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Luz de luna por BocaDeSerpiente

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Capítulo nueve: De cuando Draco es un idiota (pero, aun así, Harry lo quiere)

Ser amigo de Draco Malfoy tenía sus ventajas. Una ración de los deliciosos dulces que la tía Narcissa enviaba cada jueves, pase libre a la Mansión, alguien a quien tenerle confianza en el cuarto que compartían con Nott y dentro de Slytherin, poder agregar unas preguntas sobre las materias a las cartas que enviaba a Jacint, mismas que el muchacho contestaba con explicaciones más simples y directas que las de los profesores, incluso tener con quien practicar Quidditch.

Pero estar un domingo a las nueve de la mañana, en un cubículo de la biblioteca, definitivamente no podía ser una de ellas.

—...tendríamos que preguntarle a Sirius —decía el niño-que-brillaba, en un tono suave y aburrido, por el que si no hubiese sido porque eran los únicos que ocupaban el área, habría pensado que ni siquiera era con él. Draco estaba sentado, con las piernas cruzadas, un libro apoyado contra el borde de la mesa, sus ojos se paseaban por las páginas; Lep estaba acurrucado en su regazo, una bola de pelo gris, su estado natural—. Creo que debe ser algo sobre ser nigromante lo que evita que salga en el Mapa como una persona normal lo haría, pero sigue siendo un detalle importante, y hay que preguntarle. No es seguro andar por ahí sin saber cómo encontrarla, y esto es magia demasiado avanzada para nosotros, Potter.

Harry, que lloriqueaba por dentro, inclinado sobre un conjunto de libros de Pociones, de los que intentaba conseguir la información para el ensayo de la próxima semana, levantó la cabeza hacia él con una media sonrisa.

—¿Demasiado avanzado para ti, Draco? No creí oírte nunca decir eso.

—Oh, no, no avanzado para mí de esa forma —había un brillo divertido en los ojos grises de su amigo cuando le dirigió una breve mirada, para después pasar la página con un giro delicado y retomar su lectura—. Por supuesto que puedo hacerlo, sólo...preferiría una segunda opinión, no quiero desastres. No es igual practicar un hechizo que sé qué hará, que hacerlo a ciegas.

Harry ensanchó su sonrisa, al menos hasta que volvió a observar el pergamino de medio metro, que no superaba el primer párrafo. Dejó caer la cabeza sin cuidado sobre la mesa, lastimándose los párpados en el proceso a causa de los lentes; al girar para quedar recostado de lado, fijó su atención en Draco, tan apacible que no habría sido difícil imaginar que era ajeno a lo que hacía.

—¿Cómo es que tú no estás haciendo tarea? —formó un puchero, que le ganó otra mirada corta.

—Yo no tengo tarea, Potter.

El niño frunció el ceño y alzó la cabeza, colocándola sobre sus brazos doblados, sin prestar atención a las arrugas que le generaba al pergamino. Oh, Snape se molestaría tanto, pero poco le importaba en ese instante.

—¿Cómo que no?

—La terminé hace días.

—¿Qué? ¿Toda tu tarea?

—Sí.

—¿Incluso la que nos mandaron el jueves?

—Sí —Draco repitió, ante la incrédula expresión del otro. Le regaló a Lep una caricia en el lomo, que debió ser inconsciente—. A diferencia de ti, yo no dejo mis obligaciones para último minuto.

—Pero...¿cuándo la hiciste?

—En la noche, cuando Pansy se dormía y no estaba revisando lo del Mapa, entre clases, cuando un maestro se tardaba en llegar, en la biblioteca, cuando comimos por aquí, a solas, y Pansy buscaba sus libros de Encantamientos —enumeró, despacio. Él se preguntó si escucharía lo raro que sonaba contándoselo—. Cuando me despertaba una pesadilla, o estaba levantado muy temprano y Pansy y tú seguían dormidos, después de la práctica de Quidditch, cuando esperaba que Nott y tú desocupasen el baño para darme mi ducha de una hora...

—Nunca te vi haciéndola.

—Es porque estás ciego. Tía Lily tendría que cambiarte los lentes.

Draco pausó la lectura para extender una mano hacia él, enroscó un dedo a la altura de su sien, por debajo de la montura de las gafas, y se las quitó, con la suficiente sutileza para que sólo se diese cuenta por el leve roce y lo desenfocado que quedó su campo de visión. A través de la bruma que contemplaba, se percató de que su amigo se colocaba sus lentes y exclamaba lo ciegoque estaba.

—No te burles —se quejó, aunque un bufido de risa interrumpió sus propias palabras—. En serio no supe que hacías tu tarea en todos esos ratos.

—¿Pensabas que me la pasaba con mi bolso, sólo porque sí?

Como respuesta, Harry desvió la mirada hacia uno de los laterales de la mesa, donde sabía que el otro depositó el maletín de piel de dragón verde oscuro, que justo como este decía, llevaba casi todo el tiempo consigo. Decir que se sintió estúpido, se quedaba corto.

Le pareció que Draco meneaba la cabeza.

—No, Potter. Si tengo un momento libre y no quiero hacer nada más, la termino, y así, no se me acumula y no tengo que estar estresado como  lo estás ahora —un golpe débil contra la madera captó su atención. En cuestión de unos segundos, su amigo le devolvía los lentes, acomodándolos donde les correspondía estar. Harry lo veía señalar el pergamino de la tarea a medio terminar.

—Creí que haríamos nuestra tarea juntos —no evitó el leve deje recriminatorio que impregnó las palabras, y las ideas acerca de Draco ayudándolo con lo que no comprendía, empezaron a escapársele entre los dedos.

—Si hubiese decidido hacer mi tarea contigo, ahora los dos estaríamos estresados. Y no soy muy bueno cuando me estreso.

—Nunca eres muy bueno —resopló de forma ruidosa, mientras el niño frente a él volvía a su libro.

—Te puedes ir con Weasley, si quieres.

Draco fingió ignorarlo después de hablar. Él rodó los ojos.

—No, no es eso, Draco, sólo...¿Pansy hizo la tarea contigo?

—¿Qué parte de "cuando Pansy se dormía" y "cuando Pansy buscaba sus libros" no entendiste?

Harry quiso golpearse contra el escritorio. Se preguntó qué tan buena idea sería, dado que sentía los párpados tan pesados que apenas podía mantenerlos abiertos; tal vez, aquello bastase para hacerlo reaccionar y que su cerebro despertase por completo. Sin duda, pasar la noche en vela, cuando al día siguiente se dedicaría a completar la tarea enviada en las últimas dos semanas, no estaba entre los mejores planes que alguna vez llegó a hacer.

Sin embargo, Draco continuaba como si nada hubiese ocurrido. Ni el desvelo, ni el llanto, ni la visión de Lucius Malfoy frente al espejo, lo afectaban; las ojeras que se le marcaban, en conjunto con un tenue rojizo de los ojos irritados, los comentarios sobre los fallos del Mapa con la profesora Ioannidis, eran la única muestra de que la 'expedición' de la noche anterior, no resultó un sueño de Harry.

—Entonces ella no ha...

—Ella ya terminó su tarea —lo cortó de inmediato—, incluso antes que yo.

—¿Qué? ¿Cuándo?

Harry se enderezó de golpe y se llevó ambas manos al cabello, desordenándolo con desespero. Intentaba pensar en cuándo había visto a la niña haciendo su tarea, sumergida en pergaminos, estresada, cansada; no pudo recordar ni una ocasión. Su amigo debió notar su dilema, porque soltó una pesada exhalación y marcó la página que leía, antes de dejar el libro sobre la mesa, apartado del montón inútil que él sacó para el ensayo.

—Pansy hace todas sus tareas el mismo día en que las mandan. Siempre ha sido así, es Parkinson; Jacint hacía lo mismo. Tía Amelia los acostumbró —explicó con calma. Harry se preguntó por qué sus padres no le inculcaron hábitos como esos. Seguramente era culpa de James.

No estaba seguro de si tenía que estar agradecido o sentirse desafortunado; por una vez, detestó haber tenido una primera fase de educación muggle. Quizás, de haber tenido lecciones en casa como la mayoría de los magos pequeños, habría estudiado un poco con Draco y Pansy, así no estaría en una situación como aquella, porque tendría su tarea lista también.

Harry odiaba la estúpida tarea.

Lloriqueó, sin importarle si su amigo lo escuchaba, y se frotó los párpados por debajo de los lentes. Si no se caía de cabeza en la mesa y se dormía de repente, era sólo gracias a su fuerza de voluntad, y a que no quería imaginarse la cara del profesor Snape, si se presentaba a la clase sin el ensayo de la "poción más básica y simple del mundo", según él.

—No entiendo cuándo hicieron todo eso, que yo no supe —continuó quejándose, en susurros, pero Draco, que le prestaba su completa atención para entonces, lo escuchó de todos modos—. Es que tuvieron que haber tardado, estas cosas de medio metro no se terminan mientras yo me baño después de practicar, o Nott se cepilla los dientes.

—Con una buena vuelapluma, sí.

—¿Una qué? —parpadeó un par de veces, sin saber si acababa de escuchar mal a causa del sueño.

—Vuelapluma, Potter, no me digas que nunca has visto una.

Harry pensó en la palabra. Tal vez, un día, la había escuchado de boca de Remus y Peter, en un asunto sobre corresponsales y artículos de El Profeta. No podía recordar qué era, aunque el término le daba una vaga pista.

Negó.

El heredero Malfoy bufó y deslizó una mano en uno de los compartimientos de su maletín, del que extrajo una pluma, común y corriente a simple vista —si es que al diseño espléndido y moteado, la punta de oro, con un emblema de la familia a quien pertenecía el dueño, podían ser considerados como tal—, pero que al soltarla, empezó a moverse por su cuenta, dibujando palabras en el aire.

—Vuelapluma, te presento a Harry Potter. Potter, te presento a la vuelapluma 2.0 Marca Malfoy, el mejor invento de la historia de los inventos de los magos del mundo —añadió un dramático gesto con ambas manos, señalando a la pluma. Con una sonrisa de suficiencia, también mencionó:—. Y no sólo porque mi abuelo la creó. O quizás  sea por eso.

—¿Que tu qué? —Harry se estiró por encima de la mesa y levantó el brazo para sujetarla. Draco intentó detenerlo, pero fue muy lento; en cuanto sus dedos hicieron contacto con la pluma, un latigazo ardiente le recorrió hasta la altura del codo.

El niño jadeó y se apartó, casi cayéndose de la silla por echarse hacia atrás con tanta fuerza. La piel de la mano la escocía, allí donde la tocó, tuvo que parpadear para deshacerse de las lágrimas que le nublaron la vista. Su puchero regresó.

—No tenías que tocarla...—su amigo extrajo del maletín un frasco similar a un tintero, y con calma, presionó la parte de abajo con los dedos, en lugar de la tapa de arriba, lo que reveló un compartimiento en que estaba una bola esponjosa que lucía igual a un algodón colorido.

Draco le sujetó la muñeca y se inclinó, para pasarle el trozo-de-no-sabía-qué por la mano. Tal vez  era algodón, pensó después, por lo suave que se sentía. O tal vez fuese el tacto con que lo hacía por lo que lo percibía así.

Él le repasó las líneas de la palma, los bordes, los dedos, e hizo un énfasis especial en los nudillos al ponerle la mano hacia abajo. Poco a poco, el escozor fue reemplazado por una sensación helada, como si tuviese la piel sumergida en agua.

—Es por seguridad —le aclaró, utilizando un tono aún más bajo de lo normal, por lo cerca que estaban—. Nadie más que un Malfoy la puede tocar, a menos que se le configure con algunos hechizos antes, y se le ponga una gota de sangre o un cabello de la persona que la va a usar.

—Ugh. ¿Por qué?

—Mi abuelo era un poco exagerado —se encogió de hombros en el momento en que completó la "curación". Volvió a ocupar la silla, a la vez que acomodaba el 'algodón' en la base del tintero—. Te habría hecho un montón de ampollas, si no te pongo la cura. Es para evitar que me la quiten, o que escriban en mi lugar. También tiene un un control parental.

Harry, que hacía girar su mano por delante de él, mientras observaba su piel y buscaba un efecto en esta, sin éxito, alzó la cabeza y frunció el ceño al oírlo.

—¿Qué es eso?

—¿Control parental? —asintió—. Es algo como que...evita que escriba maldiciones y esas cosas, y sólo deja que la active mi mano o mi voz.

El niño asintió despacio y se dedicó unos segundos a contemplar la pluma, que aún trazaba palabras en el aire. Se percató de que escribía "Harry" y no pudo evitar una sonrisa.

—Yo quiero una —dictó, decidido a pedirla en la carta que iba a enviarle a sus padres esa misma tarde, cuando se le ocurriese una forma de contarles que estaba en Slytherin y lo que había hecho esos primeros días de clase—. ¿Dónde la conseguiste?

—Me la dio padre cuando mi padrino empezó a enseñarme pociones básicas en su laboratorio, o eso dice él. No lo recuerdo tan bien —Draco arrugó un poco el entrecejo—. Pero no puedes conseguirlas donde sea, la de Jacint se la dio madre cuando pasó a segundo año en Durmstrang, y la de Pansy, se la di yo cuando le llegó la carta de Hogwarts.

—Y no me diste una a mí...

—No sabía que querías una. Ni que dejarías toda tu tarea de una semana para hacerla el último día —apuntó al pergamino casi vacío entre ellos. Harry desvió la mirada hacia este y volvió a lamentarse de la primera fase de su educación, su vida, la clase de Pociones, y el mundo, en general.

Se removió en el asiento, para posicionar los brazos a ambos lados del papel, y le dedicó una mirada que sólo estaba destinada a su peor enemigo, para ese entonces, Pociones y Snape.

—Y no hay forma de que tú hagas esto con tu vuelapluma, ¿cierto? —probó, porque habría que ser un tonto para no intentarlo. Oyó a Draco bufar.

—Está mágicamente configurada para tener mi caligrafía, Potter, ¿quieres que Snape lea un ensayo, con tu nombre y mi letra?

Arrugó la nariz, se lo pensó mejor y terminó por sacudir la cabeza.

—Es que...—soltó una exhalación temblorosa y se abstuvo, apenas, de lloriquear otra vez—. No entiendo.

—¿Qué cosa?

Harry señaló el libro de Pociones y notó que su amigo se acercaba para ojearlo.

—¿Qué, exactamente?

Un poco más cohibido, pasó el dedo índice por todo el borde de la página. Draco arqueó una ceja.

—Eso es toda la tarea, Potter.

—Sí.

—¿No entiendes...nada de nada?

—Ehm, algo así, sí, no, es que- sí, bueno, más o menos.  entiendo —Juró, deprisa—, pero lo que entiendo en el libro, se ve bien sólo en el libro…y no tanto en el ensayo…

Hubo un momento en que ambos alzaron la cabeza e intercambiaron una mirada larga, el silencio de la biblioteca en la mañana envolviéndolos. De pronto, Malfoy tomó el libro de Pociones, lo dejó sobre una orilla de la mesa, y le dio un rápido vistazo. Luego asintió para sí mismo.

—Sí, bien, esto lo hice hace días. Si sólo es que no sabes cómo ponerlo, yo te dictaré. La poción pimentónica es conocida por aliviar los síntomas comunes de la...

Harry parpadeó un par de veces, hasta que se dio cuenta de lo que hacía. Con un esfuerzo sobrehumano por contener las ganas de abrazarlo y decirle que era el mejor, sujetó la pluma y reescribió ese odioso primer párrafo.

Media hora más tarde, el ensayo estaba completo, y aunque tenía palabras que él ni siquiera estaba seguro de cómo pronunciar, podía jurar que sacaría la máxima calificación. Adoraba a Draco, sí. La enorme sonrisa que lucía mientras hacían una guerra de pulgares por encima de la mesa, lo demostraba.

El niño-que-brillaba tenía un ligero surco que le atravesaba el entrecejo, al intentar seguirle el ritmo en los movimientos, y emitía un débil quejido cuando era muy brusco al empujar su pulgar hacia atrás o a un lado, sólo para luego acomodarse en el asiento, inclinarse más hacia adelante, y apretar los labios en una expresión de profunda concentración. Claro que eso no significaba que comenzase a hacerlo mejor.

—Si te gano esta, somos compañeros en Pociones —sentenció Harry, seguro de su victoria. El otro emitió un largo "uhm".

—Estoy con Pansy.

—Escuché que Bulstrode le pedía que se sentase con ella.

—¿En serio? —no dudó en asentir, por lo que Draco ladeó la cabeza, demasiado concentrado en la falsa pelea para notar que el niño lo observaba suplicante—. Pero si te voy a estar haciendo la tarea de Pociones...

—Podríamos hacer la tarea juntos, no digo que la hagas tú.

—...entonces tú vas conmigo en Herbología—completó, haciendo caso omiso de sus palabras.

Harry hizo puchero, de nuevo.

—Me vas a poner a ensuciarme de tierra para que tú no lo hagas, ¿verdad?

—Sí, exacto.

—Pero sí me vas a ayudar en Pociones, ¿cierto?

—Si tú haces lo de las plantas por mí, sí.

—Trato —asintió, al mismo tiempo que ganaba otra contienda. Draco bufó y se reclinó en el asiento, cruzándose de brazos; él le sonrió—. ¿Y en Historia?

—¿Qué tiene Historia?

—Da taaaaaanto sueño —alargó la vocal a propósito, ganándose otro bufido de su amigo.

—Déjame pensar.

—¡Draco! —lloriqueó.

El mencionado liberó una risa débil y se cubrió la boca con el dorso de la mano. Harry deseó que no lo hubiese hecho, pero sonrió más de todos modos.

—No te voy a hacer la tarea gratis, Potter.

—¡Sólo es ayuda! Te estoy diciendo que yo la hago, pero si tú puedes...

Un grito agudo lo detuvo. Draco se puso de pie de golpe, despertando a Lep, que se había dormido sobre él y echó a volar lejos.

—¿Pansy? —olvidada la regla de mantener la calma dentro de la biblioteca, su amigo estuvo a punto de correr hacia los estantes, entre los que la niña se perdió desde el segundo en que entraron, al menos hasta que ella contestó.

—¡Estoy bien! —se escuchó, desde alguna parte del lugar.

Harry lo vio titubear incluso entonces, pero la silueta de la bibliotecaria se asomó desde una de las esquinas, así que se apresuró a sostenerle la mano al niño y tirar de él, para que volviese a estar sentado. Draco lo aceptó a regañadientes.

—Aún te queda mucha —comentó tras unos segundos de silencio, y con un gesto de la cabeza, señaló en dirección a los libros esparcidos por la mesa.

Él se repitió lo mucho que odiaba su educación muggle, cuando se concentró en la siguiente asignación y descubrió que explicar el patrón de un movimiento de varita, para la variación de un hechizo básico, era todavía más complicado de lo que sonaba.

Cuando se cansó de verlo gimotear, y decidió que era imposible seguir su lectura así, Draco realizó las florituras en el aire, que la tarea exigía, para que pudiese visualizarlas y comentarlas.

Tal vez también le corrigió el ensayo de Transformaciones con los conceptos de la materia, que todavía estaban aprendiendo, comparándolo a lo que decía el suyo ya listo.

Para el momento en que Pansy los alcanzó, cargada de libros de Encantamientos, Harry acababa de prometerse a sí mismo que le preguntaría a su mamá qué hacer si le estaba muy, muy, agradecido a Draco.

Pero su amiga no estaba sola. Los débiles pasos se escucharon desde su dirección, incluso cuando Pansy se detuvo para contarle al niño-que-brillaba cuáles de los libros recomendados había seleccionado, y al girarse, Harry notó que una segunda niña, también con libros entre los brazos, venía detrás de ella.

—Sí, ¡ahm! ¡Espera! —Pansy interrumpió la charla con Draco para girarse y encarar a la otra, que se cambió los ejemplares de brazo y la observó con una expresión serena—. Muchas gracias por ayudarme a buscar los libros.

La chiquilla recorrió a los tres en una veloz mirada, se encogió detrás de sus libros, y musitó un "de nada".

—Her...Hermione, ¿cierto? —ella continuó, con una gran sonrisa, e intentó inclinarse para comprobar el color de la corbata que indicaba su Casa—. Ravenclaw, por eso sabes tanto, genial. Cuando hayas terminado con esos, ¿me los puedes prestar?

La niña, Hermione, abrazó los libros de una forma casi protectora y frunció un poco el ceño.

—Tienes que pedírselos a Madam Prince. Las cosas no son así.

Harry se percató del instante exacto en que Pansy se detuvo y se tensó, justo antes de echarse a reír en silencio, apenas sacudiendo los hombros y la cabeza.

—Sí, sí, verdad.

Hermione la miró mal, se volvió a acomodar los libros, y susurró un "permiso", antes de bordear la mesa, dispuesta a alejarse.

Y lo hubiese hecho, si los tres ejemplares que llevaba, no se hubiesen apartado de su agarre y comenzado a levitar hacia Draco. Ella ahogó un grito, quizás al recordar dónde estaban, pero no contuvo un chillido cuando vio que Lep saltaba sobre uno de los encuadernados, lo envolvía con ambas orejas, que se alargaban más, más, más, para usarlo como un transporte aéreo.

El heredero de los Malfoy observó los títulos de los libros en silencio; aunque Harry se percató de la varita que escondió bajo una manga, no hizo más que fruncir el ceño y patearlo sin fuerza por debajo de la mesa, a lo que este respondió del mismo modo. Pansy se apresuró a soltar sus libros para ir a recoger los otros, pidiéndole disculpas a la niña, que estaba conmocionada, aún donde los ejemplares la dejaron.

—Por Merlín, no te tienes que disculpar, Pansy. Eres una Parkinson. Sea cuál sea su familia, es ella la que se tiene que disculpar, no tú —Draco utilizó el tono peligrosamente suave de Narcissa cuando los reprendía, y por reflejo, ella se quedó quieta, antes de recordarse que sólo era su amigo.

La protesta de Pansy quedó en el aire cuando Hermione se adelantó, en un revoloteo de túnicas y cabello despeinado, para recuperar sus libros, abrazándolos contra el pecho.

—¿Qué te pasa? —le espetó al niño, girándose para verlo con un prominente ceño fruncido—. Quien tiene que pedir perdón eres tú, no ella.

Draco apoyó un codo en la mesa, la barbilla sobre la palma. Cuando ella obligó a Lep a soltar el encuadernado, recibió al conejo de vuelta en su regazo.

—¿Yo tengo que pedir perdón?

—Sí —ella se enderezó y le dirigió una mirada desafiante.

Un escalofrío le recorrió la columna a Harry, a medida que un terrible presentimiento se hacía hueco dentro de él.

Draco soltó una risa sin humor.

—Yo no tengo que hacer nada porque tú lo digas. Andas un poco perdida si eso piensas.

—Sé que fuiste tú quien hizo el wingardium leviosa.

—¿Leviosa? ¿De qué hablas? —él vio hacia los lados, parpadeando de una forma excesiva que sólo podía ser falsa—.Pansy, te has hecho amiga de una loca.

—No te hagas el tonto.

El niño detuvo su actuación y la observó un momento, con una expresión apenas confundida e irritada, como si aquella no fuese la reacción que se esperaba.

—Yo no me hago nada —pronunció, despacio y bajo—. Sólo vi qué libros quería mi amiga.

Hermione no cedió. Se cambió los libros de posición, otra vez, y se acercó a un paso de él.

—Pudiste pedírmelos.

—¿Pedirte algo? ¿Yo, a ti? —arqueó una ceja— ¿tú quién eres para que yo deba pedirtealgo?

—Se supone que si uno quiere-

—Se supone, no. Yo no pido nada, me lo dan, porque soy un Malfoy —sus pestañas revolotearon un segundo. Harry supo que aquella no era la peor parte, porque el entendimiento se reflejó en las facciones de su amigo, cuando una idea nueva debió cruzarle la cabeza. Se llevó una mano a la boca, en fingida sorpresa—. No me digas que…eres una de esas.

Como una especie de reflejo, la niña retrocedió el paso que había avanzado. Draco bajó el brazo y aquella sonrisa horrible que tanto odiaba verle, porque lo hacía parecer malo, y no como el Draco Malfoy que conocía, se le dibujó en el rostro cuando se puso de pie.

—Lo eres, ¿verdad? Una de esas.

—El...el término es "nacida muggle" o "de padres muggles", para tu información —la vacilación desapareció tan rápido como se mostró. Hermione se irguió cuanto podía, pero era tarde; él ya lo había visto, y su amigo igual.

—El término correcto es sangresucia. Eso eres.

—"Sangresucia" es una forma despectiva para decirlo —aclaró en un tono suave, casi conciliador.

—Realista, diría mi padre. Ugh, no lo soporto; Pansy, imagina la cara del tío Stephan si supiese que ahora hablas con sangresucias, lo harías revolcarse en su tumba —se giró sin darle tiempo a la niña, que ahora apretaba los labios, de replicarle. Comenzó a recoger su maletín y libros—. Pansy, Harry, nos vamos. Es obvio que no se puede trabajar aquí, donde cualquiera llega.

Pansy protestó, hasta que él le dirigió una hosca mirada. La niña frunció el ceño un momento, luego pareció recordar algo, porque dejó caer los hombros y vio hacia el piso. Harry se puso de pie, pero sólo para sujetar una de sus muñecas y evitar que se marchase.

—¿Qué haces? —susurró—. Yo ni siquiera he terminado aquí. Estás siendo un idiota.

La sorpresa que le cubrió el rostro no se demoró más de un instante en quedar oculta, bajo una máscara de indiferencia Malfoy. Harry nunca había detestado tanto ese dominio sobre sus emociones que podía llegar a mostrar.

—Tienes razón, no has terminado —aceptó, ejecutando un rápido giro de muñeca, que deslizó la varita de espino de vuelta a su mano.

Un murmullo y una floritura después, los libros que Hermione sostenía con tanto recelo, se le escaparon de entre los dedos. Esa vez, sin embargo, no fueron con él, sino que se elevaron y se abalanzaron hacia ella.

La niña gritó y trastabilló hacia atrás, sacando su propia varita. Recibió el impacto de uno en el brazo, a la vez que detenía a otro con un hechizo que él no conocía, pero antes de que pudiese echar a correr o parar los dos restantes, Madam Prince se apareció desde la parte posterior de unas estanterías y comenzó a reprenderla.

—¡...y tal desastre, en mi biblioteca! ¡Señorita Granger, está vetada hasta nuevo aviso!

Lo último que Harry vio ese día de la niña, fue que le dirigía una mirada exasperada a Draco, que se despidió con un gesto y una expresión que era toda inocencia y ojos cansados.

Porque a él no podía hacerle feliz lo que hizo, ¿cierto?

Se negó a creer que sí.

Una vez que se quedaron solos, Pansy ocupó el asiento junto a su amigo, abrió un libro y comenzó a ojearlo en silencio. Draco acababa de recuperar su puesto cuando él se inclinó y le llamó la atención.

—¿Por qué hiciste eso?

El niño-que-brillaba parpadeó una, dos veces, como si no comprendiese por completo el punto.

—Tenías que terminar tu tarea.

—Sí, por eso nos quedamos, te lo pedí. ¿Por qué hiciste...lo demás?

—¿De qué hablas?

Harry rodó los ojos e hizo un esfuerzo por contener su irritación creciente.

—Decirle así, tratarla así. Por tu culpa, la sacaron de la biblioteca, Draco, ¿y si ella no había terminado su tarea tampoco? ¿Ahora cómo la hará? Seguro que ni siquiera pensaste que...

—Ya la debió terminar, si tiene tiempo para leer libros como los que llevaba. Ninguno era para las clases.

—Incluso si la terminó, tú...

—¿Por qué importa tanto? —lo interrumpió, rodando los ojos. Harry se percató de que Pansy, a pesar de simular estar concentrada en su lectura, los observaba de reojo—. Es una sangresucia, ni sabría de la existencia de Hogwarts hasta que le llegó su carta. No tiene que ser grosera con los que venimos de familias importantes.

—Nacida muggle, acordamos esto —hizo un último intento, en tono resignado—. Por mamá, Draco. ¿Te gustaría que alguien le dijese así a mi mamá?

En cuestión de unos segundos, la mirada clara y vacía del niño pasó a ser irritada.

—Tía Lily es diferente.

—Ella también es...

Diferente —insistió—; incluso mi padrino me lo dijo, cuando le pregunté por qué le mandaba saludos.

Harry estalló. Cerró el libro que tenía al frente, con un ruido estridente, y frunció el ceño.

—Es lo mismo, Draco, ¿te estás escuchando? Lo que hiciste fue feo, horrible, desagradable. Si ella no hubiese sabido detenerlos, pudiste herirla, ¿te gustaría que alguien le hiciese eso a Pansy?

Nadie le hará eso a Pansy —Draco también arrugó el entrecejo y lo observó como si hubiese enloquecido. Él emitió un sonido de frustración y se pasó una mano por el cabello.

—Podrían hacerlo, y no te gustaría, lo sabes, ¿por qué lo hiciste entonces?

—Pansy no es una sangresucia.

—¡Ya deja de decirle así!

—Eso son —a diferencia de él, que alzó la voz y comenzó a respirar agitado, su amigo mantuvo un tono calmado y bajo—. Padre siempre decía que si no les enseñabas…

—¡Draco! —lo detuvo, demasiado exasperado como para escucharlo. El aludido parpadeó—. ¡Escúchate, estás diciendo cosas horribles!

—Estoy siendo sincero —a pesar de no perder la compostura, sus ojos grises estaban un poco más tristes que hace un momento. La punzada de culpa lo alcanzó, al menos, hasta que escuchó las siguientes palabras que brotaban de su boca—. Aparte de la tía Lily, los sangresucia son idénticos a los muggles. Padre decía que si los muggles fuesen listos, harían magia, igual que nosotros, pero no lo son. Porque no usan la cabeza…

—¡Draco!

—...por eso no pueden hacer las cosas más simples para...

—¡CÁLLATE! ¡Eres horrible!

Draco se calló.

Su amigo se enderezó y le dedicó una mirada fría, superficial. Harry entendió, más allá de la rabia, que verlo gritar, quejarse, siempre iba a ser mejor que verlo ser indiferente.

Madam Prince hizo acto de presencia entonces y los sacó a ambos de la biblioteca. Pansy, que se salvó del regaño, tomó sus libros y corrió detrás de Draco, dirigiéndole a Harry una mirada contrariada por encima del hombro.

Él se fue en una dirección distinta, dando pisotones.

0—


Harry no recordó que aún le quedaba tarea por hacer, hasta la hora del almuerzo. Estaba sentado en la mesa Hufflepuff y acababa de contarle a Ron lo ocurrido en la biblioteca. Mientras comía y hacía un conteo mental de lo que le faltaba, buscaba a sus amigos Slytherin por el Gran Comedor con la mirada, pero sabía que era inútil, porque ellos no se aparecerían en la hora de mayor recurrencia, cuando podían molestarlos más.

Ese era otro punto que no entendía. Draco sabía que pretendían fastidiarlo a él y a Pansy, y no le gustaba, ¿por qué hacerle lo mismo —o algo peor— a una niña?

Por mucho que lo pensara, no podía comprender al niño-que-brillaba. Ron, claramente, no se esforzaba por intentarlo.

—...te dije, compañero —le contestaba, con la boca llena de tarta de melaza. Entre un bocado y el siguiente, migas volaban hacia el plato y el borde de la mesa; aunque fuese absurdo, Harry lo encontraba divertido, reconfortante y familiar—. Dale la espalda a Malfoy y te va a maldecir, es lo que dicen. Bueno, Hannah dice que aquí hablan muchode eso, por lo de su padre.

—¿Qué? —parpadeó un par de veces y se frotó los ojos por debajo de los lentes, preguntándose si el sueño por fin lo vencía, y era debido a eso que no alcanzaba a captar el significado de sus palabras.

—Lucius Malfoy, su padre —el otro niño rodó los ojos y le dio un largo sorbo a su vaso, antes de continuar, inclinándose hacia adelante, como si fuese un secreto—. Es un rumor tonto sobre que mató a unos muggles.

Harry estuvo a punto de decirle que no. Pensó en el espejo de Oesed, abandonado en una habitación desierta, en Draco viendo a su padre, en el hombre que este le describió, el que tenía un rostro solemne cuando lo escuchaba hablar de qué eran sus dibujos a los tres años, y regañaba a los pavos albinos que lo perseguían, incluso si era el niño quien los molestaba en un principio.

Un hombre que no habría asesinado muggles. Ni a nadie.

Harry frunció el ceño y se olvidó de su comida, de la tarea, y de que estaban en el Gran Comedor a mediodía.

—Pensé que estaba ahí por uso indebido de la magia oscura o algo así.

Ron hizo un gesto vago con la mano y se llevó una porción de tarta a la boca, que no debió caberle, pero, de algún modo, sí lo hizo.

—Imperdonables. Si te pones a lanzarle Avadas a lo loco a muggles, claro que es un "uso indebido", aunque no creo que Malfoy padre se lo haya explicado a su hijo —fue su turno de fruncir el ceño. Le dio un vistazo a su plato de postre, comió más, y tras un momento de silencio, se fijó en Harry—. Es lo que dicen, al menos. No te estoy diciendo que sea cierto, probablemente no; hay que ser bastante idiota para atacar muggles. Aun así, compañero, yo sé que, por alguna extraña razón, te aguantas a Malfoy...

—Es mi amigo, Ron —contuvo un suspiro de cansancio, porque no sabía cuántas veces había dicho aquello. El otro lo frenó con un gesto que pedía silencio.

—Pero, bueno, eso fue horrible, en serio. Es como cuando me molesta a mí por ser Weasley, pero peor.

—Hace mucho que no te dice nada por eso, incluso comió con ustedes en mi cumpleaños. Y lo oí decirle a mamá Molly que le gustaba su comida.

Ron resopló, lo que produjo un desastre con las sobras en su boca.

—Sí, claro, es que a todos les gusta la comida de mi mamá. Eso no significa que sea bueno.

Tampoco es malo, quiso decirle, pero no tenía sentido alargar una discusión que su mejor amigo daría por ganada. Se limitó a encogerse de hombros, concentrarse en su comida, pensar en cómo intentaría acercarse a Draco después, para entender por qué actuaba así y pedir disculpas porgritarle, no por lo demás.

Antes de salir del comedor, Ron le pasó un brazo alrededor de los hombros, y le rogó que le dejase copiar su ensayo de Pociones, así que, viéndolo como una oportunidad, Harry aceptó y lo acompañó hacia el jardín, donde se sentaron bajo un árbol, a terminar sus respectivas tareas. Cuando los gemelos Weasley los encontraron, intentó no parecer afectado por el nombramiento recurrente de Draco ("¿y dónde está el novio? ¿Y Draco? ¿Cuándo crees que nos contará otro cuento? ¿Por qué no estás con tu futuro novio? ¿Ya no se hablan?").

Pero sus planes de hablar con su amigo, se vieron interrumpidos en la noche, cuando no halló rastro de él ni de Pansy por el castillo. Al pisar el dormitorio, tuvo que tomar un baño y cambiarse, e incluso aunque se sentó a esperarlo en la orilla de la cama, Draco no volvió hasta la hora del toque de queda.

Harry se preparó para interceptarlo, mas le fue imposible.

El heredero Malfoy pasó junto a Nott, que seleccionaba su lectura nocturna de un estante junto a su cama, con un simple saludo. Estaba recién bañado, si las puntas del cabello goteándole eran una señal, pero vestía la túnica del uniforme, así que tomó algo de ropa del armario y se metió al baño a cambiarse.

Creyó que el mejor momento para entablar conversación era cuando salió, y de nuevo, se le demostró su grave error. Draco llamó a Lía y le pasó las prendas sucias, sujetó su maletín, la caja del telescopio que su padre le mandó con Narcissa, y se giró para encaminarse hacia la salida, ignorando los tres llamados de Harry con una maestría insuperable, y haciéndolo sentir que era una pintura en la pared. Ni siquiera una pintura mágica, sino una muggle.

Fue Nott la respuesta a sus intrigas, cuando le habló con voz suave y calmada desde su cama.

—Si vas a alguna parte afuera, ten cuidado que no te vean, Malfoy. No queremos restarle más puntos a Slytherin.

—Sólo voy a dormir con Pansy esta noche —fue la contestación del niño, un segundo antes de desaparecer tras la puerta.

Él se quedó en el borde de su cama, con las palabras en la boca y una sensación incómoda en el pecho. Se percató de que Nott lo observaba unos instantes, arqueaba una ceja, después le daba las buenas noches, para deslizarse dentro de su cama, tras las cortinas, y perderse en su lectura del día. No preguntó nada, ni Harry le contó.

Esa noche, se fue a dormir preguntándose dónde Draco había tomado una ducha, y qué pasaría si bajaba la Sala Común y se acercaba a él y Pansy. No halló respuesta a la primera, ni intentó la segunda.

La mañana de ese lunes, sin las exigencias de Draco para que se apresurase, ni rastros de su amigo en el cuarto, no sólo incrementaron un vacío que no sabía que existía dentro de él, sino que, por la costumbre de tenerlo al pendiente de los horarios, lo hizo llegar media hora tarde a la primera clase.

0—


Draco no le dirigió ni una mísera palabra en la siguiente semana, pero se sentó a su lado en Pociones —en la que realizó la receta él solo; Harry se llevó los reclamos de Snape, no sólo por existir y respirar del preciado aire de sus mazmorras, sino por ser "un mal compañero que deja todo el trabajo al otro"— y en Herbología —en la que se encargó de contestar la parte teórica y fingir que no oía las indicaciones de la hora práctica—. Ni él, ni Pansy, pasaron por el Gran Comedor en ninguna de las tres comidas. Cuando Harry se levantaba, no quedaba rastro de ellos en la Sala de Slytherin; ahí Nott le dedicaba una breve mirada y se retiraba sin decir nada. Cuando las horas de clase terminaban, tampoco podía verlos hasta el toque de queda.

Las dos prácticas de Quidditch para el primer partido, una el martes y otra el jueves, no fueron de ayuda a su causa, dado que su amigo podía entrenar con los otros dos Cazadores y la Quaffle, así que no tenían que intercambiar ni una mirada. La caja de bombones que Narcissa envió esa semana, fue dividida en tres porciones por Lía, que dejó la suya a los pies de su cama, "por órdenes del amo Malfoy".

El jueves por la tarde, Harry estaba más que harto de ser ignorado. Se apresuró a recoger sus cosas tras la última clase, y corrió fuera del salón. Se metió entre sus dos amigos Slytherin e interceptó a Pansy, colocándose frente a ella.

La niña lo observó con ojos muy abiertos, y cuando intentó rodearlo para ir detrás de Draco, Harry extendió los brazos y le cortó el paso. Pansy tragó en seco, de forma ruidosa.

—Nos vemos en...ya sabes —le dijo. El niño-que-brillaba, sin voltearse para encararlos, asintió y se retiró.

Una vez que Draco se perdió entre la multitud de primero, él resopló y le puso las manos en los hombros a su amiga, en un desesperado intento de evitar su huida. Pansy sólo le mostró una débil sonrisa.

—Está bien, yo no estoy molesta. No tendría por qué —habló en voz baja, conciliadora; aunque en el fondo, sabía que siempre fue así, el alivio que lo invadió fue indescriptible y bastó para marearlo.

—¿Y por...por qué...? —balbuceó, alterado por la absurda impresión de que las palabras se le escapaban. Pansy debió notarlo, porque se abrazó a su libro y su Puffskein. Carraspeó, desviando la mirada hacia la dirección tomada por el otro niño.

—Lo que hizo, no...no digo que estuviese bien, ¿sí?

No lo estuvo.

—No, no lo estuvo —si a Pansy le molestó la brusquedad de su respuesta, no lo demostró. De forma vaga, él se preguntó si aquella era una máscara de tranquilidad marca Parkinson, como la indiferente de los Malfoy—, y por eso, busqué a Hermione hace unos días y le pedí disculpas, y le expliqué...un poco. Ella entendió, no le gusta, no espero que sí, pero entendió.

—¿Explicarle qué? —Harry frunció el ceño.

—Sobre Draco.

—¿Qué tiene Draco?

Ella soltó una risa silenciosa y seca, que le produjo un leve escalofrío. Sacudió la cabeza.

—Yo sé...que Draco no es perfecto —hizo una breve pausa y se vio como si tuviese que luchar con las palabras, aferrada a la bola de pelo que era Gremlin, su Puffskein—, tiene sus "detalles", y cuando se lo digo, a veces lo escucha y a veces no tanto. Pero —otra pausa. Pansy tomó una inhalación profunda, una repentina determinación, que no le conocía, se dibujó en sus facciones— si estoy en un lugar feo, o tengo miedo, estoy completamente segura de que no hay nadie mejor para tener cerca de mí, que Draco. Y si algo me pasa, no estoy más a salvo con alguien más, ni siquiera madre o Jacint. Yo lo sé, también, pero las personas que no, normalmente no...no entienden que él es un poco…Draco, y no les agrada. Cuando se porta así, es bastante lógico que no lo haga.

—Pero lo que hizo...

—Está mal —ella asintió—, igual que está mal cuando se burla de Weasley. Pero está bien cuando nos ayuda, nos cuenta historias y nos cuida para que hagamos las cosas bien. Y sigue siendo él, cuando hace todoeso.

Harry se pasó una mano por el cabello, dejándolo más desordenado, si es que era posible, e intentó hallarle sentido a lo que la niña le decía.

—Creo que no entiendo, Pansy, ¿cómo...? Es que, sí, sé que es el mismo Draco, claro. Siempre le he dicho eso a Ron, que no es malo.

—Entonces casi lo entiendes, bien.

Volvió a fruncir el ceño, ante la sonrisa genuina de la niña. En momentos como ese, creía que Draco y Pansy tenían cierta similitud, en cuanto a lo extraños que podían llegar a ser.

—No, no lo entiendo. Él hizo algo mal y se molestó conmigo porque le dije que estaba mal, ¡y ahora no me habla, Pansy! ¡Ni siquiera en las clases, ni siquiera por el Quidditch! ¡Incluso mandó a su elfina a darme los bombones de tía Narcissa, y le dijo a Lía que no se quedase conmigo ni me respondiese nada! ¡NADA, PANSY, ABSOLUTAMENTE NADA! ¡Y YO NO SÉ POR QUÉ...! —se percató demasiado tarde de que había alzado la voz, y se encogió por el escrutinio del grupo de Gryffindor y Hufflepuff mayores, que se aproximaban al aula para su hora de clases. Pudo jurar que las mejillas le ardían; sólo fue capaz de apretar los párpados un momento, lamentarse, y respirar profundo

—Pero Draco no está molesto contigo, eso sería tonto.

Las palabras, firmes, claras y dulces a la vez, fueron para Harry como el impacto de una bludger en la cabeza. Parpadeó, se acomodó los lentes, luego se dio cuenta de que tenía la mandíbula muy abierta y se sentía flotar en la nada, desorientado.

Pansy continuaba serena, aunque si no se equivocaba, el brillo en sus ojos revelaba una mezcla de cariño y diversión.

—¿Qué? —atinó a musitar, en cuanto recordó que contaba con la increíble capacidad de hablar. El nudo que sentía en la garganta no cooperaba, a pesar de que tragó con fuerza en más de una ocasión.

—Bueno, yo me imagino que en algún momento, tal vez lo estuvo, un poco. Lo que Draco siente siempre es muy raro —Harry no pudo hacer más que asentir en un completo y tácito acuerdo, que la hizo reír por lo bajo—. Pero si estuviese molesto contigo, no se habría sentado a tu lado en las clases de Pociones y Herbología. Sé que yo no lo hubiese hecho, y con lo malcriado que Draco llega a ser a veces, no creo que él sí.

—Pero...—parpadeó, de nuevo, e hizo un veloz recuento de la semana—. Pociones fue el martes.

—Sí.

—Y nosotros dejamos de hablar el domingo.

—Sí —repitió, seguido de un escueto asentimiento.

—Y hoy es jueves.

—Lo sé.

—¿Estos días...? —Harry se atragantó con la nada y ahogó un quejido—. ¿Todo este tiempo...?

—Por Merlín, Harry, ¿pensaste que Draco estuvo molesto contigo toda la semana?

Pansy se cambió el peso de su libro a un brazo, y se llevó la mano libre a la boca, para disimular la risa que brotó de ella al comprender la situación, desde la perspectiva del otro niño.

—¿Qué crees que es Draco? —Pansy sacudió la cabeza y su risa llenó el corredor, ahora vacío—. Oh, bobo, es que- ¿cómo se te ocurre? Una semana es demasiado tiempo.

Harry se sintió enrojecer otra vez y se encogió un poco. Ella debió percatarse, porque le sujetó una mano y le dio un ligero apretón, que de cierto modo, le inspiró más confianza de la que había sentido en lo que iba de semana, por lo que se animó a hablar.

—Pero...Draco ha dormido en la Sala Común contigo todos estos días, y me ignora aun así, y lo de Lía...—sin darse cuenta, fue descendiendo su tono de voz, hasta que se convirtió en apenas un murmullo. La expresión entretenida de la niña lo hizo detenerse por completo y formar un puchero.

—Draco se quedó conmigo porque está ayudándome a hacer los encantamientos básicos, se lo explicó a los Prefectos y Snape nos aprobó un permiso; la Sala es más segura que los cuartos, donde puedo lastimar a alguien sin querer.

—¿Y lo de ignorarme? ¿Y Lía y los bombones de tía Narcissa?

La niña emitió un breve "hm", se reacomodó los libros, a Gremlin, y dio un paso hacia adelante. Harry no pudo evitar sobresaltarse cuando ella le pasó el brazo libre por debajo del codo, lo enroscó con el suyo, y lo arrastró al dejar atrás el corredor. Los primeros años ya estaban libres, los estudiantes más grandes estaban en sus respectivas aulas; fuese lo que fuese que Pansy planease cuando lo guio en dirección al patio, al menos contaba con tiempo para descubrirlo.

—No me contestaste —mencionó en voz baja, arrancándole un resoplido de risa.

—Creo que eres listo, Harry, sabes a dónde te llevo y por qué.

El aludido frunció el ceño y dio un vistazo alrededor. Esa área del castillo estaba desierta; más allá de los corredores de piedra, podían notarse las extensiones de césped de los terrenos, una cabaña de la que una chimenea desprendía humo, una linde de árboles altos y frondosos.

No había nadie a la vista.

—No lo sé —musitó, ganándose una ojeada de la niña, mas no una respuesta apropiada—. Dime al menos.

Pansy afirmó el agarre en su brazo y continuó por un tramo de escalones de piedra, sin decirle más. Él intentó sacarle información un par de veces, pero no logró más que hacerla sonreír y desviar su atención hacia cualquier otro tema.

La cabaña crecía en dimensiones, conforme avanzaban; sin embargo, pronto notó que ese no era su destino, por la manera en que su amiga los hizo girar y encaminarse por un segmento de césped que no tenía ningún sendero para indicar un lugar. Harry estaba a punto de hacer otra pregunta, cuando ella lo soltó con cuidado, y trotó hacia la entrada del Bosque Prohibido.

Más de uno de sus sentidos le dio la severa advertencia de que era un error entrar ahí, que no debían, que por algún motivo llevaría el "prohibido" en el nombre, pero Pansy se había detenido y se dio la vuelta, en un revoloteo de túnicas, para verlo e incitarlo a ir tras ella con un gesto.

Frunció de nuevo el ceño, considerando pedirle que regresase. Sí, sentía curiosidad por el bosque, pero no se imaginaba qué habría dentro, ni qué le pasaría a Pansy si iban más allá. Por nada del mundo, quería pensar en la reacción de Draco si él permitía que algo le ocurriese a su mejor amiga.

Si llegó a creer que estaba molesto esa semana —cosa que, aparentemente, no era cierta—, estaba convencido de que lo odiaría de por vida entonces.

Luego lo escuchó.

—¿Pansy? —la voz del niño-que-brillaba, la misma que no había escuchado dirigirse a él en los últimos días, brotó de alguna parte más allá de los primeros árboles, que cortaban y dividían los caminos, en un tono suave que rara vez le había escuchado utilizar antes.

Con un retortijón y una especie de incomodidad, a la que no podía darle nombre, Harry se preguntó si era de esemodo como siempre le hablaría a Pansy cuando estaban solos. Sus propios pensamientos lo sobresaltaron, y se encontró yendo detrás de la niña, cuando esta se giró para continuar adentrándose al bosque.

—Aquí estoy —respondió ella, interrumpida por los pequeños saltos que daba para esquivar las raíces que sobresalían de la tierra y podían hacerla tropezar.

—¿Qué quería Potter? —volvió a escucharse. El niño comenzó a buscar al otro con la mirada, sin éxito—. Pensé que tardarían menos, ¿está bien?

—Sí, Harry está bien —por alguna razón, se oía como si fuese una línea que había repetido mucho y empezaba a exasperarla, a pesar de que tenía una ligera sonrisa.

—¿Segura?

La niña calló su risa contra la palma de su mano y le dio un vistazo a Harry por encima del hombro.

—Completamente.

—Bien, bueno...—la exhalación que le siguió fue demasiado similar a un suspiro de alivio, a oídos del niño, que percibió que las comisuras de sus labios se elevaban al comenzar a entender.

—Si tanto te preocupa —Pansy agregó, en un tono divertido que tampoco acostumbraba a usar, al menos en presencia de Harry—, podrías acercarte y hablarle tú mismo, otra vez, como dos personas normales. Como dos amigos, además, lo que se supone que son.

—Sabes que no puedo.

 puedes, Draco, no quieres, que es muy, muy distinto.

—Oíste lo que me dijo.

El niño parpadeó y tuvo que morderse el labio para no soltar una réplica estúpida. Al girar en un árbol, que superaba al de tronco más grueso que hubiese visto alguna vez, su amigo quedó a la vista por fin.

Draco estaba de espaldas a ellos, sentado sobre una raíz retorcida, que se alzaba lo suficiente para que no tuviese que tocar el suelo de tierra al estar encima. Tenía la túnica extendida por debajo de él, para no ensuciarse el pantalón, las demás prendas del uniforme era visibles, mientras movía apenas un brazo, con el que trazaba florituras en el aire.

No estaba seguro de qué intentaba conseguir al hacerlo, porque Lep sobrevolaba en círculos a unos pasos de distancia, y además de una leve brisca fresca en el bosque, no ocurría nada que mereciese atención.

Pansy avanzó hacia él, e hizo el ademán de sentarse en una raíz idéntica, pero Draco se le adelantó, poniéndose de pie e indicándole que se acomodase en la que él usaba, para no ensuciarse. Ella sonrió de forma amplia al tomar asiento, balanceando las piernas, que le quedaban en el aire. Su amigo continuó de espaldas, y con una curiosidad irreprimible, Harry apoyó el hombro contra el tronco del árbol y se quedó allí, donde parecía ser ajeno a ellos, mordiéndose el labio inferior, sin tener idea de qué decir.

¿Tal vez podría comenzar por saludarlo? Quizás, si intentaba evitarlo de nuevo, Pansy ayudaría esta vez. No tenía una demora a la clase como excusa, ni la tendría por los próximos días, y conociéndolo, tendría la tarea lista, incluso antes de que Harry supiese qué les asignaron.

—Estoy segura de que él no quiso decir que eres horrible —de nuevo, hubo algo en la manera en que lo aclaró, que le hizo pensar que no era la primera vez que lo hacía. El bufido de Draco se oyó con claridad.

—Yo estoy seguro, a menos de que no haya escuchado bien, de que eso dijo, y de que fue justo lo que pensó en ese momento. Potter no es como nosotros, dice exactamente lo que piensa.

—Bien, no es que no haya querido decirlo, es que no lo dijo como  crees que lo hizo entonces, ¿te convence, Draco?

—No,  lo que oí.

El suspiro dramático de Pansy ralentizó los movimientos de práctica de su amigo por unos instantes.

—Creo que sólo lo tomas así porque te gritó, y él nunca nos había gritado. Está bien si es eso, yo también me asusté muchísimo —el niño ahogó un jadeo, sintiendo que el pecho se le apretaba al percatarse de la sinceridad que impregnaba la voz de su amiga, de lo que significaba en realidad.

¿Él? ¿Asustar a Draco y Pansy? Esa no era su intención, por supuesto que no.

Draco acababa de detener por completo sus florituras con la varita. Tenía la espalda rígida, pero como acostumbraba estar erguido, él apenas lo notó.

—Tal vez deberíamos contarle, es que- bueno, no creo que él lo hubiese hecho si supiese lo mucho que nos asusta que nos griten así —decía ella, en una voz dulce, similar a un arrullo—. Si le dijéramos sobre la tía Bellatrix, Harry entendería...

—Potter no necesita saber sobre mi tía Bellatrix. ¿Cuántas veces te he dicho que no la llames así? —el niño sacudió la cabeza y retomó su práctica, para el aparente disgusto de ella, que dejó caer los hombros por unos segundos, antes de volver a la postura digna de una sangrepura.

Harry agachó la cabeza, su mente convertida en un revoltijo de preguntas. ¿Por qué Draco no le contaba ciertas cosas? ¿Por qué creía que no necesitaba saberlas? ¿Porque no lo consideraba un amigo en verdad, quizás? La idea era más dolorosa de lo que debería ser normal, y se negó a considerarla por más tiempo.

¿Cómo es que Draco podía pasar las noches ayudando a Pansy, y ella parecía saber todo acerca de él?

Bueno, lo conoció antes que tú, se obligó a recordarse, aunque la envidia le dejaba un mal sabor de boca.

—Si crees que no querrá ser tu amigo cuando sepa...

—No, no creo eso —la cortó el heredero de los Malfoy, en un tono irritado; si su paciencia no alcanzaba el límite aún, él creía que se debía a que se trataba de Pansy—. Lo que creo es que no tiene que estar en medio cuando nos molesten, y tú tampoco tendrías que aguantarte que hablen mal de mi padre y después incluyan al tuyo, como...como si hubiesen hecho algo horrible. Nadie se tiene que aguantar eso y punto, y me dan tantas ganas de...cuando los escucho, es...—emitió un sonido frustrado y tomó una brusca inhalación, con la que se forzó a recuperar la compostura, aunque ahora la varita estaba, inútil, atrapada entre sus dedos—. Potter no es un sangrepura, no podría entenderlo. Y más que eso, es Potter; si fuese cualquier otro...

—Sé que eso no es lo que estás pensando —fue el turno de Pansy de interrumpirlo. La perorata del niño cesó enseguida—. No soy tonta, adoras a Harry y no quisieras...

—Por Merlín, Pansy, escúchate, yo no…

Draco se giró para encararla a mitad de su negativa. Harry se apresuró a ponerse detrás del árbol, pero rompió una rama en el suelo al no ver donde pisaba, y fue demasiado tarde. Ojos grises y enormes se fijaron en él, para después dirigirse a Pansy, en una exigencia silenciosa de una explicación.

Si Harry no hubiese estado tan cohibido, entre el hecho de haber escuchado —probablemente— más de lo que debía, de lo que Pansy habría querido que oyese cuando lo llevó ahí, ser atrapado en el acto, y volver a tener la mirada fija de su amigo, incapaz de pensar en una manera de explicar su presencia, sin delatarse más, quizás, sólo quizás, habría caído en cuenta de que Draco tenía las mejillas manchadas.

Pero no habría sido Harry si lo hubiese hecho; al pensarlo en retrospectiva, estaba más que claro. Lo vio tallarse los ojos con una de las mangas de su camisa de uniforme y guardarse la varita, para luego carraspear y cruzarse de brazos. Si intentó ponerse la máscara Malfoy de indiferencia, por una vez, no le funcionó.

Harry apretó las manos en puños, pensó en los últimos días de ser ignorado, y se armó de valor, porque si al salir de ese bosque, no había recuperado su amistad con Draco, no sabía qué iba a hacer durante el fin de semana, que no querría ni siquiera asistir al primer partido de Quidditch de la temporada. No si no podía disfrutar de jugar con él.

Noquiseasustarteperonomedicuentadequetegritabayquierosertuamigoporquenocreoqueseashorribleytambiénmemolestaquelosfastidienaunquenosepaporquélohacenytúnomecuentesnada —soltó de golpe, viéndose obligado a dar una brusca inhalación al final, para recuperar el aliento perdido palabra tras palabra.

Pansy y Draco lo observaron en silencio por un momento; ella, sentada, con la cabeza ladeada, él de pie, con el ceño fruncido.

—¿Qué? —la niña fue la primera en reaccionar. Aunque lucía como si quisiera reír, se resistió y le hizo un gesto para que lo repitiese.

Harry lloriqueó, cambió su peso de un pie al otro, y se prometió que, si ya lo había dicho una vez, para la segunda le sería más fácil. Esperaba.

Noquiseasustarte —lanzó un gruñido frustrado al darse cuenta de que volvió a hacerlo, y se abrazó a sí mismo, en un absurdo intento de brindarse confianza. Recordó que Remus le decía que, cuando estuviese nervioso, sólo debía respirar profundo; así lo hizo, hasta que el nudo en su estómago disminuyó lo suficiente para que pudiese hablar bien—. No quise...a-asustarte, lo siento. Quiero ser tu amigo, aunque no entiendo qué tiene que ver que no sea sangrepura y no creo que cambie algo, porque no creo que seas horrible. Lo...lo d-dije porque me molesté, y no porque piense que lo eres, porque no, ehm, no lo eres, porque si lo fueras, no querría ser tu amigo, pero sí lo quiero...

—Potter.

—…y también me molesta muchísimo que se metan con los dos, pero no sé por qué y no me dicen nada, porque a veces parece que ocultan un montón de cosas, y no sé por qué lo hacen si yo les cuento todo, y no me parece justo….

—¿Harry? —fue Pansy la que hizo el segundo intento de llamarlo, mas no podía detenerse cuando recién comenzaba.

—…me dejaste pensar toda la semana que estabas molesto conmigo y me ignoraste, y yo creí que fue por otra cosa, porque lo que le hiciste a esa niña fue ho...malo, fue malo, quise decir que fue malo, ahm, y yo sé que tú no eres malo, y no entendí por qué lo hiciste entonces, pero no por eso dejaría de ser tu amigo, sólo quisiera que dejaras de hacer cosas así de malas y…

—Potter —Draco insistió, en un tono más urgente.

—¡...y no entiendo tampoco por qué te tienes que ir a quedar con Pansy, si hay un cuarto para niños y uno para niñas! Y estar solo con Nott es raro, y cuando no estás, llego tarde a clases y se me olvidan mis libros, y ayer ni siquiera le di chucherías a Hedwig cuando fui a verla, porque como no me recordaste comprar más, no tenía, y ella me mordió y me dolió, y- me lastimé. Y si hubieses estado, seguramente eso no hubiese pasado, o si hubiese pasado, te hubieses burlado, y Pansy le habría dado chucherías a Hedwig por mí, y todo habría estado bien…

—Potter...

—¡Pero, sobre todo, en serio no quería asustarte! ¡Te juro que no quería gritar! No sabía que se asustaban, porque nunca me dicen nada, y si lo hubiese sabido, me hubiese pegado contra la mesa y te hubiese dejado llamarme "animal", y eso ya lo dije, pero es que de verdad me siento mal, y a- ahora no puedo parar de hablar, y no sé qué...

—Potter, ya. Respira.

Harry cerró la boca y tembló, sintiendo las lágrimas agolparse en sus ojos.

Cuando Pansy se levantó para correr hacia él y lo abrazó, trastabilló hacia atrás por la impresión y la fuerza con que lo hizo. Se sacudió por la risa de la niña como si hubiese sido suya. El gesto fue tan repentino como breve, porque su amiga se separó y corrió hacia Draco, para sostenerlo de los hombros y llevarlo hasta él.

Los hizo quedar frente a frente, posicionó las manos en la espalda del niño-que-brillaba, para darle un empujón final, que por poco, los hizo chocar el uno contra el otro. Draco se quejó en voz baja y le dedicó una mirada desagradable, antes de fijarse en Harry y suavizar, apenas, su expresión.

—¿Hablé demasiado? —volvió a cambiar su peso al otro pie y se retorció los dedos, luchando contra el impulso de salir corriendo ahora que se había quedado sin más para confesar.

Demasiado es poco.

Asintió despacio, mordiéndose el labio por un momento.

—¿Y estás molesto por eso?

—...no precisamente. Pero tampoco fuiste muy elocuente.

—No estoy seguro de lo que eso significa —frunció el ceño, mas el surco desapareció en cuanto vio a Draco esbozar una débil sonrisa.

—No me sorprende.

Entonces se percató de que acababa de dirigirle cuatro frases completas en unos segundos, después de no hablarle por días, y tuvo que contener un grito de la emoción. Después pensó en lo estúpido que era contentarse por algo así, y lo poco que le importaba ser estúpido si tenía a sus amigos de vuelta.

—¿Vas a seguir siendo mi amigo, aunque te asusté sin querer?

El heredero Malfoy emitió un largo "hm" y se puso una mano bajo la barbilla, como si fuese un asunto a considerar. Pansy le dio un empujón débil y lo regañó.

—Bien, sí. Amigos, supongo, deja de poner cara de crup regañado, Potter.

—Pero no vas a volver a hacer algo así, ¿cierto?

Tras un vago quejido, él negó, sin verlo.

Harry formó una enorme sonrisa, sin percatarse del par de lágrimas que se le escaparon cuando achicó los ojos, aunque Draco sí se fijó en ese detalle. Extendió los brazos a sus costados.

—Las peleas se terminan con abrazos, dice mi tío Remus.

El otro rodó los ojos.

—Tú y yo no nos peleamos, Potter, esto fue sólo…

—¡Oh, vamos! —Pansy lo forzó a avanzar, de modo que Harry pudo envolverlo y estrecharlo, a pesar de los quejidos. Ella se rio—. ¡Y todo arreglado por aquí!

Harry se rio con ganas e intentó, en vano, alzar a Draco, como había visto a James hacer con Lily algunas veces. Sólo consiguió que él le pusiese las manos en los hombros, le diese un débil golpe y soltase su frase predilecta de "¡no seas animal, Potter!".

En cuanto pensó que era suficiente de llevarse las protestas solo, liberó un brazo para tendérselo a Pansy, que no dudó en abalanzarse sobre ambos, riendo, dándoles besos en las mejillas, que le sacó más quejidos al mayor y al otro lo hizo ruborizar. Lep no tardó mucho en unirse, lanzándose sobre la cabeza de su dueño, lo que añadió una nueva razón a la lista de protestas.

Harry y Pansy se reían; sin importar cuánto protestaba, no sintió que Draco se quitase en ningún momento.

0—


Al día siguiente, una repentina luz lo aturdió en sueños y un llamado insistente lo forzó a despertar, para descubrir a Draco de pie, ya arreglado, en la orilla de su cama, ahora con las cortinas descorridas e iluminada por el lumos de su amigo, que lo incitaba de moverse para que comiesen y fuesen a practicar para el partido del sábado. Harry le lanzó una almohada, se giró y se acurrucó en las mantas, hasta que el otro lo jaló por los pies, le arrancó las cobijas, y le puso a Lep en la cabeza.

Aun cuando arrastró los pies hasta el baño y masculló un saludo brusco a Nott, que los observó de forma alternativa, una parte de Harry sabía que todo había vuelto a donde pertenecía, después de un comienzo de año bastante agitado.


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