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Hombre bajo la lluvia por Doki Amare Pecccavi

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Cap. 33: Dudarás.     

 

De vez en cuando, Robert sonreía cuando me notaba pasando horas observando a la pared, complicidad era cubrirle entonces cuando tomaba siestas en la oficina, después de un jueves de desvelo. Alex se había encargado de mantenernos en aquella esfera de privilegios que explotó apenas se marchó.

 

Jamás llegamos a conocernos demasiado, oculté muchas cosas a Robert y aún no sé cómo sentirme al respecto de él, pasamos de ser compañeros de oficina a bélicos enemigos. En aquel momento había roto lo más valioso para mí, la confianza.  

 

.*.

 

— Puedo llevarte, estoy mejor. — André se había despertado minutos después de él, y mientras Mathew preparaba el desayuno, intentaba convencerlo de permitir que le llevara.

 

El cambio de oficina había traído consigo pequeñas incomodidades como tener que tomar el autobús para llegar al corporativo, pero aquello era sólo cuestión de acostumbrarse y salir un poco más temprano de casa, además, ya habían tenido esa conversación; André había empezado sugiriendo que tal vez debería dejar que lo llevara hasta la descabellada idea de comprarse un auto nuevo y darle la camioneta para que él fuese al trabajo con mayor comodidad.

 

— No va a pasarme nada por tomar el autobús. Estoy bien con eso y espero que lo respetes. — Murmuró un poco cansado de todo, la insistencia de André iba en aumento, estaba preocupado tal vez por todo, por el cambio de oficinas, por el cambio de jefe, tal vez le había comentado sólo un poco sobre toda la situación con Ángel y Alexander, todo de forma superficial, sin detalles de intimidad, y aún así era él quien se mostraba nervioso con todo aquello. — Aún así, gracias, te mandaré mensaje cuando llegue.

 

— Vale, estaré despierto.

 

— Vale. — Ambos sonrieron, Mathew terminó de acomodar algunas cosas para el trabajo y después se despidió de André, un beso suave que ambos buscaron como dosis de supervivencia para el largo día.

 

Mathew salió, el bochorno de la primavera empezaba desde temprano, el clima cálido lograba sacarlo de sus casillas, así que al salir del departamento siempre su humor empeoraba. Tomó el bus, se sentó en los asientos traseros y viajó por aproximadamente veinte minutos antes de ponerse de pie para tocar el timbre.

 

Bajó frente a las oficinas, cruzó la glorieta y enseguida ingreso al edificio de cristal, podía ver a la gente caminar por los pasillos sin dirigirse la mirada, un “buenos días” en automático al subir al elevador y eso era, la mayor parte de lo que hablaba durante el día. Ángel no había aparecido en su oficina desde hacía días, así que, aunque estuviese asistiendo a trabajar, no había un propósito para ello.

 

En esa situación, la gente a su alrededor procuraba conversar con él, lo menos posible, porque para solucionar las dudas de todos estaba Robert, quién argumentaba haberle echado del equipo porque no era lo suficientemente bueno y bajo ese tipo de referencias, de su compañero de trabajo. ¿Qué tipo de expectativas podrían poner en él?

 

Su única distracción fue durante aquellos días, documentar la entrega de su puesto, que nadie había solicitado, registró en carpetas documentos seriados, proyectos concluidos, planes en proceso. Todo lo que había trabajado para Alexander, casi dos años de su vida, reducidos a veintinueve Gigabyte.

 

Envío la liga de la carpeta a Ángel, solicitando la autorización de entrega a esa información, aquel contacto parecía ser la única señal que su nuevo jefe esperaba para iniciar el contacto porque apenas diez minutos después de enviar el correo, el teléfono de Mathew sonó.

 

Era Ángel, el estómago se le retorcía de sólo mirar aquel nombre en su móvil. ¿Cómo iba a acostumbrarse a aquello?

 

— Buena tarde Ángel. — Mordió su labio, era una suerte que nadie estuviese en la oficina que se le había asignado, Mathew tomó asiento, buscó un lápiz y un trozo de papel para poder escribir, en caso de ser necesario.

 

— ¿Por qué no me hablaste en cuanto te presentaste en la oficina? — Vaya reclamo, la voz gruesa del director helaba su sangre, lo detestaba tanto, pero pensaba que darse el lujo de salir huyendo de aquel lugar no le era posible, por lo menos no dentro de los siguientes meses, su cartera estaba al día. — No me gusta ser yo quién busco a las personas que trabajan para mí, Mathew, eso vas a tener que aprenderlo bien.

 

— Voy a tomarlo en cuenta.

 

— Como sea, ¿Sabes por qué te hablo? — Mathew negó del otro lado y Ángel no disimuló la molestia de tener que explicarle todo. — ¿En qué crees que estás penando? ¿Planeas seguir trabajando para Roberto o para mí? Desde ahora te digo, queda estrictamente prohibido que le envíes información a Robert o a Ed. Te contraté por algo, dijiste que me enviarías las fallas del proyecto de suministro, así que eso es justamente lo que estoy esperando.

 

Mathew palideció enseguida, sí, lo había hecho, había prometido esa información con tal de salvar su pellejo. Una resaca ética le llegó enseguida pero no se atrevió a contradecirá aquello.

 

— Las observaciones de ese proyecto, ya van incluidas en los documentos que te envié. 

 

— Es mejor si me lo explicas tú. ¿Por qué no vienes? — Para ese momento, el tono duro del director había bajado un poco. — Estoy en las oficinas del norte. Te espero a las tres y ahí me explicas todo esto que me has envidado.

 

“Abortar misión” Ese botón en mi vida, me ha hecho mucha falta.

 

— Sí, está bien, a las tres, entonces. — No hubo oportunidad de ninguna palabra más. Ángel colgó la llamada, un zumbido vacío y después silencio lleno de malestar.

 

Durante las siguientes horas divagó entre las carpetas de su computadora y al diez para las dos, empacó su computadora, podría tomar un taxi, pero decidió postergar un poco más su llegada, podría tomar el subterráneo para llegar, y aunque hubiese deseado enviar algunos mensajes a André para pasar el rato, simplemente no se atrevió.

 

Se resistía a depender completamente de él ¿Y qué le diría? ¿Que se le estaban poniendo las cosas de cabeza? Los cambios le parecían ya por demás difíciles y qué hacer ahora que había salido de un buen sitio para ir a embarrarse a la mierda. No podía simplemente aceptar que estaba en una situación completamente humillante.

 

¿Así lo sentía?

 

¿Por qué no se largaba de una vez?

 

¿Para que seguía ahí?

 

Demasiadas emociones para su estómago, sentado en la plaza individual del subterráneo, el maletín de la computadora descansaba en sus piernas y su cabeza en uno de los tubos de acero. Ni por error se fijaba en la gente a su alrededor. Estaba entrando en una inmensa niebla de la que a veces, le podía costar demasiado salir.  

 

— Ya, tranquilo. — Murmuró, intentando serenarse. El pecho también se le oprimía por segundos. Si hubiese podido enterrar una pala en su pecho y sacar todo su interior, las cosas le hubiesen pesado un poco menos. Pesadamente levantó la cabeza, se recargó en el respaldo y el resto de viaje se mantuvo así, viendo una y otra vez las puertas abrirse, después de anunciar la llegada a la estación.

 

Caminó lento cuando tuvo que bajar del vagón, subió escaleras, cruzó calles y a pesar de ese camino, había demorado no más de cuarenta minutos en todo el desplazamiento.

 

Y llegó al fin, a las oficinas del norte. En tamaño, no se comparan para nada con el corporativo ubicado en la mejor zona de la ciudad. La zona norte, era mucho más discreta, las construcciones antiguas y las calles vacías daban la impresión de estar deshabitadas. Incluso aquellas oficinas, con escaleras blancas en la entrada parecían bastante abandonadas, en la entrada estaba sólo un hombre de seguridad, Mathew se anunció y enseguida le permitieron el acceso.

 

El interior era por completo blanco alfombrado, iluminado con luz artificial a falta de ventanas. La potencia del aire acondicionado le hizo doler un poco la espalda apenas ingreso, estaba a punto de poner sus cosas sobre un escritorio vacío, para poder cubrirse un poco, pero la voz fuerte de Ángel, le hizo dar un pequeño salto.

 

En aquel lugar no había nadie. Se ocupaban sólo para algunas capacitaciones las instalaciones, estaban intactas. Mathew viró su cuerpo enseguida y observó al director, mucho más casual que de costumbre, pantalones oscuros y una camisa blanca ligeramente desabrochada. Todo un “casanova” de los noventa.

 

Vivía a unos minutos de ese sitio, por eso su empeño en trabajar algunas ocasiones desde ahí.

 

— Buena tarde, Ángel. — Mathew tomó sus cosas inmediatamente y no dio oportunidad a que aquel hombre le acorralara en aquel rincón. Caminó para ponerse frente a él, levantar un poco la mirada era necesario para observarle a los ojos. Sus ojos oscuros en las pupilas verdes del director. — ¿Quiere que empecemos con la entrega de los documentos?   

 

Se miraron fijamente por algunos segundos, el director sonrió enseguida y pasó su mano sobre la espalda de Mathew, para empezar a empujarlo hacia el interior de una de las oficinas.

 

— Ya sabía yo que Alexander iba a marcharse, un conocido me habló de una propuesta que estaba generando su empresa para llevárselo, y mira, no me he equivocado. De su equipo consideré siempre que tú vales mucho la pena, por eso te hice la propuesta antes, pero… vaya que eres una persona insegura Mathew. — La simple mención de Alexander bajó completamente sus defensas, Mathew siguió a Ángel al interior de la oficina y tomó asiento justo en donde el director se lo había indicado. Mirándose frente a frente, como los hombres de negocios que eran. — ¿Sabes el verdadero valor de lo que me acabas de enviar?

 

Mathew no era ingenuo, lo sabía. Tenía una visión general y había tratado de explicar a Robert las posibles fallas de la cadena de suministro; en pocas palabras, si no recibían correctamente la mercancía y la enviaban con sus propios clientes, las pérdidas para la empresa serían enormes.

 

— Por supuesto, sé lo que estoy enviando, por ese motivo me interesaba hacer la entrega de mi puesto, a pesar de que no esté trabajando con Robert en el proyecto, la información que recabé servirá para poder mejorar el proyecto. — Habló y Ángel negó a todo lo que decía, sentado frente a él, con un escritorio que les separaba, parecía estar un poco más tranquilo, pero era su sonrisa sarcástica la que no le permitía sentirse cómodo.

 

— El mundo de los negocios aún no lo entiendes. Ya tuvieron su oportunidad para mejorar las cosas, así que será problema suyo todo van más en el proyecto. ¿Sabes en qué me beneficia a mi que el proyecto tenga fallas? — Mathew negó, intuía, pero aquello era demasiado bajo para una persona de su nivel. — Bueno, no necesitas ser un genio para saberlo y que te lo explique ahora tampoco va a hacer una gran diferencia. Quiero ser claro contigo, para mi es importante confiar en la gente que trabaja para mí, pero, sobre todo, que quien está conmigo, no se equivoque. ¿Entiendes de qué parte estás ahora? Desde hoy vas a encargarte de generar mejores propuestas que las de el equipo de Ed pueda generar.

 

Mathew le miró asombrado.

Pensar que de eso se trataba. Ángel estaba resentido por la afinidad que tenía Ed para las mejoras, para los proyectos, había sido desde el principio innovar dentro de la empresa y Ángel había sido siempre el principal detractor, imaginó que había sido una enorme resistencia al cambio, pero imaginar que todo se había tratado de la envidia de un viejo.

 

— ¿Lo que proponga, va a desarrollarse? — Preguntó de forma tranquila. Sólo eso y la decisión estaría tomada.

 

— Sí es lo suficientemente bueno, por supuesto. — Mathew interpretó sus palabras. Frunció el ceño de forma inconsciente y enseguida Ángel se puso de pie, rodeó el escritorio llegó a su lado e inclinó su cuerpo ligeramente. — Entrégame el viernes un boceto de tu área, con todo eso que tú sabes hacer, yo puedo ofrecerte una coordinación si es lo que necesitas para trabajar. Tendrás mi apoyo absoluto siempre y cuando las propuestas eran buenas. 

 

— ¿Esta es la propuesta que iba a hacerme aquella vez? — Aquella mirada, le atravesaba completamente, le hacía sentir pequeñito, se paseaba descaradamente de su entrepierna a su cuello, intentó evitar el contacto y regresó su vista al frente, pero ni así podía sentir dejar de sentir la incomodidad de tener a Ángel cerca.

 

— Sí, y Alexander lo sabía. Realmente no tenía demasiada esperanza en ti. ¿Es porque estaban distanciados? Ni yo, que no entiendo lo que hacían, hubiese escogió a Robert sobre ti. No sé qué habrá sido, pero estaba deseando mucho que te sacáramos del equipo de trabajo. — Ángel sonrió en respuesta a su reacción. Preguntaba algo que ni Mathew sabía responder, pero le creía, Alexander y Robert se habían distanciado completamente de él.

 

Ángel intentaba provocarle con eso; tenía sus motivos y él… también los suyos.

 

— Ok, puedo con esto Ángel, el viernes puedo presentar la propuesta que quiere.

 

— Y el viernes mismo estaré aprobando lo que digas. Confía en eso. — Ángel levantó su mano derecha con intensión de tocar el rostro de Mathew, pero apenas él detectó la intención, pegó su cuerpo al respaldo de la silla, evitando el contacto.

 

 

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