Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Fake Out por mary chan21

[Reviews - 2]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

— ¡Buenos días, Izumi-chan! ¡Buenos días, Kiyoko-chan! ¡Buenos días a todos! —gritaba Sakuma Ryuichi, dando brincos mientras corría, sin detenerse para escuchar los saludos pero sí lo suficiente para alcanzar a ver las sonrisas. Amaba las sonrisas. Amaba la sonrisa de Tatsuha, que no se le iba de la cabeza luego de haber pasado un día tan lindo con el chico, y estaba más que preparado para los regaños de sus compañeros de banda, como si hubiese sido recargado con endorfinas. Quería acostumbrarse a esto… no a faltar al trabajo, claro, pero sí al moreno volviéndose parte su vida. Y esperaba causarle lo mismo al chico, hacerle feliz.


—Veo que andas de muy buen humor —El comentario de Tohma lo tomó desprevenido por su tono. Es decir, su amigo podía ser realmente escalofriante cuando se lo proponía, pero aquí la pregunta era ¿qué había hecho él para que se lo propusiera? Tragó, deteniendo su maratón para mirarlo con preocupación. Se veía muy molesto, casi tanto como cuando vio a través de su mente lo que le había hecho a Tatsuha.


—S-Sí —no pudo evitar tartamudear— Buenos días nanoda —añadió, ocultándose tras Kumagoro y agitándole la mano. Supo que no fue buena idea por la mirada sombría del rubio.


—Buenos días. Tenemos que hablar, acompáñame a la oficina —Sin darle tiempo para contestar, se giró y comenzó a caminar, así que no le quedó más opción que seguirlo, con la pesada sensación de estarse encaminando a una cámara de torturas. Por un instante acarició la idea de escapar y fingir demencia (como siempre) mas acabó por acobardarse al imaginar consecuencias peores por su atrevimiento.


Él mismo cerró la puerta pero juraba que algo en la expresión de Tohma lo había obligado a hacerlo. En serio, Kumagoro también percibía su aura siniestra, no eran solo exageraciones suyas.


— ¿Y de qué quieres hablar? Kuma-chan y yo trajimos dulces para pedir perdón por faltar ayer —comentó, a sabiendas que los pockys que extendía su peluche (abiertos y con varios faltantes) no lograrían contener las ansias asesinas que irradiaba el tecladista.


—Ryuichi, cuando una persona pide perdón lo hace prometiendo no volverlo a hacer, ¿entiendes? —El castaño asintió intimidado, sin saber si debía jurarle jamás volver a ausentarse o no. Por suerte Seguchi continuó para aclarar su duda sobre por qué lo quería muerto—: Y tú hace apenas un par de días me pediste perdón por ser un idiota con Tatsuha. A mí y a él. Sé que se han estado viendo, pero apenas ayer confirmé el sentido de su relación. ¿No te parece injusto aprovecharte así?


El vocalista parpadeó, confundido por la acusación. Lo intimidaba ver los puños apretados de su amigo (sobre todo recordando su mano lastimada un tiempo atrás), pero no era suficiente para sentir verdadero temor. Para empezar, porque era imposible que lo sintiera siendo injustificadas sus palabras, ¿verdad?


— ¿Aprovecharme? —repitió, un poco trabado para exteriorizar su extrañeza. —Yo no he-


— ¿Te parece saludable hacerle ilusiones de esta manera? ¿Crees que es justo para él que lo trates como a cualquier otro? Es diferente, Ryuichi. No deberías acercarte tanto si no va a acabar como quiere. Es un niño todavía, y te aseguro que solo piensa en ser tomado en cuenta por su ídolo. No te está viendo a ti realmente, ni tus intenciones, ni-


—Eres tú el que no las está viendo, Tohma —lo interrumpió, de repente armado de coraje. Y ¿cómo no? La indignación superaba cualquier otro sentimiento previo, cegándole y haciéndola hablar sin alcanzar a pensar en sus palabras siquiera. — ¿Por qué lo sobreprotegen tanto?


— ¿Por qué? Te expliqué por qué y tú-


—Me explicaste por qué está marcado —corrigió— Y el mismo Tatsuha me dijo que su marca no lo define. Ojalá ustedes pudieran entender eso… Si incluso su familia lo trata diferente, ¿cómo quieres que viva una vida normal? Deberías de apoyarlo, me conoces desde hace años y sabes que jamás lastimaría a nadie.


—Tal vez tú no quieras lastimarlo, pero esto no tiene forma de terminar bien —El rubio decidió ignorar la acusación para centrarse en el problema principal. Odiaba que le dieran sermones, y más aún que estos tuvieran razón. Odiaba no darse cuenta de las cosas por sí mismo. — Si esto acaba en nada, va a creer que fue por la marca, sin importar que le des razones válidas o no. Si llegan a tener algo, va a sentirse presionado a borrarla por ti, para complacerte… si es que no intenta eso antes, como ya ha ocurrido un par de veces. ¿Entiendes ahora lo que es salir con un chico menor que tú, Ryuichi? En eso piensan, aunque no lo quieran, aunque les expliques los riesgos y quieras protegerlos. Acaban haciendo lo que quieren y tú solo los puedes ver destruirse…


El otro no podía preocuparse menos por su problema de culpabilidad ahora. Estaba helado, incapaz de creer lo que había oído. ¿Realmente Tatsuha fue capaz de tratar de borrarse la marca? ¿Y más de una vez, para colmo? El miedo se instaló en su pecho, y comenzó a rememorar las actitudes del pelinegro. ¿Detectó él algún indicio? No, y por lo visto confió demasiado en sus intuiciones. Era evidente que no le estaban mintiendo, así que ¿qué debía hacer? Si las suposiciones del rubio resultaban ser ciertas, aunque actuara con delicadeza todo terminaría arruinado. Podía arruinar una vida. Si se equivocaba, iba a arruinarle de nuevo la vida a Tatsuha.


La ansiedad empezaba a ganarle. Sus dedos dolían por lo fuerte que apretaba a su peluche, y trató de irlos soltando de a poco, de acompasar su respiración, sus latidos y sus horribles ideas de bad endings. El pesimismo no era lo suyo, o eso se decía para evitarse crisis. Intentó recordar (de nuevo, esta vez cediendo a sus instintos) si el menor actuó, le dijo o hizo algo que le hiciera concordar con el tecladista. Aparte de la inseguridad latente del pelinegro y su interés por satisfacerlo -que no eran buenos puntos, ok, pero tampoco parecían ser catastróficos- no encontró señales autodestructivas, ni mucho menos. Incluso podía afirmar que el chico se preocupaba por hacer sentir seguro a su hermano (a su familia), que quería ahorrarles preocupaciones en lugar de causarlas, y eso ya decía bastantes cosas buenas de él para ser un adolescente.


Pensó en su sonrisa, y algo de su ansiedad se fue. Pensó en lo confiado que se veía ayer, por la tarde, estando ambos en el sillón viendo una película, cuando se le lanzó a susurrarle otro reto en el oído, diciendo que podía darle un beso de un minuto en la parte que quisiera. Él se había apartado (en su interior librándose una batalla sobre si debía ceder o no ante el chico y dejarse llevar, o ignorarlo y recordar que no era correcto, menos con Shuichi dormido en el piso junto a ellos) y había acabado por murmurar una tontería cursi (“si me pides algo así, solo puedo escoger tus labios”) para evitar pasar a mayores y devorarlo entero. El destino le demostró que había tomado una buena decisión cuando poco después Yuki Eiri los interrumpió diciendo que ya había pasado más de un minuto. Y aunque él se avergonzó y se separó de inmediato, Tatsuha se mantuvo impasible, con apenas un pucherito disconforme. No se veía en absoluto frágil. Pero ¿no lo era en realidad o solo él quería creerlo?


—Tal vez tengas razón —murmuró. Notó que su amigo parecía más tranquilo, así que decidió decir pronto lo que pensaba, antes de que se hiciera ilusiones—: Pero no es justo que sean otros los que hablen por Tatsuha. Debería decidirlo él mismo, y ustedes deberían de dejar de tratarlo como un niño —Quizás él no lo hubiese visto más que de lejos antes del anuncio de boda de Shuichi, pero de lo poco que había visto tenía material suficiente para  escribir un libro de sobreprotección familiar, aunque había tantos ejemplos que era difícil elegir con cuál empezar. Pero, por comenzar por un punto al azar, aquella agobiante actitud sobreprotectora surgía intercalándose entre los dos hermanos mayores del pobre moreno, que en vano intentaba sobresalir por sí mismo, evitarlos o directamente huir de ellos durante los eventos. La expresión del pelinegro variaba entre la vergüenza (por ser interrumpido y desacreditado frente a cualquiera que fuera su acompañante momentáneo), el enfado y la resignación; esta última indicaba que la actitud no era nada reciente, y, aunque a Ryuichi le habían causado gracia algunas intervenciones, ahora que estaba en un lugar más cercano al menor de los Uesugi no le gustaba la idea de que entorpecieran de esa manera sus relaciones. Debía de admitir sin embargo que le sorprendía que hicieran de él un problema también, aun cuando lo conocían y sabían que era inofensivo (incluso sus raras manías lo eran). Primero Yuki lo miraba feo y ahora Tohma. Al primero no lo culpaba porque jamás le vio con buenos ojos, pero el segundo era su compañero de banda desde hacía años, y ni aunque Mika le dijera que lo apartara de su hermanito tendría que ponerse así.


—Es un niño, Ryuichi. Y si se comporta como uno, no tenemos por qué tratarlo como adulto.


— ¿Él sabe acaso que tratan de alejar a sus pretendientes? —preguntó, consciente de la verdad pero con ganas de escucharlo de frente. — ¿Sabe que ha perdido posibilidades de conocer a alguien, o solo de hacer amigos, por el afán que tienen de querer tenerlo bajo control? Ya sería un adulto si lo dejaran crecer como alguien normal. Él es normal, Tohma. No tienen por qué arrastrarlo a la vida que llevan ustedes, deberían dejarlo disfrutar su juventud. Y los errores son parte de ella, lo mismo los corazones rotos y alejarse de la familia. Es mejor que lo experimente ahora, y que no sea un golpe para cuando crezca y no puedan protegerlo.


— ¿Y él sabe acaso que conoces su pasado? —devolvió, haciéndolo tensarse. El rubio sonrió por su reacción, aliviado por sentir que el control fluía a él de nuevo. — Sabemos lo que es mejor para Tatsuha. Ha pasado por mucho, y no tiene nada de malo ahorrarle sufrimientos mientras podamos. Además, ¿qué se supone que va a hacer contigo, Ryuichi? Mentirías si dijeras que llevas una vida normal y que puedes ofrecerle una.


El cantante apretó los puños, asintiendo en su interior. Tenía razón a fin de cuentas: él vivía como podía, disfrutaba de las cosas como fuera que llegaban, sufría por las mismas molestias de siempre y todo el tiempo estaba al límite; con todo era igual. Con su carrera o con su vida privada, con ninguna podía pedir paz. Estaba claro que no era el mejor ambiente para alguien que necesitaba normalidad y estabilidad, y era lo único que él podía darle.


—Yo…


—Por suerte puedo decidir por mí mismo, así que pueden despreocuparse. Buenos días, cuñado —Al oír esa voz su corazón dio un brinco, y el resto de su cuerpo le siguió, para la divertida mirada del recién llegado. —Buenos días también a ti, Ryuichi. No he tenido tiempo para extrañarte, pero siempre es un gusto verte.


Ahí, de nuevo, estaba Tatsuha sonriéndole. Su corazón latió más fuerte, y se sintió como un adolescente de nuevo, antes de que la preocupación lo asaltara. ¿Exactamente cuánto había escuchado? —Vine porque mi hermana me lo pidió, pero creo que ya oí lo suficiente para saber de qué se trata, y no me interesa. ¿Necesitan algo más o les basta con que Eiri les vaya con el chisme?


Tohma suspiró, al parecer acostumbrado al carácter del pelinegro, pero el vocalista no lo estaba para nada, y ni siquiera podía ocultar su admiración por que le contestara de esa forma. En serio, sí que tenía agallas.


—Nada más por ahora. Seguro Mika apreciaría que conversáramos con otra actitud de tu parte, así que pueden retirarse.


Al castaño le recorrió un escalofrío por el tono, pero asintió rápidamente e hizo un gesto de despedida imitando al menor, para después salir de allí. Y vaya que estaba agradecido por irse. Observó al chico, aparentemente imperturbable pese a la voz de Seguchi, y otra vez sintió la fascinación creciendo dentro de él. Lo siguió por los pasillos, distraído, hasta que cayó en cuenta que no tenía idea de dónde se dirigían. Carraspeó para hacerse notar, pues el moreno ni se había dignado a mirarle desde que salieron de la oficina, y preguntó:


— ¿A dónde vamos, Tatsuha? —haciendo que el nombrado se detuviese al instante. La frialdad en sus ojos lo paralizó también, aturdiéndole y consiguiendo que empezara a temer por que lo poco que llevaban de relación se fuera a esfumar ahora. Y la verdad es que no sabía qué pensar de lo que tenían, si era capaz de mirarlo de una forma tan aterradora.


—Yo voy a ver a Shuichi. No tengo idea de dónde vas tú —La mordaz respuesta volvió a tomarlo desprevenido. Escuchó un par de susurros alrededor, y supo que quienes fueran los que estuviesen a su espalda se encargarían de que la escenita fuera el chisme de la semana. Se sintió tonto por haber ido detrás del Uesugi. Esperaba que los empleados no malpensaran la situación, por haber estado siguiendo a un omega. La idea de ver un titular con la palabra “acoso” le daba escalofríos.


Sin embargo, el otro también notó los murmullos, y terminó por fingir una expresión más agradable y desentendida. — ¿O también va a encontrarse con Shuichi? Si quiere saber dónde está puede venir conmigo, Sakuma-san.


El mayor asintió cabizbajo, incapaz de seguirle el juego y desilusionado por entender que la única razón por la que Tatsuha se comportaba con él era para no perjudicar su reputación, porque a fin de cuentas lo admiraba como su ídolo. Por nada más, quizás, y pese a eso contenía su enojo.


Volvió a seguirlo, decidiendo que apenas dieran la vuelta por el pasillo huiría lejos, porque simplemente no podía soportar verlo, que lo tratara de usted y que prefiriera ignorarlo antes que hablar con él. Se le hacía terrible luego de haber visto tantas facetas tiernas suyas, tantas otras atrevidas además, y quedando tantas por descubrir para colmo.


Al doblar por el pasillo, sorpresivamente su mano fue jalada y fue arrastrado a una sala vacía.


— ¿Q-Qué…? —Un dedo se detuvo sobre sus labios, y por un momento estuvo a punto de besarlo, seguir con la mano y con el resto del cuerpo. Logró frenar el impulso, pero la sensación inquieta persistió, especialmente por estar encerrado a solas con Tatsuha. Éste no parecía excitado en lo más mínimo sin embargo, por lo que sus ánimos bajaron enseguida.


—Vamos a hablar. Yo haré las preguntas, y vas a contestar solo lo que yo diga, sin agregarle excusas y sin verte como víctima —puntualizó, el dedo ahora pinchándole el pecho, acusador. Ryuichi comprendió de inmediato de qué hablarían, y maldijo a Tohma por su gran boca y su estúpido afán de querer ganar cualquier discusión.


—Iba a decírtelo más adelante —comenzó azorado—Quería encontrar una buena ocasión, o esperar hasta que estuvieses listo para contarme, para decirte que no era necesario. Te juro que-


—Todavía no he hecho preguntas —lo cortó. El vocalista se mordió la lengua, preguntándose por qué diablos hasta sus instintos le gritaban que obedeciera a un omega. O tal vez no se trataban de su casta, sino solo sus instintos de sobrevivencia rogándole que no provocara a alguien con una mirada asesina. — ¿Cuánto sabes?


La pregunta le hizo tragar. Por un instante consideró mentir, para no hacerle difícil la situación, para que no se sintiera tan expuesto en su presencia… para que no fuera a evitarlo. Su mirada paseó por la habitación, que era apenas más grande que una bodega y que no parecía contener nada importante. Pensó en qué tan seguido alguien entraría allí, y por qué rayos Tatsuha no escogía un lugar más frecuentado, o al menos contiguo a uno que lo fuera. Él había demostrado ser peligroso estando a solas con el chico así que ¿por qué estaban aquí? A veces no podía decidir si era muy tonto o muy valiente. Pero comprendía que, aunque no lo demostrara, debía estar nervioso, asustado por su pasado y por si alguien más lo conocía. En parte era normal usar un sitio como este, aunque no fuese la mejor opción en otros aspectos. De seguro él era consciente de todo esto… No podía premiar su valor con mentiras.


—Tohma me contó todo lo que ocurrió. Parte de lo que le ocurrió a Yuki-san y tu accidente. Me lo dijo luego de que leyera mi mente, al día siguiente de que traté de atacarte —Era mejor ser directo. Quizás entonces podría obtener perdón, al menos de sí mismo. — Además… hoy dijo que trataste de borrar tu marca antes. También que me alejara de ti, para que no tengas motivos para lastimarte de nuevo.


El pelinegro no pareció afectado por sus palabras. Con aire descuidado, apartó unas cajas para poder sentarse en una silla, y empezó a columpiarse en ella. El mayor no sabía si estaba meditando o tratando de distraerse. Esperaba que lo segundo, pues suponía que para nadie era sencillo escuchar que algo tan personal le fue revelado a él, prácticamente un desconocido en ese momento, menos aun siendo un tema delicado y que tantos problemas había traído.


—Habló de más. ¿Qué motivo podría tener para…? —Se detuvo de repente, la idea llegándole como un golpe cortando sus palabras. Claro, era lógico que lo hubiera olvidado con la devoción que lo trataba Ryuichi, el deseo apenas frenado en sus ojos azules, y la dulce forma en que lo apartaba aunque sus manos lucieran impacientes (como ayer, cuando él todavía no se rendía, y le había pedido que eligiera cualquier zona de su cuerpo donde quisiera que pasara su lengua, para ver si resistía o no), pero la verdad era una sola: a ningún alfa le gustaría que tuviera la marca de otro. Tal vez ahora mismo no fuera un inconveniente, porque el cantante lo encontraba atrayente precisamente por no conocer su aroma pero ¿la curiosidad sería suficiente para mantenerlo suspirando por él? No por mucho tiempo. O al menos no el tiempo suficiente antes de que su instinto reclamara por el hecho de que esa marca no era suya. Tarde o temprano tendría que tener la de Ryuichi si quería estar con él. Ni siquiera alcanzaría a conocer lo que era estar sin una marca si de verdad pretendía que estuviesen juntos.


—No lo sé. Dice que puedes intentarlo de nuevo, pero lo dudo. Al menos a mí me pareces alguien maduro, Tatsuha, y se ve que no quieres preocupar a tu familia. Confío en que no harías eso.


Las suaves palabras del castaño lograron tranquilizarlo un poco. Tenía ganas de enfadarse con él (de seguir enfadado, en realidad), pero era complicado permanecer así cuando la otra persona parecía tener solo ganas de consolarte y hacerte sentir mejor. Aunque eso no quitara que fuera un imbécil por ocultarle cosas.


—Yo no haría eso. Mi cuñado no confía en nadie, ese es el problema —dijo, usando su tono más infantil y cruzándose de brazos. ¿Maduro, él? Pues no tenía ánimos para serlo ahora. Nunca quiso madurar en realidad, aunque la vida lo obligó a hacerlo rápido. Pero no estaba dispuesto a soportar que otros esperasen que fuera maduro, no si era injusto que lo fuera. Quería volver a Kioto, olvidarse de Sakuma Ryuichi aunque fuera hasta la boda de su hermano, y fingir que sus asuntos personales seguían siendo personales. Era una lástima que en su cuarto había a lo menos veinte ojos de Sakuma Ryuichi para recordarle la penosa verdad.


 —Tal vez no confía en mí —El triste murmullo del vocalista lo trajo de vuelta a la realidad. Y algo de pena se le contagió viéndolo tan abatido y cabizbajo, aunque no estuviera dispuesto a reconocerlo. — Debe pensar que voy a presionarte. Como es un alfa, igual que yo, todavía no entiende por qué no quiero marcar a nadie. Supongo que simplemente no me cree. Aunque luego de lo que estuve a punto de hacerte yo también desconfiaría un poco de mí… y transformado, para colmo. Debes sentir que siempre te acabo engañando, Tatsuha. Estarías equivocado, pero entiendo que eso es lo que parece.


El menos dejó de columpiarse para verlo a los ojos. No quiso contestar de inmediato, pues estaba tan lleno de dudas que podría soltar alguna que lo lastimara más, y prefería evitar que sufriera si tal vez ni siquiera sería parte de su vida para la próxima semana.


Ciertamente, debía de admitir que (sin importar que no fuera un alfa) él también dudaba que Ryuichi no deseara marcar a nadie. Debía haber algo grande reprimido en él, porque sino ¿cómo se explicaba el ansia que mostraba con él, esa que apenas lograba frenar? Quizá no fuera su intención marcarle, o marcar a nadie, pero era un hecho que no todo en él estaba de acuerdo. Y además, ¿por cuánto durarían sus buenas intenciones? ¿Cuánto faltaba para que quisiera una pareja estable, con su marca y a quien anudar? Odiaba pensar en ello, pero mientras más años pasaran la necesidad sería más fuerte. A lo mejor sería otra persona quien viviría eso con el castaño… Mejor dicho, lo más probable era que no fuese él.


—Yo no desconfío de ti —musitó, preguntándose vagamente si, de mantenerse con él ahora, si permitía que se reconciliaran, podría ser él su omega, y quien llevase a sus cachorros. Esperaba olvidar, que ambos olvidaran su accidente, y así poder esperar estar a su lado en su futuro… ¿Sonaba muy enfermizo, querer hacer las paces por un motivo como ese? Dejando de lado lo poco sólido que era, le sentaba mal a su consciencia. — Es comprensible que la gente evite hablar de esto. Ni siquiera a mí me gusta, me tiene harto el tema. En parte me alegra no tener que contártelo… iba a hacerlo, dependiendo de cómo resultara todo esto —comentó con una sonrisa nerviosa— Y es un alivio no hacerlo, y que me trates como siempre.


En contraste, Ryuichi se sintió menos aliviado de lo que esperaba con esas palabras. Era poco tranquilizadora la reticencia del moreno a hablar al respecto, aunque suponía que era normal, que aún no superaba el trauma y que ya lo haría cuando pudiera deshacerse de su marca.


— ¿Cómo más podría tratarte? —Frunció su nariz y se escondió tras Kumagoro, algo desilusionado por las malas expectativas del otro. ¿Acaso había pensado que renunciaría a sí mismo, a sus ideales, por algo que estaba más allá de su alcance? ¿Que intentaría culparlo, responsabilizarlo por un accidente? — Supongo que para quien te haya conocido antes de eso es más difícil, pero yo solo te he conocido con marca. Y con ella he visto que eres alguien fuerte, y… con ella tienes todo lo que me gusta. Sin ella dudo que seas distinto. Pero quiero esperar hasta poder ver cómo eres, y la razón por la que tanto se lamenta el resto —rodó los ojos, sin percatarse del pequeño brillo esperanzado en los ojos del pelinegro. — Me gustaría que te sintieras libre, y que los demás te consideren libre también. Que en el futuro, cuando sea seguro, te vean realmente. Un omega sin marca, libre y disponible, con todos tus encantos para ofrecer y disfrutar con quien quieras. Eso es lo que encuentro injusto de tu situación, y no tiene nada que ver contigo sino con cómo te ven otras personas. De seguro has tenido que aguantar a muchos idiotas hasta ahora, y por cosas como esa ni tú ni Tohma deberían de preocuparse por que yo te marcara: no estoy dispuesto a hacerlo. Quiero que disfrutes, que no estés amarrado a mí… que puedas elegir, y no escogerme a mí por ser el primero que pase y no le importe tu condición.


Si en un principio Tatsuha estuvo embelesado con el discurso, ahora solo le quedó una incómoda angustia en su vientre. Es decir, las palabras podían ser muy bonitas pero ¿significaba eso que Ryuichi nunca tendría la intención de marcarle, de demostrar que era suyo? O peor aún, ¿significaba eso que no quería que estuvieran juntos? Porque eso era lo que había entendido… sino no tenía sentido lo de estar “disponible”, ser “libre” y poder “elegir”. El descarado de pretendía deshacerse de él, haciéndolo sonar lindo.


—Ya veo —Apenas le salía la voz. Odiaba la idea de ser hecho a un lado tan fácilmente, como si hubiera significado poco o nada para el vocalista, y que éste tratara de disfrazar la verdad con buenas intenciones. Odiaba pensar en lo fácil que sería ser reemplazado, por alguien menos complicado, sin tantos problemas y que pudiera ser verdaderamente suyo. — ¿Eso significa que dejaremos de vernos?


— ¿Qué? ¿Eso es lo que quieres? —La inocente mirada del mayor (junto a la estúpida certeza de que aquello no podía ser actuado) volvieron a enredarle la cabeza. — ¿Es difícil para ti estar conmigo si lo sé? Yo… lo cierto es que quería seguir viéndote. Bueno, eso es obvio, porque nos veíamos mientras yo lo sabía pero… respeto tu decisión.


El moreno se levantó de la silla, aterrado por no poder intuir si esto era una actuación o sencillamente honestidad, y que estaba desperdiciando el interés del castaño por él. Percibió sorpresa en su rostro por su precipitación, sorpresa que fue rápidamente ocultada detrás de Kumagoro. Ahora podía ver solo sus ojos azules, intrigados de una forma infantil, que le llenaba de ternura y lo impulsaba a querer hacerle dulces promesas. Era incapaz de mantenerle la mirada a una expresión tan linda.


—No es lo que quiero —confesó, nervioso y con el corazón latiéndole con fuerza. Amó la manera en que el rostro del mayor se iluminó, y antes de que hablara continuó—: Todavía no nos conocemos lo suficiente como para que esté satisfecho. Recién en ese momento podré decidir.


— ¿Nos conoceremos hasta que ambos estemos satisfechos o solo tú? —protestó, con un puchero tan adorable que Tatsuha casi se lanza a comérselo a besos. La timidez todavía no se marchaba por completo (realmente se sentía expuesto con todo lo que sabía el otro), pero apostaba que pronto se iría, si Ryuichi tenía unas armas tan tiernas como aquella. — El período de prueba dura un mes, no puede ser menos. Y es a partir de ahora, sin mentiras ni secretos. Espero que eso sirva para que extiendas el período un poco más, porque hay muchas cosas que quiero mostrarte.


La sonrisa que le dedicó fue sencillamente deslumbrante. Antes de darse cuenta de lo que hacía, Tatsuha ya se había lanzado a sus brazos y se encontró besándolo, conteniendo unas inexplicables ganas de llorar. La verdad era que no recordaba ni una vez que se sintiera tan feliz y con lágrimas acumuladas.


El cantante tropezó por el impulso del otro (y una caja muy mal puesta detrás de él), y acabó por caer y derribar un par de objetos. Frenó sus manos, concentrándose en mantenerlas en la cintura del pelinegro, y forzándolas a no bajar para evitarle sustos. Se estaba esforzando tanto en controlarse a sí mismo, en no dejarse llevar por completo, que su sorpresa fue mayor cuando las propias manos de Tatsuha obligaron a las suyas a bajar, y pronto se halló apretando su trasero y acariciando su espalda, haciendo que bajara, que se pegase a él y el resto de su cuerpo se frotara. Qué ganas tenía de quitarle la ropa, de arrancarse la propia, y por fin sentir su calor directamente. Su mente repasaba una y otra vez las ocasiones que le tuvo así, ya fuera encima, debajo, real o en sus sueños, y lo siguiente que supo fue que le estaba desabrochando los pantalones.


Se detuvo de golpe y apartó al menor, aunque la imagen del chico sentado sobre su entrepierna no le ayudó a tranquilizarse. No dudaba que parecía tener la habilidad y las ganas de querer montarlo excelente, pero no debía permitir que su voluntad se doblegara tan pronto. Realmente no creía que fuera bueno para el otro hacerlo cuando todavía no iba al médico, y quizás tampoco sería bueno hasta que superara el accidente. Y él podía dominarse, ¿verdad? Siempre había podido. Ahora tenía que seguir fiel a sí mismo, especialmente con una buena causa en mente.


— ¿Qué te ocurre? —El tono decepcionado del moreno le recordó al berrinche de un niño caprichoso. La idea le gustaba, principalmente porque dudaba que hubiese tenido muchas ocasiones para actuar como niño, con la vida le cortándole la infancia de golpe. — Creí que querías mostrarme algo más.


La sugerente propuesta borró cualquier rastro de inocencia anterior, en especial cuando su mirada se dirigió al bulto de sus pantalones, y tuvo el descaro de rebotar encima.


Ryuichi dudaba mantenerse firme con el movimiento de esas piernas.


—Es un mal momento —reclamó, cerrando los ojos para evitar ver aquella sonrisita indecorosa. Le encantaba, y un solo vistazo podía ser el fin de su paciencia. — Debemos estar preparados para que no te duela, Tatsuha. Quiero que tengas un buen recuerdo de toda tu experiencia. Por favor.


La petición descolocó al pelinegro, que permaneció arriba, aunque inmóvil, examinando el rostro del otro. Se veía tan sincero y resuelto que la calidez en su pecho aumentó, llenándole de seguridad. Es decir, con situaciones como esta ¿acaso no era obvio que Ryuichi era el indicado? ¿Que realmente existía la persona indicada? Se le hacía tan adorable así, aferrándose a su cordura para evitar lastimarle, que… le daban aún más ganas de hacerlo. Quería satisfacerlo, lo más pronto posible. No tenía ninguna duda al respecto.


— ¿Puedes… darme solo un poco? —La súplica encendió al vocalista, extasiado por la vista del moreno sobre él, los labios entreabiertos y los muslos impacientes. ¿Era inevitable ceder a esa imagen, a la sensación prometedora y alucinante? Sentía que era su única alternativa. Aunque por supuesto que tenía en cuenta cuidar de él.


Con eso en mente se levantó hasta quedar sentado, con Tatsuha todavía encima suyo. Decidiéndose por no soltarlo, acabó por besarle intensamente, como si se hubiera propuesto robarle el aliento. La respuesta voraz del chico solo sirvió para reafirmar su convicción de no querer llegar tan lejos, menos aún sin tener preservativos o lubricante. En serio quería darle una gran experiencia, y tenía un profundo desagradado por la sola posibilidad de herirle.


Convirtió el beso en algo más relajado, mordisqueando sus labios, tirando de ellos juguetonamente mientras lo empujaba hacia atrás y bajaba sus pantalones. El creciente y dulce aroma de excitación embriagó sus sentidos, amenazándole con hacerle perder la cordura, mas se obligó a permanecer firme y quitó su ropa interior. Acarició descuidadamente sus nalgas, apretándolas y separándolas después, para luego romper alejarse de su boca y comenzar a bajar. Saboreó cada pedazo de piel a su alcance, y fue guiándolo hasta que le dio la espalda, de rodillas e inclinando su trasero hacia él. La vista se ponía cada vez mejor, pero no le hizo perder la razón; tenía un objetivo mayor, así que (sin dedicarle otra mirada más allá de la curva en su espalda) se apoyó levemente en el otro y deslizó su mano hasta su miembro para empezar a sacudirlo, primero despacio y a medida que se endurecía con más velocidad, apretando con más fuerza a ratos y acariciando con suavidad en otros. Sentía que Tatsuha temblaba y se esforzaba por contener sus gemidos debajo de él, aunque sin mucho éxito, pues sus jadeos resonaban por todo el cuarto, encendiendo todavía más el fuego dentro de él. Volvió a repartir besos por su cuello, complacido por lo débil que se encontraba la marca en estos momentos, y casi sin darse cuenta comenzó a mover sus caderas al ritmo de su mano, presionando su erección que todavía estaba dentro de sus pantalones.


El pelinegro a duras penas contuvo los temblores en sus brazos. Sus piernas, por otro lado, permanecían firmes y cada tanto le traicionaban para mostrar sus ansias, empujándose hacia el mayor. Todo su cuerpo delataba su placer, pero él realmente no quería permitirse disfrutar tanto ahora, no con tanta ropa por parte del castaño.


—Ryuichi —llamó débilmente, su boca al parecer incapacitada para hacer algo más que sonidos vergonzosos. —Hagámoslo.


La petición obtuvo una negativa instantánea, con el cantante separando su cuerpo de él. Sin embargo, no alcanzó ni a decepcionarse antes de que húmedos besos comenzaran a consolar a sus caderas, a tentarlas a moverse y exigir más. Tatsuha se halló desesperado, lamentándose por no tener a qué aferrarse ni a qué aferrar su cordura, especialmente cuando una mordida juguetona lo tomó desprevenido. Apenas había sido un roce en su trasero, pero le puso alerta. Pensó en alejarse, avergonzado y escandalizado por igual. Sin embargo, la curiosidad latía en él, frenando su escape. Consideró la opción, imaginando cómo se sentiría aquella boca celestial (que ya había demostrado ser bastante diestra en artes orales) dentro de él, llevándolo directo a la incoherencia.


La verdad era que incluso cuando imaginaba un gran resultado, la vergüenza seguía demasiado incrustada dentro suyo.


—Hoy voy a mostrarte otras cosas, Tatsuha —La voz del mayor vibró contra su piel. La sensación era extraña, pero prometía tantas cosas nuevas que decidió mantenerse quieto. Incluso sus temblores desaparecieron por la expectación. Ryuichi debió adivinar sus ansias, pues volvió a besar, tan suave y lento que derritió a su cordura. Cuando sintió su lengua delineando su entrada supo que iba a perder la vergüenza sin más alternativa. La delicada succión lo confundía, inseguro sobre si aquella humedad era propia o ajena. Pero ¿importaba acaso? Todo lo volvía loco, y era irrelevante el cómo si esa lengua afilada estaba demostrando que podía hacer maravillas. El placer se apoderó de él, envolviéndolo como una bruma oscura, desvaneciendo su lado racional. Era bochornosa la dedicación del vocalista, la desesperación con que se arrastraba dentro suyo, su lengua entrando y saliendo desordenadamente, su boca completamente consagrada a su disfrute, alternando con chupones por fuera, dulces lamidas y firmes caricias. Pronto todo en él era incoherencia. Dejó de saber qué le estaban haciendo, sin poder visualizar en su mente qué cosa podía traerle tal placer, y simplemente se dejó llevar.


Sus brazos, fatigados y temblorosos, se habían rendido y descansaban en el piso, al igual que su cabeza. Solo podía concentrarse en mantener su culo arriba, en no apartarse de esa boca que traía gloria.


Por su parte, Ryuichi disfrutaba ver el esfuerzo del otro por entregarse. Se apartó un poco para disfrutar la vista también, masturbando distraídamente al menor, y consiguiendo nuevos gemidos. Estaba realmente hecho un lío, húmedo y jadeante, desparramado en el piso y luciendo tan apetecible como olía. Su aroma llegaba en oleadas, tan confuso e irresistible como siempre, y él sentía que estaba a punto de explotar por lo feliz que se sentía en este momento. Aunque también iba a explotar de otra manera, y no tenía ganas de que fuera dentro de sus pantalones.


Impaciente liberó su erección y volvió a pegar su boca al agujero del otro, que no sonaba en absoluto decepcionado por que hubiera abandonado su miembro. Tal vez le gustaba más lo que hacía con su lengua. Una de sus manos le ayudaba a tener acceso a su lengua, y la otra, mojada gracias a Tatsuha, se apretaba alrededor de su propio miembro, que se encendió aún más cuando el pelinegro extendió, vacilante, una mano hacia el suyo. Acompasó sus movimientos a los del moreno, mientras lo saboreaba con ansias. Dudaba poder aguantar mucho más. Por la forma en que se apretaba el interior del chico, supuso que le ocurría lo mismo. Se apartó de nuevo para girarlo, obteniendo una visión todavía más placentera: su rostro extasiado, sus movimientos frenéticos y su cuerpo perlado de sudor. Pareció recuperar algo de su bochorno al sentir sus ojos sobre él, pero eso no lo detuvo; continuó balanceando su muñeca, y poco después se vino, salpicándose a sí mismo. Ryuichi se estremeció por la imagen, y se inclinó para besarlo. No le gustó el roce de la ropa contra su erección, pero que debajo de esta estuviera Tatsuha era suficiente para que no se apartara. Besó su cuello también, y los suaves jadeos contra su oído provocaron un delicioso escalofrío. Tatsuha lo abrazó cerrando sus ojos, complacido por sus besos, y sintió que llegaba su  orgasmo. Se apartó para no mancharle y se corrió, sintiéndose realmente liberado.


Quería acostumbrarse a esto. A complacerlo, a verlo deshecho por su causa. A ver esa sonrisa satisfecha, perezosa y dulce, que lo llamaba para que se la comiera con más besos. Su lado racional se sentía como una débil punzada en su cabeza, aturdida con endorfinas y reticente a abandonar la causa. Era consciente de que no podían permanecer mucho tiempo allí; el aire estaba cargado con olor a sexo y sus esencias, y aunque a él le parecía un cuarto un poco abandonado eso no significaba que necesariamente lo fuera. Lo mejor sería salir pronto, antes de que pudieran descubrirlos.


Tatsuha se levantó torpemente para subirse los pantalones. La mortificación cruzaba por su rostro de una manera bastante divertida, y el mayor tuvo que morderse el labio para no reírse. Y es que el Uesugi parecía bastante abochornado de repente, e incluso más agitado que antes. Quizá no sabía que hacer después de esta clase de situaciones; las veces anteriores, no habían tenido ocasión de relajarse después del sexo, y, tenía que admitir, este sitio era inadecuado para hacerlo. Sin embargo, al ver la prisa del otro, prefirió actuar de forma relajada.


El moreno, ya listo, se veía como si fuera a encargarse él mismo por su demora. Notaba la diversión en la mirada del vocalista, y las ganas de zarandearlo eran altísimas. Primero, por hacer que se descontrolara (¿era así como se había sentido él, por haber cedido a su aroma las primeras veces?), y segundo, por la maldita cara que ponía, tan pagado de sí mismo y de sus maravillosas habilidades orales. En serio, entendía que por ser cantante era necesario tenerlas, pero que también las tuviera en este aspecto era una excitante sorpresa. Una que, por cierto, ni siquiera imaginó en ninguna de sus numerosas fantasías de adolescente. Tampoco era que sus burdas incursiones sexuales hubieran servido para mejorar la perspectiva de sus aventuras futuras en todo caso, así que ¿cómo culparse por no considerar esta situación? Casi la sentía como tabú. Es decir, él no había hecho nada por Ryuichi… no se dedicó a él como acostumbraba, con otros que ni podían comparársele para colmo. El pensamiento lo frustraba un poco.


—A la próxima seré yo el que te deje así, me las vas a pagar —gruñó, aunque más por la tensión que por auténtica molestia. Y es que ¿cómo no preocuparse? Tenía que demostrarle que podía hacer algo. Mucho. Podía hacer mucho, y, aunque hubiese desperdiciado sus oportunidades anteriores, se encargaría de enseñárselo. Lo que menos quería era ser descartado por no hacerse notar. No… eso no era cierto: lo que menos quería era que Ryuichi pensara que evitaba hacerlo debido a sus propias circunstancias. Suponía que, sabiendo sobre su pasado, tal vez tendría ideas equivocadas sobre sus capacidades…


Quiero ser suficiente para él, pensó.


—No es una competencia, Tatsuha —replicó el castaño, acercándose para abrazarlo. Solo con eso habría podido disipar sus preocupaciones (al menos temporalmente), pero sus siguientes palabras fueron arruinando de a poco el alivio—: Aunque si quieres competir tampoco me molesta. Suena divertido, como lo de los retos —Sus ojos azules brillaban por la emoción, y el viejo temor de que estuvieran saliendo solo por ser una “novedad” para Ryuichi regresó.


Conque “divertido”… Y cuando dejara de serlo, ¿perdería su interés por él? — Aunque no tengo idea de cómo vamos a saber quién gana. Digo, yo sentí que ambos ganamos recién. Si siempre es así, ¿qué deberíamos hacer?


El pelinegro sintió su propio sonrojo. ¿Ambos ganaron? Qué tontería. Ryuichi debía saber cuál era la forma de ganar. Es más, él ya le había dejado claro cuál era su concepto de ganar ayer, ¿no? Aunque hubieran discutido al respecto también, debería suponer que no sería tan fácil quitarle la idea de dedicarse a complacer…


—Deberíamos de hacerlo más seguido y sin discusiones de por medio —replicó, intentando ocultar la ferocidad que encerraba su respuesta. Simplemente no podía quedarse tranquilo, menos habiéndose dejado hacer sin más. Sentía que había traicionado sus principios, su promesa a demostrar que valía la pena- la pena de ignorar su marca.


—No podría estar más de acuerdo. Yo agregaría a eso el hacerlo en lugares menos riesgosos —añadió, sin dar señales de intuir algo más allá de sus palabras. A veces podía ser tan denso… le sorprendía que pudiera ser perceptivo en otras ocasiones, de hecho. — A Kuma-chan va a darle un ataque al corazón. Dice que siempre se sorprende cuando lo lanzamos en el aire, y que le duelen las caídas.


El tierno gesto con que agitaba el conejito estuvo a punto de disipar su ira. Pero no fue suficiente; seguía sintiéndose frustrado. ¿Por qué Ryuichi no podía ser más como el resto de los alfas? Siempre había admirado que no lo fuera… Sin embargo ahora, ahora que tenía posibilidades de que fuera su alfa, quería reprocharle un poco. ¿Por qué no podía exigirle? ¿Por qué no le importaba lo que él podía ofrecerle?


¿Tal vez cree que no puedo darle más? ¿Nada que le interese?


—Bueno, no estoy acostumbrado a proteger la pureza de terceros cuando voy a hacerlo —bufó, y recién entonces se percató de un detalle que le revolvió el estómago.


¿Por qué Ryuichi no le preguntaba por sus experiencias sexuales? Por ponerlo suave, en ninguno de sus encuentros anteriores dejaron pasar la oportunidad de hacerle sentir incómodo. Si bien era cierto que conocía el por qué de su marca, estaba en su naturaleza ser posesivo, querer saber sobre sus encuentros. Tatsuha tenía un triste historial de preguntas escandalosas, que iban desde lo general hasta el más mínimo detalle. Se le hacía extraño que no preguntara nada habiendo llegado hasta aquí.


No tiene motivos para ser posesivo, razonó. No me considera de su propiedad. Era difícil saber si aquello era bueno o malo. Pero, sumando este pensamiento a su malestar anterior, solo podía creer que era malo.


—Qué comentario tan cruel —protestó el mayor, reforzando su penosa idea; el desinterés era real. —Kumagoro te quiere tanto, y tú te quejas de su presencia nanoda. Eres terrible.


Vaya, tenía tantas ganas de dejar pasar el tema, de ignorar la ansiedad al menos por una vez en su vida. Quería cambiar, abandonar su pesimismo y sus inseguridades… pero ni siquiera la adorable imagen que tenía enfrente conseguía que dejara de lado sus ideas.


—Oh, lo soy, no te imaginas. Quiero muchísimo a Kumagoro, aunque preferiría que se retirara en estos casos. No quiero traumatizarlo con todas las cosas que sé hacer —Cuando la única reacción que obtuvo fue que el cantante rodara los ojos, se rindió. Incluso parecía divertido, el desconsiderado aquel. ¿Le parecía gracioso imaginar que él tenía experiencia, imaginar que podía hacer cosas? ¿O en realidad no lo estaba tomando lo suficientemente en serio como para preocuparse por sus relaciones pasadas? — ¿Qué es tan gracioso, Ryuichi? ¿Te burlas de mí?


De inmediato se arrepintió de preguntarlo, al notar genuina sorpresa por parte del vocalista.


— ¿Burlarme? ¿De qué? ¿Por qué lo haría?—La confusión en su mirada era sincera. Casi se sentía estúpido por lo que iba a preguntar… aunque la humillación ya la sentía. ¿Qué más daba merecerla?


—De mis dotes, parece. Entiendo que no te las he demostrado como se debe, pero puedo darte más de lo que piensas —prometió, acercándose un poco. Ryuichi tenía el ceño fruncido, y deseó saber cómo borrarlo de su rostro, aunque sus palabras escaparon antes de que tuviera oportunidad—: Me han dicho que realmente sé cómo dejarlos satisfechos. Seguro puedo hacer lo mismo contigo.


La mueca de disgusto se profundizó, y una parte de él se felicitó por obtener esa reacción. ¿Significaba esto que le importaba, entonces? ¿Podía tranquilizarse y mostrarle que lo podía complacer?


— ¿Te estás promocionando conmigo? No necesitas hacerlo a estas alturas… menos con opiniones de otros —La dureza de sus ojos envió un estremecimiento por su columna. Sonó tan parecido a un gruñido además, que pudo sentir como si le perteneciera. — ¿A qué viene esto ahora? No te pedí reseñas de los usuarios anteriores, Tatsuha. ¿Crees que me importan esa clase de cosas?


Fue como si le estrujara el corazón sin reparos. Debió delatarse con su expresión, porque al segundo siguiente la frialdad se había esfumado para dar paso al arrepentimiento. —Lo siento. Yo… Tatsuha, no entiendo cómo quieres que reaccione si comienzas a hablar de esa manera. Jamás he sido celoso, pero preferiría no saber sobre lo que hayas vivido con otros. ¿Por qué los recuerdas ahora? ¿Acaso no fui suficiente?


El menor negó rápidamente, horrorizado por causar inseguridades a su ídolo. Ahora sus palabras sonaban huecas y estúpidas en su mente. Intentó aferrarse a algo de su ira para poder soltarlas, y tratar de explicarse ante él.


—Te equivocas. Fuiste perfecto, Ryuichi. Soy yo el que falló a sus propias expectativas, supongo —La razón sonaba débil, aunque verdadera. El castaño dejó de ocultarse tras su peluche para evaluar su expresión; lo conmovía y decepcionaba en partes iguales. ¿Por qué sacaba el tema tan de la nada?


— ¿Estás acostumbrado a que se cumplan todas tus expectativas en el sexo o qué? —bufó, todavía sin convencerse de lo que dijo. Sentía que había fallado al complacerlo. Incluso si no era así, pudo haber hecho más para que al menos no pensara estas cosas tan pronto. —Lo siento, yo… creo que quisiste decir otra cosa, pero en estos momentos me cuesta comprender hasta por qué tenemos que hablar de esto. Creía que te incomodaba hablar de estas cosas, por…por los problemas que has debido tener por tu marca —dijo por fin.


— ¿Y a ti no te incomoda no saber? Solo pregunto por curiosidad —se apresuró en añadir— Después de todo… nunca conocí a ningún alfa que no le importara si me acosté con alguien, y fueron bastante curiosos. Se me hace raro que no preguntes.


— ¿Quieres que pregunte? Porque puedo hacerlo. El momento incómodo vendrá cuando sepa, te dejo advertido. Quizá sea distinto a esos alfas por evitar preguntar, pero te aseguro que la reacción será la misma. Hay instintos incontrolables, Tatsuha. He descubierto que tienes la mala habilidad de sacar a relucir muchos de los míos. Prefiero mantener este para mí, sin embargo. También descubrí que me incomoda que les des tanta importancia a otros cuando acabas de hacerlo conmigo. Si eso no es un inicio de celos, no se me ocurre peor comienzo.


El moreno bajó la cabeza, avergonzado por su inmadurez. Ryuichi tenía razón. ¿Qué hacía pensando en otras personas, cuando acababa de recibir un trato increíble, incomparable por ser la primera vez que lo experimentaba? Era un idiota.


—Perdón. No quiero arruinarlo. Sé que parece otra cosa, pero solo quiero entender… ¿por qué no te importa?


—Porque eres libre, Tatsuha. Se me hace tonto e hipócrita pedirte castidad, detalles morbosos o cualquier explicación que no tienes por qué darme. Si quieres contarme también puedes hacerlo pero ¿quieres decirme cuando acabamos de hacerlo? Eso sí me enoja. En ningún instante pensé en alguien más, y es triste que tú sí. Aunque evito juzgar, es como si me pidieras que lo hiciera. Dímelo claro para poder entenderte. Si eso quieres puedo escuchar y opinar —Apretó los dientes antes de agregar—: Pero si solo quieres saber por qué, ya te lo dije. No me debes nada, y dudo perderme de mucho por ignorar tu pasado. Tampoco creo que sea muy extenso, considerando la edad que te marcaron…


El pelinegro dio un respingo por lo último. Le sorprendía que se hubiera atrevido a mencionarlo, y por lo visto lo mismo le ocurría al contrario. Se notaba que fueron palabras dichas sin pensar, pero no podía dejarlas pasar. A fin de cuentas, puede que fueran más sinceras que todo lo demás, que parecían frases ensayadas de su “lado racional”. Quizás esta era su auténtica naturaleza.


— ¿Eso crees? Te sorprendería saber que hay gente dispuesta a hacerlo conmigo. Tú, por ejemplo, aunque trates de parecer “civilizado” en comparación con el resto. Una lástima que te delates con cosas como esta —Apretó sus puños, el enfado fluyendo de nuevo y calentando su rostro. — ¿Pensabas que nadie se iba a fijar en mí por mi marca? Tenerla desde tan joven no ayudó, cierto. Al menos no con gente de mi edad —repuso, confirmándole al mayor uno de sus temores. Sentía pesado el corazón al pensar en él, aún más pequeño que ahora, arriesgándose con gente mayor. Sí, era bastante cínico por odiar la idea teniendo tal diferencia de edad con el otro, pero al menos tenía la consciencia limpia por no aprovecharse de su ingenuidad, que debía ser grande si dejaba que los demás se aprovecharan de la mala impresión que tenía de sí mismo, y por hacerla tan evidente. — Para ser sincero, quería que preguntaras. Pero quería que lo hicieras distinto, Ryuichi. Quería sentir que preguntabas por preocuparte por mí… por importarte. Quería que supieras que fue difícil para mí —confesó, y él mismo se sorprendió al sollozar. Incrédulo, se secó una lágrima y se sorprendió por lo rápido que empapó las mangas de su camiseta. Hacía bastante que no estallaba así. — A veces creía que odiaba hacerlo. Pero no podía odiar los únicos momentos que desafiaba mi marca. Era mi manera de rebelarme contra el destino. Quería contarte a ti —Quería que me consolaras—, porque me has hecho sentir que no tenía mala suerte, no si podía estar contigo. Sentí que valió la pena sufrir. ¿Qué tan mal está eso? —preguntó, en parte esperando verlo alejarse.


El cantante vaciló, perturbado por las insanas emociones del chico. Comprendía tan poco de su situación, que apenas atinó a abrazarle y acariciar su cabello, permitiéndole llorar sobre su hombro. Sintió las lágrimas calientes mojándolo, aunque poco le importó. ¿Había algo que pudiera hacer por él además de darle este desahogo? Francamente lo dudaba. Poco podía hacer con su propia inestabilidad emocional, y con lo que lidiaba Tatsuha quedaba en blanco al buscar soluciones; no se podía cambiar el pasado. Y tal vez Tatsuha tampoco quería cambiarlo. ¿Qué podía ofrecerle entonces como consuelo? Odiaba la idea de ofrecerle un futuro con él, sintiendo que se aprovechaba de la mala suerte del chico. Quizá siempre había tenido malas experiencias, y ahora que él por fin le daba algo normal… lo escogía de inmediato. Tal vez le interesaba solo porque no había tenido ninguna oportunidad buena con otro.


Lo abrazó con más fuerza, hasta que reunió voluntad suficiente para apartarlo y secarle las lágrimas. Al ver sus ojos, rojizos e inundados de tristeza, comprendió que solo podía hacerle una promesa.


—Voy a ayudarte, Tatsuha. Tengo una idea, pero no sé si funcione. Necesito pedirte un favor hasta que la compruebe —dijo, acariciando su mejilla. Era imposible sentir su suavidad habitual estando algo húmeda, y odió pensar que esta podía ser la última vez que podría acariciarla. —Prométeme que vas a ir al doctor. Yo debo investigar un par de cosas, pero prometo volver a verte —aseguró, al notar el pánico en su mirada. Debía de pensar que lo estaba abandonando por su arrebato, y necesitaba dejar en claro que no se trataba de eso. —Voy a estar extrañándote. Quisiera quedarme contigo, pero de momento te estoy haciendo más mal que bien. Tengo la esperanza de verte dentro de un par de días. ¿Podrás esperarme?


—Yo… sí puedo. ¿Qué vas a hacer? —preguntó, con evidente confusión, y un poco de miedo brillando en sus ojos. No confiaba en él por completo.


—Ayudarte. Tal y como has estado haciendo por mí este último tiempo —Se apartó un poco y tomó aire, profundamente. El aroma de Tatsuha se sentía débil y asustado. Odiaba hacer que se sintiera así. Intentando sonar lo más relajado posible, comentó—: Me avergüenza pedirlo a estas alturas pero ¿me das tu número? La próxima vez que nos veamos va a ser para una cita, y quisiera ponerme de acuerdo contigo con algo más que encuentros a escondidas.

Notas finales:

¡Hola! Ya ha pasado un mes desde la última vez que actualicé, pero pueden suponer que ha sido un mes caótico (para todos, tristemente), y no he tenido ni tiempo ni ganas de escribir (a menos que el sentimiento de culpabilidad cuente como ganas). Espero que todos se encuentren bien, o que al menos su situación pueda mejorar pronto.

¡Hasta la próxima!


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).