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Fake Out por mary chan21

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Se habían visto un par de veces, aunque los encuentros eran tan fugaces e insustanciales que bien podía haberlos soñado. Tatsuha no se veía molesto, a diferencia de cuando se marchó en medio de su cita, pero tampoco parecía interesado en pasar tiempo con él, en contraste con su actitud de siempre. Casi en todas las ocasiones había alguien más con ellos, por lo que se le hacía difícil hablar con seriedad, pero lo cierto era que también había tenido oportunidades a solas con el moreno, y que las había desperdiciado todas. Su intención se desvanecía por el desánimo de verle indiferente. ¿A qué venía aquel cambio? La pregunta se aferraba a su garganta, negándose a salir. Puede que él tampoco se permitiera soltarla, por miedo a conocer la respuesta. Temía que el chico le confesara lo mismo que susurraba su temor, que dijera que su decisión era permanecer soltero, que tenía mucho más que disfrutar así que atado a un alfa.


Un alfa como yo, que casi le doblo la edad.


Era sencillo ser pesimista, cuando la causa de sus preocupaciones estaba a su lado, en el mismo sofá, luciendo tan tranquilo y concentrado mensajeándose con quién sabe quién o quiénes. Era gracioso que en ese mismo sillón hubieran estado besándose hasta perder el aliento, mientras que en la actualidad apenas tenía la esperanza de que lo miraran a los ojos.


Pese a esto (o quizá precisamente por eso), sus pensamientos vagaron a una de las tantas incógnitas que no dejaba de hacerse cada vez que se lo topaba. Y aprovechando que Shuichi aún no regresaba de su habitación (habían pasado a recoger las distintas muestras de papelería para las invitaciones a la boda), aprovechó de preguntar:


— ¿Por qué no ocultas la marca?


Él mismo se tensó al notar que el menor se erguía. La indescifrable mirada que le dedicó (pero la primera tan larga en varios días, maldita sea) hizo que su corazón diera un vuelco.


— ¿Por qué tendría que hacerlo? Estoy en casa —Vaya, la frialdad con la que podía hablar hacía que recordara quiénes eran sus hermanos. Pese a ello estaba resuelto en no rendirse.


—Las otras veces que te he visto tampoco he sentido tu aroma.


—Bueno, nos hemos visto solo en NG, y allí ya me conocen. Sería tonto ocuparlo para nada —señaló, haciendo que se sintiera como un idiota. Tal vez eso era, o eso pensaba él que era. — ¿Por qué te importa? Me dejaste claro que yo debía decidir.


El castaño tragó, odiando no poder dilucidar el motivo de su disgusto. Le había ofrecido toda la libertad que pudo conseguirle, toda la que quería darle. ¿Cuál era el problema?


—Sí, por supuesto —concedió. Sintió un gruñido arrastrarse para sus adentros, y a duras penas lo contuvo. Últimamente se sentía muy alterado. Todo a causa del omega impasible que tenía al lado. —Aunque no entienda ni me digas cuáles son exactamente tus decisiones, ya las tomaste —resopló, sin notar la leve sorpresa del otro por su actitud. — Sería genial que, cuando decidas algo, se lo informes también a la otra parte involucrada. No sé si perseguirte, esperarte u olvidarte, Tatsuha. Dímelo pronto, es imposible tener paciencia con tantas señales contradictorias de tu parte.


— ¿Contradictorias? —repitió el pelinegro, con una mueca que mezclaba diversión e incredulidad. Parecía una expresión demasiado dura para alguien tan joven. — He sido obvio, si me permites decirlo. Y no me agrada que seas tú quien lo diga. Después de todo, tus intenciones eran las menos claras —acusó, confundiéndole más todavía.


— ¿De qué estás hablando? —Como hacía mucho no pasaba, sintió su propio ceño fruncirse. Sin importar qué dijera el moreno, estaba dispuesto a alejarse de él después de este día; si seguía con él, toda la juventud que aún mantenía iba a esfumarse por las rabias que le hacía pasar con su hermetismo. — Siempre he sido directo contigo.


—Sí, aunque con señales bastante contradictorias, como tú lo dices. Perdóname por no entenderte, pero no he llegado a la iluminación estando lejos del templo. Al menos en las citas normales, la gente no actúa como tú lo hiciste.


—Perdóname por no actuar como alguien normal —bufó, sin percatarse de que había alzado la voz— ¿Qué se supone que hice?


— ¿Lo preguntas en serio? Contéstame tú mismo entonces, a ver si sigues sin reconocerlo. ¿Te parece que es normal que en una cita esperes que me vaya con otro? Si querías deshacerte de mí, había formas más sencillas que ignorarme, felicitar a un desconocido y dejarme ir. ¿Te das cuenta de lo ridículo que se escucha?


El ojiazul sintió su furia aplacarse ante la del moreno. Verlo de esta manera, frustrado y confundido, desquitándose con él porque eran incapaces de entenderse entre ellos, le ayudó a recordar la diferencia de edad, y se sintió responsable de arrastrarlo a este nivel de desastre.


—Se escucha bastante ridículo, lo admito. Sobre todo teniendo en cuenta que nunca he querido deshacerme de ti —disfrutó un poco el respingo del Uesugi, y envidió un poco la facilidad con la que volvió a componer su semblante. Por otra parte, comenzaba a comprender por dónde había surgido el malentendido, así que le agradeció al universo por ahorrarle motivos para continuar insomne otra noche. — Creo que entiendo por qué lo pensaste, y sé que es culpa mía. Lo siento.


El pelinegro no se esforzó por ocultar su desconfianza. Permaneció viéndole con fijeza, hasta que supo que no obtendría ningún gesto revelador; esa era la realidad: Ryuichi era un idiota de buenas intenciones y pésimas maneras. Su hermano se lo había advertido, y en estos momentos lamentaba haberle ignorado.


—Disculpa aceptada —susurró, repentinamente cohibido. Y es que, aunque sus palabras se escaparon, lo cierto es que costaba perdonarlo por haberle hecho sentir rechazado. Para él fue como si lo hubieran descartado después de la prueba gratuita. Por eso mismo, dudó en decir lo que pensaba. Tratando de armarse de valor, comenzó por soltar una de las tantas preguntas que confundían sus intenciones—: ¿Crees que con eso basta? En serio quiero olvidarme del asunto, pero no puedo ignorar que siempre acabamos por malinterpretarnos. Tal vez jamás podamos entendernos, Ryuichi.


El mayor sintió sus palabras como un golpe en el estómago. Para empezar, porque era exactamente lo que él mismo creía, aunque tenía la tonta esperanza de que Tatsuha fuera más optimista. Solo entonces se le ocurrió sospechar que quizás él era el más asustado con la situación, pues debía tener bastante experiencia siendo despreciado sin motivos, mientras que él tenía un historial bastante tranquilo y superficial en sus relaciones. Todo aquello había jugado en contra para ser considerado con el otro.


— ¡Ya las encontré! —Por suerte (o todo lo contrario, la verdad) Shuichi reapareció, con las dichosas tarjetas en su mano. El escritor estaba a su lado, apoyado en la pared, y parecía que llevaba más rato allí que su prometido. Se veía ligeramente amenazante, como preparado para un ataque de tener que hacerlo. El castaño comprendió que así debía ser, que había acudido a proteger a su hermano por si lo necesitaba. — Se supone que debo decidir hoy el diseño y el material, pero lo olvidé —gimió el pelirosa, ajeno a la tensión del ambiente—Vamos a comenzar con la votación, ¿están listos?


Ryuichi asintió, aunque maldiciendo para sus adentros por tener que permanecer allí, tan cerca y tan lejos a la vez del moreno. Sus manos picaban por atraerlo hasta su pecho, prometerle que las cosas cambiarían y murmurar palabras de amor a su oído. En el fondo, sin embargo, era consciente de que aún si estaban solos le sería imposible llevar a cabo cualquiera de sus ilusos deseos.


—Será una votación rápida, debemos de enviar pronto las invitaciones —suspiró el rubio, y el ojiazul hizo un esfuerzo para ocultar su sorpresa cuando se sentó al otro lado del pelinegro, obligándole a pegarse más a él. ¿Yuki lo apoyaba? ¿Por qué? No, probablemente estaba equivocándose, y en realidad todo lo que hacía el otro alfa era fastidiarlo para restregarle en la cara al omega que no podía tener. Sí, eso sonaba más como él.


—Mi aniki quiere decir que nos tomaremos todo el tiempo necesario para decidir como corresponde —repuso el menor, dándole un codazo al nombrado. Si lucía incómodo a su lado, fue algo que prefirió no comentar.


— ¡Sabía que podía contar contigo! Bueno, con ustedes —añadió, con un poco de nerviosismo en su rostro. Probablemente recién ahora estaba preguntándose por qué ambos se veían tan decaídos y reticentes a acercarse. En su defensa, no quería alejarse de Tatsuha, pero tenía miedo de descontrolarse y hace una tontería, como por ejemplo abalanzársele encima y olfatear su cuello como un animal. O lanzarse encima y suplicar por una segunda oportunidad. No sabía qué era peor, así que abrazó más fuerte a Kumagoro, como implorando para que lo sujetara si se ponía a dar lata. — Primero, el color.


Pasaron el resto de la tarde escogiendo y comentando más sobre la boda. Sería una mentira decir que no le costó estar tan cerca de él, especialmente ahora que ya conocía su aroma. Le parecía sentirlo a ratos, aunque sabía que solo era producto de su imaginación, y odiaba que con Eiri cerca sus olores se fundieran a ratos; era asfixiante. Ansiaba tenerlo para sí nada más, en otro lugar, que no estuviera cargado por otras esencias… Pero por sobre todo, añoraba la forma en que lo miraba antes. Sus ojos se iluminaban de una manera que solo obtenía en sus mejores conciertos con sus fans… Nadie lo había visto nunca de esa forma si no estaba sobre el escenario. Prefería seguir esperando para volver a conseguir esa mirada que abandonar a Tatsuha. Además, se veía tan lindo con tanta emoción por la boda…


En realidad sí debo alejarme de él, pensó, no sin cierta angustia. Cualquiera se daría cuenta de que espera casarse en un futuro. Quizás antes no lo había pensado, pero ahora tiene la oportunidad… y yo jamás he pensado en eso siquiera.


Ni estaba seguro de que pudiera casarse. En su carrera, esa clase de pensamientos estaban prohibidos, al menos para alguien de su estilo de música. Tal vez con otros géneros a los fans no les molestase pensar en sus ídolos enamorados, consolidando sus relaciones y formando familia, pero en casos como el suyo la imaginación no daba para tanto. Y la verdad era que nunca le importó el asunto, seguro como estaba de que lo más importante en su vida era la música, y confirmándolo después de varias relaciones. La realidad era que le importaba más él mismo que la música. Y si bien él y la música estuvieron siempre en sincronía, la situación había cambiado. Alguien más entró en su mundo, en sus prioridades, sus preocupaciones y sus anhelos a futuro.


Odiaba sentir que había permitido que entrara muy fácil, y que no pudiera hacerlo salir. Odiaba ver que el otro parecía haberlo sacado sin complicaciones de su mente. Rayos, ¡ahora era él el que se sentía descartado! Y era incapaz de apreciar la ironía, menos con tantas inquietudes por el chico. Lo veía lleno de alegría, y también tan frágil… Frágil porque dudaba que pudiese hablar con Yuki Eiri de cualquier interés amoroso, y Shuichi no estaba en condiciones de escuchar a nadie, tan ocupado preparando su matrimonio como andaba. ¿Tendría con quién hablar, alguien que le explicara la naturaleza de las relaciones, que estuviera atento a sus citas y lo ayudara? ¿Sabría alguien con quién salía? ¿Había alguien preocupado por su llegada?


Cuando se despidió de él, cobardemente lejos y desde la seguridad de la puerta, decidió que aunque no podía ser su pretendiente no estaba dispuesto a abandonarlo aún.


Al menos quería ser su amigo. Pero para eso debía recuperar su confianza, y aunque sea un poco de ese brillo en los ojos.


***


Había evitado ir a NG varias veces, tantas que su cuñado comenzó a sospechar y se quedó sin excusas que darle. Acabó por acompañarlo, deseando que su tonta habilidad apareciera ahora, cuando tanto la necesitaba, y que por favor fuera hacerse invisible. Esperaba que fuera suficiente para que el indeseado cantante no apareciera, porque parecía tener un radar para dar con él.


— ¡Tatsuha!


Mierda, maldijo, y se dio un par de bofetadas mentales por hacerlo. Pero ¿cómo evitarlo? Ryuichi era seriamente incomprensible, y penosamente evidente: primero, después del intento fallido de cita, se dedicaba a mirarlo de manera incómoda, aunque apenas era capaz de hablar, y se limitaba a ocultarse detrás de su conejo. Ahora agitaba a Kumagoro mientras corría hacia él, sin importarle chocar hasta con las paredes y reluciendo inocencia.


No sabía cómo quitar su atención de encima.


—Buenos días, Sakuma-san —saludó, fingiendo no reparar en el puchero disconforme que le restregaba en la cara. Claro que algo como eso era insuficiente para cambiar su decisión de evitar llamarle por su nombre en público, por más adorable que se viera. — ¿Busca a Shuichi? Justo iba a llevarle café —Hablaba casi sin mirarlo, tratando de concentrarse en la bandeja que cargaba, con bebidas para los miembros de Bad Luck. Esperaba que sus ganas de abandonar la fachada indiferente no lo traicionaran ahora.


—Te acompaño entonces nanoda. Kumagoro va a llevar esto —Antes de que pudiera replicar, ya había cargado al peluche en la bandeja y la llevaba por su cuenta.


Tuvo que hacer un gran esfuerzo para contener una mueca.


—Gracias —Dudaba que el murmullo hubiera alcanzado los oídos del vocalista, pero tuvo claro que las asistentes que iban por el pasillo sí lo escucharon, y quizá también se fijaron en su cara completamente roja. Apretó los puños, rogando por que nadie esparciera ningún rumor sobre su nula capacidad para mantenerse sereno frente a su ídolo; ya era bastante vergonzoso que algunos anduvieran de chismosos diciendo que eran amigos, y que su amistad había iniciado cuando el mayor quiso ayudarlo por la discriminación que vivía. En serio, la gente debía abandonar el chisme, por más cercano a la verdad que estuviera.


Caminó detrás del castaño, con la irritación quemándole la garganta, pues era obvio que éste sabía a dónde iba pese a que él no había señalado ninguna dirección. De seguro su cuñado lo había entregado.


Ese traidor…, gimió Tatsuha, más que nunca decidido a desaparecer de la vida de ambos cantantes para ahorrarse problemas. Aún si debía despertarse a las cinco de la mañana para evitar al pelirosa, ¡estaba dispuesto! Todo era mejor que caer en sus juegos de manipulación, en sus deseos de emparejamientos torpes e insensatos, y ser arrojado a las fieras (en este caso, el  entrometido personal de la empresa y el mismo Sakuma Ryuichi).


Voy a escapar. Prometo regresar para la boda, pero necesito huir de tantas tensiones.


—De nada. Yo… bueno, he estado pensando en ti —dijo, y el moreno se rindió ante las furiosas palpitaciones que vinieron con esa simple frase. Estaba seguro que a su corazón tampoco le quedaba más alternativa. — En serio quiero entenderte. Quiero que podamos entendernos —Se detuvo frente a la puerta, mirándolo con intensidad. La contradicción se estaba apoderando de su cuerpo. Por una parte, luchaba por aguantar lanzarse a sus brazos, derramando lo que hiciera falta para regresar a la calidez de su cuerpo, al aroma que lo invitaba desde su cuello, aunque tuviera que derramar sus emociones también; el café no le preocupaba tanto. Pero por otro lado, era simplemente imposible deshacerse del nerviosismo, de los recuerdos del fracaso de su salida, y de la ansiedad que le hacía querer voltear a cada instante para asegurarse de que nadie los vigilaba.


—Ya lo intentamos, no funcionó —repuso con suavidad. Desde la puerta llegaban a oírse unas notas dulces, casi como una balada, que perjudicaban seriamente su resolución. — ¿Por qué ahora sería distinto? Seguro que ninguno de los dos alcanzó la iluminación estos días.


—Tal vez alcancé otra cosa. Ahora… ahora no quiero solo ayudarte a ser feliz, sino hacerte feliz por mí mismo. Tengo esta tonta esperanza de que si lo logro podré ser tu amigo. Claro, si me lo permites.


El pelinegro se quedó sin aire, embobado por aquella mirada tímida de la que era testigo por primera vez. ¿Ser amigos? Era confuso saber si la propuesta era por bajas expectativas de dar más avances o por falta de interés amoroso, pero en definitiva quería aprovechar. Después de todo, él tampoco podía dejarlo ir tan fácil, por tan poco y con tantas ganas de estar a su lado.


Antes de que la cobardía volviera a ganarle, contestó:


—Como amigo soy más exigente que con mis parejas —Parte de la respuesta era mentira (a fin de cuentas, jamás había tenido pareja), pero trató de mantenerle la mirada, aunque fuera para aparentar convicción. — Si puedes aguantarme puedes ser lo que quieras —Ok, quizás estaba siendo muy obvio. Esperaba que su necesidad no se viera muy desesperada.


Por la sonrisa que le dedicó el otro, supuso que existía la posibilidad de que esa idea lo hiciera feliz.


—En eso nos parecemos. Espero que me soportes si te llamo en la madrugada y te pido que me cantes canciones de cuna cuando Kuma-chan y yo tengamos pesadillas nanoda.


—Es gracioso que lo digas siendo el cantante en esta relación.


— ¡No puedo cantar cuando me tiembla voz! Y eso siempre pasa con las películas de terror.


— ¿Entonces por qué las miras?


—Es cultura, Tatsuha, son necesarias—replicó, ahora con su tono adulto y viéndose como un sabelotodo insoportable. Le daba algo de gracia los cambios tan repentinos, y se preguntó si acaso eran aleatorios o podría descubrir un patrón. Averiguar eso sería su primera meta.


—No lo sé, ¿es cultura apta para Kumagoro? La mayoría son +16. ¿Cuántos años tiene?


Ryuichi apenas podía pensar en una respuesta, aturdido por la felicidad que le daba este momento en apariencia insulso; Tatsuha volvía a tutearlo, volvía a sonreírle y se veía mucho más hermoso por eso. Tenía que tomar esta oportunidad, aprovechar que se lo encontraba así, con su embriagante olor oculto y no entorpeciendo sus buenas intenciones: si lograba ganarse su confianza de esta manera, acabaría por acostumbrarse a tenerlo de la otra forma. Ambos acabarían contando el uno con el otro, y tal vez… tal vez así podría cuidar de él.


Nunca entendí por qué su familia lo sobreprotegía tanto, pensó, acordándose de su opinión incluso cuando se enteró del pasado del menor, pero tiene algo que me pide que lo proteja.


Quiso pensar que no se debía a su instinto alfa. Después de todo, fue desde el principio que quiso velar por él; que ahora tuviera una fijación amorosa no cambiaba ese hecho.


***


Echó un vistazo a su departamento, y roció otro poco de harina sobre el mostrador de la cocina para darle un toque de mayor desastre. Suspiró, agotado, y se permitió contemplar el patético escenario que había montado esta vez: una masa inidentificable en el horno, los mesones llenos de restos de ingredientes (algunos que ni siquiera se ocupaban para hacer postres), frascos volcados y unos pedazos de vidrio rotos esparcidos por el piso; el cuarto montaje de esta semana, ideal para terminarla.


Bien, explicando el porqué estaba arruinando su cocina, era por culpa de internet. O mejor dicho, por la poca información que había encontrado en internet sobre cómo hacer amigos (datos genéricos, genéricos y estúpidamente obvios) y las pocas experiencias que halló sobre la amistad. Lo único que había sacado al limpio era que casi todas las amistades surgieron gracias a que uno de los implicados ayudó al otro, lo salvó o fue su contenedor emocional, así que utilizaría esos tres puntos hasta sobreexplotarlos para volverse amigo de Tatsuha.


La poca información era decepcionante, y más aún que en lugar de eso pareciera que a nadie le importaba el asunto, porque lo único que le aparecía eran sugerencias y experiencias de noviazgos. Oh, y el constante tópico de la evolución de amigos a amantes. Y sí, era en ese sentido que le interesaba Tatsuha, pero ganarse su confianza empezando por ser su novio era una mala idea, y ya lo había comprobado en su cita fallida. Sin embargo, si era capaz de comenzar siendo su amigo, las cosas caerían por su propio peso tarde o temprano, y el chico volvería a recordar que le gustaba. Claro, eso era secundario, lo principal era obtener un papel desde el que fuera fácil vigilarlo, y saber que estaba a salvo en sus nuevas experiencias, con eso se conformaba. ¡Y era una tarea que solo podía realizar él, por supuesto! Sabía que el Uesugi no podía contar con su familia: era evidente que esos exagerados jamás querrían escuchar sobre ningún pretendiente, que sabotearían lo que fuera necesario para resguardar al “indefenso” omega, y también era obvio que éste no estaba interesado en hablar con ellos al respecto, pues ya le habían hecho quedar bastante mal en cualquier salida.


Ryuichi no dejaba de preguntarse si acaso le habían dado “la charla” siquiera, en lugar de desatenderse creyendo que nadie se fijaría en él por su marca. Suponía que recién luego de las consecuencias de las incursiones del chico había llegado.


El timbre sonó, y se puso el delantal que acababa de manchar con kétchup para ir a abrir. Por la tremenda expresión de disgusto que cargaba el pelinegro, dedujo que lo mejor sería abandonar las ideas de “ayuda” si no quería fastidiar su relación por agotarlo.


—Buenas noches, Ryuichi. Creo que puedo imaginar para qué me necesitas —Auch, solo con esas palabras era lógico que debía abandonar el plan. Sino el pobre pensaría que solo estaba utilizándolo, e incluso él (que podía contar sus amigos con los dedos de una mano, sí) podía ver que ninguna amistad resultaba de aquello.


— ¡Buenas noches nanoda! ¿Necesitarte? No, en realidad quería… invitarte a ver una película —improvisó, decidido a no verse como un bastardo aprovechador. Por la cara que puso el otro supo que fue un nuevo fracaso.


— ¿En serio? ¿Y por qué estás… así? —preguntó, echando una apreciativa mirada a su ropa. El cantante se maldijo, y casi sintió el rubor subir por su rostro.


—Bien, quería prepararte un postre y me quedé dormido. Pero te llamé para que nos relajemos juntos, lo juro —Ok, estaba jurando en vano, y se le hacía terrible hacerlo delante de un futuro monje. Las cosas estaban lejos de mejorar. — Quizá no tenga un pastel para ti, pero puedo al menos hacer palomitas sin que pase nada, en serio.


Por la forma en que lo miraban, supo que dudaba de esa afirmación. Malditos planes de internet; ahora creería que era un inútil. Nunca consideraría salir con él si ni siquiera lo consideraba un adulto funcional…


No importa, solo quiero ser su amigo, se recordó, en un vano intento de convencerse.


—Voy a creerte. Si necesitas ayuda solo grita —sonrió, y las mariposas revolotearon en el estómago del vocalista. Tal vez tenía que olvidarse del autoengaño, resultaba complicado con tantos síntomas de enamoramiento.


Asintió distraído y caminó de regreso para que lo siguiera. Tatsuha entró detrás, para dejarse caer en el sofá sin más ceremonia. Podía oler el desastre de la cocina (rayos, incluso le pareció oír vidrios arrastrados), pero mantuvo su palabra y se quedó esperando. Volvió a preguntarse por qué Ryuichi hacía tanto teatro para verlo (vamos, era ridículo que creyera que era incapaz de valerse por sí mismo, siendo tan grande el contraste del orden entre la habitación “accidentada” y el resto del departamento), y volvió a sentirse incómodo por no entenderlo. Bien, los artistas eran estereotípicamente excéntricos, pero le gustaría que fuera más sincero si pretendía ser su amigo.


Tal vez le da vergüenza, consideró, aunque casi al instante descartó la opción.


Tal vez cree que solo puede hablarme teniendo un motivo.


Sonaba plausible. Tanto que le daba ternura.


Un nuevo suspiro escapó de sus labios, aunque con un aire más esperanzado que los anteriores. Tenía que admitir que le era imposible dejar de hacerse ilusiones con el castaño. Tenía muchas ganas de hacerse verdaderamente cercano a él, conocerle en serio, poder ser alguien importante en su vida. Si no funcionó de forma romántica, de todas maneras estaría feliz de ser su amigo. Aunque tuviera que explicarle cómo eran las amistades normales, pues por lo visto solo tenía amigos raritos y malos repertorios para juntarse.


— ¡Aquí están! —Dio un respingo al verlo aparecer a su lado, y tuvo que contener las ganas de reírse al ver que era capaz de llevar una bandeja cargadísima de bebidas, palomitas y dulces sin perder el equilibrio; al parecer había olvidado hacerse el torpe. — Puedes escoger la película por mientras. Oh, si quieres ver alguna nueva siempre me pasan, puedes revisar el computador. Iré a cambiarme de ropa y vuelvo enseguida.


Tatsuha tragó, tentado a abandonar su fachada y convicciones de ser su amigo para escabullirse en su cuarto. Obviamente, la fuerza de voluntad inquebrantable que tenía (y odiar la idea de espantarlo y que lo echara del apartamento) lo mantuvo anclado al sillón, revisando distraídamente el portátil a ver si encontraba un estreno interesante.


Sin embargo, acabó por detener el cursor sobre la pestaña de búsqueda sin cerrar que había dejado el cantante.


Se mordió el labio, dudando sobre si podía echar una ojeada o eso se consideraría violación a la privacidad del vocalista. Después de unos momentos (en que se volvió incapaz hasta de leer los títulos, y ni hablar de las sinopsis), hizo click.


Y en el post de hoy, ¡hablaremos sobre sus mejores amigxs! ¡Sus padrinos y madrinas de boda! Cuéntennos cómo fue que decidieron darles lugar en el día más importante de su vida, y por qué los escogieron.


Ok, un inicio algo extraño. ¿Estaría triste por no ser el padrino de Shuichi?


Era obvio que no lo sería, por cómo lo trata mi aniki, reflexionó, deslizándose sin mucho interés a través de los comentarios. Pasó de largo los más extensos (seguro que faltaba mucho para que él tuviera que preocuparse por una boda), hasta que se detuvo en uno lleno de emoticones; si los ignoraba, realmente era poco texto. Decía:


¡Mi mejor amigo es la persona con la que casi me casé! Aunque se lo conté a mi esposa, ella estuvo de acuerdo en que si había pensado en él para compartir mi vida debía estar en un lugar especial para desearme lo mejor con ella. ¡Y él se esforzó mucho por organizar todo! Fue un padrino que todavía se preocupa mucho por verme feliz.


Vaya, se le hacía rara la idea. Se preguntaba si aquello se debió a confundir la amistad, si fue amor y hasta si aún quedaban restos del sentimiento. Pese a ello, le parecía muy lindo contar con alguien así, que de cierta forma también se volvía parte del resto de su vida. Pero volviendo a su propósito inicial, ¿por qué rayos a Ryuichi le interesaba esto?


Se detuvo con otra experiencia.


A mi mejor amiga la conocí mientras hacía los preparativos de mi boda, ella era la encargada del lugar de la celebración. La conexión fue instantánea, y su amabilidad y sus consejos hicieron de mi matrimonio una experiencia maravillosa. Simplemente no se me ocurrió quién más podría ser la madrina, aunque mis amigas más antiguas reclamaran un poco. Ya se cumple una década que la conozco (y que estoy casada), y sé que fue la mejor decisión.


Intenso. Para empezar ¿acaso no tendría otra candidata si ya estaba planeando su boda? Bueno, comprendía lo de la “conexión”… él había jurado sentirla cuando conoció de verdad a Ryuichi. Claro, era otro tipo de conexión, pero era innegablemente intensa, irresistible y abrumadora, y él era incapaz de ignorar lo bien que se sentía estar a su lado (aunque lo buscara como amigo), de olvidar su primer toque y de no derretirse con sus sonrisas.


Decidido a apartarlo de su mente, al menos hasta que regresara con él, volvió a echar una mirada. Casi todos hablaban de cómo conocieron a sus mejores amigos, y eran pocos los que habían elegido a un familiar (siendo los más comunes hermanos y hermanas, y uno que otro primo). Comenzaba a comprender a dónde dirigía su búsqueda el vocalista: quería hallar una linda experiencia de amistad. Quizá recrearla, era difícil afirmarlo con seguridad. Pero definitivamente quería tener algo así con él… Le resultaba tan tierno como triste; a fin de cuentas, era decepcionante que quisiera verlo como amigo cuando la atracción era tanta, magnética casi, y cuando todo había prometido dirigirse hacia un noviazgo. Bueno, en realidad nunca fue atracción verdadera: todo se había esfumado en cuanto reveló su aroma, a fin de cuentas.


Ah… tal vez había permitido que las fantasías de Shuichi se colaran entre las suyas; fue demasiado optimista.


Los pasos del castaño lo alertaron, y regresó el cursor al inicio de la página para no levantar sospechas. Volvió a ojear las películas, y acabó por hacer click en la primera con portada convincente.


—Hey… se me olvidó preguntar qué géneros te gustaban —rio nervioso— ¿Te parece esta?


La pura sonrisa del otro hizo estragos en su consciencia. Aunque no lo bastante como para que evitara acurrucarse con él en el sofá. Solo por el frío de la noche, fue la excusa que se dieron ambos.

Notas finales:

¡Hola! Ha pasado un tiempo, pero conseguí regresar.

Como siempre, aclarar que los personajes no son de mi propiedad.

Además, cada vez falta menos para que termine la historia. Yo diría que cinco capítulos, o tal vez cuatro. Todavía no estoy segura. 

Espero que les haya gustado. ¡Hasta la próxima!


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