las cosas no habían sido malas desde el comienzo pues escucharle esos balbuceos intentando decir algo fue otro logro del que estaba feliz. Todo comenzó cuando lo encontró intentando abrir la puerta de la calle, Everett era pequeño y no alcanzaba aun la manija.


— ¿A dónde vas, cariño?


— Casa— le murmuro, aun estirándose para alcanzar.


— pero si estamos en casa.


— No, tengo que ir a mi otra casa— Julie se rio, a su hijo se le ocurrían muchas cosas.


— No tenemos otra casa— le levanto y le llevo a la sala de vuelta, y cuando le sentó en el sofá el niño ya tenía lágrimas en los ojos. Muchas veces no le prestó atención a pequeñas cosas que Everett hacía, como los dibujos. Le gustaba mucho dibujar y hacia unos dibujos muy claros aunque nunca sabia explicar que era lo que dibujaba. Cuando le preguntaba que era el dibujo, a veces respondía que era una ciudad que había visitado, aunque nunca habían viajado y mucho menos a una zona con desierto, que era lo que le parecía el dibujo en cuestión. Otras veces decía que eran sus amigos, aunque solo iban al parque a jugar y no conocía a ningún joven. 


Para Gregory las cosas eran más simples: Su hijo solo tenía mucha imaginación. Julie le culpaba por motivarle al preguntarle más sobre lo que Everett contaba.


Con cuatro años, las cosas para Julie y Gregory se complicaron. Su pequeño comenzaba a preguntar muchas cosas, sabía que pasaría e incluso le  divertía responder algunas pero la mayoría de las preguntas que hacia terminaban en un llanto incontrolable. Ya no sabía cómo explicarle que los humanos no podían convertirse en un animal,  había llorado días hasta que Greg le había contado de hombres lobo y contrario a lo que Julie esperaba (Que su hijo se asustara con la historia) a Everett pareció gustarle.


— Ya no sé qué decirle, Greg.  Estoy cansándome de mi propio hijo— eso era lo que más le aterraba.


— solo debes tener un poco de creatividad, cuéntale una historia que él quiera escuchar y ya. No tienes que creer ni buscarle sentido a lo que dice, es un niño, Julie— Decidió seguir el consejo de su esposo.   


— Mamá ¿Dónde está Zack?


— ¿Quién?


— Le dije que iría con él. Va a molestarse conmigo…— Y comenzó a llorar. Mientras Greg le intentaba calmar, su instinto de madre le hizo entrar en paranoia ¿Por qué su hijo preguntaba por alguien que no conocía? ¿Se había acercado un desconocido? ¿Querían secuestrar a su bebé?


— ¿Qué te dijo?— Le  pregunto a su esposo cuando regreso.


— que era alguien que había conocido cuando era grande— eso no le calmo, y no ayudo que Everett comenzara asistir al jardín de infantes. Pero las cosas no fueron tan mal como había pensado, a Everett le había gustado y ya no lloraba cada que hacía preguntas o veía algo o lo que le hiciera llorar. Dejo de prestarle tanta importancia, como le había aconsejado Greg. Everett ya tenía cuatro años y no había pasado nada, ya era tiempo de que dejara de ser la mamá que se preocupaba por todo.


No había sido fácil lidiar con un niño como Everett, aunque no sabía si prefería que su  pequeño fuera como los otros niños, Everett apenas daba problemas de conducta, se comportaba bastante bien y siempre era educado. Por eso, que estuviera a punto de llorar en la sala era algo que no esperaba. Escuchaba todavía el llanto de Everett, y finalmente las primeras lágrimas cayeron.


—  No es nada— grazno cuando Greg entro a la sala. Él solo le miro, arqueando las cejas—él…— tuvo que respirar. Le temblaban los labios— Él ha dicho que no soy su madre— rompió en llanto también. Greg solo la abrazo y luego le hizo levantarse e ir hasta la habitación de Everett quien ahora solo hipaba después del llanto.


— Everett ¿es verdad que le has dicho eso a tu mamá?


— sí.


— ¿No es tu mamá?— él niño negó— entonces yo tampoco soy tu papá— volvió a negar.


— no tengo papás, yo no los conocí. Y ya no quiero ser Everett.


— ah, vaya… ¿Por qué no quieres ser Everett? ¿Quién quieres ser ahora?— Julie había escuchado que muchos niños decían eso, pero lo que querían ser era superhéroes como el hombre araña o Superman.


— No me acuerdo.  Quiero ser como antes, quiero ir con Zack— volvió a llorar cuando escucho eso ¿eran tan malos padres que su hijo no quería estar con ellos? Nunca le había regañado y aunque no le compraba todo lo que quería Everett tenía una buena vida.


— oh, entonces hablas de cuando eras grande— y Everett asintió. Eso no le hizo sentir mejor, aunque si le calmo el llanto— entonces podemos ser tus papás, ¿Está bien? así que no vuelvas a decir que no tienes papás ¿De acuerdo?


— está bien.


— y ya que ahora eres Everett ¿Por qué no haces como Everett? Quizá te guste ser tú.


— Creo que sí.


— Entonces vayamos a cenar— Julie deseaba poder tomarse las cosas con tanta calma como Greg. Solo era un niño, se recordó. No tenía que tomárselo personal y solo debía dejar las cosas como estaban. 


Tuvo que tomarse en serio sus propios consejos al enterarse que estaba esperando a su segundo hijo. Ayudo mucho que después de ese incidente Everett ahora si dejara de llorar, aunque en lugar de eso permanecía callado y sin hacer nada con un aspecto triste. Aprendió a darle su espacio también. Se tomaron su tiempo para contarle a Everett que tendría un hermano, Greg porque estaba ocupado con una nueva tienda y ella por temor a que volviera a tener un ataque de llanto.  


Everett estaba dibujando, concentrado en su dibujo lleno de árboles verdes cuando decidieron contarle. Mientras le hablaban siguió dibujando sin mirarles hasta que mencionaron al nuevo bebé. Dejo su crayón verde y les miro.


— ¿Un hermano?


— si


— ¿Podre tener uno? No he tenido hermanos antes— en lugar de preocuparse, sonrió, Greg le hizo una seña de ánimo levantando el pulgar.


— ¿Y no quieres tener un hermanito?


— si quiero.


Everett si estaba feliz por tener un hermano, le preguntaba que juguetes podía compartir con el bebé, le ayudaba a escoger cosas y a mantener la casa más limpia. Aunque seguía hablando sobre encontrar a Zack, sobre viajes y ciudades que ni el sabia como pronunciar. Cuando Greg le enseño un mapa del mundo y le pregunto en donde estaba su casa antes, no pudo decir cómo se llamaba ese lugar ni ubicarlo. Cuando le encontró en la cocina con un cuchillo intentando cortar un tomate casi le da un ataque de algo.


—  no puedes tomar un cuchillo, es peligroso.


— Pero mamá, yo siempre ayudaba en la cocina.


— En esta cocina no lo harás hasta que seas mayor… O te ayudemos papá o yo— añadió al ver la expresión triste que puso. Seguía siendo un niño, su hijo y lo adoraba como no podía explicar. Que quisiera cocinar no era malo, y si quería podría dedicarse a eso cuando fuera mayor al igual que mostraba interés por dibujar.


 


Pasarían algunos años antes de que volviera a preocuparse por su pequeño. La llegada de su segundo bebé, una niña. Julie recuerda haber tenido más miedo cuando la sostuvo ¿Y si pasaba lo mismo que con Everett? Tener a un niño que lloraba, se ponía triste y decía cosas que nadie entendía era suficiente como para tener dos. Pero sus temores fueron solo eso, pues Virginia era una niña tranquila que lloraba solo cuando era necesario.


— Greg ¿Puedes venir?— escucho los pasos de su esposo. Estaba cambiando el pañal de  Virginia cuando Greg llego.  


— ¿Qué paso?


— Everett— Greg suspiro, y le interroga con la mirada— no hizo nada malo. Su maestra envió una nota, otra vez. Demasiada imaginación, recomienda actividades para calmar sus inquietudes.


— hablare con él, no te preocupes— no se preocupaba, porque realmente Everett no era un problema. No tenía nada de malo tener mucha imaginación,  no había nada malo en contar historias ni hacer preguntas.  Además, Everett estaba por cumplir ya siete años y cada vez eran menos las veces que hablaba de mundos extraños y personas que nadie conocía. Y sabía que no era porque él lo hubiera olvidado si no porque había aprendido a guardarse todo eso.  Lo había visto en los dibujos que hacía, cada vez más detallados, más precisos y que para cada cosa extraña que pedía tenía una explicación  del mas allá, como había comenzado a llamar ella misma a lo que su hijo hablaba, como la vez que quiso una lámpara que llenaba el techo y las paredes con puntos de luz, cuando la habitación se quedaba oscura parecía que estabas flotando en el cielo nocturno. Everett lloro cuando la encendieron la primera noche. Virginia apenas gateaba para entonces.


— ¿quieres que la quitemos?


— ¡No!


— ¿Por qué lloras?


— No lo sé…— se limpió la cara con las manos— pero no lo quites. Se lo mostrare a Zack cuando lo encuentre.


— ¿Cuándo qué?


— cuando encuentre a Zack. Le dije que le iba a encontrar.


— sí, si… vamos, si no dejas de llorar no podrás dormir.


Con el paso de los años pasarían dos cosas: O Everett pararía o ellos terminarían por acostumbrarse a lo que decía.  La segunda opción era la más probable viendo que los cuentos de Everett no se detenían.


El último incidente que tuvieron fue cuando Everett tenía diez años y Virginia estaba por cumplir cinco años. Acababa de regresar de la escuela cuando Virginia llego llorando, abrazándose a sus rodillas.  Greg salió de la cocina donde estaba al escucharla.


— ¿Te has caído?— pregunto.


— Yo no mate a nadie, mami, dile a Everett que yo no lo hice.


— ¿De qué estás hablando?— les costó un poco calmarla para que pudiera contarles porque estaba llorando de ese modo.


— Everett no quiere jugar conmigo, se enojó y dijo que yo mate a su amigo. Pero yo no hice nada mami,  y también dijo que no me quería— Las lagrimas amenazaron por salir otra vez. Julie estaba indecisa entre consolarla o ir a darle un regaño a Everett.


— Mamá ira a comprarte un helado— Greg le acaricio el cabello y le limpio las lágrimas. Julie supo que ya había tomado una decisión. Le extendió  la mano a la niña y mientras le hablaba sobre mermeladas y chispas de chocolate para el helado salieron de la casa.


 


Greg sabía que Julie se preocupaba mucho por Everett, no había sido como habían pensado seria su primer hijo, y no era que él no se preocupara pero uno de los dos tenía que mantenerse firme con ese reto que era Everett.   Cuando escucho la puerta cerrarse, dejo de sonreír y subió las escaleras.


La habitación de Everett tenía la puerta abierta y le encontró dibujando en el escritorio que le habían comprado, con las cortinas corridas y la lámpara de estrellas encendida.


— Everett.


— Ya sé a qué vienes— no le miro, Greg camino a la cama y se sentó.


— ¿Ahora qué paso?— Everett no respondió— decirle eso a tu hermana…


— Ella no es mi hermana— le interrumpió. Suspiro. Sabía que algo extraño pasaba con su hijo, no era normal que hablara de todas esas cosas que para nada parecían inventos de un niño, la forma en que explicaba y contaba sus historias era distinta a los cuentos infantiles que contaba  Virginia.


— claro que es tu hermana.


—  por su culpa murió. Ella le mato. Todo es su culpa.


— ¿Otra vez él?— Everett asintió— Everett, ya hemos hablado de eso. Tu hermana tiene cinco años, no ha matado a nadie.


— pero lo hizo. No quiero verla.


— Sabes que lo que paso antes no debe molestar ahora ¿no? Ya te lo he dicho. Es igual ahora, Virginia es solo Virginia, y no ha hecho nada. Tú eres solo Everett y no has hecho nada de lo que dices. No te preocupes por eso que a veces dices.


— Que injusto— refunfuño— Lo intentare, pero estaré enojado unos días con Virginia— eso sería lo mejor que pudiera obtener de su terco hijo. 


— Y deja de decirle a tu hermana que mato a Zack ¿Si?


— no se lo diré otra vez. Pero ella lo hizo— murmuro bajito.


— Everett…


— Y papá, no es Zack. Ya lo he recordado, le encontrare también aquí. A Zachelle—  se levanto y pego con un trozo de cinta el dibujo en la pizarra de corcho en la pared tras el escritorio. El dibujo era oscuro, toda la hoja estaba coloreada de azul oscuro y negro, dejando espacios blancos y en la parte de abajo en lo que parecía una colina había dos siluetas juntas. Reconoció que era una noche con estrellas— se lo prometí.

Notas finales:

Bueno, espero que recuerden que esta historia estaba en dos partes y este es el preludio de la segunda parte.

Gracias por leer.


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