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Días grises por Yoshita

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Notas del fanfic:

Sinceramente, alternar las parejas de Sugawara es un deporte nacional para mí, así que me dije ¿por qué no? Eso y que leí a la fantástica Caelum y me enamoró con estos dos. Lowkey, este fanfic va para ella, que ni me conoce ni la conozco, pero hizo posible esta historia. Ella y los writing prompts que he encontrado por ahí.

Notas del capitulo:

Ninguna aclaración en realidad, solo que espero que lo disfruten y que si les gusta ver a Sugawara con alguien más, como por ejemplo Ushijima, revisen mis otras dos historias: Amatista y Cookies and cream.

Escena primera: aburrido

 

Luego de tantas insistencias durante toda la semana, Sugawara solo pudo aceptar ir con Nishinoya y Tanaka al fabuloso bar de rock, Suga, es que debes ir con nosotros. Ya se le habían acabado las excusas y lo único que le quedaba en su repertorio era un está bien muy sufrido. Él no era de ese tipo de música, pero los dos muchachos estaban insistiendo e insistiendo en que tenía que ir con ellos. ¿Por qué?, había cuestionado desde el lunes, porque hay descuentos para grupos de tres y Suga era el único que cedería ante los caprichos, tarde o temprano. Así que, sin mucho ánimo, sin ninguno en realidad, guardó sus útiles en su morral y salió a la espera de su incipiente desgracia nocturna, como llamaba a ese plan que Nishinoya y Tanaka habían armado para él.

- No te ves muy bien, Suga-chan.

- Oh, no me siento nada bien, Oikawa – respondió soltando, de nuevo, un suspiro más grande que la miopía de su interlocutor – Nishinoya y Tanaka al fin lograron hacerme ceder.

- ¡Oh! ¿El concierto de rock? ¡Eso suena fantástico! – exclamó con genuina emoción mientras se acomodaba sus, enormes, muy enormes, anteojos.

- ¡No! Noya y Tanaka no aceptan un no por respuesta y saben que seré yo el que cederá al final y necesitan a una persona más porque hay descuentos para grupos de tres y… en realidad me doy por vencido, iré con esos dos y me excusaré para ir al baño, así podré desaparecer e irme a casa sin que lo noten.

- Al menos tienes un plan para hoy – Tooru resopló, quitándose un mechón de cabello del rostro – yo me siento completamente aburrido desde que Lisa-chan decidió que no íbamos más.

- ¿No quieres ir en mi lugar?

- Oh, no, Suga-chan, no vas a usarme de chivo expiatorio de nuevo, no voy a volver a tomar tu lugar con esos dos amigos que tienes, yo tengo dignidad.

- Ah, tu ganas… todos ganan conmigo, menos yo. Espero, en serio espero, que al menos hoy haya algo que valga la pena.

- ¿Cómo una linda chica?

- O un lindo chico o un buen pedazo de pizza o que se vaya la luz, tu escoge.

- Eres taaaaaaaaaaaaan~ aburrido, Suga-chan, ¿no te gustaría, por lo menos, salir de tu rutina y experimentar cosas nuevas?

- Estoy bien en mi rutina – dijo y se detuvo. Estaban fuera del campus universitario, en la esquina del parqueadero de bicicletas, donde Noya y Tanaka habían quedado de verlo – despierto temprano, vengo a clase, hago mis deberes y voy a los ensayos del grupo, todo está en orden y no pienso cambiarlo y como siempre duermo a eso de las diez, esta salida está devorándome los sesos vivo, porque quién sabe a qué hora dormiré y todo mi horario se descuadrará.

- Creo que te hace falta más espontaneidad, Suga-chan. Eres buen estudiante y en el grupo de teatro todos te amamos, pero vas a terminar hundiéndote en la monotonía y eso va a matarte a los 25.

- ¿Y eso me lo dices tú?

- ¡Claro que sí! Sal de la rutina, sube a esa tarima esta noche y besa al guitarrista, escápate con el baterista, amanece en la cama del vocalista, yo qué sé, pero por favor, necesitas darle un cambio a tu vida. Tu mera expresión me da depresión.

Suga rodó los ojos y echó un bufido tan audible que Oikawa se sintió ligeramente ofendido.

-  Bien, como tú quieras, pero vas a terminar pidiéndome ayuda o, en el caso contrario, llorando en mi hombro porque pareces de 80 y estás desperdiciando tu juventud.

- No va a pasar ninguna de las dos cosas, Oikawa, voy a ir por un rato, escaparé en el intermedio y luego iré a casa. Eso es todo, mi vida seguirá el mismo curso usual, el tranquilo y conocido curso que ha tenido siempre.

- A veces me dan ganas de vomitar de lo aburrida que es tu vida, Suga-chan.

 

Escena segunda: golpe

 

No pensaba que entrar al bar fuera tan incómodo y no podía sentirse más fuera de lugar como en ese momento, pero, el bar, contrario a lo que había pensado, no era feo ni de mala muerte como había creído al principio, lo que lo aliviaba y decepcionaba sobremanera. Era un lugar particular, con una larga, muy larga barra y mesas redondas por todo el sitio y, al fondo, estaba la tarima, no tan pequeña como había imaginado, donde se estaban preparando los músicos. Ver todo tan pulcro y bonito fue un golpe en su contra, ya que había pensado excusarse debido al sitio al que lo habían llevado, pero ahora eso estaba fuera de sus posibilidades.

- ¡Suga! – escuchó el grito de Nishinoya y vio como el muchacho lo llamaba desde una mesa cercana al escenario, no se había dado cuenta en qué momento se le habían adelantado.

- Voy – dijo, pero estaba seguro que ni Nishinoya ni Tanaka lo había oído.

- Hombre, gracias a que viniste, solo tuvimos que pagar una entrada – alabó Tanaka – hubiera sido una completa mierda que no hubieras aceptado.

Como estudiante de literatura clásica, Sugawara odiaba las palabras soeces, tanto que, cuando oía una, sentía un malestar en la boca del estómago, como si fuera a vomitar o como si le hubiesen propinado un golpe. No era que la literatura no las usara, era que estaba convencido de que había mejores maneras de expresarse. Así que solo sonrió y abrazó su mochila más a su cuerpo.

- Suga, relájate, pareces una vaca muerta, si sabes a lo que me refiero – Nishinoya reía junto con Tanaka. No, no sabía a qué se refería Noya con esa comparación y, por el bien de su estómago, lo mejor era no preguntar.

- ¿A quién veremos hoy? – cambió el tema antes de que se le generara un malestar más grande en el estómago.

- Hypocritical Wisdom – contestaron con los ojos brillantes. Oh, eso no sonaba nada bien.

Nadie podía ponerle a un grupo de rock Sabiduría Hipócrita, ¿qué clase de nombre era ese? ¿Qué clase de grupo extraño era ese? ¿Qué clase de personas lo conformaban? No debían estar bien de la cabeza, ¿o sí? Obvió, e intentó ignorar los balbuceos de sus acompañantes, para fijarse en los,¿músicos?, que estaban preparándose en tarima. Eran cinco en total: un muchacho rubio que acomodaba un sintetizador y un micrófono en frente, tenía una sonrisa socarrona y una expresión de superioridad; más al frente habían tres muchachos, a la izquierda y más alejado de los teclados, estaba un chico con cabello oscuro, que no supo qué color era, podía ser negro o azul o incluso verde, pero la luz no ayudaba mucho, el muchacho de cabello color indescifrable acomodaba una guitarra verde oliva brillante;  justo en la mitad de la tarima y, de lejos, el más llamativo de todos, había un muchacho moreno y bastante fornido (apreciable por su camisa sin mangas. ¿Qué no tenía frío?) acomodando una guitarra blanca; a la derecha y más cerca a los teclados, había un muchacho de expresión violenta y cabello rubio acomodando lo que parecía ser una guitarra más robusta.

- Eso es un bajo eléctrico, Suga – le explicó Tanaka cuando le preguntó el por qué esa guitarra no tenía seis cuerdas sino cinco.

Finalizando su análisis, al fondo, en la batería, un muchacho de cabello negro, estaba seguro, ajustaba los, ¿platillos?, a los soportes y probaba todos los tambores del instrumento, parecía estarla pasando en grande, lo podía apreciar por la enorme sonrisa que tenía pintada en el rostro y la emoción con que hacía sonar todo. Esa fue la sonrisa que le causó un molesto y escalofriante espasmo por toda su espalda, esa sonrisa fue el golpe a su seguridad. No, esa noche nada iría bien.

 

Escena tercera: negro

 

Luego de la cuarta canción, Suga estaba convencido de que era el peor error que había cometido en su vida, peor que no haber tildado un documento completo, peor que haber pasado por alto que el corrector de su computador hubiera cambiado Menelao por menéalo en su ensayo de Áyax. Estar esa noche, allí sentado, oyendo rock, era su más grande equivocación. Y cuando pensaba que nada podía salirse más de control, no más que sus dos acompañantes ebrios, pasó lo impensable, porque sí, porque se podía poner peor, porque sentir ese golpazo contra su cabeza no era plan de la noche ni mucho menos. Tomó en las manos el objeto que le había golpeado y frunció el ceño aún más de lo que había estado haciendo durante toda la noche: ¿un palo? ¿Alguien le había lanzado un palo, roto, a la cabeza? Se tocó con cuidado el sitio donde el palo había impactado y supo, enseguida, que iba a tener una contusión no muy grave, afortunadamente y que, afortunadamente también, no sangraba, porque no se le antojaba, ni en un millón de años, que se le manchara su chaqueta blanca con sangre roja por estar en un lugar donde no quería estar.

- Lo siento por eso – alguien le habló y volvió a la realidad, dejando su palpitante dolor de cabeza en un segundo plano – no suele suceder, pero me emocioné mucho hoy, ¿todo en orden?

Suga miró detenidamente a la persona que le estaba hablando: ojos negros, cabello negro, chaqueta negra y se extrañó que sus dientes fueran blancos, ya que el negro parecía ser el protagonista en él.

- ¿Qué? – atinó a preguntar.

- El golpe – señaló – mi baqueta se rompió en la mitad de la canción y el pedazo voló hasta tu cabeza, eso fue lo que te golpeó.

- ¿Baqueta? – preguntó, ¿qué no era un palo?

- Baqueta – mostró el pedazo de madera que sostenía, seguramente era el trozo que se había quedado en la mano del baterista cuando se rompió – es lo que se usa para tocar batería, uno en cada mano, ¿qué no lo sabes?

- No, ¿por qué debería?

- ¿Porque estás en un bar de rock? – pareció más una pregunta que una afirmación.

- Ah, no me lo recuerdes, yo no quería venir – suspiró resignado.

- ¿Entonces?

- Fui forzado por… - y se quedó con las palabras en la boca, porque ni Nishinoya ni Tanaka se veían cerca – dos amigos – y los buscó con la mirada. Los encontró, obviamente iban a estar allí, pidiendo y rogando a Hypocritical Wisdom tomarse una foto. No había notado que la banda había tomado un descanso.

- ¿Entonces? – volvió a preguntar.

- Entonces me senté aquí a esperar que se distrajeran para poder escapar, entonces me golpeó un palo de madera en la cabeza y entonces se me olvidó que quería irme porque me duele horrores y entonces agradecí no estar sangrando porque si no iba a manchar mi chaqueta y entonces llegaste a pedirme perdón. ¿Quién eres, a fin de cuentas?

- ¿El baterista que te golpeó con su palo? – respondió divertido.

- Ah, claro, el baterista – nada en su cabeza coordinaba, solo quería irse de allí.

- Oye, déjame corregirte con algo: si estás sangrando.

Oh, claro. Claro que iba a estar sangrando, porque esa noche nada estaba saliendo bien ni como quería y si él había pedido a su herida no sangrar, esta, por supuesto, iba a hacer todo lo contrario. Su cabello blanco debía verse aterrador, pero era más fácil quitar la sangre de su pelo que de su ropa, porque ya podía sentir el líquido rojo escurrir por su cabeza y gotear sobre su pulcro abrigo blanco. Y ya todo había empeorado.

- Ven conmigo – pidió el muchacho de negro – al menos deja que cure esa horrible herida de tu cabeza.

No perdería nada, absolutamente nada, yendo con el baterista y que este hiciera lo que había dicho.

- Bien – refunfuñó.

Siguió con mucho cuidado el camino que mostraba el chico y agradeció el momento en que dejaron el tumulto y entraron a un pasillo vacío. El muchacho caminó un poco más hasta llegar a una puerta.

- Sigue – le dijo luego de abrir.

Sugawara entró, porque ya no había nada que lo pudiera desilusionar más, y se sentó en la primera superficie, una mesa, que encontró antes de perder el equilibrio.

- ¿Qué le pusiste a mi bebida?

- En primer lugar, si estás mareado, es por el golpe, la sangre y el mal humor, en segundo lugar, no estabas bebiendo nada y en tercer lugar, no te violaría, mierda, ¿cómo puedes pensar eso?

¿Qué cómo podía? Había seguido a un total desconocido, por un lugar desconocido, hasta una habitación desconocida, no se necesitaba ser un genio para saber qué sucedería después. Por eso no había dejado de abrazar su mochila. Su rostro debió expresar su respuesta y su estómago reaccionó a la palabra vulgar.

- Este es el camerino – comentó despreocupado – aquí dejamos los estuches de los instrumentos y nuestras maletas – el muchacho abría y cerraba gabinetes – también se guardan cosas como esta – le mostró el botiquín de primeros auxilios – solo es la buena acción del día, ya cálmate.

Tal vez había juzgado mal al chico. Bueno, tal vez no, lo había juzgado mal. Él solo estaba siendo cortés con quien había golpeado y se estaba saltando una sesión de fotos y una firma de autógrafos por estarle brindado los primeros auxilios. Quizá tener esa actitud tan hosca no era lo correcto, después de todo, había ido a disculparse.

- Gracias – dijo entre dientes.

- No hay de qué – soltó en un suspiro – ahora, no te muevas.

 

Escena cuarta: blanco

 

El chico de negro acompañó a Suga hasta afuera del bar, donde esperaba el taxi que había llamado para poder regresar a su casa.

- ¿Estás seguro que no quieres que le digamos a tus amigos?

- Oh, ellos probablemente se olvidaron de mí desde la mitad de la segunda canción, cuando las cuatro rondas de cervezas comenzaron a hacer efecto, así que no hay problema. Les escribiré un mensaje cuando llegue y eso será todo.

El baterista miró la chaqueta de Suga y le corrió un escalofrío, cualquiera pensaría que acababan de apuñalarlo, o peor, que acababa de apuñalar a alguien.

- Dame tu abrigo – soltó.

- ¿Disculpa?

- No puedes andar por ahí con una chaqueta llena de sangre – se quitó la suya – así que te llevarás esta.

- Es muy amable de tu parte, pero no sé quién eres, no sabes quién soy y tengo la certeza de que no nos volveremos a ver, así que gracias, pero no.

- Vamos, no seas terco – insistió el muchacho, alargando su mano con la prenda – vas a estar mejor con esta, no huele a sangre.

Sugawara pareció meditarlo por un momento, pero como esa noche ya no podía ser peor, tomar un abrigo de un total desconocido era la menor de sus preocupaciones.

- Bien – masculló – ten esto – le dio su mochila (que aun abrazaba) y se quitó la chaqueta blanca – ahora toma esto – intercambió ambos abrigos de lugar y se colocó la prenda negra, una, o quizá dos, tallas más grandes que la suya – gracias de nuevo – recuperó su mochila y la volvió a abrazar.

- No hay de qué.

El taxi estacionó en frente de la entrada del bar y Sugawara hizo un gesto de despedida con la mano.

- Adiós – fue lo único que dijo antes de subir al taxi y que este arrancara.

El muchacho se quedó parado mirando cómo se alejaba y cuando una ráfaga de viento le sacudió los huesos, se dio cuenta que realmente le había dado su chaqueta al muchacho desconocido y que el chico tenía razón, no se volverían a ver nunca más. Sacudió su cabeza intentando despejarla de pensamientos estúpidos y se colocó la chaqueta blanca. No le quedaba tan apretada como había esperado, pero si se veía que no era suya.

- ¡Así que ahí estabas! – Oyó el grito desde el interior del bar – te estábamos buscando… - el muchacho moreno miró con detenimiento la prenda blanca y ahogó una risa – te estábamos buscando, Shiro.

Notas finales:

No hay arrepentimientos. No hay segundos pensamientos. Solo otros capítulos por venir. 

Se agradecen los reviews.


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