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Luz de luna por BocaDeSerpiente

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Capítulo veinticinco: De cuando la verdadera leyenda de Slytherin aparece (¡y por supuesto que incluye serpientes!)

—...y así, creo que debería estar listo —Harry lo vio trazar una línea de tinta roja, a manera de corrección, para un pasadizo que recién descubrían esa noche, sobre el dibujo en negro del castillo completo.

Estaban sentados en lados opuestos de la cama de Draco, con las cortinas del dosel cerradas para cubrirlos, en caso de que a Nott se le ocurriese asomarse. Un fajo de papeles se amontonaba junto a una de sus piernas —los revisados y con problemas solucionados, conversados desde hace días—, los que continuaban dispersos por el colchón, conformaban una especie de guía a la que él no le encontraba sentido, pero que le servía al otro niño para hacer las modificaciones, ubicarse en el mapa y realizar las pruebas de tinta que tan ocupado lo tenían últimamente. Su amigo se inclinaba hacia adelante, Lep estaba en el espacio que quedaba entre sus piernas dobladas, medio dormido, y él no dejaba de mover la muñeca, haciendo anotaciones en los bordes del pergamino, en una caligrafía perfecta, pomposa y estilizada.

—Estuve probando el hechizo de transformación con las recomendaciones que nos dio Sirius —continuó, su voz baja, a pesar de haber colocado un muffliato cuando se reunieron—. Funciona, tendríamos que practicar para deshacerlo y rehacerlo, pero estará bien. Me di cuenta de que es verdad lo que dice de las capas; no podremos hacer uno sin haber terminado el otro, así que me imagino que tendremos que comenzar con la tinta y los dibujos que se desaparecen…y después encargarnos de que podamos llevarlo a todas partes —hizo una breve pausa, en la que levantó la mirada hacia él—. Creo que podríamos tenerlo listo en unos meses.

Harry abrió los ojos de sobremanera, y le devolvió la sonrisa cuando el gesto se abrió paso en el rostro ajeno.

—¿De verdad? ¿Completamente? —el niño-que-brillaba asintió.

—Voy a pasarme algunas noches más investigando, tenemos que probarlo, tienes que ayudarme sí o sí —puntualizó—, pero sí. No tan pronto, no te creas, Potter. Tal vez para tercer año.

—Sigue siendo increíble —se encogió de hombros, ampliando su sonrisa, balanceándose sobre el colchón, adelante y atrás—, ellos lo terminaron después de quinto.

Por un rato, Draco no le contestó. Él sólo se quedó quieto, observándolo. Harry ladeó la cabeza y se preguntó qué habría hecho para que se pusiese así; luego consideró que, de enojarse, conociéndolo, se lo hubiese dado a conocer de inmediato.

Cuando pareció reaccionar, lo vio pestañear y apartar la mirada, regresándola a los apuntes, para reorganizar las pilas de pergaminos con las que contaban desde el comienzo de las pruebas.

—Bueno, ellos no me tenían a mí —murmuró. Harry no pudo evitar reír e intentar imaginarse la expresión de los Merodeadores cuando se enterasen de lo que fueron capaces de hacer.

Se dedicó a verlo mientras juntaba y clasificaba los pergaminos, para guardarlos de ese modo que lo hacía preguntarse cómo no se le olvida o se le perdía alguno. Cuando terminó, Draco descorrió un segmento de la cortina, se agachó junto a su baúl para guardar los bocetos y prototipos en el cofre pequeño y de sellado especial, y se metió al baño, llevándose consigo el pijama.

Harry se dejó caer de espaldas en el colchón. Sintió el movimiento y el peso, muy leve, que se hundía en la cama, acercándose a medida que Lep caminaba hacia él.

El conejo llegó al nivel de su cara, lo olisqueó, enterró parte de la cabeza en su cabello revuelto, luego decidió que prefería apoyarse en el hueco de su garganta, donde se instaló. Harry lo acarició de forma distraída, desviando los ojos hacia el techo.

No se dio cuenta de en qué momento se durmió.

Tampoco de que alguien se acercó a la cama después, bufó, le quitó los lentes para dejarlos en un sitio seguro, y los cubrió, a él y al conejo, con una de las mantas gruesas que eran las únicas que soportaban el frío de las mazmorras durante las noches.

Cuando volvió a abrir los ojos, continuaba con el conejo encima, había una luz de antorchas que lo cegaba. Nott era quien estaba de pie junto al dosel, descorrido por una de sus manos. Su compañero, reconoció tras pestañear varias veces y cuando pudo enfocarse un poco, lo observaba con las cejas arqueadas.

Se había detenido a mitad de una frase que comenzaba con un "buenos días, Draco, ¿crees que podrías...?", y él no pudo evitar preguntarse si era común que se acercase de ese modo durante las mañanas. Nunca los había visto hablar más de lo necesario para una convivencia tranquila, pero ambos se despertaban antes que él, y por lo que sabía, también se dormían después, así que no significaba que no ocurriese.

No es que fuese extraño, ¿cierto? Él mismo había aclarado, más de una vez, que no podía ser el único amigo de Draco. Y Nott era agradable, en su manera callada y tranquila.

Tal vez se le había quedado grabada la preocupación de Pansy respecto a amigos falsos y Draco.

Se sentó con un esfuerzo considerable, haciendo a un lado el conejo mágico para dejarlo sobre la almohada, y se estiró para tantear la mesa de noche. Sus lentes, aunque no recordaba habérselos quitado, estaban doblados sobre la superficie de madera.

Nott se apartaba cuando se los colocó y pudo distinguir los contornos de lo que veía como era debido. A lo lejos, se oía el correr de agua, y la parte de abajo de la puerta del baño mostraba una franja de luz; él tuvo que haberlo notado antes, porque observó la puerta, después a Harry, y lo repitió un par de veces. Se preguntó por qué lo hacía.

—Estoy...seguro de que esta es la cama de Malfoy —Malfoy, no Draco, se percató. ¿Tal vez no era usual que lo llamase por su nombre? ¿Le habría dado vergüenza que lo escuchase decirlo? Si era una cuestión de sangrepuras, él creía que podía tratarse de lo último, porque Draco tendía a llamar a Pansy por su nombre con mayor frecuencia cuando estaban sólo los tres o con sus familias.

Harry asintió, despacio, todavía con la mente algo embotada por el sueño. Se sentía tentado a recostarse de nuevo y compartir la almohada con la bola de pelos de su amigo.

Creo que lo es.

Nott volvió a arquear las cejas, aunque no fue por más que una milésima de segundo. Luego carraspeó.

—Perdona que te haya despertado —murmuró. Aunque quiso decirle que no importaba y pretender que se iba a levantar temprano de todos modos, la puerta del baño se abrió, revelando a un Draco al que sólo le faltaba ponerse la túnica para completar el uniforme, y su compañero se dirigió hacia él.

Doblando las piernas contra su pecho y envolviendo las rodillas con los brazos, Harry observó, inundado de una curiosidad nada disimulada, a los dos conversar. De lo que fuese que hablasen, lo hicieron en voz baja y calmada; Draco señaló algún punto del cuarto, Nott gesticuló con ambas manos, y se sumieron en lo que, parecía, un tipo de explicación que no tardó más de un minuto. Cada uno se fue por su lado luego, uno para ocupar el baño recién disponible, el otro para ir por el resto de su ropa.

Cuando Draco se percató de que se encontraba despierto, elevó una ceja, a la vez que se acomodaba de forma pulcra la túnica, rigurosamente doblada por los elfos domésticos. Por Lía, para ser precisos, porque al niño no le gustaba cómo doblaban la ropa los de Hogwarts; era otro dato del registro imaginario.

—¿Una pesadilla, Potter? ¿O te caíste de la cama?

—Ninguna —hizo el ademán de tomar la almohada y arrojársela, pero recordó a tiempo que el conejo estaba dormido sobre esta, y se detuvo, retomando su posición anterior—, Nott te estaba buscando y me llamó por error.

Su amigo bufó.

—"Error" no. Te quedaste dormido en mi cama, fuiste imposible de mover; consideré aplicarte un leviosa, a ver si te cambiaba a la tuya, pero era demasiado trabajo —pareció pensárselo un momento, frunciendo el ceño—, y con nuestra suerte, te despertabas a medio traslado y comenzabas a gritar.

—Hubiese gritado si me despertaba y estaba flotando —aceptó, con un par de asentimientos.

El niño rodó los ojos. Tras colocarse la túnica, aunque sin acomodarla del todo, le tendió un brazo a Lep y lo despertó con toques en el lomo y una orden en alguna lengua que no podía entender; el conejo reaccionó de inmediato, escabulléndose dentro de su manga y perdiéndose en la tela.

—¿Francés? —probó suerte, al recordar el acento pronunciado que le escuchó usar en Halloween. Draco emitió un sonido afirmativo y lo mandó a bañarse cuando Nott salió.

Harry se arrastró fuera de la cama, antes de que le diese por jalarlo, tirarle una almohada o utilizar el leviosa en realidad, y terminó por sacarse el sueño al primer toque del agua helada. Lloriqueaba para el momento en que salió, medio vestido, peleándose con los botones superiores de la camisa del uniforme.

Su amigo continuaba en el cuarto, para su sorpresa, porque Nott no y él estuvo listo primero. Draco se había sentado en el escritorio que le correspondía, frente a su cama, y escribía en un pergamino, mientras que acariciaba una de las orejas de Lep, que sobresalía encima de uno de sus hombros, medio cubierto por la túnica.

—¿Qué haces? —se acercó por detrás y se inclinó sobre su espalda. Con un movimiento rápido y fluido, Draco no sólo le tapó la vista de lo que lucía como una carta, sino que dobló el pergamino, se lo guardó, y se giró para encararlo, con una expresión seria que no daba lugar a insistencias.

Al menos, no para alguien más.

Harry se cruzó de brazos con una pequeña sonrisa.

—¿Escribes para tu amigo secreto?

—No —sabía que era cierto, porque las notas que intercambiaba con la lechuza del colegio eran trozos de pergamino al azar, pequeños, donde no cabrían más que unas pocas palabras; aquel tenía la pinta de ser una verdadera carta, de esas que llevaban el membrete, la firma, y todo lo demás que Harry no entendía. Además, ¿qué razón iba a tener para mentirle?

—¿A la tía Narcissa? —frunció el ceño cuando lo vio negar—. No te mandó bombones la semana pasada —recordó.

—Estaba muy ocupada para enviarlos.

Draco se puso de pie; aunque Harry no insistió en saber a quién escribía, sí se lamentó acerca de sus raciones de bombones, por lo que terminaron conversando de los chocolates Malfoy al salir del cuarto.

Pansy estaba sentada en un sillón amplio y mullido de la Sala Común, escribiendo en el cuaderno desgastado al que ahora estaba tan apegada. No alzó la vista por el ruido que hicieron al llegar, pero sí cuando dirigieron sus pasos hacia ella.

Resultó que incluso la niña estaba sorprendida de lo temprano que Harry se había levantado. Así fue cómo se enteró, y añadió al registro imaginario, que a veces sus amigos se reunían en la Sala Común y conversaban durante las primeras horas de la mañana. Después Draco regresaba al cuarto para asegurarse de que se despertase y arreglase.

Mientras recibía su beso en la frente con que Pansy acostumbraba saludarlo, se preguntó qué otras cosas no sabría de ellos. Probablemente mucho.

Los tres se encaminaron hacia un Gran Comedor casi desierto, a causa de la hora. Acababan de abrir, e incluso la mesa de los profesores contaba con un escaso personal. Harry se sentía fuera de lugar en ese momento de la mañana, cuando el cielo aún no tenía color y el sol no estaba a la vista, debido a la neblina del exterior.

Claro que estar en el comedor temprano, significaba comer mucho, con calma, y no tener que prestar atención a murmullos que levantaban sus amigos, de idiotas que aparentaban ser incapaces de superarlo, aunque hubiesen estudiado allí por segundo año consecutivo.

Estaba comentándole a Pansy que podía ir con ellos a la Sala Común de Hufflepuff esa tarde, durante uno de los eternos partidos de ajedrez de Draco y Ron, cuando una lechuza parda sobrevoló la mesa y se posó en el sitio que su amigo ya reservaba para ella.

Quizás su corresponsal secreto también era madrugador.

Harry apoyó los codos en la mesa y la barbilla en la palma de su mano limpia —la otra estaba cubierta de la mantequilla de una tostada francesa—. Se limitó a observarlo acariciar y premiar al ave, desdoblar la nota, darle una ojeada, y guardársela en el mismo bolsillo donde se había deslizado la carta cuando aún estaban en el cuarto.

No pensó cuando preguntó:

—¿Siempre escondes tus cosas en el mismo bolsillo?

Draco levantó la cabeza hacia él, parpadeó, y lució desorientado, como si no se esperase la cuestión. O que Harry lo notase.

—No lo sé —pronunció, despacio—, supongo que sí.

Él se encogió de hombros y continuó comiendo. A lo largo de la comida, un par de veces, atrapó a Draco mirándolo; en su mayoría, él no apartaba la vista, y era Harry quien seguía con lo que fuese que estuviese haciendo, a excepción de una ocasión en que el niño vio hacia otro lado enseguida y habría jurado notar algo extraño en su expresión. No supo qué.

Cuando los demás estudiantes llegaron en una ola al comedor, ellos ya estaban fuera, deambulando por los pasillos y el jardín interior, dedicándose a hablar de todo y nada, mientras aguardaban el comienzo de la primera hora de clase. Luego sólo hablaban Draco y Pansy, porque Harry recordó que le faltaba una tarea e intentaba copiar uno de los ensayos de la última, sin que pareciera que el contenido no le pertenecía, utilizando conceptos y sinónimos del libro multiuso que su amigo le dio cuando cumplió años.

No hubo nada fuera de lo común durante las clases, ni en el partido en Hufflepuff, ni después de eso. Antes de que se diese cuenta, era el viernes de la semana en que tendrían que dar una respuesta a los Guardianes de los juegos de Slytherin, no lo discutieron más que para que sus amigos se dividiesen libros en los que investigarían —ninguno para él; aparentemente, Pansy pensaba que ellos contaban como una sola persona, y se limitó a darles una lista de la que Draco se ocupaba—, y era arrastrado por el equipo a los vestidores, porque el partido Slytherin-Gryffindor empezaba a media tarde.

Una vez que se cambió, se dio la vuelta y recorrió con la mirada los vestidores; sabía que eran los menores del equipo, así que no debía suponer un gran problema si lo mencionaba. Despacio, se acercó a Draco, que se calzaba las botas y se acomodaba los múltiples broches y correas de los largos guantes blancos, sentado en uno de los bancos que estaban en los espacios intermedios de las taquillas.

—Psst —el niño arqueó una ceja, aunque no despegó los ojos de las correas que tenía que ajustar—, psst, Draco. ¡Draco!

—No disimules tanto, Potter —bufó su amigo, seguido de algunas risas de los demás jugadores.

—Potter, haznos el favor a todos y espera a que termine el juego para declararle tu amor —Montague estaba de malas, se notaba por la manera brusca en que se metía los guantes y el tono áspero en que había hecho más de un comentario. Harry lo observó boquiabierto, Flint le dio un manotazo al Cazador.

—Déjalo. Lo puedes hacer antes del juego, si quieres, Potter, nosotros vamos a fingir que no escuchamos nada. Chicos, ¡dense la vuelta y sigan con sus cosas, que aquí no pasa nada, sólo una declaración de Potter! —Flint no tardó en arruinar su idea de que pretendía ayudarlos.

—Discreción Slytherin, tú entiendes —Se burló uno de los Golpeadores, ganándose otro manotazo del capitán cuando se dobló por una risa silenciosa.

Harry sentía que las mejillas le ardían; no estaba seguro de por qué le ocurría. Cuando miró a Draco, este aún batallaba contra las cuerdas de los guantes, pero tenía la cabeza levantada hacia él. Detestó que luciera tan tranquilo.

—¡Dile que , Malfoy! —escuchó un chillido de alguno de los chicos. Prefirió ignorarlo y no intentar descifrar quién era.

Cuando los muchachos terminaron de vestirse y se dedicaron a esperar el momento de la salida, Harry se cubrió parcialmente el rostro y se obligó a respirar profundo, para calmar ese rubor repentino y sin sentido.

—Sólo te iba a preguntar por la pista del próximo reto —musitó, forzándose a no boquear, cambiando su peso de un pie al otro. Al darse cuenta de que Draco aún no terminaba con los guantes, resopló y se agachó junto al banco, para ayudarlo con las correas que le faltaban.

Tal vez fue una mala idea. Tal vez no.

Con lo cerca que quedaron, era imposible que no notase que Draco se le quedaba viendo con unos ojos demasiado grises, demasiado brillantes, demasiado-

Demasiado. Él no veía a Pansy así, estaba seguro.

Cuando terminó de acomodarle los guantes, él aún no había hablado. Desvió la mirada, flexionó los dedos y los codos para probar que estuviesen bien calibrados, y dio un asentimiento que era más para sí mismo.

—Descubrí algunas cosas —explicó después, en voz baja, haciéndolo a un lado para ponerse de pie—, Pansy dice que tiene una forma de averiguar más. Vamos a verla hoy en la noche.

Harry se obligó a asentir y caminar detrás de él, en dirección a la hilera de escobas que dejaban alineadas junto a la salida, cuando llegó el momento de salir al campo.

—¡Es un día brillante y el partido Gryffindor-Slytherin está por empezar! —anunciaba la voz del narrador desde el palco—. Algunos dicen que las serpientes no se llevan bien con el calor excesivo, veamos qué tan cierto es esto, leones —hubo un quejido cuando la profesora McGonagall lo reprendió, seguido de una carcajada—. Bien, ¡bien, entendí! ¡Comencemos! Los jugadores están en el aire, se siente la tensión, aposté con los Weasley y espero no me fastidien otra vez, ahora sí, ¡Quaffle al aire…!

0—

Harry regresó a las mazmorras sobre los hombros de Flint, precedido por un cántico extraño, grosero y muy cómico de Montague y los Golpeadores, que comparaba a los jugadores de Gryffindor con mininos ciegos. Detrás de ellos, notó, su amigo y su padrino conversaban; el último tenía la nariz un poco arrugada y los labios fruncidos, fuese lo que fuese que le estuviese diciendo. Draco le sonrió cuando se dio cuenta de que los veía.

No cabía de felicidad en sí mismo cuando pisaron la Sala Común. El juego había durado el resto de la tarde, tuvieron una hora de lluvia, una pausa para que le ajustaran el encantamiento de los lentes a uno repelente de agua y otros detalles, luego regresó el sol. Los Gryffindor tenían una estrategia que arrinconaba a Draco en su posición de Cazador, y le impedía la táctica combinada que hacía con Montague para confundir a los oponentes; cuando creyeron que no ganarían, o que tendrían que alargar el partido hasta la noche para lograrlo, casi por casualidad, Harry atrapó la snitch.

Snape, a pesar de llevar una expresión adusta que no se quitó ni menguó con los vítores y risas de sus chicos, no sólo permitió la fiesta de la Sala Común, sino que pidió a los elfos domésticos que les llevasen la cena hasta allí. Cuando le agradecieron, el profesor fingió que no sabía de qué hablaban y se marchó, para confinarse en su laboratorio de pociones.

Aunque por buenos motivos, se sentía destrozado cuando salió del baño, su uniforme de Quidditch ya reemplazado por una pijama de dos piezas. Estaba a mitad de un bostezo cuando vio a Draco, también limpio y cambiado, ponerse una túnica por encima de su pijama de seda, y tenderle otra parecida.

Harry observó la prenda en silencio por unos largos segundos, su mente agitada haciendo un esfuerzo más allá de sus capacidades para comprender lo que tenía adelante.

El niño-que-brillaba rodó los ojos, aunque un gesto muy parecido a una sonrisa tiraba de las comisuras de sus labios y lo traicionaba.

—El reto, Pansy, ¿recuerdas? —Harry pudo haber lloriqueando. Tal vez lo hizo. Draco emitió un sonido cercano a una risa contenida, y agitó la prenda, así que no tuvo más opción que tomarla y envolverse en ella.

Bostezó, de nuevo, cuando se encaminaron hacia afuera del cuarto. Nott les pasó por un lado, en su camino al entrar, y los felicitó por el juego; Harry sintió que volvía a sonreír y se inflaba en orgullo al recordarlo, hasta que su amigo lo codeó y lo acusó de ser un presumido, en un tono de broma.

Pansy estaba en el sillón que tanto le gustaba, frente a la chimenea, cuando alcanzaron la Sala Común. Faltaba más de media hora para el toque de queda, cuando se sentaron junto a ella, de acuerdo al reloj en el Apuntador de Draco.

La niña terminó de escribir sobre su cuaderno con calma, lo cerró, y se lo guardó en un bolsillo oculto de la bata que le cubría la pijama, también de seda.

—Deberíamos ir al baño —Pansy se puso de pie, se alisó la bata, y comenzó a caminar hacia la salida. Harry la observó con el ceño fruncido y consideró preguntar por qué no iba a su cuarto y ya, cuando Draco los hizo levantarse también y lo arrastró, sujetándolo por la muñeca, detrás de ella.

Cualquier protesta que pudo tener se le trabó cuando salieron hacia el pasillo principal de las mazmorras, y sus amigos, sabiéndose solos, comenzaron a hablar entre murmullos. Ahí pasaba algo, él sabía cuándo esos dos tenían un plan; estaba más que acostumbrado a terminar envuelto en uno de ellos.

Draco le dirigió una breve mirada por encima del hombro, que bastó para asegurarle que estaba bien, y se guardó sus preguntas para cuando pudiese hablar a un volumen normal, porque sus voces resonaban con facilidad entre las paredes y el suelo de piedra, y con la hora que era, dudaba que sus amigos tuviesen planes de ser enviados de regreso a la Sala Común.

Sin darse cuenta, se puso a balancear su mano, con el agarre de Draco todavía en su muñeca. Este volvió a verlo, pero no dijo nada, y se dedicó a asentir a lo que fuese que Pansy le explicase.

Alcanzaron el primer piso, se escabulleron a las escaleras móviles, y fueron al segundo. Cuando, después de varios minutos, su amiga abrió una puerta, descubrió que lo de "ir al baño" era literal.

Volvió a fruncir el ceño.

El baño de niñas tenía una zona del piso húmeda, el traqueteo de una tubería que parecía tener algo atorado, y sobre todo, era de niñas. Él no era una niña.

—...no la asusten —decía Pansy en tono suave, adelantándose y dándose la vuelta para quedar de frente a ellos. Gesticulaba con sus manos, dando vistazos nerviosos alrededor, aunque Harry no podía ver a nadie más—, trátenla como una amiga, como me tratarían a mí. No le griten, no le digan nada feo, e intenten no...

—¡Paaaaaaaaaaaaaaansy! —una voz femenina, distorsionada de una manera casi espectral, alargó mucho la "a". Los ruidos de traqueteo empeoraron, unos segundos antes de que una silueta hubiese brotado del lavabo, y flotase en un círculo por encima de la niña—. ¡Pansy, viniste a visitarme! ¿Tienes noticias del mundo de los vivos, algo interesante? ¿Qué hay con tu propia Olive? Si- —se calló de golpe al fijarse en ellos, y con un agudo chillido que le hizo sentir que se le rompían los tímpanos, trazó un arco en el aire al echarse hacia atrás—. ¡Chicos! ¡Trajiste a tus amigos! Vaya, uhm, hola —antes de que se diese cuenta de qué pasaba, la niña fantasma se pegaba a uno de sus costados, Harry sólo pudo apartarse con un trastabilleo. Ella se echó a reír, volvió a gritar y chillar alrededor de Pansy.

Draco, notó, estaba encogiéndose más y más en sí mismo. Los gritos, recordó. Lo asustaban. Se supone que a Pansy también, pero si tenía contacto con ese fantasma, debía haberse acostumbrado un poco, por la manera en que apenas se estremecía cuando la escuchaba.

Por reflejo, tiró de Draco y lo puso detrás de él. Se percató, de forma vaga, de que este se aferraba a uno de los lados de su túnica y miraba por encima de su hombro. Probablemente tendría una explicación que se hubiese sentido orgulloso cuando lo sintió relajarse contra su espalda; no necesitaba saber cuál.

—Myrtle, Myrtle, escucha —Pansy hacía ademanes con sus manos, intentando capturar la atención del fantasma, que no dejaba de deslizarse en diferentes direcciones por el aire—, ellos son Draco y Harry, te hablé de ellos, ¿te acuerdas? Mis amigos, estamos aquí por lo de tú-sabes-quién.

Harry frunció un poco el ceño ante el nombre clave. Cuando estaba por preguntar al respecto, la fantasma —Myrtle, aparentemente— volvió a chillar y flotó hacia ellos, pegándose a él, de nuevo, más de lo que le gustaría. Draco lo jaló cuando intentó apartarse y casi se tropiezan.

—¿Tú eres Harry? —preguntó, demasiado cerca de su cara. Sonrió—. Tienes cara de Harry.

Él le dio un vistazo a Pansy, para estar seguro de qué contestar, y habló sólo después de haberla visto asentir e incentivarlo con gestos.

—Sí, soy Harry.

Myrtle se elevó con un chillido y comenzó a soltar un montón de frases que llevaban la palabra "lindo", "afortunada" y "maravilloso". Él realmente prefirió no comprender a qué se refería.

Cuando descendió, los rodeó, los ojos posados en Draco, que se mantenía contra su espalda. Guiado por ese instinto que lo llevó a ocultarlo antes, extendió un brazo para ponerlo entre ambos y empujó, sin fuerza, al niño más hacia atrás de él. Lo sintió sujetarle el brazo.

—Tú debes ser Draco, uhm, bonito, parece que brillas —el mencionado frunció el ceño, pero Harry la miró boquiabierto, una sonrisa extendiéndose en su rostro, ¡por fin alguien entendía que Draco brillaba!

Estaba por comenzar a comentarle que sí, sí brillaba, cuando Pansy se interpuso entre los tres y llamó a la fantasma, haciéndola descender hasta que estuvo casi a la misma altura que ella. Por la manera en que la veía, con genuino interés, Harry supuso que podía considerar que eran amigas.

—Myrtle, por favor, dijiste que podrías contarnos sobre eso, ¿no? Lo hablamos, los tres, con él, aquí mismo —explicó, lento y pausado, con señas que acompañaban cada palabra. Debían significar algo entre ambas, porque Myrtle emitió un "oh" largo y bajo, después asintió.

—Quieren saber sobre la Cámara de los Secretos —no era una pregunta, pero tampoco una afirmación. Comenzó a deslizarse entre ellos a un ritmo más tranquilo.

—La Cámara es una historia con la que los sangrepura asustan a los sangresucia y mestizos —replicó Draco, soltando un bufido, que se ganó la completa atención de Myrtle.

—¿Lo es? —ella pasó a través de Harry, ahogándolo en su masa sin contextura y fría, y aunque se revisó para comprobar que el plasma no le quedaba encima, de inmediato se dio la vuelta. Draco había dado un paso hacia atrás, Myrtle estaba frente a él—. ¿Crees que en serio lo es?

—Salazar Slytherin construye una cámara secreta bajo el colegio, ¿y los otros tres fundadores no se dan cuenta, a pesar de todos los rumores que hablan sobre lo que hizo? Probablemente Slytherin era el mejor, pero tendrían que ser tontos para no descubrir lo que había hecho, y al menos Rowena Ravenclaw, supongo, no lo era. De los otros, no estoy tan seguro —arrugó la nariz un poco, en ese gesto tan suyo de desprecio. Harry estaba por codearlo cuando Pansy intervino.

—Pero es real, Draco. Creo que eso es lo que tenemos que buscar para el siguiente reto.

Draco parpadeó, apretó los labios, e hizo un gesto vago con su mano.

—Te escucho.

—Antes de que hablen sobre eso —Harry los interrumpió, justo cuando su amiga había abierto la boca. Levantó la mano tímidamente, como si estuviese de vuelta a su primera clase con McGonagall. Los tres lo observaron—, ¿me explican qué está pasando aquí?

Draco bufó, girando el rostro para ocultar su amago de sonrisa. Pansy sonrió de forma más abierta, y Myrtle hizo algún que otro comentario que prefirió ignorar, por su salud mental y el resguardo de su inocencia.

—Nuestras pistas fueron "Salazar Slytherin" —como de costumbre, después de quejarse, Draco empezó a explicarle—, así que Pansy y yo nos dividimos los libros de historia y mitos acerca de los Fundadores de Hogwarts. Se supone que Slytherin discutió con Gryffindor, más que nada, porque quería que sólo los estudiantes sangrepura pudiesen entrar al colegio y estaba en contra de la educación a magos hijos de muggle...

—Como alguien que conozco —Harry tarareó, su amigo lo codeó por la interrupción.

—Cuando los demás Fundadores se pusieron en contra de sus ideales para el colegio, se molestó, construyó una Cámara Secreta donde albergaba algo que pudiese terminar su trabajo, y se fue, abandonando a sus compañeros.

Harry frunció un poco el ceño.

—¿Cómo que "algo que pudiese terminar su trabajo"?

—La Cámara de los Secretos —señaló Pansy, encogiéndose de hombros con sutileza.

—Los informes de los Sly dicen que una familia, los Gaunt, hablaban de una criatura que se escuchaba a través de las tuberías, pero nadie más podía oír ni entenderla. Probablemente porque hablaban pársel.

—Los Gaunt eran descendientes de Slytherin, que también hablaba pársel —Pansy asintió, con una pequeña sonrisa—, es bien sabido entre los Sly, porque todos los Gaunt de Hogwarts han ido a la casa de las serpientes.

Harry asintió despacio, un par de veces, como si aquel gesto pudiese ayudarle a comprender más rápido.

—Así que el tipo se enoja, deja una serpiente en el colegio y se va —ladeó la cabeza—. No estará para meterse en problemas cuando se libere, suena muy Slytherin.

—Es algo que yo haría —reconoció Draco, seguido de un asentimiento—, pero sólo los Gaunt han dicho que la encontraron, y nadie sabe cómo.

—Excepto Myrtle.

Ambos niños se giraron hacia Pansy, que tenía las manos unidas por detrás de la espalda y una sonrisa que destilaba inocencia pura. Junto a ella, el fantasma se balanceó en el aire, como si tuviese que considerar lo que decían.

—Slytherin dejó muchas otras cosas —mencionó el niño—, pasajes ocultos, trampas para muggles, protecciones secretas en las mazmorras, los Thestral son suyos, dicen que también atrajo a los unicornios, con la ayuda de Helga. Podría ser cualquier cosa.

—No, no lo es —de pronto, Myrtle lucía más seria, oscilando alrededor de ellos y sin prisas—. A él le llevó varios años encontrarlo.

—Pansy —Draco se dirigió a su amiga, con una mirada sospechosa—, ¿qué se supone que es todo esto?

—Myrtle conoció a un descendiente de Slytherin —gesticuló al explicar, alternando la mirada entre la niña fantasma y ellos—, sabe cómo entrar, y creo que es ahí a dónde tenemos que ir. Cuéntales, anda.

El fantasma emitió un sonido que era mitad silbido, mitad bufido, y ascendió hasta quedar por encima de ellos, todavía deslizándose, de una manera casi distraída.

—Tom era un Gaunt, la línea más directa de Slytherin, supongo que habría otras; él siempre lo dijo, pero nunca encontramos alguien que fuese familia suya —se encogió de hombros, imitando una especie de caminata sin superficie sólida bajo los pies—. Él era lindo, uhm, tan lindo, le gustaba guiar a los demás Slytherin, siempre les decía qué hacer y tenía razón en todo.

—No recuerdo ningún Tom Gaunt en los registros —Draco negó.

—Porque se llamaba Tom Riddle.

Cuando su amigo ahogó un jadeo, Harry vio a uno, luego al otro. Tuvo la vaga sensación de que se perdía de algo, aunque no estaba seguro de qué.

—¿Riddle? —repitió con voz queda. Pansy asintió con ganas, sujetándole las manos—. ¿Ese Riddle?

Ese Riddle —Ella asintió. Por unos segundos, se observaron con expresiones de idéntica fascinación, causándole una carcajada aguda y chillona a Myrtle.

—Merlín bendito —exhaló, girándose hacia la fantasma, como si fuese la primera vez que se encontraban—, ¿cuándo fue? ¿Cómo se conocieron? ¿Cómo era? ¿Es verdad lo que dicen de él, que fue Prefecto y Premio Anual? ¿Realmente le ofrecieron un puesto de profesor de Pociones? Padre siempre me hablaba de él, se conocieron en una visita que Riddle hizo a Hogwarts durante la época de TIMO's —aclaró, en un tono confidente. Harry se sentía más que perdido para ese punto—, lo admiraba muchísimo. Mi padrino y yo siempre revisamos su trabajo de investigación, es lo más increíble de...

Draco apretó los labios cuando cayó en cuenta de lo rápido y mucho que habló. Carraspeó y se enderezó, haciendo como si nada hubiese ocurrido; Harry se forzó a contener una sonrisa, porque siempre le resultaba divertido que fingiese de ese modo luego de mostrar interés.

Myrtle fue menos sutil al flotar alrededor del niño, con unas risitas escandalosas.

—Sí, ese era Tom —asintió—. Fue hace unos, uhm, ¿cuarenta años, según la cuenta de Pansy? Me estaban molestando en Ravenclaw porque se enteraron de que mi padre era muggle, y en ese momento, todos estaban con esa cosa de superioridad de sangre. Su padre también lo era. Tom se enteró, se molestó, les dijo que se metieran con él entonces, y luego comencé a acosarlo cuando podía —se cubrió la boca con una fantasmal mano, al soltar otra risita—. Lo seguía a todas partes cuando teníamos días libres, es que era tan, tan guapo. A él no le molestaba, estaría acostumbrado. Todo lo que dicen sobre él es verdad —lo apuntó con el índice, antes de agregar, en un tono más solemne:—, incluso que hablaba pársel.

—Y si hablaba pársel y descendía de Slytherin, encontró la Cámara —musitó él, ganándose asentimientos de parte de la fantasma—. La Cámara es real. Oh, Merlín, ojalá pudiera contarle a padre de esto…

—Ya debe saberlo. Un Malfoy, ¿no? Tienes cara de Malfoy —volvió a dar una vuelta alrededor de él, sólo que esa vez, Draco giró sobre su eje para no perderla de vista mientras hablaba—. Me acuerdo de Lucius, siempre estaba serio cerca de la chica Black. Todos los Sly lo sabían, y yo; yo era una excepción, él me contaba todo.

—¿Por qué? —fue Harry el que preguntó. Ella sonrió, como si hubiese estado aguardando la pregunta durante todo el rato, lo que era probable que fuese así.

—Tom me enseñaba. Cuando descubrió que tenía problemas para controlar mi magia y siempre salía lastimada, él comenzó a ayudarme; a veces, probaba recetas de pociones y hechizos conmigo, se supone que me ayudarían —ella descendió de nuevo, apenas flotando un poco por encima de los tres—. Si le hubiese hecho caso, no habría muerto, pero era terca —liberó un suspiro dramático y largo—, y él se sintió mal, tan mal, que comenzó a visitarme todos los días cuando me convertí en un fantasma, y se dedicó a enseñarle a otros estudiantes a mejorar su control sobre la magia. Cuando tuvo una idea de dónde estaba la Cámara, me pidió que la viese por él.

—¿Dónde está entonces?

Myrtle señaló el lavabo.

—¿El lavamanos? —Harry parpadeó.

—Las tuberías —escuchó murmurar a su amigo—, donde los Gaunt escuchaban a la criatura. Está abajo del colegio, ¿no?

—Y se entra por el lavabo, ¿verdad? —Myrtle asintió a lo que la otra niña decía.

—Antes había una trampilla, pero cuando instalaron las tuberías, un Gaunt tuvo que esconder la entrada —la fantasma hizo un gesto vago, que podía darse a entender como su imitación de un encantamiento—. Tom decía que Slytherin lo creó, al principio, como un lugar de reunión para los Sly, les iba a enseñar Artes Oscuras y otras cosas allí, antes de pelearse con los demás Fundadores. La criatura tendría que acabar con los nacidos muggle, pero a Tom no le parecía bien, no es que él no apreciara la sangre pura —mencionó, con un ligero ceño fruncido en su espectral rostro—, sólo que era prácticamente un mestizo. Habría sido ridículo que estuviese en contra de sí mismo; decía que sólo alguien de muy baja autoestima intentaría destruir lo que es.

—Así que la Cámara es real, Tom Riddle la encontró, ¿y entró? ¿Qué era la criatura? —Draco insistió, sus ojos, muy grises y enormes, la observaban.

—Entró —ella asintió—. Él me dijo que era un Basilisco, yo nunca lo vi, pero me dijo que su cuerpo todavía estaba ahí, luego de que murió.

Observó a su amigo asentir, embelesado.

—¿Y por qué crees que esta es la pista para la última prueba? —le preguntó a Pansy, que se balanceó sobre sus pies.

—Porque reúne todo lo que hemos hecho. Un fantasma —señaló a Myrtle con un gesto que la abarcaba por completo, la fantasma dio una vuelta teatral en el aire—; ella asegura ser la única que sabe sobre esto, además del propio Tom, claro. Y una criatura mágica de categoría mayor a XXX —apuntó al lavabo—, un Basilisco, que además es una serpiente, como el emblema de Slytherin, y fue dejada allí por Salazar —se encogió de hombros—. Cuestión de lógica.

Harry la miraba boquiabierto. No, él definitivamente no hubiese pensado en eso. A su lado, Draco soltó un sonido que podía interpretarse como sorpresa.

—Pans, si fuésemos un Runespoor, tú serías la cabeza que piensa —declaró en un tono solemne, que hizo reír a la niña y la fantasma.

—¿Y ustedes dos cuáles serían?

Ellos intercambiaron una rápida mirada.

—Probablemente Potter sería la cabeza cariñosa que quiere acercarse a los humanos —se burló, el mencionado lo codeó y le sacó la lengua.

—Tú serías la que sisea e intenta morder a todos.

Draco se echó a reír, esa risa vibrante y clara que rara vez dejaba escapar, y fingió darle una mordida, chasqueando los dientes en el aire.

Por la insistencia de Myrtle, que se interpuso entre ellos y la puerta, chillando para que les contaran más de ambos y del mundo de los 'vivos', se quedaron a charlar durante un largo rato. Draco aprovechó de hacer, al menos, cinco preguntas más acerca de Riddle, que Myrtle le contestaba con entusiasmo, más que satisfecha por la repentina atención. Cuando volvían a las mazmorras en el sigilo que requería moverse fuera del toque de queda, y confesó que no conocía a ese Riddle, su amigo lo declaró una "desgracia para los Sly" y le prometió un libro que resumía las investigaciones por las que era más reconocido en la comunidad mágica mundial. Harry no entendió gran parte de lo que decía, pero Pansy asentía con una expresión conocedora, Draco hablaba sin cesar y no paraba de sonreír, y eso estaba bien. En especial lo último.

0—

Al día siguiente, el sábado, Harry estaba acostado sobre su estómago cuando sintió la ligera quemazón del anillo, que advertía de la pronta reunión. Rodó para quedar boca arriba y se arqueó, observando hacia el escritorio donde Draco estaba terminando de escribir una carta, pero su amigo ya la había dejado de lado y tenía sus ojos puestos en él, a la vez que tocaba el anillo de tres bobinas, de forma distraída. Eran los únicos en el cuarto y la hora de la cena había pasado hace rato.

—¿Crees que la última prueba comience hoy? —le preguntó, mientras salía de la cama y se ponía de pie, deslizándose dentro de una de las batas gruesas que tenía que colocarse sobre el pijama, para no morir congelado cuando diese un paso en la Sala Común. El otro niño guardó el pergamino, la pluma, y lo imitó.

—Quién sabe —se encogió de hombros, pasándose una mano por el cabello, más por la costumbre que porque lo necesitase; no salía del cuarto sin haberse asegurado de estar bien peinado, lo que, de acuerdo a él, los diferenciaba en gran medida—, supongo que hablaremos de la pista que nos dieron para obtener la ventaja primero. Espero que sea nuestra, nos haría más fácil ganar.

—Ganaremos de todos modos —elevó el mentón en una réplica de su gesto tan característico, sintiéndose más Slytherin que nunca. Le agradó ver que se reía al observarlo.

—Esa es la actitud, Potty.

Salieron del cuarto en una plática entre susurros, casi sin prestarle atención a su alrededor. Los estudiantes de segundo año llegaban a su propio ritmo, obligados a esperar que la sala se vaciase de los de cursos diferentes, para que uno de los Guardianes fuese por ellos.

Encontraron a Pansy en los sillones usuales, hablando en voz baja con Lucian. Draco se detuvo, los observó, bufó, y masculló acerca de personas que tenían extrañas amistades, mientras Harry se esforzaba por contener la risa.

Cuando sólo quedaron ellos, el pasadizo se abrió en el lateral de la pared, y Flint se asomó desde el tramo de escaleras, la antorcha verde en su mano. Les hizo un gesto con la cabeza para que fueran detrás de él y avanzó por su cuenta, perdiéndose en las penumbras que guiaban hacia abajo. Los niños lo siguieron, Lucian cerró la marcha para sellar la entrada detrás de ellos.

Abajo, en el Salón, Hellen y Montague conversaban en voz baja, desde sillas que estaban cerca, una frente a la otra. Cuando percibieron su llegada, la muchacha calló y se enderezó, para darles las buenas noches con una leve sonrisa.

—¿Se sienten listos para la última prueba? —se puso de pie de un salto, lucía más como una niña entusiasta que como la bruja casi adulta que ya era. Por las caras expectantes del grupo, nadie tenía quejas al respecto—. Primero que nada, Lucian y yo queremos saber qué descubrieron nuestros equipos esta semana con las pistas que les dimos.

—¿Podemos empezar nosotras? —Daphne dio un paso adelante para atraer la atención hacia ella. Cuando recibió un asentimiento de Hellen y otro de Draco, sonrió y se dispuso a hablar—. Nuestra pista fue "bajo Hogwarts". ¿Sabían que hay una serie de túneles bajo el colegio? Es un sistema demasiado complicado, muchos creen que es sólo un rumor, dicen que fue construido para casos de emergencia, si había una explosión de magia o los muggles conseguían llegar al castillo y había que huir de las antorchas y la cacería. Sólo encontramos una entrada, llena de unas serpientes no muy amigables —las tres niñas se estremecieron de forma exagerada, ella se rio por lo bajo—. El resto parecía cerrado, no pudimos ir más allá. Tracey me estaba diciendo que parece un buen sitio para esconder algo.

—Interesante —Hellen tenía una sonrisa distinta, que le hizo pensar que, aunque era cierto que pensaba eso sobre los descubrimientos, estaban equivocadas en los que respectaba a la prueba—. ¿Y mis chicos qué?

Draco se irguió, levantó el mentón con ese aire altivo que le recordaba que era un heredero sangrepura, y esbozó la sonrisa encantadora que tenía prendadas a las chicas mayores. Fue más conciso, por lo que no era sorpresa que sus compañeros jadeasen o los observasen boquiabiertos después.

—Averiguamos sobre la Cámara de los Secretos —extendió los brazos, en un gesto dramático con el que solía acompañar los cuentos que se inventaba. Harry se mordió el labio para contener una sonrisa; junto a él, Pansy la disimulaba cubriéndose la boca con el dorso de la mano—, es real, tenemos una idea de dónde está. Claro que eso no se los diremos.

Justo cuando Daphne estaba por empezar a hacerles preguntas, Hellen alzó una mano para pedir que cesasen los murmullos que la declaración generó, y se adelantó al grupo, recapturando su atención por completo.

—¿Por qué no vemos lo que opina nuestro invitado de esto? —el grupo se sumió en el absoluto silencio al escucharla, cabezas se giraron, todos buscaban con la mirada a la persona que estaría por llegar.

Un leve siseo les advirtió. Draco lo codeó y señaló la dirección de la que provenía el sonido. Desde el fondo del Salón, en el pasillo por el que se accedía a los cuadros más alejados, se arrastraba una serpiente larguirucha, delgada, de escamas verdes opacas, que destellaban en plateado. Se envolvió a los pies de Hellen, después zigzagueó hacia Lucian, y se detuvo frente al grupo, enrollándose para formar un círculo, elevando sólo la cabeza, en un movimiento oscilante y lento. Hubo algunos jadeos, más de uno dio un paso hacia atrás.

Draco, notó, observaba la serpiente con ojos enormes, brillantes y curiosos, los labios entreabiertos. Le recordó a la manera en que veía al Runespoor que encontraron en la Mansión en vacaciones, sólo que podía entender el encanto de aquella; tres cabezas, pequeña, se dejaba acariciar. La que tenían al frente debía medir más de tres metros en total longitud, y parecía poco dispuesta a convertirse en una amigable mascota.

—Les presento a Roswine —Hellen hizo un gesto en dirección a la serpiente. Los niños la observaron como si se hubiese vuelto loca, por lo que sonrió—. Roswine, como la ven, es uno de los cruces más inusuales del mundo mágico; es mitad serpiente de agua, un cuarto Basilisco, sin los ojos mortales, y otro cuarto de magia pura, generada a partir de una incubadora especial y muchas, muchísimas, pociones. Sólo un gran mago podría crearla, y más aún, adiestrarla y conservarla.

—Y nuestro invitado, definitivamente, es un gran mago —le siguió Lucian, que alternaba la mirada de a ratos entre la enorme serpiente y los niños, aunque no estaba seguro de si era por temor a que les hiciese daño, a que uno se le acercase, o algo más—. Étudiant immaculé, le llamaron cuando estudiaba en Hogwarts, Slytherin de pies a cabeza, hace honor a su linaje. Por favor, puede presentarse ya —se dio la vuelta, cruzándose de brazos e intentando disimular la risa—, van a pensar que estamos locos por traerles una serpiente sin dueño. No nos haga quedar mal.

Una risa suave le contestó; Harry sólo habría sabido compararla al sonido de un arpa, que había escuchado en el programa de radio de su madre.

Cuando una de las paredes se deslizó, revelando un agujero, que servía de pasadizo hacia alguna parte que no conocían, había una figura apostada en el umbral. Era un hombre alto, de piel pálida, el cabello oscuro, lacio y peinado con una raya en un lado, le formaba débiles ondas al alcanzar los costados de las orejas. Vestía de negro de pies a cabeza, una de esas túnicas costosas a simple vista que aprendió a reconocer por los Malfoy y Parkinson, y recorrió el Salón con una pasada de ojos calculadores.

Al sonreír, lo hizo de medio lado, ligero, sin mostrar los dientes. Pronunció palabras en una lengua extraña, tendiendo un brazo. La serpiente se movió hacia él, reptando encima y acomodándose cuán larga era sobre sus hombros, enroscando lo que le restaba del cuerpo a la altura de su abdomen.

Escuchó el grito ahogado de Draco, y de pronto, sentía su mano cerrándose y tirando sin fuerza de uno de sus brazos. Harry tuvo que contener la risa por su actitud impresionable, aunque tampoco se sentía capaz de apartar la mirada de la criatura que recibía un trato dulce del sujeto.

—Buenas noches —de regreso al inglés, su voz no dejaba de ser tranquila. Él caminó hacia el frente del grupo, mientras acariciaba la parte de abajo de la mandíbula de la serpiente—, para los que no me conozcan, me llamo Tom Marvolo Riddle, trabajo como pocionista y estoy especializado en Artes Oscuras Internacionales. Eso, básicamente, quiere decir que no les gustaría molestarme.

Algunos se rieron de la broma. Junto a él, Pansy lo observaba como si acabase de encontrarse con su mayor ídolo, la expresión de Draco no era tan distinta a la que tenía cuando hablaba de su padre o escuchaba con atención una explicación de Snape. Más allá, Tracey y Daphne incluso chillaron.

—¡Es Riddle, es Riddle!

—Señor Riddle, ¿me firma un autógrafo? Madre no creería que lo conocí —Zabini puso su mejor cara de inocencia, junto al tono de niño bueno con que convencía a los maestros cuando lo necesitaba, y estuvo a nada de juntar las manos en señal de súplica, cuando vieron a Tom encogerse de hombros.

—Si te acercas a mí y a Roswine —hizo un gesto hacia la serpiente, que frotó uno de los lados de su cabeza redonda contra la mejilla de él—, te lo firmo.

Zabini empalideció. Entre los demás, se elevó un coro de murmullos, preguntas y alguna que otra risita.

Cuando atisbó un borrón de movimiento a su lado, era demasiado tarde. Pansy había corrido hacia adelante, se detuvo frente a Riddle, elevó los brazos al oír el siseo de advertencia de la serpiente, y pasó junto a ella para llegar al hombre, a quien saludó en voz baja. Tom pestañeó, arqueó una ceja, y se inclinó un poco para darle su atención, del modo en que había prometido.

Medio segundo más tarde, Draco lo soltaba y se movía hacia adelante también, más despacio, vacilante. Roswine se alzó más desde el hombro de su dueño y siseó algo que, por el tono, sonó como una especie de cumplido. La serpiente descendió y acercó su cabeza a él, sacando la lengua para probar el aire y rozarle una mejilla. Poco después, Daphne Greengrass y Theodore Nott se les unieron, pasando las manos por las escamas de la serpiente que, de hecho, parecía disfrutar la atención, y haciéndole preguntas al pocionista.

Cuando Hellen se aclaró la garganta para llamarles la atención, Tom hizo que su serpiente volviese a acomodarse sobre sus hombros y se irguió.

—Bueno, fueron más de lo que esperaba —admitió, de nuevo, con esa media sonrisa de labios sellados, y asintió hacia la muchacha—. Chicos, chicos, por favor, no tenemos toda la noche. Se supone que yo llego a Hogwarts mañana a primera hora, y antes de salir de los terrenos del castillo y fingir que nunca estuve aquí en secreto, tengo que hablarles de algunas cosas.

—El señor Riddle va a ser asistente en las clases de EXTASIS de Pociones y Defensa Contra las Artes Oscuras este año —explicó Hellen, antes de que el grupo se distrajera con cuestiones al hombre—, también dará algunas charlas a los estudiantes que van a presentar sus TIMO's, y estoy intentando convencerlo de que nos enseñe un poco en la Sala Común, en calidad de compañeros Slytherin —alzó la mano para pedir silencio cuando la reacción fue ruidosa y desordenada—, por lo que lo verán durante las próximas semanas por el castillo. No creo tener que decirles que, lo que pase aquí, aquí se queda, y no pueden mencionar que conocieron al señor Riddle antes de mañana, cuando lo presenten frente a todos los estudiantes, ¿cierto? —un coro de afirmaciones le contestaron, haciéndola sonreír—. Ahora sí, señor, dígales del reto que planeó y cuál de los equipos aventajados acertó, por favor.

—Bien, como la señorita Rosier dice, en vista de que tenía planeada esta visita a Hogwarts desde el año pasado, y por otros asuntos, se me complicó, hemos tenido tiempo suficiente para planear el reto, y se me dio a elegir qué sería. Por cuestiones sentimentales, decidí que la última prueba se daría en la Cámara Secreta —junto a Harry, Pansy ahogó un grito y se le colgó del brazo a su mejor amigo, hablándole en susurros contenidos y acelerados, que cesaron tan pronto como el hombre volvió a abrir la boca—. Lo que me resultó curioso, ya que los estuve viendo y escuchando desde mi escondite —ladeó la cabeza en dirección al pasadizo recién abierto, que nadie había visto hasta ese día—, es que ambos equipos tuvieron parte de la razón. , la Cámara de los Secretos es real, , está aquí, y , también hay un complejo sistema de túneles bajo Hogwarts, que sirven para esconder cosas. Y eso es justamente lo que les vamos a pedir que visiten.

Con un movimiento rápido y fluido, se sacó la varita de la túnica que portaba, y realizó una floritura en el aire, que invocó un vial sellado con un corcho, de un líquido verde oscuro, de aspecto pegajoso y denso. La serpiente, Roswine, se removió sobre su hombro, como si quisiera ir por este.

—Esto es una de mis pociones, es segura, pero no está y probablemente nunca esté a la venta por un par de buenas razones. Da para tres sorbos, y con cada uno, te permite dar una única y concisa orden en pársel —lo apuntó con la varita. El frasco levitó, girando, en dirección a ellos. Por reflejo, al ver que sus amigos lo observaban embelesados, Harry lo tomó—. Buen trabajo averiguando sobre lo que trataría el reto, Malfoy, Parkinson, Potter. Cuídenlo bien, porque lo van a necesitar allí donde irán.

Harry habría jurado que Pansy comenzaría a dar saltos en cualquier momento, Draco contenía el aliento.

—¿En qué consiste el último reto, señor Riddle? Explíqueles un poco mejor —lo instó la muchacha, que alternaba la mirada entre ellos y el hombre, con una sonrisa que irradiaba orgullo. Él asintió.

—Cuando me abrí paso en Hogwarts para venir esta noche, dejé algo muy importante en la Cámara Secreta, y quiero que me lo devuelvan —habló, despacio, calmado—. Este objeto es uno que reconocerán nada más verlo, si es que son verdaderos Slytherin y merecen ser Valiosos en la Casa. Pero aunque hace décadas que la Cámara, gracias a uno de mis antepasados, se ha vuelto un lugar seguro, no descarto el hecho de que pueda ocurrirle una o dos cosas...extrañas, al que se presente allí.

—El señor Riddle nos ha hecho el enorme favor de revisar la Cámara y asegurarse de que no puedan salir lastimados, ni entrando, ni ahí, ni una vez que salgan —aclaró Hellen—; sin embargo, habría sido demasiado sencillo ir, recuperar su objeto y volver, así que probablemente descubran algunos obstáculos en el camino. Ninguno de los Guardianes estará presente esta vez, pero cuenten con que tendremos un importante sistema de vigilancia puesto sobre cada uno de ustedes en el momento en que se acerquen a la Cámara. Las reglas son simples: no ser atrapados por profesores, no ser vistos por otros estudiantes, y nada de trampas.

—Ya que el señor Riddle permanecerá en el castillo hasta principios de junio, poco antes de que termine el año escolar, tienen hasta ese momento para devolverle su preciada posesión —añadió Lucian, con renovado entusiasmo—. El equipo que lo logre, automáticamente, pasará a formar parte del Salón de la Fama, sin importar los resultados que haya tenido en las primeras dos pruebas. Ah, pero se nos olvidaba —se inclinó hacia adelante, llevándose un dedo a los labios, como si fuese a contarles un secreto del que no podían hablar después—: para acceder a la Cámara por el medio tradicional, se necesita hablar pársel. Por supuesto que nuestro invitado, aquí presente, ha pensado en eso, y en alguna parte de los túneles subterráneos del colegio, habrán otro tipo de entradas disponibles en ciertos momentos del día, que será trabajo de los otros tres equipos buscar. Yo no diría que poder entrar directamente es una gran ventaja, porque una serpiente que anda por ahí me dijo que es la ruta con más obstáculos —dejó las palabras en el aire, a la vez que se encogía de hombros—. Y aquí entre nosotros, yo no quisiera tener tantos obstáculos en un reto que debo llevar a cabo sin varitas.

Sus palabras levantaron un coro de murmullos y diferentes reacciones enseguida. Lucian sonreía al cederle la palabra a su compañera.

—Sí, oyeron bien. Lo más importante de este reto es que no se pueden usar varitas, por lo que esperamos una verdadera muestra de astucia de los ganadores de este año.

—Yo les deseo suerte a todos —completó el propio Riddle, recorriendo al grupo con la mirada—, tenía tres años más que ustedes cuando entré la primera vez. Con poner un solo paso dentro a esta edad, yo diría que se merecen el respeto de gran parte de nuestra Casa. Además —torció la boca y frunció el ceño, en un gesto tan leve que resultaba casi imperceptible—, no recuerdo que mis pruebas fuesen tan complicadas cuando estudié aquí.

Hubo algunas risas, más preguntas, y por fin, Zabini se animó a acercarse por el dichoso autógrafo. Harry miró a Draco, luego a Pansy; el primero apretaba los labios para contener una sonrisa y le arrebató el frasco de las manos, dispuesto a examinarlo por su cuenta, la niña aún observaba a Riddle con ojos fascinados.

Algo le decía que la última prueba sonaba más fácil de lo que en verdad sería.


Extra

A Harry lo despertaron los débiles murmullos. Por lo general, tenía el sueño pesado, y que el dosel hubiese quedado abierto cuando se durmió, o que sus compañeros hablasen, aparentemente, no bastaba para generar alguna reacción de su parte. Esa noche no tuvo pesadillas, además, por lo que la razón de que hubiese girado sobre la cama y abierto los ojos, era más una casualidad que una cuestión planificada.

—...serpiente —decía. Una parte de su sistema, aún con la cabeza embotada y los párpados pesados, reconoció la familiar voz suave de Draco, en medio del lejano crepitar del fuego y el sonido de gotas que, a veces, procedía de todas partes y de ninguna cuando vivías en unas mazmorras bajo un lago—...serpiente...

El mundo era un oscuro borrón cuando se quejó, más para sí mismo, y tomó asiento sobre el mullido colchón. A tientas, buscó los lentes en la mesa de noche, y se los colocó sin cuidado, por lo que quedaron algo torcidos. Como bostezó al instante, ni siquiera tuvo tiempo de preocuparse por acomodarlos.

El cuarto estaba apenas iluminado por un lumos en la cama junto a la suya, que conservaba las cortinas de ese lado abiertas, como de costumbre. Más allá, la puerta del baño estaba cerrada, igual que el dosel de la cama que pertenecía a Nott, quien debía estar dormido, si era tan tarde como él creía.

Se frotó los ojos por debajo de los lentes, seguido de otro bostezo, y tardó un momento en enfocar la figura de Draco.

El niño-que-brillaba estaba sentado, de piernas cruzadas, encima de su cama. Sostenía la varita en una mano, era esta la que producía el haz de luz blanca que lo iluminaba, y frente a él, su conejo metamorfo agitaba las orejas largas para mantenerse en el aire, de ese modo tan extraño que lo hacía lucir como si volase.

—...serpiente —insistió en voz baja, trazando un contorno con la varita, ondulado; supuso que se trataba del cuerpo de uno de esos animales—. Leporis, serpiente. Ya hablamos de esto, te la mostré, son así- así —repitió, junto con ese movimiento de nuevo, pero cuando el conejo estuvo a punto de reproducirlo, tuvo algún error y retomó a su forma original, descendiendo hasta el regazo de su dueño, que bufó y le acarició la cabeza—. Rata fea, quiero una serpiente, se una serpiente. Anda. Una serpiente grande y magnífica, como la del señor Riddle.

Harry no se dio cuenta de que sonreía al oírlo, debido al tono meloso con que se lo pedía, hasta que su amigo debió percatarse de que se encontraba despierto y giró la cabeza hacia él.

—¿Qué pasa contigo, Potter? Vete a dormir, vas a estar lloriqueando mañana temprano.

—Sí —reconoció, decidiendo que era mejor no hacer comentario alguno sobre lo que acababa de escuchar, y se recostó de nuevo, mirando hacia la cama de Draco—, tú también deberías dormir.

—No me digas qué hacer —espetó, pero también se acostó, cubriéndose con las cobijas, y se puso de costado, para ver hacia él. Estaban observándose desde las orillas de ambas camas, alrededor de un metro de distancia apenas separándolos.

Harry no pudo evitarlo, aun cuando se suponía que sí lo haría.

—¿Una serpiente? ¿En serio?

Draco bufó e hizo el ademán de arrojarle una almohada, a lo que él respondió riéndose y rodando, hasta caerse de la cama. Gimoteó por el golpe, su amigo aprovechó de darle varias veces con un cojín mientras estaba en el suelo, él lo jaló, y de algún modo, terminaron los dos cayéndose con un ruido sordo y gritos ahogados. No se detuvieron hasta que escucharon el arrastre de telas. Nott se asomó desde un costado de su dosel, preguntándoles si estaban peleándose de nuevo; respondieron que no al unísono, regresaron a sus camas, y se hicieron muecas desde los diferentes colchones, compitiendo por quién contenía mejor la risa y quién hacía al otro reírse primero, hasta que se durmieron.

 

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