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Hombre bajo la lluvia por Doki Amare Pecccavi

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Cap. 5: Más deprisa

 

Mathew, Alex y Robert.

 

Los tres en la sala de juntas a la espera de que todos los demás llegasen.

 

— Deja de beber esas porquerías Mathew. — Y Mathew ni parpadeó, empinó bien su cabeza para beber los 355 ml de red Bull, de golpe, a pesar de las quejas de su compañero. En el frigo bar de la oficina tenían bebidas a libre demanda y lo que más necesitaba a esa hora del día era una dosis extra de energía. — ¿Sabes que por muy bien que estés de salud, eso te puede ocasionar un paro cardiaco?

 

— ¿Sí? No sabía.

 

— Pues ahora lo sabes.

 

— Vamos, Bob, deja que haga lo que quiera, nosotros lo hacemos cuando te revientas toda la cajetilla de cigarros en un día. — Y a aquel comentario del moreno, ambos subordinados quedaron perplejos. Generalmente Alex pasaba de largo de sus bromas y niñerías, pero integrarse a aquello, sólo podía significar algo:

 

1. Que por fin tenía un "preferido"

 

2. Que estaba lo suficientemente estresado como para querer distraerse con ellos.

 

— Vaya, no creí que te pondrías de su lado, Alex.

 

— ¿Estás celoso? — Y esta vez Mathew fue quien dio cuerda. Aquello no era una situación de aprietos, pero muy en el fondo, sabía que Robert sospechaba algo entre ellos.

 

— Jajaja ¿Qué clase de conversación es esta? — Interrumpió Alex. — Si cualquiera entrara por esa puerta, pensará que soy la niñera, en vez de su jefe.

 

— Es que son aún unos pequeños, por eso más bien parece esto un preescolar. — Alex, con galanura giró su rostro, daba la espalda completa a la entrada así que ni siquiera había visto entrar al director. — ¿Cómo están chicos?

 

— Ed, ese comentario puede desmotivar a mi personal. — Mathew observó a Alex ponerse de pie, dejó de ocupar la silla central en la mesa rectangular y tomó asiento del lado derecho, junto al director. Era casi imposible de creer que el gerente más joven y nuevo en la compañía podía tomarse esas atribuciones con el director, que además era el dueño. Alex lo hacía, era como un pez nadando contra corriente.

 

— No me digas, antes dijiste que eran profesionales y muy resistentes. — El director observó especialmente a Mathew. — Niño, ¿Te ofendió mi comentario?

 

— No. — Mathew fue tajante. Por su educación, no era capaz siquiera de tutear al director, mucho menos responder de la forma altanera en la que su jefe lo hacía, sin embargo, tampoco titubeaba. Respondía lo necesario fuera de reunión, pero cuando la junta iniciaba no había quien lo parece si su trabajo era puesto en duda.

 

Bob, por el contrario, permanecía en silencio, como una sombra, pero era imposible no voltear a verlo después de que la tempestad había parado. Estaba expectante por la atención de aquel viejo. Y la atención llegó.

 

— Chico. — Dijo también para referirse a Robert. — Vi los cambios que sugeriste para el diseño del ERP, muy bien. Sigue así y pronto tendrás tu propia área.

 

— Ed, no le prometas nada, hazle una prueba, tres meses y te aseguro que él podría manejar los proyectos de tecnología. ¿Qué dices? Incluso si se trata de perder a Bob en mi equipo estoy a favor de que le des una oportunidad al talento nuevo... — Después miró a Mathew — Y la verificación del proceso que aprobaste ayer fue toda la revisión de Mathew. Te lo digo; hazme caso y en menos de un año podrás retirarte en paz y dejarme tu puesto.

 

— Ja, eres un idiota hijo. Mira que sugerirme que me jubile para dejarte mi puesto. ¿No quieres que también te haga socio?

 

— ¿Hay oportunidad?

 

— No te responderé ahora.

 

Alex sabía que no había oportunidad, aun así, no dudaba en dejar claras sus intenciones. No tenía nada que perder así que lo decía todo, sus ambiciones las ponía sobre la mesa y hacía lo posible por conseguirlas.

 

Mientras platicaban y sus peticiones seguían, uno a uno los asistentes a la reunión llegaron, tarde, sin nociones de la reunión, con un montón de pretextos para no haber terminado sus reportes.

 

Al final del día, el reconocimiento se lo llevaba Alex, se iba con el pecho inflado, Robert y Mathew también se llevaban su parte de crédito y por supuesto, una comida toda pagada por su jefe. Una salida de más de tres horas y después, de regreso a la oficina.

 

— Mathew, cuando el viejo bromee contigo no tienes que ser tan serio. De él depende que estemos arriba y nos autoricen todo. ¿No podrías haber seguido su broma?

 

— Es que tú y Robert le celebran sus bromas. Pensé que con entregar resultados bastaba... pero no. ¿Tengo que hacer de payaso?

 

— Lo que tienes que hacer es dejar de estar a la defensiva. — Y Robert también participaba, iba de copiloto a Alex, regresaban ambos a la oficina en la camioneta del moreno. De vez en cuando Mathew pensaba, que justo en donde estaba Robert ahora, él había estado la tarde anterior, mamándole la verga a su jefe. — No sé qué hayas notado tú Alex, pero era muy evidente que este no fue el mejor momento de Mathew, estaban tan agresivo que te desconocí, arrebatando la palabra, interrumpiendo. ¿Todo está bien?

 

— Está bien. — De brazos cruzados como un chiquillo, Mathew iba completamente rígido en el asiento trasero mientras Alex y Robert intercambiaban miradas. — Me desespera la gente impuntual, empecé la reunión de malas. — Intentó justificarse, un mal intento, pero no hacía falta. Nadie en ese auto preguntaba más de lo que podía ser respondida. — Mejoraré mi actitud la próxima vez.

 

— Ok, entonces... es un compromiso. — Mathew asintió sin mirarlos. Soltó un suspiro y recargó su cabeza en el cristal mientras regresaban a la oficina. Incluso después de la bebida energética el sueño no se iba y por eso había querido apresurarlo todo, evitaba ahondar mucho los temas en las reuniones, pero en ese tipo de reuniones era completamente imposible. — Ey, que dicen. ¿Quieren irse ya a casa? No tengo problema.

 

— Yo por supuesto. — Robert ya se esperaba aquello, así que apresuró la respuesta. Una salida temprano después de otro logro, Alex se estacionó en la primera esquina que pudo y dejó al rubio cercano a una estación del metro. ¿Cuál? Ni idea, él no tomaba transporte público. — Matt ¿Te vas conmigo? — Preguntó a Mathew, enseguida Alex le miró por el retrovisor esperando una negación de su parte, sin embargo, esta no llegó.

 

— Sí, me voy contigo. Estoy algo cansado. Nos vemos mañana Alex. —

 

— Nos vemos mañana, descansen, ambos.

 

Tampoco es como si su jefe fuese a intentar convencerlo de regresar con él. Lo suyo era tan casual como espontaneo. No se debían tiempo, no había compromiso. Incluso podía pensar que ni siquiera un sentimiento romántico. Puro y delicioso buen sexo. En el ámbito laboral era diferente, podía incluso rayar su liderazgo con amistad, en la cama su jefe era distante... y era gracias a eso que no generaba ninguna expectativa de romance.

 

Jamás había sido del tipo de persona que se enamoraba, él era más bien del tipo que desaparecía sin motivo ni aviso. Una vez que se cansaba de alguien, jamás volvía. Por eso, no tenía expectativas en lo suyo con Alex, sin embargo, ante algo tan placentero había que aceptar que había puesto un poco de su parte para continuar con "aquello".

 

Sin embargo, en algún momento los problemas empezaban a sobrepasarle y no tenía ni amistades ni familia, ni un soporte emocional que pudiera decirle "que todo iba a estar bien". Lo único que tenía que valía la pena era a su madre, ella que intentaba disimular dolores para no preocuparlo, pero ¿Cómo no iba a preocuparse?

 

Se la pasaba el día entero pensando en ella y las noches se habían vuelto un infierno, porque sin "poder contenerse" terminaba siempre agonizando la situación.

 

Primero había llegado el insomnio; la misma rutina y después una pizca de desesperación. Le bastaba con recostarse sin sueño, hurgaba en su móvil una con la luz al cien por ciento. Nada de "modo lectura", mientras más lastimados estuviesen sus ojos, mayor facilidad tendría para tenerlos cerrados, hasta que el sueño le venciera.

 

Si de pronto, bajaba el móvil y se enterraba en una situación catastrófica, él sabía del "paro al pensamiento" aunque aquello no siempre era suficiente, sus ideas le traicionaban y empezaba la pesadilla.

 

¿Y si muere?

 

Aquella pregunta lo desataba todo, una pesadilla en vigilia; poco a poco el pecho subía y bajaba con mayor regularidad; se paralizaba completamente y no podía dejar de pensar lo terrible que sería estar solo, no volver a ver el rostro de su madre, pensar que no tenían un diagnóstico hasta ahora y que todo el tiempo se les estaba yendo en médicos generales.

 

A ese punto ya no podía dejar de llorar, hipaba como un niño; así se sentía, impotente ante la vida. ¿No era un idiota banal la mayoría del tiempo? ¿No resultaba ser un estúpido por hacer del silencio su única herramienta de protección?

 

...y ¿han pensado en Sarcoma?

 

Por supuesto que lo había pensado, había abierto el navegador en horario de trabajo y había leído todas las páginas de las primeras siete hojas del buscador... ¿Y por qué él podía suponerlo y los estúpidos médicos no?

 

¿Qué esperaban?

 

¿No sabían que ella era toda su vida?

 

Que miedo le daba todo.

 

 

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