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Sugardaddy.com por Verde Lima

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Ethan se frotaba las manos contra la tela de su pantalón, sudaba copiosamente pero a la vez tenía frío.


Se estaba arrepintiendo de haber ido, ¿qué hacía él allí?


A sus 19 años Ethan se consideraba alguien totalmente inexperto tanto en sexo como en negocios, y aquello era la combinación de ambos.


Todo comenzó con David, su mejor amigo y causa de sus mayores locuras siempre.


Ethan y su hermano habían descubierto que tras la muerte de su padre, al que llevaban años sin ver, este los había dejado completamente endeudados.


John, seis años mayor que él lo había criado cuando su madre murió, estudiaba y trabajaba para poderlos mantener. Ethan actualmente estaba estudiando su carrera de Química gracias a su hermano, este se había tenido que ir a trabajar a Edimburgo dejándolo en una residencia de estudiantes en Londres junto a David.


Cuando ambos se enteraron de la cantidad a la que ascendía la deuda de su padre, sintieron como un agujero negro se abría bajo sus pies. Ellos no podrían pagar esa deuda ni aunque ambos trabajaran y dieran todo lo que conseguían para pagar al banco.


John le aseguró que él no debía preocuparse por nada, él encontraría la solución, Ethan solo debía concentrarse en estudiar. Pero las enormes ojeras en el rostro de su hermano y los temblores en sus manos no le dejaron tranquilo.


Buscó un trabajo a tiempo parcial, si su hermano había podido hacerlo él también debería de poder. Pero el sueldo no daba ni para pagar su matrícula.


Fue entonces cuando a David se le ocurrió la genial idea, aquella que lo había llevado ahora a estar frente a la enorme puerta de madera noble con sus manos sudorosas y las piernas temblando.


—Te he abierto un perfil en sugardaddy.com—le dijo David solo un par de días antes.


—¿En dónde?—preguntó él sorprendido.


—Es una página donde puedes encontrar benefactores a cambio de algunos favores—le dijo tranquilamente—. Que dejes tus estudios no va a hacer que puedas pagar la deuda, esto sí.


—¿Por qué me da la sensación de que no me va a gustar?—le cuestionó Ethan.


Los ojos grises de su amigo brillaron como el gato que esconde algo entre sus patas.


—Tienes un candidato que te ha mandado un mensaje—dijo David girando su ordenador portátil.


Ethan miró la pantalla viendo una foto suya que no recordaba haberse tomado, en ella se le veía sumergido en sus lecturas, rodeado de libros, con un lápiz entre los labios y su melena corta y negra alborotada, se le veía algo que jamás se le hubiera pasado por la cabeza pensar sobre sí mismo, "sexy".


Su apariencia se le asemejaba más a rayando lo insulso, y esa instantánea había captado algo que ni siquiera entendía cómo conseguir.


—Olvida la foto y lee el mensaje.


El mensaje venía acompañado de una foto de un torso fuertemente trabajado, pero sin rostro. Se centró en el mensaje como le pidió su amigo.


A medida que iba leyendo sus mejillas se iban coloreando y su boca desencajando.


Lo leyó dos veces por si se había equivocado, pero no, no había leído mal.


—¿Este tipo piensa que soy un prostituto?—le dijo a su amigo enfadado.


—No seas tan literal, él es un hombre que quiere tu compañía a cambio de determinados favores.


—David, aquí pone:


"Tus estudios y cualquier gasto o deuda que tengas se te cubrirán a cambio de dos condiciones:


Vivirás conmigo en mi casa todo el tiempo que nuestro trato dure.Estarás dispuesto a tener relaciones sexuales siempre que yo quiera."


Ambos amigos se miraron, pero David solo se encogió de hombros.


—¿Estás loco?—le preguntó Ethan completamente enfadado levantándose.


—Vamos, este sitio es seguro, y puedes probar, te ofrece un periodo de prueba de dos semanas, y mira las fotos de su perfil, el tío está buenísimo.


—Tú has perdido la cabeza...


—Y tú te estas quedando sin opciones, ¿o es que el último banco al que fuiste quiso darte un crédito? John ya no puede pedir más dinero prestado, yo esto lo veo dinero fácil—dijo David.


—¿Tú ves normal acostarte con desconocidos por dinero?


—No serían desconocidos, sería solo uno, los daddy no son tipos sádicos, solo quieren cuidar de ti y consentirte.


—A cambio de sexo...


—Bueno, el sexo no es nada malo que yo sepa.


—¿Tú cómo sabes tanto sobre esto?—preguntó entrecerrando sus ojos negros Ethan.


David sonrió tímido, algo que el chico no era ni había sido en su puñetera vida.


—Bueno, he probado un poco, y te digo que es bueno. Pruébalo, no pierdes nada.


Ethan dudaba en que no perdieras nada con un trato de ese tipo, un hombre como ese ¿por qué querría hacer algo así? A su modo de ver podría tener sexo sin recurrir a toda esa basura.


Quizás era realmente feo, por eso no mostraba su rostro en ningún momento.


No hacía más que darle vueltas al asunto, amaba su carrera era en lo único que había sido bueno en su vida, y amaba a su hermano más que a nadie en el mundo. Quizás pudiera ayudarlo, John se merecía vivir mejor de lo que lo hacía ahora.


Estaba completamente loco, lo sabía, y se iba a arrepentir. Pero se colocó delante del teclado del ordenador.


—¿Qué pongo?—preguntó a su amigo, este sonrió todo dientes, era amigo de un lunático, más tarde o temprano le envolvería en una de sus locuras.


—Vas a concertar una cita donde podáis hablar del tema, y si no te gusta no aceptas y punto.


Y así es como Ethan se encontraba aún frente a la puerta de ese restaurante tan caro al que jamás se hubiera imaginado ir.


Tomó una fuerte respiración y se armó de valor, él no era ningún cobarde.


Entró y preguntó por una mesa reservada a su propio nombre.


—Su acompañante ya está en la mesa, pase por aquí—le dijo la mujer que lo llevó hasta su mesa.


En ella un hombre de unos 40 años estaba sentado de cara a él, no, su problema no era su rostro. De facciones finas, casi podría decir aristocráticas le miraba de un modo fijo, pero eran su ojos, sus ojos grises rodeados de espesas pestañas, lo que le daban un aire duro.


La mujer desapareció cuando ambos llegaron a la mesa, el hombre se levantó, más alto que Ethan por más de 10 centímetros iba elegantemente vestido con un traje de chaqueta que parecía hecho a medida.


Su mirada lo estudiaba evaluándolo, y Ethan tuvo casi el impulso de cubriste a sí mismo, pero mantuvo sus puños pegados a sus costados.


—Toma asiento—le dijo con una sonrisa, pero no era una sonrisa amable, no una que le llegara a los ojos, sino la que te daría una pantera antes de devorarte.


Ethan se sentó en el lugar que le había indicado y miró por un momento al rededor, la mesa estaba estratégicamente ubicada para que nadie pudiera verles.


¿Coincidencia?


—Me he atrevido a pedir para ambos, espero que no te cause molestia.—Ethan tan solo negó, mejor, seguro que no sabría ni qué pedir en un sitio como ese acostumbrado a vivir de comida basura.


—¿Tienes alguna pregunta?


—Sí, usted sabe mi nombre, ¿cuál es el suyo?—preguntó Ethan algo incómodo.


—Mi nombre es Samuel, Samuel Hereford—dijo con una de sus ya características sonrisas.


 


 

Notas finales:

Hola, a las que me seguís de mi otra cuenta quizás os suene familiar.

 

 

 

He decidido convertirlo en un original, porque cuando lo escribía ya me los imaginaba prácticamente así.

 

 

 

Espero que os guste, y al estar ya escrita tan solo tengo que hacer algunas correcciones y la iré subiendo cada vez que tenga uno listo.

 

 

 

Nos leemos.

 

 

 

Sara


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