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El camino de las leyendas por Kaiku_kun

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Galar estaba sumido en un permanente estado de emergencia.


Cuando por toda la región las luces moradas ascendieron al cielo y los Pokémon gigantescos obligaron al resto de criaturas vivas a mirarles, toda la región se paralizó con éstos, esperando que la catástrofe llegara.


Aquellos Pokémon en sus formas Dynamax o Gigantamax permanecían allí, de pie, sin alimentarse, durmiendo sin siquiera tumbarse, sin decidirse a caminar o a echar a correr o a volar. Miraban al frente como si hubieran perdido el sentido de la vista. No respondían nunca a los ataques y, si les debilitaban, sólo se tomaban unas horas de descanso y luego volvían a su estado catatónico. Nunca perdían su forma gigante.


Para los humanos, fue una derrota aplastante. No pudieron impedir el desastre. Lograron retrasarlo, especialmente gracias a la campeona y los líderes de gimnasio, pero ellos y sus Pokémon sí se agotaban. Al final, las montañas arrollaron a las hormigas.


Las comunicaciones modernas cesaron. Los móviles funcionaban si se les cargaba la batería, pero estaban totalmente aislados del resto. Los canales de televisión no llegaban a Galar. Apenas había un canal de emergencia que emitía muy rara vez. El expresidente Rose había tomado el control de dicho canal, a petición de los expertos (y ricos) de la región que veían como Galar se hundía.


—Buenos días, ciudadanos de Galar. Ya me conocéis, soy Rose —se presentó—. Me han pedido que retransmita a través de este canal de emergencia las medidas que sean necesarias en estos momentos de crisis…


Tuvo una instantánea detractora, que armó la de Arceus delante de líderes de gimnasio, entrenadores y población de Ciudad Pistón por igual. Gloria, cómo no.


—¡¿Y quién le ha mandado a este hijo de… —La sarta de creativos insultos de campo de veras impresionó a algunos—… meter las narices dónde no le llaman?! ¡¡YO NO CONFÍO EN ÉL!!


Sorprendentemente, la población pareció seguirle en sus consejos. Esto es, hasta que se demostró que seguía inmerso en sus propios intereses y metió la pata hasta el fondo:


—Para suministrar la electricidad necesaria a toda la región, recomendamos que los entrenadores con experiencia usen el Dynamax en los estadios de los gimnasios. Son espacios controlados para usar esa energía, y otorgarán a las grandes ciudades una mejor estabilidad.


Los entrenadores que no conocían la historia de Rose con Gloria y Lionel corrieron sin pensárselo dos veces a los estadios a usar el Dynamax. Ni siquiera los líderes de gimnasio habían aceptado dejarles pasar, pero no se puede impedir por mucho tiempo que una turba en pánico tome el control de la situación.


La consecuencia fue inmediata: los Pokémon que usaron el Dynamax en los famosos nodos de energía se descontrolaron al instante, y necesitaron de largas batallas para vencerles y devolverles al estado normal. Como no se habían tragado la Estrella Deseo, debilitarles era más sencillo y podían volver a su tamaño. Los más desafortunados vieron como sus Pokémon se largaban volando, se teletransportaban o simple y llanamente derribaban una pared del estadio y se marchaban: fue el caso de Pueblo Auriga, donde un Gigalith lanzó sus cristales rojos como púas y trituró un lateral de la grada antes de marcharse disparado a reunirse con otros gigantes.


A partir de este acontecimiento, Rose perdió la credibilidad de prácticamente toda la región (una vez más). Los líderes no le apoyaban, los entrenadores le odiaban por no estar haciendo nada de provecho y los que intentaban tener una vida normal confiaban más en lo que los mensajeros de los alcaldes y en los líderes que no en él.


Y, sin embargo, Rose nunca dejó de retransmitir. Gloria se preguntaba quién diablos creía que era de utilidad tenerle allí haciendo el imbécil.


Y, a falta de un medio creíble, los taxis aéreos de Galar jugaron un nuevo papel: se convirtieron en carteros de emergencia. Cada comunicado necesario, cada grito de ayuda, cada intento de coordinación entre pueblos y ciudades, los Corviknight entrenados eran los que los llevaban a sus destinatarios.


La campeona de Galar, Gloria, con un nuevo estatus público de rescatadora, se dirigió una vez más a la mina este con Sonia para comprobar los avances de las obras.


Ambas tuvieron que torcer el cuello para llegar a ver la cabeza del Machamp Gigantamax, ahí, permanentemente enfadado, pero inofensivo. Entre otra decena de Pokémon, claro.


—¿Se han movido?


—Ni un pelo —dijo un operario—. Ahí siguen, no lo entiendo.


—Déjales. ¿Y las obras?


—Avanzan rápidamente. Están casi terminadas.


Las minas se habían convertido en recintos altamente vigilados por la policía, con largos cercos que iban desde el puente hacia Pistón hasta la salida norte en Pueblo Amura. En un círculo interno, los operarios trabajaban para barrar con enormes planchas de acero las entradas de las minas, para evitar que nadie entrara o saliera. Era un espacio inhóspito ahora.


—Bien —aceptó Sonia—. Paul me ha dicho que en la mina oeste también están terminando.


—Esto no va a impedir que los gigantes arruguen como papel los cercos en cuanto se muevan —se quejó Gloria, cuando ya dejaron en paz al operario.


—Pero tenemos que otorgar seguridad a la región. Es psicológico —sentenció. Dudó un instante, y luego se tiró a la piscina—. ¿Alguna noticia de Roxy? ¿Cuánto hace que se fue?


—No lo sé —mintió. Sabía exactamente cuántos días hacía que se había marchado—. Hay que darle tiempo. Dijo que tenía una solución en mente.


Sonia suspiró. No valía la pena insistir.


—Mi abuela y yo seguimos investigando. Es un proceso lento.


—Dijisteis que estabais vigilando a los Pokémon gigantes de cerca de Pueblo Par, ¿verdad?


—Sí. Es completamente inaudito haber visto a todos esos Pokémon tragarse cada uno una Estrella Deseo. Más inaudito es saber que había tantas esparcidas por Galar y que nunca hayamos sido capaces de encontrarlas. Por tanto, estamos documentando cuánto tardan en gastarse las estrellas si se usan continuadamente.


—¿Y qué?


—Nada, a esperar. Aún no se ha agotado la primera. No hay ni dragones ni fantasmas entre ellos. En toda la región hay un solo Dynamax de esos tipos para poder comparar.


Sonia y Magnolia ya habían descubierto el enorme peso que tenían esos dos tipos a la hora de gastar energía de las Estrellas Deseo. Gloria creía que Roxy había descubierto algo al respecto, pero como esa maldita no le dijo nada, no podía ayudarla, ni que fuera a distancia.


Gloria volvió sola a ciudad Pistón. Sonia tenía su propio trabajo que realizar.


La campeona se hospedaba en el Hotel Budew como forma de cortesía de la ciudad por toda la ayuda que estaba prestando. No había dejado de informar, dar esperanza y atender todo lo que podía. Era mensajera cuando hacía falta. Hablaba con Naboru para que juntos mantuvieran la calma de la ciudad. Era un esfuerzo constante para mantener la ciudad comunicada con el resto, pues era una gran zona de paso.


Ese día entró en el hotel con todas las ganas de tumbarse en la cama y dormir. Eso sí que se le daba bien.


—Disculpe… —la llamó la recepcionista.


No hizo falta más. Cuando Gloria se giró a mirarla, encontró a alguien inesperado con ella en la barra de recepción.


—¡Peko!


Morpeko saltó de inmediato y corrió a abrazar las piernas de la campeona. Ella sonrió, aliviada, y la tomó en brazos en un fuerte abrazo. Como respuesta recibió un calambrazo de aviso: «¡No me aplastes, humana!»


—¡Perdón! ¿Cómo estás? Diablos, estás sudada y llena de polvo al mismo tiempo… ¿Qué ha pasado? ¿Dónde está Roxy?


—Traía esta nota atada al brazo. Le estaba apretando un poco, así que se lo he quitado.


Gloria tomó sin ningún tipo de tacto la nota y la desplegó allí mismo. Le importó un pimiento que la recepcionista torciera el cuello para mirar qué ponía.


«Alistair. La Antigua Atalaya. Dargo y Tizonio. En orden. ¡Buscad!».


—Genial, otro maldito puzle. ¡La odio! ¡Compa, que no estamos para esto! —se quejó, a todo volumen. Toda la recepción puso los ojos sobre ella. También le dio igual. Respiró unos segundos para tranquilizarse y luego se comportó—: Gracias por atender a Morpeko, quizás encontrarla signifique el fin de esta pesadilla.


—Vaya, sí que es importante…


—¡Lo es! ¡Nos vemos! —Y corrió hasta el ascensor con Morpeko en brazos, mientras hablaba—. Primero te lavaremos un poco y luego ya le dedicaré unas palabras a esa maldita de Marnie.


Pasó unos segundos antes de que se diera cuenta de que había pronunciado el nombre secreto de Roxy. Sonrió cuando lo hizo. No podía negarlo, aunque fuera solo una nota, se sentía tan aliviada de tener por fin noticias de ella que no podía quedarse quieta sólo descansando, como tenía planeado. Quería encontrarla. Después de casi tres semanas sin saber absolutamente nada en ese caos incomunicado, esa nota era oro puro para ella.


Pero lo primero era lo primero: Morpeko estaba hecha unos zorros y necesitaba un baño urgentemente.


—Tu compa es un desastre, ¿eh? —le dijo a Morpeko mientras le echaba el primer chorro de agua caliente. La ratoncita se había sentado en el fondo de la bañera, refunfuñando, pero dócil—. Mira que decirme adiós de esa manera y luego desaparecer durante semanas… Y luego me manda un acertijo. ¡Ya le vale, sabe que los odio! Ni un «te quiero, tía», o «estoy bien, ¡rocanrolea por todo Galar!» o «¡dale una colleja a mi hermano cuando le veas!». Qué paciencia…


Morpeko la iba mirando de vez en cuando, intentando seguir molesta por la montaña de agua y jabón que le estaba echando encima, pero Gloria… Su rostro lo decía todo. Estaba sonriendo un poco y sorbiendo los mocos que le había provocado el haber empezado a llorar. Toda la tensión acumulada yéndose por el desagüe, por fin. No podía parar, tenía que sacarlo todo ahora y luego se pondría a trabajar.


—No te preocupes, Morpeko —dijo rápidamente, entre sollozo y sollozo, aunque casi se lo decía a sí misma—. Seguiremos las pistas. Ya nos encontraremos con Roxy. Seguro que está bien, es fuerte.


Gloria consiguió tranquilizarse mientras secaba al Pokémon de Roxy. Morpeko tenía mucho mejor aspecto que la última vez que la había visto. Estaba más cuidada, no tenía heridas y no era un bicho loco con ganas de transformarse en gigante (que era lo que Roxy había temido). A pesar de que su compañera no estaba, tenía una sonrisa en el rostro, quizás por estar con alguien que le caía bien.


—Bueno, pongámonos a trabajar —dijo Gloria, sentada en la cama, mientras sacaba el mensaje de su novia. De paso, también sacó un poco de comida para Morpeko, quien seguro estaba hambrienta. De hecho, se puso a comer inmediatamente—. Pobre, después de tanto correr, no me extraña que devores el plato. —Suspiró y le acarició un poco la cabeza. Morpeko ni se molestó en protestar, estaba ocupada comiendo—. Así que Alistair. El chaval entrena con Pokémon de tipo Fantasma. Y estaba con Roy cuando estalló la mina oeste. Parece lógico hablar con él. ¿Y la Antigua Atalaya…? Bueno, quizás Alistair sepa algo de ese sitio, no lo habría puesto en ese orden sino. —Luego vio esos dos desagradables nombres—: ¿Dargo y Tizonio? ¿Qué pintan esos estirados aquí?


—¡Peko!


Gloria miró a Morpeko. Ya se había acabado el plato, y la miraba como diciendo  «¿no es obvio? ¡Pintan todo!». Pero la campeona no tenía la cabeza para esa clase de puzles.


—Uh, claro, tú tienes que haberlo visto todo… ¡Qué tonta soy! ¡Tendría que dejar que me guiaras! Pero si Roxy ha enviado esa nota, es por algo… —Morpeko no parecía dispuesta a dar más pistas, estaba aguardando a alguna decisión—. Bueno, primero hay que avisar a Nerio. Tiene que saber que su hermanita está bien, o se va a volver loco como yo.


Recta que se fue hacia el estadio. Cerca de allí solía haber un Corviknight, por lo menos, de la compañía de taxis aéreos. Sabía que Nerio se había quedado en Pueblo Amura para ayudar a Cathy esos días, además de vigilar las obras de cerca. En Crampón no había nodo energético, ni tampoco Pokémon dynamaximizados, y nadie estaba por la labor de un gimnasio, así que había dejado al Team Yell al cargo. A saber el desastre que estarían montando allí ya.


Gloria le escribió una nota algo más pulida que la de Roxy sobre que había recibido una nota de Morpeko, que estaban las dos juntas y que no se moviera de Amura, que al día siguiente ella iba para allá a preguntarle algunas cosillas y que la buscarían juntos. Gloria no quería dejar a Nerio allí sufriendo si igualmente no podía hacer gran cosa. Ya que no podía contar con Sonia ni con Roxy para seguir con ese misterioso plan, alguien que sí conociera de mucho la forma de pensar y hacer de Roxy le iría genial.


—Que llegue a Pueblo Amura lo antes posible. Es para Nerio, exlíder de Pueblo Crampón —le pidió al taxista.


—¡Está hecho!


Gloria le dio una buena propina para ese mensaje que estaba siendo enviado al anochecer. La noche, pese a que las luces moradas cubrían el cielo y lo iluminaban, no era un buen momento para volar.


La campeona volvió a su habitación después de zamparse su propia cena a la misma velocidad que Morpeko había comido delante de ella un rato antes, y prefirió irse a la cama a descansar.


Tardó un rato en dormirse, pues se quedó pensando en el pedazo de abrazo y el par de bofetadas amables en las mejillas que le iba a dar en cuanto viera a Roxy de nuevo. Sonreía sólo de pensar en aquella cara de sorpresa que siempre ponía su chica cuando ella le salía con uno de sus prontos. Su vergüenza destacaba más de lo que era habitual en su cara porque, al ser tan blanca, el rosa de sus mejillas era más intenso, y le resultaba de lo más adorable.


—Ya te vale, compa… —dijo, sonriendo—. Mira que hacer que me enamore de ti…


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