Naruto sabía que aferrarse a esa cobija era patético, y más cuando ya tenía 19 años, pero no podía evitarlo. Esa tela se convirtió en su manga de seguridad y consuelo en aquella época en que su entonces mejor amigo se marchó de Konoha.
Y es que días después de recuperarse de sus heridas que les dejó el enfrentamiento con Sasuke en el valle del fin, tuvo el impulso de ir a su morada. Visitar el barrio Uchiha le hizo comprender algunos aspectos de la personalidad de su mejor amigo. Vivir en una zona residencial desierta era un asunto muy triste y miserable.
Una vez en el sitio, se dirigió a la habitación del Uchiha, fue fácil dar con ella pues era la pieza menos deteriorada del lugar y la que daba signos de que un humano se refugiaba ahí. Cuando estuvo en el interior de la instancia una fuerza en su interior lo obligó a técnicamente robar una cobija que estaba reposando, impecablemente doblada, encima de la cama, abandonando rápidamente la escena como lo hace un vil ladrón.
En esa ocasión, esa misma noche, una vez que Naruto retornó a su diminuto apartamento, se envolvió en esa manta, recostándose en su cama, adoptando una posición de defensa, como un niño pequeño. Sin perder tiempo, empezó a llorar amargamente en la oscuridad, expresando los rastros de pena y dolor que aún lo atormentaban por no haber sido capaz de rescatar a Sasuke.
De ese triste momento habían transcurrido 7 años y todavía usaba esa cobija como su mecanismo de seguridad que le permitía sentir más cercano a su actual novio, Sasuke, cuando este se marchaba de viaje para rastrear a Kaguya.
—Usuratonkachi...—llamó con ternura el Uchiha, palpando al Uzumaki envuelto como capullo en esa manta.
—Sasuke—susurró quitándose la manta de encima, revelando si cara reflexiva.
—Sigues usando eso, lo siento.—se disculpó.
Conocía la historia que explicaba por que Naruto tenía en su poder una de sus posesiones, el mismo Uzumaki se lo confesó justo cuándo comenzaron a vivir juntos.
—Solo estaba algo nostálgico, no tienes que disculparse—reconoció Naruto algo apenado, pues no pretendía hacer sentir culpable a su amado.—Vamos siéntate a mi lado—invitó haciéndose a un lado.
El Uchiha obedeció situándose al lado del rubio, inmediatamente este lo arropó con la cobija, la prenda era los suficientemente grande para que ambos quedarán cubiertos.
—Debes de tener frío, teme, después de todo estamos en pleno invierno y vienes del exterior—expuso abrigando con cuidado y gran amor a Sasuke.
El Uchiha aspiró el aroma del detergente típico de girasoles que Naruto usaba para lavar la ropa, sumado a la típica loción corporal que utilizaba el rubio. Olía a él, a hogar, amor.
—¿Por qué no me dijiste que vendrías?, habría hecho algo de cenar para ti—comentó Naruto, había comido sólo ramen de nuevo, debido a su actual estado anímico.
—Descuida, comí copiosamente para poder tener fuerzas y poder regresar esta misma noche.—expresó, la verdad su estómago estaba todavía lleno.
—Ya veo.
—Solo quiero dormir ahora.
—Entonces, ven
Los dos ninjas se recostaron completamente en las cama, cubriéndose con la cobija, Sasuke se acercó aún más a Naruto, incitándolo a que se refugiara en su pecho, éste no se hizo del rogar y obedeció.
Estar tan cerca le permitía a Uzumaki escuchar los latidos del corazón del Uchiha.
—¿Lo oyes?—preguntó Sasuke.
El Jinchuriki del Kyubi asintió con la cabeza.
—Estoy aquí, en casa, contigo, Naruto.