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Buscando la belleza por OldBear

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Sharon se cruzó de brazos detrás de su escritorio, dejando los papeles en los que trabajaba a un lado. Escuchaba las palabras de Wanda atentamente acerca de no tener dinero, aunque ya se conocía todas las excusas de la pelirroja acerca de por qué el sueldo no le alcanzaba para llegar a fin de mes y pagar sus deudas. Todas aquellas excusas las daba envuelta en un vestido de diseñador y con el perfume —si la nariz de Sharon no fallaba— de Chanel; y no quería comprender que debía dejar de comprar ropa tan costosa cada semana. Eran alrededor de las tres y media de la tarde y la pelirroja tenía unos veinte minutos frente a ella, suplicándole que le prestara dinero hasta que pagaran ese mes.

—Ya te he prestado mucho dinero, Wanda. Antes de pedirme más deberías pagarme lo que me debes.

— ¡Sharon, pero es que no tengo nada! —Se quejaba Wanda, agitando repetidas veces su cabello—. El sueldo miserable que me pagan aquí no me alcanza para nada.

Sharon arrugó la nariz, siendo que ella fue la que le puso un sueldo a su amiga por encima de lo normal para aquel puesto de asistente.

— ¿Y si dejas de comprar ropa y zapatos y te pones a pagar tus deudas primero? —su tono de voz fue seco e hiriente pero no pudo evitarlo —. Digo yo, así no tienes que venir donde mi para que te preste dinero tantas veces.

Wanda se cruzó de brazos, herida por aquellas palabras.

—Pero Sharon ¿Cómo mantendré mi estatus si ando repitiendo ropa y zapatos? El problema es el sueldo. Tú estás bien porque tu sueldo es excelente, de persona adinerada y no necesitas andar mendigando.

—Pero si ganas más que cualquier asistente.

— ¿Y yo soy una simple asistente? —se señaló a sí misma, su cara adquiriendo un rictus de asco enorme—. Alguien como yo debería estar en un puesto más alto. Me da asco hasta que me compares con los demás asistentes del club de los raros.

Sharon levantó las manos en son de paz, no queriendo iniciar una discusión con Maximoff que sabía no iba a ganar.

—Ya, perdón, lamento haberte ofendido de esa forma. —Expresó con una media sonrisa—No te volveré a comparar con ellos.

—Más te vale. —Ella pareció calmarse ante esa disculpa, y se inclinó en el escritorio para acercarse a la rubia—Además, yo no ocupo un espacio entre ellos, están completos ya.

— ¿A qué te refieres?

—Tienen de todo — dijo Wanda con una sonrisa completa, y levantó los dedos para irlos enumerando —: Tienen a Quill, el gordo; al enano cornudo de Barton; y a tu asistente, la “pitonisa del espacio” con nombre horrendo, hablas dos segundos con ella y te explota la cabeza.

Sharon se rió ante aquello, dándole la razón a su amiga.

—No te olvides del grandulón de Thor— agregó la rubia— parece leñador. Y cuando se para a un lado de Loki, que es muy esbelto, se ve todavía más grande y desgarbado.

— Y con esa cicatriz en el ojo se ve aun peor. Parece un pirata o un oso tuerto, —apoyó Wanda, conteniendo su risa para que no las escucharan desde fuera. Levantó un quinto dedo mientras seguía enumerándolos—. La prostituta de la recepcionista y el pobretón ojeroso de Sam Wilson, y ¿Cómo se llama el mensajero? También pertenece al club.

— ¿Bruce?

—Ese mismo, un enclenque pobre ¿y sabes que escuché? Que lo han visto en lugares de rehabilitación para alcohólicos. Ese tipo de personas siempre son un fracaso en la vida. Nunca llegan a nada. Al club solo le faltaba el feo, y para eso llegó el horrendo del asistente de tu novio.

—Horrendo y creído, —afirmó Sharon echándose para atrás en su silla— porque aparte de feo, tiene un aire de superioridad. Debería aprender su lugar.

—Por eso no debes compararme con ellos. —Sentenció Wanda, moviendo su cabello con una mano—. Yo soy bella, tengo más gastos. Por favor Sharon, ¿sí? Préstame algo.

Sharon suspiró y tomó su bolso de su escritorio para buscar su chequera.

—Está bien, pero será la última vez.

—Prometo devolverte desde que me paguen el sueldo.

 

 


 

 

Natasha suspiró quizás por décima vez en aquel día, tomó el espejo de su bolso y se miró disimuladamente en él, comprobando que su maquillaje estaba perfecto.

Por lo menos el golpe de su ojo no era tan grande como pensó que sería, pero aun así tuvo que utilizar una buena cantidad de maquillaje y la ayuda de Gamora —que sabía maquillar a la perfección — para poder cubrir el golpe. Ella era la recepcionista de Shield y no podía estar con un ojo morado recibiendo a las personas.

Después de que Banner la sacó a ella y a Leonid de la casa Romanoff los llevó sin decir una palabra a su casa. Leonid se olvidó del incidente rápidamente cuando se dio cuenta que estarían un tiempo con Bruce, pues el niño adoraba a Bruce y pasar tiempo con él. En cuanto a las heridas de Natasha, estas no eran graves, por lo que decidió no ir al hospital.

Natasha no sabía que iba a hacer. No tenía dinero para alquilar nada, y no podía simplemente ir a cualquier sitio teniendo a un niño de diez años. Pero Bruce, adivinando sus pensamientos, le dijo:

—Siempre te he dicho que puedes quedarte aquí en mi casa. Es pequeña pero tiene dos habitaciones. Además sabes que no te impondría nada, seguimos siendo mejores amigos y no puedo dejar que Leonid no tenga un lugar donde quedarse. Si bien no soy su padre, sabes que lo quiero como a mi hijo.

Romanoff aceptó diciendo que pagaría el alquiler y Bruce, aunque quiso negarse a aquello, terminó cediendo, pues nadie le gana a Natasha en una discusión.

Todos sus compañeros se enteraron de su situación en la hora de la comida, cuando se reunieron en el Helicarrier. En ese momento, Gamora la había visto con los ojos entrecerrados, preguntándole sin palabras acerca de lo qué pensaba hacer con su situación con Bruce, pero Natasha realmente no sabía lo que iba a hacer.

Y mataba por saberlo.

 

 


 

 

A eso de las cinco se reunieron Steve, Bucky y Tony en la sala de juntas con el resumen de las cuentas y los balances pendientes. Realmente iban mal, muy mal. El haber tenido que lanzar una colección de moda con las telas costosas, si bien sabían que la venderían toda, por el momento les había dejado sin un centavo. El déficit de dinero seguía siendo demasiado grande y con solo dos días de haber salido la colección necesitarían buscar alguna otra fuente de ingresos para pagar la nómina de ese mes. Lo más probable es que tendrían que pedir un préstamo a un banco, pero con las deudas sin pagar que tenían los bancos no estaban dispuestos a colaborar con ellos. Además, aunado a todo aquello, aun si vendieran toda la colección seguirían teniendo deudas grandes, por lo que por el momento debían manejarse con pinzas.

Era una situación más que estresante. Y a todo eso, a Steve se le sumaba el hecho de que tendría que enamorar a Tony esa misma noche. Ya no podían dejar pasar más tiempo. Su mente divagaba entre las palabras de su asistente y el pensamiento de que pronto tenía que besarlo.

Y eso no le dejaba concentrarse en nada.

Era ya bastante tarde, incluso Sharon había ido a la sala de juntas a despedirse de Steve y mirar a Tony con mala cara. Tony tuvo que llamar a su casa para avisar a sus padres y que Howard no se volviera loco —aunque su padre protestó de todas formas—. A eso de las once Bucky le hizo a Steve una seña con la cabeza, indicándole que era hora de iniciar el plan.

— ¿Saben qué? Deberíamos tomarnos un rato de descanso y comer algo. —exclamó Bucky, estirándose ligeramente en su silla —. Estamos en una situación bastante estresante y nos estamos abrumando.

—Si —apoyó Steve, sintiendo aumentar la presión en él —. Creo que deberíamos salir a comer algo.

—Oh bueno, los espero en mi oficina—dijo Tony, entendiendo que ellos saldrían a comer algo juntos.

—No Tony—le corrigió Bucky—Tú también debes salir con nosotros. Seguramente también estarás cansado. Iremos los tres a comer algo.

— ¿Yo también?

Bucky le sonrió mientras se acercaba a él.

—Sí, claro. Sal con nosotros a buscar algún lugar para comer algo.

—Pero a esta hora no creo que encontremos algún sitio como el que piensa. —dijo revisando su celular. Eran más de las once y no creía que alguna cafetería estuviese abierta a esa hora.

—Ya veremos que encontramos. —le dijo el vicepresidente afianzando su sonrisa—. Ve y recoge tus cosas.

Tony asintió sin estar demasiado convencido y recogió los papeles de la mesa para llevarlos a su oficina. Tomó sus cosas y se dirigió al ascensor, donde ya lo esperaban sus jefes. Entró en el ascensor junto a ellos para descender al estacionamiento, sin tener idea de lo que le esperaba. Él se fue en el auto de Steve mientras el vicepresidente tomaba su propio vehículo; no entendió por qué habían usado ambos autos si volverían de nuevo a la oficina.

Rogers encendió la radio mientras conducía detrás de su amigo guardando completo silencio, concentrándose en lo que pronto tendría que hacer. Tony no parecía notar su nerviosismo mientras utilizaba su teléfono y eso le tranquilizó. Cuando vio que Bucky se estacionó frente a un bar grande, supo que el momento había llegado.

La música estaba tan alta que incluso podía escucharse desde fuera del recinto. Steve aparcó frente al bar en silencio, sin decirle ninguna palabra. Ambos se bajaron del auto y vieron a Bucky unírseles, quien se había estacionado un poco alejado de ellos.

— ¿No les dije que conocía un sitio abierto? —sonrió Bucky.

Tony tuvo que morderse la lengua para no emitir ningún comentario. Un bar no era ni de cerca parecido a una cafetería o restaurante, pero supuso que ya debía estar acostumbrado a las locuras del vicepresidente de Shield.

Sin importar que era lunes el sitio estaba lleno, con las personas que entraban y salían del lugar. Steve levantó una ceja mirando a su amigo, ellos dos eran los únicos en aquel lugar vestidos de saco y corbata, pero Bucky le hizo una seña y le dijo que se olvidara de eso y acercándose lo suficiente para que Tony no escuchara, le susurró:

—Recuerda que debes concéntrate en otra cosa.

Y eso provocó que Steve se estremeciera.

James fue el primero en entrar y serpenteó entre las personas que bailaban e iban de un lugar a otro hasta dar con un booth* desocupado junto a la pared, en un rincón bastante favorecedor para sus planes. El lugar tenia las luces bastante atenuadas con una mezcla de colores oscuros, la música ensordecedora y las personas bailando sin prestarle atención a su alrededor era lo necesario para que Steve no se sintiera observado y pudiera tener más confianza.

Barnes le hizo una seña a Tony para que se sentara primero, y Steve se sentó a su lado junto al pasillo. Bucky se sentó frente a ellos, con una sonrisa que pretendía ser de apoyo a su amigo, pero que Steve vio como una simple burla.

—Y bien… ¿Qué ordenamos?

Steve pensó que lo que iba a hacer necesitaba algo más allá del Whiskey y tuvo que pedir un Vodka. Bucky lo miró, si bien parte del plan era que se mareara ligeramente por el alcohol, tampoco debía de emborracharse o arruinaría todo. Tony pidió una soda, pensando que era extraño que sus jefes pidieran una bebida tan fuerte cuando solo se estaban tomando un receso antes de volver a la oficina.

La conversación fluyó principalmente a cargo de Barnes, quien le hacía preguntas triviales a Tony acerca de la empresa, mientras que Steve solo respondía con simples monosílabos o asentimientos de cabeza al tiempo que se aferraba de la botella y llenaba su vaso cada cierto tiempo.

No era tonto, tampoco caería en un coma etílico por vodka. Solo bebía lo suficiente para estar aturdido, aunque, por la neblina de su mente, quizás había bebido demasiado rápido.

De pronto Bucky miró su teléfono y colocó una expresión de asombro, la cual Steve supo que era la señal para marcharse.

—Debo irme —exclamó poniéndose se pie.

Tony por su parte entendió que se irían los tres juntos, lo cual era lo más lógico. Era obvio que ya no volverían a Shield, así que también comenzó a ponerse de pie.

—Nosotros nos quedaremos otro rato— dijo Steve mirando a Bucky, pero era claro que el mensaje estaba dirigido a su asistente —. Nos vemos mañana Bucky.

Tony miró a su jefe con asombro. ¿Acaso estaba diciendo que se quedarían los dos solos en aquel lugar?

—Pero creo que deberíamos irnos también —comentó, no queriendo quedarse solo con Steve en aquel sitio —. Es bastante tarde ya y…

—Tonterías —Barnes cortó cualquier excusa que el asistente estaba a punto de decir con una sonrisa —pueden quedarse otro rato y relajarse después de tanto trabajo. A mí me gustaría quedarme, pero recordé que… tengo un compromiso que no puedo romper.

La sonrisa de Bucky era amplia, y su expresión estaba diseñada a que el asistente no notara nada de lo que tramaban.

—Quédate, yo te llevaré a casa ¿O es que acaso te molesta quedarte conmigo, Tony? —preguntó Steve para terminar de convencerlo.

Rogers en verdad deseó que Tony respondiera de forma afirmativa a esa pregunta pues, si a Tony no le gustaba su compañía de esa forma, podrían abortar ese plan, pues tampoco era cuestión de obligarlo. Pero Tony negó y se sentó con una tímida sonrisa. Y fue inevitable darse cuenta tanto para Steve como para James de que a aquel joven le gustaba su jefe.

Bucky le hizo un pequeño asentimiento a Steve antes de irse y dejarlo solo.

En otro momento la compañía de Tony no le sería incómoda, pero en aquel preciso instante, sabiendo lo que tendría que hacer, se estaba sintiendo verdaderamente fastidiado.

— ¿Sigo hablando del proyecto? —preguntó Tony de repente unos segundos después, intentando volver al tema que tenían antes de que Bucky se fuera.

Steve le dio otro trago a su vaso y se aclaró la garganta antes de girarse ligeramente a Tony, sabiendo que tendría que poner el plan en marcha.

—No, no. Dejemos el trabajo de lado por un momento ¿quieres? Me gustaría hablar contigo de otra cosa.

Tony asintió sintiéndose ligeramente cohibido por la repentina seriedad de Rogers, pero esperó pacientemente a escuchar lo que el otro quería hablarle.

—Quiero que hablemos de nosotros. —Tony lo miro sin entender y Steve siguió —, quizás pienses que yo soy de ese tipo de jefes que no se fija en lo que sus empleados hacen, pero no es así.

—Yo lo sé, — sonrió, había estado asustado creyendo que había cometido algún error—. Jamás he pensado en eso. Sé que tiene mucho trabajo y no lo culpo que no se fije en ese tipo de cosas.

— Tutéame, a veces lo haces y créeme que este es un buen momento para hacerlo. Además sé muy bien que no sabes a que tanto me refiero. Yo me fijo mucho en ti, en lo que haces por mi cada día. Y sé qué haces mucho, demasiado y… bueno, ese tipo de cosas no pasa desapercibido. Y tendría que ser una persona sin corazón para no sentir algo por eso. Tú has terminado siendo una persona muy especial para mí.

No podía negarlo, eso le hizo sentir bastante bien. Nunca se imaginó que Steve le dijera algo así.

—También se ha… —carraspeó, corrigiendose—. También te has convertido en alguien especial para mí.

El problema era que Tony no sabía exactamente a lo que su jefe se refería, así que este, para reforzar un poco sus palabras, estiró la mano y sus dedos tocaron los de Tony, haciendo que este sintiera un ligero escalofrío.

—Me da la impresión de que no entiendes lo que te quiero decir.

—Creo que no deberías tomar más. —Tragó duro, alejando su mano de la otra, jugueteando con el vaso de soda para ocultar sus nervios —. Ha sido mucho alcohol por una noche y tienes que conducir. Quizás lo mejor es que nos vayamos.

Steve pestañeó varias veces, pareciendo confundido.

— ¿Te quieres ir? ¿Acaso te sientes incomodo conmigo?

—No, no es eso. — Exclamó rápidamente, viendo fijamente a su jefe —. Es solo que mañana hay trabajo, tiene que conducir y principalmente su novia lo está esperando seguramente.

Steve hizo una mueca ante la palabra novia, y volvió a servirse otro poco de alcohol en su vaso.

—Además, —continuó Tony, ignorando aquella mueca —este quizás sea un sitio al que venga mucho el señor Barnes, pero no usted… perdón, no tú. Sé que eres de sitios más elegantes y que quizás no esté tan bien acompañado como quisieras.

Rogers bufó ante eso, tomando otro trago para ocultar su expresión. Se quitó los lentes y los colocó encima de la mesa. Aun entre la oscuridad y las luces púrpura del lugar Tony pudo ver los ojos de su jefe con más claridad cuando este, de la nada, comenzó a inclinarse hacia él.

—Te equivocas en todo lo que has dicho. Quizás Sharon me espere, pero yo no me muero por verla, te lo aseguro. — Por lo menos, entre todas las mentiras que diría, esa era la única verdad —. Sí tengo que conducir, pero no estoy tan ebrio como crees. Este lugar puede no ser elegante, pero no me desagrada, me parece… ideal. Y en cuanto a la compañía, créeme —se acercó más a Tony, casi acorralándolo contra el respaldo del asiento, haciendo que su aliento golpeara su cara— pienso que es la mejor compañía que podría tener.

Tony intentó alejarse un poco de Steve, pero a su espalda solo tenía el respaldo del Booth sin más espacio. Tomó su vaso de soda y bebió lo que restaba, intentando no prestarle atención a su jefe. Sentía su corazón acelerado, sí, pero no podía dejarse llevar. Pensaba que todo aquello debía ser un gran malentendido por el estado de ebriedad del presidente de Shield.

—Creo que sí esta tan borracho como pienso—dijo con una sonrisa nerviosa —. Ya está diciendo cosas extrañas.

— ¿Qué tiene de extraño que sea sincero? Es la verdad. Tu compañía me gusta, me encanta, tu cercanía me vuelve loco. — Forzó una sonrisa seductora, de esas que usaba con las modelos que conquistaba —. Te diré algo, no sé lo que pasó, pero de una forma increíble te has vuelto indispensable para mí.

Steve se enderezó ligeramente para tomar de su vaso, dándole un respiro a Stark.

—Soy indispensable por el trabajo que hago —dijo Tony, aprovechando el momento de respiro —. Es solo por la eficiencia. Pero si alguien más con igual de capacidad tomara mi lugar también se volvería indispensable.

—Es que no me has entendido bien, Tony. No te has vuelto indispensable como mi asistente, — hizo una pausa, con sus ojos azules fijos en él— sino de una forma distinta, más… física.

Aquello lo sorprendió tanto que sus siguientes palabras salieron con un ligero temblor de sus labios: —No creo que debería seguir tomando, deberíamos irnos.

—No, de ninguna forma. Yo necesito decirte todo lo que tengo atorado aquí —se señaló el corazón con una mano, dando dramatismo a sus palabras —. Y es que desde que yo supe que tenías novio…

—Que Strange no es mi novio.

—Bueno, no importa — dijo de mala gana. Nadie le quitaría la idea de que Strange era su novio —. Desde que ese tal Strange apareció algo en mí cambió. Era algo que nunca, jamás, experimenté. Una incomodidad, una desdicha a todas horas. Y pensé “¿Qué será esto?” ¿Y sabes a que conclusión llegué? — esperó a que Tony le respondiera, pero este solo negó con la cabeza —, concluí que tenía celos. Yo tengo celos de Stephen Strange, porque para mí él es tu novio.

—Señor, esto es una broma muy fuerte.

— ¿Alguna vez yo he bromeado Tony?

¿En verdad podría ser tan desalmado para engañar a alguien así? Con las modelos con las que salía siempre les advertía que sería algo de una noche. Sharon sabia en lo que se metía cuando quiso salir con él. Él le había dicho que no era hombre de una sola mujer y ella aceptó el reto de cambiarlo. Pero con Tony sería diferente, con él la mentira sería completa y total.

—Me gustas—dijo finalmente.

Tony se quedó congelado, hasta que pareció entender lo que estaba sucediendo y sonrió, creyendo que había entendido lo que su jefe quiso decir.

— También me gusta trabajar con usted.

—No, no. Eso no es lo que quise decir. Me refiero a que me gustas de gustar.

Lo intentó, Tony realmente intentó buscar alguna salida de aquella situación. Sabía que su jefe solo estaba ebrio y que él no debía malinterpretar aquellas palabras, pues era ilógico pensar que un hombre como Steve Rogers podría enamorarse de alguien como él.

—Somos amigos, supongo que es por eso.

—No, maldición —exclamó, siendo incapaz de controlar aquella palabra obscena— me gustas de esto.

Acortó la distancia que los separaba y, bajo la incrédula mirada de Tony, Steve tomó toda la fuerza que pudo reunir y unió sus labios en un beso.

Tony cerró los ojos, incapaz de creer que aquello que estaba sucediendo era real y no un sueño. Pero el olor del perfume de su jefe se sentía demasiado real, y el sabor del vodka en sus labios también. Y sus labios… soñó demasiadas veces con probar los labios de Steve Rogers, y ninguno de esos sueños podía compararse a la sensación que estaba teniendo en ese momento.

Aquel beso era real.

Steve se separó ligeramente de él, dejando a Tony un segundo de respiro.

— ¿Qué hizo?

Steve mordió su labio inferior, saboreando por un momento el beso más amargo que había dado en toda su vida.

—No puedo negarlo más. Tú me gustas demasiado. Todo este tiempo trabajando contigo, tu cercanía, tú forma de ser. Creo que me he vuelto loco pero…

Tony estaba sorprendido y su corazón latía a mil, pero debía concentrarse en la cruda realidad. Ese beso había sido real, pero aquello era un completo error.

—No está loco, solo ebrio. —cortó a su jefe, sin miedo a sonar irrespetuoso —. Creo que debería dejar de hablar y deberíamos irnos de aquí y olvidar esto.

Tony lo empujó repetidas veces hasta que Steve cedió y se puso de pie para dejarlo levantar. Quiso retenerlo, pero Tony no escuchaba razones y salió del lugar casi corriendo. Steve perdió mucho tiempo pagando la cuenta cuando el mesero se acercó a él y, para cuando salió del bar, ya Tony se había marchado.

— ¿Qué hice? —murmuró para sí mismo.

Metió las manos en el bolsillo de su pantalón y caminó hasta su auto, sintiéndose la peor persona en la faz de la tierra. Estaba jugando con los sentimientos de la persona que lo había ayudado en tantas cosas, y no había forma de encontrar ninguna excusa que validara aquello.

Llegó a su departamento, sabía que Sharon lo estaba esperando en él, y no le sorprendió encontrarla despierta en la cama, viendo la televisión. Le había dicho por mensaje que saldría con Bucky y Tony a comer o a tomar algo, pues el olor a alcohol era algo que no podría ocultar.

Se deshizo de sus ropas para darse un rápido baño y subirse a la cama, sintiendo todo el cansancio recaer en él. Pero Sharon tenía otros planes y los demostró cuando lo abrazó inmediatamente se unió a ella en la cama.

—No estoy de humor hoy. —Le dijo Steve con voz suave, alejándose un poco del abrazo de su novia, acomodándose mejor en la cama.

Sharon lo miró elevando una ceja. La única luz de la habitación venia del televisor encendido, pero le era suficiente para ver la expresión agotada de su novio.

— ¿Tan bien hizo su trabajo la otra que no te quieres acostar conmigo?

—No empieces Sharon, en verdad no estoy de humor hoy. Estoy cansado.

—El cansancio nunca ha sido una excusa para que no lo hagamos —reclamó.

Ni el cansancio, ni sus peleas, ni que Steve hubiese estado con alguna otra mujer. Al final del día ellos siempre lo hacían sin importar qué. Era una forma de Sharon de saber que aunque existieran más mujeres, ella era la única por sobre todas en la vida de Steve.

—Pues hoy sí lo es —dijo girándose en la cama, dándole la espalda —. Buenas noches.

Sharon se quedó viendo la espalda de su prometido unos segundos, incapaz de creer aquello. Se dijo a sí misma que no le diera demasiadas vueltas al asunto y que creyera en aquellas palabras, en que su prometido estaba realmente cansado.

Debía creerlo, por lo menos de momento.

 

 


 

 

Tony tuvo la suerte de conseguir un taxi rápidamente cuando salió corriendo del bar, pues no tenía la fuerza suficiente para encarar a Steve después de aquel beso.

Se bajó del taxi rezando para que su padre estuviese durmiendo ya, así que abrió la puerta en silencio, haciendo girar la llave tan lento como pudo y cerrándola de igual forma. Pero de todas formas su padre estaba esperándolo en la sala, viendo la televisión con cara de hastió y se levantó en cuanto Tony cerró la puerta. Llevaba puesta la bata por sobre su pijama y una taza de café en la mano. Probablemente se había tomado el café para no permitirse dormir antes de ver llegar a su hijo.

— ¿Sabes qué hora es? —Preguntó Howard señalando su reloj— ¿Acaso tu reloj no funciona? Pasa de media noche. — Dijo remarcando sus palabras— ¿En qué viniste?

— En un taxi—respondió, sabiendo que su padre ya conocía el auto de Steve y que seguramente habría estado viendo por la ventana que había tras el sofá.

— ¿Sabes lo peligroso que son los taxis a esta hora? ¡Te secuestran, te violan y te desaparecen! —gritó elevando los brazos. No eran horas para estar gritando, pero poco le importaba. —Es que en primer lugar no debes estar fuera de tu casa tan tarde. No señor. El diablo anda suelto en las calles después de las 9 de la noche.

—Calma Howard—decía María, bajando del segundo piso envuelta en una bata. —Ya está aquí. Y nos avisó que estaba trabajando con sus jefes.

María se posicionó al lado de su hijo, dándole apoyo contra su iracundo padre.

—Ese Steve Rogers es un esclavista. —Exclamó cruzándose de brazos— Mira que se lo advertí, que te tratara mejor, pero sigue abusando de tu tiempo. Además me lo manda en un taxi, ¿Por qué no lo trajo él? Claro, como no es su hijo no le importa que esté en peligro a estas horas de la noche.

—No es para tanto papá. Además no estuvimos trabajando hasta tarde, me invitó a cenar junto con el vicepresidente.

María sonrió ante eso, alegre de que su hijo pudiese compartir una cena con sus jefes, algo que veía muy merecido para su hijo tan trabajador.

— ¿Una cena? ¿A esta hora? — preguntó el señor Stark, mas furioso todavía. — Tony Stark, ¿En qué burdel fueron a meterte esos ejecutivos viciosos?

—Howard, ya basta. —Se quejó María cruzándose de brazos—conocimos al señor Rogers, se ve que es un hombre muy serio. Y ya sabes que tiene una prometida, no andaría metiéndose en sitios bajos, y menos con nuestro Tony. Seguramente lo llevaron a un lindo restaurante. —María se giró hacia su hijo, sonriéndole con cariño— Ve a dormir, debes estar cansado y mañana trabajas.

Tony asintió sonriéndole a su madre e ignorando los gruñidos de su padre. Subió las escaleras de dos en dos y se encerró en su habitación rápidamente. Se lanzó a la cama aun con la ropa puesta, su corazón latiendo a mil al haberse quedado solo y poder rememorar lo que había sucedido en el bar.

Steve Rogers lo besó. ¿En qué momento pensó que eso podía suceder?

Nunca, jamás se imaginó que aquello pudiera suceder más allá de en su imaginación.

Se tocó los labios, recordando la sensación que tuvo cuando los de Steve se posaron en los suyos.

Pero no, debía ser realista, aquello solo fue un momento de confusión por parte de su jefe. Él debía estar demasiado ebrio y estresado. Ellos compartían demasiado tiempo uno junto al otro y Steve simplemente se dejó llevar por la confusión del alcohol. Era eso.

Solo era eso.

A Steve le gustaban las mujeres bonitas. Su jefe era heterosexual.

Se dio la vuelta en la cama, abrazándose a la almohada, sabiendo que lastimosamente no podría repetir aquello y, esperando de todo corazón, que a la mañana siguiente Steve no se acordara de aquello, o que por lo menos no se enojara demasiado de haber besado a su feo —y hombre— asistente.

 


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