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Hombre bajo la lluvia por Doki Amare Pecccavi

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Cap. 17: Autónomo.   

 

Había una horrible y constante sensación.

Si pudiera definirlo a detalle, era como si su interior estuviese completamente hueco, como si alguien soplara en su espalda y el frío aliento pudiera atravesar su piel para recorrer su interior, se le apretujaba el pecho y las piernas le temblaban ante aquella sensación de frialdad.

 

— Mathew, envíame el lunes los avances del flujo de compras. — La voz de Alex la escuchó a lo lejos y aunque había asentido con la cabeza en respuesta, no estaba completamente seguro de la situación.

 

Robert distrajo a su jefe con algunos comentarios y él aprovechó el momento para salir de la oficina, ya estaba por salir cuando Alex había entrado así que después de aquella indicación continuó con su camino.

 

No era desconocido para ninguno de los tres que desde hacía días habían empezado con una inusual “mancuerna” ellos dos. Habían pasado de ser el equipo de trabajo mejor formado a una dupla con demasiados aciertos. Le parecía extraño y justo ahora que podía ser un poco más “consciente” de la situación a su alrededor, notaba la lejanía que tenía con ambos.

 

No es como si hubiesen sido amigos en algún momento, se lo repetía todo el tiempo, pero por lo menos podía decir que la relación que habían llevado era cordial, eso hablando específicamente de Bob, pero ¿Alex? Intentaba hacer memoria de las últimas ocasiones en las que habían entablado una conversación. No recordaba algún error, algún comentario que hubiese podido hacer una barrera entre ambos.

 

De pronto un día, había pasado a ser, para ambos, una máquina de reportes y avances.

Pensaba en ello y la sensación de frialdad en su interior volvía y era una suerte que todos aquellos pensamientos le llegaran de golpe, sólo en su camino, de regreso a casa.

 

Cinco minutos de introspección eran suficiente para él, apenas llegaba al portón negro, se reiniciaba su mente. En cuanto André llegara iban a ir al súper a hacer su primera despensa. ¿Qué si aquello le molestaba? En lo absoluto, si bien los primeros días compartiendo departamento habían sido extenuantes, con el paso de los días había aprendido a abrirse un poco más.

 

Y no es como si a Mathew se le hubiesen dado por generación espontánea, habilidades sociales, pero es que con André lo único que se requería era paciencia para escuchar. Los temas eran varios; Mathew sólo necesitaba que su Roomie no le invadiera demasiado para tener una interacción cordial con él.

 

Pensando en aquello subió al departamento y se dirigió directo a su habitación para descansar, a prisa se sacaba los zapatos y la ropa de oficina para cambiarla por algo más cómodo, echaba su ropa sucia en uno de los cajones del ropero, a falta de cesto de ropa sucia, había improvisado con eso.

 

La caja de cartón seguía siendo su mesita de noche y había logrado conseguir hacía unos días una mesa de estudio para poder colocar su computadora. Tenía una silla, del comedor de André, secuestrada bajo su toalla y su colchoneta había sido remplazada por un colchón inflable, préstamo también de André.

 

La ropa estaba perfectamente colgada en el ropero, donde colocaba también algunas cosas de aseo personal. Aquel lugar lo había hecho suyo como una guarida, hacía mucho que no disfrutaba un sitio, como lo hacía con aquella habitación, sólo hacía falta cerrar la puerta para no ser molestado y tenerla abierta para que André tuviese la libertad de entrar sólo cuando él lo permitiera.

 

De un momento a otro, escuchó su móvil sonar. Se levantó de golpe para responder la llamada, leyó el nombre de su roomie en la pantalla y por inercia empezó a calzarse unos tenis sin desabrochar las agujetas.

 

— ¿Sí? — Respondió un poco agitado.

 

— ¿Todo bien?

 

— Sí, sí, sólo hacia algunas cosas. ¿Qué ocurre?

 

— Oye, acordamos ir a comprar la despensa hoy. ¿Recuerdas? Bueno, me salió un imprevisto, voy a llegar tarde así que puedes ir tú solo o esperarme y mañana iremos.

 

— Ah…  cierto. No te preocupes, voy yo más tarde. Si necesitas algo mándame un mensaje.

 

— ¿En serio puedo encargarte algo?

 

—  Sí, no hay problema. — Respondió más por obligación que por altruismo. De pronto sintió su ceño fruncirse y automáticamente tomó una sudadera del ropero, salió de su habitación en dirección al tablero, en la puerta, en donde acomodaban las llaves y los recibos de servicio. — Mándame un mensaje, estoy un poco ocupado, pero no tengo problema en traerte algunas cosas.

 

— Vale, te escribo más tarde Matt. Gracias. Nos vemos en la noche.

 

— Sí, sí… adiós.

 

No había algo más molesto, que un “plantón” de alguien que había insistido tanto en salir.

 

Bufó por lo bajo, tomó unas bolsas de tela y salió en dirección al supermercado. La vida en aquella zona de la ciudad era tan cómoda, todo estaban tan cerca. Había caminado hacia una de las avenidas para tomar el bus y en menos de quince minutos estaba ya a una calle del super.

 

Caminó por el largo camino de estacionamiento y llegó a la entrada del supermercado. El frío del establecimiento le caló enseguida, el lugar estaba exageradamente iluminado. Mathew gustaba de hacer despensa, pero era algo que pocas veces se tomaba el lujo de hacer.

 

Con completa seriedad escogió su carrito, se aseguró que las ruedas anduvieran perfectamente y se internó en la sección de electrodomésticos; en las últimas semanas habían llegado varias cosas al departamento y Mathew se sorprendió en observar el precio promedio de lo que todo aquello significaba; refrigerador, microondas, licuadora, una aspiradora y de más cosas que aún André no sacaba de las cajas.

 

Lo iban ocupando sin preocupación porque André parecía no tener cuidado en aquello, pero entendió lo caro que era todo hasta ese momento. De pronto le pareció que era mejor si regulaba el uso de todo aquello que no era suyo, porque si para algo era Mathew un experto, era para meterse en problemas por descomponer cosas ajenas.

 

Lo último que había visto Mathew era el costo de los sartenes y hoyas, otra sorpresa de “adulto promedio”; pasó al departamento de artículos de baño, la farmacia y ahí evitaba pensamientos en relación con los últimos meses y las interminables recetas médicas de su madre. Le pareció mejor ir directo a los artículos de limpieza personal, tomó una promoción de jabón para manos, pasta de dientes, shampoo, crema de afeitar y hurgó incluso en las cremas para el rostro, le daban risa todas aquellas cosas, pero, como gusto secreto es que tenía una extraña afición por destapar los embaces y disfrutar del aroma a frutas que algunos productos tenían. Después cerraba los botes y los dejaba perfectamente acomodados en los estantes.

 

Justo en ese momento el mensaje de André interrumpió la suma que realizaba en la calculadora de su móvil.

 

— Jamón, pan, leche, arroz, pollo, atún huevo… ni siquiera cocina. ¿Para qué quiere tantas cosas? — Leyó y la lista seguía porque André seguía escribiendo, al final dejó al chico seguir escribiendo mientras curioseaba entre los artículos de limpieza. Antes, cuando no había tenido tiempo de las banalidades de ir al supermercado, se centraba en hacer un pedido en línea, pagaba un total global y ni se enteraba del costo por artículo, así que, para ser sinceros, no había imaginado que incluso una escoba tan cara.

 

Al final había terminado haciendo una linea divisoria entre sus compras y las de André, los separaba una caja de cereal de fibra y eso, definitivamente no era suyo.

 

.*.

 

— ¿Ya quedó? — Eran más de las nueve de la noche y Alex se encontraba completamente echado hacia atrás en el asiento de Mathew, Bob con la espalda recta, no dejaba de presionar las teclas de su computadora, pasaba de todo lo que su jefe dijera, tenía los audífonos con el volumen a tope. — Eres tremendamente aburrido Robert.

 

— ¿Dijiste algo? — Cuestión al sacarse la diadema. — ¿Qué?

 

— Nada, termina ya. Tengo cosas que hacer más tarde.

 

— Yo tenía una cita, debiste decirle a Matt que se quedara a ayudarnos.

 

— ¿Para traernos bocadillos?

 

— Jajaja idiota. 

 

.*.

 

Mathew tomó un taxi de regreso, y al bajar colgó a sus hombros todas las bolsas del supermercado y subió las escaleras completamente rojo, por el peso de las cosas, apenas iba a bajar todo para buscar las llaves, cuando la puerta del departamento se abrió completamente y su roomie salió a recibirlo con semejante sonrisa que no le cabía en la cara.

 

— Ya me imaginaba que eras tú, subiendo las escaleras.

 

— Hola. — Saludó descortés, dejó que André tomara una de las bolsas, pero algo que terminó por no cuadrarle fue ver a tres sujetos más, sentados en el suelo, con cervezas en mano. Una chica sobre una de las bocinas y dos sujetos más en la mesa del escritorio. — ¿Tienes fiesta?

 

— Una pequeña reunión. — André cerró la puerta de golpe y se adelantó a dejar la bolsa del super, después le quitó a Mathew las dos restantes y lo animó a entrar… — Chicos, él es Mathew.

 

“Hola Mathew”. Se escuchó al unisonó. El departamento apestaba a cigarro y cerveza. 

 

 

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