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Luz de luna por BocaDeSerpiente

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Capítulo cincuenta y ocho: De cuando envían 'señales sutiles'

—Las estrellas se están moviendo.

Luna asintió, sin despegar la mirada del techo transparente de la Vidriera. Ya había terminado las anotaciones en el pergamino que estaba doblado y abandonado sobre su regazo.

—El Maestro cree que habrá señales pronto —le recordó al joven centauro, en el mismo tono suave y bajo que él utilizaba. Bonnie emitió un vago ruido, que le dio a entender que la escuchó.

—Nos mantendremos en observación un poco más.

—¿No es mejor si les decimos?

—Los Arcanos no saben de estas cosas —musitó, frunciendo el ceño—, no entenderán si no aclaramos las señales para ellos. Y eso es algo que sólo podemos conseguir si esperamos a que las estrellas tracen el camino.

Ella guardó silencio por unos instantes.

—Bonnie…

—¿Hm?

—¿Ese no es Marte? —levantó el brazo para apuntar al punto que no creía que hubiese estado ahí unos momentos atrás, cuando se sentaron.

Despacio, el centauro bajó el pergamino que tenía entre las manos y entrecerró los ojos, escaneando el oscuro manto que estaba sobre ellos.

—Cascos y crines —exhaló, de la manera en que un mago o bruja habría nombrado a Merlín, y se puso de pie, recogiendo sus mapas estelares—, vamos con el Maestro.

—¿Ya? ¿Tan pron…?

—Vamos, vamos. Las preguntas para después.

Luna observó el cielo una última vez, antes de seguirlo.

0—

—…no puedo creer que estés tan emocionado por asustar a un grupo de niños de doce años.

Draco le dedicó una sonrisa ladeada en respuesta y volvió a asomarse desde uno de los lados de la pared.

—No es sólo asustar a los mocosos de segundo, Potter —replicó, en voz baja—, esto es realmente importante. Estabas ahí cuando Hellen nos dio ese discursito y Pansy leyó la carta que nos envió para todos. Representaremos a Slytherin. ¿Qué tan seguido lo hemos hecho?

—¿En cada partido de Quidditch? —probó, vacilante y con un deje de diversión, que le ganó un ceño fruncido de su compañero y un codazo débil.

—Hablo de una representación que resalte nuestras habilidades. No sólo una competencia donde es obvio que ganaremos porque los otros equipos no están a nuestra altura —Harry rodó los ojos. Por suerte, él no lo vio—; esto es entre serpientes.

—Y por eso deberían dejar de hablar en susurros, o se darán cuenta de que estamos aquí apenas lleguen —señaló Pansy, inclinándose por encima de ellos dos, que estaban agazapados y pegados a la pared. Sonreía—. En serio, Draco, si tanto querías ser un Guardián de los niños, le hubieses pedido a Montague que te incluyera el año anterior.

El aludido bufó y no le respondió, porque fue en ese momento que el pasadizo de la pared del Salón de la Fama se abrió. La luz verde y titilante de la antorcha fue lo primero que notaron los tres adolescentes, luego le siguió la figura de Daphne Greengrass, guiando a unos ocho niños en total.

—Son menos de lo que éramos nosotros —observó la chica, con extrañeza.

—Siempre hemos sabido que no estamos en la Casa más popular —murmuró Draco, sin darle importancia.

—…cuidado —la voz de Daphne llenó el Salón cuando hizo un gesto a los pequeños de segundo para que se detuviesen. Merlín, ¿ellos se veían así a su edad? No creía que hubiese lucido tan bajito y desorientado—, esto no es sólo el Salón de la Fama de Slytherin. Me han contado que las serpientes van a cobrar vida este año, para decidir en qué se basan sus Pruebas.

Algunos jadeos y exclamaciones respondieron a su aviso. Los niños se pegaban unos a otros. Pansy se agachó junto a ellos, acomodándose los pliegues del pijama, y trazó una rápida floritura en el aire con la varita. A su otro lado, Draco la imitó.

Harry hizo girar su varita entre los dedos.

—¿Por qué yo tengo que hacer a la serpiente constrictora…?

—Sólo hazlo —lo reprendió su compañero. Él resopló y copió el encantamiento ilusorio.

Cuando Daphne reveló las exhibiciones de las estatuas de serpientes, tres siseos diferentes inundaron la sala; uno fuerte, largo, uno más corto y amenazador, y uno lleno de altibajos de tres bocas al mismo tiempo.

—Quietos —la chica elevó más la antorcha verde, capturando la atención de los niños por completo—. Si son verdaderos Slytherin, ellos no les harán nada. Si muestran miedo, en cambio…

Dejó las palabras en el aire, los tres siseos se repitieron, completando la advertencia.

El Basilisco fue el primero en ponerse en movimiento. Aumentó de tamaño al estirarse, enroscándose en el aire y doblándose de forma en que sólo una criatura sin vertebras haría, y se deslizó hacia abajo desde su exhibición. Varios niños saltaron para apartarse de su camino. En el suelo, alcanzó los dos metros de largo, antes de detenerse cerca de una de las paredes de cuadros de los Valiosos, manteniéndose en alto y con los párpados dobles caídos sobre los ojos.

El Runespoor reptó con rapidez hacia el piso. Una cabeza hizo ademán de morder, arrancándole un grito a una de las niñas y una risa baja a Draco, y a cambio, otra de las cabezas atrapó el cuello de la primera entre los dientes, para detenerla.

Harry llevó a la constrictora, de casi cuatro metros al cobrar vida, a formar un círculo que rodease a los niños, reduciéndolos a un tumulto titubeante.

—Ahora —la voz de Daphne estaba impregnada de una clara diversión, que le hizo pensar que tenía sentido que ella y su compañero se llevasen bien, pese al resto de sus diferencias—, ¿por qué no conocemos a los domadores y sus futuros Guardianes? Con ustedes, los Valiosos, ganadores del '93, bajo la llamada del Runespoor…

Draco le dio débiles empujones en la espalda para incitarlo a ir primero. Él negó, haciéndolo rodar los ojos, así que el chico se le adelantó. Salió del pasillo del fondo, el que se perdía en un corredor estrecho, con ese porte elegante que le resultaba natural y atrajo la atención de los niños enseguida. Incluso sin el uniforme o las túnicas que acostumbraba usar cuando acompañaba a su madre, lucía más como si fuese a regañarlos, que a ofrecer apoyo, cuando se paró frente a ellos.

—¿Conocieron a mis amigos? —inquirió, con un tono demasiado suave, que Harry sabía que podía ser mil veces peor que el común. Lo demostró al agacharse y extender el brazo, permitiendo que el Runespoor de magia pura se le enrollase en la extremidad. Una cabeza chasqueó los dientes cerca de su cara y no se inmutó, sino que dejó que otra se frotase contra su mejilla—. Los Runespoor son una de las serpientes más interesantes del mundo mágico. Por lo general, se encuentran de dos cabezas, ¿y saben por qué? —no aguardó más que un instante. Le acariciaba un costado a la tercera cabeza, la calculadora, que se limitaba a observarlo—. Porque ellos no toleran a nadie. No recomiendo que los provoquen, si no quieren un resultado desagradable.

Las tres cabezas sisearon en respuesta. Los niños lo miraban con ojos enormes, y él no tenía que estar frente al chico para saber que contenía una sonrisa engreída. Pansy tenía razón; podía dedicarse al teatro mágico, si nada le atraía.

—Se más amable —le pidió su amiga, con suavidad, en cuanto hizo ademán de levantarse también. Asintió.

Cuando caminó hacia el grupo de niños, la constrictora reaccionó y reptó para alcanzarlo. Harry tragó en seco y se quedó quieto, dejándola deslizarse sobre su cuerpo, enroscarse en sus piernas, hacia el torso. Ya que tenía las manos detrás de la espalda, controlaba los movimientos con giros rápidos y simples de la muñeca.

Estaba fría, todavía se sentía la textura lisa de la estatua original, y el siseo le sonaba falso, pero sólo porque era él quien lo generaba con un encantamiento. Estaba seguro de que se oía mejor para cualquier otra persona.

—Mi amiga no muerde —mencionó, en un susurro, ladeando la cabeza cuando la serpiente se estiró hasta su cuello y la sintió rozarle la mandíbula con la cabeza—, sólo da algunos abrazos un poco fuertes.

La cabeza agresiva del Runespoor de Draco intentó morder a la constrictora africana, que la golpeó con la cola. Cuando se retrajo hacia su compañero y se escondió, ambos contuvieron la risa. Bien, las ilusiones no eran muy exactas en cuanto a comportamiento.

—Pero todavía hay alguien a quien deben conocer, antes de que hablemos de su Primera Prueba —Draco se les adelantó, dirigiéndole un vistazo a Daphne, que le cedió la oportunidad con un asentimiento—. Mi mejor amiga, Valiosa del Salón de la Fama, Prefecta de Slytherin, la mejor de su clase…domadora de Basiliscos en su tiempo libre.

Antes de que ella se hubiese acercado, el Basilisco serpenteó en su dirección. Cuando Pansy salió del corredor contiguo, la enorme y rugosa serpiente se deslizaba entre sus piernas, siseando. Le mostró una sonrisa dulce a los aturdidos niños.

—Me dijeron que Daphne ya les explicó de qué trataban las Pruebas —comenzó, pidiendo la antorcha verde para apagarla con un soplido. Cuando la arrojó a un lado, el Basilisco se la tragó entera; Harry no tenía idea de cómo, pero la hizo desaparecer, ¿sería una ilusión también?—. Pero ya que dos de nosotros tenían que asuntarse esa noche —nadie más que ellos se percataron de la mirada que les echaba. Harry le dedicó su mejor expresión de disculpa, intentando no sonreír por el recordatorio de ese suceso que todavía lo emocionaba—, no tomamos nuestros papeles de Guardianes hasta este momento. Este año…

0—

—…si todavía tienen alguna duda sobre el funcionamiento de los Juegos, o necesitan una orientación respecto a qué va contra las reglas en la Primera Prueba, pueden acercarse a sus Guardianes en cualquier momento en que nos encuentren disponibles en las áreas comunes. De preferencia, lejos de donde los de primero puedan escucharlos. Y recuerden —Daphne presionó el índice contra sus labios—, esto es un secreto entre nosotros.

Los murmullos de acuerdo llenaron la Sala Común cuando los niños asintieron. El pasadizo se cerraba detrás de ellos, gracias a Draco, que estaba interesado por el mecanismo que conectaba las piedras de Valiosos en sus anillos con la pared y el Salón, tanto como lo estuvo con el conjuro para mantener los anillos en los chicos, que se aprendió de memoria de las instrucciones de la misma Hellen Rosier. Pansy y él todavía fingían creer que no estaba encantado con la idea de ser un Guardián.

—…déjenme probar de nuevo. Honora Yaxley —Draco apuntó a una de las niñas, que asintió en respuesta—, Amber Rowle. Sé que tu madre ha hecho tratos con la mía, es un placer conocerte. Tú eres Peyton…Cattermole —siguió enumerando, hasta que titubeó en el siguiente, estrechando los ojos—, ¿Star…? Ster, ¿no? Sterling Lestrange, ¿cierto?

—Sí, Guardián Malfoy.

Draco lo codeó y le dirigió una mirada que parecía decir "¿viste cómo me llamó?". Harry intentaba, en serio intentaba, dejar de sonreír como un tonto al verlo.

—Los niños tienen que irse a dormir —les indicó Daphne, con cierta diversión, luego de haberle dado las buenas noches a los dos chicos que tendría bajo su cuidado en las pruebas. El equipo de Pansy, una niña y un niño que aparentaban ser mellizos, la tenían absorta en una explicación, junto a las escaleras.

—Buenas noches —murmuró Harry a las niñas, que eran su grupo. Dio un paso hacia atrás, sobresaltado, cuando sintió dos pares de brazos delgados que lo rodeaban. Junto a él, Draco elevó las cejas cuando lo escuchó soltar un bufido de risa—, de acuerdo, son tan lindas, no sé cómo reaccionar a esto, ayuda-

—Tenemos una pregunta, Guardián Harry —después de haberles pedido que lo llamasen por su nombre, abajo en el Salón, aquello fue lo mejor que consiguió. Al menos, no le decían "señor" como cuando se presentaron, razón por la que incluso Pansy se rio de su cara de horror.

—Es una pregunta importante —aclaró Honora, que parecía ser quien secundaba a Amber en lo que sea que tuviese en mente. Él se encogió de hombros.

—Bien, díganme.

—¿Cuándo se van a casar el Guardián Malfoy y usted?

Harry sintió que enrojecía. A su lado, Draco emitió un sonido ahogado, que bien podría haber sido interpretado como una risa que intentó disimular. Su equipo de dos niños observaban con curiosidad la escena.

—Nosotros- yo- —balbuceó, buscando auxilio con la mirada a su compañero, que levantó una ceja, se cruzó de brazos, y se unió a los pequeños que aguardaban una respuesta. Cómo lo odiaba a veces.

Sólo cuando debió darse cuenta de que su cabeza tenía una especie de cortocircuito que no le dejaba conectar el habla al cerebro, se apiadó de él.

—Se nota que son buenas y listas sangrepuras —palmeó el hombro de una de las niñas, que sonrió y elevó la barbilla, tomándolo como un cumplido.

—¿Y eso qué tiene que ver con esto? —le recriminó Harry, en un tono un poco más agudo de lo que le hubiese gustado, para su pesar.

—Usted lleva un anillo con una "M" —Amber se apartó para tomarle la mano y se la sujetó en alto, haciéndola girar para que la pieza oscura quedase en su campo de visión—, pero se presentó como Potter. Y el Guardián Malfoy-

—Él no lleva ninguno —Honora, en cambio, pareció recién percatarse de un fallo en su lógica, por la manera en que arrugó el entrecejo y se sostuvo la barbilla. Le preguntó a su amiga:—. ¿No son los Potter sangrepura también?

—Estoy segura que sí, fueron sacados de los Sagrados Veintiocho…

Harry no podía creer el razonamiento al que estaban llegando un par de niñas de doce años. Carraspeó con fuerza, frenando su debate sobre si estaban o no comprometidos, y quién sabe qué más.

—Hora de dormir —declaró, sujetándolas a ambas por los hombros para guiarlas de camino a los dormitorios. Las niñas se echaron a reír.

—Sí, ya pusieron a Potter nervioso. A dormir todos —lo siguió Draco, dándole un leve empujón a uno de sus protegidos, que lucía pensativo. De camino a la división entre la sala y los dormitorios, escuchó la voz de uno de los niños detrás de ellos:

—Guardián Malfoy, ¿no que no se puede llevar otro anillo familiar cuando se recibe el Legado?

Bien, decidido, aquellos niños eran raros.

—No se puede y no se debe —aclaró él, en un murmullo—. Váyanse ya, a dormir, mocosos.

Peyton, el más alto de los niños, se despidió de ambos y jaló a su compañero hacia el dormitorio de los de segundo. Luego de un instante, su cabeza se asomó desde el pasillo, con una sonrisa titubeante.

—Guardián Malfoy —llamó, dando un vistazo hacia atrás, donde supuso que seguía el otro pequeño—, ¿afectó en algo a su Legado que esté por casarse con otro hombre?

De nuevo, Draco hacía aquel sonido ahogado. Harry le dedicó una mirada de nerviosa reprimenda.

—No, Peyton, no afectó en nada. Lo único que al Legado le importa suele ser si es aceptable o no está al nivel de sus exigencias, no…eso —vaciló al final, claramente reconsiderando los términos a usar con unos niños.

—¿Viste? —cuando se dio la vuelta y continuó su camino, los débiles murmullos se escucharon durante unos segundos—. Te lo dije. No hay ningún problema si…

Las niñas se despidieron, otra vez, de él, entre risitas, y se perdieron por el corredor. Poco después, los mellizos bajo el cuidado de Pansy también se fueron, y la chica se paró junto a ellos, con las manos unidas tras la espalda y una ligera sonrisa.

—¿Qué pasa, Harry? ¿Por qué tienes esa cara?

—Es que estos niños son extraños —murmuró, haciéndola reír.

—A mí se me hicieron muy lindos.

—Hasta a mí me agradaron —opinó Draco, adelantándose a través del corredor que daba a su dormitorio, con una expresión de aparente inocencia. A mitad del trayecto, giró, le guiñó, y después siguió, hasta desaparecer tras la puerta.

—Buenas noches, Harry —Pansy canturreó, alejándose de él de inmediato. Sus hombros se sacudían por la risa silenciosa cuando se unió a Daphne en el camino al pasillo de las chicas de sexto.

Cuando se quedó solo en la división entre los cuartos, soltó un resoplido y se dirigió hacia el que le pertenecía. La puerta estaba entreabierta, ya que sabían que iba hacia allá.

El murmullo de una conversación tranquila lo recibió. Draco estaba ante su baúl abierto, cambiándose la parte de arriba del pijama, por alguna razón que no se molestó en comprender, porque encontró más importante apartar la mirada deprisa para disipar pensamientos que no necesitaba en ese instante. En una de las camas contiguas, Nott estaba tendido boca arriba, con las piernas estiradas, la cabeza casi pendiendo del borde del colchón, y los ojos puestos en el libro entre sus manos.

Fue el segundo quien rodó sobre su estómago cuando se percató de que llegaba. Bajó el libro, se apoyó en un codo, y se fijó en él.

—Malfoy dice que este año los grupos son de dos —Harry asintió. No se dio cuenta de hacia dónde iba, hasta que notó que esbozaba una media sonrisa— y que tu equipo es lo bastante astuto como para descubrir lo suyo en una sola reunión. Tienes una increíble suerte, Potter, esas niñas se van a llevar la victoria.

Emitió un vago sonido frustrado y fue hacia su cama, ignorando la mirada fija e inquisitiva de su compañero.

—No sé, puede que el mío tenga una buena oportunidad también —comentó el chico, ajeno al ceño fruncido que Harry le dirigía—. Ese niño, Lestrange, miró hacia mi mano de forma extraña cuando me presenté. Estoy seguro de que notó que me faltaba un anillo, antes que las chicas lo hicieran, sólo que no lo dijo.

—Sería muy propio de un Slytherin.

—Exacto.

Él pretendió que no escuchaba más de su plática. Desde comienzos del año, casi dos semanas atrás, tenía la sensación de que enloquecería en cualquier momento.

Nott se burlaba cuando los veía juntos, de ese modo sutil y sin malicia que tenía para hablar, como si todo lo que dijese no pudiese ser otra cosa sino imparcial. Pansy los dejaba solos con más frecuencia que antes, y no creía que fuese por esos paseos que ahora daba por las tardes y de los que regresaba con una sonrisa plasmada en el rostro. Ron, en las horas de la comida, le hacía comentarios como "¿no deberías quedarte en la mesa de Slytherin, compañero?", y cuando Harry le cuestionaba por qué, su mejor amigo le dedicaba esa mirada larga que le daba a los tableros de ajedrez mágico, se encogía de hombros y le soltaba un "sólo decía, no importa".

Por Merlín, incluso Luna, cuando estuvieron en el patio el día anterior, lo atrapó discutiendo sobre Gryffindors y prejuicios con Draco, y esbozó una sonrisita, sin decirle nada.

A Draco, por supuesto, no parecía importarle en lo más mínimo, pero a él lo desesperaba. No era como si algo hubiese cambiado en realidad en los últimos días; no tenían que tratarlo así.

—Hablé con Granger y Lunática esta tarde —su compañero captó su atención, luego de que Nott les hubiese dado las buenas noches y cerrado las cortinas de su dosel. Harry, tirado en su cama, con los brazos extendidos y las piernas colgándole del colchón, hizo un ruido vago para hacerle saber que lo oía, pero no se molestó en rodar para enfocarlo—, y podemos hacer una reunión del club este fin de semana.

—Pensé que se te quitaría el entusiasmo después de los TIMO's…

—Granger me preguntó si no lo usaríamos para cuando tuviésemos que presentar los EXTASIS —argumentó, no sin cierto humor, que también hizo a Harry negar con una sonrisa—, y Pansy cree que las reuniones no tienen que ser sólo para estudiar.

Él arqueó las cejas.

—¿Pansy está sugiriendo que hagamos algo más con el club?

—Todos perdieron la cabeza estos días, ¿no te has dado cuenta? —los dos se rieron. Harry se calló, de golpe, cuando un peso extra hundió un lado del colchón, cerca de él—. ¿O prefieres no volver a reunirte con los chicos?

El colchón se hundió dos veces más. Lo siguiente que supo era que tenía a Draco encima, apoyado en manos y rodillas, y lamentaba que fuese una escena más frecuente de lo que le gustaría admitir, lo suficiente para que la añadiese a la lista de hechos que lo harían enloquecer pronto.

Bueno, tal vez sí hubo uno o dos cambios esas primeras semanas.

—Tienes que dejar de hacer eso —murmuró, con un hilo de voz, que ni siquiera a él podría haberle sonado convincente, ni honesto, porque Draco se inclinaba para buscar sus labios, y luego no hacía más que alzar la barbilla para que pudiese alcanzarlos, prácticamente ofreciéndoselos.

Al menos, aquel cambio le gustaba. Le gustaba mucho. Puede que también enloqueciese por ello; por el movimiento sincronizado, perfecto, que eran sus besos, por la suavidad de sus labios, fríos, en contraposición a la calidez dentro de su boca, por esta nueva manía que Draco desarrollaba poco a poco, de atrapar su labio inferior entre los dientes y jalar, sin fuerza.

Cuando lo sintió apartarse, tomó una profunda bocanada de esta cosa molesta llamada aire, que no lo dejaba continuar pegado a él más tiempo y que empezaba a detestar, y le rodeó el cuello con los brazos, jalándolo hacia abajo, de vuelta. Draco se rio contra sus labios la siguiente vez.

Unos minutos más tarde, Harry habría sido incapaz de explicarle a quien fuese la emoción que se hacía un espacio en su pecho, para quedarse ahí, y lo hacía sonreír de la nada, cuando unos dedos comenzaban a juguetear con los suyos, hasta que los entrelazaban. La respiración de Draco, más calmada que la suya, y su presencia cálida sobre la cama, eran toda la señal que tenía de él. Estaban acostados en sentidos casi opuestos, así que no lo veía desde esa posición.

—No te duermas —advirtió, dado su reciente descubrimiento y adición al registro imaginario que creía completo, de que Lep no se parecía a su dueño sólo en habilidades de transformación. También estaba ese pequeño detalle de dormirse con facilidad encima de Harry o en su cama.

—¿Qué tiene de malo? —se quejó él, en voz baja. No necesitaba tenerlo al frente para saber que hacía un involuntario puchero, y las ansias de besarlo regresaron con fuerza. Merlín. ¿Aquello era normal? ¿Tendría que sentirse así?

—Has dormido tres noches en mi cama esta semana, Draco.

—¿Y?

—Y hoy es jueves.

Su compañero emitió una risa baja y volvió a jugar con sus manos unidas sobre el colchón.

—No me pareció que te molestara mucho cuando te pegabas a mí porque te daba frío.

—No me molesta —replicó, un poco más agudo y rápido de lo que le hubiese gustado. Se aclaró la garganta después—, pero, ya sabes…

—No, no sé. Ilumíname con tu amplia gama de conocimientos, Guardián Potter —él rodó los ojos y le dio un apretón a su mano. Draco volvió a reír—. Bien, sí. Entiendo el punto.

—¿De verdad?

El chico emitió un vago sonido afirmativo. Harry se sintió complacido de no tener que dar explicaciones que eran absurdas incluso dentro de su cabeza.

Dedos delgados y helados trazaban algunas líneas sobre el dorso de su mano. Ladeó la cabeza. Draco, al igual que él momentos atrás, tenía la vista puesta en el techo del dosel.

—Pansy me dijo que tengo que invitarte a salir, por cierto.

—¿Eso cuenta como invitación?

—No —negó, divertido—, por supuesto que no. Sólo te digo lo que ella me ordenó.

—No creo que Pans-

—Merlín, es que no la viste —exhaló con dramatismo, rodando para recostarse de costado, de manera que pudiese verlo. Se percató entonces de que Harry ya lo observaba, y con una leve sonrisa, continuó hablando y jugando con sus dedos—, se lo está tomando muy en serio. Me dijo que si te hago llorar, va a usarme como objetivo en los duelos del club. Pero si tú me hacías llorar a mí que, vamos, es imposible, nos usaría a los dos.

Harry arrugó el entrecejo.

—¿Por qué tú podrías hacerme llorar y yo a ti no? —él le dedicó esa mirada de obviedad que le daba cuando preguntaba por ingredientes o procedimientos en clases de Pociones—. No, de verdad, ¿por qué?

Lo vio rodar los ojos.

—Lo importante es que, de cualquier modo, voy a ser objetivo de los duelos, y con Weasley cerca, significa maldiciones seguras para mí —soltó un bufido de risa. Draco sacudió sus manos unidas, a manera de protesta—. ¿Ves? Incluso tú sabes que es cierto. Eso no es justo para mí.

—Ella debe tener sus razones para amenazarte con eso.

Él repitió el sonido de afirmación. Permanecieron un momento en silencio, mirándose a través de las penumbras en que estaba sumido el dormitorio. Era difícil que contuviesen una sonrisa, su estómago experimentaba sacudidas cada poco tiempo, haciéndolo preguntarse si el efecto se pasaría o no con el transcurso de los días.

—Lunática piensa- —hizo una pausa, arrugando la nariz en una mueca que se le hizo graciosa, quizás por darse cuenta de cómo sonaba—, no, es cuando usa esto, su anillo familiar y el Legado, ¿recuerdas cuál es? —Harry asintió—. Según eso, tú…bueno, tú eres quien tiene sentimientos más fuertes por mí. Y creo que Pansy debe pensar lo mismo y sólo está- tú entiendes, preocupada.

—¿De que seas un idiota, como siempre? —opinó, en tono quedo. No estaba del todo sorprendido de oírlo, sólo se le hacía extraño.

—Yo no lo diría así, pero sí. Más o menos.

Él vaciló.

—¿Crees que tú…? —gesticuló con su mano libre, y luego le dio un leve apretón a la que sostenía su compañero. No completó la pregunta. Draco lo observó unos segundos, en silencio, luego suspiró.

—En realidad —pronunció despacio, medido—, creo que su Legado sólo lo ve así porque se me hace más fácil que a ti ocultar ciertas cosas. Eres muy transparente y yo he recibido lecciones de Oclumancia.

Harry volvió a sonreírle y también se giró, moviéndose sobre la cama para pegarse a él. A pesar de su piel era tan fría, siempre estaba cálido en el cuello y pecho, ahí donde enterró el rostro, feliz por el recibimiento de una temperatura más amable que la que ya tenían las mazmorras, y el aroma de su colonia.

—¿Entonces cómo funciona eso de invitarme a salir? —se mofó, soltando su mano con la única intención de cambiar el agarre y envolverlo con un brazo. Draco permanecía por completo relajado contra él, y aquello, de por sí, era tan agradable como que se pusiese a enredar los dedos en su cabello.

—Probablemente una persona normal te preguntaría si quieres ir a Hogsmeade y te llevaría, no sé, ¿a las Tres Escobas? ¿Al salón de té? —cuando emitió un sonido de desagrado por la última opción, percibió la vibración en su cuerpo al soltar una carcajada, y se pegó incluso más a él.

—Jamás saldría con alguien que me lleve a ese odioso salón rosa y cursi.

—Eso es perfecto, porque íbamos a tener serios problemas si querías ir ahí.

—Pensándolo bien…—se interrumpió cuando sintió un toque en el costado, en un punto de cosquillas que lo hizo saltar y reír—. Es que no te imagino ahí, con cara de estar traumado con todo.

—Es porque estaría traumatizado, Potter.

—Llámame por mi nombre —protestó, en un susurro. Fue su turno de hacerle cosquillas. Draco se retorció, se quejó, y le pasó un brazo alrededor después.

—Potter, Potter, Potter, Potter, Potty

Harry alzó la cabeza para mirarlo con los ojos convertidos en dos rendijas amenazadoras. Lo que no se esperaba fue que le respondiese con un beso largo y lento, que le dejó la mente en blanco.

—Fue a propósito, ¿cierto?

Draco se limitó a sonreír, pedante. Ya que estaban en ello, reclamó otro beso, mientras se preguntaba qué era lo que tenía en la cabeza momentos atrás.

Le llevó un rato recordar lo que le iba a decir.

—Todavía no me dices a dónde vamos. Cuando me invites —aclaró, con sorna—, y yo decida si quiero decir que sí.

Su compañero arqueó las cejas al ver que era él quien sonreía ahora.

—Hay cosas que se contagian con los años, ¿no? —Harry se echó a reír, asintiendo—. Bueno, tendré que idearme algo interesante para que digas que sí, y ya.

¿Cómo podría decirle que no, más bien?

Volvió a ocultar el rostro en su cuello, acurrucándose, y sonrió al dejar un único beso sobre una franja de piel expuesta en su garganta. Draco tuvo un ligero estremecimiento que percibió gracias a la cercanía, y se sintió complacido con esa reacción a un nivel completamente nuevo, diferente a cualquier otro.

Sí, era verdad. Un par de cosas  cambiaron. Pero a Harry no le importó, cuando se adormeció entre sus brazos, ni cuando Draco, ignorando sus protestas sobre compartir la cama de nuevo, los cubrió a los dos con una de las cobijas.

Sólo existía la felicidad en esa burbuja cálida y cómoda que los envolvía.

0—

—...Potter —la voz del chico fue un murmullo distante, carente de importancia. Emitió un sonido vago para dar a entender que escuchaba; sin embargo, apenas consiguió a moverse dentro de esa zona de calidez y confort, donde todo era suave, maravilloso, y no intentó abrir los ojos, en especial luego de oír el sonido de las cortinas del dosel al descorrerse—. Les queda media hora, me pediste que te llamase antes de salir, ¿recuerdas?

Harry se quejó por lo bajo, a pesar de que él no tenía la culpa de nada. Entreabrió los ojos y parpadeó para enfocar, de forma difusa, a su compañero de cuarto. Los pasos de Nott al terminar de alistarse, la respiración pausada de Draco junto a su oído, eran lo único que llenaba el dormitorio.

—…sí. Gracias, Nott —balbuceó, más a manera de lloriqueo que como el agradecimiento que debía ser. Claro que, después de seis años, lo entendía, y le pareció que realizaba un gesto para restarle importancia, mientras se acomodaba una capa con amuletos de calor sobre la ropa.

—Reducido a almohada, ¿eh? —le frunció el ceño, en vano; su compañero seleccionaba un libro, lo metía en su maletín y se preparaba para irse, sin prestarle más atención de la justa—. Nos vemos más tarde, Potter —Harry respondió con otro sonido y se permitió relajarse cuando sus pasos se alejaron, la puerta del cuarto se cerró enseguida. Regresaron al silencio casi absoluto.

Nunca había visto, o sabido, que Draco pudiese dormir tanto. Por la manera en que se pasaba las noches en vela, podía recorrerse el castillo entero en un paseo nocturno, y mantenía su expresión neutral al día siguiente, llegó a pensar que era una de estas personas que simplemente no necesitaban del mismo descanso; el hecho de que no mostrase ojeras ni se quejase al respecto, sólo reforzaba esa idea.

Ahora podía decir que estaba equivocado.

El peso que tenía encima y que no pertenecía a las gruesas cobijas que eran las únicas en ser de utilidad para los Sly en las mazmorras, y también el motivo de que estuviese cómodo, tranquilo, con la sensación de que flotaba en una nube, era Draco. Con un brazo lánguido alrededor de él, la mejilla presionada contra su pecho, la cabeza levantada lo suficiente para que su aliento le golpease el cuello, las piernas entrelazadas con las suyas, dormía lo bastante profundo como para no haberse percatado del llamado del otro chico.

Draco, el que se despertaba primero en el dormitorio, el que no podía oír un sonido sin abrir los ojos y buscar alrededor, el que se pasaba más tiempo sentado a un lado de la ventana que tendido en su cama, aún dormía. Harry estaba seguro de que, esa noche, debía haber descansado un mínimo de ocho horas.

Y para variar, un poco por debajo del agarre con que lo envolvía, Lep era una bola de pelo encogida y acurrucada en su estómago. Mago y conejo parecían haber forjado un acuerdo tácito sobre lo útil que podía ser para estar más cómodos, o de otro modo, no se explicaba cómo es que llevaba casi un mes sin dormir a solas en su propia cama.

—Draco, Draco, Draco —intentó despertarlo, pinchándole un costado con el índice. Él se retorció y se pegó más a Harry, reforzando su abrazo en torno a él. No podría haber dicho una mentira tan descarada como que le molestaba, ni en un millón de años—. Draco, se nos va a pasar la hora del desayuno en el comedor.

La respuesta se demoró unos instantes en llegar. Cuando lo hizo, fue en una voz somnolienta, enronquecida.

—Buscaremos algo en la cocina y comeremos después.

Él soltó un resoplido de risa.

—Vamos, Pansy se va a preguntar dónde…

—Pansy se va a hacer una buena idea de dónde estoy para que no me interese llegar temprano.

Tal vez tendría que probar otra táctica. Mientras lo sentía enterrar el rostro en el espacio intermedio entre su cuello y hombro, lo consideró un momento.

—¿Y dejarás que los chicos hablen de…?

—No me importa. Estoy cómodo —ni siquiera lo dejó terminar, y cuando su nariz le rozó el cuello, Harry contuvo un estremecimiento. Estaba helado y fue difícil retener la risa que le provocaron las cosquillas.

—No se me hubiese ocurrido que podías ser así, ¿sabes? —mencionó tras unos segundos, resignado a que Draco, otra vez, se tomaría su tiempo. Era una suerte que su sentido del deber le impidiese quedarse en cama toda la mañana cuando tenían clases, pero en un sábado como aquel, era imposible saber qué lo haría quitarse de encima, a menos que estuviese dispuesto a empujarlo; la verdad era que no quería.

El chico hizo un sonido vago, y lo estrechó más por un instante.

—¿Así cómo?

Aquella podía ser una oportunidad. Harry intentó no delatarse mediante su sonrisa divertida, pese a que el otro no lo veía.

—Tan Hufflepuff pegajoso y mimado —pronunció, con especial énfasis en cada una de las palabras. Enseguida sintió que Draco se apoyaba en sus extremidades, se alzaba unos centímetros por encima de él; los ojos grises, brillantes y un poco entrecerrados, los labios fruncidos.

—No lo dijiste.

Entonces no se molestó en contener por más tiempo su sonrisa.

—Lo hice.

—No, Potter, más te vale que no.

—Sí, Malfoy, eres un Huff- —soltó un grito ahogado y se quedó con la boca abierta cuando su compañero se inclinó sobre su cuello y sintió los labios que se cerraban sobre su piel. Hubo una sensación extraña, diferente, similar a un pinchazo lejano, que en lugar de parecerle doloroso, hizo estremecer algo dentro de él y creó una llamarada en su cuerpo que bastó para hacer desaparecer respuestas o pensamientos.

Tal vez balbuceó, tal vez no. Estaba seguro de que contuvo la respiración por un contacto húmedo en la misma extensión de piel, hasta que Draco se apartó por completo. Lucía más que despierto cuando lo hizo, elevando una ceja en un desafío silencioso, al que habría contestado si hubiese sido capaz de hilar algún pensamiento coherente.

¿Qué acababa de pasar?

Su compañero se estiró y tomó asiento en la cama. Al sacudir la cabeza, los pocos mechones rubios que se le desordenaron al dormir, le cayeron en su respectivo sitio, haciéndolo ver como si ya se hubiese peinado. Lo observó bostezar, cubriéndose la boca con el dorso de una mano, y quitarle al adormilado Lep de encima con la otra, mascullando acerca de que si no podía dormir sobre Harry, él tampoco podría.

Cuando reaccionó, para llevarse una mano al cuello y tantear la zona, Draco estaba de pie y caminaba hacia el baúl. Le pareció que pasaba un instante más del necesario por el suyo también, de camino al baño, pero no lo pensó demasiado.

—¿Me mordiste? —fue lo primero que se le ocurrió, en cuanto logró sentarse en la orilla del colchón, todavía con los labios entreabiertos y el entrecejo un poco arrugado. Desde el interior del cuarto de baño, se escuchó una risa baja.

—Puede ser.

—Realmente te crees una serpiente, ¿no?

—Puede ser —repitió él, en un tono más sugerente, que le advirtió a Harry de que era mejor, por su bien psicológico, no tocar más el tema.

Se masajeó el cuello durante unos segundos, distraído por el calor que se le alojaba en la parte baja del vientre, mismo calor que terminaba por desviarse y reunirse en su cara. Aguardó a que Draco estuviese listo para ir por sus cosas y meterse al baño también.

Para el momento en que salió, el chico estaba de cuclillas en el suelo, dándole una instrucción a Lep, que agitaba las orejas, decidía ir con Harry y saltar a sus brazos tan pronto como pudo huir de su legítimo dueño. Lo atrapó, lo acurrucó contra su pecho, y dejó que el conejo se escabullese entre las mangas del suéter. Supuso que ni su pelaje podía ayudarlo con la temperatura de las mazmorras durante las mañanas.

Luego recordaría que, cuando Draco hizo una teatral reverencia en dirección a la puerta, para que saliese antes que él, le resultó extraño ver que llevaba una camiseta del equipo de Quidditch de Slytherin, y no una de sus camisas blancas de botones sin color y gemelos en los puños. La idea se le olvidó cuando comenzaron a charlar, de camino a la salida del área común.

Podría jurar, como tantas otras veces (aunque por diferentes razones), que algunas miradas los seguían por los pasillos, pero cuando se giraba con el ceño fruncido, no notaba nada inusual. No fue hasta que estuvieron cerca del pasillo que llevaba al comedor, cuando se toparon con Pucey, un Sly de último año que los saludó, se quedó con los labios entreabiertos un instante, para después echarse a reír y cubrirse la boca, que se dio cuenta de que algo pasaba.

—Yo no quería- oh, Merlín, lo sabía, lo sabía- Montague me dijo que no y yo lo sabía- —lo escuchó murmurar, interrumpido por la risa ahogada, cuando les pasó por un lado y se apresuró a ir de vuelta a las mazmorras. Harry arrugó el entrecejo, viendo de reojo a su compañero, que mantenía una expresión de perfecta calma.

—¿Qué le picó?

Draco se encogió de hombros, sonrió de lado, y lo instó a seguir hacia el comedor. Él estrechó los ojos un instante, sin resultado; no revelaría nada por una amenaza tan falsa como esa.

—¿Qué hiciste ahora?

—¿Yo? —al cruzar la puerta del comedor, se posicionó frente a él, colocándose una mano en el pecho con teatral incredulidad. Estaba convencido de que escuchó a alguien hacer un sonido ahogado cerca de allí— ¿cómo crees que yo podría haber hecho algo, si estaba durmiendo contigo hasta hace poco?

Harry agitó las manos en el aire, haciendo ademán de taparle la boca, y dio un nervioso vistazo alrededor. Alguien contenía la risa sin éxito no muy lejos de donde estaban.

—Sea lo que sea que hiciste, es extraño —se quejó en voz baja, pasándole por un lado para dirigirse a la mesa, donde la mayoría de los de su año conversaban, a pesar de haber terminado de desayunar—. Me siento observado.

—¿Por qué será…?

Lo vio por encima del hombro con el ceño fruncido. De nuevo, Draco permaneció en absoluta calma.

Cuando se sentaron en la mesa de Slytherin, fue que aquella situación cobró una nueva dimensión. En el asiento contrario, Zabini se cubría la boca con la mano, sin dejar de mirar de uno al otro, y junto a él, Nott meneaba la cabeza con cierta diversión.

Harry volvió a dar un vistazo en torno a ellos. Millicent estaba boquiabierta y Tracey contenía un chillido por detrás del dorso de su mano. Crabbe le hacía una pregunta a Goyle, que se encogía de hombros, se la repetía a Zabini, y esta, fuese cual fuese la respuesta, los dejaba a ambos con los ojos enormes y asombrados.

Antes de llevarse a la boca la tostada que tomó de la mesa, resopló y dejó caer los hombros.

—Bien, ¿qué es? —cuestionó, barriendo a sus compañeros con la mirada—. ¿Me pintaron el cabello de rosa y no me enteré? ¿Me lanzaron un hechizo cara-trol?

Algunos murmuraron. Zabini fue quien respiró profundo para detener la risa silenciosa que se le escapaba, y se estiró por encima de la mesa para palmearle el hombro a Draco.

—Malfoy, no sé qué te tomó tanto tiempo, ¿sabes?

Frunció el ceño cuando vio a su compañero encogerse de hombros en respuesta.

—¿De qué hablan? —insistió. Blaise volvió a soltar aquel sonido ahogado, que identificó pronto como una risa contenida.

—Señales sutiles, Potter.

¿Señales sutiles? A pesar de su expresión de absoluta confusión, nadie se molestó en darle una explicación; él bufó y se dedicó a devorar su desayuno.

Alrededor de veinte minutos más tarde, un leve carraspeo detrás de ellos hacía que Draco se diese la vuelta con una media sonrisa, estirando las piernas con aparente despreocupación. Cuando miró por encima del hombro, descubrió a Daphne, que lo saludó con un asentimiento leve y una sonrisa, para luego se fijarse en el chico a su lado.

—Supongo que…tengo que hacerlo. Felicidades —le tendió la mano y él se la estrechó. Harry, que vio a uno y luego al otro, volvió a arrugar el entrecejo cuando ella se sentó cerca de las demás chicas de Slytherin.

Codeó a Draco para capturar su atención en cuanto se dio la vuelta, dispuesto a apartar a Lep del plato de salchichas, como de costumbre.

—En serio, ¿qué fue lo que hiciste? —musitó, pero por supuesto que no obtuvo ninguna respuesta. Los chicos retomaron su plática tranquila y en voz baja, a diferencia de cómo ocurría en las mesas de otras Casas; no fue hasta después de comer, que se enteró de lo que ocurría a su alrededor. Y fue gracias a Ron.

Su mejor amigo se les acercó por detrás, le palmeó el hombro, y se detuvo a mitad de saludo, abriendo la boca en una perfecta "O". Lo vio, luego a Draco, de regreso un par de veces, y resopló.

—No lo puedo creer —exhaló, el rostro se le enrojecía—, ¡perdí un galeón completo! Tuve que pedírselos a Fred y George para apostar.

—¿Un…?

—Yo acabo de ganar diez galeones —se burló Blaise, agitando un saco que repiqueteaba con sonidos metálicos y Daphne le acababa de entregar. La apuntó con el pulgar—; ella todavía tenía esperanzas, pobre ingenua.

—No las tenía en realidad —aclaró Daphne, con suavidad, casi avergonzada—, sólo creí que no sería hasta séptimo año. Son muy lentos…sin ofender, chicos.

—Hubo momentos en que yo también lo creí —le siguió Tracey, con una expresión pensativa—, o después de graduarnos incluso.

—Yo no sé cómo tardaron tanto —agregó Nott, que rara vez intervenía en las conversaciones de sobremesa de la Casa.

—¿Alguien me dice a qué se refieren? —preguntó, entre dientes, a medida que escuchaba el intercambio de sus compañeros con los brazos cruzados y el ceño fruncido. Ron fue el que soltó un bufido de risa.

—Amigo, tienes eso en el cuello —se señaló el área mencionada en su propia anatomía, causando que Harry levantase la mano y buscase lo que estaba mal en el suyo—, y Malfoy lleva tu uniforme de Quidditch. No tiene sentido que lo escondas.

—¿Esconder qué?

La mirada que le dirigió lo hizo pensarlo mejor. Volvió la cabeza hacia sus compañeros. Zabini rodó los ojos.

—Señales sutiles, te dije.

—O…marcar territorio frente a Daphne —susurró Nott, con falso aire pensativo, ganándose una protesta de la chica.

—Ya dejen eso, era una niña, ¿de acuerdo? Yo lo superé, háganlo ustedes.

Cuando la idea comenzó a formarse dentro de su cabeza, sujetó el hombro de Draco y lo obligó a ponerse de lado. El "Potter" bordado encabezaba la parte alta de su espalda sobre la tela verde.

La inexplicable oleada estremecedora de una emoción similar a la felicidad, un absurdo orgullo, fascinación o una combinación de las tres, quedó reducida por el ardor de su cara. Draco apoyó el codo en la mesa, la barbilla en la palma.

—Te juro que no fue intencional —murmuró, aunque dudaba que alguien arrepentido pudiese lucir tan contento consigo mismo—, pero ya que te quedó la marca…

Recordaría que su compañero no hizo más que observarlo cuando comenzó a protestar y forcejearon porque le dijo que no podía tomar sus cosas así. Al soltarle un "no es la primera vez que lo hago y tú siempre me has dado permiso", la mitad de los Sly presentes se rieron por lo bajo, intentando disimularlo.

A pesar de que pretendía estar enfadado por la manera en que lo hizo, Draco no dejó de dedicarle esa mirada que lo hacía desear tener un lugar donde esconderse, porque cuando una persona te veía de ese modo, no había forma de seguir ignorando la adoración que suavizaba sus ojos.

Durante ese día, los Sly no fueron los únicos en reaccionar. Hermione lo abrazó con una sonrisa cuando se encontraron en las afueras de la biblioteca, Pansy les plantó besos en las mejillas a los dos, riéndose de sus quejas sobre la manera en que Draco resolvía las cosas. Luna les regaló collares a juego, de esos que nadie más que ella haría, y a los que no encontraron modo de negarse sin herirla.

Estaba casi seguro de que Snape se apretó el puente de la nariz, masculló y los evitó en un pasillo.

Por la tarde, en el patio interior, Amber y Honora, sus protegidas de segundo, se acercaron corriendo para saludar, riendo por lo bajo, y Peyton, detrás de ellas, fue quien le preguntó sobre la marca que llevaba en el cuello, por la que balbuceó y se cubrió con una bufanda. Nunca unos niños cuatro años menores lo miraron con expresiones tan divertidas como en ese entonces.

También recordaba la expresión curiosa de Sterling, unos pasos alejado de sus amigos, y la mano en que tiró de la muñeca de Draco al llamarlo para preguntarle algo, que le hizo ponerse más serio por unos segundos. En ese momento, no le prestó la suficiente atención.


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