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Buscando la belleza por OldBear

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Capítulo 16. Para todos, hay un poco.

Un simple y nublado martes en la mañana…

De Natasha Romanoff o sobre los malos padres……..

—A ver Leonid, un beso a mamá.

El pequeño niño sonrió y se inclinó para besar a su madre en la mejilla. Natasha le hizo los toques finales a su uniforme y le dijo a este que fuera a la mesa a desayunar. Su pequeño ya tenía diez años.

Se vio en el espejo de cuerpo completo que tenía en la habitación y terminó de arreglarse para luego salir a la sala a buscar su cartera y encontrarse a sus padres.

— ¿Cuándo te vas a decidir a darle una vida como se debe? —dijo su padre con mala cara.

—Estoy trabajando en eso.

—Siendo una recepcionista de mierda no le darás nunca la vida que se merece. No pudiste ni retener a su padre.

—No me hables de ese.

Su padre hizo una mueca.

—Deberías irte y dejarnos la custodia a tu madre y a mí.

Tanto Natasha como su madre se quedaron sorprendidas ante esa oración. Natasha se llenó de rabia ante las palabras de su padre y, antes de cometer una locura y comenzar a pelear, tomó su bolso para buscar a su hijo y llevarlo al colegio y luego ir a Shield. Pero antes de irse dijo:

—Me sorprende que lo quieras tanto, duraste los 9 meses de mi embarazo, los putos 9 meses, diciendo que debía abortarlo y que era el error más grande de mi vida.

—Me equivoqué—dijo él—. El error no es él, eres tú.

Natasha no se quedó más tiempo y salió de la casa con Leonid.

Caminaron en silencio con dirección al colegio del niño hasta que este tiró de la mano de su madre para llamar su atención.

—Mami, ¿estas triste?

—No mi amor, solo estoy pensando unas cosas.

—Mira el cielo mami, ¿crees que llueva?

Natasha levantó la vista y se fijó que en verdad estaba muy nublado y seguramente llovería. Le hizo un asentimiento a su hijo y este sonrió, a Leonid le encantaba la lluvia.

Le preguntó a su hijo algo del colegio para que se entretuviera hablando un rato, pero no lo escuchó mucho pensando en su situación. Necesitaba salir de la casa de sus padres. Con urgencia.

Vivir con sus padres siempre había sido un desastre. A su padre nunca le parecían bien las decisiones que ella tomaba, le decía que era una fracasada y una perdedora. Natasha se enteró que el problema es que su padre siempre había deseado un hijo varón. La madre de Romanoff, Sasha, tuvo 5 abortos, los médicos decían que era peligroso que se embarazara, pero su padre, Dimitri Romanoff, decía que si no le daba descendencia la dejaría.

Sasha se embarazó de Natasha, pero fue un embarazo de alto riesgo y un parto difícil. Los médicos tuvieron que sacarle el útero cuando el sangrado amenazó su vida. Fue casi un milagro que las dos sobrevivieran a eso, pero a Dimitri le disgustaba que su única descendencia no fuera varón.

Quizás fue el mismo Dimitri que provocó que Natasha tomara decisiones estúpidas para alejarse de esa pesadilla. La chica era muy buena en la moda, y le habría encantado hacer una carrera acerca de eso, pero abandonó los estudios cuando le dieron la oportunidad de salir de su casa a los 17 años. Su novio, un tipo llamado Robert Drake, era muy cool y se veía muy enamorado de ella. Pero el amor le duró hasta dos años después, cuando se embarazó de Leonid. Robert le pidió que abortara, y Natasha por un momento pensó hacerlo.

Lo pensó, pero no quería para nada hacerlo, pues le había dado mucha ilusión saber que cargaba una pequeña vida en su interior. Seguramente habría caido ante las peticiones de su novio, si no fuera porque en ese tiempo había conocido a Bruce. El chico vivía cerca de ellos y se habían hecho muy amigos, era su paño de lágrimas cuando Robert se iba de fiesta sin decir nada, cuando la engañaba con otras chicas o cuando a veces le gritaba por no tenerle hecha la comida.

Bruce le dijo que no lo hiciera si no lo deseaba, que él mismo la ayudaría de ser necesario, habló tanto con ella que al final ella decidió tener a Leonid, y cada día se sentía inmensamente feliz de esa decisión. Por supuesto que eso hizo que Robert se enojara, incluso por poco y la golpea de no ser por la intervención de Banner.

Banner le ofreció que vivieran juntos como amigos para ayudarla con el bebé, y a Natasha le habría encantado, ella adoraba a su amigo, pero al quinto mes se le complicó el embarazo. Tenía que estar yendo a emergencias y comprando medicamentos y, aunque Bruce la estaba ayudando económicamente —Natasha no encontraba un buen trabajo porque ni siquiera terminó los estudios— ella no quería ser tanta carga para su amigo. Y volvió arrastrándose a pedir ayuda a sus padres.

Cuando llegó con ellos Sasha la abrazó con lágrimas en los ojos y Dimitri dijo:

—Te voy a recibir para que ningún vecino pueda decir que yo dejé morir a mi hija. Aunque créeme, me daría menos vergüenza una hija muerta que embarazada y abandonada.

Su padre se pasó el resto de su embarazo diciéndole que debió abortar y deseando que perdiera al bebé. Su madre la consentía lo más que podía a escondidas. Cuando el niño nació y Dimitri vio que era varón, su forma de ser hacia él cambio. Ahora quería al pequeño, pero seguía sin querer a Natasha.

Quizás por eso ella deseaba encontrarse con un hombre rico, con un príncipe que la tratara bien y que le hiciera ver que los hombres no eran todos iguales a Robert o a Dimitri.

Tenía a Bruce, el siguió en contacto con ella aunque a Dimitri no le agradaba del todo el hombre, incluso Banner fue quien le ayudó a conseguir el empleo en recepción un par de años después que Leonid nació. Ella sabía que le gustaba a Banner pero habían demasiadas cosas en su cabeza que le impedían concretar alguna relación mas allá de la amistad.

Natasha volvió a la realidad cuando Leonid se despidió de ella para entrar al colegio, ella le dedicó una sonrisa.

 

 


 

De Clint Barton o sobre los infieles….

Clint suspiró por décima vez cuando vio que Lila se había vuelto a despeinar. Le había hecho las coletas unas tres veces, pero a ella y a Cooper les encantaba jugar a las luchas mientras esperaban el desayuno, y él no podía hacer nada para que se detuvieran.

Por lo menos la bebé dormía tranquilamente. Adoraba a sus hijos, y daría la vida por ellos de ser necesario, pero ser padre soltero de tres niños pequeños era demasiado.

Había estado casado con Laura desde mucho tiempo atrás, amaba mucho a su esposa y ella a él, aunque no podía negar que solían discutir constantemente pero sin llegar a ofenderse. Cuando nació Lila, Cooper solo tenía tres años. Era un poco difícil cuidar de ambos mientras los dos trabajaban, pero Laura dijo que no dejaría su puesto de jefe de sección en una empresa de maquillaje pues era su puesto soñado. Clint comprendió y renunció a su trabajo —en donde tenía un horario muy cambiante— y consiguió empleo en Shield como asistente de gerencia financiera. Luego de unos años, nació Nina.

En Shield ganaba menos de la mitad de lo que ganaba en su antiguo trabajo, pero le daba más tiempo para estar con los niños por el horario fijo y así también podía encargarse de la casa. Incluso su jefe Killmonger le dejaba salir temprano cuando no había demasiado trabajo para que fuera a casa con sus niños. Se sentía complacido con todo lo que tenía y creía que las cosas serían felices para siempre, pero un buen día todo se fue a la mierda.

Laura comenzó a hablar a escondidas por teléfono, a mensajear mucho y a llegar tarde a casa. Al principio pensó que era solo su imaginación, pero conforme los días pasaban supo que no lo era.

Quill y Gamora le invitaron una noche a una salida de amigos, el aceptó con gusto y cuando fueron a un centro comercial se encontraron con que Laura también estaba allí, agarrada del brazo con un tipo.

Clint le hizo un escándalo y Laura sin mucha vergüenza le pidió el divorcio, echando a la basura siete años de matrimonio y uno de noviazgo.

El mayor problema había sido que Laura no solo quiso cortar relación con Barton, sino que también con sus hijos. Apenas si los visitaba o los llamaba, y mucho menos hablar de seguir ayudando en las necesidades de los niños. El sueldo de Clint no daba mucho para los tres niños y todas las necesidades básicas, y Laura casi no le quería pagar nada puesto que literalmente estaba manteniendo a su nuevo novio. Un chico de unos 23 años.

Clint le recordaba una y otra vez que eran hijos de ambos pero ella solo pasaba a llevarles unos juguetes, a darles un beso y se iba sin dejar ni un centavo.

—Maldita sea—dijo Clint cuando vio el recibo de la luz que había dejado sobre la mesa.

Terminó de preparar a sus hijos y salió de la casa no sin antes tomar el paraguas al ver lo nublado que estaba, pasaría a dejar a la bebé con una niñera y los niños al colegio y vería si más tarde podía hablar con Laura, la mujer tenía que responder.

 


 

 

 

Sobre Sam Wilson o acerca de las malas decisiones…………

Sam se frotó los ojos cuando el despertador sonó. Buscó su teléfono a tientas y revisó sus mensajes antes de levantarse. A través de la ventana sin cortinas se fijó en lo oscuro que estaba el cielo.

—Seguramente lloverá—dijo.

Tenía un WhatsApp de un número desconocido, era una nota de voz, pulsó el botón para escucharla.

—Sam—dijo una voz que conocía demasiado bien—desbloquéame por favor. Este es el numero de un amigo, he caído demasiado bajo escribiéndote por números ajenos tan solo porque no te permites darme una oportunidad. Vamos, sabes que yo te amo y que no volveré a lastimarte, déjame verte ¿sí? Vamos a cenar o al cine, donde tú quieras bebé, yo invito. Pero por favor ya desbloquea mi número, necesito hablarte.

Sam suspiró con pesadez. La nota de voz era de su exnovio, Jamie Braddock, quien no le dejaba tranquilo. Había tenido una relación con Braddock de esas que parecen una montaña rusa llena de altibajos. Rompían, volvían, rompían otra vez, estaban y no estaban, se peleaban, reconciliaban… el problema de Jamie eran los celos obsesivos que cargaba, Sam no podía ver a nadie, estar con nadie, abrazar a nadie ni nombrar a nadie sin que Jamie explotara en celos y reclamos.

El hombre era lindo y amoroso, pero los celos eran demasiado enfermizos. Le revisaba el teléfono, le acompañaba a todas las salidas —para vigilarlo más que compartir— no le dejaba salir con ciertas prendas que llamaran la atención y discutía con cualquier hombre que le hablara demasiado cerca. Una total pesadilla. Había terminado con Braddock un año antes. Bueno, medio terminado, porque a veces le dejaba entrar en su apartamento cuando el hombre le mandaba audios llorando. Pero en ese año pasó algo más, Sam se fue enamorando de su jefe. Quizás fuera una forma de comenzar a desenamorarse de Braddock—una mala forma, por que Bucky era un mujeriego inalcanzable— pero funcionó. Y dos meses atrás Wilson cortó la relación definitivamente, aunque su expareja aún no se rendía.

— ¿Por qué no puedo enamorarme de alguien que valga la pena? —dijo mientras se levantaba.

Vivía en un departamento compartido con una amiga llamada Jody Caster. Cuando salió de su habitación, vio a la chica sentada en el mueble de la pequeña sala trabajando desde su pc. Él se dirigió a la cocina soltando un buenos días vagamente.

—Oye—no leventó su vista de la pc, pero sabía que había llamado la atención del otro—. El estúpido de tu ex vino ayer cuando no estabas. Quería que lo dejara pasar para esperar a que llegaras del trabajo.

— ¿Y qué le dijiste?

—Nada—dijo mientras daba un par de clicks en la pantalla —. Le di un puñetazo en la nariz y le amenacé con llamar a la policía. Supongo que tuvo que irse al hospital, porque le sangraba la nariz.

Sam no pudo evitar reír un poco, aunque la situación le desesperaba por momentos.

— ¿El te dijo algo?

—Lo usual— se encogió de hombros, como si ya no le sorprendiera aquella situación—. Que si no le contestas se va a quitar la vida, que no puede vivir sin ti… es un maldito dramático.

—aja…

Sam estrujó un poco su camiseta sintiéndose mal.

—Oye, oye— Jody se puso de pie rápidamente y se acercó a él—. No te dije eso para que le tengas pena. El maldito no se va a matar, ojalá lo hiciera pero no lo hará. Y aun si lo hace, tú no tienes la culpa. No debes correr a sus brazos cada vez que hace una amenaza con quitarse la vida si tú no le haces caso.

Sam la miró por un momento, deseaba poder cumplir con lo que su amiga decía, pero aunque había terminado con Braddock le seguía queriendo, y no deseaba que el hombre hiciera una estupidez por su culpa.

—Debo ir a arreglarme—dijo y caminó hasta el baño.

Jody le vio desaparecer tras la puerta cabizbajo.

 

 


 

 

 

De Peter Quill y Gamora Zen o sobre las dudas...

Quill despertó con el olor del tocino inundando sus fosas nasales, bajó a la cocina envuelto en una bata y se encontró con Gamora ya vestida preparando el desayuno.

Le abrazó por la espalda y la chica le sonrió.

—Ve a cambiarte o llegaremos tarde.

Ella se dio media vuelta y le dio un corto beso. Peter subió nuevamente a la habitación para ducharse y cambiarse rápidamente. Estaban en su casa, Gamora había pasado la noche con él como tantas veces hacían, y Quill no entendía por que la chica seguía sin querer establecer una relación completa con él. Peter le había pedido a Gamora que se mudara con él, ella tenía 33 y el 38, así que no sería una decisión apresurada de adolescentes hormonales. Pero la chica amante del verde no quería. Quill incluso le había propuesto matrimonio tres veces para ver si eso le hacía cambiar de opinión, por que a muchos no les gusta mudarse sin estar casados, y nada de nada.

A veces él tenía la sospecha de que Gamora no estaba tan enamorada como ella decía.

—Quizás es que he engordado—suspiraba mientras se veía en el espejo al ponerse la ropa—debe ser que estoy algo gordo y ya no me quiere tanto.

Era frustrante, muchas personas amigas de Gamora le habían dicho a Quill que era un perdedor que solo sabía comer, y que no pasaría mucho tiempo antes de que Gamora lo dejara.

Entre ellos estaba David Heller, un exnovio de Gamora que aun quería volver con ella y siempre se metía con el peso de Quill. Al principio Peter no le hacía caso, pero era lógico que dudara en algún momento.

Bajó a la cocina para encontrarse con el desayuno servido.

— ¿Crees que estoy gordo? —preguntó cuándo se sentó en la mesa frente a su novia.

— ¿Otra vez preguntas? Ya te lo he dicho, estas bien. Deberías hacer un poco de ejercicio como yo, pero por salud, no por tu físico.

—El “estas bien” no responde sí o no estoy gordo.

— ¿A qué viene todo esto Quill? —ella se cruzó de brazos fastidiada por el tema.

—Si Heller te propusiera matrimonio tú lo aceptarías sin problemas, porque él es delgado y tiene buen cuerpo ¿verdad?

Gamora se enfureció bastante, traía un collar y unos aretes grandes y verdes que parecieron brillar conforme aumentaba su enojo.

—Para tu información, el me pidió matrimonio. —Dijo poniéndose de pie—Y le dije que no. Y además terminé con él ¿no crees que esa es la diferencia entre tú y él? Yo estoy contigo, no con él.

Gamora dio media vuelta y se dispuso a salir hacia el trabajo sin esperar a su novio, estaba claramente enojada. Se fijó que probablemente llovería, pero no tenía ganas de volver a la casa por un paraguas, no quería ver la carota de su novio. Quill se quedó mirando su plato, se imaginó que el tocino le hablaba y le decía que había metido la pata.

 



 

 

De Bruce o los sueños imposibles…

Bruce terminó de lavarse los dientes y se miró en el espejo sobre el lavabo. Se fijó en que le estaban saliendo unas cuantas canas—las tenía desde muy joven— e hizo una nota mental de pasar por la tienda a conseguir un tinte antes de volver a casa.

Se arregló lo mejor que pudo y verificó que su peinado fuera excelente. Aunque el casco que debía usar para andar en la moto le despeinaba un poco, él debía intentar lucir lo mejor posible para la linda Natasha.

El club de los raros—porque él era amigo de ellos también— le había dicho más de una vez que su obsesión por Natasha era mala para él. Si bien Romanoff era su amiga, le decían que él no tenía que estarla adorando tanto, que podía buscarse a alguien que sí le quisiera de verdad.

Bruce entendía las buenas intenciones de todos y le daba las gracias, el problema es que nadie sabía a ciencia cierta por qué adoraba tanto a la chica. Más de 10 años atrás Bruce vivía solo, su madre acababa de morir y eso le sumió en una depresión tan fuerte que empezó a beber. Bebía tanto que incluso le echaron del trabajo en el que estaba de mensajero y entró en un vórtice del cual por poco y no regresa; pero llegó Natasha como un ángel salvador. La joven de 17 años se mudó en uno de los apartamentos a su lado con su novio y, sin acordarse como fue el primer encuentro, se hicieron muy amigos. Él tenía unos 23, era más viejo que ella, pero siempre le pareció que Romanoff era mucho más madura. Un día, luego de meses de amistad y de consolar a la chica cuando su novio la maltrataba, él le contó su problema con el alcohol. Bruce sabía que beber era malo, pero le dijo que no podía detenerse. Y Natasha le ayudó.

Ella le dio el valor y el empujón que necesitaba para ir a lugares que trataran los problemas de alcoholismo, para su suerte la chica había llegado en un punto de su vida donde todavía no tocaba el fondo, sino que estaba a mitad, y poco a poco fue recuperando el control de su vida. Su recuperación completa duró casi cinco años y quizás fue más que impulsada cuando Natasha se embarazó y tuvo problemas con el novio. El impulso de Bruce por protegerla fue tan grande, que hizo todo lo posible por mejorar su vida para mejorar la de ella. Ya había vuelto a trabajar como mensajero, esta vez en la empresa de Shield, y le ofreció a la chica cuidarla a ella y a su bebé.

Natasha no parecía tener interés en Bruce más allá de una amistad, pero él estaba dispuesto a aceptar lo que se le ofrecía y conquistarla poco a poco. Pero ella tuvo complicaciones y se fue a vivir con sus padres.

Bruce conocía toda la historia de Natasha con Dimitri y jamás dejó de apoyarla. Sus sentimientos fueron en aumento y cuando él bebe nació, aunque no era suyo, él lo sentía como un hijo. Salía mucho con Natasha y Leonid y el niño le tomó mucho cariño, pero a la chica se le ocurrió que necesitaba buscar un príncipe azul —y rico— que la rescatara.

Bruce casi desiste de seguirla enamorando y pensaba solo conservar la amistad, pero decidió que hasta que ella no tuviese un novio formal, él seguía teniendo una oportunidad. Por eso siempre que podía la invitaba a pasear o a bailar —ninguno de los dos bebía alcohol claro está—, le celebraba los cumpleaños a Leonid y la llevaba a su casa en la moto desde el trabajo.

—No me rendiré en la lucha de tu amor sin dar la batalla—se decía mientras encendía la moto, esperaba que no lloviera para no mojarse la ropa—si alguien me gana tu amor, no será porque me rendí.

 

 


 

 

Sobre Thor o de cómo pesa la melancolía.

No necesitó que una alarma le despertara, desde hacía un tiempo el sueño le abandonaba muy temprano en la mañana y no se presentaba hasta muy tarde en la madrugada. En resumen: dormía muy poco.

Desayunó un café y una tostada sintiendo que casi no podía masticar, el día estaba nublado y ese tipo de días era donde más le dolían los recuerdos. Su novia, Jane Foster, le había abandonado luego de casi 20 años de relación. Prácticamente ellos se habían hecho novios desde que ella tenía 15 y Thor 16, pero en el cumpleaños número 37 del rubio, está lo sorprendió desapareciendo y dejándole una simple carta.

Lo siento mucho Thor, pero yo no puedo terminar mi vida con el mismo hombre. Tenemos demasiado tiempo juntos y es hora de que cada quien tenga otro rumbo.

Jane Foster.

No hubo mayor explicación, ni previo aviso o alguna señal. O por lo menos, así lo sentía.

Una de las cosas que más le dolía era que la chica ni siquiera le dijo adiós de frente, simplemente tomó sus cosas y se fue sin darle la cara.

— ¡20 años maldición! —decía sintiendo las lágrimas descender. Los días nublados pesaban más porque le traían los recuerdos más tiernos al lado de Jane, mantas y chocolate caliente—. ¡Tú y yo pasamos 20 años juntos, debiste darme la cara por lo menos!

Habían pasado seis años desde la partida de Foster, y a Thor le seguía pareciendo que había sido el día anterior. Se sentía un inútil, si tan solo la chica le hubiese dicho como se sentía… pero no, tan solo se fue y desapareció.

Y Thor aun la seguía esperando.

Era tan tonto, ¿Por qué seguir amando a alguien que le había abandonado de esa forma? Por culpa de su melancolía por Foster, el mismo año que la chica lo abandonó él tuvo un accidente en su viejo auto. Chocó contra un poste por ir pensando en ella en un día lluvioso, él no llevaba puesto el cinturón y atravesó el parabrisas. El daño más grande había sido a su ojo izquierdo, el cristal del parabrisas le dejó una muy notoria cicatriz cruzándole el ojo y una dificultad para ver bien de ese lado. Su auto quedó hecho añicos y él no quiso —ni pudo— comprar otro.

Mientras seguía hundido en sus miserias tocaron la puerta.

Thor se sorprendió, no esperaba a nadie tan temprano y casi era hora de que saliera para tomar el autobús e ir al trabajo, Loki detestaba cuando llegaba tarde al taller.

Intentó limpiarse los rastros de llanto y aunque sabía que el visitante notará que había llorado, dio un respiro y abrió la puerta.

— ¿Qué haces aquí? — preguntó cuándo vio a Loki Laufeyson en todo su esplendor parado al otro lado de la puerta con el ceño fruncido.

El genio creativo se hizo paso al interior de la casa sin que le invitaran.

—Mi café se acabó—dijo sencillamente—y vine para que me hagas uno antes de irnos a trabajar. De paso te llevó en mi auto.

—Pudiste comprar uno en alguna tienda—dijo divertido de la soberbia con la que se comportaba su jefe.

No era la primera vez que Loki invadía su casa, ni que se paseaba por ella como si fuera un rey, o que le mandaba a hacer algo de ese tipo.

—El tuyo es mejor—dijo restando importancia al asunto con un movimiento de mano—apresúrate y prepáralo, hoy hay mucho trabajo y no quiero que lleguemos tarde.

Thor sonrió y caminó directo a la cocina a preparar un café fresco. En silencio agradeció la llegada de Loki, su jefe era un verdadero bastardo pero, dentro de su forma de ser, se preocupaba por Thor. Además, el hecho de no estar solo le ayudaba a no pensar tanto en Jane y en ese momento lo necesitaba.

 

 


 

 

De Loki o de como la soberbia no deja de ser feliz.

—Hoy lloverá.

Loki revisó el pronóstico del clima en su teléfono, pasó una mano por su largo cabello y suspiró. A su lado Gabriel bebía lentamente de su taza de café.

Gabriel Summers era un muchacho de no más de 20 años, con un rostro muy delicado que había pasado la noche con Loki.

—Recuerda irte en cuanto termines— le recordó Loki mientras bebía café de su propia taza. Sin muchas sutilezas ni cortesía.

Por su parte, el chico asintió y no se inmutó demasiado.

—Malekith me dijo que para dormir contigo uno no puede esperar demasiado.

Loki sonrió, su amigo instruía muy bien a sus posibles conquistas.

—Tu audición es a las once, no llegues tarde, odio la impuntualidad.

Se levantó de la mesa para dirigirse a su habitación y cambiarse de ropa, cuando terminó ya Gabriel se había ido. Tomó las llaves de su auto y dudó por un momento.

—Ese estúpido debe estarse lamentando por unas cuantas nubes—dijo, pesando en Thor—. Todo por una estúpida que no tuvo los ovarios para decirle en la cara que ya no le quería.

Loki gruñó y salió de su departamento para subir a su auto. A sus 40 jamás se había encariñado tanto con nadie como lo había hecho con Thor, su estúpido asistente. El rubio era un idiota sin remedio, pero no podía negar que se preocupaba por él, pero eso nadie iba a saberlo.

Sabía, porque le conocía desde hacía mucho tiempo, que Thor seguía extrañando a la perra—palabras de Loki— de Jane Foster. Y que incluso si la chica regresara y sin dar muchas explicaciones, Thor la recibiría con los brazos abiertos.

También sabía que los días nublados volvían melancólico al rubio grandote, y aunque Loki dijera que eso no era de su incumbencia, en ese momento se encontraba conduciendo para ir a la casa de Odinson y evitar que cayera en un seguro episodio depresivo.

¿Qué excusa pondría cuando el otro preguntara porque estaba en su casa? Ni sabía ni le importaba, él era Loki Laufeyson, algo inteligente se le ocurriría y Thor estaba obligado a creerle. Pondría una excusa simple sobre que quería que el otro le hiciera el desayuno o el café, no sería la primera vez que Loki hacía al rubio cocinar con tal de no tener que hacerlo él mismo.

Se estacionó frente a la casa del otro y cuando estuvo frente a la puerta tocó. Había estado en lo cierto, se notaba que Thor había estado llorando.

 


 

 

De Bucky siendo un bastardo.

— ¡Eres un perro!

Bucky primero escuchó el grito y luego sintió la bofetada. El dolor en su mejilla no se hizo esperar y supo que tendría una linda marca de los cinco dedos durante un día

— ¡Un bastardo, eres un maldito!

—Yo nunca te mentí, María. —Dijo Bucky llevando su propia mano a su dolorida mejilla—tú ya sabías como era yo.

María Hill lo miró dolida, aguantando las ganas de llorar. Ella no se permitiría llorar frente a un hombre tan miserable y embustero como Bucky, así que sin darle una mirada más ni a él ni al hombre semidesnudo que estaba en la sala, salió del departamento de Barnes prometiéndose jamás volver a hablarle.

Bucky suspiró y buscó con la mirada al hombre que ya se estaba vistiendo con las ropas que habían dejado tiradas en el suelo.

—Yo sé cuando llega la hora de irme—dijo el rubio terminando de abotonar su camisa

Bucky seguía en ropa interior mientras le veía cambiarse

—Te invité a desayunar, puedes quedarte.

—Está bien, no tengo mucha hambre de todas formas.

El hombre rubio terminó de acomodarse y se dispuso a salir.

—Si quieres nos vemos otro dia, —dijo Bucky antes de que el otro se fuera— eres Adam…

—Warlock. Adam Warlock. ¿Tu eres James..?

—Solo dime Bucky.

Warlock asintió y pareció pensarlo.

—Llámame en la semana.

Bucky asintió y cuando la puerta tras Warlock se cerró se quedó en completo silencio.

Era increíble como había pasado de tener una noche increíble con un desconocido del cual no sabía bien ni el nombre, a haber sido abofeteado en la mañana por María.

Hill pensaba que ella y Bucky estaban iniciando una relación, cosa que Bucky ni confirmó ni desmintió. Así que ella, creyendo tener confianza, se apareció de sorpresa esa mañana en la casa del vicepresidente de Shield para llevarle unos bizcochos para desayunar; no se esperó descubrir que su "novio" estaba con otro hombre.

Bucky decidió levantarse de donde estaba y comenzar a cambiarse para ir a trabajar. No se inmutó en preparar algo de desayunar, ya que no tendría compañía solo se detendría en alguna cafetería y compraría algo.

Cuando ya estuvo listo y se preparaba para salir recibió un mensaje de texto.

Sam:

Le compré un trozo de pie y le preparé el chocolate que le gusta.

Sonrió ante ese gesto. Su asistente, cuando se enteró que no solía desayunar por no tener que cocinar, solía llevarle el desayuno a la oficina, incluso le ponía las bebidas en un termo especial para que las encontrara calientes cuando él llegara.

A Bucky le gustaba Sam, y mucho, pero jamás lo demostraría, ni siquiera Steve lo sabía. Wilson se preocupaba tanto por él que fue inevitable no comenzar a sentir ciertas cosas. Pero jamás le haría daño a Wilson, y Bucky sabía que él no era capaz de amar a nadie. Lo había intentado, en verdad que quería encontrar a alguien que le hiciera no mirar a nadie más, pero nunca le había pasado y estaba seguro que no sucedería.

Sam le resultaba atractivo, pero si intentaba algo con su asistente, seguramente sería algo de un par de semanas y ya. ¿Y luego qué? Probablemente luego de eso Sam no querría trabajar con él. Cuando Bucky le usara, se acostara con él y luego quisiera estar con alguien más. Y entonces Bucky se quedaría sin el cariño y la preocupación que su asistente le dedicaba, y no quería eso.

—De todas formas—dijo al aire—él es una persona muy buena, y no se fijaría en un perro, bastardo y maldito como yo. —Repitió las palabras de María y aferró las llaves de su auto—. Nosotros los bastardos no merecemos personas tan buenas.

Mientras encendía su auto pensó nuevamente en lo que había dicho. Los bastardos pueden “divertirse” mucho, pero nunca serán merecedores de personas buenas. Sonrió ante eso, en Shield estaban los tres bastardos más grandes del mundo. James Barnes, el que follaba con todo lo que respirara y le parecía atractivo, Steve Rogers, el más grande enamorador de mujeres hermosas y Loki Laufeyson, quien quizás había pasado por la cama de todos los jóvenes —mayores de edad claro está— con rostros hermosos y delicados que había en el país.

—Por eso Steve esta con el caos de Sharon, yo no duro más de dos meses con alguien y Loki… el seguirá siendo Loki siempre. Los tres bastardos más grandes de Shield no estamos destinados a buenas personas.

 


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