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TOMANDO EL CONTROL por DANI DARKRAI

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Notas del capitulo:

Para ver las actualizaciones mas rápidas, pasa a mi cuenta en whattpad VARANTINE PEREZ

Una vez Sage dio la autorización. Aspros y Sísifo comenzaron su enfrentamiento. Ambos corrieron al centro de la arena para golpear sus puños con fuerza, levantando una gran ráfaga de poder que chocó con la muchedumbre.


Ambos guerreros eran lo mejor del Santuario. La representación del poder que debía tener un caballero dorado. Eran superiores no solo a los caballeros de bronce o plata, sino que también a sus pares. Y todos estaban conscientes de que esta batalla podía extenderse por mil días.


Sin embargo, Aspros sabía que con la bendición del dios del sueño, Sísifo no tendría oportunidad de vencerlo. Por lo que no sería necesario extender tanto tiempo su enfrentamiento, solo lo necesario para que nadie sospechase de su poder.


Por su parte, Sísifo no podía creer que la petición de Aspros era desposar al de Cáncer. Ya que en el pasado notaba que Manigoldo no deseaba permanecer a solas con él, especialmente después de haber sufrido ese extraño accidente.


 


- ¡Aspros!, ¿entiendes que Manigoldo no desea permanecer a tu lado, cierto? – habló con fuerza, tratando de sujetar los puños de su rival. A pesar de estar en medio de un enfrentamiento, Sísifo deseaba saber toda la verdad – el patriarca Sage no puede obligarlo a aceptarte.


 


- En eso te equivocas – se burló, pateando con fuerza el abdomen de Sísifo, obligándolo a retroceder – no ganarás este enfrentamiento. Y al final, Manigoldo se convertirá en mi consorte por las órdenes del mismísimo Patriarca.


 


Sorprendido por el golpe directo, Sísifo elevó su cosmos para atacarlo con su técnica Relámpago Atómico. Pero Aspros no tuvo problemas para evadirlo, contratacando con Explosión de Galaxias.


El de sagitario logró eludirlo ayudándose con sus alas doradas, adquiriendo gran velocidad elevándose por los aires. Desde las alturas convocó Rotura del Infinito, causando que una lluvia de flechas cayese sobre Aspros, lanzándolo contra las paredes del coliseo.


A pesar de haber sido amigos en su niñez, Sísifo no dejaría que el deseo de Aspros se consumara. En la Guerra Santa, dejó que la desesperanza lo dominara. Logrando ser la victima perfecta para los dioses del sueño, quienes lo capturaron patéticamente en su mundo. Sus compañeros e incluso Atenea fueron a rescatarlo... Cid, su amor, dio su vida por él para salvarlo de esa prisión.


Jamás se perdonaría así mismo su debilidad. Pero esta vez, él lucharía con todas sus fuerzas para proteger al Santuario. Porque sí, ahora comprendía perfectamente que Aspros no era de fiar. Y no dejaría que se convirtiera en Patriarca. No permitiría que se apoderase de Manigoldo. Lucharía sin desistir. Hasta el final. Esta vez, era él quien se sacrificaría por sus compañeros.


 


- Lo lamento, pero no puedo permitir que ganes este enfrentamiento – con decisión, voló para golpear directamente el cuerpo de Aspros que aún se encontraba contra la pared. – Si tu deseo de victoria es ese, entonces yo pediré lo contrario – con fuerza Sísifo presionó la cabeza de Aspros, obligándolo a permanecer sobre el concreto – desearé la libertad de Manigoldo.


 


Ante esas palabras, Aspros enfureció. Y sin dudar liberó gran parte de su poder a su sien. Dejándolo evidentemente aturdido, perdiendo su estabilidad.


 


- Hay algo que siempre he odiado, querido amigo... – dijo comenzando a crear una ilusión que solo ellos dos podrían ver – seres que se interponen en mi camino y aquellos que se atreven a robarme lo que me pertenece.


 


El escenario cambió gradualmente para mostrar una habitación cubierta de gran oscuridad. En ella creó una imagen de Cid, quien usaba las ropas de un civil común mientras le sonreía. Ese tipo de sonrisas que eran escazas y que solo se las dedicaba a él.


 


- ¿Cid?... – pregunto con cansancio, tomando con fuerza su cabeza – ¿por qué estás aquí?


 


- ¿Sería lindo verdad? – le respondió Aspros, posicionándose a sus espaldas – olvidarte de pelear todas las batallas y guerras del santuario, para poder vivir en tranquilidad junto a tu querido Cid – mencionó manipulador. Tomó sus hombros para acercarse más y susurrarle al oído – Yo puedo hacerlo realidad, solo tienes que rendirte.



- Por su puesto que lo deseo, más que nada en el mundo... quiero una vida tranquila a su lado – contestó con tristeza, sabiendo que jamás pasaría. Como santos de Athena estaban obligados a continuar con su deber, hasta que la muerte los reclamara – pero eso es imposible...


 


- No es imposible para mí. Una vez que yo sea el nuevo patriarca, anularé la ley que nos prohíbe dejar el manto de caballeros dorados – Aspros hablaba en un tono suave, fingiendo empatizar con los sentimientos de su rival – tendrás una vida normal y podrás casarte con él si lo deseas.


 


La imagen del Cid se acercó como cual fantasma. Seductor. Cómplice. Extendiendo una caricia impalpablemente en la tersa mejilla del caballero de sagitario. ¿No podía rechazarlo... o sí? Sísifo se dio la vuelta para ver directamente a Aspros, quien le tendía la mano en un intento por sellar el trato. Todavía podía sentir la calidez imaginaria de su novio en su rostro. Iba aceptar ese pacto. Por ese futuro idílico, por él.


 


- Solo quiero a Manigoldo – condicionó malicioso Aspros.


 


Al escuchar las palabras de su compañero, el hipnótico ambiente se rompió. Sísifo se aterrorizó al comprender que estuvo a punto de sacrificar la vida de un inocente por un deseo egoísta. Entendía que su felicidad no podría ser intercambiada por la de otro. Y que Cid tampoco aprobaría un acto de injusticia de tal calibre.


 


 


 


"RECUERDO DE SISIFO"


 


 


 


Sísifo en sus inicios como santo dorado. Mucho antes de la Guerra Santa. Se sentía obligado a ser un ejemplo para los caballeros de menor rango. Debía enorgullecer al patriarca. Demostrar nobleza. Ejecutar con excelencia cada misión o tarea. En pocas palabras, ser perfecto. Y lo conseguía, era admirado por todos los habitantes del santuario.


Atrás había quedado su inocente niñez. Y al crecer, los amigos que había hecho en aquellos dulces años, Aspros y Deuteros, se alejaron de a poco de él sin entender el porqué. Cid fue el único que permaneció a su lado, pero sus sentimientos eran más poderosos que el de una amistad y aún ninguno de los dos se declaraba. Ambos con miedo de perder la confianza que se tenían.


Al obtener su armadura, se vio rodeado de personas que lo buscaban por su estatus. A los cuales aceptaba sin queja. E incluso si realmente no quería estar cerca de ellos, mantenía su simpatía y porte refinado. Se esforzaba por no decepcionar, por ser querido y respetado. Pero esta perfección provocaba que sus pares mantuvieran una distancia protocolar, siempre impersonal. Después de todo, ¿cómo ese hermoso caballero, que mostraba tal perfección, podría sentirse solo?


Una noche, angustiado por sus pesares. Decidió explorar los alrededores del Santuario, necesitaba distenderse e intentar calmar esos sentimientos negativos que se incrementaban cada vez más. No obstante, no esperaba encontrar en su camino a Manigoldo. Quien se hallaba sentado en lo alto de los escalones del coliseo, fumando un cigarrillo.


El caballero de Cáncer siempre le había parecido un enigma. No entendía su actitud rebelde e impetuoso. No comprendía su comportamiento, que a sus ojos era bastante inmaduro. Especialmente considerando que era el alumno del Patriara y que este incluso lo consideraba su hijo. Se daba cuenta que Manigoldo no hacía ningún esfuerzo ético o moral para ser tan querido e importante ante sus superiores. Un pinchazo de celos y envidia invadieron su pecho. No, él no podía dejarse llevar por esas emociones desdeñables. No era propio de un caballero de oro. Nuevamente procuró enterrar su sentir y miró a su compañero. Tendría que advertirle que no debiese estar allí.


 


- Sabes que nadie puede estar aquí cuando anochece – llamó su atención sonriéndole – sobre todo un caballero dorado. Además, ¿qué diría el Gran Patriarca si te viese fumando a estas altas horas de la noche?


 


- Sísifo, ¿es en serio? – respondió cínico exhalando el humo acumulado en sus pulmones – ¿ahora serás el niño delator?


 


- ¿De qué hablas?


 


Con molestia, Manigoldo pisoteó su cigarro y enseguida saltó desde las alturas para encarar a su compañero. No tenía nada en contra de Sísifo. Pero realmente le molestaba que se metieran en sus asuntos y, sobre todo, que le recordaran a su maestro para controlarlo.


 


- ¿No estás cansado de siempre ser tan desagradablemente perfecto? – a pesar de mostrar una actitud altanera, sus palabras eran serias.


 


- ¿Cómo? – Sísifo no daba en sí.


 


- Desde que llegué al Santuario 


 


mi maestro me ha ordenado verte como un modelo a seguir – dijo inclinándose hacia él, para luego dar un toque con sus dedos en su frente, haciéndolo reaccionar de su confusión – pero no quiero asemejarme a un entrometido sujeto sin vida quien siempre está infeliz.


 


- No sé de qué hablas – trató de evadir sus palabras, intentando mantener su serenidad que siempre lo caracterizaba – yo no soy...


 


- No lo niegues. Sé que finges. Sé que mientes. – respondió y al no ver contestación, le dio la espalda para regresar a su casa zodiacal.


 


En cuestión de segundos la expresión de Sísifo cambió. No sabía qué pensar. Por supuesto que le turbaba que pudiese ver a través de él. Pero más aún le alteraba que ese altanero caballero lo tratase como un igual, sin pleitesía alguna. Nunca habían iniciado una conversación y aunque le doliera escuchar la verdad, no desaprovecharía esta oportunidad de averiguar cómo se dio cuenta de su fragilidad.


 


- ¡¿Cómo sabes que miento?! – replicó en voz alta impidiendo que su compañero se marchara


 


- Puedo sentir el dolor en tu esencia espiritual. Quieres agradarles a todos. Haces más por ellos de lo que es tu obligación, pero al final lo único que obtienes son personas falsas a quienes no les interesas. Solo se aprovechan de tu bondad.volteó para verlo de frente, notando el claro dolor que le provocaron sus palabras.


 


- Me sorprendes... – pronunció con tristeza. Sísifo desvió su rostro tratando de ocultar su vergüenza – sé que mi obligación como guardián de Athena es ser alguien fuerte para la guerra. Pero últimamente... únicamente me puedo preguntar ¿Qué hay con lo que yo deseo? De hecho, ni siquiera sé lo que deseo. Me he centrado tanto en mi deber, que no me conozco. Solo sé que soy el caballero de Sagitario... – dijo observando la palma de su mano, como si quisiera leer dónde había ido su identidad en sus líneas. – Y estoy solo, siempre solo.


 


Cansado, se arrodilló en el suelo. Su esfuerzo de años había sido descubierto. Ya no podía aguantar las lágrimas. Al fin se daba cuenta de que los muros que construyó, durante tanto tiempo, estaban llenos de grietas y defectos. Los demás podían verlo. Podían juzgarlo. Su soledad no era más que la consecuencia de su falta de ego. Porque todo lo había hecho por los demás, nunca para sí mismo. Siempre quizo ser aprobado.


 


- Vamos, no te pongas a llorar por esto – suavizó su voz para ponerse de cuclillas extendiendo su mano hacia él – empecemos de nuevo, ¿quieres?


 


- No estoy llorando... – limpió con rapidez sus ojos, para ver la sonrisa sincera que le brindaba. No pudiendo evitar sonrojarse. No recordaba la última vez que sintió esa calidez.


 


- Soy Manigoldo de Cáncer – se presentó, riendo divertido al notar el rubor de su compañero – vamos... no me dejes con la mano estirada, me gustaría ser tu amigo.


 


- Sí – dio un respiro – a mi igual – respondió nuevamente con los ojos empapados. Aceptando por primera vez una mano amiga.


 


 


"FIN DEL RECUERDO DE SISIFO"


 


 


- No – dolido, desvaneció la imagen de su pareja – no te daré la satisfacción.


 


- Entonces enfrenta las consecuencias – sin perder tiempo, reprodujo en un espejismo el momento en que controló a El Cid con El Satán Imperial – tengo en mi poder la mente de tu novio. Si yo lo deseara podría obligarlo a lastimar a alguno de tus amigos.


 


Divertido ante el miedo en Sagitario. Aspros se posiciono a espaldas de la imagen del Cid, para tomarlo con firmeza de su mentón, mostrando el cuello descubierto del guerrero.


 


- O tal vez podría tomar su vida cortando su cuello – advirtió, curvando su boca mostrando sus colmillos – después de todo, él también es mi marioneta.


 


- ¡Basta! – grito con furia atacando de frente, desvaneciendo la ilusión en la cual fue encerrado para volver al campo de batalla – ¡Alguien como tú no merece ser el patriarca!


 


La voz de Sísifo se hizo resonar sobre todo el campo de batalla, dejando a más de uno confundido por sus palabras. Era extraño que el guerrero más fiel a la diosa Athena se expresara de esa forma. De igual forma sus compañeros dorados miraron perturbados a Sísifo. Su semblante reflejaba miedo y dolor.


 


- Sabes que te equivocas – respondió fingiendo sorpresa por el actuar de su oponente, al ver que había llamado la atención del Patriarca y el maestro Hakurei– yo no dudaré en eliminar a nuestros enemigos por el bienestar de nuestra diosa Athena.


 


En las gradas, percibieron con asombro el gran cosmos que poseía el caballero de Sagitario. Generando grandes loas dirigidas a él. Y, al mismo tiempo, muchos de ellos alentaban el santo de géminis al ver que tenía una gran desventaja de poder.


 


- Algo está mal... – habló Kardia, preocupado por el bienestar de su compañero. Nunca había confiado en Aspros y el hecho de que en este momento no estuviese luchando con todas sus fuerzas, le parecía sumamente sospechoso.


 


- Estoy de acuerdo, parece que Sísifo no tiene problemas al enfrentar a Aspros – habló Degel aparentemente imperturbable – es demasiado fácil...


 


Sin embargo, esa diferencia de poderes no duró mucho. Aspros estaba elevando su cosmos al máximo, invocando La Otra Dimensión. Paralizando así a su rival. La presión que ejercía era tan fuerte que los órganos de Sísifo comenzaban a contraerse.


"Esto... no es normal" pensó Sísifo, intentando no concentrarse en el dolor interno que ahora lo aquejaba. Sentía un poder extraño mezclado con el cosmos de géminis. Ambos habían entrenado juntos desde pequeños, conocía a la perfección todos sus movimientos y sabía cómo evadirlos. Ahora todo era diferente, era como si enfrentase a un enemigo desconocido ¿Acaso en el pasado no había usado todo su poder?


Sin piedad alguna y sin que pudiese evitarlo, Sísifo vio como su amigo de infancia hacía uso de su técnica más poderosa, Explosión de Galaxias. Recibiendo directamente ese golpe. En cuestión de segundos, estalló una gran explosión, destruyendo pilares y muros que se encontraban cerca, levantando una enorme nube de polvo que cubrió todo el campo de batalla.


 


 


SANTUARIO DE ATHENA – CASA DE CANCER


 


 


Los caballeros de plata que custodiaban el templo de Cáncer elevaron sus miradas con rapidez al sentir el estallido proveniente del campo de batalla. Podían deducir, que el responsable de ese inconmensurable poder era el caballero de Géminis.


 


- Parece que el señor Sísifo no es rival para Aspros de géminis.


 


- No es así, la batalla aún no termina.


 


Mientras tanto en el interior de la casa zodiacal, Manigoldo desvió su atención al enfrentamiento. Asombrado por el cosmos que se liberó. Estaba preocupado al sentir el cosmos agresivo de Aspros incrementar y el de Sísifo decaer tan rápidamente.


 


- Esta es nuestra oportunidad – anunció Verónica, creando el portal que lo sacaría de allí – ¡Si deseas escapar es ahora o nunca!, ¡No podré mantenerlo por mucho tiempo!


 


Verónica podía observar a Manigoldo titubear, no podía entender por qué parecía arrepentirse de su decisión. "¿Acaso se debe a su amigo?"


 


- ¡Manigoldo!


 


- Lo siento Sísifo – habló para sí mismo, ingresando con rapidez al portal junto con Verónica, para que pocos segundos después la presencia de ambos desapareciera.


 


 


INFRAMUNDO – CASTILLO DE THANATOS


 


 


Después de haber discutido con Minos de Grifo, Thanatos había tomado la resolución de partir en dirección a los Campos Elíseos para informar sobre la traición de su hermano a su señor Hades. Si no procedía en arreglar el problema de raíz, existía la posibilidad de que Hypnos volviese atentar directamente en contra de su fuego fatuo. Le dolía saber que su gemelo podría ser castigado por sus soberanos, pero debía actuar rápido sino quería que el pasado se repitiese. Decidido, encendió su cosmos para invocar su armadura titánica y el camino de los dioses.


 


- Leuca, mantenme informado de cualquier anomalía que ocurra en mi ausencia.


 


- Lo haré señor – respondió con suavidad, reverenciándolo para retirarse.


 


Cuando estuvo a punto de adentrarse hacia el portal que le llevaría a los Campos Elíseos. Pudo sentir la presencia de su hermano rodear con descaro su habitación principal, no estaba haciendo esfuerzo alguno por ocultar su presencia.


 


- ¿Por qué estás aquí? – lo enfrentó molesto dando media vuelta para verlo de frente. Podía notar que esto era serio, ya que al igual que él, estaba portando su armadura divina.


 


- Quiero impedir que continúes con esto, unir tu vida con ese mortal solo te traerá problemas, ¿crees que el señor Hades le complacerá saber que tu vida inmortal acabará una vez que unas tu lazo con ese caballero de Athena?


 


- El Señor Hades comprenderá mi situación – replicó – a diferencia de ti, yo no traicioné las reglas del inframundo.


 


- Lo sé – habló intentando ocultar el dolor de ser rechazado nuevamente – y por ello... lamento mucho lo que haré ahora – En un ágil movimiento, logró sellar el camino de los dioses impidiendo que Thanatos volviese a invocarlo.


 


- ¿Realmente no te darás por vencido?


 


Con una sola mano, Thanatos acumuló una gran cantidad de energía dispuesto a lanzarla en contra de su hermano, si no entendía con palabras tendría que doblegarlo por la fuerza. Sin embargo, fue interrumpido por los cuatro dioses menores del sueño, quienes sujetaron sus brazos y piernas, impidiéndole atacar a su padre.



- ¡Ustedes son un estorbo! – Thanatos elevó su poder al máximo logrando que el poder de su cosmos quemara de gravedad a los dioses menores, pero pese a ello se reusaban a soltarlo.


 


- ¡No podemos permitirle ir a los Campos Elíseos! – alegó con dolor Phantasos, reforzando su agarre.


 


- ¡Obedeceremos los deseos de nuestro señor Hypnos sin importar si sacrificamos nuestras vidas! – gritó con fuerza Ikelos.


 


Aprovechando la inmovilidad de su hermano, Hypnos se acercó a su cuerpo para colocar su mano sobre su frente, liberando su ataque Somnolencia Eterna debilitándolo en poco tiempo. Los ojos de Thanatos comenzaban a cerrarse debido al agotamiento. Cayendo poco después, con su forma humana, sobre los brazos de Hypnos.


 


- Está hecho – con lentitud acarició las facciones de Thanatos, quien permanecía dormido plácidamente – quiero que lo encierren en el mundo de los sueños lo más pronto posible - depositó un casto beso sobre sus labios, logrando que su apariencia volviese a ser la misma de un mortal.


 


- Por su puesto señor – a pesar de sus heridas, Morpheus se acercó a su padre para tomar en brazos al dios de la muerte y abrir la dimensión que los llevaría al mundo de los sueños.


 


- ¿Qué haremos si alguien pregunta por la ausencia del señor Thanatos? – preguntó Oneiros antes de partir.


 


- No responderán a nadie, haré que Pandora regrese aquí para mantener bajo control el inframundo, solo procuren el cuidado de mi hermano.


 


En poco tiempo, todos los dioses desaparecieron del palacio sin dejar evidencia alguna de la batalla librada. Mas no contaban con la presencia de Leuca. Quien se mantuvo escondida detrás de los muebles mientras cubría sus labios, impidiendo dejar escapar algún sonido ante el secuestro de su señor.


 


- Necesito buscar al señor Minos... -


 


 


SANTURARIO DE ATHENA – BATALLA CEREMONIAL


 


 


El público cubrió sus ojos por la tierra y escombros que volaron en su dirección. Más de un fragmento lastimó los rostros de los aspirantes. Incluso el patriarca Sage parecía confundido por la fuerza Aspros, a pesar de haber preparado todo para su enfrentamiento jamás esperó un nivel de destrucción tan grande.


Una vez la nube de polvo comenzó a disiparse, todos pudieron observar en el centro del campo de batalla al santo de sagitario quien aún se mantenía en pie, a pesar de presentar grandes heridas sobre su cuerpo.


Sísifo, gracias a su defensa, Impulso de Luz, logró soportar el ataque de Aspros. Permitiéndole disminuir mínimamente el insoportable daño que sufría, "realmente algo ha cambiado en él". Al intentar moverse para continuar con el enfrentamiento, Sísifo cayó de rodillas. "No puedo rendirme aquí...si lo hago...Cid y Manigoldo".


 


- No te levantes – advirtió Aspros, caminando en su dirección. Ejerciendo aún más fuerza en la gravedad del campo de batalla – no me obligues a matarte.


 


- ¿Quieres que me rinda? – trató de volver a levantarse, pero una inconmensurable presión lo obligaba a volver al suelo – olvídalo...–


 


Aburrido de la determinación de su compañero, Aspros lo agarró del cuello ahorcándolo sin mucha fuerza, mientras golpeaba sin cesar su estómago. No deseaba usar el Satán Imperial sobre él, ya que era una técnica prohibida. Mucho menos podía usar el poder del dios del sueño, de lo contrario sería descubierto. La única opción viable era hacer que se rindiera por voluntad propia o dejarlo inconsciente.


Intranquilo, Sage se puso de pie dispuesto en terminar cuanto antes la batalla ceremonial, dando la victoria al caballero de géminis. Pero fue interrumpido por el brazo de Hakurei quien lo obligó a tomar asiento nuevamente.


 


- Si Sísifo no se rinde, la batalla debe seguir...


 


En lo alto de las gradas, Cid se levantó con rapidez. Iba asesinar al maldito de Aspros. Cómo se atrevía a lastimar de forma tan cruel a su pareja. Si no hubiese sido por Kardia y Degel, quienes lucharon por retenerlo, habría saltado a la arena.


Albafica no podía soportar ser espectador de esa tortura. Pero solo podía cerrar sus puños con rabia. Las reglas prohibían la intervención de otro guerrero, transgredirlas sería tomado como insulto a la mismísima Athena.


Deuteros cubrió su rostro con ambas manos tratando de ignorar los gritos desgarradores de su ser más preciado. Y lo peor es que sabía que ese daño era provocado por su hermano. ¿En qué ser despreciable se había transformado su gemelo? ¿Cuándo había sucumbido a la oscuridad? Ni siquiera le importaba que él estuviese enamorado de Sísifo.


Todos miraban con dolor el sufrimiento que estaba padeciendo el caballero de Sagitario. Pero por algún motivo no se rendía. Claramente ya había perdido el enfrentamiento, pero no se daba por vencido. Muchos de ellos suplicaban que se detuviera la pelea al ser un espectáculo innecesario, el ganador ya estaba definido.


 


- ¡Es suficiente, deben parar cuanto antes este duelo! – gritó con desesperación Aldebarán. Llamando la atención de Aspros quien detuvo sus acciones para desviar su mirada a lo alto del coliseo – ¡si continuas con esto terminaras asesinándolo!


 


Al escuchar las suplicas de Aldebarán, Aspros liberó a Sísifo de su agarre para lanzarlo contra el suelo. Posicionando su pie sobre su cabeza.


 


- Solo ríndete, todos saben que ya perdiste.


 


- O-Olvídalo... - respondió apenas, escupiendo una gran cantidad de sangre. Aferrando sus manos al suelo, tratando de liberarse. Sabía que no podría continuar durante más tiempo, pero no quería admitirlo –


 


- Entonces lo haremos por las malas –


 


Alzó sus manos dispuesto a volver usar la Explosión de Galaxias y terminar de una vez por todas con esto. Empero, fue detenido por el agarre de Hakurei. Aspros lo observó sorprendido, dándose cuenta de que el anciano maestro se veía orgulloso del resultado de la batalla.


 


- Tu ganaste Aspros – desvió su atención a Sísifo quien se hallaba inconsciente – está fuera de combate.


 


Apresurado Sage corrió al centro de la arena, agachándose para ver la condición en la que estaba el de Sagitario. Su estado era lamentable. Sanguinolento. Lleno de heridas y marcas moreteadas. Cubierto de tierra siena y seca. Cualquiera que conociera al altivo caballero, no lo podría reconocer. "Lo lamento tanto"


 


- ¡Atención todos, el nuevo patriarca del santuario es Aspros de géminis!


 


Sage no cabía en su impresión. Parecía que a su hermano no le importaba en absoluto el estado del arquero. Estaba más preocupado en felicitar a Aspros, quien no mostraba ni un ápice de empatía. Un lapsus de consciencia lo recorrió. ¿Realmente el geminiano era apto para el cargo de patriarca? ¿Acaso sería correcto que el nuevo líder del Santuario fuese tan frío?


Por su parte los santos dorados bajaron con rapidez a la arena, para reunirse con el patriarca y Hakurei. Cid no dudó ni un momento en correr al lado de Sísifo para ayudar a Sage, quien intentaba hacerlo despertar con su cosmos.


Y a pesar de que Sage hacía lo que podía para hacer reaccionar a Sísifo. E incluso con la ayuda recién llegada de Cid, con el que reunía fuerzas para acelerar su sanación. Sus intentos fueron inútiles. "No entiendo, es como si estuviese bajo un hechizo. Los tratamientos que le estamos dando deberían dar resultado"pensó angustiado al no poder explicarle al capricorniano qué estaba pasando con su pareja.


 


¡Traigan a los Sanadores! – ordenó Sage a caballeros de bronce que estaban cerca. Los cuales partieron raudos a cumplir su orden.


 


Ellos eran expertos en uso del cosmos para curar heridas y deberían poder hacerse cargo. Al llegar los sanadores, se lo llevaron en una camilla para atenderlo en la enfermería que quedaba en el mismo coliseo.


El Cid quería ir con ellos, pero Sage no se lo permitió. Debían quedarse todos como testigos del deseo que iba a pedir Aspros. Además de que tenían que anunciar cuando sería la coronación.


Mientras tanto, la dualidad presentada en los espectadores era evidente. Una mitad sentía miedo al ver la faceta despiadada de quien sería el nuevo Patriarca. Especialmente al presenciar cómo se llevaban al caballero de Sagitario. Su forma de pelear era agresiva e irracional. La segunda mitad, solo festejaban su triunfo. Porque para ellos, un verdadero líder poseía un poder infinito e intransable.


Sage dando un suspiro resignado se acercó al ganador, debía preguntarle cuál sería su deseo, aunque ya lo sabía. Se puso al lado de Hakurei, mirándolo preocupado. Al contrario de sus inquietudes, su hermano se veía emocionado por tan buen espectáculo y muestra de poderío.


 


- Felicidades Aspros. Tu al ser el ganador del torneo, serás el nuevo Patriarca del Santuario. Y como habíamos informado al inicio de la batalla, tienes derecho a escoger un deseo por tu victoria – informó Sage, permitiendo que Aspros pensara un poco en su respuesta.


 


- Gracias por sus palabras Patriarca Sage y claro que tengo un deseo – caminó al centro de la arena mostrándose confiado y orgulloso para poco después responder en voz alta – ¡Como nuevo patriarca del santuario de Athena, mi único deseo es convertir a Manigoldo de Cáncer en mi consorte y mano derecha!


 


La mayoría de los guerreros quedaron sorprendidos ante sus palabras, ya que nadie esperaba que el guerrero más fuerte, solo deseara contraer matrimonio con uno de sus camaradas.


Y no todos estaban conformes con su petición. Albafica y Kardia no dudaron en mostrar una mirada de odio en contra de géminis. No solo había lastimado a su mejor amigo de gravedad en el pasado, sino que ahora lo obligaría a permanecer a su lado para siempre.


Antes de iniciar una pelea entre camaradas, Hakurei le sugirió a Sage que diera la orden para que todos los santos de oro se reunieran en el templo principal. Sugerencia que le pareció más que comprensible. Entendía que existía una tensión en contra de Aspros, pero no permitiría que alguien ajeno a la orden dorada se involucrara.


Sage informó a todos que los teletransportaría, para que pudiesen discutir el tema con calma. Pero antes de partir dio el aviso al resto de habitantes del santuario, de que por el momento se podían retirar y que esperaran futuras ordenes sobre la coronación de Aspros.


Luego de dar su mandato, en segundos los teletransportó. El ambiente dentro de la cámara del patriarca era tenso. Los más viejos temían que se armase una pelea, así que debían procurar mantenerlos calmados. Mas fue imposible, porque cuando Sage iba a tratar de dar orden para iniciar una conversación civilizada, Cid se abalanzó en contra de Aspros.


 


- ¡Eres un maldito Aspros! – exclamó iracundo el Cid, dándole un duro puñetazo a su compañero - ¡No era necesario que fueses tan cruel con Sísifo! ¡Casi lo asesinas!


 


Aspros no hizo movimiento alguno ante el golpe de capricornio. Tenía que fingir estar arrepentido por sus acciones. Mas le resultaba difícil, verlo perder los estribos por algo tan insignificante le divertía. Y más al pensar que este no supiese que estaba en su control, que era su marioneta y que cuando él quisiese podría cambiar las condiciones para activar el Satán Imperial.


Al observar que volvería atacar, Aspros no dudo en ponerse en guardia dispuesto a noquearlo si fuese necesario. No obstante, fue su hermano quién se interpuso, agarrando el puño de Cid justo en el momento apropiado.


 


- Trata de calmarte, todos sabíamos que existía un riesgo en esta batalla – habló estoico Deuteros. Entendía completamente el sentir de su compañero, incluso él quería desquitarse por lo que su hermano hizo a Sísifo. Pero no podía hablar en contra de Aspros. Tampoco podía demostrar lo que realmente pensaba, porque estaba obligado a obedecer sus órdenes.


 


- ¡Tú no te metas en esto! – Cid se liberó de su agarre, dispuesto en volver atacarlo – ¡¿acaso apruebas lo que ha hecho?! – lo cuestionó con voz quebrada.


 


- No pierdas tu tiempo con mi hermano – le pidió Deuteros afirmándolo del torso para que no siguiera insistiendo en atacarlo.


 


Cid no podía comprender por qué Deuteros no empatizaba. ¿Por qué no era capaz de entenderlo? Siempre creyó que era amigo de Sísifo. Que lo admiraba. Su arquero siempre lo escuchaba y comprendía. ¿Por qué ahora era como si no le importara? No lo reconocía. Miró a su alrededor, se sentía enloquecer. Miraba al Patriarca, a Hakurei, a Aspros. Ya no sabía quién era quién. Todos eran unos traidores. Ellos y los que mantenían silencio. Cómplices de la maldad del geminiano.


Enloquecido dio un salto hacia atrás y no vaciló en invocar su cosmos dispuesto a usar su Excalibur contra quien se interpusiese. Escuchó gritos, pero en su ira no logró reconocer de donde provenían. Si hubiese estado más calmado sabría que era Sage y sus compañeros intentando hacerlo entrar en razón. Cuando ya estaba ejecutando su técnica contra Deuteros, vio como su ataque se desvanecía por una fuerte barrera.


 


- Lo lamento Cid, pero no te permitiré ponerle una mano encima – respondió Asmita, mostrándose impasible – Deuteros no tiene nada que ver con tu odio, así que controla tus emociones.



- Asmita... – dijo sorprendido.


 


En ese momento, sin que alguien lo notase, Asmita invadió la mente de Cid con su habilidad Rikudō Rinne. Le mostró las posibilidades nefastas que podría causar el revelarse ahora. No contaban con nada a su favor para derrotar a Aspros. Y el caballero de Virgo sabía de presencias desconocidas que lo apoyaban desde las sombras. Y hasta no saber quienes eran, no les convenía actuar en ese momento. "¿Lo entiendes Cid?, comprendo tu dolor, pero cree en nosotros. Estamos de tu lado."


 


En su contraparte Deuteros no pudo ocultar su asombro al ser protegido. Jamás esperó que alguien lo protegiese. Aunque suponía que después del beso que compartieron, las cosas serían diferentes desde hoy en adelante.


Mientras tanto, a espaldas de Aspros, Kardia lo intentó golpear aprovechando que lo veía distraído. Pero este no había perdido la atención de lo que estaba a su alrededor. Esquivándolo con un gesto burlón, provocándolo aún más.


 


- Kardia... ya me extrañaba que no intervinieras. Te encanta figurar.


 


- ¡Cállate! ¡¿Cómo te atreves a pedir la mano de Manigoldo?! ¡Sabes bien que Manigoldo te detesta desde el día que casi lo matas! – estaba furioso, ya no le importaba mantener ese secreto por más tiempo. Se daba cuenta de que si hubiesen revelado esa verdad desde el primer momento, Sage no estaría permitiendo esto – ¡no puedes obligarlo a permanecer a tu lado con este tonto deseo de victoria! – vociferó iniciando nuevamente su ataque, para ser detenido repentinamente por los brazos de Degel.


 


- Claro que puedo, porque es mi derecho como nuevo patriarca del santuario – respondió con inocencia. Sin notar que una rosa venenosa iba directamente a su rostro. Y si no fuese porque la rosa se detuvo a centímetros de él, de seguro esta hubiera acertado.


 


- ¿Acaso están todos locos? – intervino Shion, quien había levantado su Barrera de Cristal para defender a Aspros y encerrar a Albafica


 


Desde su prisión de Cristal. Albafica miraba impotente cómo no solo Deuteros y Asmita, parecían proteger al geminiano, sino que también ahora se unía Shion, Regulus y Dohko para defenderlo. Entendía que sus amigos no entendieran sus motivos, pero la situación era más que clara para él. Debía proteger a Manigoldo, aunque eso le costara un castigo ejemplar.


 


- Y como puedes ver, no soy el único que respeta las reglas del Santuario – sonrió sabiendo que su plan estaba funcionando a la perfección. Especialmente le alegraba que Shion fuese una de sus marionetas, sino tal vez no podría controlar al de Piscis, quien era demasiado peligroso por su sangre envenenada –


 


- ¡Ya es suficiente! – puso orden Sage – ¡No permitiré que este conflicto continúe! ¡Ya es suficiente con un herido de gravedad, no dejaré que haya más!


 


Al ver que todos habían detenido sus ataques y que incluso Cid parecía más calmado. Se dirigió hacia Aspros. Mirándolo atentamente.


 


- Aspros, sin duda tu pelea con Sísifo dista mucho de lo que un noble caballero de oro debiese hacer. Pero a pesar de lo que yo piense, tú eres el legítimo ganador. Y venciste justamente, aferrándote a las reglas – una vez dicho esto, se dirigió a todos los presentes – Fue el caballero de Sagitario quien no quiso rendirse. Y si debe existir un culpable, ese soy yo. Yo debí detener la batalla antes...


 


- Es claro que tienen opiniones diferentes respecto a la victoria de Aspros – dijo Hakurei, para darle apoyo a su hermano – pero de acuerdo con las leyes de la diosa Athena, el ganador no solo tiene derecho a convertirse en el nuevo patriarca, también puede escoger al que será su mano derecha junto con un deseo de victoria.


 


- ¡Pero Manigoldo no desea estar al lado del maldito de Aspros! – objetó Kardia con molestia señalando con odio al geminiano – hubo más de una ocasión en la que casi es asesinado por sus arranques de celos.


 


- Supongo que ni siquiera tienes pruebas, ya que jamás ha existido un reporte que corrobore tu acusación – habló despectivo Hakurei, al pensar que solo mentía descaradamente.


 


A pesar de las palabras de su hermano, Sage observaba intranquilo la mirada desesperada de Kardia. Es cierto que era temperamental, pero nunca lo había visto afligido. Y que estuviese tan comprometido a estar en contra de esa unión, solo incrementaba su angustia. De pronto recordó la condición en la que lo encontró hoy, como estaba herido. Era inconcebible para él verlo nuevamente de esa forma, pero esta vez siendo víctima de Aspros.


 


- ¿Patriarca Sage, acaso está de acuerdo en entregar a Manigoldo? – preguntó repentinamente Albafica


 


- No lo sé... – llevó una mano a su frente al dudar de su decisión – Si Manigoldo acepta permanecer al lado de Aspros, entonces no pondré objeción alguna.


 


Al oír su decisión Hakurei se indignó. No podía creer que su gemelo fuese tan voluble ante esas mentiras infundadas. Aspros sin lugar a duda era el mejor, no solo para ser patriarca, sino que para alejar a Manigoldo de la tentación de escapar y traicionar el santuario. Se acercó, excusándose con los presentes, para tomarlo del brazo y alejarlo unos metros.


 


- ¡No puedes cambiar de opinión ahora! – susurró con molestia, ejerciendo presión sobre su agarre – Manigoldo solo desea venganza en contra del santuario y la única forma de controlarlo es que Aspros lo tome como su consorte.


 


- Entiendo eso – sin vacilar, Sage aparto las manos de su gemelo para verlo con decisión – pero es mi hijo y no puedo continuar causándole más dolor, asumiré su odio para evitar que cause daño en contra de los demás.


 


Sage finalmente comprendía que todas sus acciones llevaron a que todo el santuario se enfermera de odio y codicia. Se cuestionaba con dolor lo que pudo ser diferente si solo hubiese permitido que las cosas continuaran con su curso ¿Era realmente necesario que interviniese en contra de los designios divinos? Tal vez Thanatos sí hubiese protegido a Manigoldo como su pareja destinada. Hasta podrían haber llegado a un acuerdo de paz entre Athena y Hades si hubiesen revelado la unión que tenían. Un santo dorado y un Dios del Inframundo, siendo capaces de dar paz.


Eran demasiadas posibilidades que ahora veía desde una perspectiva diferente. Se sentía culpable por haber involucrado a Hakurei en sus malas decisiones, ya que su hermano era alguien mucho más sensato. Pero no podía obligar a su hijo a desposar a alguien que no amaba.


Patriarca Sage, ¿qué pasaría si le contara que Manigoldo realmente desea estar a mi lado? – habló repentinamente Aspros – si me diese el permiso de buscarlo, le demostraría que no existe problema alguno por el cual deba preocuparse.


 


- Lo siento... pero por el momento Manigoldo se encuentra indis...


 


- Claro que puedes hacerlo – interrumpió Hakurei, silenciando de inmediato las palabras de su hermano – si Manigoldo no muestra objeción alguna, oficiaremos su unión al momento que seas coronado como nuevo patriarca.

Notas finales:

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