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Fake Out por mary chan21

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Capítulo XIV


El cantante todavía se lamentaba por aquella noche de bodas. Habría sido perfecto si tan solo hubiese podido acompañar a Tatsuha después de la fiesta… Pero no, eso habría sido también un acto suicida, con el chico siendo escoltado por su padre tras la celebración. Aunque su voluntad se desintegraba por las ganas, alcanzó a ser suficiente para despedirse cortésmente y con una sonrisa.


Tal vez había conseguido dar una buena impresión, pero sus manos todavía añoraban el fantasma que era la sensación del cuerpo del moreno contra el suyo, protegido entre sus brazos y con una expresión tan cálida que su corazón seguía acelerado solo por el recuerdo. Resultaba un poco vergonzoso estar tan afectado a pesar de su edad, y más aún ser tan evidente, como ya tuvieron ocasión de señalar sus compañeros de banda. Noriko se tomaba su buen tiempo para reírse antes de elogiar sus letras, y Tohma solo rodaba los ojos ante tal “exageración” por sus sentimientos, para luego afirmar que era innecesario escribir tanta cursilería para convencerlo de su amor o algo así. Ryuichi entraba en pánico con esas palabras y descartaba una canción tras otra, abochornado más por imaginar la reacción de Tatsuha que por la idea de cantar. ¿Estaría yendo muy rápido, teniendo en cuenta su reciente fracaso? ¿Qué podía hacer si no le correspondían con la misma intensidad? Porque… exactamente eso parecía. Exactamente eso parecía significar todos sus mensajes dejados en visto y sin ninguna respuesta desde hace ayer. Que fueran  mensajes particularmente empalagosos tampoco ayudaba a disminuir su inquietud.


Perturbado, regresó de nuevo la vista hacia Kumagoro, que cargaba en el bolsillo de su jardinera su celular, sin ninguna notificación nueva. Bueno, eso era mentira: tenía bastantes notificaciones, aunque todas eran de sus redes sociales públicas. Ninguna señal del omega que le robaba el sueño. Era complicado concentrarse en el trabajo con tantas ansias. Lo único que aumentaba era la cantidad de papeles en su basurero, y lo peor era que la mayor parte era de dulces por no poder pensar.


Un suspiro resonó en la habitación, y el vocalista dio un respingo al notar que no era suyo. Se enderezó en su silla, y sus ojos volaron hacia el rubio, que miraba su propio móvil con una angustia muy similar a la suya.


— ¿Ocurre algo nanoda?


Seguchi se limitó a darle una larga mirada, probablemente sopesando los pros y los contras de contarle sus problemas a quien más solía generárselos. Debía estar muy desesperado, pues asintió tras apenas un par de segundos.


— ¿Tatsuha ha hablado contigo? Ha estado ignorando mis mensajes y los de Mika. Ella acompañó a su padre para pasar unos días en Kyoto con él, y me comentó que no lo vio muy bien cuando fue a dejarlos a la estación —El castaño frunció el ceño de inmediato, con la preocupación disparándose todavía más. Había creído que el chico tenía un problema con él, mas ese no era el caso. ¿Qué le ocurría? — Quisiera ir a verlo, pero tengo la agenda llena estos días… ¿Puedes ir a verificarlo en mi lugar?


Vaya, debía estar realmente preocupado como para preguntárselo a él. Sabía que Tohma no quería que se encontraran a solas (el Uesugi estaba cuidando el departamento mientras los tortolitos estaban de luna de miel), así que él había esperado pacientemente para que pudieran visitarlo juntos -cosa que, evidentemente, no iba a suceder ahora. Y mierda, él tampoco estaba seguro de que fuera una gran idea que se juntaran sin más compañía.


—Claro —Su boca traicionó sus titubeos al instante. —Puedo ir ahora si quieres, tampoco es que esté avanzando mucho hoy. Kumagoro dice que tiene mucho que contarle nanoda —se apresuró a coger su peluche y agitarlo, olvidando que su móvil estaba con él. El crujido que hizo al estrellarse contra el piso fue un pésimo augurio. Ambos artistas se quedaron mirando los trozos esparcidos, más que conscientes de que no se trataba solo de la carcasa.


—Sí, por favor asegúrate de que se está alimentando bien y que no descuide su tarea. Ya me cuentas mañana cómo te va —volvió a suspirar, resignado a la idea de que al menos por hoy no recibiría noticias de su parte. Debía estar muy estresado, pues por lo visto ni consideró que el celular del chico sí funcionaba, y él, como el oportunista que era, no planeaba hacerlo notar. Se limitó a asentir rápidamente y a escapar con la misma velocidad, sin molestarse en recoger su pobre aparato.


Tenía la esperanza de aclarar el porqué de su mutismo y, con suerte, pasar una linda velada con el otro.


 


***


 


Luego de la quinta vez que tocó el timbre, comenzó a considerar con seriedad echar abajo la puerta. Podía oír un leve ruido dentro del apartamento, y odiaba ser incapaz de precisar qué rayos era. ¡Pero podía jurar que uno de esos sonidos fue un golpe! Obviamente, saber aquello solo consiguió que su angustia se disparara. Su instinto alfa gritaba para que derribara la maldita puerta para auxiliar a su omega, y la verdad era que estando enamorado de éste era difícil ignorar el impulso estando de acuerdo en que el chico era su prioridad.


Justo antes de que cediera a su instinto, la puerta se abrió. El cantante se tensó de inmediato, pues no se había abierto completamente, sino que apenas quedó entreabierta. Sin embargo, fue suficiente para que sintiera el delicioso aroma que lo invitaba a entrar, a que reclamara lo que era suyo.


No, no era así. Tatsuha no le pertenecía, y en eso sí podía estar en desacuerdo con su instinto. Aunque tenía que admitir que las feromonas eran un gran inconveniente para su lado racional y sus buenas intenciones.


Comenzaba a comprender por qué el moreno dejó sin contestar sus mensajes.


Tomó una respiración profunda antes de entrar y cerrar apresuradamente la puerta. Solo podía esperar que ninguna persona hubiese estado cerca para captar el olor.


El menor estaba sentado en el piso, apoyándose contra la pared. Su rostro sonrojado encendió algo dentro suyo, algo que trató de sofocar a favor de la preocupación que sentía.


—Tatsuha, ¿estás bien? ¿Necesitas algo? — ¿Cuándo habría comenzado su calor? El pobre se veía tan débil que lo más probable era que no hubiese comido. Esperaba que al menos hubiera tenido oportunidad de hidratarse, pues era obvio que lo necesitaba, a juzgar por el sudor que empapaba su camiseta.


Se obligó a no mirar más abajo.


—Ryuichi… ¿puedes llamar a Mika? Yo… no estoy seguro de poder hablar —Se notaba que incluso esas pocas palabras le supusieron un gran esfuerzo. Al mayor se le encogió el corazón cuando tuvo que recordarle la situación:


—Cariño, ella se fue con tu padre.


Aunque sabía que no debía hacerlo, se arrodilló a su lado para apartar el cabello de su rostro. Ardía tanto que era alarmante, sobre todo por la manera en que se inclinó por su toque. El pelinegro soltó un suspiro de satisfacción, posiblemente sin comprender sus palabras. Entendía que la presencia de un alfa podía ayudar con su alivio, incluso si no era de una forma sexual, pero la excitación que sentía por sus expresiones y su aroma le impedía quedarse; sería imposible acompañarlo de un modo distinto para él, que lo deseaba hasta cuando no estaba en celo. — Tranquilo, te dejaré comida preparada y me iré. Voy a avisarle a Tohma para que envíe a algún omega a quedarse contigo, ¿sí?


El sollozo que escapó de los labios del chico rompió su corazón. A pesar de saber que hacía lo correcto, todo lo que sentía era remordimiento por abandonar a su omega, cuando éste lo necesitaba y pudiendo ayudarlo. Fue inevitable preguntarse por cuánto más podría aguantar sin ceder a su propia necesidad.


—Eiri…


Que nombrase a otro alfa consiguió enfriar sus ganas, aunque menos de lo que esperaba. A fin de cuentas, estaba seguro que si llamaba al escritor era por un alivio distinto al que él tenía ganas de darle.


—Ambos están lejos —le recordó, todavía sin apartar la mano de su rostro. Sentía que todo a su alrededor ardía, y por un instante ni siquiera entendió lo que contestó el otro, distraído por los suaves jadeos que salían de su boca. Sería tan sencillo ayudarle a liberar ese calor, demostrarle que era un alfa digno de él, tomándolo y cuidándole como merecía. Su dulce olor cada vez se sumergía más en su cerebro, aturdiéndole gratamente, y su resolución se perdía sin que pudiera hacer nada. Casi podía ver cómo se le escurría entre las manos. — Yo… pensándolo bien no puedo quedarme. Pero te prometo ayudar —se apresuró en añadir ante el nuevo quejido, acompañando sus palabras con una nueva caricia, bajando conciliadoramente por su espalda. Fue una pésima idea. —Si te sientes muy mal puedo ir a buscar una inyección a la farmacia. Tocaré el timbre y la dejaré afuera con una bolsa de alimentos… Solo espera diez segundos antes de abrir la puerta para que me vaya corriendo, por favor.


A duras penas volvió a apartarse y recogió su peluche del piso, ya preparado para marchar aún sin tener respuesta; tenía la esperanza de haber sido escuchado. Y si no era así todo se iría al demonio, pues su autocontrol dejaba de funcionar con el otro.


—Quédate —suplicó Tatsuha, terminando de desmoronar su determinación. Se perdió en sus ojos oscuros, y cuando la mano del chico tiró de él olvidó que no debía ceder a sus ruegos. Lo siguiente que supo fue que lo besaba, que estaba envolviéndolo en un abrazo y que no conseguiría separarse de la tentación que tenía enfrente. Apenas con un beso su cuerpo ardió a la par, y pronto se encontró devorando su boca, tan dulce como prometía su aroma. ¿Estaba equivocándose ahora? ¿Se arrepentiría mañana? Las respuestas serían afirmativas si el otro solo le pedía quedarse a causa de su calor. Pero no era así, ¿cierto? Hace dos días se lo propuso, y definitivamente tenía ganas desde antes. ¿Acaso no era bueno hacerle estos días menos dolorosos? Seguro que ya llevaba al menos un día sufriendo por las ansias, y agradecería su cooperación…


No, logró decirse, frenando sus movimientos. Tras un momento de vacilación alejó al menor, respirando con dificultad por el esfuerzo. Su instinto reclamaba a gritos que volviera con ese cuerpo, mas la decisión ya estaba tomada: esperaría hasta que Tatsuha recobrase su consciencia. Sería injusto hacerlo, aprovecharse de su estado. Adoraba la idea de que pasara su calor con él, pero prefería hacerlo con alguna aprobación previa, y si Tatsuha no quería un acuerdo de ese tipo respetaría su decisión.


—Debemos parar —Maldición, su corazón se rompía al ver esos ojos heridos, que no comprendían por qué lo estaban rechazando. — Tranquilo, todo va a estar bien — ¿Lo estaría? ¿Conseguiría calmarlo? De momento era incapaz hasta de quitarle las ganas de llorar…Era un idiota, debió apartarlo con más delicadeza. Contuvo la respiración y se pellizcó el brazo, obligándose a mantener la mente fría. No tenía que dejarse llevar por ninguna súplica, ni por ningún gesto por más arrepentido que se sintiese.


Cuando creyó estar listo tomó al menor en brazos, para llevarlo lo más rápido que pudo hasta su habitación. La encontró hecha un desastre, con todas las sábanas desordenadas y mezcladas con varias mantas. Si aquel era un nido, debió haberlo derribado cuando intentaba llegar a la puerta. Sacudiendo la imagen del chico arrastrándose de su mente, se concentró en depositarlo suavemente en la cama. Ignorar los gemidos y las manos añorantes del otro fue más difícil que la primera vez, pero consiguió desprenderse de ellas y de su chaqueta. No, no lo malinterpreten, simplemente era más sencillo para el chico si tenía una pertenencia de un alfa, aunque fuera para poder relajarse con el aroma y abrazarla, justo como hacía ahora Tatsuha.


Ya con más libertad para moverse, huyó a la cocina. Una vez con el refrigerador abierto, pudo apostar que lo único que Yuki Eiri había comprado eran las Budweiser, y que alguno de los dos omegas se encargó de abastecer lo demás hasta ahora. Agradeció el hecho de que Shuichi fuera uno, pues tenía suficientes botellas de agua con vitaminas, para dejar al lado del moreno si se sentía muy débil como para ir a buscarlas. Sacó un par y comenzó a rebuscar en los armarios, añadiendo más cosas a sus brazos por más mínimamente importante que le pareciera. Pronto tuvo una gran variedad: naranjas, bananas, barras de proteína, puré de manzana y un yogurth que esperaba poder darle de comer antes de irse. Esperaba que con él alimentándolo el pelinegro pudiese recobrar algo de interés por la comida.


Cuando regresó Tatsuha seguía quejándose, aunque sollozando con menos fuerza que antes, refugiado en su ropa. Por suerte tuvo la idea de ir a buscar otra más a la habitación del escritor, y obtuvo un ronroneo complacido cuando la dejó a su lado. Verlo echársela encima trajo un feo retorcijón en el estómago sin embargo. ¿Por qué se cubría con la de Eiri y no con la suya? Estaba seguro de que su aroma estaba mejor impreso que el del otro así que ¿cómo era posible que no lo prefiriera? Si tan solo no tuviese esa marca su decisión habría sido distinta…


Tenía que apartar esos pensamientos de su mente.


—Cariño, ven, tienes que comer —Su estómago volvió a dar un vuelco, esta vez de emoción, cuando el rostro del menor se iluminó y se acercó de inmediato, de paso dejando caer la chaqueta del rubio. También dejó de lado la suya, pero eso era un detalle, de todas maneras se estaba acercando a él. — Anda, come esto por mí.


La petición fue como encender un interruptor para Tatsuha. Obedeció felizmente, y él fue alimentándolo con menos alegría. Llevaba todo el tiempo pellizcándose la pierna, y aun así tenía una furiosa erección distrayéndolo de su tarea. Si permanecía mucho tiempo con él esos moretones serían en vano. Parecían ser inútiles, en realidad, porque ya se pellizcaba más por inercia que por otra cosa.


Cuando le ofreció la última cucharada casi gimió de alivio. Las dulces feromonas del chico eran un gran problema, pero verlo de esta manera, sonrojado y sudoroso inclinado hacia él, era todavía peor. Peor porque no podía tenerlo, porque se prometió controlarse.


—Ryuichi —Maldición, que lo llamara por su nombre de esa forma debía ser ilegal. Que se atreviera a mirarle a los ojos en ese estado también, definitivamente. — Ven —Rayos, ¿acaso no sabía que él ya estaba lo bastante mal sin que lo reclamara con los brazos abiertos? Bueno, por suerte no eran las piernas. Tal vez la comida lo había ayudado a despejarse.


—Lo siento, sabes que no puedo —Se felicitó por haber recogido a Kumagoro cuando se lo extendió y el otro olvidó su berrinche para recibirlo. Incluso en ese estado se notaba que apreciaba al peluche, a juzgar por la manera en que lo abrazaba. —Kuma-chan va a hacerte compañía en mi lugar nanoda.


—Quédate tú —pidió, haciendo flaquear su resolución de nuevo. —Ayúdame. Tengo mucho calor…


El mayor hizo oídos sordos a la propuesta, y fingió no ver la forma en que sacudía su camiseta, dejando ver parte de su vientre y sus clavículas en intervalos. Agradeció que estuviese vistiendo ropa ligera, pues no se sentía con fuerzas para ayudarle a cambiarla.


Aunque debería de hacerlo, pensó, en una extraña mezcla de deseo y preocupación. A fin de cuentas, podría ser perjudicial dejarlo así, estando toda empapada de sudor.


Tuvo que empezar a pellizcarse la otra pierna también.


—Si eso quieres de verdad, prometo estar contigo la próxima vez —le aseguró, rogando para sus adentros que así fuera. Aunque fuera una sola vez, aunque fuera dentro de mucho tiempo. En realidad podía conformarse con cualquier cosa. — ¿Necesitas algo más? —Probablemente entre su equipaje no traía ningún juguete. Le hubiese gustado verlo probando alguno… Mierda, tenía que enfriar su cabeza.


—A ti —insistió, acercándose otro poco. El castaño se levantó de la cama rápido, casi tropezando con sus propios pies. Apenas podía respirar ¿y Tatsuha se atrevía a hacerle esto? Dudaba poder aferrarse a su moral si continuaba por ese camino. — Quédate conmigo, sabes que te quiero desde hace mucho.


¿Ahora podía ser convincente? Persuasivo ya era, no era necesario agregarle un argumento racional para que perdiera sus batallas mentales.


—Yo… lo sé, pero es diferente hacerlo normalmente a hacerlo ahora —tartamudeó, de repente sintiéndose como si él fuera la presa, y no el afectado chico que tenía enfrente. Después de todo, no era él quien miraba al otro como si quisiera devorarlo; él apenas atinaba a desviar sus ojos al primer punto en el que no se le cruzara.


—Es lo mismo para mí.


—Para mí sí es distinto, y créeme que también lo sentirás así — ¿Acaso Tatsuha nunca pasó con alguien algún calor? Porque la diferencia era abismal, comenzando por el hecho de que se le hacía aterrador que solo estuviera parcialmente consciente. Le importaba un comino si estos eran sus auténticos deseos, la idea era perturbadora. Jamás había entendido por qué a la gente le parecía excitante. Sí, era excitante verle caliente, suplicando por él y oyéndose tan necesitado, pero no dejaba de ser raro. Y eso que él no era quién para hablar de rarezas.


No, debía haber algo mal consigo mismo, porque si lo reflexionaba ¿cómo podía no gustarle verlo así? Así, con ese sonrojo exquisito, oliendo mejor que nunca (ni siquiera huelo a Yuki), gimiendo su nombre y…


Sus ojos, que hasta el momento se mantuvieron tercamente distantes, terminaron por viajar más abajo de la cintura del moreno. Tal y como temía, ver su erección y la humedad que tenía fue un golpe a su voluntad. Contuvo un gruñido y se obligó a permanecer en su sitio, en evitar lanzarse de regreso a esa cama. Estaba costándole más trabajo respirar. Daba lo mismo a estas alturas si lo hacía por la nariz o por la boca, ambas opciones le afectaban a tal grado que creía saborearle de cualquier manera. Si ya lo había probado en una ocasión ¿por qué no repetirlo ahora?


Si sabía que acabaría ayudándolo ¿cómo podía mantenerse firme?


Por la mirada deseosa del menor, supo que había hecho un pésimo trabajo escondiendo su propia erección. —Tengo que hablar con Tohma. ¿Dónde está tu celular?


El pelinegro no respondió. Se limitó a sacarse la camiseta, sin quitarle los ojos de encima. Normalmente, tratándose de él aquello habría sido una provocación, mas ahora solo era un acto más en busca de alivio. Su rostro lucía mucho más enrojecido que hace unos instantes. Probablemente el consuelo temporal que era su presencia a su lado ya se había esfumado. ¿Sería ahora la necesidad más fuerte? ¿Estaban en problemas?


Lleno de angustia, comenzó a rebuscar en la habitación el móvil del otro. Velador vacío. Tampoco en el escritorio, y sospechaba que menos en el armario. Eso solo dejaba… la cama, a la que definitivamente no debía regresar.


—Ryuichi.


A punto estuvo de volver a ignorar la llamada de Tatsuha, pero su brazo extendido atrajo su atención. Ahí, más dócil que nunca, el omega hacía entrega del celular. Quiso colmarlo de besos para agradecerle. Besos y mucho más, todo lo que quisiera, aunque gracias al cielo entendía que no era el momento.


—Gracias —murmuró conmovido. Tomó su mano suavemente, disfrutando la forma en que el otro se estremecía por ese contacto tan básico. Sin embargo, disfrutó más ver su mirada frustrada cuando se limitó a desbloquear el celular con su huella.


Apenas le quedaba batería. Tenía que hacer rápidamente la llamada (¿cómo tendría registrado a Tohma? Conociendo la actitud del Uesugi, dudaba que por el nombre), debía poner a salvo al moreno y ayudarle de alguna manera… Pero quedó paralizado por lo que mostraba la pantalla. Estaba abierta la aplicación de mensajes, y de hecho estaba viendo uno a medio escribir. Dirigido a él.


«Ryuichi, ¿quieres acompañarme esta noche? Estaré solo y quiero pasar tiempo contigo. Mi calor está programado para la próxima semana, pero me gustaría compensarte antes de irme… aunque tampoco me enojaría si vas a visitarme para hacerlo. Dudo que te dejen sacarme, así que solo podríamos si llegas antes y me escapo a tu hotel. »


Teniendo en cuenta la falta de respuesta a sus mensajes (y que solo la mitad había quedado en visto), debió escribir eso antes de que empezara su calor. ¿Tal vez no se había atrevido a enviarlo? ¿Quizá justo comenzaron los malestares? Fuera como fuese, seguía siendo una prueba fehaciente que Tatsuha sí lo quería por algo más que una maldición biológica. Ahora todo dependía de él. ¿Le bastaba con esas palabras? ¿O debía dejarlas pasar por ser escritas en la proximidad del calor?


Una cuestión estaba dando vueltas en su cabeza sin embargo, que impedía que dejara su preocupación de lado: ¿por qué se había adelantado su celo?


—Alfa —Parecía que no podía ignorar más la situación. El pelinegro se aferraba a su cuerpo con necesidad, tironeando de su ropa para captar su atención. Verlo con los labios entreabiertos, suplicando en silencio por él, bastó para derrumbar su juicio. — Tómame.


— ¿De verdad lo quieres? —Por fin, se permitió saborear la dulce esencia que desprendía el menor, dejando de lado el móvil e inclinándose hacia sus labios. Ambos se miraron con la misma expectación contenida, Tatsuha con los ojos casi afiebrados pero tan deseosos como los suyos, y fue incapaz de reprimirse más: capturó la boca del otro y fue correspondido de inmediato, siendo abrazado por el cuello y con las piernas aferrándose a sus caderas. Pronto se encontró presionándolo contra la cama, mientras lo sujetaba por la cintura. La deliciosa vibración de los gemidos contra sus labios lo llevó al cielo, y se prometió hacer que el chico consiguiera lo mismo. Sus manos viajaron por todas las partes a las que pudo llegar con la ropa interponiéndose. Tenía ganas de arrancársela. — Porque yo quiero desde hace mucho.


—También yo —le aseguró. Los dolorosos calambres que habían estado nublando su juicio cedieron con las caricias, su instinto complacido por tener por fin a su alfa con él. Su alfa, con ese olor  grandioso y extravagante, que estaba tan ardiente como él y lucía igual de necesitado. —Hagámoslo.


El calor serviría de excusa para la cadena de gemidos que derramó solo por el roce de su ropa al ser retirada. Las manos de Ryuichi se sentían heladas al compararlas con su piel, y fue imposible reprimir el pedirle más. O al menos creía haberlo hecho, lo cierto era que no estaba seguro de lo que dijo. Su mente se perdía totalmente, concentrada solo en grabar al contrario; jamás olvidaría la forma en que lo miraba el cantante: sus ojos llenos de adoración, ternura y deseo, recorriéndolo con tanta intensidad que casi creía que también quería grabar cualquier detalle.


Tuvo que cerrar los ojos cuando los besos del mayor llegaron hasta su cadera, deteniéndose en sus oblicuos. Cuando llegó la succión no fue una sorpresa, aunque su cuerpo reaccionó como si fuera la primera vez que la recibía, arqueándose inevitablemente por más.


Ryuichi quería permanecer así por más tiempo, pero el cuerpo del omega estaba impaciente por un nudo. Por la forma en que Tatsuha gemía y se retorcía, dudaba que fuera a durar mucho. Y eso sin contar la mancha húmeda que se extendía en la cama, llamándole con urgencia. Se quitó la ropa con impaciencia, y se apresuró a regresar a la boca del chico, vagamente preguntándose cómo podría demostrarle su amor estando tan alterado. Dudaba que al moreno fuese a importarle, a juzgar por cómo se empeñaba en alzar su cadera, tratando de alcanzar su erección. A él sí le importaba sin embargo, y odiaba estar tan poco preparado. Hubiese sido genial traer algún juguete especial para su omega, o aunque fuera un lubricante con efecto o condones con textura…


—Espera —jadeó. La alarma contenía su deseo, aunque a duras penas. — No tengo condones.


El pelinegro sollozó desaprobatoriamente por la separación, y por un momento el cantante creyó que ni siquiera le había entendido. A punto estaba de volver a repetírselo cuando el otro contestó:


—En mi bolso.


No necesitó que se lo señalara. Volvió a apartarse para rebuscar en los compartimentos, y la decepción regresó al ver que apenas venían tres. Una cantidad claramente insuficiente para un celo y para las ganas que le tenía. Regresó con su omega y lo atrajo con un beso, esta vez más rudo que el anterior, al deslizar sus dedos por su cabello y agarrarlo con fuerza. Su propio cuerpo se estremecía de emoción por ser capaz de sostenerlo así, de disfrutar la entrega y el pequeño rastro de vergüenza, seguro que por su entrada, necesitada y goteante por esa razón. Se moría de desesperación de volver a probarla.


Con eso en mente, giró bruscamente al chico y consiguió que se inclinara, sus rodillas apoyadas en la cama y ofreciendo con urgencia su trasero hacia él. Probablemente no lo hubiese hecho con tanta sumisión de haber sabido que lo iba a dejar entrar era su lengua. El gemido que escapó de su boca, por más prolongado que fuera, todavía sonaba más a un quejido. Algo dentro de él se retorció de alegría por oírle así, y la emoción se extendió hasta la gloria por probar por fin la fuente de esa dulzura en todo su esplendor. Era intoxicante, la sensación, el olor y el sabor del chico debajo de él. Decidió que tenía que hacerle sentir lo mismo. Se apartó para introducir dos dedos de inmediato, y contempló con fascinación la facilidad con la que se deslizaban dentro de Tatsuha, lo bien que lubricaba su esencia. Por más que movía sus dedos apenas encontraba resistencia, clara señal de por qué el otro rogaba tanto. Tomó uno de los condones sin dejar de mover los dedos, y rasgó la envoltura con los dientes.


—Ryuichi, por favor —Estaba tan necesitado que temía correrse solo con sus dedos, por más insatisfactorios que resultasen cuando anhelaba algo más. De su miembro goteaba una cantidad vergonzosa de líquido pre-seminal, aunque por fortuna estaba fuera del alcance de la vista del otro; podía apostar que lo dejaría esperando todavía más si se le antojaba probarlo. — Apresúrate.


El cantante retiró los dedos para ponerse el condón, conteniendo un gruñido de excitación por cumplir la idea. Su miembro palpitaba por el calor y la emoción. Por fin iba a hacerlo suyo. Tomándolo de las caderas lo acercó, y tras un solo momento de contemplación se hundió lentamente en el chico, soltando un grueso gemido. Seguía siendo tan estrecho a pesar de lo fácil que se abrió antes que tuvo que detenerse, esperando para evitar lastimarlo.


—Dime cuando estés listo —Todo su autocontrol iba desvaneciéndose de a poco por el esfuerzo de permanecer quieto, pero valía la pena completamente cuando podía ver a Tatsuha deshaciéndose ante su toque, con su cabeza apoyada en la cama pues sus brazos le habían fallado, y su rostro en una expresión de puro éxtasis. Recién ahora entendía por qué el cantante insistió en decir que pasar el calor con alguien era tan distinto al sexo usual. La sensación era tan abrumadora que debía admitir que era incapaz de explicarla, y como bochornosa prueba de ésta ya se había corrido, su semen salpicando las sábanas debajo de él solo por tener a Ryuichi dentro. Y pese a acabar de venirse, volvía a sentir esa excitación abrasadora recorriendo su vientre, advirtiéndole que dentro de poco estaría preparado para hacerlo de nuevo. Su instinto estaba delirando de felicidad, satisfecho de por fin tener a su alfa en él y por poder complacerlo.


—Por favor, sigue —pidió, sabiendo que su cuerpo estaba más que preparado para recibirlo como fuera. Volvió a confirmarlo cuando el mayor comenzó a moverse, primero con lentitud y luego con más firmeza, y él sin importar cómo fuera terminaba viendo estrellas. A duras penas mantenía firmes sus piernas, tanto para evitar caer en la cama ya manchada como para tomar mejor a su alfa. Con cada embestida se impacientaba más por el nudo. Ryuichi lo llenaba tan bien que dudaba poder permanecer así mucho tiempo. Todos sus sentidos estaban enloquecidos por el placer y la necesidad.


Por su parte, Ryuichi se hallaba en un estado similar. Deliraba de placer y de ansias por llenar a su chico, y al mismo tiempo saboreaba el momento, queriendo extenderlo lo más posible. Disfrutaba del sonido que hacía Tatsuha cada vez que se deslizaba hasta el fondo, de la misma manera que adoraba cada vez que le faltaba el aliento entre cada embestida. Incluso en medio de esa lujuria nublada podía apreciar cada detalle; la suave curva de su espalda, lo bien que rodeaba su erección, y la humedad que todavía salía de su cuerpo, cayendo con sutileza con cada empuje. Volvió a enterrarse profundamente, endureciendo el agarre a sus caderas, y se inclinó para repartir besos por su cuello y espalda, complacido por sentir las vibraciones entrecortadas que era la respiración del moreno. No se esforzó por ocultar marcas, en un bello camino que pronto iba a delinear de nuevo, y volvió a empujar como antes.


Se retiró y volvió a entrar lentamente, suspirando de satisfacción de nuevo. Su miembro comenzaba a hincharse pero insistió en seguir moviéndose, sabiendo que pronto terminaría anudándolo.


—Eres tan bueno —gimió, encantado por el dulce efecto que tenían los elogios en su chico. Desde el estremecimiento, pasando por la forma en que se tambalearon sus piernas, hasta llegar a la profunda expresión llena de afecto y complacencia. Quiero esto para mí todas las noches, pensó, pero no se atrevió a decirlo. Primero, porque era realmente difícil articular palabras cuando estaba casi en su límite, y segundo por preferir decir cuestiones comprometedoras cuando su omega estuviese más consciente para escucharlo. Su agarre se apretó más, y percibió la expectación del otro por lo que venía. Estaba por llegar, su nudo ya estaba formado, asentándose dentro del menor, y tenía tantas ganas de correrse. Su abdomen estaba apretado, ardiendo, impaciente por la liberación que llegó poco después, junto con un gruñido suyo por no poder sentirla esparciéndose en el interior del chico.


Tatsuha cayó apenas terminó de recibir su orgasmo, con Ryuichi siguiéndolo y dando unos últimos golpes a sus caderas. Su propio clímax había llegado desbordándose, y ahora su cuerpo no era más que un lío desordenado y deshecho manchado de su propio semen y esencia. Seguía aturdido, su mente y cuerpo rememorando como en un bucle la sensación del alfa creciendo en sus entrañas, hinchándose y llenándolo. Necesitaba eso de nuevo. Aunque ya no sentía esa fiebre abrasadora e inconsciente, quedaba el abrumador deseo que siempre había sentido por el cantante, y que ahora estaba reforzado por el acto de recién. Su instinto se hallaba gratamente complacido, tanto que pronto se encontró ronroneando con las afectuosas caricias del castaño, que siguió repartiendo besos en su cuello. Todavía no salía de él, aunque ambos eran un desastre de sudor, pero esta calma se sentía tan íntima que era incapaz de romperla. Fue el mayor quien la cortó, solo para reacomodarse sobre él tras girarlo, y esta vez besar sus labios.


Por suerte para el calor del pelinegro, también se estaba muriendo de ganas por repetirlo. Simplemente sabía que tras dos rondas tendría que hacer una pausa para ir a la farmacia, pero esperaba que después pudieran continuar de todas maneras.


 


***


 


La felicidad de Tatsuha era absoluta. Ya ni siquiera sentía vergüenza cuando se dejaba llevar y acababa ronroneando acurrucado en el regazo del mayor, demasiado satisfecho con él como para pensar en ocultárselo o contenerse, y todavía demasiado sorprendido por todo lo que el vocalista lo consentía. Sí, gran parte del tiempo se la pasaron haciendo el amor, pero lo cierto es que todo el tiempo estuvieron entregados el uno al otro. Ryuichi lo había tratado con más dulzura de la que creyó posible en cualquier persona, cuidándolo y atendiéndolo a cada instante; se encargó de alimentarlo, bañarlo y saciar su calor felizmente, y ahora él estaba cubierto de dulces marcas, con su piel cosquilleando de emoción y complacencia. La verdad era que jamás había imaginado tanto amor para sí mismo. Incluso con su mente embotada por el reciente celo, era plenamente consciente de que ni en sus más remotas fantasías había incluido tanta paz y suavidad en medio del desenfreno que creyó su máximo goce. Ryuichi se sentía cada vez más real, más suyo, y estaba impaciente por que así fuera en adelante, y en poder demostrarlo también. Claro, era consciente de que lo de ambos sería un secreto sin importar qué tan seria fuera su relación, pero estaba más que conforme con eso. Después de todo, sabía que todo lo que el cantante se esforzaba por él, y apostaba que las cosas mejorarían todavía más cuando viniese a vivir a Tokyo. Tal vez su aniki sería un hueso duro de roer para que aceptara que fuera acompañado en sus celos… sin embargo, no podía sentir más que confianza. Resultaba difícil tener pensamientos negativos en su estado actual, la verdad sea dicha. Sobre todo cuando su alfa insistía en mimarlo tanto.


A este paso, acabaría todavía más prendado del otro. Suponía que era inevitable, incluso si regresaba la vergüenza.


—Ven aquí —pidió el mayor, y antes de darse cuenta ya estaba en sus brazos para que secara su cabello. Normalmente habría evitado actuar con tanta libertad, mas ahora no le hallaba sentido a privarse ni a sí mismo ni a su alfa de cualquier contacto. Nunca había imaginado que el castaño fuese de aquellos que cuidaban tanto a su omega, y cada vez le gustaba más conocer nuevas facetas de él. Podía ser dulce y suave, pero también rudo y fuerte cuando se lo pedía. Había sido la voz de la razón cuando tuvieron que detenerse, aunque tampoco le había importado dar vuelta la habitación de Eiri para buscar condones solo porque él le rogó que no se fuera (y ambos estaban seguros de que iban a ser regañados por eso). Tenía la dosis justa de control y desenfreno que lo volvía loco de amor por él, y amaba tanto su personalidad como su instinto.


Cuando se encontró de frente con sus ojos azules, decidió que tenía que decírselo por fin. Aquí, en su cama y con los últimos rastros de calor esfumándose en su piel, necesitaba volver a ser el chico directo que siempre había sido.


—Ryuichi —llamó, reforzando todavía más su atención en él. — Te quiero —dijo, arrepintiéndose en último momento de soltar una palabra mayor. Sin embargo, seguía determinado a soltar su petición—: ¿Podemos volver a hacer esto, siendo pareja? De verdad quiero estar contigo.


Considerando todo hasta ahora, gran parte de la inseguridad se había ido, aunque todavía temía que lo que el cantante quisiera fuese un nuevo intento de prueba en lugar de una relación. ¿Estaría yendo muy rápido? Porque no creía poder conformarse con menos luego de haber pasado su calor con él. Se sentía tan unido al otro que sabía que ya no bastaba con cualquier conexión.


Por suerte, parecía que concordaban en ese punto.


—Planeaba pedírtelo yo, y de una forma más romántica, pero… me encantaría salir contigo —Tatsuha apenas alcanzó a emocionarse por su sonrisa cuando sus labios llegaron hasta los suyos. Apenas se percató de la toalla cayendo de su cabeza, concentrado solo en el beso que le robaba el aliento. Su cuerpo respondió al aroma lleno de felicidad del otro de la misma forma, aunque se daba cuenta de que con menos intensidad a la de hace unas horas. Por primera vez lamentó este hecho, sintiéndose estúpidamente culpable por no poder demostrar lo que sentía tanto como el cantante. Sabía que era inevitable, y que dentro de poco tendría que depender de su regalo para hacerlo evidente, pero no dejaba de sentirse como una decepción por este hecho, incluso cuando sabía que a Ryuichi no le importaba tanto como a él mismo. Tal vez ese era el problema. No sabía si era bueno o no, pero cada vez que pensaba en ese tema iba importándole más lo que pensaba él mismo que los demás. Cada vez era más difícil frenarse, pensar en el bien de Eiri o su familia, y evitar arriesgarse para borrar esa marca estúpida.


Por más que se repitió que estaba a punto de arruinar el momento, decidió ser honesto con el mayor.


—Me alegra saber que sientes lo mismo. Espero que eso no cambie con lo que tengo que decirte —carraspeó incómodo, y de inmediato sintió que el castaño se tensaba. Qué horrible omega era, primero proponiéndose sin delicadeza y luego cortando el poco sentimentalismo de la ocasión. Por suerte su alfa era un excéntrico de gusto dudoso y aun así lo había escogido, en serio. — Agradezco que haya sucedido aquí contigo, pero en realidad mi celo no estaba programado para esta semana, ¿sabes?


El vocalista asintió con el ceño fruncido, recién acordándose del mensaje sin enviar que leyó hace tres días. Y recordar que Tohma lo mataría por no haber llamado jamás y que Eiri y Shuichi ya debían estar en su camino de regreso solo consiguió que la inquietud aumentara. Estaba preocupado por su propia seguridad, sí, pero todavía más por el chico, porque definitivamente algo estaba mal con él si su calor se había vuelto irregular. ¿Sería por culpa suya? ¿Otro efecto de ir en contra de aquella mordida? La idea lo asustaba más de lo que estaba dispuesto a admitir, sobre todo porque no quería preocuparlo más de lo que ya se veía. Sin embargo, realmente temía por su condición y por lo que podría pasarle porque ¿qué habría sido de él si su calor llegase de improviso en otro lugar? Esta vez tuvo suerte de encontrarse en un sitio seguro… el problema era que no podían contar siempre con ello.


— ¿Te sientes mal ahora mismo? ¿Estuviste enfermo? —Dejó que su instinto lo guiara, sin hacer ningún esfuerzo por frenarlo. A estas alturas, su mente estaba más que de acuerdo en que ese omega era suyo, por más que no llevara su marca.


 Al instante Tatsuha se encontró siendo revisado por él, y cuando no halló ningún signo físico fue abrazado con dulzura. Sin embargo, por más que quisiera disfrutar el entrañable consuelo del otro, sabía que pronto su parte racional estaría muy molesta con él.


—No lo estoy. Supongo que se me adelantó el calor por el estrés… o quizás por sobrecarga física. Debió ser algo así, sabes que apenas estoy descubriendo mi habilidad.


— ¿Qué tiene que ver eso con…? —Vaya, fue casi cómica la forma en que la comprensión cruzó su rostro. — ¿La estuviste usando? Tatsuha, eso es-


—Sé que estuvo mal. Solo conseguí cansarme, ni siquiera sirvió —rio, como si de verdad le hiciera gracia en lugar de la aplastante decepción que sentía. A pesar de todo, ese engaño estaba dirigido más hacia sí mismo que al vocalista, quien de seguro conseguía ver a través de su mala máscara, como el maestro que era en ese aspecto. —El cambio es tan sutil que ni vale la pena agotarse por esto —Sabiendo que no podía seguir ocultándolo, señaló su cuello. Le sorprendía que el castaño todavía no hubiese reparado en ese detalle (seguro que su calor sirvió para distraerlo), y lo agradeció cuando vio cómo nuevamente la realización llegaba a su rostro, para dar paso a la absoluta molestia.


— ¿Trataste de borrar tu marca? —Un peso se instaló en su estómago, irónicamente aplacando la furia, para dar paso a la preocupación. ¿Acaso no pudo dejarle claro que lo quería, que con tal de estar con él nada de eso importaba?


Desconcertado, recordó la conversación que tuvo con Tohma sobre este tema. Al parecer se equivocó con Tatsuha, y para mal. Desconocía si este intento fue por inmadurez o por su propia culpa, pero tenía claro que debía hacer algo para evitar que volviera a suceder. Después de todo, seguía queriendo estar con él. — ¿Debería llevarte al hospital? ¿Cómo te sientes?


—Bien, en serio, de hecho podría volver a intentarlo —Al ver la alarmada mirada de Ryuichi se apresuró a aclarar—: ¡Por mi habilidad! Estoy perfectamente. No me pasó nada malo por tratar de borrarla, estoy bien. De hecho, mira —Le mostró orgulloso su cuello que, ahora que se fijaba, mostraba su cicatriz menos nítida, y de menor tamaño. La diferencia en esto último era apenas perceptible, pero el mayor sabía que había cambiado. —Estoy seguro de que si aprendo a controlar mi habilidad no tendré ningún efecto secundario. No he sentido ninguna otra molestia, te lo juro.


— ¿Por qué estás pensando en volver a hacerlo? Fue una imprudencia. Estabas solo, si algo te hubiese ocurrido…


Le costaba incluso imaginarlo. Aunque era capaz de visualizar hasta con detalle lo culpables que se sentirían todos a su alrededor, él incluido. Ya se sentía así, y eso que nada ocurrió. Le parecía injusto que en contraste con sus propios sentimientos Tatsuha luciera tan satisfecho.


—Porque vale la pena hacerlo. Estoy harto de esto, Ryuichi. Odio sentir que siempre estoy peleando conmigo mismo, odio actuar como un idiota… Quiero estar completamente feliz por Eiri y no puedo. Y no poder hace que me sienta como un monstruo —confesó.  Era difícil para él explicarle que incluso si su relación estaba en orden o  él lo aceptase, no bastaba para que desaparecieran todos sus problemas. Porque si actuó de esa forma no fue solo para complacer a su alfa: simplemente quería estar en paz consigo mismo. Especialmente si iban a tener una relación ellos dos; mientras más pronto se deshiciese de la marca, menos malestares le causaría estar con Ryuichi. —Sé que estás bien con esto, pero también sé que te preocupas por hacerme sentir mal. Y es verdad que dije que valía la pena soportar cualquier efecto secundario si podía estar contigo… sigo pensándolo, pero es tonto tener que hacerlo si puedo borrarla con otro par de intentos. Además estoy bien… si te preocupa apóyame —dijo, plena y bochornosamente consciente de que acababa de soltar la petición más egoísta que podía hacerle, apelando a la necesidad del otro por protegerlo. —Si te preocupa que esté solo, quédate conmigo para cuidarme.


Ryuichi tragó, sorprendido y preocupado por partes iguales. Le costaba creer que el mismo chico que hace un par de semanas ni creía que podía interesarle fuese capaz de proponerle algo así. Tenía sentimientos encontrados al respecto. Amaba que estuviese dispuesto a confiar en él, a confiarle su seguridad también, pero quería reclamarle por hacerlo con un tema tan delicado, peligroso y para colmo fuera de su alcance; él era incapaz de ayudar a Tatsuha, lo sabía. Sin embargo, también sabía que solo podía darle una respuesta.


—Tatsuha, prometo que estaré contigo —declaró, disfrutando de su mirada ilusionada y el leve aroma de agradecimiento que desprendía. Le permitió un segundo de paz antes de aclarar—: Siempre y cuando tu familia te apoye en tu decisión. Al menos es necesario que Yuki esté de acuerdo. No voy a arriesgar tu salud, te quiero mucho como para hacer algo imprudente a espaldas de ellos. Confían en nosotros y no quiero traicionarlos… tampoco a ti. Hagamos bien esto.


El pelinegro tragó, conmovido y decepcionado a partes iguales. Por un lado agradecía que en estos momentos demostrase ser razonable, precavido con su relación y con mostrar seriedad a su familia. Por el otro, habría sido más conveniente para él que se limitara a aceptar y confiar en lo que le decía, que era decisión suya y que no había ningún problema que necesitara la atención de esos exagerados, que de seguro se opondrían sin querer escuchar ni un solo argumento.


— ¿Y si ellos no están de acuerdo? ¿Vas a apoyarme a mí? —presionó, aunque detestando hacerlo. Pero realmente necesitaba la presencia reconfortante de su alfa, que le asegurara que todo saldría bien o que al menos respetaría su decisión aunque nadie más lo hiciera.


—Si debo elegir entre estar a tu lado y poder cuidarte sin la aprobación de tu familia o apoyarlos a ellos haciéndote infeliz, escojo lo primero —concedió. Se permitió un instante para lamentarse por sí mismo y el posible desprecio con el que lo mirarían, de seguro creyendo que era responsabilidad suya la decisión del chico. Sin embargo, incluso al imaginarlo, no cambiaba la decisión que acababa de tomar. — Preferiría ambas cosas, pero si no se puede te elijo a ti. De todas formas no esperaba agradarles nanoda.


El moreno alzó una ceja ante lo último, analizando la expresión algo ida y resignada del otro. Ya se había dado cuenta del pesimismo que tenía sobre eso (y era difícil culparlo considerando lo extraña que era su familia), pero seguía sorprendiéndole esa inseguridad de alguien que llevaba siendo su ídolo desde hace tanto.


—Van a adorarte porque me haces feliz —Para consolarlo le dio un beso, y comenzó a repartir muchos más por su rostro. Se maravilló por el sonrojo de su alfa, repentinamente tímido para extrañeza y deleite suyo, y se aseguró de disfrutar ese calor en sus mejillas con más caricias. —Además, ellos van a saber que la idea es mía. Me conocen lo suficiente para ni sospechar de ti, aunque quizá sí se enojen porque estés de mi lado. Por ahora tendrás que conformarte con que yo estoy agradecido por eso.


Ryuichi poco a poco fue relajándose, de repente abrumado por el agotamiento físico, mental y, en contraste con eso, la dulzura reconfortante del menor. Sabía que no debía dormirse (que al menos tenía que ordenar el desastre que dejó en la habitación del escritor en su búsqueda de condones), pero lentamente fue rindiéndose ante el toque. Todavía no estaba convencido por la idea de Tatsuha, aunque tenía más que claro que iba a estar a su lado para ayudarle en lo que necesitara, y que iba a defenderlo y cuidar de él todo el tiempo que el chico se lo permitiese.


Jamás había creído que podría sentirse de esta manera (si retrocediese el tiempo hasta hace dos meses, definitivamente tampoco se habría convencido), pero sus sentimientos habían escapado de su control antes de que pudiera notarlo. Incluso cuando al principio llegó a detestar la idea de acercarse a Tatsuha, por miedo a perder todo el control que había ganado, ahora se negaba a imaginarse un futuro sin él. Esperaba que ahora, con su instinto y su mente sincronizados y de acuerdo en que él era el indicado, pudiese demostrarle que valía la pena que estuviesen juntos. Y tal vez, pronto el chico no tendría que soportar ningún dolor aunque lo escogiera.

Notas finales:

¡Muchas gracias por haber llegado hasta aquí! Me cuesta creer que ha pasado un año desde que publiqué esta historia, pero me agrada la idea de terminarlo el mismo día, en el aniversario de Tatsuha además. En serio agradezco su apoyo, ha sido genial ver que todavía hay gente que recuerda a esta pareja <3 

Planeo seguir escribiendo de ellos así que ¡hasta la próxima!


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