Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Fake Out por mary chan21

[Reviews - 2]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Era la primera vez que Ryuichi se sentía tan tranquilo, luego de dos agitadas semanas y puede que un poco más. Las firmes y delicadas manos del moreno que estaba encima suyo eran una gran ayuda, masajeando todos sus puntos de estrés y jugueteando de vez en cuando de formas que no debería si en serio pretendía que hoy no hicieran nada. Exhaló largamente, dejándose hacer sin reparos, y justo cuando pensaba que podía acostumbrarse a esta clase de atenciones el pelinegro aplicó más aceite y presionó más fuerte. Amó la sensación, pero había algo extraño. ¿Lo que sentía cerca de su oreja era el aliento de Tatsuha?


—No espero que vayas a relajarte, pero ahora vamos a comenzar. Si me ofrecí a empezar yo es para que tengas tiempo de pensar qué vas a decir… pero aun así estoy algo nervioso, y para ser sincero no se me ocurre nada. Nada que quiera compartir, al menos —la pequeña risita le hizo cosquillas, y casi juró sentir el roce de sus labios. Algo tan simple ya había conseguido desestabilizar su paz, pero se negó a darse por vencido tan fácilmente. Además, tenía muchas ganas de escucharle: le tocaba revelar algo bastante íntimo, a fin de cuentas. — Una situación sexual perfecta para mí sería…mmm— Las manos del menos se deslizaron a sus caderas, apretando y soltando con movimientos rítmicos. Lo que hacían sus manos era genial, pero sus palabras…


—Tatsuha, preferiría que no sonaras como si estuvieras en medio de una exposición ahora. Digo, a menos que no quieras que sea un auténtico desafío —Tal vez estaba cavando su propia tumba, pero era mejor eso que morir con poco. Al Uesugi pareció molestarle su atrevimiento, pues lo pellizcó de repente, haciéndole dar un respingo.


—Qué grosero. Si eso es una petición para ser sexy, te recuerdo que no tengo por qué complacerte —bufó, alejándose de él. Se mordió el labio, reticente ante la idea de actuar para el otro. Indeciso, delineó la hermosa curva que se formaba en su espalda, imaginando qué pasaría si llegaba más lejos de lo que debía con él. Por otro lado, en muchos sentidos ya había sobrepasado límites de bastantes maneras inesperadas.


Recordó vagamente sus escasos encuentros anteriores, la decepcionante falta de juego previo y cómo se despreocupaban de su disfrute. Con Ryuichi no parecía que iba a tener que preocuparse por ninguna de esas cosas (solo tenía que acordarse de la sonrisita de complacencia que tenía cuando consiguió que se viniera), pero a la inversa era distinto el asunto; él realmente no tenía idea de cómo podía estimularle en absoluto, y menos sabía sobre jugueteos para este momento. Si hacía algún movimiento, ¿notaría su torpeza?


—Oh, no tienes que hacerlo, pero sería mejor que me hicieras este reto más difícil. Por ahora solo tengo ganas de dormir con el masaje, y mi instinto está bajo control al cien por ciento —aseguró, con un bostezo bastante creíble como para ser fingido. La actitud divertida del castaño fue como una patada al ego. Trató de serenarse, y por fin reconoció para sí que quizá había escogido varios de esos retos como un desafío para él también.


—Espero que aguantes. No me gustaría tener que pedir ayuda para que te saquen de encima mío. Sería complicado que nos permitan volvernos a ver —Antes de que el otro pudiera contestar, se recostó con soltura sobre su espalda. Sintió que se tensaba, y se sorprendió disfrutando por ello. Sentía como su pecho se calentaba con el aceite, y se frotó despacio, como si se deslizara. Con una de sus manos se apoyó en el hombro del cantante, para ayudarse a moverse encima, mientras que la otra seguía masajeando su cadera, amenazando con seguir hacia adelante por la curva de su oblicuo…


Sorpresivamente, Ryuichi trató de levantarse, haciendo que casi metiera la mano en su entrepierna. Al darse cuenta de esto, el mayor volvió a dejarse caer, aunque parecía preparado para huir en cualquier instante.


— ¡Lo siento! Era broma, no tienes que hacer nada. De hecho, ni siquiera tienes por qué contarme. Es más, tampoco necesito saberlo, dudo mucho que me ayude a-


—Siempre he pensado que me gustaría hacerlo en el trabajo —Obstinado como era, Tatsuha se sujetó a él, mientras hacía círculos con su índice, todavía cerca de su pantalón. — Podría fingir llevar el almuerzo, y comenzar apenas estemos solos. Me gusta fantasear con la imagen de las persianas bajadas y hacerlo mientras los demás trabajan, sin que nadie se dé cuenta.


El castaño tragó, sin comprender si se refería a ellos dos específicamente o a algún amante imaginario. Esperaba que lo primero, y poder ayudarle a cumplir lo que se le antojara... —Bueno, la verdad es que siempre he fantaseado con los lugares públicos. En un baño, parar un ascensor, invitar a que entre al probador en un día de compras… Salir a  correr por el parque y encontrarme con alguien. Me encantaría que me metiera entre los arbustos y que lo hiciéramos allí.


Al oír el último ejemplo la desilusión le golpeó; era obvio que no se refería a él ahora mismo. La creciente excitación, que amenazaba con mostrarse bajo el pijama, desapareció de golpe pese al tono sensual del moreno, y de los placenteros toques de éste, que incluso acariciaba sus piernas con las propias. Había creído que todo eso bastaba para mantenerle expectante, pero la realidad era otra. No quería imaginarse esas fantasías si Tatsuha pretendía cumplirlas con cualquiera. —Y desde que me hiciste eso ayer, comencé a pensar que era todo una tontería.


La inesperada declaración hizo que su pesimismo anterior quedara en segundo plano. Volteó la cabeza, tratando de ignorar la incomodidad, mas antes de que alcanzara a interrogarlo el pelinegro continuó—: Es algo difícil de explicar —empezó, incorporándose un poco. Quedó sentado sobre sus caderas de nuevo, y con aire distraído fue imitando pinzas con sus manos por todo su costado. —No digo que ya no me gusten esas ideas, más bien… estoy algo decepcionado por no haber pensado en alguna que mostrara más dedicación conmigo. No sé si seré muy codicioso por querer juego previo, o algo más centrado en mí, pero… —Tamborileó nervioso, sin saber cómo explicarlo— Creo que quiero probar algo nuevo, aunque no se me ocurra qué quiero intentar —rio— ¿Suena tonto?


Tras haberlo dicho se había quitado un peso de encima, y volvía a pasar con confianza las manos, formando una caricia fluida, como imitando abanicos, que parecía relajar al vocalista. Sin embargo, éste le sorprendió al levantarse, haciéndole caer hacia atrás. Aturdido, ni se le ocurrió moverse, y solo se quedó ahí, viéndole pasmado y pensando que ojalá no hubiera botado el aceite.


—Creo que estás siendo muy permisivo, en realidad. Deberías de pensar en grande —Evitó deliberadamente comentar que no eran la mayoría de los alfas quienes estarían dispuestos a aquello pero ¿qué más daba? Él era uno de los que sí, y quería verse como una opción (repetirlo) y no solo como alguien de una ocasión. —Eres directo, puedes decirlo. Imagina y pide lo que quieras. No te conformes con nadie que te niegue disfrutar.


Consiguió detenerse justo antes de que su mano lo tomara por la cadera. Sabía que en condiciones normales no lo habría logrado: solo pudo porque el aroma del aceite le impedía concentrarse en el de Tatsuha. Contuvo el aliento y las ansias, incapaz de recordar qué diablos acababa de decir, para saber si debía ser más directo él también y ofrecerse de una vez por todas como voluntario.


—Bueno… entiendo que es importante lo que quiero. Es solo que antes pensaba que me sentiría satisfecho simplemente por complacer a alguien.


El cantante se preguntó si acaso esa sería una de las tantas consecuencias de la marca que cargaba. Debía serlo, porque si no, no se explicaba cómo el moreno podía tener una necesidad tan servil, sin entender qué era lo más importante de lo que decía:


—Oh, claro que es genial dedicarse a consentir a la otra persona. Te sientes responsable por ese placer y se hace tuyo —dijo, tratando de alejar de su mente la imagen del pelinegro en el suelo, sonrojado y gimiendo. —Pero eso se disfruta de verdad cuando las intenciones son mutuas, Tatsuha. Dudo mucho que vayas a sentirte satisfecho con eso si la otra persona no se esfuerza por complacerte a ti ni un poco.


Suponía que al menos una parte dentro del chico era consciente de esto. Por algo había actuado como lo hizo ayer;  se preocupó por él, trató de no ser brusco, y fue muy dulce incluso cuando se dejó llevar. Era cosa de lógica que tenía empatía, que lo había tratado como a él le hubiese gustado que le trataran, y por eso mismo se le hacía raro que no pudiera juntar ambas cosas en su cabeza y que le entrara que las buenas intenciones debían de venir de ambas partes, y no quedarse solo en intenciones sino demostrarse con actos.


—Buen punto —murmuró, abochornado por continuar en esa posición mientras hablaban. Había sido su idea, pero se había vuelto en su contra de manera espectacular. —Supongo que… no me di el tiempo de pensar en eso —Considerando las escasas (y desastrosas) experiencias que había tenido, era difícil pensar en que alguien trataría de complacerle. En todas esas ocasiones, fue como si los alfas le hubieran estado haciendo un favor acostándose con él; él, un omega marcado, que tenía el descaro de buscarse a otro. ¿Por qué tendrían que hacerle otro favor? Era Tatsuha quien debía darles lo que quisieran; sabía que era esto lo que pensaron, y se lamentaba por haberlo creído igual durante tanto.


—Lo importante es que ya lo haces, y te queda mucho por vivir y disfrutar. Oh, diablos, estoy sonando viejo —se quejó, apartándose por fin de encima suyo para abrazar a Kumagoro. Qué envidia le daba a veces ese peluche; después de un discurso como ese, le hubiera gustado quedarse acurrucado entre esos brazos.


Casi sin darse cuenta de lo que hacía, se sentó en la cama de rodillas, inclinándose ante el mayor. Posó una de sus manos sobre su mejilla, y obtuvo su atención al instante. Disfrutó al ver sus ojos oscureciéndose, desviándose hacia su cuerpo, y supo que necesitaban continuar.


— ¿Y tú cómo quieres disfrutar, Ryuichi? —preguntó, inclinándose más y acercando su rostro. — Todavía no me cuentas tu fantasía, y tampoco he recibido mi masaje. Puedes empezar cuando quieras, tenemos toda la noche. —La invitación era clara, y el castaño volvió a deleitarse por la forma en que hablaba, sugerente, sin temor aunque todavía con timidez. Dejó a un lado a su peluche, y se inclinó también, hasta que sus narices se rozaron. Al verle cerrar los ojos, acabó por decidirse y lo besó.


Se esforzó por no sonreír para no romper el beso, aunque lo cierto era que estaba demasiado feliz, con ganas de tomarle la palabra y continuar toda la noche. Le encantaba la forma en que le correspondía el pelinegro, aferrándose a él con todo lo que podía: sus brazos agarrados, uno a su cuello y el otro por la espalda, sus piernas aferradas a sus caderas, y entregado por completo a él, ahí encima suyo. Sin querer desprenderse de sus labios correspondió el abrazo, deslizando sus manos por todo el torso del otro. Le gustaba la curva de su cintura, y la forma en que destacaban los huesos de su cadera. Su mano rodó por encima de éste, y evitando su entrepierna se dedicó a acariciar sus muslos, disfrutando de la firmeza de sus músculos y lo tersa que era su piel. No se frenó allí, y giró hasta encontrar su trasero para apretarle un poco. Entonces, se separó de la boca del menor para poder hablar; acababa de recordar una idea que no había tenido la oportunidad de probar.


—De hecho, disfruto haciendo que la otra persona no pueda contenerse. Me gusta cuando piden por mí —dijo, como sugiriendo que para la próxima lo hiciera con palabras más francas— Y hay una fantasía que me gustaría cumplir de ese tipo. —Tatsuha se estremeció, preguntándose si acaso pretendía cumplirla ahora. La anticipación hizo que se paralizara, expectante y concentrado a cualquier movimiento del cantante. Pero éste también estaba quieto, atento a cualquiera de sus reacciones para cuando dijera lo que tenía en mente—: La verdad es que me gustaría ocupar jengibre.


¿Qué?


Del relajo y entrega anterior ahora quedaba solamente desconcierto. Y al parecer al vocalista le divertía la confusión en su rostro, por la mirada tan fingidamente inocente que cargaba. —Requiere algo de preparación previa, así que lamento no poder usarlo hoy —suspiró, haciendo círculos con su índice sobre sus glúteos. Le dio cosquillas, mas se esforzó por mantenerse quieto, y por no mostrar demasiada extrañeza. — Se supone que cuando lo dejas entrar… crea realmente buenas sensaciones —El moreno dio un respingo al sentirle jugar cerca de su entrada. Sin embargo, Ryuichi sencillamente lo miraba, esperando a tener su aprobación, sin hacer más que deslizar sus dedos por entremedio, y sin señal alguna de pretender entrar.


— ¿Estás hablando de jengibre de verdad? ¿No como un lubricante con efecto o algo así?


—También podría usar algo así, como reemplazo —reconoció— Pero prefiero ocuparlo directamente. —Le miró con intensidad, haciéndole entender que le estaba pidiendo permiso para continuar. Tatsuha asintió, nervioso y determinado a la vez, y cuando un dedo entró, cubierto de aceite, no percibió más que un masaje algo incómodo. El mayor suspiró contra su oído, para después empezar a besarle el cuello, como agradeciéndole su consentimiento. Los besos le daban placer y cosquillas por igual; no estaba acostumbrado a que tocaran cerca de su marca, sino a que la rehuyeran a toda costa. Tuvo que admitirse que amaba la sensación, que era una especie de placer culpable, como una travesura forzosa. —Algunos dicen que les hace cosquillas, pero otros dicen que el calor es tan intenso que llega a doler. ¿De qué crees que dependa, Tatsuha? —Sin darle tiempo a responder, siguió susurrando—: El calor va amentando. ¿Crees que eso es agradable o insoportable? Si te da curiosidad, puedes avisarme —El pelinegro tragó, demasiado excitado por los dos dedos que tenía dentro de él ahora, y por la posibilidad de volver a estar así con el otro. Además, el aceita ya se sentía bastante caliente dentro de él, le costaba imaginar cómo sería algo que ardiera. —Me encantaría verte de esa manera. Aunque no me imagino que sea posible poner un rostro más lindo que el que tienes ahora.


Al oír esto último, su primera intención fue cubrirse. Sin embargo, se detuvo al notar la ausencia de burla en la expresión del castaño. Sus ojos azules le observaban con adoración, tanta que hasta se olvidó de su vergüenza. Las caricias eran magníficas, y se daba cuenta de la excitación del vocalista por la dura presión entre sus piernas. Le atrajo hacia él en un nuevo abrazo, y apoyó la cabeza en su cuello. Apretó sus labios contra su cuerpo, conteniendo los gemidos, y rogándole a Buda que por favor nadie escuchara nada, y pudieran acabar sin ser interrumpidos. Le era imposible silenciar su respiración agitada, menos con las maravillas que hacía en su interior el mayor, y el pequeño vaivén en que movía sus caderas, presionando ambas erecciones juntas. — Luego de meter el jengibre, querría ponerte un poco aquí —Sorpresivamente, dejó libre su miembro, comenzando a masturbarlo.


Tatsuha no creía llegar muy lejos con tantas atenciones. Los besos lo aturdían, los dedos le hacían volar, y ahora la otra mano le dejó viendo estrellas con los ojos cerrados. Todo su ser palpitaba, deseoso de acabar aunque él mismo no quería que el momento terminase. Los tres dedos que se empujaban por su interior le obligaban a acompasarse también, en un vaivén exigente y lleno de agitación. Pese a cuánto lo abrumaba la magnitud de las sensaciones, se negaba a dejarse hacer y ya.


Tímidamente, bajó una de sus manos al pantalón del cantante, tironeando de forma poco elegante hasta lograr bajarlo. La erección quedó al descubierto, húmeda e impaciente, y tras un instante de vacilación se atrevió a tomarla. Comenzó a moverla, primero lento y suave, hasta que un jadeo de su parte le hizo tomar confianza y siguió haciéndolo, más rápido y fuerte que antes.


Su nueva tarea le distraía un poco de la locura que sentía por detrás, pero no funcionaba ayudándolo a contenerse, sino que todo lo contrario. Cada vez se sentía más al borde, viendo la forma en que reaccionaba el castaño ante cada toque, y cómo lo recompensaba éste por cada movimiento.


Su mente era un torbellino, que no registraba más que placer, y se limitaba a mostrarle imágenes inconexas, de lo que ocurría ahora y a la vez de lo que no; veía a Ryuichi, sonriendo por su reacción tras ponerle jengibre, en más de una parte además. Lo veía disfrutar, mientras él le suplicaba que aliviara ese calor, y por un momento realmente sintió que su interior y su miembro estaban ardiendo. Se preguntó vagamente cómo se sentiría pasar un celo a su lado. ¿Se sentiría así de satisfecho? ¿Sentiría de nuevo que era recompensado por cada gesto?


—Me encanta —declaró, atrayéndolo con su mano libre para otro beso. Cuando sus lenguas forcejeaban y cerraban los ojos, realmente sentían que sus cuerpos se confundían entre sí; los límites se desvanecían, ambos desbordantes por el éxtasis y más anhelo. —Sigue, Ryuichi —suplicó, para después sofocar su voz, mordiéndole cerca del hombro. No podía durar más, aunque eso poco le importaba ahora. Viendo la forma en que el mayor se apretaba contra él, y en el esfuerzo que parecía estar haciendo por no morderle de vuelta, creía poder relajarse y confiar en que esto no sería el fin de lo poco que tenían, y que ninguno de los dos evitaría al otro mañana.


Inconscientemente apretó más el miembro de Ryuichi cuando se vino, salpicándole la mano y parte del vientre. Dejó caer su mano, extenuado, y entonces los dedos que tenía dentro se retiraron para rodear la erección del cantante, que siguió masturbándose hasta acabar sobre él,  para después dejarse caer su cabeza, tal y como él hacía, apoyándose en su hombro.


Luego de unos segundos para recuperar el aliento, ambos se giraron a la vez para mirarse a los ojos. Sus mejillas tiraron en una sonrisa, y justo cuando abrían la boca para hablar se escuchó un golpe vacilante en la puerta.


— ¿Tatsuha? ¿Puedo pasar? ¿O puedes salir un momento? —La voz de Shuichi sonaba nerviosa, y su tono subía y bajaba en medio de los susurros. El pelinegro se compadeció por él, suponiendo (con razón) que si estaba frente a su cuarto era a causa de algún mandado de su hermano, y en definitiva no por voluntad propia. Sin embargo, pese a su compasión, su propio pudor hacía que le reprochara para sus adentros el no haberse resistido más a las demandas de Eiri, para haber tenido aunque sea un momento más a solas y en paz con el otro.


—Enseguida salgo —murmuró, apenas lo suficientemente alto para que le escuchara.


Resignado, se levantó lo más rápido que pudo y comenzó a limpiarse. El castaño le entregó su pijama luego de hacer lo propio, y se dispuso a hacerse el dormido a su señal.


Exhaló un último suspiro rendido antes de abrir la puerta, lo justo para asomar su cabeza.


— ¿Qué sucede? —preguntó, esperando no lucir demasiado decepcionado por la interrupción. O peor, demostrando que de hecho hubo una interrupción.


—Oh, ehm… Yuki quiere verte —El pobre pelirosa se veía incluso más desdichado que él por estar ahí y tener que pronunciar esas palabras. Tatsuha ya estaba comenzando a sentir verdadera lástima por él, y que tuviera que aguantar idioteces por parte del rubio faltando tan poco para su boda; era como si el desconsiderado de su hermano le estuviera avisando que era mala idea casarse con él. Qué actitud más horrible; realmente odiaba cuando Eiri auto-saboteaba su relación. — Bueno, en realidad me dijo que fueras a verle si te negabas a dormir en el sillón, o si Sakuma-san se negaba. Dijo que no permitiría que durmieran juntos bajo su techo, y que no le importaba cuál de los dos acababa con dolor de espalda, siempre y cuando estuvieran separados.


Por la forma en que lo decía, dedujo que no estaba de acuerdo, o que al menos no lo apoyaba por completo. Le daba gusto saberlo, aunque en realidad no fuera de ayuda.


—Iré a hablar con él entonces. Me da pena despertar a Ryuichi, y no quiero despertar adolorido. Lo siento, Shu —se disculpó— Sabes que mi aniki es algo histérico, pero tranquilo, creo que podemos hablar sin llegar a los gritos. Tú intenta descansar ¿sí? Mañana tienes que levantarte temprano por lo que recuerdo.


Se sentía de muy buen humor por lo de recién, aunque no hubiera tenido un final perfecto. Las endorfinas ahogaban el disgusto que le causaba Eiri, y hacían que se alegrara por conseguir animar un poco a Shuichi. Tenía ganas de compartir su alegría con todo el mundo, incluso con el gruñón escritor que le esperaba. Lamentablemente, éste pareció enfadarse aún más al verle de buen humor, frunciendo el ceño en un gesto terrible.


—Tenemos que hablar —Por la seriedad de su tono (y que cerrara la laptop para concentrarse en mirarlo feo) el pelinegro dedujo que no habría ni sonrisas ni entendimiento mutuo en esa charla; Eiri parecía decidido a regañarle y a no admitir réplicas, así que se limitó a asentir, fingiendo una calma que no sentía, para después sentarse despacio a su lado. El solo hecho de que ahora hubiera otra silla junto al escritorio de su hermano hizo que llegara verdadera tranquilidad: significaba que Shuichi realmente se había ganado su corazón, y que le permitía estar junto a él cuando quisiera. Jamás imaginó verle tan convencido de estar con alguien; le complacía a su parte racional, y le dolía el pecho al mismo tiempo. Esperaba que pudiera utilizar los sentimientos del otro para defender los propios, sin embargo. Odiaría que tratase de prohibirle ver a Ryuichi.


—Hablemos entonces. Comienzo yo: no te había contado de esto hasta ahora, porque comenzó hace muy poco en realidad, pero estoy viéndome con-


—Ya lo sabía.


La interrupción lo tomó desprevenido, y quedó peor al digerir sus palabras. El estómago se le revolvió cuando Yuki sonrió, no sin un dejo de burla. Parecía disfrutar haberle dejado sin palabras, y se dedicó a disfrutar otro rato del silencio, quitándose los lentes con parsimonia y limpiándolos con cuidado, tratando de encubrir su diversión. — Y aunque no me hubiese enterado por bocas ajenas, ayer el olor era bastante evidente.


El menor sintió que la sangre se le subía a la cabeza, aunque no tenía claro si era por la vergüenza o la molestia de notar que Yuki se divertía a costa suya. Intentando serenarse, tomó aire y preguntó:


— ¿A qué te refieres con que enteraste por bocas ajenas? —Atrás había quedado el buen humor; la ansiedad llegaba en oleadas, haciéndole repasar todos sus movimientos de los últimos días. Se preguntó en qué momento (y quiénes) tuvieron ocasión de verle con el cantante, y si acaso había demostrado algo más de lo que debía en público. Creyó haber sido discreto, mas ahora empezaba a cuestionarse. Además, el hecho de que fueran a contarle a su hermano… Diablos, habían llegado demasiado lejos. ¡Él les había permitido llegar tan lejos! Por descuidado, quizás ahora no era solo su aniki quien supiera de esto. Tal vez ya había metido a Ryuichi en algún lío, y él ni enterado. Lo que menos quería era perjudicarlo… A él, que lo trató con una dulzura desconocida. A él, que lo miraba más allá de lo que su cuerpo gritaba, y que parecía escuchar su corazón. Si debía dejar de verlo para mantenerlo a salvo de rumores y escándalos malintencionados, estaba dispuesto a ello.


Eiri se dio cuenta de la intensidad de sus emociones, aunque disimuló su sorpresa. Sentía que su hermano había crecido de forma inexplicable las últimas semanas. Dudaba que el amor hubiera hecho que madurase así, pero si Tatsuha no le decía todo él no insistiría; tenía derecho a su privacidad, y él ya le había quitado bastante de ella con el tormentoso accidente de hace un par de años. La culpabilidad todavía lo acechaba por eso, y se negaba a agregar más errores a su lista.


—Para ser específicos, los compañeros de banda de tu… amigo —musitó, esperando que el moreno corrigiera su clasificación. Pero éste se limitaba a mirarlo sin comprender, probablemente sin digerir que su relación con el castaño estaba a salvo, pues solo eran sus inofensivos compañeros quienes se habían dado cuenta. Ok, Seguchi no era para nada inofensivo (y no conocía lo suficiente a Noriko para afirmarlo con seguridad), pero jamás dirían nada que pudiera perjudicar al vocalista de su banda, menos aun considerando la larga amistad que llevaban. Si conocían al loco del conejo desde que solo era famoso por ser loco, dudaba que fueran a fastidiar su relación ahora.


— ¿Mi cuñado malvado sabe de esto? —Mierda, eso significaba que no tardaría en enterarse su hermana. ¿Debería de huir a Kioto y obtener su sermón el día de la boda? La idea era tentadora. Pero luego de recordar tan solo un instante de lo que había sucedido en la pieza, sintió que ninguna reprimenda podría superar las experiencias que estaba teniendo con Ryuichi, menos aún si podían llegar a tener más. Esperaba que también en el ámbito sentimental.


—Me dijo que Sakuma desaparecía de repente, y que siempre coincidía con tus visitas. Eso no prueba nada, pero sí las cámaras de seguridad que los muestran encerrándose por bastante tiempo en distintas salas, incluyendo su oficina —El rubor volvió a hacerse presente, y quiso que se lo tragara la tierra. Realmente esperaba que (con lo desinteresado que solía ser Eiri) esta situación no fuera parte de su vida, y ahora el destino le daba una bofetada mostrándole que se equivocó. —Escucha, creo que tienes un mínimo de inteligencia para que yo no necesite decirte cómo hacer las cosas, pero me has demostrado lo contrario. Has tenido suerte en no ser descubierto por alguien más. La gente puede hacerse muchas ideas sobre esto, y es irrelevante si son o no correctas. A mí tampoco me interesa saber qué es lo que sucede —dijo, y Tatsuha se encogió ante él. Agachó la cabeza, sintiendo que había hecho algo muy malo, y que no tenía derecho de mirar a los ojos a su alfa…


¿Mi qué?


La angustia volvió a crecer. ¿Qué demonios estaba pensando? ¿Por qué ahora?


Voy a enloquecer si sigo con esto.


Su marca ardía desde algún momento de la conversación. Y también dolió antes, cuando estuvo con Ryuichi, aunque entonces el placer y las ganas pudieron más que el malestar y la sensación de culpa. En cambio, ahora que se había desvanecido todo el goce que le causaron antes las caricias, quedaba solamente el desliz y su acusadora consciencia. ¿Era su consciencia en realidad? ¿O era su casta, clamando que merecía un castigo por fallarle a su promesa carnal? Era difícil confiar en sí mismo con dudas como esa.


—Aniki, yo-


—No me interesa saber lo que sucede —repitió— Pero eso no quita que esté preocupado. Por ti —añadió, como si fuera una confesión vergonzosa, que llevaba evitando desde hace tiempo. Supuso que así era, a juzgar por la forma en que se relajaron sus hombros una vez fue capaz de decirlo. — No quiero detalles, ni saber hasta dónde han llegado, a menos que creas que necesites contármelo. En ese caso voy a escucharte, aunque mi intención es que no nos incomodemos el uno al otro con todo esto —El moreno asintió frenéticamente ante esto último. Aunque agradecía las buenas intenciones de su hermano (y su instinto también, al percibir que el alfa no estaba enojado), en definitiva no quería hablar de su vida sexual con él. Nunca lo había hecho, y ahora tampoco sería el caso; si bien estaba experimentando grandes cosas con Ryuichi, eso no significaba que los malestares por estar traicionando su lazo no existieran; no quería que se sintiera responsable por ello. — Si esto va en serio, deberías ir al doctor para evitar consecuencias fuertes.


Dio un respingo al oír esto último. Levantó la mirada, solo para encontrar asentimiento y comprensión en sus ojos ámbar. Así que lo sabía… ya sabía lo que le pasaba. Era incómodo pensarlo, especialmente considerando la larga lista de malestares que llegaban cada vez que él renegaba de su unión por engañarlo. Eran tantos, y variaban tanto en dolor, que sería complicado explicárselo hasta a un médico. Tampoco eran los mismos en cada ocasión. Al menos tendría bastante que mencionar, gracias a su terquedad e insistencia por entablar relaciones sexuales por su gran preocupación adolescente de “no estar listo” para cuando llegase la “persona indicada”.


Hay que verle el lado positivo, se dijo suspirando.


—No negaré que pretendía evitarlo —Algunos recuerdos llegaron, inundándole de tristeza. Se vio a sí mismo hace un tiempo, en una cama de hospital, rodeado por las miradas llenas de reproche y preocupación de su familia. Eiri no había estado allí la primera vez que intentó romper su marca, pero sí las siguientes. Fue en la última ocasión cuando prometió no volver a hacerlo, cuando lo primero que vio al despertar fueron las lágrimas secas de su hermano, dormido junto a su cama. —Y si vamos, quisiera que fuera un secreto. Que no se enterase nuestro padre al menos, Mika debe suponerlo si Tohma lo sabe.


El rubio le observó con gravedad, mas acabó por asentir con expresión resignada. Prefería conservar la salud de su hermano menor que mantener una relación emocional estable y benigna con su padre, aunque la hubiera recuperado a duras penas y no hace mucho. El pelinegro le sonrió, agradecido, y se despidió para irse a dormir.


Apenas salió al pasillo vio la puerta abierta de la habitación de la pareja. Shuichi dormía a pierna suelta y roncando, incluso con algo de baba escurriendo por su mejilla. La escena casi le sacó una risita, hasta que una repentina punzada en el pecho hizo que olvidara la gracia. Y que recordara en su lugar la escena de hace poco más de una semana, cuando Ryuichi se hizo pasar por su hermano y casi perdió el control en esa misma cama. Le dieron ganas de vomitar al acordarse, unas náuseas tremendas al pensar que simplemente se había quedado allí, paralizado y dejándose hacer, volviéndose loco por dentro pero apenas capaz de pronunciar un par de palabras vacilantes para hacer que se detuviese.


¿Por qué su lado racional era tan débil? ¿Por qué no podía batallar contra sí mismo?


Estuvo tentado a regresar con su hermano, a preguntarle si esto que empezaba a sentir podía considerarse una emergencia o no, pero no se atrevió a hacerlo. Implicaría hablar de sus problemas de omega, que no eran pocos, y cuando los síntomas no eran solo físicos. Emocionalmente hablando, no tenía ganas de explicar su situación (por qué estaba marcado por su hermano), ni de escuchar que alguien más lo explicara, ni de expresar cómo se sentía.


Caminó despacio, y al abrir la puerta de su cuarto vio que Ryuichi dormía, tiernamente abrazado a su peluche. La imagen le hizo esbozar una sonrisa, pero su instinto pudo más; aunque Eiri no había vuelto a mencionar que no durmiera junto al cantante, se sentía incapaz de desobedecerlo. Aunque lo más probable era que lo hubiera dicho en un arranque de mal humor, o para puro fastidiarle, aunque ya habían hablado y prácticamente aprobó y se ofreció a ayudar en su relación con el vocalista, no podía.


Cerró la puerta con cuidado, y caminó en silencio hasta el sillón. La noche era cálida, y no quería arriesgarse a que lo descubrieran sacando mantas, así que se limitó a acurrucarse. Era cierto que estaba evitando dormir con Ryuichi para no contradecir la orden inicial de su hermano, pero había un motivo más fuerte que la obediencia en él: simplemente, no quería lidiar más con el remordimiento.

Notas finales:

¡Hola! Me ausenté mucho tiempo sin querer, este tiempo ha sido terrible. El futuro tampoco promete ser mejor, pero al menos tengo parte del siguiente capítulo preparado. De hecho, por como voy escribiendo, creo que la historia tendrá más de diez capítulos, aunque no estoy 100% segura de cuántos, depende de cuántas palabras salgan en cada uno (que, como habrán visto, son cantidades irregulares).

En fin, ¿qué les parece la idea del jengibre? A mi parecer es extraña, y suena dolorosa, pero me pareció acorde a lo excéntrico que puede ser Ryuichi. Espero que no haya sido muy raro...

¡Hasta la próxima!


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).