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Fiesta de Navidad por Sh1m1

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Ministerio de Magia, Londres: 1 día para la fiesta de Navidad.


 


 


Su humor no había mejorado, nada, ni un poco. Estaba siendo completamente ridículo, aquella no relación que tenía con Potter era absurda.


 


No tenía motivos para ese malestar, pero allí estaba aguijoneando en su mente, insidiosa, inoportuna.


 


Solo había sido un maldito beso que el moreno ni siquiera le devolvió.


 


A su favor debía decir que era alguien altamente obsesivo, con el orden, los números, incluso la puntualidad eran importantes para él. Luego estaba Potter, no llegaba a tener recuerdos en los que el niño que vivió no fuera objeto de su obsesión.


 


Había leído y escuchado todo sobre él, tenía su misma edad. Su padre le había dicho que irían juntos a Hogwarts y Draco había soñado con él, con ser su amigo, su mejor amigo.


 


El chasco fue tal que solo supo reaccionar atacando, venenoso, se lo merecía. Le había despreciado delante de todos, y luego, muchos años después le había salvado.


 


Cuando lo tuvo delante de él en la mansión supo a ciencia cierta quién era, podría haberlo delatado, pero no pudo. Era Potter, estaba allí e iban a matarlo.


 


Desde ese punto, mentía, desde antes, su vida había sido un infierno. Un completo infierno. No delatarlo no era mucho, pero era todo cuanto podía hacer por él.


 


 


Cuando supo que habían escapado se alegró, también le odiaba, porque quererle era más doloroso.


 


Por eso cuando le salvó de morir quemado Draco hizo lo impensable, aquel maldito beso, aquel secreto que llevaba ocultando en su interior tantos años.


 


Su obsesión por Potter, su amor, su odio y su completa necesidad.


 


Era hora de pasar página, y con los nombres que Blaise le había dado entre sus manos se dispuso a dar el primer paso.


 


Sacó pluma y pergamino, uno de ellos trabaja allí mismo, en el Ministerio.


 


Le iba a proponer ir a tomar una copa, algo informal, quizás al día siguiente puesto que no iba a haber fiesta todos saldrían un poco antes.


 


 


 


Mientras escribía y trataba de no sentirse absolutamente estúpido al estar accediendo a los planes de Blaise, se dio ánimos.


 


Al menos eso haría que dejara de pensar en el dichoso Harry Potter.


 


 


“Buenas tardes, Eric.


 


Un amigo en común me ha hablado muy bien de ti, y esperaba que quisieras tomar una copa conmigo.


 


Mañana, a la salida del trabajo.


 


Atentamente, Draco Malfoy”


 


 


 


Antes de arrepentirse puso el sello del Ministerio y lo dobló en su correspondiente avioncito. A él le gustaban más las palomitas, pero era el estándar del Ministerio y la única forma de comunicarse rápidamente.


 


Draco, una vez tomaba una decisión la ejecutaba rápidamente, como debía ser.


Con un golpe de varita vio el pergamino partir, estaba contento. Había dado un paso hacia delante, iba a superar todo aquel estúpido efecto Potter.


 


Salió a estirar las piernas y le sorprendió lo sonriente que estaban todos. Al final él había tenido razón.


 


Solo era una fiesta y la gente tenía mejores cosas sobre las que preocuparse, regalos, comidas, alguna sesión de sexo como la que él esperaba disfrutar la noche antes de Navidad.


 


La respuesta no tardó mucho, a Draco realmente no le sorprendía, era guapo, tenía un buen puesto y era alguien con el que se podía además conversar.


 


 


“Hola Draco, me encantará salir contigo, la verdad es que llevo tiempo deseándolo pero no me atrevía a dar el primer paso.


 


¿Qué te parece si vamos juntos a la fiesta del Ministerio, después podemos ir a tomar una copa a mi casa.


 


Deseando verte, Eric Malone”


 


 


Draco leyó el pergamino varias veces, había tenido la mala suerte de que una vez que se decidía iba a dar con un completo inútil.


 


¿Debía ser el único en todo el Ministerio que no se había enterado de la anulación de la fiesta?


 


Pero si había salido anunciado en El Profeta, ¿en qué mundo vivía el tal Eric Malone?


 


 


Corrió a sacar otro pergamino, quizás no debería ni dignarse a contestar, pero se sentía en la obligación moral de darle una bofetada de realidad.


 


 


Siento comunicarte, ya que al parecer debes andar despistado, que la fiesta en el Ministerio se ha cancelado.


 


Lo he pensado mejor, y mañana es un pésimo día para una salida informal, aún debo realizar algunas compras de última hora.


 


Adiós, Draco Malfoy


 


 


 


 


No lo pensó y la mandó, había perdido el tiempo. No daba crédito a su mala suerte. 


 


Se veía recurriendo al peor de los escenarios, un club gay, lugar donde si bien el objetivo era claro y alcanzable; los resultados habían sido deplorables.


 


 


 


Volvió al trabajo, y obviaría el tema con Blaise en los próximos días. Estaba claro que su amigo, al que consideraba alguien con criterio, lo había perdido completamente con este tipo.


 


Una pena.


 


Era el penúltimo día de trabajo, y después todos tomarían una semana de vacaciones.


 


Quizás para resarcirse con su madre por el vulgar regalo que había conseguido podría llevarla a París, ella adoraba París.


 


Cuando iba a solicitar el traslador que iba a costarle a esa alturas un ojo de la cara, le llegó un avioncito que cayó entre sus manos.


 


 


Siento que no te hayas enterado, pero la fiesta no ha sido finalmente suspendida, gracias a Merlín. En mi departamento hemos recibido esta mañana una invitación.


 


Espero que aún quieras venir conmigo, realmente lo estoy deseando.


 


Eric.


 


 


 


No tuvo tiempo de explicarle cómo había sido objeto de una burda broma, cosa de la cual, dado su nulo desparpajo no le sorprendía.


 


Un palomita, de aquellas que a él realmente le gustaba mandar en Hogwarts, llegó volando a su mesa.


 


Se posó, y Draco la miró dudoso.


 


Llevaba el sello del Ministerio, ¿cómo era posible?


 


La abrió no sin amonestarse por antes no realizarle un par de hechizos previamente. Aunque hacía mucho que nadie atentaba contra él, había que ser cuidadoso.


 


Cual no sería su sorpresa cuando entre sus manos tenía una maldita invitación a la Fiesta de Navidad del Ministerio 2003.


 


 


Se levantó hecho una fiera y fue hacia la mesa de su jefe, el hombrecillo atusaba sus bigotes demasiado contento.


 


—¿Qué diablos es esto?—vociferó Draco. Creía superado el tema de la Fiesta y olvidó que él era el subordinado y el otro, su jefe.


 


 


—Eso, Malfoy, es una invitación a una fiesta.


 


—Tengo ojos, sé leer, señor.—Trató de calmarse, pero se le daba realmente mal—No hay dinero.


 


 


—Se equivoca, Malfoy—dijo el de los bigotes con una sonrisa—Una donación.


 


Draco no daba crédito, ¿una donación que iba a ser mal aprovechada en una fiesta?


 


—Señor, hay otras necesidades en las que podríamos usar ese dinero.


 


—Así es, hijo.—Draco rodó los ojos, llevaba días sin hacerlo, ese día acabaría mareado. Lo sabía.


 


—Antes de que me relates todas las cuentas pendientes que tenemos—le calló su jefe—, la donación es exclusivamente para la fiesta, míralo tú mismo.


 


El hombre le pasó unos papeles que Draco leyó detenidamente.


 


Una suma considerable, pero no ofensiva, y una condición.


 


Solo usar para la celebración de la tradicional fiesta de Navidad


 


 


Un único donador que pedía permanecer en el anonimato.


 


Una firma, un nombre, un efecto en las piernas de Draco.


 


Harry Potter.


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