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Fake Out por mary chan21

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Ryuichi no sabía qué hacer con sus manos. La ausencia de Kumagoro era devastadora y notoria, tanto que cada persona que se encontraba miraba a su alrededor para confirmarla antes de hablar con él. Fue incapaz de culparlos. La verdad era que él tampoco acababa de creer que en serio dejó a su afelpado amigo en casa, con su propio traje a juego puesto. Pero si su peluche pudiera hablar, estaba seguro de que lo apoyaría en su decisión, y le diría que era una mala ir con él para presentarse a su posible suegro. Pese a ese pequeño consuelo, su tranquilidad era nula. En vano intentaba distraerse, admirando la bella decoración del lugar, inventando historias y diálogos de la gente que pasaba, cualquier cosa para ignorar aunque fuera por un instante que ahora se sentía verdaderamente solo.


No funcionó.


—Buenas tardes, Ryuichi —La voz de Tohma lo sacó de su trance, oyéndose genuinamente preocupado por él en lugar de a causa suya, fue un alivio para su estómago. Era agradable volver a ver a su amigo comportándose como tal, y no como un diabólico juez. — ¿Cómo estás?


Por un instante consideró hablar sobre sus inseguridades. Preguntar por Uesugi padre, la opinión que tenía de él, si creía que pudiera cambiarla… Incluso consideró contarle sobre esta mañana, los poderes de Tatsuha (él y Mika podían ayudarlo con el registro, ¿verdad?) y la pregunta que daba vueltas en su cabeza desde que el chico se fue. Acabó por callar todo eso y asentir, a sabiendas que ese silencio inicial sería suficiente para que su amigo supiera que no, para nada, y quizá se pusiera de su parte en la conversación. No era algo seguro, pero valió la pena al notar un destello de inquietud en sus ojos verdes.


—Bien —Probó con poner las manos en sus bolsillos. No, dudaba que eso se viese adecuado en un evento formal. — Kuma-chan está enfermo —comentó, igual que les dijo a todo el que preguntó antes. Creía que los demás dejarían pasar el tema, conociendo cómo lo llevaba a todas partes y el pobre conejo se ensuciaba de mil formas distintas. —Traje su regalo de bodas en su lugar nanoda.


El rubio permaneció en silencio, analizándolo con la mirada, y de nuevo quiso maldecir por no tener con qué escudarse. Normalmente no le importaría que descubriese cualquier cosa que ocultara, pero era distinto cuando suponía que no quería que fuera parte de su familia. Prefería que no viese lo dolido que estaba, ni cuánta angustia le generaba quedar fuera.


—Es una lástima, su traje era muy apropiado. Tatsuha va a echarlo de menos — ¿Qué quería decir? ¿Que era mejor haberlo traído para hacer ligero el ambiente? ¿Que ahora todo parecía muy serio cuando no tenía que ser así? Mierda, realmente no sabía qué le convenía. — Seguro que querrá visitarlo. Podría llevarlo a verle uno de estos días.


No pudo evitar dar un respingo por la implicación. Ahora era él quien estudiaba su rostro, en busca de algún destello de ironía, de cualquier cosa que lo devolviera a la realidad y no a ilusiones tontas en donde Tohma aprobaba y apoyaba activamente su relación. Porque era eso lo que estaba insinuando, ¿cierto? ¿No eran imaginaciones suyas, producto de la desesperación de sentirse fuera de lugar aquí, interpretando su personaje a medias y sin saber cómo actuar?


— ¿En serio? —Fue todo lo que se le ocurrió decir. Sentía un nudo en la garganta, pero se calló más por la falta de palabras que por eso.


—Lo prometo.


No agregó más. Así era su relación, y tras tantos años podía comprender más de lo que nunca creyó de alguien tan hermético. Podía entender, por ejemplo, que seguía lleno de dudas sobre permitirle ver al menor de su familia política, y que sin embargo iba a hacer precisamente eso porque prefería verlos felices. También quedaba implícito que sufriría graves consecuencias si se equivocaba con Tatsuha, pero de eso era bien consciente desde hacía tiempo, y siempre estuvo dispuesto a arriesgarse por él.


—Gracias —Por fin, una sonrisa sincera apareció en su rostro. Parte de la tensión en sus hombros desapareció, y siguió algo más tranquilo al mayor hasta su asiento; ya debía faltar poco para la ceremonia. Yuki estaba listo delante, y Ryuichi se sintió mejor al ver que no era el único nervioso este día: el escritor también parecía estar luchando por saber qué hacer con sus manos, seguramente advertido de que no podía fumar dentro del lugar. A su lado estaba aquel hombre mayor que tanto temía conocer, y no había ni rastro de Tatsuha. Probablemente estaba con Shuichi.


—Eiri, Uesugi-san ¿cómo se encuentran?


El terror regresó de golpe.


¿En serio iban a hablarles? ¿No podía ser después, cuando ya no le quedase otra opción?


—Mal. Ya deberían de haber llegado. No tengo todo el día para estar parado delante de gente que me hace a cada instante la misma pregunta.


—Ni la paciencia —añadió con un suspiro su padre, aparentemente resignado con la actitud de su hijo. Parecía que en serio no había aprendido nada de lo que intentó inculcarle en el templo. —Gracias por preguntar. Espero que tengan mejor suerte tratando de calmar a Eiri, yo no lo he conseguido.


—Para eso estamos —sonrió Tohma, obligándolo a dar un paso adelante con su férrea presión en el hombro. Tal vez había malinterpretado su oferta de ayuda, y solo quería empujarlo al abismo. Podía sentir la mirada del Uesugi mayor atravesándolo, juzgándolo en silencio, incluso si no parecía enojado. El tecladista que lo mantenía anclado en su sitio ya le había enseñado a no confiarse con las expresiones faciales. —Entendemos que es un día especial, ¿verdad?


—Tú lo entiendes más que yo. Aunque recuerdo que tuve que quedarme toda la noche a tu lado cuando no podías dormir —recordó, no sin cierta nostalgia, esos pequeños momentos de vulnerabilidad de su amigo. Eran las pocas cosas que le hacían saber que era humano, después de todo.


—Y dijimos que no íbamos a mencionarlo nunca —Ay, había vuelto a arruinarlo. —Aunque no me molesta si esta es la única excepción.


— ¿Tú, nervioso? —El escritor alzó una ceja, examinando a su cuñado de arriba a abajo. Debía estar viendo al mismo ser robótico que veía él. —Quién lo diría.


—El amor provoca más de lo que cualquiera imagina. Es algo que solo puedes comprender cuando lo sientes —volvió a hablar el monje, y esta vez no fue imaginación de Ryuichi que sus ojos permanecieron un momento más en él. Si era una evaluación o simple coincidencia no quería averiguarlo.


—Sí, es un sentimiento compartido por todos aquí —dijo entonces su amigo, y definitivamente demostró que no era un robot; no existía tecnología tan avanzada como para que fuera empático con sus lamentables emociones. Incluso le dio un toque alentador en la espalda, ya nada del agarre de antes. Su apoyo era poderoso, y de repente se sintió más confiado. —Por eso entendemos que estés nervioso. Es un día especial.


—Es igual para Shuichi. Debe estar nervioso también —Mierda, ¿cómo tenía tantas letras en su cabeza y ningún diálogo inteligente para una conversación casual? Su suegro debía creer que era un idiota. — Una boda requiere de mucha preparación, si quisiera arrepentirse ya lo habría hecho.


Los tres se quedaron viéndolo con dureza ahora, y supo que ya había arruinado todo. Nadie iba a ayudarlo a salir del apuro tampoco; la mano de Tohma ya lo había abandonado. —Solo bromeaba —Ojalá hubiese traído a Kumagoro. Esas palabras quedarían mejor agitando la patita de su peluche, así no se vería tan tenso. — Está muy emocionado, realmente dan ganas de casarse viéndolo así —Mierda de nuevo. ¿Era posible empeorar más las cosas?


—Mientras hables de casarse en general y no con él, todo en orden —La voz de Tatsuha hizo que diera un respingo, pero la tranquilidad que le dio su mano en su espalda superó por mucho la sensación anterior. Al voltear lo encontró con una ceja enarcada; le dio gracia que fuera la contraria a la levantaba su hermano, y que además estuviese acompañada por una sonrisa. Debía estar muy enamorado, porque incluso lo calmaba ver cómo se divertía a costa suya. — Shuichi ya llegó, por cierto. Pidió que me adelantara para solicitar a todos que esperen en sus lugares. ¿Están listos? Pueden dejar el chisme para después, yo también quiero unirme. Apuesto que mi cuñadín tropieza por los nervios —tras guiñar el ojo, tomó por el brazo a su padre para llevarlo a los asientos.


El cantante soltó un suspiro de alivio apenas se alejaron de allí. Tohma lo miraba con lástima, como si su relación con el padre de su novio no tuviese salvación ni con su ayuda, y Yuki… bueno, al menos él parecía más tranquilo, ahora distraído por dirigirle su mirada burlona. Debía darle gracia que su omega le hubiera salvado el trasero.


Escapó a su asiento de inmediato, justo a tiempo para cuando empezó a sonar la música. Su rival entró luciendo radiante, con un magnífico traje de tres piezas en blanco y dorado. La calidez de su sonrisa le provocó una punzada en el corazón, al recordar aquel tiempo en que intentó conquistarlo, creyendo que por darle talla en la música podría enamorarse de él… él, un omega talentoso, con una habilidad acorde a su profesión, lindo y al que no le importaban sus excentricidades, que lo admiraba incluso con ellas. No encontró el amor, pero sí un gran amigo, y alguien que le impulsaba a mejorar artísticamente. Aunque técnicamente le debía al pelirrosa parte de su relación actual (no olvidaba cómo ni dudó en “delatar” al Uesugi cada vez que visitaba NG), así que algo de amor sí encontró por su causa.


Apenas podía prestar atención a las palabras de sus votos. Estaba perdido en las expresiones de los novios, ambos tan enfocados el uno en el otro, viéndose con tanta suavidad y tomados y de las manos, que su dulzura era contagiosa. Parecían encontrarse en su propia burbuja, y se sintió genuinamente feliz al pensar que la próxima vez que vería a su amigo estaría por fin unido al hombre por el que suspiraba desde hacía tanto, con su enlace permanente y el anillo que ahora deslizaban por su dedo.


Inevitablemente, sus ojos se desviaron a Tatsuha, estudiando su reacción. Le preocupaba que pudiera angustiarse por el evento, que el instinto pudiera más y no consiguiera resistir la ceremonia. Todavía tenía grabada su imagen del día que anunciaron la boda, la tensión reflejada y todas las palabras no dichas por la vergüenza. Entendía que para él debía ser una situación difícil a pesar de ir en contra de sus auténticos deseos, y por eso admiraba la entereza con la que sobrellevaba el asunto. Verlo así, firme y sin apartar su mirada del frente, lo ayudaba a ganar valor también.


Era más sencillo cuando su instinto reclamaba consolarlo. Estaba doblemente distraído, y considerando que era la primera vez que llegaba tan lejos con alguien, suponía que estaba bien.


 


 


***


 


 


Antes de notarlo, ya estaba siendo guiado a la mesa donde tendría que compartir con su suegro. Pensándolo bien, ¿por qué lo asignaron a esta mesa? En este lado solo estaba la familia de Yuki, y en el contrario la familia de Shuichi… La única implicación que se le ocurría le trajo un dolor punzante en el estómago. Las cosas se estaban moviendo demasiado rápido, era casualidad, una mala broma o una forma en que lo torturaran rápidamente todos juntos. De todas esas posibilidades, sabía que la única que podía descartar era que fuera coincidencia; después de todo, era un evento planificado, las listas y lugares de los invitados se entregaban antes.


Ser consciente de ello no hizo que se sintiera mejor.


Se sentó en piloto automático, y de la misma forma consiguió sonreír, brindar con el discurso de los novios e incluso charlar con Mika y Tohma. De qué, ni él mismo sabía, distraído por el chico que estaba enfrente. Incluso sin verlo directamente, sus pensamientos giraban en torno a él, en la forma respetuosa y apacible en que conversaba con su padre y en lo magnífico que lucía en traje.


Al darse cuenta de que sus colores hacían juego la ansiedad atacó con más fuerza.


— ¿Me acompañas, querida? —Ah, qué inusual ver a su amigo mostrándose cariñoso con su esposa. En serio parecía un príncipe así, tendiéndole la mano, con el traje a juego con su vestido y sonriéndole suave, tan distinto a como era en la oficina. Mika también lucía como una princesa, y Ryuichi memorizó sus rasgos sin el ceño fruncido que solía cargar. Cuando ella tomó la mano de su esposo recién se percató de que iba a quedarse solo con su novio para una charla incómoda. Por un fugaz momento consideró ir a bailar solo haciendo mal tercio… y lo habría hecho de no ser este un evento formal y no una disco.


Fingió estar perdido admirando a la pareja, aunque fuese para conseguir un par de segundos de paz. Por la intensidad de la mirada que sentía y el resoplido divertido de Tatsuha, supuso que su intento fracasó. Tal vez lo mejor era dar la cara de una vez por todas, y evitar dar una peor impresión –de alguna manera, si es que era posible.


De haber sabido que esto iba a suceder, al menos habría googleado cómo enfrentar esta situación. No era que google hubiese demostrado ser de ayuda, pero se habría sentido más acompañado en la sensación de estar siendo lanzado a los leones.


—Entonces, Sakuma-san, ¿tiene tiempo para hablar ahora? Me parece que tenemos un tema pendiente —Fue inevitable tragar solo por su tono. Aunque fue bueno no vaciar su copa. Ok, podía hacer esto… entendía que existía una única respuesta correcta a esa pregunta, así que solo restaba ser amable. Quería una relación seria, por lo que estaba fuera de cuestión fingir ser alguien que no era. Esperaba que fuese suficiente para que lo aprobaran.


—Por supuesto, siempre estaré disponible por Tatsuha. Realmente esperaba hablar con usted —afirmó, inclinándose levemente. Lo cierto era que estaba diciendo la verdad; sí, no era hoy el día que hubiese preferido, pero en serio quería conversar formalmente para aclarar sus intenciones. Considerando que el chico se había criado en un templo, debían ser bastante tradicionales en algunas cosas, y él no había respetado el protocolo de cortejo precisamente.


Al levantar la mirada vio auténtica sorpresa en ambos rostros. Bien, ¿cómo culparlos? Era poco habitual que dejara de lado sus facetas ensayadas.


—Me alegra que estemos en la misma página. Entonces, tengo entendido que comenzó un cortejo recientemente. Es bueno saber que como no estuve aquí le pidió permiso a Eiri — ¿Qué él qué? Lo más cercano a eso era la charla que tuvo Tatsuha con su hermano (y de la que le comentó después), pero él no había hecho nada de eso. Gracias al shock pudo disimular la mentira, aunque su mente estaba trabajando a toda prisa. ¿Acaso el escritor había dicho eso para que no obtuviera más antipatía de su padre? ¿Tatsuha fue el que mintió? ¿O era esto una prueba para que fuera honesto?


La situación comenzaba a sentirse como una auténtica pesadilla.


— ¿Qué? —A juzgar por el absoluto desconcierto del menor, podía ir descartando que él orquestara la mentira. Aunque lo que dijo después bastó para que la confirmara, aún sin saber su falsedad—: Oh, Ryuichi… gracias. Recuerdo que dijiste que querías estar en buenos términos con mi aniki, lo preocupado que estabas por mí… No imaginé esto.


Mierda. Si era una prueba, odiaba el asunto. Era horrible tener que negar algo que hacía feliz a su chico.


Justo cuando estaba a punto de abrir la boca, sintió que apoyaban una mano en su hombro (¿cómo es que hoy todo el mundo parecía estar de su lado, cuando estuvieron quejándose por semanas?), y al levantar sus ojos vio al mismo Yuki. Una advertencia en su mirada bastó para que confirmara la primera opción que se le ocurrió, incluso siendo la más improbable. A fin de cuentas, parecía que sí se ganó su aprobación, tal y como le dijo el moreno semanas atrás, y que no la había perdido pese a sus estupideces.


— ¿Todo en orden? Se ven demasiado serios para estar en una fiesta —comentó, recordándoles que este era su día especial (de él y su esposo, sí), y dejando en el aire la advertencia de que no quería escándalos.


—Lo siento, Eiri, pero sabes que realmente no tendré ocasión de hablar como es debido con Sakuma-san. Debo volver pronto para atender el templo.


—Ya lo sé, viejo, pero el mocoso vendrá a Tokyo el próximo año —Vaya, Ryuichi tenía que confesar que envidiaba la forma en que podía imponer autoridad. Con un solo gesto había restado incomodidad al tema, haciéndolo ver como si ya se hubiese encargado de todo. — Será mi deber cuidarlo, puedes despreocuparte por él. Compadécete de mi invitado, tuvo que soportar mi charla y la de tu yerno.


El corazón del cantante se aceleró por la súbdita comprensión. Esos dos rubios exagerados y sobreprotectores, de los que tanto se quejó en el último tiempo, orquestaron esta mentira para permitirle unirse a su familia. La idea era aterradora, y aún más la abrumadora sensación de que las cosas comenzaban a ir en la dirección correcta, si tenía la aprobación de ambos e intentaban conseguir lo mismo del faltante.


Tendría una familia. Una familia aterradora, sí, pero era lo de menos. Hasta tenía ganas de llorar, al pensar en sus propios padres que no le hablaban, e imaginar que podría formar una propia en el futuro.


—Tienes razón, será tu responsabilidad —asintió entonces. Sus ojos pasaban entre ambos, como examinando la veracidad y firmeza de sus declaraciones, mas ahora tenía energías renovadas para proseguir sin dudar con aquella farsa. A fin de cuentas, pronto sería la realidad. — Sin embargo, de momento es la mía. ¿Por qué no acompañas a tu hermano a saludar a la familia de su esposo? —preguntó dirigiéndose al moreno, y el mayor sintió que todo su optimismo se esfumaba. Vio la indecisión del menor, su reticencia a abandonarlo, y finalmente la disculpa que le dio con la mirada. Iba a obedecer a su padre, y Eiri suspiró con resignación (si no iba a desafiar al viejo por su alfa pues no lo haría él tampoco). —Yo los alcanzo enseguida.


Ambos hermanos asintieron, y se alejaron lentamente de la mesa. El castaño tuvo que hacer acopio de toda su fuerza de voluntad para dejar de verles marchar y enfrentarse al hombre que, sinceramente, lo intimidaba. Tenía muchos motivos para sentirse poco apto delante suyo, siendo uno de los más inocuos su olvido por las costumbres japonesas (en serio, toda la cena estuvo preguntándose si acaso su etiqueta sería la correcta, por culpa de mezclar la nacional con las extranjeras). Y ni hablar de su edad, su profesión y el hecho de que si formalizaban algo jamás le daría al chico una vida tranquila. Tenía razones de sobra para estar nervioso. — Bien, ahora que nos dejaron solos… supongo que ya sabes lo que quiero preguntar.


Oh, ahora sí que no tenía idea. Había muchas interrogantes flotando alrededor, y deseaba poder ignorarlas todas.


A pesar de eso, asintió. Esperaba escoger la principal de manera correcta.


—Sí. Ya lo he dicho antes, pero voy en serio con Tatsuha, estoy enamorado de él —Ay, cuánto se maldecía por confesarlo y que la primera persona que lo escuchara no fuera el chico. Aunque una parte de él (la cobarde) agradecía el asunto en igual medida. —Nada me haría más feliz que contar también con su aprobación para el cortejo —Volvió a inclinarse, y de nuevo recibió la misma sorpresa al erguirse. ¿Qué, acaso había otra pregunta más importante que esa?


El hombre carraspeó, confirmándole su equivocación.


—Eso lo deduje. Lo que quería saber era si eres consciente de su situación —El vocalista se puso rígido en su sitio, y asintió con gravedad. Esperaba que evitasen los detalles, y por suerte así fue. — Bien. Me basta con eso por ahora. Lo que de verdad quería preguntarte era por qué le consiguió a mi hijo esos… artículos.


Un nuevo peso se instaló en su estómago. Quizá faltaba una pregunta más para quebrarlo y que entrase en pánico. —Tuve que preguntarle por su procedencia hoy, espero que no te molestes con él por contarme —Ryuichi negó al instante. Jamás podría enfadarse con él, menos por ser honesto. — Lo cierto es que hasta hoy intenté convencerlo de no asistir a esta boda. Sé que debes pensar mal de mí por sugerirle eso… pero todo lo que quiero es proteger a mis hijos. Que viniese como siempre solo le traería problemas a Eiri, y estoy seguro que también se habría vuelto afectado… más de lo que está ahora, solo porque su hermano ya se casó.


Se atrevió a volver a mirarle, esta vez asombrado por su percepción. El monje parecía sumido en sus pensamientos, y tuvo que preguntarse lo difícil que debió ser para él criar a Tatsuha solo, viendo cómo sufría y sabiendo que no había nada que pudiese hacer para ayudarlo. Le era imposible imaginar la impotencia que debió sentir, y llegó a la conclusión de que, al igual que no comprendía el dolor del pelinegro, tampoco podría entender el suyo.


Iba a ser lo más sincero que pudiera, en honor a su preocupación.


—Señor, lamentablemente ninguno de esos productos hace nada para aliviar su vínculo. Solo sirven para camuflar el enlace, lo siento mucho. Estoy muy preocupado por él, pero en estos momentos todo lo que puedo hacer es prestarle mi hombro. Si quiere una razón para darle esas cosas, puedo asegurarle que no es lo que usted piensa. A mí no me importa nada de eso, entiendo que fue un accidente —Uno que todavía les causa dolor—Pero el resto no lo sabe, y lo único que quiero es que Tatsuha no sufra más por culpa de otros —Apenado, recordó los rumores que corrían por NG que le contó Noriko. No podía evitar que la gente opinara, ni tenía el derecho de hacerles saber que en la historia no existía ningún culpable. — Todo lo que puedo hacer es protegerlo a partir de ahora. Cuando venga a vivir aquí, quiero que lo haga sin arrastrar un pasado que le entristece, o al menos ayudar a superarlo sin que lo juzguen los demás.


Prefirió omitir la otra parte de sus intenciones, sobre darle la libertad de salir con quien quisiera. Podía apostar que un hombre conservador no apreciaría aquello, y ya había metido al chico en suficientes líos con el resto de su familia; lo mejor sería no agregar también a su padre al conflicto. Además, sus sentimientos habían cambiado desde entonces; si bien seguía opinando lo mismo, dudaba poder decirlo sin dejar ver el dolor que le causaría esa decisión. Porque le dolería mucho si resultaba ser alguien más el elegido. Ya no se trataba solo de quitar su inquietud sobre por qué lo escogieron, ni podía afirmar que estaría conforme y feliz con cualquier resultado. Podría alegrarse por el otro, pero no por él mismo. Su corazón estaba demasiado implicado a estas alturas.


Uesugi-san consideró sus palabras, sin dejar de analizar su rostro. De alguna forma fue capaz de sostener su mirada. Tal vez porque era lo más serio y auténtico que había dicho en toda la noche. Estaría encantado de repetirlo de hecho, porque se moría de ganas por declarar su amor de nuevo, aunque éste tuviese una base extraña.


—Comprendo. Sakuma-san… debo ser honesto —No, gimió para sus adentros, presintiendo lo peor. “Quiero algo mejor para mi hijo”, fue lo primero que se le ocurrió. “Quiero que tenga una vida que le dé paz”, y no el desastre que era la suya, escabulléndose de los medios con apariencias falsas y sin darle una cita adecuada, menos aún una presentación formal como su pareja. “Quiero a alguien capaz de cuidar de él”, y no a un músico excéntrico que reclamaba atención de todos a su alrededor, conocido por hacer locuras y por fingir demencia cuando le convenía, escudándose detrás de un conejo de peluche. Nada sonaba bien. Aunque probablemente la realidad sería todavía peor. — Quiero darle las gracias.


¿Qué?


Su corazón de calmó brevemente, más por la confusión que por tranquilidad real no obstante. Parpadeó, desconcertado, mas el hombre frente a él no retiró sus palabras. — Sé que debe sonar terrible, pero me alegra que aceptes a mi hijo. Yo sé que no hay nada malo con él, no me malinterpretes. Pero el mundo no es tan amable. Por eso agradezco que haya tenido la suerte de encontrarte a ti.


Su pecho se apretó y él, consternado, supo que si no se dominaba pronto rompería a llorar. Todo le resultaba extraño. Estaba siendo aceptado, y comprendían sus intenciones. ¿Cuándo le había ocurrido algo similar, cuándo en algo importante? Por más que se esforzó por hacerse entender, apenas y llegó a ser comprendido cuando estaba en el escenario, hablando gracias a la música. Jamás alguien le entendió de verdad fuera de ésta, o eso creyó. Lo cierto era que desde que Tatsuha apareció en su vida había encontrado nuevas formas para decir las cosas… porque estaba desesperado por que se entendieran mutuamente. Nunca pensó que esos esfuerzos traerían también la aceptación de su familia.


—Yo soy quien da gracias por encontrarlo a él —Si su voz sonaba sospechosamente quebrada, no lo hizo notar. —Daré todo de mí para hacerlo feliz. Lo prometo.


Su declaración perdió fuerza al final, obligado a bajar la mirada. No era solo la idea de formar parte de una familia lo que le conmovía. También era que recién ahora, tras semanas de agitación, tenía un momento para pensar en lo afortunado que era simplemente por tener la oportunidad de sentirse así, tras tantos años de soledad.


Sintió de nuevo una mano sobre su hombro, mas cuando levantó la mirada el monje ya se alejaba. Supuso que todo estaba dicho. Todo el mundo el día de hoy había decidido mostrarle su apoyo de la misma manera.


Una repentina sensación de debilidad se apoderó de él. Luego de la tensión, todo su propósito de mantenerse firme perdió fuerza. Distraído, tomó su copa y bebió de a poco, con sorbos espaciados para tener tiempo de pensar qué diablos iba a hacer ahora. Acababa de darse cuenta de que hizo una promesa sin haberle preguntado primero a Tatsuha si quería ser su novio. Su única cita fue un fracaso, y aunque el menor hubiese dado indicios de querer algo con él todavía no conversaban sobre qué era exactamente ese algo. ¿Algo de una noche, como sugirió ayer en su estado de embriaguez? ¿Algo duradero, como lo que acababa de jurar? ¿O tan solo una prueba, como su intento anterior?


No tuvo tiempo de darle más vueltas. Otra mano se posó sobre su hombro, pero al alzar la vista supo que no era en señal de apoyo; los ojos de Yuki relucían con el desagrado usual, y supo que lo anterior fue solo una tregua del escritor.


—Tenemos que hablar —Grandes palabras para alguien que solía ignorarlo. Bueno, por lo que había entendido ya había accedido a lidiar con él.


— ¿De qué? —preguntó, porque evidentemente ya había exprimido demasiado su cerebro. Si el escritor era un aliado no estaba dispuesto a esforzarse de más.


— ¿De qué más? —gruñó, con su característica falta de paciencia. — Acompáñame a fumar.


Ni siquiera se detuvo a esperar su consentimiento, le dio la espalda y empezó a caminar.


El cantante suspiró, consciente de que tendría que acostumbrarse al trato, y lo siguió sin molestarse en interrogarlo. Debía ser una charla privada, cosa que no lo ayudó para abandonar su inquietud. Merecía tener un descanso, ¿verdad? Aunque dudaba que alguien tan poco empático como Eiri lo entendería.


El rubio ya había encendido su cigarro cuando lo alcanzó. El traje no ayudaba para que ignorase los recuerdos de películas de mafiosos.


—Entonces —carraspeó— Debo darte las gracias.


— ¿Gracias? Oh, no creas que mentí por ti. Y tampoco pienso mantener esa mentira por mucho tiempo —Disfrutó un rato de su expresión aterrorizada antes de aclarar—: Porque lo haré realidad. Estuve de acuerdo en adornar un poco la verdad, pero debes saber que soy un mal mentiroso. El viejo no me ha preguntado por detalles porque no ha habido tiempo, pero no voy a mentir cuando pregunte, así que ahora tendrás una charla rápida, y más adelante muchas más conmigo, ¿entendido?


—Entendido —asintió. Tuvo que aguantar unas caladas angustiosamente largas (y de seguro premeditadas) antes de que el escritor se dignara a hablar, quizá buscando qué palabras serían más crueles para él. Apostaba que sí.


—Mira, es cierto que me compadezco de ti por aceptar unirte a este desastre de familia. No sé si estés de forma permanente o no, pero ya te metiste en esto, insististe en estar con mi hermano. Sabía que estabas loco, pero ahora tienes que pensar más antes de hacer idioteces.


—Estoy preparado —le aseguró. Era plenamente consciente de que al menos hasta que Tatsuha cumpliese veintiuno estarían atados por más de una razón. Incluso sabiéndolo, dudaba que fuera a sentirse atado.


— Estás saliendo con mi hermano, así que la advertencia es obvia. Si lo haces sufrir no te las verás solo con mi hermana y Seguchi, también te las verás conmigo. Y lo que sea que pueda hacer Shuichi —añadió para quitar el aire amenazante. No funcionó, aunque adivinó agradecimiento por su intento en la expresión del otro. —Compórtate y hazlo feliz. Te dejo ir por ahora. Se supone que debo estar junto a mi esposo.


Se encogió de hombros con fingida indiferencia, aunque no lo engañó; estaba encantado de usar el nuevo título del otro vocalista.


Mientras Eiri se alejaba, sintió unas ganas inmensas de ver a su chico. Adoraba la idea de verse algún día así, a su lado, demostrando su amor como quisieran. Suponía que tendría que esperar un poco, primero a que Tatsuha se acostumbrara más a su relación (todavía recordaba lo nervioso que se puso cuando quiso subir una foto con él y eso que aún no comenzaban nada) y después a darle tiempo al público, pero, extrañamente, sentía que podía ser paciente en esto.


El deseo se reforzó cuando lo vio, tan guapo como siempre, riéndose de alguna cosa que dijo Suguru. No, probablemente se estaba burlando de él, el primo de Tohma no era muy gracioso que digamos. En fin, ese era su chico, y lo adoraba con cada fibra de su ser, hasta cuando él era el objeto de burla.


El moreno justo lo vio, caminando directamente hacia él. Algo en Ryuichi parecía distinto, y no pudo evitar preguntarse si fue buena idea dejarlo solo. ¿Su padre lo habría ahuyentado? ¿Tal vez cambió de opinión sobre estar con él? Era difícil culparlo, pues claramente el cantante no estaba preparado para situaciones incómodas con su familia (él mismo no lo estaba, y eso que creció con ellos), y quizá reconsideró si estaba dispuesto a aguantar aquello por más tiempo. Era imposible enojarse, y sin embargo… vaya que iba a extrañarlo.


Comprendió que estaba siendo pesimista cuando el castaño le sonrió, haciendo que su corazón se acelerara. Últimamente había notado que su aroma delataba sus emociones, y se sintió tonto por el hecho de que alguien más pudiese darse cuenta de lo feliz que estaba. Era ilógico, lo sabía, pero aun así le daba vergüenza, sobre todo cuando la sonrisa del vocalista se acentuó más al acercarse.


— ¿Interrumpo? Recuerdo que me debes un baile —Si bien la pregunta debió ponerlo más nervioso, fue inevitable tranquilizarse cuando el propio aroma del mayor parecía irradiar tanta felicidad como el suyo. Sentir esas notas exóticas le relajaba, aunque ni siquiera pudiese precisarlas. Ryuichi era como un bosque en el que quería perderse, incluso si era un sitio salvaje e inexplorado. Sentía que compartía tantas cosas con él que en el fondo era incapaz de esconderle nada, aunque fuera algo que le avergonzaba. Y tenía más que claro que estaba a punto de protagonizar un escándalo, que pronto habría muchos chismes sobre sí mismo y él, y que esta vez serían ciertos.


Ya no le importaba. Merecía ser feliz, aun si era antes de lo planeado y de una forma distinta.


Asintió con una sonrisa y tomó su mano, consciente de que varios pares de ojos giraban hacia ellos y negándose a voltear hacia ninguno. Resultó sencillo ignorar todo a su alrededor perdiéndose en los azules ojos de Ryuichi. Su mano le trataba con más delicadeza que cualquiera de sus fantasías, y poco a poco empezaba a dejar caer el velo de artista con el que lo cubría, para dar paso a la grandiosa persona que también era. Agradecía profundamente el hecho de poder descubrirlo. Descubrir sus facetas, sus manías, y hasta las cosas que no le gustaban de él. Mientras más lo conocía más conectado a él se sentía, y más fácil se le hacía dejarse llevar. Ni siquiera le prestaba atención a la música, convencido de que el mayor iba a guiarlo con la misma dulzura con que lo había hecho hasta ahora.


Fue incapaz de contar cuántas piezas bailó con él, aunque estaba seguro de que fueron más que la única prometida. La verdad era que no le importaba; creía que podía confiar en que era posible estar más tiempo juntos, incluso si no se hacían ninguna promesa.

Notas finales:

Bien, primero que todo quisiera disculparme por la ausencia tan prolongada, más de un mes es mucho cuando se está en la recta final... ¡Y el próximo capítulo es el último! Estaba pensando en escribir un epílogo también, pero de momento eso será todo. Lo cierto es que quisiera volver a escribir de esta pareja, así que ya quiero ir pensando en otros proyectos. ¡Gracias por el apoyo y hasta la próxima!


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