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Hombre bajo la lluvia por Doki Amare Pecccavi

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Cap. 25: Luz de día

 

Últimamente;

 

No he encontrado un lugar más íntimo que el asiento trasero de un taxista silencioso. Cuando regreso a casa e imagino tu rostro al recibirme, el mundo se derrumba, más de una vez he terminado silenciando sollozos mientras miro a la ventana y las luces en la noche me deslumbran.

 

“Te extraño” no sirve de nada.

 

Siempre me han dado miedo las decepciones, por eso apuesto sólo cuando sé que voy a ganar.

 

.*.

 

— Conmigo no bromees de esa forma. — Repitió serio.

 

— No es ninguna broma, es en serio Mathew.

 

— Estabas comprometido con una chica que te engañó con otra, hace tres semanas tu mamá estaba en el departamento pidiéndote que volvieras con ella, hace dos semanas Samantha te pidió que fueses a donde ella estaba y ahora me dices “esto”. ¿Cómo no me lo voy a tomar como una broma? Eres la persona más inestable que conozco… eres un desastre.

 

André tragó en seco, soltó poco a poco a Mathew y detuvo su paso.

 

— Vaya, si lo pones así, sí que es una mierda mi vida… y pues, lo siento... — Lo soltó completamente y con un ligero empujón lo alejó de sí. — …pero ya he tomado una decisión, te quiero en mi vida Mathew, así que no habrá más sexo si no somos pareja.

 

Mathew quedó boquiabierto. ¿Estaba siendo serio o era broma? Exasperado rodó la mirada con claras intensiones de alejarse de aquella escena, pero apenas giró su cuerpo, André le atrapó por detrás.

 

Todo era demasiado exagerado, como una novela romántica. Odió todo aquello.

 

— André, estoy siendo serio contigo.

 

— Yo también Mathew, si no me aceptas ahora que sea porque no quieres estar conmigo, no porque no sepas qué quieres.

 

— No quiero a nadie a mi lado.

 

— ¿Y entonces por qué aceptas todo lo que te pido?

 

¿Lo hacía? Mathew frunció el ceño, no es como si pensara en responder a la pregunta, al contrario, refutar aquella frase era su objetivo, pero no encontró falla en lo que André preguntaba. ¿Por qué accedía a todo? ¿Por qué no tenía nada que hacer? Había aceptado cada una de sus peticiones hasta ese momento. Le aceptó el primer beso, incitó la primera noche, dejó que lo incluyera en su vida poco a poco hasta convertirse, el uno para el otro, en el motivo para regresar todas las noches a casa.

 

Pero tener sexo para Mathew era algo completamente irrelevante. Jamás le había importado demasiado a quién aceptaba en su cuerpo, el cuerpo después de todo era la barrera para muchas cosas e impedía que dañaran su corazón.

 

Porque una relación era para él casi imposible. ¿Cómo es que podría aspirar a algo? Había pensado hacía años que quién tuviese esas expectativas se arriesgaba a una tomada de pelos. Las relaciones de pareja eran inestables, eran destructivas y toxicas. Él no creía que pudiese existir una persona que le complementara como en las historias románticas, así que sólo le quedaba evitar a cualquiera que tuviese intensiones de llevar el sexo a algo más.

 

— Es porque vivimos juntos.

 

— ¿Es en serio? — Cuestionó André decepcionado. — ¿Significa que podrías haber estado con cualquiera que hubiese vivido contigo?

 

— Seguramente…

 

Tal vez huía de otros, por temor a encontrarme siempre con alguien como yo.

Dudoso e inseguro, una mierda de persona.

¿Me diferenciaba algo en comparación con Alex?

 

— ¿Y dices que mi vida es una mierda? — El agarre de André se volvió débil, hasta el punto de que Mathew pudo moverse y virar su cuerpo para mirarlo. — Por lo menos, yo tengo las cosas más claras, Mathew.

 

Soltó un suspiro y continuó caminando.

 

— ¿A dónde vas? ¿No regresamos?

 

— A pescar. Te lo dije ¿No? — André no viró su rostro durante largo rato. — Anda, date prisa, quiero que lleguemos a tiempo.

 

¿A tiempo para qué?

Sin saber qué hacer, Mathew continuó caminando, caminó detrás de André, observaba su espalda ancha y su cabello oscuro, en ningún momento, durante el trayecto, se volteó a mirarle y por eso se dio cuenta de lo hondo que lo había herido.

 

Parecía aquello tan absurdo, pero siguieron el paso que André marcaba.

Un camino de tierra, en subida, era devastador. Mathew había terminado sudando, con la respiración agitada y el rostro completamente rojo. André, por el contrario, caminaba un poco agitado, pero nada más se detuvieron, su respiración se estableció enseguida.

 

— ¿Es aquí? — Preguntó Mathew, y era obvio porque estaban justo en la cima de aquel pequeño montecito, y a partir de cierta zona podían verse montones de estanques naturales con riachuelos que aterrizaban en el estanque principal, el agua era transparente pero la falta de luz y el fondo oscuro impedía que algo pudiese verse adentro. Mathew se apartó enseguida apenas fue víctima del vértigo y con un poco de disimulo André terminó mirándole a detalle.

 

— Ven, desde aquí puede verse mejor. — Guió a Mathew hacia el estanque más grande y entre los arbustos, descubrió un pequeño muelle de madera. — Aquí.

 

Señaló el muelle y adelantó el paso, la madera crujía, pero no era nada de temer; en minutos, ambos terminaron sentados en la horilla de madera y a los primeros rayos del sol, Mathew descubrió que el fondo negro, eran los peses acumulados en lo profundo del estanque, removían apenas sus colas, hacía un frío del diablo.

 

André rebuscó en su mochila, una bolsa con migajas de pan y arrojó un puño al agua.

 

Mathew era al estanque, como André a los trozos de pan.

El fondo oscuro empezó a revolverse, los peses se inquietaron por la comida y entonces ambos fueron capaces de ver los cuerpos delgados, brillaban cuando giraban como un montón de espejos sumergidos.

 

— ¿Qué es?

 

¿Me diferenciaba algo en comparación con Alex? No, pero André era completamente diferente a mí, y diferentes factores, siempre modifican la reacción.

 

— Salmón.

 

— No. ¿Qué es lo que te atrae de mí? — André le miró en silencio por unos segundos. Soltó un suspiro cansado y pasó su brazo por sobre los hombros de Mathew. — Mejor no me lo digas.

 

“Siempre me han dado miedo las decepciones”.

 

— Que aceptas todo lo que te pido. — Bromeó. Estaba tan cerca, el corazón acelerado, André estaba dispuesto a pedirlo tantas veces fuese necesario y Mathew, completamente arrepentido y titubeante, necesitaba estar cerca de él, todo el tiempo posible.

 

 

 

 

 

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