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University Tour por VinsmokeDSil

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Notas del fanfic:

Buenas! Teniendo en cuenta el confinamiento que se vive en mi región debido al virus, he decidido hacer una serie de one shots. Todos los capítulos tendrán un poco que ver el uno con el otro, pero no tendrán ninguna continuidad entre ellos. 

Como ya digo en el resumen, el punto en común de los personajes será la universidad, y mucho lemon. 

Para hacerlo más emocionante, me gustaría que me fuerais diciendo parejas sobre las que ir escribiendo y, si quereis ir un paso más alla, sus situaciones (P.E. Shanks profesor y Luffy su alumno favorito) 

Al tratarse de algo improvisado, no puedo garantizar ni la cantidad de capítulos ni la periodicidad con la que vaya colgándolos, aunque espero poder escribir algunos durante estas dos semanas. 

Los personajes de la historia pertenecen a la serie de One Piece de Eiichiro Oda. 

Notas del capitulo:

La primera pareja se trata de un MarAce, a la cual he empezado a shippear hace poco gracias a Elbaf y tashigi94. 

Espero que os guste! 

Joder… tarde, como siempre.

Marco esperaba sentado en su coche. Había ido a buscar a su hermano, que salía de la universidad, y, como tantas otras veces, llegaba tarde. Pasaban ya veinte minutos de la hora acordada, y conociendo a ese cabeza hueca, seguro estaba en el bar tomando algo con algunos alumnos.

Igual que siempre que pasaba a recogerle.

Le había hecho prometer que sería puntual, que no le haría esperar. E, iluso de él, le creyó. Marco odiaba tener que esperarse, era de los que siempre llegaban diez minutos antes, con lo que llevaba treinta minutos parado en una zona para minusválidos. Si pasaba la policía por ahí, le caería una buena… y con razón. Por culpa del capullo de su hermano.

Estoy harto.

Marco decidió que ya había hecho suficiente el tonto. Aparcó el coche un par de calles más arriba y se dispuso a ir a buscar al imbécil de su hermano. Estaba realmente cabreado. Ya estaba harto que se aprovechara de él.

Entró en el bar, empezó a buscar por las mesas con la mirada. Creyó verlo en el fondo. Iba tan fijado en su objetivo, que no vió a la persona que venía hacia él, haciendo equilibrios con muchas botellas de cerveza en sus manos.

El golpe fue inevitable.

Marco chocó de lleno contra ese chico, vertiendo todo el contenido de las botellas sobre él. Acabaron en el suelo, con un charco de cerveza alrededor del otro. Se hizo un momento de silencio mientras los dos intentaban procesar qué acababa de pasar.

Marco miró al frente, viendo a un chico moreno, con el pelo alborotado y la cara llena de pecas, completamente empapado. Su camiseta blanca se pegaba a su torso, dejando ver sus músculos definidos a través de ella. Era realmente atractivo.

–Maldita sea, ¿no ves por donde andas o qué? –y estaba de mal humor. Normal, le había echado… unas cinco cervezas encima. Marco se tocó el pecho, él estaba seco.  

Miró a su alrededor. La mayoría de miradas estaban fijos en ellos, y en el desastre que había causado. Se oían murmullos, les señalaban. Y peor, señalaban al chico. Si algo pudo deducir Marco de las caras de los clientes a su alrededor, es que había dado con la persona equivocada.

–Lo siento. –dijo, tranquilamente. Podía ser que ese chaval se tratara de alguien conflictivo, pero él era una persona extremadamente tranquila, y se le daba muy bien mantener la calma en prácticamente cualquier situación.

Menos con su hermano. Nadie podía soportar a ese tío.

– ¡Ni lo siento ni leches! ¡Mira como me has dejado! –le pareció irónico, ya que Marco no hacía otra cosa que mirarle. Casi se había olvidado de porqué había entrado ahí. Un chico, joven, guapo, con muy buen cuerpo, empapado en su bebida favorita. Era demasiado apetecible.

– ¿No tienes alguna taquilla con ropa de recambio? –preguntó Marco, intentando pensar en algo.

 –Esto no es un maldito gimnasio. –ese chico le miró realmente mal, su cara parecía decir “¿eres idiota?”

A Marco le sorprendió su respuesta. Su hermano más de una vez no había venido a dormir, decía que tenía ropa de recambio en la taquilla, que no se preocupara. Una idea nada agradable a su imaginación cruzó su mente, así que prefirió dejarlo pasar.

– ¿Puedo hacer algo para ayudarte? –preguntó el rubio, sin saber muy bien que decir.

El chico con pecas seguía mirándole mal. Bastante mal. Pero había algo más. Estaba callado, en silencio, mirándole de arriba abajo, travesándole. Por un momento, su expresión seria cambió a un ligero toque de diversión para, finalmente, sonreír cruelmente.

– ¿Qué talla tienes? –preguntó, con la misma expresión.

Sintió los ojos del muchacho recorriéndole el cuerpo, de arriba abajo. Él estaba seco, por lo que la ropa no se pegaba a su cuerpo de la misma forma que ocurría con el moreno, pero aun así se notaba que estaba en forma.

– ¿Disculpa? –el chico parecía haber obtenido justamente la reacción que esperaba, por lo que su sonrisa aumentó todavía más. Esa crueldad que le había parecido ver antes se convertía en otra cosa.

– Tu talla. La de camiseta y pantalón. Eres más alto, pero también más delgado. Quizá pueda usar tu ropa. –Marco no se equivocaba. El muchacho hablaba de forma un poco prepotente, pero podía distinguir un deje de deseo en sus ojos.

–Será una broma. –aunque un bombón como él se mostrara interesado en él, a Marco le cabreaba su actitud. Era demasiado insolente. Pero hasta eso le gustaba.

–Broma es la pasta que me he gastado para que me tires por encima la bebida. –dijo el moreno, tocándose el pecho y bajando su mano lentamente por su cuerpo, sonriendo, provocándole.

Marco observaba atentamente al chico. Se estaba divirtiendo a su costa. Ese maldito crío se estaba riendo de él en su cara.

Así que le gustaba jugar con fuego. No sabía lo que hacía.

Echó un último vistazo a su alrededor. La gente seguía igual que antes. Los camareros parecían no querer acercarse a ellos. Sí que debía ser el malo de la universidad, o directamente no le importaba lo que pensaran de él, teniendo en cuenta el numerito que estaban montando.

Si a él, que estudiaba ahí, le daba igual la gente a su alrededor, a Marco, que no conocía a nadie, todavía más.

– ¿Cómo te llamas? –preguntó, decidido a entrar en su juego.

–Ace. –respondió secamente, sin entender muy bien por dónde iba. Hasta ese momento, Ace había llevado el ritmo de su conversación. Discusión más bien. Ahora le tocaba a Marco.

–Muy bien, Ace. Yo soy Marco. –dijo, tranquilamente. Su tono era de calma total, fingiendo indiferencia a los ataques y provocaciones de ese muchacho.

Y Ace parecía desconcertado. Seguramente no estaba acostumbrado a ese tipo de actitud. No le sorprendía. Alguien con su físico, imponente y con carácter, sería de los que se salían con la suya.

–No me interesa tu nombre, solo tu ropa. –respondió Ace, intentando volver a llevar las riendas. Seguramente esperaba intimidar a Marco, pero él no era de esos.

–Si quieres mi ropa, tendrás que quitármela. –dijo ahora Marco, pasando al ataque. Por la cara que puso el moreno, estaba seguro que su mirada había sido mucho más intimidante que cualquiera de las que Ace hubiera puesto nunca.

Ace no sabía que responderle, estaba completamente descolocado. Quizá esa seguridad era sencillamente una coraza.

–Los tienes bien puestos. –respondió Ace, sonriendo, igual que al principio.

Parecía que se acababa de dar cuenta que los dos seguían sentados en el suelo, por lo que el chico se levantó primero, y luego alargó una mano al otro para ayudarle a levantarse. 

–Puedes comprobarlo cuando quieras. –Marco había vuelto a su calma inicial.

Tomó la mano que Ace le ofrecía, la misma con la que se había apoyado al suelo, encima del charco de cerveza. Estaba pegajosa. Y caliente. Aunque la cerveza estuviera fría, eso no parecía afectar en absoluto a la temperatura del chico.

–Ya te gustaría. –el rostro de Ace parecía más relajado que al principio. Se veía hasta amigable, como si hubiera sometido a Marco a una especie de prueba y éste la hubiera superado con nota.

–Apuesto que a ti más. –pero ese chico le había provocado, que no se esperara salir indemne de ésta. Nadie jugaba con Marco.

Por suerte, las conversaciones de los otros estudiantes ya no iban sobre ellos. Habían vuelto a sus asuntos. Quizá se habían dado cuenta de que no ocurriría nada parecido a una pelea, y ya no sentían ese morbo inicial.

Mejor, a Marco no le gustaba el público.

–Eso está por ver. –dijo Ace, con cierto sarcasmo. Se frotó sus manos contra sus pantalones, parecía un intento por limpiarlas. Seguro que no le funcionaría, también ahí se había derramado cerveza.

–Cuando quieras. –seguía retándole Marco.

–Anda, quítate la ropa. –vaya, así que eso iba en serio. Por un momento, el rubio había pensado que solo se trataba de una forma de intimidarle. Ahora veía claro que el chico hablaba en serio. La verdad, tampoco podía culparse. Daba un poco de pena verlo. Aunque a él le encantaba.

–Ya te he dicho mis condiciones. –siguió él. No dejaría escapar una oportunidad como esa.

–No voy a desnudarte. –respondió Ace, un poco a la defensiva. Quizá empezaba a ver que el juego se le había girado en contra. Y no tenía ni idea de cuánto.

–Ni yo a dar un espectáculo en medio del bar de una universidad. –hablando de eso, ¿qué hacía Marco en la universidad? Qué más daba, seguro que su plan actual era más divertido.

–Por ahí está el baño. –dijo Ace, señalándole con la cabeza. Decidido.

– ¿Me estas pidiendo privacidad? –respondió Marco. Empezó a caminar hacia donde Ace le había indicado.

–Te estoy dando una oportunidad antes de tumbarte de un puñetazo. –dijo intentando sonar intimidante de nuevo.

Marco le echó otro vistazo, de arriba abajo. Analizando los músculos de sus brazos y de sus piernas. No había duda que estaba fuerte, seguramente de entrenar alguna arte marcial, o del gimnasio mismo. Aun así, le pareció tierno. Ese chiquillo nunca le ganaría en una pelea.

–Sería interesante verte intentarlo. –dijo, sonriendo.

Entraron a uno de los baños de la universidad.

Se trataba de baños públicos, para hombres. Aun así, no dejaba de ser un sitio público. Con cierto morbo. Marco se acordó de la última vez que había hecho algo parecido a lo que tenía en mente. Habían pasado muchos años, cuando todavía era un estudiante, y no creía que repetiría una locura así.

–Vale, estamos solos. Si quieres entra ahí y me pasas tu ropa por debajo. –dijo Ace, señalando una de las puertas abiertas. Marco solo sonrió, cerrando la puerta que daba a los pasillos.

Se acercó a él y se apoyó en la pica para lavarse las manos. Ahí, se quedó quieto. Esperó pacientemente, mientras seguía observando al chico. Él tenía mucha paciencia, pero estaba claro que Ace no tanta.

Miraba a un lado y a otro. Se rascaba el brazo. Volvía a mirarle, interrogante, preguntándose qué hacía, o por qué no hacia lo que le había dicho. No pasaron no treinta segundos antes de que Ace volviera a hablar.

– ¿A qué esperas? –preguntó Ace, un poco confuso.

–Ya te lo he dicho. Si quieres mi ropa, tendrás que quitármela. –Marco seguía tan calmado como al principio. Pero su respuesta pareció sorprender a Ace.

– ¿Esa mierda iba en serio? –preguntó el moreno.

Ahora Marco lo tenía claro. Toda esa seguridad, esas miradas intimidantes, eran pura fachada. No era el chulito que quería aparentar. Y eso iba a darle mucha ventaja.

–Totalmente. –respondió Marco. Él siempre había sido un tipo muy tranquilo, no se metía con nadie. Pero eso no significaba que no tuviera seguridad en sí mismo y supiera imponerse, sencillamente de normal no le apetecía.

Tenía que haber algo que le motivara a sacar su auténtica personalidad, la que normalmente estaba oculta detrás de una expresión de pasotismo. Y en ese momento, nada le motivaba más que el chico moreno que parecía desmontarse delante de él.

–Ni de coña. Paso. –dijo Ace, dispuesto a irse de ahí. Pero las palabras de Marco le detuvieron.

–Tú mismo. ¿Prefieres ir el resto de la tarde con la ropa, fría, mojada, y apestando a cerveza? Te estoy ofreciendo lo que me has pedido.

Ace tenía la mano en el pomo de la puerta. Se quedó ahí, quieto un par de minutos, sospesando las palabras del rubio. Marco se había arriesgado, si Ace no estuviera para nada interesado en él, se iría. Y él se quedaría con el calentón. Pero toda apuesta comporta ciertos riesgos, y sabía que la recompensa sería deliciosa.

Esos momentos de incertidumbre solo aumentaban sus ganas con ese chico. Lo hacía todo mucho más emocionante. ¿Qué haría? ¿Se iría? ¿Se quedaría?

Finalmente, sacudió su pelo con su mano y suspiró, como si no se creyera lo que iba a decir.

–No te hagas ideas raras. Solo cogeré tu ropa, entro ahí, me encierro, me cambio y me voy. –dijo Ace, dejando la puerta cerrada y girándose hacia él.

–Claro. –respondió Marco, como si sus intenciones tampoco fueran nada más que eso.

Con toda la intención, el rubio se apoyó un poco más en la pica, tirando su cuerpo hacia atrás. De esta forma, obligaba a Ace a acercarse más a él para que pudiera desnudarlo de cintura para arriba. 

Poco a poco, Ace empezó a desabotonarle la camisa.

Un botón.

Los dedos le temblaban un poco. Estaba nervioso. ¿Sería la primera vez que alguien le seducía, y no al revés? Quien sabe, era muy joven todavía.

Dos botones.

Marco se echó todavía un poco más atrás, cosa que Ace notó, y le lanzó una mirada de odio. Veía claramente lo que estaba haciendo. Su respiración estaba agitada.

Tres botones.

Ace ya podía ver los pectorales de Marco, perfectamente definidos. Quizá sus músculos no estaban tan desarrollados como los de él, pero estaban perfectamente marcados en su piel. Observó como las pupilas de Ace se dilataban, claro síntoma de que estaba observando atentamente.

Cuatro botones.

Marco, sutilmente, echó su cadera hacia adelante, rozando “accidentalmente” la de Ace. Éste volvió a mirarle mal, pero no se apartó. Vió un leve sonrojo en su rostro. Esto era demasiado bueno.

Cinco botones.

Solo faltaba uno, y pasaría al ataque. ¿Habría estado alguna vez con un hombre? Probablemente, sino no se hubiera quedado.

Seis botones.

Cada lado de su camisa blanca voló a su alrededor, dejando su torso al descubierto. El miraba fijamente a Ace. A su respiración agitada, a su sonrojo, a sus ojos, sus labios entreabiertos. Estaba muy nervioso, y eso le gustaba.

El moreno se alejó un poco de él, rompiendo un poco esa intimidad que se había creado entre ellos. Le miró, volviendo a esperar una especie de movimiento que no llegaría.

–No vas a quitártela, ¿verdad? –preguntó Ace, un poco abatido.

–Sabes que no. –respondió Marco. Quizá se lo estaba pasando demasiado bien a su cosa.

–Joder… –respondió Ace mientras se volvía a acercar.

Puso las manos en sus hombros y empezó a deslizar la tela hacia atrás, para que bajara por la espalda del rubio.

–Para que quede claro. No voy a acostarme con un viejo. –dijo Ace. Marco se había tirado lo máximo atrás que su cuerpo le había permitido, por lo que estaba situado entre las caderas de Ace, que había tenido que abrir las piernas para poder llegar a él.

Se habría molestado si no fuera porque era perfectamente capaz de notar un bulto en los pantalones de Ace, que decía lo contrario a su amo. Iba creciendo, rozando contra el suyo propio.

–Lo que yo tengo es experiencia, mocoso. –respondió Marco, sintiendo como ese bulto que había notado antes se hacía mayor.

–Ya, buena excusa. –respondió Ace, sin alejarse. Lo que había dicho le había excitado, pero Marco veía que era demasiad orgulloso para reconocerlo.

Su camisa estaba encima de la pica. Ace sabía lo que seguía. No esperaba que Marco fuera a moverse, por lo que se alejó un poco de él para empezar a desabrocharle el pantalón. Primero el botón, pero antes de que pudiera empezar a bajar la cremallera, Marco le detuvo.

De normal era muy paciente, y disfrutaba mucho viendo a Ace en ese estado, pero ya no podía aguantar más.

– ¿Sabes qué? Los niños que juegan con fuego se acaban quemando. –dijo lanzándose a besarle con fiereza.

Sabía que había llevado a Ace al límite también, por lo que no tuvo miedo que le apartara o que, en el peor de los casos, intentara pegarle. Contrario a eso y a lo último que Ace había dicho, el chico se dejó devorar.

Marco sentía el tacto húmedo de la camisa de Ace en su pecho. Había olvidado que seguía empapado de cerveza. Sabría realmente bueno.

Marco se separó un momento de sus labios para empezar a atacar su cuello, besando y succionando. Dejando pequeños mordiscos que hacían suspirar al más joven. Introdujo las manos debajo de su camiseta, tocando y resiguiendo con la punta de sus dedos cada uno de sus músculos. Empezó a subir su camiseta, dispuesto a quitársela.

– ¿Qué haces? –preguntó Ace.

–No puedes ponerte mi ropa sin antes quitarte la tuya. –respondió, como si fuera lo más normal del mundo. Le sacó la ropa húmeda y la dejó encima de la pica, a su lado.

Marco empezó a bajar por su cuello, lamiendo, repartiendo besos, hasta llegar a sus pezones. Sabían a cerveza. Era delicioso. Ace solo podía dejarse hacer, gimiendo, agarrando el pelo del mayor. Soltó un pequeño grito ahogado cuando Marco alcanzó su miembro, totalmente erecto.

El rubio había introducido su mano por debajo de la ropa interior del menor sin que este se diera cuenta. Marco empezó a masturbarle, dejando sus pantalones y calzoncillos en el suelo, mientras él seguía limpiando los restos de bebida de la piel de Ace con su lengua.

Nunca había probado una tan buena. Si pudiera, la tomaría todos los días.

Estuvieron así un momento, hasta que Marco se levantó y puso a Ace de espaldas a él. Ahora era Ace quien tenía las manos apoyadas a la pica de lavarse las manos, completamente desnudo. Enfrente de ellos había un espejo gigante, por lo que Ace era capaz de ver todo lo que Marco hacía a su espalda.

El rubio iba con los pantalones desabrochados, dejando su miembro erecto al descubierto. Era grande. A Ace le hubiera encantado lamerlo en ese momento, pero estaba completamente a la merced del mayor.

Marco empezó a morderle el cuello por detrás, cubriendo su cuerpo con el de Ace. Mientras que con la misma mano seguía masturbándole, llevó la otra hacia el rostro con pecas de ese chico, introduciendo tres dedos en su boca.

Ace empezó a lameros y succionarlos, imaginando que era el miembro de Marco. Jugaba con ellos con su lengua, mordiendo ligeramente las puntas de estos, chupándolos una y otra vez. Marco quedó maravillado ante la habilidad con la lengua de ese chico.

–Ace, abre los ojos. Quiero que te mires en el espejo. –dijo Marco, de forma autoritaria. No daba lugar a discusión. Podía parecer un tipo tranquilo, pero en la cama era muy dominante.

Ace no pudo hacer más que obedecer a su petición. Hasta ese momento, había estado con la cabeza hacia atrás, apoyada ligeramente en el rostro de Marco. Ahora podía verlo todo perfectamente.

Veía a Marco detrás de él, un poco de lado, por lo que podía ver su cuerpo y su miembro, asomando por encima de sus pantalones. Podía ver como sacaba sus dedos de su boca y los dirigía hacia abajo.

Podía ver la expresión de Marco al introducir despacio un dedo en su entrada. Podía ver su propia expresión de dolor y placer, pudo ver su boca abrirse al soltar un gemido ahogado. El rubio hacía pequeños círculos dentro de él, dilatándole. Y era lo más excitante que había visto nunca.

Pudo ver su cara contraerse al entrar un segundo dedo.

–No cierres los ojos. O tendré que castigarte. –dijo Marco, con el mismo tono.

Ace volvió a obedecerle, aunque tenía cierta curiosidad para saber de qué castigo se trataba. Marco mordía su oreja, le masturbaba y le metía los dedos. Ace dejaba ir gruñidos a medida que intentaba no gemir.

No pudo evitar el grito al sentir un tercer dedo en su entrada. Marco los metía y los volvía a sacar, moviéndolos, haciendo más espacio dentro de él.

Marco empezaba a perder la poca paciencia que le quedaba. Quería entrar en ese chico, quería hacerlo ya. Lo tenía totalmente a su merced, haría todo lo que le pidiera. Y podía verlo desde todos los ángulos posibles. Bendito espejo.

Cuando creyó que ya estaba a punto, que no le dolería, sacó sus dedos de él y se situó detrás de ese chico, hablando en su cuello y sintiendo como se estremecía.

–Mírate, Ace, y no te contengas. –Marco entro en él de una estocada, por lo que Ace soltó un sonoro gemido.

– ¡Marco! –gritó otra vez, entre gemidos que ya no escondía. Marco había dejado de masturbarle, ahora tenía una mano a cada lado de las de Ace, apoyado.

Ace estaba tan apretado que Marco casi se corre en ese instante. Se quedó quiero en su interior, esperando a que Ace se acostumbrara a él y aprovechando para calmarse él.

–Vaya, pensaba que no te interesaba mi nombre. –dijo, todavía sin moverse.

–Cállate y muévete de una vez. –dijo Ace, mirándole a los ojos a través del espejo, usando el mismo tono que Marco hasta entonces.

Marco, en ese momento, entendió que Ace no se estaba dejando dominar, solamente estaba dejando que Marco tuviera el control. Esa fuerza con la que lo miró le convenció que, si Ace quisiera, podría hacer lo mismo que Marco en ese momento.

Así que, aunque creía que Ace no estaría todavía acostumbrado, empezó a moverse despacio, saliendo y entrando de él. Sabía que tenía razón cuando vió a Ace cerrar los ojos con fuerza, le estaba doliendo. Pero él lo había querido así.

–Te he dicho que no cierres los ojos, tendré que castigarte. –dijo Marco, deteniendo un poco su movimiento. A él también le gustaba duro, pero no hasta el punto de poder herir a su amante.

–Que… que miedo... Muévete... –dijo Ace, riéndose de Marco. Su voz salía entrecortada. Quizá le doliera, pero también le encantaba.

– ¿Estás seguro? –preguntó Marco una última vez, para asegurarse.

–Muévete o te dejo a medias. –esa amenaza fue suficiente para él para seguir. ¿Ace quería jugar duro? Lo harían. A él le encantaba. Empezó a entrar y salir de él sin parar.

Ace volvió a mirarse al espejo. Veía la cara de Marco contraerse por el placer, el vaivén de sus cuerpos al moverse al unísono. Marco había dejado de masturbarle cuando empezó a penetrarle, seguramente para alargar más ese momento. Él estaba encantado con eso.

A su parte masoquista, la misma que había obligado a Marco a penetrarle con más fuerza teniendo en cuenta que sentía como se partía por la mitad, también disfrutaba viéndose en el espejo. Dejándose mandar por el mayor. En ese momento, haría todo lo que él le pidiera.

Pasaron cinco de minutos en esa postura, disfrutando el uno del otro hasta que, de golpe, Marco salió de él y empezó a recoger la ropa de ambos. Ace soltó un quejido. Estaba en lo mejor, no le faltaba demasiado para correrse.

Marco lo había notado, y por eso había decidido para en ese momento. Hubiera querido torturarle un poco, pero al ver ese chico, el mismo que se había mostrado arrogante y decidido,  tan demandante de él, sonrió tranquilizándolo.

–No quiero que quien entre nos vea. Ven. –dijo Marco guiando a Ace hasta una de las puertas ajustadas del baño. En ese momento, Ace le entendió, así que le siguió y se detuvo justo antes de entrar con él en ese pequeño inodoro.

–Todavía llevas los pantalones puestos. –dijo Ace, como si se acabara de dar cuenta de ese detalle. Marco solo se lo había abierto para poder hacérselo a Ace.

–Claro, no me los has quitado.

Ace, lejos de las respuestas anteriores, sonrió. Había algo que había tenido ganas de hacer desde hacía un rato. De un tirón, bajo tanto los pantalones como la ropa interior al mayor y le empujó ligeramente, haciéndole sentar encima de la taza del inodoro.

Entró detrás de él y cerró la puerta con el pestillo. Marco observó lo que ese chiquillo pensaba hacer, y empezó a gemir cuando Ace se arrodilló y le envolvió el miembro con su lengua.

Joder, sí que es bueno. Pensó para sí mismo.

Ace empezó a deleitarse con el pene de Marco. Era realmente grande, normal que le doliera, pero eso le gustaba. No era capaz de meterlo entero en su boca, y eso que de normal no le suponía ningún problema.

Para compensar el espacio que no conseguían atrapar sus labios, empezó a masturbarle mientras se la chupada.

Ace jugaba con su lengua, envolviendo la punta del miembro del rubio, metiéndola en el interior de la uretra y notando el sabor salado del líquido preseminal de Marco, totalmente duro dentro de su boca. Sentía su miembro palpitar dentro de él.

Empezó a mover su mano más rápido y a succionar, mientras seguía lamiendo. Veía claro que a Marco no le faltaba demasiado, y le obligaría a que esta vez fuera él quien se viera sometido a sus habilidades.

Marco, por su parte, agarraba con fuerza el pelo de Ace, ese pelo negro rebelde y suave. Movía la cabeza de Ace de arriba abajo, obligándolo a seguir. Gemía una y otra vez ante la increíble mamada que le estaba haciendo el chico. Ni en sus mejores fantasías se hubiera imaginado esto.

Quería volver a follárselo. Su boca era alucinante, pero necesitaba volver a meterse dentro de él. De un tirón, apartó la cabeza de Ace de su entrepierna, que le miró triunfante. No se paró a descifrar su expresión.

En vez de eso, le agarró del brazo y le atrajo hacia él, haciéndole sentarse encima y penetrándole de una estocada.

Los dos gimieron a la vez, mientras volvían a empezar su movimiento de cadera. Marco miró al rostro de su amante, que seguía mirándole con esa cara de victoria. Marco suspiró y dejó caer su cabeza encima de su hombro.

–Lo… lo has hecho aposta… –dijo en un murmullo, con su voz entrecortada por el placer.

–Claro que sí… –dijo Ace, con orgullo en su voz. Se sentía como si hubiera ganado, ahora era Marco quien estaba sometido a él.

Maldito crío. Pensó Marco al darse cuenta que había cedido ante él. ¿Se atrevía a volver a reírse de él?

– ¿Dónde coño se habrá metido? Ha desaparecido hace un buen rato. –la puerta del baño se había abierto, se oían voces. Alguien había entrado.

Marco y Ace se detuvieron de golpe, aguantando su respiración.

–Yo que sé. Ya lo conoces, habrá visto a alguna tía y habrá ido detrás de ella. –Ace reconocía esas voces.

Marco observó su rostro, lleno de terror.

– ¿Son tus amigos? –pregunto muy bajito a su oreja. Ace asintió, asustado. Creyó que hablaban del chico que se encontrado encima de él, con su miembro dentro. ¿Con que habría visto a una chica y habría salido corriendo detrás de ella? Eso no le había hecho mucha gracia.

Se le ocurrió una idea.

– ¿Y Ace? Encima huye con las cervezas.

Marco empezó a moverse otra vez. Ace le miró con una mezcla de confusión, odio y terror. Pero el mayor solo siguió moviéndose, entrando y saliendo de él, silenciosamente, mientras veía a Ace intentando acallar sus gemidos.

Vale, no hablaban de él, pero le debía un castigo.

–Se habrá quedado dormido por ahí. Ya volverá.

Marco se puso un dedo encima de los labios, diciéndole a Ace que se callara, si no quería que lo oyeran. La situación era demasiado excitante para ambos.

–Supongo que sí. Bueno, me voy a casa. Mañana tenemos examen con Mihawk.

Marco empezó a moverse más rápido. Si los amigos de Ace fueran más atentos, se hubieran dado cuenta que había dos personas follando a dos metros de ellos, pero por suerte estaban demasiado enfrascados en su conversación.

–Mucha suerte. El año pasado, solo un treinta por ciento de la clase aprobó su asignatura.

Ace se mordió la mano, intentando no soltar ningún ruido, aunque le resultaba imposible. Marco podía oír sus pequeños gruñidos. Incluso él empezaba a respirar con dificultad, le costaba reprimirse.

Una cosa era divertirse a costa del moreno, y otra el exhibicionismo. No quería ninguna denuncia por conducta obscena en un centro universitario, con menores de edad. Mierda, esperaba que Ace no lo fuera.

Oyó a los amigos de Ace saliendo del baño. Incluso cerraron la puerta detrás de ellos.

– ¿Qué mierda ha sido eso? –preguntó el moreno, enfadado. Pero aun así, no dejó de moverse, y encima aceleró el ritmo.

–Ya te había avisado que si no mirabas te castigaría.

– ¿De qué…? Joder… –Ace pareció recordar la amenaza de Marco. –No vuelvas a hacer algo así.

– ¿Por qué no? Te ha encantado, estás a punto de correrte. –lo cual era cierto. Marco había vuelto a empezar a masturbar a Ace mientras le penetraba, dejándole al borde del orgasmo.

– ¿Que por qué no quiero que nadie me pille teniendo relaciones sexuales en el baño de la universidad? No lo sé, para que no me expulsen y esas cosas. Quiero poder acabar la carrera éste año. –si acababa ese año significaba que por lo menos tenía veintiún años. Perfecto.

–No quita lo mucho que te has excitado.

–Cállate y sigue… –fue lo último que dijo Ace. Odiaba darle la razón, así que no le daría ese placer. Siempre había tenido cierta inclinación a lo prohibido. O a lo moralmente reprobable.

Como acostarse con un desconocido en el baño de la universidad donde estudiaba.

Marco volvió a acelerar el ritmo, duro, como le gustaba al chico. Y al hacerlo, notó como los gemidos de Ace cambiaban a la vez que su cara se contraía. Sonrió satisfecho, había alcanzado ése punto en el cuerpo del moreno.

No tuvo piedad, siguió embistiéndole, más y más fuerte. Más rápido, sin piedad, todo eso mientras su mano subía y bajaba por toda la longitud del miembro de Ace. Sintió como el interior del chico empezaba a contraerse, apretando su propio miembro, y cómo el de Ace palpitaba en su mano. Estaba a punto.

Ace se abrazó a él con fuerza, subiendo y bajando, intensificando el contacto. Gritaba su nombre, penetrándose él mismo con el miembro de Marco. El chico había tomado el control de la situación, y se volvía loco entre los brazos del mayor.

Moviéndose cada vez más rápido, acabó corriéndose en la mano de Marco.

Marco, al sentir el interior de Ace estrujándole, hizo que él también llegara, unos segundos más tarde que el moreno, durante la plenitud de su orgasmo. Se corrió dentro de él, cosa que a Ace no pareció gustarle.

–Has acabado dentro –le recriminó el chico, una vez hubo recuperado la respiración.

–Lo siento, no he podido evitarlo. –y era verdad, hubiera preferido no hacerlo, no sin apenas conocerse ni haberlo hablado antes.

–Me tiras la cerveza encima, te corres dentro de mí… ¿algo más con lo que joderme? –preguntó Ace con un deje de diversión. No le hizo gracia, pero almenos ahora no se había enfadado con él.

–No me provoques… –respondió Marco a su oído.

Ace se levantó y fue al otro baño a limpiarse. Marco prefirió dejarle un poco de intimidad. Se estuvo un par de minutos más, sentado, recuperándose, y empezó a limpiarse su propia mano. Después de eso, miró al suelo, donde debería estar su ropa.

–Venga, ¡ya nos veremos! –oyó a Ace diciéndole mientras salía del otro baño.

–Oye, espera. ¿Podríamos volver a… qué te crees que haces? –Marco salió desnudo a encontrarse con Ace. Iba a pedirle su número o algo para encontrarse de nuevo con el moreno, vestido, con su ropa.

–Ya te había dicho lo que había. –dijo Ace, como si robar la ropa ajena fuera lo más normal del mundo.

– ¿Y qué hago yo? No puedo pasearme desnudo por ahí.

–Tienes mi ropa. Puedes ponértela. Lávamela y devuélvemela éste sábado. A las dos en el Baratie, invitas tú. ¡Adiós! –y, tal y como habían entrado, Ace, con su sonrisa más radiante, se fue.

Se fue, dejando a Marco embobado con ella, sin poder hacer ni decir nada para evitarlo. Cuando pudo reaccionar, se dio cuenta de cuál era su situación actual. Miró al suelo del baño, donde se encontraban la camiseta y pantalones de Ace, empapados y apestando a cerveza.

¡Maldito mocoso!

No tuvo más remedio que usarlo. La ropa le iba un poco pequeña, le apretaba, estaba mojada y apestaba. Muy incómodo. Pero no tenía otra opción.

Volvió al coche, y volvió a la entrada de la universidad, donde se suponía debía esperar a su hermano, a que saliera. Había pasado una hora y media desde que había llegado, y no encontrarse ninguna llamada perdida ni a su hermano por la calle, le dio a entender que seguía en el bar.

Joder… Soy más rápido echando un polvo que ese idiota llegando a la hora.

Sus plegarias fueron escuchadas, y cinco minutos después, divisó el escandaloso pelo rojo de su hermano pequeño, despidiéndose de algunos estudiantes y acercándose a él.

–Ya era hora –dijo Marco, muy molesto.

–Lo siento tío, me han convencido para ir al bar y no he podido decir que no. –dijo el menor, subiendo al asiento del copiloto. Marco resopló, cansado. Arrancó el vehículo y empezó a dirigirse a la casa que compartían.

–Shanks, eres su profesor. No deberías beber con tus alumnos. –sabía que hablar con él sobre eso era una pérdida de tiempo, lo había hecho tantas veces que había perdido la cuenta.

– ¿Por qué no? –preguntó de forma inocente. Parecía realmente no entender qué tenía de malo.

–Porque solo mentalmente tenéis la misma edad. –Shanks de rió ante su respuesta. Sabía que en eso tenía razón, él siempre sería un adolescente atrapado en el cuerpo de un adulto. Por eso se había divorciado dos veces y había acabado mudándose a casa de su hermano mayor.

– ¿A qué hueles? ¿Y qué coño llevas puesto? –preguntó, fijándose en Marco por primera vez des de que entró en el coche. Shanks le miraba con cierto asco. No podía culparle, él mismo se lo daba un poco.  

–Una larga historia…

–Si tiene que ver con sexo, no escatimes en detalles. –Shanks esperaba que, para variar, Marco le mandara a la mierda. Siempre que se metía con él lo hacía. Contrariamente a eso, el hermano mayor pensó un poco antes de responderle.

–Y con cerveza. Esta noche pones tú la lavadora. –una oportunidad así no se presentaba todos los días, y Shanks haría lo que fuera para aprovecharla.

–Y hago la cena si quieres, pero canta, pajarito.

Notas finales:

Hasta aquí el primer capítulo del "reto confinamiento"! Pero no niego que siga añadiendo capítulos cuando acabe. ¿Qué os ha parecido? ¿Os gustaría capítulo con otra pareja? ¿Queréis más de esta? ¿Tríos?

Hacedme llegar vuestras reviews! Se aceptan todas las propuestas!


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