Cap. 29: Enemigos.
¿Y si resultase ser que en verdad soy un ser mundano?
Si resultase que, todo lo visto no era más que una coraza quebrantable, estaría perdido. Sería como encontrar en mi mismo a una criatura desconocida que ha estado alimentándose de mí.
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Mathew rodó la mirada al escuchar, de Robert, y el listado de sugerencias que daba sobre su trabajo. Todo era una completa tontería, Alexander estaba fuera de la sala de juntas con Ed.
— Si los proyectos se llevan de la forma que dices, tendrá que actualizarse toda la política de distribución y recepción de mercancía. — Aclaró con voz tranquila, pero aquella mañana le era difícil mantenerse tranquilo.
— Sí, eso es justamente lo que estoy tratando de decir. — Mordaz, un completo idiota, Bob levantó un poco la voz e infló su pecho en señal de amenaza. —
— ¿De qué va todo esto? — Preguntó cerrando su laptop, dejó el bolígrafo con el que había simulado hacer anotaciones y se cruzó de brazos. — No tienes ni idea de lo que estás hablando, no conoces nada de logística y políticas, llevamos tres meses capacitando al personal de almacén, simplemente no podemos cambiar todo.
— Yo estuve revisándolo Mathew, lo que hiciste no sirve, es ahora o más tarde será peor — Tajante y distante, Bob fue el primero en ponerse de pie para borrar, del pizarrón, el avance de toda la semana, Mathew por poco hubiese comprado el engaño de que era su culpa, Bob era engañoso, un completo oportunista. — Pero como siempre, creo que estás evitando el trabajo, así que mejor toma tus cosas y te vas a la oficina, Alexander y yo terminaremos esto. No te necesitamos y ahora que no estás con él, no hay ningún motivo para que no lo diga. Sobras y ninguno de los dos confía en ti.
¿No estar? ¿En qué sentido?
Mathew le miró por unos segundos, un instante en el que logró entender todas las actitudes de los meses pasados. No esperaba amistad por parte de la persona que tenía en frente, pero ese resentimiento ¿De dónde venía? Bob había mostrado sus cartas en arranque de ira; era un gusano arrastrándose entre las paredes, había logrado llegar más alto de lo que él mismo ambicionaba.
Entendía todo a la perfección, pero no daba su cabeza para ponerle un nombre a aquel tipo de situaciones. ¿Traición? Alexander y Robert. ¿De qué cosas hablaba? ¿Qué tanto había compartido? ¿Qué tanto sabía Robert de él?
— No, lo tuyo son las computadoras, no tienes ni idea de los cambios que estás sugiriendo. — Mathew mantenía el rostro bajo para abrir nuevamente su computadora y continuar con el trabajo. ¿Qué si tenía ganas de hacer algo más que simular que nada pasaba? Por supuesto agarrar la computadora y azotarla en la cabeza de Robert por lo estúpido que era, y exigir a Alexander que explicara de una vez por todas qué estaba pasando. Quería regresar al departamento, sacar a Samantha y decirle que no quería volver a verla en su casa, jamás. Retar a André por ponerlo en aquella situación. Todo se le escapaba…pero eso era algo que no sabía expresar. — Te estás tomando atribuciones que no te corresponden, y estás proponiendo sobre algo imposible, no logras entender. Así que hasta que Alexander no me diga que lo que hago no sirve o que quiera que me vaya, voy a quedarme en este sitio, lo siento por ti Robert, no parece que te lo estés pasando tan bien.
Pura furia, la piel de Robert quedó completamente roja y su ceño fruncido le hacía pensar a Mathew que Robert también quería partirle la cara en ese momento, sin embargo, optó por salir de la sala de juntas. Dijo algo a Alexander y Ed en el camino porque ambos habían virado, entre los cristales, para cruzar la mirada, Ed negó con la cabeza, aún a pesar de que Mathew podía darse cuenta y de Alex no había tenido gesto alguno, sino un intento exitoso por regresar al director a la conversación.
Pasaron no más de quince minutos cuando su jefe y el director salieron de la oficina. No hubo rastro alguno de Robert durante toda la tarde, y él, en aquella soledad prefirió seguir con lo que los había llevado a esa sala por la mañana. Bebía café frío, tomó el plumón y en el pizarrón blanco diseñó todo el flujo faltante de un proceso de almacenamiento. Después transcribió todo en su computadora, terminó con todo y envió el correo con la información a Alexander. Eran más de las ocho de la noche cuando salió de la sala de juntas y al regresar a su oficina, se encontró con que todos se habían marchado. Estaban encendidas sólo las luces de cortesía y fue con estas que se permitió juntas sus cosas y regresar a casa, caminando.
Sintiéndose tan cansado, no sabía ni siquiera cómo reaccionar si encontraba a Samantha de nuevo en el departamento, en toda la tarde había pensado en enviar un mensaje a André para preguntarle qué ocurría, pero dado todo lo ocurrido al medio día, había centrado toda su atención a pensar en su trabajo y nada más.
Llegó al departamento las luces estaban encendidas, pero no había nadie en las áreas comunes, se escuchaba la televisión en la recamara de André, pero ¿Y si no era él? Caminó con pasos sigilosos por el pasillo y con el mismo cuidado abrió la puerta de su habitación, cerró la puerta a su espalda.
Suspiró victorioso por no haber sido descubierto, pero una pequeña risa le hizo helar la sangre. Prendió la luz enseguida y observó a André, sentado en el borde del colchón.
— ¿Te estabas escondiendo de mí? — Preguntó sin levantarse, no se miraba bien, estaba pálido y con el pijama puesto, los labios resecos y el cabello hecho un lío. — ¿Me echaste de menos?
— ¿Qué te pasó? No luces bien — Max dejó su maletín en el suelo, se sacó los zapatos por simple costumbre y caminó hacia el colchón, para quedar cerca de André. — ¿Qué te pasó?
— Nada, sólo estoy un poco cansado. Hoy estuve en casa desde el mediodía. Sé que… hay algo que tengo que explicarte.
Mathew negó enseguida.
— No me debes explicaciones, ninguna. — Si se trataba de Samantha, no quería que André la mencionara, no había tenido un buen día de ninguna forma, se había sentido tan expuesto y en automático su necesidad de protección le hacía restringirse a cualquier estimulo externo, así se tratase de una explicación y de saber qué pasaba con André.
— ¿Aunque quiera decirte? No vas a escucharme.
— Es que… hoy no quiero hablar demasiado. — André le miró con un poco de amargura.
— No quise molestarte desde el inicio, le pedí a Samantha que viniera por algunas cosas por la mañana, pero te aseguro que no te causará problemas.
— No me ha causado problemas. — Mintió.
Y después de que André se marchara, Mathew permaneció solo en la habitación, se recostó con la luz encendida pero no fue capaz de cerrar los ojos por miedo a que los pensamientos se entrelazaran en una larga cadena de ansiedad.
Eran las doce de la noche, cuando su móvil sonó.
Sintió el vibrar en sus pantalones, ni siquiera se había cambiado la ropa del trabajo.
Lo sacó con cuidado y observó la pantalla.
|Alex|: Llamada perdida.
Sonrió. ¿Es que tenía que ver la llamada con su discusión con Robert? Seguramente, así que prefería esperar al día siguiente para conocer cual había sido la versión que su compañero había dado a Alexander.
Preferiría eso. No le interesaba demasiado lo que pudiese decir. “Es que… hoy no quiero hablar demasiado”
¿Con él tampoco?
¿Por qué?
Por idiota.
— ¿Qué hice? — Se levantó de golpe del colchón, su móvil quedó tirado en el suelo y salió de su habitación sin pensarlo dos veces, tampoco avisó antes de ingresar a la de André, estaba completamente dormido y con la televisión encendida. — André.
Intentó despertarle y notó los rastros de temperatura en su cuerpo. Lo removió en la cama, hasta obtener respuesta.
— ¿Qué pasa? — Preguntó André, como saliendo de una pesadilla. — Prende la luz.
Pidió, Mathew lo hizo y en el camino apagó la televisión, ambos quedaron en completo silencio.
— Lo que ibas a decirme, quiero escucharlo. — Pensó que tal vez aquello le daría algo de confort, pero la sonrisa amarga de André tampoco había ayudado demasiado. — Estaba molesto porque Samantha estaba en la mañana, pero… eso no significa que tenga que desquitarme contigo.
— Eres un idiota, Mathew. — Susurró André, dejándose caer de lleno en el colchón, Mathew se sentó a un costado. — No te enteras de nada. Estuve dos días en el hospital. No creí que eso de “no extrañarnos” te lo tomaras tan en serio.
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