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30 días por Verde Lima

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Héctor tenía 25 años, un grado en Psicología, un máster en Inteligencia emocional, un verano por delante y poco más que hacer. 

 

Sus prácticas habían acabado en abril y desde entonces no había encontrado trabajo.

 

“Poca experiencia”, “demasiado joven”, “buscamos otro perfil”. 

 

Podría buscar un puesto dentro de una compañía de Recursos Humanos, pero estos más que resultarle humanos los calificaría de inhumanos; a él lo que le gustaba era tratar con las personas. Pero su cara de niño no inspiraba confianza, su escaso vello facial no le facilitaba las cosas en este sentido. Tristemente en algunas profesiones a veces había que “parecer” antes que “ser”.

 

Quería independizarse, dejar la casa de sus padres de una buena vez. Y para eso no le quedaba más remedio que encontrar un trabajo remunerado.

 

Ese día tras una búsqueda exhaustiva de empleo en diferentes portales, había acabado donde siempre acababa. Su página de porno favorita.

 

Estaba aburrido y hastiado, no encontraba trabajo, ni tampoco ningún vídeo porno que le motivara. Paseando entre perfiles de usuarios encontró un curioso anuncio.

 

 

“Se buscan candidatos gays para llevar a cabo fantasías sexuales como parte de un estudio, por favor solo contactar personas de mente abierta y serias. Madrid o alrededores.”

 

Mensajes así había muchos, pero le hizo gracia aquello del “estudio". Se imaginaba a alguien anotando en una libreta todas las experiencias para más tarde analizarlas, y se dio cuenta de que era algo que él mismo haría. De hecho, llevaba un registro de muchas de sus emociones cuando experimentaba algo nuevo.

 

En un principio no le dio más vueltas, salvo que había empatizado con el individuo que lo había escrito.

 

Pasados un par de días, y de nuevo investigando para su material de masturbación se acordó del anuncio. 

 

Héctor debía de reconocer que le había pillado en medio de la excitación y que quizás de otro modo no lo hubiera hecho pero una loca idea le sobrevino, y entró en el perfil del anunciante. 

 

En él podía ver varias fotos que podrían ser suyas o no, en esos lugares nunca se sabía. Pero en realidad le daba igual, las imágenes eran de un hombre quizás en sus treinta al que no se le veía la cara y que no estaba nada mal. Tenía varias pestañas de favoritos y se dedicó a averiguar cuales eran sus gustos. 

 

Sorprendido se dio cuenta de que tenía clasificadas fotos y vídeos por parafilias, la mayoría eran vídeos amateur, aquello curiosamente le excitó un poco más. Comenzó a consumir aquel material durante varios días seguidos, y en un momento de revelación, o demasiado pasado de excitación, ya le daba igual. Pensó que se iba a comunicar con él, había opciones para dejarse mensajes, dejó lo que estaba haciendo, es decir, masturbarse, para rellenar el perfil que le exigía la página para poder dejar un mensaje a otro usuario.

 

Después de tener que rellenar el registro, de hacerse múltiples fotos de cuello para abajo que solo hicieron que la excitación fuera creciendo más y más fue al perfil del anunciante y comenzó a teclear nervioso.

 

“Hola, estoy interesado en tu proyecto. Cuéntame más”

 

Nervioso e impaciente pulsó enter y esperó, ¿le contestaría pronto? 

 

Pero lo cierto es que no obtuvo una respuesta inmediata y se desilusionó. Era algo que obviamente podía ocurrir. 

 

El haber estado por días viendo lo que el otro había visto le hizo sentir de algún modo cercano. Era ridículo, ese tal Drox7 no le conocía de nada y quizás ya tuviera candidatos suficientes para su experimento.

 

El calor ese año se había adelantado, demasiado para su gusto que era más dado a los inviernos y otoños. Quizás tuviera algo que ver que en verano su cuerpo excesivamente delgado no podía ser cubierto por pantalones y abrigos que le conferían algo más de empaque. Con pantalones cortos y camisetas aún parecía mucho más joven de lo que era.

 

Pero a finales de junio no estaba tan loco como para usar ropas más gruesas que aquellas, se miró al espejo. Odiaba su palidez y su delgadez, había tratado de ponerse en forma hacía años pero no era que no tuviera músculos sino que eran tan delgados como todo en él y no tenía fuerza de voluntad para hacer pesas a diario.

 

Las pecas sobre el puente de su nariz, aquello que su madre consideraba adorable, a él le parecía un auténtico martirio. Motivo por el que en el colegio los demás niños se habían burlado de él. 

 

Sí, le gustaban algunas partes de sí mismo, sus ojos, iguales a los de su padre eran azules, azules oscuros, pero era lo único que le hacía parecer un poco mayor, algo más interesante.

 

Se refrescó el rostro, sus padres se habían ido a pasar el verano a casa de una prima de su madre en Estados Unidos. Y sus dos amigos se habían ido de la ciudad; uno con su pareja y otro a trabajar.

 

 

Sus días eran muy similares unos a otros, despertarse tarde, buscar trabajo por internet, chequear su email, ver series y visitar a su abuela varias veces a la semana.

 

Cuando aquella mañana con su café y realizando su rutina diaria, revisó su email, pensó que aunque no hubiera posibilidades abriría con el que se había registrado en la página porno.

 

 

Y allí estaba, un solitario email en negrita esperando a ser abierto, su corazón comenzó a latir como loco. El asunto era esclarecedor “primer encuentro”.

 

 

Cuando lo abrió y empezó a leer, sintió que todo su cuerpo comenzaba a arder y no era por el calor del verano.

 

 

“Si estás interesado podemos tener un primer encuentro el 28 de junio, hablaremos de las condiciones y objeto del estudio.”

 

Tan corto y tan profesional que le asustó un poco. Aquello parecía ir en serio, pero no iba a negar que se había excitado.

 

¿Se atrevería? ¿Era seguro embarcarse en algo así? 

 

Lo cierto era que mientras lo estaba pensando sus dedos comenzaron a teclear. 

 

“Me parece bien el día, a las 12 de la mañana en Starbucks de Callao”

 

Se sintió algo más seguro al poner él la hora y el lugar, ni de casualidad iba a tener ese encuentro en un lugar no público. Iba a juzgar al tipo allí, al menos tenía confianza en algo sobre sí mismo, solía tener bastante buena intuición sobre las personas. Sus amigos se burlaban de él diciendo que de un simple vistazo calaba a todos y que al final acaban dándole la razón cuando decía que alguien no era trigo limpio.

 

Animado, mucho más que en esos días, miró el reloj. Demasiado pronto para ir a ver a su abuela.

 

Aunque era una mujer independiente y fuerte tenía cerca de los 80 años y él y sus padres se sentían más tranquilos si así lo hacía.

 

Además, con ella siempre se sentía bien, era curioso como pasaba de ser la típica abuelita cebadora con platos suculentos a una persona de lo más interesante; le encantaba que le contara historias de su juventud cuando había sido actriz.

 

Estaba demasiado excitado como para quedarse en casa mirando las paredes, así que decidió que iría a tantear el terreno, decidir cual era la mejor mesa y qué se iba a poner.

 

Era de lejos lo más emocionante que le había pasado en los últimos tiempos. Pero su parte sensata le decía que no se emocionara en exceso, a la más mínima señal de algo raro se iría sin mediar palabra.

 

Una cosa buena del centro de Madrid en verano era que no había casi nadie, hordas de veraneantes dejaban la capital para buscar la costa. Por él, encantado. Le gustaba pasear por la Gran Vía con un nivel de seres humanos razonables. 

 

Con una gorra y gafas de sol emprendió su paseo, se sentía más pletórico que en semanas, tenía algo que hacer que realmente le motivaba. Aunque no fuera algo que pudiera reportar en las conversaciones que mantenía con sus padres por Skype.

 

—Hola, papá, mamá, esta semana voy a conocer a un desconocido que va a proponerme follar en la mitad de los rincones de Madrid haciendo cosas raritas.

 

No, sin duda no sería lo que unos padres en la distancia querrían escuchar. 

 

El calor era sofocante y en su entusiasmo no había contado con ello, ya le había escrito que a las 12 de la mañana, pero iba a parecer un cerdo sudado si ese día hacía el mismo calor y quería dar una buena impresión.

 

Entró al café, fue lo primero que se le pasó por la cabeza, un lugar seguro, estándar, lo más estándar que uno podía imaginar. En pleno centro, lleno de gente, aunque realmente no le gustaba nada el café que servían ni mucho menos los precios para su maltrecha economía.

 

Pidió un Frapuccino de chocolate blanco, tan frío que le calmó en pocos minutos. Estudió los sitios disponibles, él llegaría antes, era lo mejor aunque supusiera tener que esperar y los nervios que le ocasionaría hacerlo, pero elegiría sitio y sentiría que tenía algo de control.

 

Tras un buen rato ubicó la situación ideal, suficientemente a la vista pero también con privacidad para la conversación que iban a tener.

 

 

Algo más tranquilo en ese sentido, con el regusto dulce en la boca, tenía que tratar otro tema. ¿Qué se iba a poner?

 

El clima le pedía unos pantalones cortos, muy cortos, pero le parecía poco serio presentarse ante un desconocido enseñando sus escuálidas piernas. Aunque por otro lado, igualmente se suponía que iba a verle desnudo ¿no?

 

Intentó dejar ese tema de lado, le parecía excitante, por supuesto, pero también extraño, demasiado extraño.

 

No iba a negar que había quedado con tíos que había conocido por Grindr, al fin y al cabo ¿no era similar? Algo dentro de su cabeza decía que no, para nada igual.

 

Volvió a la protección de su hogar, del aire acondicionado y de litros de agua fresca.

 

Revisó el email, nada, aún no había respuesta. Estaba a martes y la cita era para el jueves, tampoco debería demorar mucho.

 

 

Esa misma tarde, no porque él consultara el email de manera obsesiva, le llegó la contestación.

 

“Jueves 28 a las 12 en Sturbucks de Callao, te dejo mi número. Llámame a la hora y te localizaré”

 

 

Había varias cosas en esa escueta contestación. 

 

Uno, había aceptado el sitio y la hora. 

 

Dos, tenía demasiada seguridad para imponer que le llamara cuando estuviera allí, él pensaba llegar antes, así que marcaría a las 12 y le diría la zona en la que estaba. 

 

Al menos se alegraba de que no le hubiera dicho “iré de rojo”, estaba muy visto y se ahorraría el mal trago de andarse buscando.

 

Guardó el número de teléfono en su agenda y por pura curiosidad miró su perfil en Whatsapp. Una sencilla foto, una playa, no decía mucho de él, salvo que le gustaba el mar.

 

 

Pero algo más llamó su atención, estaba en línea, una sensación de vértigo le sobrevino. ¿Y si le escribía? ¿Y si tomaba contacto previamente con él? Sus dedos temblaban, estaba muy nervioso.

 

Finalmente desechó la idea. 

 

No, no contactaría con él hasta el jueves a las 12, podía hacerlo. Sabía que podía hacerlo.

 

Por si acaso, arrojó el teléfono lejos, evitando tentaciones. Mejor iba a darse una buena ducha que relajara la tensión y se llevara esa película fina de sudor que acababa de recubrir su cuerpo.

 

Cuando salió mucho más fresco miró el lugar donde había dejado el teléfono móvil, como si ese objeto tuviera ojos e  inteligencia propia. Lo volvió a mirar, pero se abstuvo de volver a entrar a espiar los movimientos del tal Drox7.

 

Con el móvil en la mano, llamó a la única persona a la que podría contárselo, Laura. 

 

Era la novia de Miguel, su amigo desde los 3 años, pero llevaban juntos desde los 17 años por lo que ella era una amiga más. Incluso podría decir que a ella le contaba cosas que a Miguel y a Lucas era incapaz. Con ella hablaba de sus ligues, incluso hablaban de sexo, algo que era completamente tabú con los otros dos.

 

Héctor había salido del armario en la universidad, aunque para él más que salir de ningún lado, dejo claro cuál era su inclinación sexual cuando en una fiesta se lo montó con un compañero de clase y sus amigos estaban allí para verlo.

 

Todo siguió igual entre ellos, sobre todo con Miguel y Laura, con Lucas fue algo más tenso, pero finalmente volvieron a estar como siempre.

 

Cuando Laura contestó a la llamada parecía cansada.

 

—Hola Héctor—contestó.

 

—¿Qué tal? ¿Cómo van las vacaciones?—preguntó él.

 

—Tu amigo es imbécil, ¿lo sabías?

 

—Siempre lo sospeché

 

Ambos rieron un poco.

 

—¿Quieres contármelo?

 

—No, prefiero pasar de él, cuando se pone cabezón es imposible. ¿Qué te cuentas?

 

Héctor había rechazado la invitación de Miguel y Laura de visitarlos en la playa donde los padres de él tenían casa. Los quería mucho, pero tres eran multitud.

 

—Pues…

 

—Oh, Héctor, ¿has conocido a alguien?

 

Luego el perceptivo era él, pero Laura conocía sus dudas y cuando estas hablaban de hombres.

 

—En realidad no le conozco aún, hemos quedado el jueves.

 

—¿Ya estás otra vez con esos tíos de Grindr? Ya sabes que solo buscan una cosa.

 

—Sí, Laura, lo mismo que busco yo.

 

—Ya claro…, ¿te recuerdo al último, y al anterior?

 

—Odio tu buena memoria, en cualquier caso, no todos tenemos la suerte de encontrar el amor a los 17.

 

—¿Te he dicho que “Tú” amigo es imbécil?

 

—Sí, más o menos cada 15 días.

 

—Bueno, ¿cuéntame más cosas sobre él?

 

Héctor se quedó callado, ¿qué podía decir? No es que hubiera mucha diferencia entre las intenciones de un tipo de Grindr y este. Ambos buscaban sexo, tan solo es que este Drox7 era muy claro al respecto, y con su anuncio y su propuesta para quedar, parecía tener un matiz mucho más fuerte.

 

—Ya te he dicho que no lo conozco.

 

—No tiene fotos.—Bufó ella—Es feo, muy feo, Héctor.

 

—Amo tu sensibilidad, Laura.

 

—Lo sé, pero dime si no tiene fotos, que imagino es a lo que te refieres, ¿no es un poco raro?

 

—Tiene alguna foto, pero no se le ve la cara.

 

—Está casado…

 

—Laura, estoy por colgarte…

 

—Ok, ok, lo siento, seré todo oídos y estaré calladita.

 

—Hemos quedado el jueves, por la mañana.

 

—En un lugar público, dime que en un lugar público.

 

—Sí, mamá.

 

—Si fuera tu “mamá” no te dejaría ir a que folles con desconocidos, hijo ingrato.

 

La imagen del sexo que podría tener con el desconocido al que parecía conocer, una simple ilusión, en realidad, le aceleró el pulso. Estaba ansioso.

 

—¿Tendrás cuidado?—le preguntó Laura.

 

—¿Soy muy dado a las locuras?—preguntó a su vez.

 

—No, pero suenas raro, Héctor.

 

—Demasiado tiempo a solas, ya sabes. He quedado a las 12 en el Starbuck de Callao, ¿vale?

 

—Vale, ¿tienes algo más del tipo?

 

Era como una rutina que ambos tenían, él le decía dónde iba a estar, y le mandaría un mensaje diciéndole que todo estaba bien. O si no iba bien, que se había ido.

 

Se sentían más seguros así, aunque por lo poco que había estudiado Héctor en psicología forense, si la cosa iba realmente mal, esas medidas solo servirían para darle un punto de partida a la Policía.

 

—¿Cómo está Lourdes?—cambió de tema Laura.

 

Su abuela no consentía en que nadie la llamara abuela, así que todos la llamaban por su nombre. 

 

—Muerta de calor como todos los que nos hemos quedado en Madrid.

 

Hablaron por un rato más hasta que Miguel le reclamó a ambos que dejaran de meterse con él y que tenían que irse a la playa.

 

Después de la conversación con sus amigos se sentía un poco mejor, un poco más normal, un poco más tranquilo.

 

 



 

 

 

Esos dos días pasaron rápido y lento, tuvo tiempo para arrepentirse y volver a querer ir varios cientos de veces.

 

Pero era las 11.55 de la mañana del jueves 28 de junio y estaba con un Frapuccino de chocolate blanco en su mano, en el sitio que había elegido para ese encuentro.

 

Había acabado vistiendo como siempre hacía, era absurdo querer esconder lo que no era. Así que como cualquier chico de su edad vestía pantalón corto y una camiseta blanca, unas zapatillas deportivas, y toneladas de nerviosismo.

 

Miraba su teléfono móvil controlando la hora, pasó su mano nervioso sobre el pantalón. 

 

A las 12 en punto desbloqueó la pantalla y marcó al contacto que tantas veces había mirado esos días.

 

Varios tonos después una voz grave atendió la llamada.

 

—Hola.

 

—Hola, soy…—no sabía cómo continuar.

 

—Sé quien eres.

 

Héctor estaba algo confuso, pero bueno, habían quedado en que le llamaría, aquella seguridad y el tono de su voz le ponían aún más nervioso.

 

—Estoy en la mesa del fondo, sillón rojo y azul.

 

No hubo respuesta a eso, Héctor se quedó escuchando los ruidos del local a través del teléfono cuando frente a él apareció un tipo alto de piel bronceada, cabello castaño claro corto y ojos verdes, impresionantes ojos verdes. Llevaba un teléfono móvil en la mano, pero hasta que se lo llevó a los labios y dijo un simple “Hola” Héctor no volvió a respirar.

 

El tipo canceló la llamada y se sentó frente a él.

 

Quizás solo fueran segundos o dos vidas, pero Héctor se quedó sin saber qué decir. No había esperado a un tipo así. Tampoco sabía bien qué esperar.

 

—Luis—dijo el ya no desconocido extendiéndole la mano para estrechársela.

 

—Héctor—respondió casi en automático.

 

La mano de Luis era grande y cálida, el apretón enérgico como él parecía serlo. Héctor estaba aún encandilado de sus ojos, pero la sonrisa que le dedicó, completamente blanca y atrayente, esa fue la que le hizo caer definitivamente.

 

Su intuición, esa que nunca le fallaba, se pintó de rojo, de verde y de negro, se volvió loca y le dijo que su verano acababa de complicarse.

 

Notas finales:

Tres historias a la vez, voy a morir, pero de gusto.

 

Si os ha gustado el inicio, os digo que habrá más, una actualización a la semana todos los miércoles para ser más precisos.

 

Ojalá os guste.

 

Hasta la semana que viene.

 

Sara.


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