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Hombre bajo la lluvia por Doki Amare Pecccavi

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Cap. 11: Señales

 

Seis de la mañana. Salió de casa tan pronto como pudo.

Había dormido mucho y, aun así, tenía la sensación de caminar sobre una nube espesa que impedía escuchar sus pasos en el suelo. Estaba lejos de la “hora pico” en el transporte público. Tomó una estación del metro, poco inusual en su traslado y una vez dentro del vagón, se sentó a observar la nada, poco a poco el sueño empezaba a vencerlo y el viaje de veinte minutos se volvió interminable.

 

Escuchaba el pitido que anunciaba la llegada a otras estaciones, pero estaba tan cómodo ahí que se resistió a abrir los ojos y para cuando fue consciente del tiempo, miró con susto que el vagón estaba completamente vacío, salió con prisa a la siguiente estación y tomó el tren de regreso: hora pico. Le había tomado un montón de empujones entrar al vagón y otros tantos salir en la estación correcta.

 

Después, el bus. Quince minutos de viaje y estaba a una cuadra de su trabajo.

Caminó lento, a pesar de ir media hora tarde. Los pasos se le hacían tan pesados justo ahí, bajaba de su nube, el sol le pegaba directo y los charcos del suelo le eran obstáculos inmensos que cruzar. Sus piernas eran de gelatina y aun así pudo llegar hasta el edificio. Cruzó la recepción, sentía algunas miradas, pero evitó hacer contacto con alguien, y aunque eran paredes de cristal, sentía que su oficina era el refugio que necesitaba.

 

Mathew subió el elevador. Guardó la respiración al bajar y caminar por el pasillo.

Estaba casi sin aliento y junto al ingresar observó a Robert con el ceño fruncido, tecleando algo en su computadora, en su escritorio Alex estaba con los ojos cerrados y el respaldo de su silla echado completamente hasta atrás.

 

— Buen día. — Saludó casual, y apenas le observaron ambos se pusieron de pie, era como si hubiesen visto un fantasma. —

 

 — Viniste. — Murmuró Robert sin entender, miró a Alex y enseguida frunció el ceño.

 

— Te di toda la semana.

 

— Si, lo sé, peor está bien, no la necesito.

 

— ¿En verdad está bien? Mathew, lamento mucho… lo de tu madre. —

 

— Gracias Bob, está bien todo. — Mathew buscó la mirada de Alex, la encontró, segura, sin pena. Había pensado muy dentro de sí que, al llegar, todo el pesar de su corazón pasaría, no había nada entre ellos tres, no se procuraban después del trabajo, tenía sexo casual con su jefe y con su compañero de trabajo se llevaba bien la mayor parte del tiempo, pero… ¿Entonces por qué sentía una ligera sensación de decepción? — Gracias Alex, por los permisos.

 

— Debiste tomarte todos los días que te di. — Su jefe soltó un suspiro, acomodó su cabello antes de levantarse y ofreció el lugar de siempre y mientras caminaba para sentarse ahí, cuando estuvieron lado con lado Alex le golpeó el hombro. — No soy bueno para estas cosas, no me gusta, pero si necesita salgo, dímelo.

 

Que gesto de camaradería tan estúpido. ¿Qué no era bueno para eso? ¿Tendría que pensar Mathew acaso en ser condescendiente con Alex porque no le gustaba dar el pésame? No valía la pena nada en esa oficina.

 

— Gracias. —  Y era un estúpido porque apenas se sentó en su lugar, el aire le empezaba a faltar, se ponía rojo y Robert no dudó en arrastrar su silla para sentarse a su lado.

 

— Sabes, apenas supe, pensé en llamarte para saber si necesitabas algo, pero tú eres tan reservado con tus cosas que supe que sólo iba a incomodarte. Aun así, sabes que, si puedo apoyarte en algo, sólo tienes que pedirlo. — Pero pedir las cosas era justamente el problema que tenía Mathew, jamás antes lo había hecho y por supuesto que no lo haría.

 

— No te diré que es fácil, pero estos días me sirvieron de mucho, ahora estoy mejor. — Soltó con voz ronca. Su pecho por dentro se sentía tan frío, pero tampoco quiso abrirse ni un poco. Era vulnerable y junto a Robert pensó que tal vez si decía algo más iba a terminar por romperse.

 

Tirar su ser en pedacitos, en aquel lugar tan frío, jamás lo haría.

 

— Yo sé, eres una persona muy fuerte., de todas formas, quería decirte que te ayudaría en lo que me pidieras.

 

— Gracias.

 

Se dio por finalizada su bienvenida al mundo nuevamente.

En aquel sitio parecía que nada cambiaba y él no tenía por qué actuar como si fuese diferente.

 

Por momentos se quedaba solo en la oficina, resultó que por todas las semanas que había estado en el corporativo, Robert y Alex empezaban a fortalecer su trabajo. Por el contrario, él no lograba concentrarse en nada, abría y cerraba las ventanas de su correo. Pasó de ir a comer con Alex y Robert, pasó de irse con ellos, poco a poco empezaban a apagarse las luces de las otras oficinas, sin duda podría sobrevivir a la normalidad en aquel lugar, pero ¿Al regresar a casa?

 

Dieron las nueve de la noche cuando cayó en cuenta que no había hecho más que mirar la pantalla de su computadora, en todo el día. No había comido nada y ni hambre tenía… no tenía ganas de nada.

 

Los días pasaban y él empezaba a sentir las ganas de dejarlo todo.

Le llegaban al cuello los deseos de echarse a dormir un día y no levantarse hasta que las fuerzas regresaran… ¿Pero cuáles fuerzas?

 

El remordimiento y la tristeza son dos demonios poderosos…

 

 

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«. ·°·~*~' Buen día '~*~·°·. »
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