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Buscando la belleza por OldBear

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Capítulo 38. Los niños y los borrachos siempre dicen la verdad.

 

Steve pisó el acelerador casi con furia, acababa de dejar a Tony en su casa y una extraña sensación lo embargó por completo. “Esa sensación se llama culpa” dijo una pequeña y molesta vocecilla en su mente, a la que intentó ignorar a toda costa colocando la música de su auto lo más alto que pudo. Bufó para sí mismo cuando unas canciones románticas comenzaron a escucharse, sintiendo que era una cruel broma de la vida.

Apenas pudo escuchar el timbre de su teléfono cuando empezó a sonar, y tuvo que obligarse a tomar la llamada cuando vio el nombre de Sharon en la pantalla. Bajó la música y se orilló a un costado de la carretera para poder hablar.

— Hola Sharon.

—¿Y ese tono tan descortés? Aunque debo admitir que es un milagro que tomes mi llamada a la primera que te marco.

Steve rodó los ojos y se masajeó la cabeza con una mano, amenazaba con volverle a doler y esperaba que no, pues no podría volver a soportar otra jaqueca como la de aquella mañana.

—No comiences Sharon, ¿qué quieres?

—Saber si te dignas a venir a mi apartamento.

Sopesó sus opciones mientras veía a los autos pasar a un lado. No, no tenía ganas de ir. Lo que habría querido era ir directo a su apartamento y ahogar aquella espantosa vocecilla de "culpa" con un vaso de whisky, o con la botella entera. Pero lo mejor era ir y calmar aquellas aguas, pues no le convenía que Sharon se enojara de nuevo con él, ni que sospechara tampoco.

—Ire. Llegaré en unos quince minutos.

—Oh, ¿en serio? — fue más que notorio que ella no se esperaba aquella respuesta, pero su tono de voz cambió a uno más suave y seductor antes de agregar —: Bueno... te espero aquí entonces.

La rubia colgó rápidamente la llamada y Steve volvió a conducir con la música a todo volumen, decidiendo que hablaría con Bucky en la mañana, pues no le daría tiempo a llamarle y contarle todos los detalles antes de llegar con Sharon.

Se estacionó cuando llegó a su destino y subió por el elevador aflojando su corbata, sintiendo unas enormes ganas de beber un trago e ir a la cama casi de inmediato.

Pero quizás eso no estaba en los planes de su novia, pues al entrar al apartamento encontró las luces atenuadas y a ella esperando en una fina lencería negra —que sabía lo volvía loco— sonriéndole seductoramente.

La rubia se le acercó contoneándose delicadamente hasta llegar donde él, ella le había estado diciendo algo —algo sexy quizás —, pero él no escuchó absolutamente nada de aquella conversación. Por algún motivo se sentía sucio y solo quería ducharse. Quería quitarse los restos de un engaño que le estaban molestando como ningún otro. Por qué si, aquello era un engaño y, aunque con Tony solo había sido un beso, le pesaba.

—Necesito tomar un baño primero—le dijo interponiendo sus manos entre ellos, creando una ligera distancia.

—Pero así estás perfecto amor —respondió ella sin dejar de atacar su cuello. Buscó el aroma de algún perfume de mujer, pero no lo encontró —. Nunca te ha molestado que lo hagamos cuando llegas de la empresa o, si estás proponiendo algo mejor, puedo tomar un baño contigo.

—No Sharon, necesitó tomar un baño, solo.

Sharon se separó al escuchar aquel tono seco, muy diferente al de ella. Lo soltó sin decir una palabra y él aprovechó para escabullirse hasta el baño. Tenía algunas prendas en aquel departamento, por lo que tomó un pijama rápidamente y le puso el seguro a la puerta para evitar cualquier sorpresa. Estuvo bajo el agua caliente un rato, intentando pensar con claridad.

Estaba siendo demasiado obvio con sus acciones, no actuaba como normalmente actuaría si no hubiese nada inusual. Suspiró cuando cerró la llave y secó su rostro mirándose en el espejo del lavabo. Luego salió con resolución buscando a Sharon para besarla.

 

 


 

 

En el caso de Tony, cuando Steve lo dejó en la puerta de su casa necesitó de unos minutos para controlar la sonrisa boba que afloraba en sus labios sin que lo pudiese evitar.

¡Steve Rogers le había besado y le había pedido que estuviesen juntos! Sus manos temblaban al repetirse esas palabras en su mente y apenas pudo colocar la llave en el picaporte para abrir la puerta.

Por lo menos el tono de voz de su padre lo asustó lo suficiente como para que la sonrisa de su rostro al fin se controlara.

—¡Hoy por fin se dignó a llegar temprano el jovencito!

La voz de Howard se escuchó desde la mesa del comedor, y Tony caminó hasta la mesa para ver a sus padres cenando acompañados de un siempre dispuesto Strange.

—¿Y esa rareza que hoy no se fue a parrandear ? —comentó su padre mientras cortaba un trozo de carne— ¿O es que acaso vino a cambiarse de ropa para volver a salir?

No pudo evitar resoplar ante esas palabras. En gran parte eran verdad, pues no había estado trabajando todo el tiempo que llegaba tarde, pero no iba a permitir que su padre lo supiera.

—Papá yo no "parrandeo", cuando llego tarde es por qué estoy en cosas del trabajo. En la empresa tenemos mucho trabajo y cuando se acercan ciertas fechas, este aumenta y mi jefe me pide que me quede más tiempo.

—No le hagas caso Tony—dijo María callando las próximas palabras del patriarca. Le hizo una seña con la mano, indicando un sitio libre con un plato vacío —. Siéntate y acompañanos a cenar.

Gracias a las amenazas visuales de María, Howard se tragó cualquier otro comentario acerca de Tony llegando a deshoras del trabajo. Tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano por no pensar en el tema de Steve, en el beso y en su nueva relación, pues comenzaría a sonreír como un bobo y todos se darían cuenta. La conversación de sobremesa fue más sobre el tema de la liquidación de Howard, la cual aún no llegaba, y sobre cómo estaban planeando reunirse para protestar en aquella semana. Tony se preocupó por eso, pues sabía que su padre no tenía la misma energía para hacer una cosa de esas, pero la mirada que le dedicó su madre le hizo entender que ella no permitiría que él cometiera una locura.

Cuando terminó de comer y fue rechazado al ofrecerse a limpiar la mesa —pues María decía que él necesitaba descansar — subió a su habitación seguido de Stephen y de la advertencia de su padre de mantener la puerta abierta.

Obviamente cerraron la puerta.

—¿Entonces?

—¿Entonces qué?

—¿Me vas a decir por qué has tenido una estúpida sonrisa durante toda la cena?

Tony se asombró, pues pensó que había ocultado bien su emoción. Strange se lanzó en la cama sin miramientos, estirándose un poco. Tony optó por la silla mientras pensaba acerca de lo que podría decir.

Stephen Strange era su mejor amigo desde que podía recordar, podía confiar en él con los ojos cerrados y, si su memoria no le fallaba, jamás le había ocultado nada. Pero aquel tema era un poco complicado, ¿Cómo reaccionaría su amigo si le decía que se había besado y comenzado "algo" con un hombre que, además de su jefe, estaba comprometido? Quizás la reacción inicial de Stephen sería reírse de aquella historia al creerla una mentira, ¿Pero y luego? No tenía idea de cómo reaccionaría, y en verdad él mismo tampoco creía que lo que estaba ocurriendo con Steve fuera del todo real, así que optó por mantener el secreto por el momento y quizás, dependiendo como siguieran las cosas, podría contarle.

—Es solo que sucedió algo divertido en el trabajo, es todo. Te lo contaría pero no tendría la misma gracia, es un chiste interno.

—¿No será algo relacionado con tu jefe?—preguntó entrecerrando los ojos.

Tony se tensó por un segundo, pero se recompuso rápidamente para evitar que su amigo lo notara.

—¿Cómo el señor Rogers va a estar relacionado? Creo que te has vuelto loco Strange.

Stephen lo miró perspicaz, claramente dudando de sus palabras, pero decidió no preguntar más por el momento. Le pidió a Tony su computadora prestada para revisar unos correos, y el dijo que la tomara sin preguntar. En eso, Tony escuchó el sonido de la notificación de su teléfono y lo revisó, teniendo la ligera esperanza de que fuera de Steve, pero no. El mensaje era de Peter Parker, con quien había estado hablando. Se dedicó a hablar con el chico mientras su amigo seguía en la computadora, por lo menos eso le ayudaría a despejar su mente y no pensar en Steve mientras Stephen estuviese presente.

 

 


 

 

Clint cerró los ojos con exasperación, sin creer lo que estaba escuchando. Eran las diez de la noche cuando Laura tocó la puerta de su casa y pidió hablar con él. Los niños ya dormían, pero ella le dijo que era preferible así, pues no tenía mucho tiempo y no podría quedarse a hablar con ellos. Laura fue simplemente a decirle las palabras que menos esperaba escuchar de ella.

—Quiero vender la casa.

—¿Te has vuelto loca?

La expresión del rostro de la mujer era relajada, como si solo le estuviese comentando las noticias del día, como si no le estuviese diciendo lo peor que podría llegar a decirle.

—¿Por qué dices eso? La casa es tan mía como tuya, tengo todo el derecho de querer venderla y disponer de la mitad del dinero.

Ella se había sentado en el sofá de la sala de forma elegante, como siempre había hecho. Por un momento, por un minúsculo segundo antes de que ella le soltara aquella bomba Clint tuvo la ligera —ínfima— esperanza de que tal vez ella había ido para hablar de reconciliación; que tonto habia sido.

—La casa es mía Laura, mía y de nuestros hijos. Fue una herencia de mi madre.

Él estaba de pie, incapaz de tomar asiento o de quedarse estático. Daba pequeños golpecitos con el pie en el suelo, creyendo que con eso podía romper el sueño en el que estaba, pues le parecía que aquello podía ser solo un mal sueño o una mala, muy mala broma.

—Te recuerdo, Barton, que está a nombre de ambos, por lo que tengo todo el derecho de exigir que la vendamos y dividamos las ganancias.

Maldita fuera la hora en la que decidió poner la casa a nombre de ambos cuando la heredó. Pero en ese tiempo había estado demasiado enamorado de Laura y jamás pensó que se iban a separar y, mucho menos, que aquello ocurriera.

—Laura, aquí viven tus hijos. ¡Nuestros hijos! ¿Acaso quieres que nos vayamos a la calle?

—Podemos ver donde puedan quedarse,—dijo sencillamente— hay lugares más baratos.

—¡¿Quieres que meta a los niños en un cuchitril?!

Clint tuvo que respirar hondo al sentir que iba a hiperventilar, ¿es que acaso ella se estaba volviendo loca? Apenas podía pagar los servicios y las necesidades de los niños, y ahora le decía que quería quitarles el techo sobre su cabeza, que era lo único seguro que tenían. Clint solo pudo pensar en que iba a hacer ahora, Laura no le daba nada de lo que le correspondía, ni para comida o estudios, y ni siquiera para los pañales del bebé, ¡le daba lo mínimo! A lo mucho le compraba un par de juguetes a los niños o le daba algo cuando sencillamente se cansaba de escucharle rogar. ¿Y ahora él también tendría que agregar un alquiler a la lista de muchas cosas que no podría pagar?

—¿Para que mierdas necesitas el dinero? Ganas bien, ni siquiera cumples con tus obligaciones con tus hijos, ¿Porque necesitas vender lo único que me queda?

Ella se encogió de hombros sin darle importancia al tono cortado que tenía la voz de Clint.

—He estado teniendo unos problemas financieros, el trabajo ha estado un poco flojo y… surgieron unos gastos imprevistos.

Clint dejó escapar una risa dolida al escuchar la frase “gastos imprevistos”, pues sabía muy bien qué clase de gastos eran aquellos. A esa altura de la discusión ya no le importaba no volver a tener una esperanza con Laura, pero le enojaba sobremanera que ella ni siquiera sintiera remordimiento con lo que estaba haciéndole a los niños.

—Para seguir dando lujos a tu noviecito, ¿no es eso? —soltó sin importarle escucharse dolido frente a ella — ¿Qué quieres ahora? ¿Más joyas? ¿Un auto? —la mujer se mordió el labio inferior al escuchar aquello, demostrando que había dado en el blanco, y Barton sintió una opresión estremecer su pecho— Dios, Laura, ¿dejarás a tus hijos sin casa para comprarle un auto a él? ¿Es acaso una sucia venganza por que no firmé los papeles de divorcio?

Ella se levantó del sofá y tomó su bolso. No lo miró mientras caminaba hacia la puerta y, antes de irse y sin girarse, agregó:

—Lo que yo haga no es de tu incumbencia, ya estas advertido. Un abogado se estará comunicando contigo en la semana para el tema del divorcio y… de la casa.

Clint se quedó de pie en medio de la sala cuando ella se fue, sintiéndose impotente. ¿Que iba a hacer ahora? Sintió que sus ojos humedecerse ligeramente, pero secó sus lágrimas de forma discreta cuando la voz de su hija se escuchó a sus espaldas.

—¿Papá?

—Lila, ¿qué haces despierta?

La pequeña estaba parada en el medio del pasillo con su oso de peluche en una mano y el pelo despeinado.

—Creí escuchar la voz de mamá, ¿ella está aquí?

A Clint se le estrujó el corazón ante aquella pregunta, detestando que Laura los quisiera tan poco cuando sus hijos la querían tanto.

—No pequeña, fue solo algo que soñaste. ¿Por qué no vuelves a la cama?

—¿Puedes darme un vaso de agua primero?

Barton asintió y consiguió el agua para su hija, llevándola luego a la habitación que compartía con Cooper. El niño sí que estaba bastante dormido si se fijaba en el rastro de baba que dejaba en la almohada.

La niña le pidió que la arropara y él lo hizo, esperando un momento a que ella se acomodora antes de salir del cuarto. Pero, antes de dar media vuelta, ella le hizo una pregunta con voz somnolienta.

—¿Cuándo va a volver Quicksilver?

Clint había creído que Lila iba a preguntar “¿Cuándo va a volver mami?” como siempre preguntaba desde que Laura se había ido de la casa y ellos la veían muy poco, así que no pudo evitar asombrarse por el cambio de receptor.

Pero no lo pensó demasiado, después de todo el joven modelo había pasado bastante tiempo con los niños, y cada vez que los visitaba terminaba consintiéndolos con algo.

—¿Quieres ver a Pietro de nuevo?

—Sí, es muy divertido, además cuando él está cerca tú sonríes, y me gusta verte sonreír papi.

Lo último Lila lo había dicho en un suspiro antes de caer rendida nuevamente. Clint mordió su labio inferior mientras salía de la habitación sin hacer el menor ruido y decidió ir a su habitación a dormir, evitando pensar demasiado en lo que había dicho su hija.

Después de todo seguramente eran los desvaríos de una niña cansada.

 

 


 

 

Bucky revisó la hora en su teléfono antes de darle el último trago a su vaso. Después de dejar a Steve y a Tony solos en la oficina, y esperando que el plan estuviera marchando a la perfección, se encaminó a un bar a tomar un trago con unos amigos. Había tenido ganas de reunirse con Sam y estar los dos solos aquella noche, pero ya se había comprometido con esos amigos y no podía cancelarlo pues debido al trabajo en Shield tenía mucho que no los veía.

De todas formas el ambiente no estaba tan mal, eran cinco en total y habían ido a un bar bastante tranquilo a ponerse al día.

—Te lo digo Henry, —dijo uno de ellos, el que estaba frente a Bucky, llamado Tom— tú no conoces su fama porque no tienes mucho con nosotros, pero Barnes es el mejor conquistador que podrás conocer. Puedo apostarte que ha ligado más que todos nosotros juntos, y se te descuidas mucho, quizás termines en su cama también. Nunca lo he visto estar con una persona mucho tiempo, siempre he querido que me cuente su secreto, pero el muy bastardo no comparte.

—Parte de mi secreto es abrir los horizontes,—replicó Bucky levantando su vaso— ya te lo he dicho.

—Bah, ya lo intenté. Los hombres no son lo mío, pero deberías ayudarme con las mujeres.

Tom hablaba bastante achispado, demostrando que había bebido un poco más de la cuenta si recordaban que era día de semana. Alrededor de la mesa hubo exclamaciones de afirmación, confirmando a Henry que todos conocían el historial de Barnes, incluso uno de ellos susurró que también el historial de Steve Rogers —a quien ellos conocían— era bastante amplio. Bucky se preguntó en ese momento qué pensarían ellos si les decía acerca de Sam, e imaginó que seguramente morirían de la impresión.

Mientras pensaba en eso, Matt, quien estaba sentado a un lado suyo, levantó la mano en dirección a la entrada del bar e hizo una seña a alguien.

—Por fin llegó—dijo a los de la mesa. —¿Recuerdan que les dije que había invitado a un amigo? Aquí viene. Les presento a Remy LeBeau.

Bucky se giró con desinterés para ver al hombre que se acercaba a ellos y tuvo que contener la respiración para no soltar un suspiro. Era un trigueño hermoso, con ojos almendrados y una sonrisa encantadora que caminaba con un balanceo de caderas cautivante. El hombre sonrió al llegar a la mesa y saludó a todos antes de sentarse a unos dos asientos de Barnes, a quien miró quizás por un segundo más que al resto.

—Cierra la boca Bucks, estás babeando la mesa. —Le susurró Matt en el oído —. Si quieres te lo presento, vino de francia hace poco y casi no conoce a nadie, no creo que te moleste hacerle compañía.

Tom intentó levantarse de la mesa para ir al baño pero se tropezó con sus propios pies tirando su vaso sobre la mesa, nadie se ensució, pero el accidente permitió a Bucky fijar su mirada en el recién llegado un momento, sin esperar que este le mirara y le guiñara el ojo, aprovechando que todos prestaban atención al desorden de Tom.

Bucky perdió el aliento por un segundo antes de obligarse a dejar de mirarlo y beberse de un trago lo que quedaba de su vaso mientras alejaba todos los pensamientos que atravesaron por su cabeza. Pensamientos que solo deberían haber sido para Sam.

 


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