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Hombre bajo la lluvia por Doki Amare Pecccavi

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Cap. 3: Soy creyente

 

Tendría que haber pensado bien en qué quería cuando salí de casa, recuerdo muy bien haber visto un anuncio solicitando "Roomie", las fotografías mostraban un departamento excelente a muy buen precio así que no dudé en sacar cita para verlo, recuerdo que Alex me dio todos los permisos necesarios para poder salir a horarios laborales y Robert me cubrió con algunas actividades extras.

 

Me negué a que alguno de ellos me acompañara porque en ese momento quería alejarlos un poco de mi vida personal.

 

El departamento no estaba a más de diez minutos del trabajo, así que en poco llegué y un chico, de apariencia desaliñada fue quién me atendió, se presentó como Edward, lo saludé tratando de dar una buena impresión y platicamos un poco sobre lo que estaba ofreciendo y lo que yo buscaba. No congeniamos, me pareció bastante desesperado por salir del departamento, me había comentado que él y "un amigo" suyo habían decidido rentar, pero por situaciones laborales él ya no podía quedarse, no le creí del todo, pero aquel departamento se convertía en mi mejor opción, así que no dudé en asegurarle que no me importaba el no conocer a la otra persona en ese momento, me comprometí a hacer el pago del depósito y la renta, acordamos que la entrega sería en tres días más.

 

Y así fue como en menos de una semana de planes, me encontraba en aquel lugar, el que sería mi nuevo hogar de ahora en adelante.

 

Después de conocer a André, mi Roomie, muchas cosas se aclararon, él y Edward habían tenido algunas diferencias en los meses que habían vivido juntos, fue por eso que establecimos algunas normas de convivencia y aunque la mayoría de los muebles se los había llevado Edward, André me había dicho que no me preocupara, él se casaría en ocho meses y había estado ahorrando para comprar un refrigerador y una estufa, así que en algunos días se haría de esas cosas y no tendría ningún problema en compartirlos conmigo.

 

Y así fue.

 

André se volvió mi salvación en esa nueva vida.

 

.*.

 

— ¿Estás seguro de que no quieres quedarte en mi casa?

 

— Sí, estoy seguro, hoy se me antoja dormir en mi pequeña cama. — Mientras se abrochaba la camisa, Mathew miraba de forma tierna a Alex. — Si voy a tu casa no me dejarás dormir en toda la noche, además recuerda que, por ser mi jefe, no debo de sobrepasar ciertas líneas contigo.

 

—¿Te vienes a acordar de eso después de tener sexo? — Mathew sacó la lengua en respuesta a aquello, pero no dejó de vestirse, se acomodó los últimos detalles de la camisa y se dejó ver ante Alex para tener su aprobación. El mayor sin duda le dio el visto bueno para salir y una vez que lo hicieron, se mantuvieron tan serios como en la entrada. Caminaban de forma vaga por el pasillo, el elevador y hasta la recepción. No eran ellos nuevamente hasta llegar al auto de Alex. En las tardes después del sexo, Mathew se ganaba el derecho de escoger la estación de radio que escucharían hasta llegar a su casa, algo de música y el subordinado jugaba con sus manos cuando los silencios incomodos surgían.

 

— Alex, ¿mañana puedo llegar un poco tarde a la oficina? — Apenas se había estacionado, Mathew había sacado esa pequeña pregunta de la nada.

 

— ¿Todo bien? — El castaño era tan hermético en sus asuntos y Alex lo sabía, entendía que insistir con Mathew no era una opción. — Por supuesto que puedes... si necesitas algo de mí o puedo ayudarte en algo, avísame. ¿Quieres? — Mathew asintió con una sonrisa de oreja a oreja y se acercó a su jefe para despedirse con un besito suave en sus labios de menta.

 

— No es nada de cuidado, sólo unos detallitos familiares. Mañana platicamos... adiós. — Tomó su mochila, bajó de la camioneta y caminó a prisa para entrar a su casa, sabía que su jefe esperaba hasta verle entrar a casa, pero él jamás volteaba hacia atrás, recordaba constantemente la historia de Orfeo y se convencía de no cometer ese error. Al llegar a casa, prendía las luces, era recibido por el perro enano de su madre que saltaban hasta que le sostenía en brazos. — Mamá estoy en casa. ¿Ya has llegado?

 

— Estoy en la cocina. — Mathew caminó a prisa al escuchar algo raro en la voz de aquella mujer, evitó hablar de la cena al mirarle pensativa con el teléfono en manos.

 

— ¿Estabas hablando por teléfono?

 

— Sí, con tu tía. — Le sonrió y regresó su vista al fregadero y abrió la llave como para disimular que nada pasaba, pero Mathew era atento y observaba en su madre una extraña nariz roja, las comisuras de sus labios ligeramente hacia abajo — Fuimos ambas al doctor hoy.

 

— ¿Y qué les dijo?

 

— Lo de siempre... muchos estudios y ningún diagnóstico. — Para ese momento, su madre ya no disimulaba las lágrimas escurriendo por las mejillas, sin embargo, ella y Mathew tenían un pacto en silencio, y él no preguntaría nada si ella no daba indicios de querer responder.

 

...y ¿han pensado en Sarcoma?

 

 

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«. ·°·~*~' A solas contigo '~*~·°·. »
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