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Nikki por Raziel Soul

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DIARIO DE KYO


24/12/1996


Hoy fue bastante increíble, lo que sucedió ni en diez vidas podría esperarlo, Yagami me mandó un mensaje a las 3 de la mañana, por poco tiro mi celular al piso al sonar dicho mensaje, afortunadamente no lo hice, tuve que esperar mucho para que mi madre consintiera que me regalasen uno como para romperlo por una estupidez. Como te dije hace meses – bueno, lo escribí en oro diario así que seguramente no lo sabes – ambos tenemos el teléfono del otro para comunicarnos y concertar las peleas; es algo más rápido y sencillo que cartas entregadas con sirvientes como antaño, en fin, leí el mensaje, nada extraño o diferente a lo que manda, ocho simples palabras:


“Mañana a las 2 en la plaza principal”


 Y para rematar el clásico: No faltes bastardo.


Supongo que es como su sello personal. Bostecé y creo que le contesté un sí, pero cuando leí el mensaje al otro día resultar que aparte del “sí” mandé un sinfín de cuatros y signos diversos, como estaba medio dormido me quedé con los dedos presionando las teclas. Quizá por eso me dijo “imbécil” cuando me vio llegar, y esta vez no me queda más que darle la razón.


Como sabrás hoy es 24 de diciembre, quería terminar con el asunto del pecoso antes de las 5, puesto que me quedé de ver con mi prometida, ya sabes: paseo, cena-hotel… una feliz navidad, o al menos eso estaba planeado. Nunca llegó a mi mente lo que ocurriría minutos después. Llegué un poco tarde – como siempre – pero solo un par de minutos, no es como si me hubiese pasado media hora, aunque para Yagami pareciera que me esperó un viaje a cuba y de regreso. Tenía la cara más larga que le he visto en mi vida, no obstante esta vez vestía diferente a como lo hace siempre en las batallas, una camiseta pegada al cuerpo con las letras ac/dc – el muy presumido -, jeans y una chamarra de piel, la llevaba abierta por ello vi su camiseta. Tenía las manos en los bolsillos, al verme sus cejas se fruncieron más, juro que un día quedaran tan pegadas unas con otras que terminaran volviéndose una uni ceja disgustada hasta el fin de los tiempos.


-Aquí estoy – de inmediato me puse en pose de batalla, aunque el que me citase en la plaza central me descolocó, siempre hay mucha gente ahí y podríamos lastimar a alguien.


-¿Qué te crees que haces animal? –me preguntó alzando su ceja izquierda


- pues… ¿lo que siempre hacemos? – dije cuestionante aun a la defensiva, las personas me miraban con curiosidad al pasar.


-¿De verdad crees que nos vamos a pelear a media puta plaza?


- ¿No? – respondí super confundido, seguro mi cara era todo un signo de interrogación, aunque para él pareciera que mi gesto fue gracioso pues me miraba con cierto aire burlón


- Joder… siempre supe que eras imbécil pero no creí que tanto. Anda ven – ordenó como siempre, es un maldito mandón… un pecoso mandón.


Sin embargo… le seguí, lo sé, soy un menso a veces - ¡sólo a veces! – caminamos un par de cuadras pero se detuvo bruscamente, lo cual me hizo estamparme contra su espalda, llevaba su ritmo al caminar, que es como si le persiguiese un cobrador o un vendedor de seguros, por tanto al pararse de un momento a otro no pude “pisar freno” y quedé con mi cara cerca de su cuello.


 -¿Qué diablos haces animal? – me miró de reojo, solo negué rápido separándome a la misma velocidad, no iba a pedirle disculpas cuando él había tenido parte de la culpa


No dijo más, miró a ambos lados, si bien la ciudad seguía en gran ajetreo, la calle donde paramos estaba casi vacía. Por lo que creí que ahora si pelearíamos. Pero antes que siquiera me moviese un poco habló


- NI te pongas en guardia – espetó, a veces creo que me conoce más de lo que me gustaría admitir – toma – parpadee incrédulo pues estiró su mano tendiéndome un obsequio – no quiero deberte nada – al principio crei que dentro estaba el diario que le di envuelto de la misma forma pero con un papel diferente, porque seguro que no se quedó con las ganas de abrirlo, y que ahora lo regresaba para no tener nada tocado con mis manos en su habitación. Aunque esa idea se fue rápido al caño ya que el tamaño de la caja era unas tres o cuatro veces menos ancha y  un tanto menos gruesa que el diario… claro que bien podrían caber ahí las cenizas


-Yo…


- Por cierto…- me cortó – gracias…por… el regalo – no volteó a verme al decir eso, miraba a un lado ¿sería posible que estuviese algo avergonzado? Hubiese querido que estuviese algo más de frente a mí para al menos alcanzar a ver sus pecas encendidas por ello.


-Eh? Yo…. – no sabía porque pero no podía controlar los sonidos que salían de mi boca – gracias – dije al fin - ¿puedo abrirlo? – pregunte pues no sabia si le parecería adecuado que lo hiciese


-Es tuyo, no me preguntes a mi esas cosas – se cruzó de brazos sin más, como si esperase que lo abriese frente suyo, no iba a dejarle esperando.


Hasta cierto punto estaba algo – bueno bueno… estaba MUY – emocionado por lo que sucedía, como niño en vísperas de navidad desgarré el papel, segundos después me reprendí a mi mismo, creí que se enojaría por no ser tan cuidadose, pero solo se quedó ahí observándome. Un bello estuche grabado con mi nombre en la tapa. Seguramente era un juego de plumas o algo así… estuve casi en lo cierto de no ser porque en vez de plumas era una sola, pero no algo normal, una pluma fuente bastante elegante, con un diseño de un gato grabado en su mango, mi nombre también en ella, se notaba que era bastante costosa. Sonreí.


-Si no te gusta es mejor que me digas a que te burles maldito imbécil – alcé la mirada con cierta sorpresa notando como se iba “déjale ir” gritó mi razón


– ¡Yagami! – Grité deteniéndole con mi mano en su hombro  - no te confundas, no me reí…sonreí… es diferente, uno sonríe cuando le gustan las cosas ¿sabes? – ladee un poco mi cabeza para mirarle a los ojos con firmeza esperando me comprendiese – gracias… - una reverencia por mi parte, no se que pensaría sobre eso pero no me importaba, es decir, tal vez fuese raro para él pero era lo menos que podía hacer yo


- Déjate de tonterías… no es más que… algo para estar a mano – farfulló dándome la espalda


- Vale... Pero he de decirte que sé que esto no vale lo que el diario, es mucho más así que quien está en deuda ahora soy yo


- No me debes nada… en fin, es todo adiós…


- No, joder ¿tienes algo que hacer o qué? – solté con cierto toque de reclamo sin darme cuenta hasta después que lo dije.


- En absoluto – respondió


-Entonces ¿por qué tanta prisa? - suspiré con cierto fastidio, pero no de él sino de la situación en si – es navidad, ven vamos a que te pague mi deuda – tomé su mano, sentí algo de resistencia pero después solo se dejó llevar, cuando me di cuenta que íbamos de la mano fue cuando algunas personas que pasaban a nuestro lado nos miraban con cierta sorpresa. Le solté con “naturalidad” fingiendo estornudar para que no sintiese que le estaba rechazando o que me importaba lo que susurraban a nuestro paso... Pero seguramente que agradeció que le soltase, ni siquiera sé por qué no me aventó la mano él mismo. Quizá es más cortés de lo que creí.


Comentó algo sobre pelear, pero le dije que era navidad y que no tenía ganas de golpearlo después de que me diese un regalo el cual por cierto guardé bien para no perderlo. Debo aclarar que ni siquiera yo sabía por qué diablos había tomando de la mano a un Yagami para llevarle por la ciudad. Pasamos por una máquina de purikuras, literalmente lo empujé dentro, debiste ver las fotografías que nos tomamos, me empujó de la cara, le jale las mejillas para que volteara a la cámara, me metio los dedos en la nariz para alejarme… me reí bastante cuando vi las fotos reveladas, sin embargo la primera que tomó la máquina cuando estaba intentando explicarle como funcionaba – antes que me empujara para no hacer “ridiculeces” – él mi miraba fijamente, pero no con odio, corté la foto y la guardé anques que la viese, no iba a dejar que la rompiera, mi corazón palpita fuerte solo de recordarlo. Y no tengo idea del por qué. En fin, las demás fotografías las repartimos entre él y yo, no sin antes hacerle prometer que las guardaría en el diario y no se desharía de ellas, de mala gana pero lo hizo.


Lo siguiente que hice fue llevarle a comer una hamburguesa ¡dioses! Es todo un bestia al comer, no como come sino la cantidad, no sé como puede tener ese maldito abdomen plano con todo lo que traga, y su rostro… se iluminó por completo al ver que tenía casi 400 gramos de carne, y se tragó 3… ni en mis buenos días como tanto, pero creo que le gusta mucho la carne roja, más de lo que debería… se bebió dos malteadas aunque rechazó el postre – para fortuna mía o quedaría en banca rota – no te diré que no intentó pagar él porque mentiría, pero le dije que era parte de mi deuda.


-“Vale” – me dijo y la vi… una semi sonrisa sincera, no de burla, ni de enojo disfrazado, era genuina y mi corazón se derritió por dentro.


Salimos de ahí para caminar un poco, metí mis manos a los bolsillos puesto que estaba comenzando a hacer algo de frio, llevamos un mismo ritmo, el silencio entre ambos esta vez no fue incómodo, al contrario, pareciera que intentábamos disfrutar d ela compañía ajena, no sé que me pasó, sencillamente no pude evitar ser feliz pese a ser el idiota de Yagami el causante de esa felicidad. Me pregunto qué es lo que él pensaba en esos momentos, le  miré de reojo y observaba al frente, siempre tan “en su mundo” la seriedad hecha hombre. De pronto me pareció tan lejano, a pesar de estar a mí lado noté que eramos los dos lados de la moneda y que por más que esta gire nunca podrán juntarse, y mi corazón se encogió a tal grado que no pude evitar llevarme una mano al pecho.


-¿Estás bien? – preguntó sosteniéndome del brazo, tal vez por mi gesto pensó que me caería, nuestros rostros quedaron muy cerca


- Si… tal vez comí mucho – susurré separándome restándole importancia al potro desbocado que era mi corazón en ese instante


- Bueno… - metió de nuevo las manos a los bolsillos de la chamarra.


No sé cuanto tiempo caminamos, dentro de mi cerebro se libraba una lucha a muerte, mis sentidos peleaban contra mi razón, la alegría hacía frente a la venganza, el miedo se refugiaba tras la tenacidad, la ansiedad corría por toda mi cabeza poniéndola patas arriba, era todo un caos.


-Este es mi camino – su grave voz me sacó del espectáculo de la disputa interna


- Si…claro – me encogí de hombro ¿por qué diablos lo hice? Aun me lo pregunto, estoy seguro que me vi como si no me importase, y es que… no debería importarme, ni el ni lo que le pase, y sin embargo me importa a tal grado que temo lo peor, y estoy tan loco que tampoco me importa demasiado lo peor.


Agradecí de nuevo el obsequio, negó y me dio la espalda, me miró de reojo unos metros adelante, estoy seguro que lo hizo por desconfianza, tal vez creyó que le atacaría al voltearse, pero solo le hice un ademán con el rostro como despedida. Por primera vez no vi la luna alejarse, solo vi la espalda de alguien con quien me sentí muy bien ese día. Tan bien que no noté la vibración del celular, cuando me di cuenta y lo abrí tenía más de 15 llamadas perdidas de Yuki, 24 mensajes de texto. Eran casi las 9 de la noche, sin notarlo me llevé varias horas en compañía de mi rival, apenas e intercambiamos palabras, miramos aparadores, comimos hamburguesas y caminamos entre las personas, y aún así me sentí mejor que si saliera del hotel acompañado de Kushinada.


¿Debería hablar de esto con mamá? Tengo miedo, porque no sé como reaccionaría ella, pero aún más porque sé que no soy correspondido, quizá lo pasó bien pero nada más como una experiencia nueva con un tipo x que por un día no vio como su enemigo a muerte…


 Tengo mucho que pensar, nos veremos luego.


PD: La pluma fuente escribe perfecto


DPD: aún no entiendo por qué me relaciona con los gatos…


DIARIO DE IORI


 


NOTA: “las palabras entre corchetes significan que han sido rayadas o tachoneadas”


Xx/xx/1996


Días antes de navidad


Sus ojos son grandes, debo decir que solo una vez vi unos de ese tamaño, las pestañas son largas, me miraba fijamente con cierto aire de superioridad, esa naricilla pequeña y rosada… el pelaje era blanquecino con unas patitas en negro que parecían un par de calcetines… te preguntarás de quién hablo.


 -¡Oye! – la voz de un tipo me hizo perder mi lucha de miradas con el gato que, recostado en el mostrador, no dejaba de mirarme.


Debo confesarte que, desde el día que conocí a la “chica bonita” – el bastardo Kusanagi – no puedo apartar de mi mente que es como un gato, tan curioso… con esos ojos enormes y expresivos, muchas personas piensan que los felinos no conocen otro sentimiento que la prepotencia, pero son seres por demás explícitos, y eso se le ve en la mirada, justo como ese idiota. Pero en fin, quizá solo estoy divagando como siempre, y además de ellos estoy aquí escribiendo en ti, más pronto de lo que pensé hacerlo nunca, pero como te contaba luchaba contra ese gato cuando me llamó el dependiente, entregándome una cajita de madera con bellos grabados de sakuras, y el nombre del idiota de Kyo ¿por qué? Pues porque te regaló a mí, y no puedo permitirme eso, nadie puede regalarme nada así que como tampoco te puedo devolver pensé en resarcir el gesto con otro obsequio. Supongo que si lo encontré comprando un diario es porque le gusta ecribir uno – espero que no sea para su maldita novia pegoste – como sea, pensé en comprarle una pluma fuente, pero no quería cualquiera, debía ser [especial] diferente. Por lo que busqué un sitio que pudiese grabarlas con diseños propios, así que llevé la imagen que tienes en la portada, pedí que la decorasen con el gato mirando la luna y el nombre del imbécil.


Es lo que le daré y si no le gusta que se joda el cabrón. 


Eso es todo, adiós.


PD: Jamás había envuelto un  obsequio, es una tortura pero quedó como quería.


 


DIARIO DE IORI


24/12/1996


 


Le gustó, el regalo le gustó y le vi sonreir, al principio creí que se estaba burlando el idiota, pero después me explicó que solo sonreía porque le había gustado. Pero comenzaré desde el inicio, le mandé un mensaje temprano – no podía dormir, desde ayer sentía algo parecido a un dolor estomacal, era como si muchos gusanos se retorcieran dentro mio, tan solo ver el teléfono y querer comunicarme me hacia sentir asi de mal, pero me decidí a hacerlo, eran como las tres o algo así. Recibí la respues quince minutos después ¿por qué tardó tanto? Ni idea. Me cabree bastante al ver un escueto “Si” seguido de números y signos, letras… bufé molesto, aunque tal vez se quedó dormido mientras escribía el mensaje… tenia menos de 30 caracteres y eso porque es lo máximo que podemos mandar en un texto sino seguramente escribía el coran ahí.


Lo cité en la plaza, no le dije para qué pero era OBVIO que no nos íbamos a poner a pelear ahí, no solo porque jamás le hablé de un combate sino porque no era un lugar apropiado para ello. ¿Sabes lo que hizo nada más llegar? ¡Se puso en guardia! Tuve que decirle lo más amable que pude, que no íbamos a pelear. Lo alejé del bullicio pues no le iba a dar mi obsequio frente a un sinfín de desconocidos. Como te dije al principio lo aceptó y le agradó. Aunque me salió con una idiotes de que ahora el me debía algo porque se notaba que era costo. ¡Claro que lo era! ¿Pensaba que le iba a dar cualquier cosa que se me atravesase?  Como sea, le dije que no me debía nada y comencé a alejarme


- No, joder ¿tienes algo que hacer o qué? – su voz al preguntarme eso era como una bofetada con palabras,  en ninguna batalla pasada me habló así, creeme que me sorprendí sobre manera.


- En absoluto – ladee la cabeza aun estupefacto


-Entonces ¿por qué tanta prisa?


Y ahora que lo pienso ni siquiera yo sabía por qué deseaba irme, o más bien… sentí que tenía que hacerlo porque en el fondo no es como si en verdad tuviese algo importante


- Es navidad, ven vamos a que te pague mi deuda –  dijo y tomó mi mano, como lo escribo, la tómo e intenté separarme de inmediato pero la asió con tal firmeza que simplemente no [quise] pude zafarme.


Le vi empezar a caminar, iba vestido con una sudadera azul, el gorro se movía un poco por el movimiento, pantalones deportivo y tenis blancos con negro con la famosa insignia de Nike, tan desenfadado como siempre, ¿por qué vestía informal si creyó que íbamos a pelear? Tal vez su inconsciente le dijo que no lo haríamos, almenos no ese día. Quedamos uno junto al otro, intentaba no prestarle demasiada atención al calorcito que emanaba de su agarre, como si no le improtase que los demás nos miraran, cómo me hubiese gustado que el mundo desapareciera en ese instante, quedarnos solo nosotros dos para que no tuviese que fingir ese estúpido estornudo. Pero le entiendo, dos hombres tomándose de la mano por la calle no es en absoluto normal ni conveniente, mucho menos si esos hombres somos nosotros, dos rivales de nacimiento, que deben odiarse a tal grado de llegar a matar al otro sin razón de peso, únicamente porque lo mandan un grupo de viejos que, por no ser primogénitos, no tuvieron que cargar con la etiqueta de asesino en sus frentes.


-Entonces… ¿creiste que íbamos a pelear? – pregunté pero creo que no me puso demsiada atención, quizá estaba absorto en otras cosas, tal vez un tanto molesto de que no le soltase la mano por mi propia cuenta y tener que llevarme así un buen tramo, comenzó a explicarme que no iba a pelear porque era navidad y que no quería golpearme después de darle un obsequio ¿golpearme? Era más fácil que yo le golpease a él primero, bastardo malagradecido, decirme eso cuando nisiquiera le dije que iba a luchar.


Pero no quiero enojarme, me siento mas que [feliz] satisfecho por este día como para terminarlo con una cara larga. Caminamos unas cuantas cuadras cuando de pronto


-¡MIRA! – su rostro se iluminó al ver un aparato extraño, como cabina que poniía “PURIKURA”en un costado, sentí un empujón tal que casi me voy de bruces dentro del cuartillo infernal.


 Estuve a punto de reclamarle pero me atrapó su actitud al mirar la pantalla táctil de los controles, estaba tan concentrado explicándome como funcionaba aquello, desde donde estaba podía notar sus pestañas, tan grandes como las de un gato – bueno no tanto – pero hacen que su mirada sea mucho más expresiva, esa naricilla que dan ganas de tocar un poco, un dedo sobre sus labios al decidir no se qué, noté un leve resplandor segundos antes que me empezara a acosar, se acercó demasiado y tuve que agarrarlo del rostro para alejarlo, después sentí sus malditos dedos dentro de mi boca para obligarme a sonreir como si yo no pudiese hacerlo por ¡mi puta gana! En un movimiento metí mis dedos a su nariz para intentar alejarlo así un poco más, joder fue asqueroso ¡¿por qué debo meter los dedos en la nariz de otro?! Entre sus “ataques” y los flashazos constantes dentro de la cabina salí algo aturdido, ¿Qué coño había sido todo eso? Pero me iba a escuchar, le diría como lo iba a desollar en la primer batalla que tuviésemos, no podía ir por la calle actuando como un maldito mocoso de 10 años, y en ese momento la oí, una risa tan sincera como ninguna que hubiese escuchado. Mi mano que iba directo a su cuello para empezar a zarandearle se detuvo; se acercó a mi mostrándome las fotos, noté que de ambos juegos faltaba la primera… o tal vez así salieron al cortar las tiras de la máquina, yo qué sé. Le dije que tirase eso porque nos veíamos ridículos.


-Es parte de mi pago así que debes guardarlas… - comentó de forma seria


 Estuve a punto de reclamarle lo absurdo que era guardar esas fotos pero me miró a los ojos, como ese gato del mostrador, con esos ojazos tan expresivos, no desvió la mirada “Prometeme que no te desharás de ellas, si las metes entre las hojas del diario nadie las verá” dijo más cerca de lo apropiado. Le dije que si para que dejase de fastidiarme. No contento con lo anterior me llevó – contra mi voluntad – a un lugar de hamburguesas, no puedo quejarme fue una de las carnes más jugosas que he probado en mi vida, casi medio kilo de carne en cada hamburguesa ¿puedes creerlo? Me comí tres porque seguro me vería mal si hubiese pedido la otra, pero regresaré de eso no hay duda, se ha convertido en mi lugar favorito de la ciudad [y no solo por la comida. ] rechazé el postre, no soy muy de dulces, cuando iba a pagar no me dejó… creo que se tomó muy enserio el pagar la deuda, ahora siento que soy yo quien le debe algo… le invitaré después.


 


-Vale – dije escuetamente pero no pude evitar [sonreir] una mueca de aprobación, algo leve  para que se estuviese en paz.


 Al salir comenzamos a caminar, le vi meter las manos a los bolsillos pero no creo que fuese como lo que yo hago, un gesto de “no me importa la vida” al contrario, no té un leve temblor en su cuerpo, seguramente tenía frío, estuve a punto de quitarme la chamarra y ponérsela en los hombros pero me detuve justo a tiempo ¿acaso somos una pareja? Está bien que él tenga rasgos bastante… ¿femeninos? No ya no, creo que más que otra cosa son “finos” no es tosco como el 99% de los hombres que conozco, claro que siempre he estado rodeado de Yakuza asi que no tengo mucho mundo en ese aspecto, pero no quiero perderme en otras cosas, de hecho ahora que lo recuerdo precisamente me quedé pensando lo mismo ese día, el silencio reinó entre nosotros pero parecía uno de complicidad, y sentí como si todo a mi alrededor desapareciera, otra pregunta llegó a mi mente… ¿acaso no iba a verse con su estúpida noviecita ese día? Si bien en occidente, y para algunos japoneses, la navidad tiene un significado totalmente diferente, en Japón es como otro catorce de febrero, las prejitas salen a pasar el tiempo juntos,… ¿fue prudente citarle hoy? No es como que me preocupe su relación con la tipa odiosa pero… podía tener otros planes. Claro que eso se alejó de mi mente al recordar esa pregunta de: ¿tienes algo que hacer o qué?.


Sonreí, aunque se borró rápido mi intento de sonrisa pues le ví llevarse una mano al pecho y encorvarse un poco, como si tuviese un fuerte dolor.


 -¿Estás bien? – pregunté y como acto reflejo le sostuve por si terminaba cayéndose, alzó la cabeza y nuestros rostros quedaron muy cerca, pude mirar sus ojos más a fondo y esas pestañas tan… suyas.


- Si… tal vez comí mucho – ¿qué coño de respuesta fue esa? Yo comí más y estoy en mi sano juicio, como fuese no iba a ahondar más, si no quería decirme allá él  


- Bueno… - metí mis manos en mi chamarra para dejarle claro que no me importaba lo que le pasaba… no tanto.  Caminamos un trecho que para mi fue el más corto de mi vida pese a que, después supe, fueron mas de dos horas.


-Este es mi camino – dije de pronto, debía regresar a casa, no quería irme pero no podía quedarme por mucho que lo hubiese deseado


- Si…claro – se encogió de hombros y fue en ese momento que yo era el único que quería pasar más tiempo al lado de ese maldito bastanto desconsiderado, chasqué la boca sin que lo notase, no por él sino por mi idiotez, por creer que estos extraños e inapropiados sentimientos eran siquiera un poco correspondidos. Vaya que soy iluso.


Agradeció de nuevo el obsequio, solo negué con la cabeza dándome la vuelta, no iba a dejar que me ilusionara nuevamente, pero si hay algo cierto en todo esto es que fui yo quien se ilusionó solo, ahora que repaso todo mientras lo escribo fue un día más, con un tipo cualquiera. Un impulso interno me llevó a voltear notando que me observaba ¿por qué? ¿Acaso creía que me iba a voltear para atacarle mientras el tomaba su rumbo? No obstante movió su cabeza un poco como despedida, miré al frente otra vez. Qué sujeto tan más extraño, y me hace comportarme también de forma extraña. Cuando me di cuenta la luna estaba en todo su esplendor, siempre me ha gustado, madre dice que es la que protege a nuestro clan y que debemos dejar que nos guie en todo momento. Sumado a ello verla me llena de paz, pasé por un pequeño parque sentándome en una banca, de cara a la luna, la obsevé fijamente. “No es malo lo que sientes” escuché una voz en mi cabeza, ¿en verdad no lo és? Es mi enemigo, es el tipo que me enseñaron a odiar desde pequeño, al que debo matar y a quien le debo todo mi sufrimiento pasado. Pese a no ser su culpa tampoco. Siento en mi interior una guerra entre el deber y lo que deseo… como dice Kant, entre mi deber ser y lo que es… pero esta vez el deber es más fácil de lo que es en realidad, es más fácil odiar que [ama] apreciar, aun más que el perdonar pese a realmente no tener nada que perdonarle porque no son culpa suya todas las heridas externas e internas.


Minutos después retomé el camino y aquí estoy, escribiendo en ti otra vez, sintiendo un nuedo en la garganta y los gusanos removiéndose en mi estómago sin parar, tal vez deba tomar un desparasitánte pues no encuentro otra explicación sobre todo esto, y ahora que estoy llegando al final debo confesarte que al darle el obseguio al bastardo aquel sentía mis manos húmedas y temblorosas, claro que lo escondí muy bien. Mi corazón se agita solo de recordar su sonrisa, sus ojos y ese rostro de inocencia que conserva pese a la edad.


Ayúdame madre, no sé qué debo hacer, mis ideales están flaqueando por un par de ojos avellana.


PD: [Su cabello huele a durazno…] Debo ir a comprar más ramen…


 


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