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Luz de luna por BocaDeSerpiente

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Capítulo treinta y nueve: De cuando Ron es un (doblemente) idiota y hay conversaciones incómodas de por medio

—¿...estás segura de que es por aquí?

—Completamente, Harry.

—¿Pero qué haría Draco por aquí, a esta hora?

Ella se encogió de hombros. Harry continuó caminando detrás de su amiga, por un pasillo que se desviaba de las áreas que solían ser ocupadas en el castillo. Hermione les prometió guardarles puestos para la Primera Prueba del Torneo de los Tres Magos, pero incluso si tenían la seguridad de que no quedarían hasta el final, donde ya no pudiesen ver absolutamente nada, iban tarde para encontrarse con ella.

Pansy, por supuesto, sabía dónde estaba Draco, así que abría la marcha, doblando en las esquinas y dando vistazos alrededor. No se asomaba en las aulas, ni lo llamaba, por lo que supuso que tenía una idea mucho más clara de lo que podía imaginar acerca de dónde se había metido. Todavía no sabía cómo es que lo hacía, y estaba preguntándoselo internamente, cuando la muchacha tocó una puerta que no tenía nada en particular, abrió, y le indicó que se pusiese bajo el umbral con ella. Podía escuchar las respiraciones pesadas del otro lado, un sonido de arrastre, un golpe contra el suelo.

Dio un brinco cuando vio a Draco caer al piso. Él rodó sobre su estómago, se cubrió la cabeza para esquivar un rayo rojo que le pasaba por encima, y golpeó el suelo con la varita. No supo qué hechizo utilizó, pero la superficie se cubrió de una capa resbaladiza y clara, similar al hielo.

—Buen truco —Jacint se rio por lo bajo. Los pies se le deslizaban por sí solos, resbalándose sobre el nuevo suelo conjurado, pero se mantenía recargado en una mesa pegada a la pared, y apuntaba a Draco con la varita, en la otra mano.

—¡Oye, déjalo!

Incluso Pansy, junto a él, lo observó con extrañeza. Jacint se echó a reír. Draco se apoyó en los codos para levantar la cabeza y giró hacia él, como si no supiese qué hacía ahí.

En cuestión de un parpadeo, Draco colgaba cabeza abajo de la nada y maniobraba en el aire para mantener la varita entre las manos, en vano. La pieza de madera cayó con un tintineo, y él se retorció entre quejidos.

—No te distraigas —el mago llevó a cabo una floritura, que regresó el suelo a la normalidad, y caminó hasta posicionarse frente al adolescente, a quien le pinchó la mejilla con la punta de la varita—. Bum, muerto. Soltaste tu varita.

—Se me resbaló —siseó él, con el ceño fruncido, y se sacudió en el agarre invisible que lo tenía colgado—, me hiciste trampa. No te hubiese dejado usar el levicorpus si Potter no hubiese gritado.

Jacint le pellizcó la nariz, arrancándole un quejido.

—¿Y si Harry grita en una situación real? ¿Ahí también te va a distraer? —sacudió la cabeza. El hechizo comenzó a bajar a Draco, dándole la vuelta para depositarlo de pie en el suelo.

—Sólo me sorprendí —espetó, estirándose para tomar su varita. Jacint negó y alzó el brazo, dejándola fuera de su alcance.

—Pues no te sorprendas, Dracolín.

Después dejó caer la pieza. Draco la atrapó en el aire, con un bufido poco digno y una maldición entre dientes.

Harry todavía tenía el ceño fruncido y los puños apretados cuando Jacint se dirigió a ellos.

—Oh, vamos, no hay necesidad de mirarme así. Practicábamos, no le hice nada. Dracolín, ven y dile a Harry que no me vaya a maldecir cuando le dé la espal...

Al parecer, no era él de quien tenía que preocuparse.

—¡Desmayo! ¡Impedimenta! ¡Expelliarmus! —tenía la voz ahogada por la falta de aliento cuando realizó un encantamiento tras otro, en tres movimientos tan rápidos que casi podían contar como uno solo, hacia la espalda del mago.

El primero golpeó una mesa cuando Jacint se apartó de un salto, el segundo fue anulado por un protego. El tercero, desviado, se llevó la varita de Pansy, que ahogó un grito y la atrapó en el aire, antes de que fuese con Draco.

Ya habíamos terminado —Jacint lo señaló de forma acusatoria con la varita.

—¿Y si ya hubieses terminado en una situación real? —lo imitó, doblándose desde el abdomen y recargándose en sus rodillas, cuando el agotamiento lo venció.

Levicorpus.

Draco emitió un sonido de indignación al ser puesto de cabeza, de nuevo. El contrahechizo demoró una milésima de segundo más de lo que debía y no surtió efecto, pero al menos, en esa ocasión, quedó con la varita entre los dedos.

—A mí no me atacas por la espalda, Draco Lucius Malfoy.

—A mí no me atacas por la espalda...—imitó, con una voz chillona que claramente no le pertenecía al hombre, que sólo se limitó a sacudir la cabeza cuando le exigió que lo bajase de una vez.

Pansy estaba de camino a ir a ayudarlo, cuando Draco alzó la voz, agitó la varita, y el levicorpus cedió ante un contrahechizo improvisado. Cayó con otro ruido sordo y un quejido más real.

Harry, al pasarle por un lado al mago, chocó uno de sus hombros contra su brazo —porque, maldita sea, no llegaba a su altura—, y le dirigió una mirada desagradable. Se paró junto a Pansy, que se había agachado a un lado de su mejor amigo.

Draco, después de protestar, se quedó tendido boca arriba un momento. Estaba cubierto de una capa de sudor, como pocas veces le había visto, que le pegaba el cabello a la frente, las mejillas ruborizadas por el esfuerzo, e intentaba respirar por la boca.

—Estoy muriendo —gimoteó, de forma exagerada, llevándose una mano a los ojos para taparlos de la luz que se colaba por la ventana—, me estoy muriendo, me muero. Pans, si este- si este es mi último día, quiero que sepas, que el metro de seda que se te perdió...

—¿Qué hay con el metro de seda que se me perdió? —ella se cruzó de brazos. Draco lo señaló, haciendo que se sobresaltase.

—Está bajo la cama de Potter. Y tiene patitas de barro de Leporis encima.

—¿Que bajo mi cama qué?

El chico sonrió a medias y se volvió a cubrir los ojos, ahora con el antebrazo. Pansy le dirigió una mirada inquisitiva, por la que se encogió de hombros.

—Yo no sabía nada —juró. Luego de unos segundos de escrutinio, debió decidir que era sincero.

Pansy le ofreció un pañuelo blanco, de aspecto suave y con bordado, a su mejor amigo, que tomó asiento con un suspiro pesado y se empezó a limpiar la cara.

—Bueno —musitó, con lo que habría jurado era una mirada hacia él, pero como giró la cabeza de inmediato, no podía estar seguro—, no estoy en mi mejor momento para que me vean así.

Ella rodó los ojos y le recordó que iban a ir a ver la Primera Prueba. Draco permaneció más concentrado en echarse el cabello hacia atrás, para que dejase de humedecerse con el sudor, hasta que escuchó la palabra "dragones". Habría jurado que sus ojos comenzaron a brillar cuando se puso de pie, rápido, y quejándose de un dolor en la espalda.

—Necesito un segundo —Draco les hizo un gesto vago para pedir que se adelantasen y fue a reclamar a Jacint por los "daños".

—A ver, deja el drama —Jacint resopló, se posicionó detrás de Draco, varita en vano, y le alzó la camiseta desde atrás, para quitarle el dolor y la posibilidad de moretones con unos encantamientos simples. Hubo algo en esa imagen que no le gustó a Harry.

Percibió el momento en que Pansy le sujetó el brazo y lo sacudió sin fuerza.

—¿Estás bien? —susurró, dedicándole una mirada que no habría sabido descifrar. Él resopló, en un intento de que la sensación extraña que tenía, se calmase. No funcionó.

—Sí, claro.

Ella deslizó un brazo por debajo del suyo y lo guio hacia la salida de la sala. Harry dio un último vistazo por encima del hombro, encontrándose a Draco dándole un manotazo a Jacint, para que no lo fuese a abrazar. Después le sacaba la lengua y echaba a correr hacia ellos, sin dejarle tiempo a reaccionar. Lo escuchó reírse.

—¡Anda, no te molestes! ¡A muchas chicas les gustan los magos que entrenan en duelos! ¡Y a algunos chicos también!

Draco se detuvo bajo el umbral, con un repentino acceso de tos, que le enrojeció el rostro a niveles sorprendentes. Al contrario de lo que era usual, Pansy se cubrió la boca con el dorso de la mano al empezar a reírse, en lugar de ayudarlo, así que le tocó a Harry darle palmadas en la espalda, intentando no golpear la zona recién lastimada.

—¿Te sientes mal? —preguntó en voz baja; él rehuía de su mirada, moviendo el rostro hacia un lado. Negó varias veces, de forma distraída.

—Sólo- vamos a ver el Torneo…

—Pero si te sientes mal...

—No es nada —se quejó en un susurro, colocándole la mano en el pecho para apartarlo sin empujar y sin hacer fuerza en realidad—, vamos. Quiero ver a los dragones, ¿sí?

Harry asintió. En el trayecto hacia el espacio que organizaron para la Primera Prueba, Pansy se enganchó a un brazo de cada uno, y caminó un paso por delante, llevándolos en medio de una charla casi unilateral, porque les contaba sobre uno de esos sucesos extraños que tenían lugar en el dormitorio de chicas de Slytherin, y no necesitaba que le diesen ningún tipo de respuesta para continuar.

Les mencionaba algo sobre una fiesta, que no pudieron interpretar muy bien, porque llegaron por fin a la arena. Los estudiantes ya se reunían en las gradas y el director del colegio anfitrión llamaba al silencio con un encantamiento para amplificar la voz, de modo que sus palabras pudiesen alcanzarlos a todos.

Pansy los soltó cuando localizó a Hermione, se les adelantó, y se sentó a un lado de ella. Notó que Ron ya estaba ahí, del otro lado de la muchacha, y arqueó las cejas en cuanto se acercó lo suficiente para que lo viese; era curioso, porque se suponía que Ron no la soportaba, pero supuso que muchas cosas cambiaban en poco tiempo. Le restó importancia y dejó que Draco lo llevase, sosteniéndolo de la muñeca, hasta el otro extremo de los bancos, donde quedaban dos puestos más.

—¿Quieren cambiar? —inquirió Hermione, después de que, en una breve y rápida actualización, Pansy le hubiese contado por qué tardaron.

Harry no supo a qué se debía la pregunta, hasta que se percató de que los puestos no eran lineales, sino que uno estaba un nivel por encima del otro. Se encogió de hombros y ocupó el de atrás, porque, de todos modos, si iba arriba, podría ver sin problemas sobre Draco, que le hizo un gesto a su mejor amiga, negó, y se sentó adelante de él, con un bufido.

Dumbledore estaba explicando la prueba cuando percibió la tensión de Draco, que se inclinó hacia Pansy y le murmuró que nadie les había dicho que fuesen a usar los "pobres huevos de dragón", en sus propias palabras.

Si alguien le hubiese preguntado a Harry, más tarde, cómo fue la Prueba, diría que fue una muestra espectacular y que eran muy valientes por haberlo hecho así. Puede que hubiese sido cierto, él no tenía idea.

Apenas prestó atención. De hecho, se olvidó de que se suponía que tenía que hacerlo —porque, para eso, en primer lugar, era que estaban ahí—, en cuanto Fleur salió, y Draco, más relajado, se recostó hacia atrás.

Golpeó una de sus piernas con la espalda, a causa de la falta de espacio, se quejó por lo bajo, lo empujó desde la rodilla, y lo siguiente que sabría es que una cabeza rubia se había hecho un espacio entre sus piernas, tenía la espalda recostada contra el muro que separaba ambos puestos, y se recargó en él. Supuso que era un acto inconsciente, porque fue justo del lado en que estaba Pansy, y este continuaba hablándole a medida que transcurrían las pruebas.

Vio a Draco aplaudir por la actuación de Fleur, indignarse por la de Krum, quejándose por minutos enteros, entre las pausas, con ambas chicas, sobre cómo era posible que no lo descalificasen por romper el huevo de la dragona. Estaba cruzado de brazos cuando Cedric pasó.

Harry no creía haber sentido un mayor ardor en la cara y orejas, que en el momento en que, cómodamente y ajeno a él, Draco recargó un brazo sobre su muslo, flexionó el codo, y puso la mejilla en su palma, desde donde quedaba a menor distancia de su mejor amiga, con quien todavía intercambiaba susurros. De haber estado más atento, tal vez, se habría dado cuenta de que Pansy le dirigía miradas extrañas de vez en cuando, o de que Ron lo llamó dos veces, sin obtener su atención, y al preguntarle a Hermione qué lo tenía tan abstraído, la chica se limitaba a reír y encogerse de hombros.

Cuando salieron de la arena, se movían en grupo, y Harry se negó a reconocer que ni siquiera estaba seguro de quién había ganado.

Se sintió estúpido.

Pero era un estúpido que, por alguna razón, estaba feliz. Tal vez demasiado feliz.

0—

—...así que...

—...un baile...

—¿...de Yule?

Harry intercambió una mirada con Draco, que tenía una expresión de que acababa de perderse de algo importante. Volvieron las cabezas hacia una sonriente Pansy de inmediato.

Snape lo había anunciado en la Sala Común de Slytherin, después de hacer un comunicado a los Prefectos de que los quería reunidos allí antes de la hora de la cena. Fue conciso al decir que no lo molestaran con tonterías como pedir clases de baile, que si alguno hacía el ridículo, ni siquiera intentara acercarse a él luego, o en suponer que iba a ayudarlo a deshacerse de su vergüenza, y sobre todo, que tenían que comportarse como Slytherin, y no enloquecer por un tonto acto social.

Pero nada más salir de la sala, las chicas comenzaron a juntarse en grupos pequeños, y los chicos, algunos más desorientados que otros, se hicieron bromas al respecto.

—...oigan, oigan —llamaba Blaise, al resto de los de cuarto, en un obvio intento por contener la risa—, si Malfoy se viste de chica otra vez, yo lo pido como pareja.

Pansy se echó a reír, igual que las Greengrass. Draco le dirigió una mirada desagradable. Harry quiso lanzarle una bludger, pero se contentó con hacer lo mismo que su amigo. Creyó ver que Blaise alzaba una ceja en su dirección y luego sonreía, pero fue demasiado rápido en volver el rostro, y no pudo estar seguro de que hubiese sido así.

—...pero es un chico...—decía Crabbe, con una expresión de concentración casi dolorosa, al intentar comprender a su compañero, que rodó los ojos.

—Es más bonita que Millicent —la aludida le arrojó un cojín, que Blaise esquivó por pura suerte—. Chicos, hablando en serio, ¿quién invita a Milli? No podemos dejar que una Slytherin vaya sola, sería como una desgracia para la Casa, ¿saben? Es...

—Invítala tú —Nott se encogió de hombros. Le habló con suavidad, pero bastó para hacerse oír.

La expresión de Zabini se contrajo en algo que no habría sabido descubrir, pero le recordó a cuando alguien tiene una pesadilla, y Millicent le lanzó un hechizo que, esa vez, no logró esquivar. La mitad de los estudiantes presentes vieron a Blaise caerse por la maldición de las piernas de gelatina, y todos se burlaron. La única que se puso de pie para ayudarlo fue Pansy, que se reía por lo bajo y le decía que no podía ser de esa forma con las chicas, si no quería ser atacado así.

Harry giró la cabeza cuando oyó un débil "hm", hacia Draco, que continuaba a su lado, medio recargado en el reposabrazos que él ocupaba. Tenía los ojos fijos en la escena de Pansy y el otro chico.

—Potter —le puso una mano en el hombro, inclinándose hacia él. Tuvo que hacer un esfuerzo por no removerse ante los repentinos cosquilleos, y contuvo el aire, como se le iba haciendo cada vez más común con ese tipo de situaciones—, vamos a hacer que esos dos vayan al baile juntos.

Él frunció un poco el ceño, vio a Pansy batallar, ahora junto Tracey, por poner de pie al chico, y luego volvió a fijarse en Draco.

—¿Le vas a decir que le gusta a Pans?

—¿Qué? —se echó hacia atrás de golpe, dirigiéndole tal mirada de horror, que habría creído que, de pronto, se transformaba en su boggart, para que lo viese así— ¿qué pasa contigo? No, eso no se dice, uno- uno no va y delata a un amigo con algo así...—empezó a sacudir la cabeza, como si no pudiese entender su reacción en lo más mínimo. Él pensó que no era para tanto.

—¿Entonces?

Draco sonrió de lado y se llevó el índice a la sien, con leves toques.

—Usaremos la cabeza, Potter —se rio y le guiñó.

Tampoco admitiría que el corazón se le saltó un latido cuando lo hizo.

0—

Al día siguiente, por la tarde, comprendió lo que era "usar la cabeza", de acuerdo a Draco, cuando se encontró en uno de los sillones que rodeaban la chimenea, con el chico a un lado, y las hermanas Greengrass al frente, en un sofá de dos plazas, y con aspecto de estar muy satisfechas con la situación.

"Deja que me ocupe" le había dicho, así que él confió y lo dejó hacer lo que fuese que tenía en mente que, conociéndolo, era mejor no saberlo hasta después de haber visto los resultados inmediatos. Por el bien de ambos.

—...no es más que un simple favor, ¿saben? Como amigos que somos —Draco ladeó la cabeza, con esa sonrisa encantadora que era toda educación y práctica sangrepura, e hizo que las hermanas riesen entre dientes. Daphne fue la que sacudió la cabeza.

—Déjame ver si entendí —pidió, haciendo girar el índice, como si fuese a rebobinar una cinta imaginaria—. Tori y yo mantenemos a todas las chicas del curso lejos de Blaise, para que el pobre no tenga cita para el baile, ¿bien?

—Sí, exacto —Draco asintió.

—Eso es un poco cruel —comentó la pequeña Astoria, con fingida confusión.

—No, porque mientras ustedes alejan a las que deben ser alejadas —gesticuló con las manos—, la chica con la que debe salir, va a tener una oportunidad perfecta, el camino completo despejado.

—¿Y qué chica será esa? —cuestionó Daphne, inclinándose hacia adelante, con aire conspirador. Draco la imitó. Aún sonreía, cuando le dijo:

—Eso no es asunto suyo, porque hagan lo que hagan al resto de las chicas, a ella no le afectará y tendrá la pareja que se merece para el baile.

—Y así, espantamos a todas y no nos enteramos de tu chica misteriosa hasta el baile —ella asintió, echándose hacia atrás—. Astuto, Draco, muy astuto. ¿Qué tenemos nosotras a cambio? —con un gesto, las abarcó a ambas. Junto a ella, Astoria asintió, casi con gesto de disculpa porque tuviesen que exigir algo.

—¿Qué es lo que quieren, por este pequeño y sencillo favor?

—De pequeño y sencillo nada, que vamos a tener que hablar con todas las chicas de cuarto, y de tercero, por si acaso —Daphne arrugó la nariz por un instante—; eso no se logra en un día.

—Seguro que las dos pueden hacerlo mejor y más rápido que nadie.

—Adulación. Intenta adularnos, Tori, ¿viste? —sacudió la cabeza con una sonrisa, codeando a su hermana, que se rio por lo bajo.

—Es la verdad —Draco también se reclinó contra el respaldar del asiento, sin despegar la mirada de ambas—. Nadie hace las cosas tan bien como las Greengrass, mi madre siempre me lo dijo. Es una de estas cosas con todo sangrepura decente sabe…

Daphne lo apuntó con el índice, como si fuese a reprenderlo, pero tenía una sonrisa que la traicionaba.

—Oh, bien —ella suspiró—. Ve al baile con Tori y consígueme una pareja de quinto o sexto, y nosotras te hacemos este favor. Justo, ¿no crees?

—Aunque me encantaría ir al baile con Astoria —inclinó la cabeza en su dirección, en un gesto caballeroso que nunca le había visto usar, pero que hacía parecer que sostendría su mano de pronto y le besaría el dorso—, le prometí a Pans que esperaría, por si acaso no conseguimos parejas decentes para ir. Ya saben, previsiones. No la puedo traicionar.

¿Qué? ¿No se supone que hacían aquello para ella? Harry lo observó con el ceño fruncido, sin entender.

—Claro, claro, los amigos primero —Daphne asintió, palmeando el hombro de su hermana, aunque no dejaba de mirar a Draco, como si tuviese una idea de que aquello no terminaba de encajar por completo. Luego volvió a sonreír—. Entonces quiero que mi pareja sea Harry.

Le llevó un momento procesar las palabras, además del hecho de que la muchacha lo veía directamente al decirlo. Él parpadeó. Estaba empezando a negar, azotado por una sensación de pánico y de que algo estaba mal con esa idea, cuando Draco se le adelantó.

—Sí, la cosa aquí…es que soy yo quien está negociando esto —explicó, con un fingido gesto de disculpas, que la hizo arquear una ceja—. Te podría conseguir cualquier otro chico Slytherin, menos a Potter.

—¿Por qué a él no?

—Porque me importa más que vaya con quien quiera que hacer un trato —replicó, tranquilo. Daphne pareció considerarlo.

—¿No querrías ir conmigo? —le preguntó, sin disimulo alguno, con un puchero incluido.

Harry la vio boquiabierto, luego a Draco, como si esperase que le dijese qué se hacía cuando una chica te invitaba a lo que fuese. Descubrió, de inmediato, que este lo observaba, a su vez. Como si aguardase la respuesta.

Alternó la mirada entre ambos, balbuceó, y al no ser capaz de formular ninguna palabra, sacudió la cabeza en señal de negativa, arrancándole un leve quejido a la chica.

—Oh, bueno, piénsalo los siguientes días igual —le restó importancia con un gesto, y volvió a dirigirse a Draco—. No te vas a salvar, querido; ayúdale a Tori a acercarse a un Ravenclaw que sea lindo, tú sabrás cuál lo es, ¿no? —añadió, con un tono sugestivo y un guiño—. Yo esperaré unos días, tal vez vaya con Montague, un Slytherin mayor trae muchos beneficios en estas cosas. Y a él lo puedo conseguir yo sola, no es un tipo complicado. Sólo tengo que aguantar sus idioteces un rato…y sabe bailar, es un punto a su favor.

—O con Nott —fuese lo que fuese la indirecta que acababa de recibir, Draco ya no sonreía, pero se mantenía sereno, y no, no era la máscara de indiferencia Malfoy; la reconocería.

Daphne lo consideró un momento, antes de dar un par de asentimientos.

—Theo es lindo —confirmó, en voz baja, como si la admisión supusiese un problema de modales en su esquema de dama sangrepura—, sí, podría ser. Si le dejas caer la idea, sutilmente, haré este favor con mucho gusto para ti.

Draco le prometió hacerlo, estrechó la mano de cada una, y un instante más tarde, Harry era arrastrado por el brazo, camino al dormitorio de varones, lejos de la vista y los murmullos de la conversación de Daphne.

—...sabía que le gustabas, pero no se me ocurrió que podría...bueno, es lógico, es lo que yo hubiese hecho en su lugar, menos mal que tenía lo de los "amigos" pensado. Daphne es débil ante ese concepto...pero si no hubiese sido por eso...—mascullaba. Harry lo miraba, todavía sin comprender, cuando entraron al cuarto y cerraron la puerta tras de sí.

Draco se acercó al dosel de la cama de Nott, lo llamó, se asomó por una orilla, luego susurró algo sobre que debía seguir en la biblioteca y se sentó en su propia cama, a contemplar el ventanal que daba al Lago Negro, con el ceño fruncido. Harry aguardó un momento, luego caminó hacia él y se sentó a un lado.

—¿Qué fue todo eso? —preguntó, aturdido. El muchacho lo vio de reojo y, probablemente, al percatarse de que en realidad no tenía ni la más mínima idea de lo que pasó, soltó un bufido de risa.

—Tú no te das cuenta de nada, ¿cierto?

Harry se cruzó de brazos e intentó repasar los hechos en su cabeza, la conversación, el comportamiento. Lo único en lo que pudo pensar fue en la mirada de Daphne cuando dijo que Draco sabría cuáles chicos eran lindos.

—¿De qué debería darme cuenta ahora? —cuestionó, al fin, cuando se resignó a que no sabía lo que sea que estuviese dentro de la cabeza calculadora de su compañero, que esbozó una sonrisa suave, que lo atontó un instante.

Lucía más relajado que en la Sala Común. ¿Aliviado? ¿Por qué Draco tendría que estar aliviado?

Harry se sentía en otro mundo.

—Tú le gustas —soltó otro bufido de risa y negó—. Le gustas a Daphne Greengrass desde hace meses.

Podía sentir que la mandíbula se le iba a desencajar.

—¿Yo...qué? —atinó a balbucear, más perdido que nunca, y Draco se echó a reír, como si en verdad fuese hilarante que no entendiese. Él le frunció el ceño, para que se tomase el asunto más en serio.

—Es que ni siquiera...oh, pobre —volvió a reírse. No sonaba a que lo lamentase—, no te das cuenta y ella lo ha intentado. Ojalá lo supiese, para que deje de hacerlo.

—Pero...no he notado que haga nada...

Draco sólo sacudió la cabeza y le dejó un rato para procesarlo.

Así que le gustaba a una chica. Oh, le gustaba. Él le gustaba a alguien.

De pronto, no comprendía por qué era un asunto que causaba tanta conmoción entre los chicos de su edad. No estaba contento.

Se sentía halagado, avergonzado, sí. Quería reírse, porque la idea de que le gustase, no, ¿es que por qué le gustaría? No le veía sentido, se llevaban bien, sólo eso.

—¿Vas a pensar en ir con ella al baile, ahora que sabes que le gustas? —la voz de Draco lo sacó de sus cavilaciones. Estaba echado hacia atrás, con las palmas presionadas en el colchón y recargaba su peso en los brazos.

Harry parpadeó. Luego comprendió.

—Oh —exhaló, ¿debería? ¿Era eso lo que se hacía cuando alguien gustaba de ti? ¿Así funcionaba? ¿Irían al baile, saldrían, se casarían al salir de Hogwarts? Frunció el ceño. No, no quería eso—. No, no —negó varias veces, más convencido de que no era para él conforme lo decía.

Draco asintió.

—¿Y con quién piensas ir? —agregó, sorprendiéndolo todavía más. Apenas llevaba un día la noticia rondando por el colegio, ¿debería saberlo? ¿Tendría que haber pensado en alguien? ¿Se suponía que lo sabría apenas escuchase la palabra "baile"?

Soltó un suspiro pesado y apoyó las manos en el colchón, imitando, de forma inconsciente, la posición del otro.

—No me emociona ir —confesó, seguido de un encogimiento de hombros—, es un baile, y yo no sé bailar. Iré con Ron y comeremos, supongo, y cualquier otro que se quede sin pareja, ocuparemos una mesa para los que estén solos —se rio de sí mismo. Draco le dirigía una mirada extraña, que lo inundaba de una sensación hormigueante y cálida, un poco nerviosa.

—Podrías conseguir a alguien, si quieres, sólo tienes que preguntarle —le restó importancia con un gesto. Harry se lo pensó mejor, después negó, con una sonrisa avergonzada.

—Con quien vaya, terminaría pisándola cuando bailemos, ¿te acuerdas de cómo lo hice la última vez?

—Tal vez no le importe eso —fue el turno de Draco de encogerse de hombros. Se percató, confundido, de que rehuía de su mirada—. Y yo podría enseñarte, no tiene nada de difícil, ya verás, aprendí muy pequeño. Necesitas práctica, es todo.

Él se mordió el labio inferior un momento, e intentó hacerse una idea de lo que sería ir al baile, divertirse. Nunca había ido a algo así, ni siquiera estaba seguro de cómo ponerse la túnica de gala que su madre metió en el baúl por él. ¿No sería demasiado?

Con un resoplido, se encogió de hombros.

—¿Tú con quién vas a ir? —mencionó luego, cuando se le pasó por la cabeza la interesante resolución de que, si él tenía que conseguir pareja, los demás también. Y eso incluía a Draco.

Imaginarse a Draco con una pareja de baile era raro, pero no imposible. Su escena mental era con Pansy. Ya los había visto bailar, se reían y hablaban entre ellos, era lindo verlos porque sus dos amigos disfrutaban.

Pero luego imaginó que bailaba con alguien más, una chica que no conocía, una que no era su amiga.

Y por alguna razón, ya no le agradó tanto la idea.

Para su sorpresa, él también se encogió de hombros.

—Normalmente, iría con Pans —admitió, como se imaginaba, y se sintió ridículamente contento de conocerlo así de bien—, pero si ella puede ir con el chico que le gusta, prefiero que lo haga.

Harry asintió, comprensivo. Pansy estaría contenta si bailaba con Zabini. Le gustaba verla contenta. El razonamiento era sencillo.

—¿Y no hay nadie más con quién puedas ir? —curioseó, ganándose un bufido de Draco.

Podría ir con un montón de gente, Potter —cuando le dirigió una mirada sorprendida, él le dio un almohazado sin fuerza, que apenas lo rozó—. ¿Estás dudando de que pueda conseguir una cita? —estrechó los ojos, pretendiendo lucir amenazador.

Entonces se dio cuenta de que, quizás, era ofensivo lo que acababa de insinuar. No sabía cómo funcionaba todo ese protocolo de los bailes.

—No quise decir eso —aclaró, en un susurro. Lo observó rodar los ojos.

—No, claro que no —negó, enderezándose, y frotándose la nuca, en un gesto nervioso que creía que nunca le había visto. Lo añadió a su registro imaginario, que aún conservaba desde tiempos remotos—. No sé, lo pensaré. Además de Pans, no le tengo mucha confianza a otra chica de mi edad. No, no iré con Granger —dijo, antes de que él pudiese mencionarla.

Harry se aguantó la risa al imaginarlo yendo al baile con una 'sangresucia'. Tal vez su comportamiento tenía unas mejoras en torno a la chica, pero no era para llegar a ese límite.

—O quizás pueda ir con un chico —dejó caer, cuando se quedaron en silencio. Harry levantó la mirada hacia él, esperando que se echase a reír o le dijese que bromeaba. Ninguna de esas cosas pasó.

Harry también se enderezó, impulsado por una sensación que se le instaló en el pecho y le desagradaba, porque pesaba, lo incomodaba.

—No puedes ir al baile con un chico —soltó, sin pensar, y sólo después cayó en cuenta de que no tenía idea de si era cierto o no—, ¿o sí?

Draco se encogió de hombros.

—¿Por qué no? ¿Tienes algo en contra de eso? —arqueó las cejas. Harry elevó ambos brazos y comenzó a negar, sin palabras—. Los sangrepura a veces salen con personas del mismo género, no tiene nada de raro.

Un chico sangrepura. Draco podía salir con un chico.

De repente, sentía la boca seca.

—¿Quieres salir con Ron? —preguntó, en tono aún más bajo, inclinándose hacia adelante.

Él se echó hacia atrás tan rápida y bruscamente, que se golpeó la espalda contra el cabezal de la cama, y emitió un claro sonido de disgusto, lanzándole una patada sin fuerza en la pierna.

—¿Qué? —cuestionó, en un susurro contenido.

—Bueno, Ron es un chico, sangrepura...—enumeró, no muy seguro de que fuese una buena idea continuar por aquella rama—. El único con el que te llevas más o menos bien, que yo sepa.

—Me llevo bien con Zabini —aclaró, incrédulo.

—Que irá con Pansy.

—También me llevo bien con Nott —apuntó a la cama libre. Harry frunció el ceño.

—¿Quieres ir al baile con Nott? —estaba un poco enojado con Theo ahora. ¿Qué pasaba? Su compañero ni siquiera estaba en el cuarto, no tendría que sentirse así.

—No —Draco se apretó el puente de la nariz y soltó el aire, despacio, en una exhalación por la boca—, Merlín, no. Nott me agrada, no para salir con él, me agrada como compañero de cuarto, que es lo que es.

Harry asintió un par de veces, como si intentase procesar la información. Aquella era una de las pláticas más extrañas que tuvo en su vida.

—¿Quién te agrada como para salir con él?

Draco parpadeó, como si no se esperase la pregunta. Le dedicó una mirada larga, concienzuda, de ojos muy brillantes y muy, muy grises. Luego sacudió la cabeza, lento.

—No es- no hay...—se calló. Creyó notar que tragaba en seco, antes de apartar la mirada—. No pienso tener esta conversación ahora —musitó, entre dientes.

En un parpadeo, Draco estaba de pie, se cambiaba los zapatos con movimientos practicados y tranquilos, y le avisaba que iría a acompañar a Pansy a la biblioteca.

Harry se quedó solo, la puerta se cerró con suavidad detrás de él cuando abandonó el cuarto.

Se preguntó cuál sería la conversación que Draco no quería tener.

0—

—...bueno, es que, ya sabes, tú...eres una chica...

—Qué observador, Ron.

Harry quería golpearse la frente con la palma abierta. O golpear la de su mejor amigo. O golpearse a sí mismo después de golpearlo a él, porque aquello no salía nada bien; aunque lo miraba con los ojos muy abiertos, en una clara advertencia, y Pansy, al otro lado de la muchacha, hacía señas trazando una línea horizontal en su cuello con la mano, para que cortase y se detuviese, Ron no lo hizo.

—Es que, si para un chico, ir solo es triste, para una chica...debe ser deprimente.

No fue una sorpresa que Hermione usase uno de los libros que tenía, en una pila en la mesa, para golpearle el brazo.

—Créanlo o no —siseó, con una mirada desagradable a los tres chicos de la mesa—, alguien me invitó —se fue como un vendaval, un borrón de movimiento, de túnicas y cabello crespo, a dejar el libro de vuelta en un estante, y después regresó con la misma fiereza, inclinándose sobre la mesa—, y le dije que .

Y se fue de la biblioteca, sin dar ni un vistazo hacia atrás.

Harry le palmeó la espalda a un aturdido Ron, que parecía no explicarse cómo es que el brillante plan no tuvo los resultados que esperaba.

—Amigo, eso fue tonto —susurró, porque incluso él, que no sabía nada de citas y chicas, sabía la terrible idea que era haberlo dicho de ese modo.

—Más que tonto —Pansy, que nunca sonaba enojada, tenía el ceño fruncido y recogía los libros a toda prisa, sin mirar a ninguno de ellos—, dañaste a Hers, fuiste un insensible. Prácticamente dijiste que nunca la has visto como una chica, eres...agh, hombres —con una sacudida de cabeza, también se fue, cargada de libros.

Los tres la vieron parir, con distintos grados de aturdimiento. El siguiente en comenzar a recoger fue Draco, que con calma, enrolló el pergamino en que escribía unos símbolos y lo guardó en su maletín, procediendo después con el bote de tinta, pluma y un libro.

—¿Cómo es que te ofendí a ti también? —Ron no paraba de parpadear a la nada, como si hubiese más movimiento y reacciones de lo que podía tolerar. Draco suspiró.

—Aunque estoy de acuerdo con las dos, no me ofendiste a mí —aclaró, despacio—, pero ofendiste a Granger y, con ella, a mi mejor amiga. Y el código dicta que, si Pans está molesta contigo, yo debería estar en cualquier lugar, excepto sentado en la misma mesa que tú, la próxima vez que me vea...

—¿Qué código? No es para tanto —Ron se cruzó de brazos, aunque vacilante.

—El código sangrepura de amistad —replicó, en un tono tan solemne que era imposible dictar si se trataba de una broma o no. Incluso Harry le frunció el ceño en esa ocasión, lo que sólo consiguió que él se encogiese de hombros—. Weasley, le dijiste que no es una chica, la tomaste como tu último recurso, dudaste de su atractivo —él negó, como si ni siquiera fuese capaz de continuar enumerando.

—¿Atractivo? ¿Qué? ¿Último recurso?

—Nunca debes dar por hecho que no hay, al menos, una persona detrás de la chica que te gusta —lo apuntó con el índice, como si se tratase de una obviedad que él debía conocer, y fuese absurdo que no lo hiciese. Ahora Ron lo observaba con los ojos entrecerrados, del modo en que, a veces, veía el pizarrón o a algunos de los profesores en las clases que compartían.

—Hermione no me gusta —respondió él, en un tono demasiado agudo, echándose hacia atrás. Harry se volvió hacia su mejor amigo, con las cejas arqueadas. Ron comenzaba a ruborizarse, de un tono similar al de su cabello.

Frente a ellos, Draco también arqueaba las cejas. El muchacho resopló.

—¡Sólo le dije para ir como amigos, porque nunca la vemos con nadie más! Oh, vamos- Harry, ayúdame aquí, tú nunca has visto a Hermione con nadie más que nosotros o su grupo de estudio de Ravenclaw, ¿cierto? ¿Cómo se supone que yo iba a saber que...?

—No tenías que saber nada —lo cortó Draco, con una suavidad de la que no lo habría creído capaz de hablarle a Ron—; para empezar, esa no es forma de invitar a una chica, ni siquiera si es como amigos.

—Ah, sí, habla el experto en chicas ahora —con otro bufido, se cruzó de brazos, dirigiéndole una mirada desagradable—, porque, Malfoy —escupió el apellido, causando que Draco estrechase los ojos—, no veo que tú tengas muchas amigas ni una fila de chicas que esperan para que les des un poco de tu atención, ¿sabes?

Para su sorpresa y la de Ron, él sonrió. Una vez que terminó de recoger, dejó el maletín sobre la silla, y se inclinó hacia adelante, presionando las palmas sobre la mesa.

—Yo también tengo una cita ya, Weasley —le devolvió cada gramo de veneno al pronunciar el apellido. Luego tomó sus cosas, le avisó a Harry que se verían en la Sala Común después, cuando hubiese encontrado y calmado a Pansy, y se fue.

También lo observaron hasta que desapareció por la puerta de la biblioteca.

—Dime que no es verdad —musitó Ron, petrificado, como si la simple idea de que Draco pudiese tener una cita y no estar equivocado, fuese una completa locura.

—No sé.

—¿No sabes si Malfoy tiene una cita? —cuestionó, parpadeando más—. ¿ —utilizó un especial énfasis en la palabra, al tiempo que lo señalaba sin reparos— no sabes si Malfoy tiene una cita?

Sin poder evitarlo, se encogió un poco en su sitio.

—¿Tendría que saberlo? —murmuró. Ron sacudió la cabeza.

—Pues pasas todo el día pegado a él.

—No es verdad.

—Sí lo es —le chisteó para callarlo. Luego se restregó la cara—, Merlín, hasta ese idiota tiene una cita, no es posible...

Media hora más tarde, Ron había intentado pedirle —gritarle, más bien, y de una forma muy aterradora— a Fleur, la campeona de la escuela francesa, que fuese al baile con él, y Harry tenía que llevar a su tembloroso amigo, en estado de shock, hacia la Sala Común de Hufflepuff y explicarle a sus compañeros por qué el pobre sudaba frío y apenas respiraba con normalidad.

0—

Para el momento en que Harry volvió a las mazmorras, ya era pasada la hora de la cena y había comido con los Hufflepuff, esperando en la sala del sótano a que su mejor amigo mostrase reacción alguna, cosa que tardó en ocurrir de un modo que era preocupante. Encontró el lugar casi vacío, los pocos grupos que se formaban no superaban los tres o cuatro integrantes, estaban dispersos en las esquinas y cuchicheaban, ajenos a su llegada o la de cualquier otro, que no fuese el motivo de su secretismo; era el efecto que el baile tenía entre los Slytherin, al parecer, dado que todos querían una pareja y lo sabían, pero nadie quería admitirlo ni que los demás lo supiesen, y la verdad, era todo demasiado complicado para el gusto de Harry.

Pansy estaba sentada en el puesto usual junto a la chimenea, con un libro en el regazo y Lep en el reposabrazos, dormido, lo que lo hacía parecer una bola de pelos. Cuando se aproximó, ella levantó la cabeza con la sonrisa más brillante que le había visto alguna vez, y él supo, sin que tuviese que decirle, que el plan de Draco dio resultado, y al cortar las opciones, que ella fuese con Blaise se convirtió en un "sí o sí".

Le emocionaba la idea de contárselo, pero al mirar alrededor, no vio ni rastro de una cabellera rubia ni los trajes caros a los que estaba acostumbrado que usase en las horas libres, incluso cuando se suponía que podía relajarse.

Su amiga, por supuesto, captó su inquietud de inmediato.

—Él se fue hace rato —comentó, en un tono cantarín y soñador, que sólo le causó una sonrisa, ¿así se comportaban todos cuando ocurría 'algo' con la persona que les gustaba?—. Dejó esto —añadió después, sacando un trozo de pergamino doblado, de una de las páginas del libro, que le tendió. Lo aceptó con un murmullo de agradecimiento.

Lo abrió para darle un vistazo, sintiendo que, por alguna razón, algo se desinflaba dentro de él.

"Ocupado, llego tarde.

Dile a Pans que te ayude con las lecciones de baile, sabrá guiarte bien en cómo tratar a la chica y llevarla.

Te debe una pieza,

-Nox."


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