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Hombre bajo la lluvia por Doki Amare Pecccavi

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Cap. 7: Ostinato

 

— Puedo prestarte el dinero Mathew, vendan la casa y vivan conmigo. No tendrías que estar contemplando esta opción siquiera tratándose de la salud de tu madre.

 

— Lo sé tía, y sí, lo haremos así. Mientras tanto, puedo llevar las cosas de mamá este fin de semana. ¿Está bien?

 

— Sí, te espero, a ambos. Ahora, pásame a tu mamá. — Mathew despegó ligeramente su móvil de la mejilla, pero su mamá negó enseguida.

 

— Está dormida, le diré que te hable más tarde. ¿Vale?

 

— Ok, te amo, nos vemos el sábado.

 

— Adiós — Estaba como una pequeña, con las mejillas infladas y los brazos cruzados. No entendía, pero suponía muchas cosas. — Mamá, la tía dice que sería genial que puedas pasar unos días en su casa. Puedes llevar a Sushi contigo.

 

— No quiero, Mathew, sé lo que planean y no estoy de acuerdo. No van a vender mi casa. Me costó una vida tenerla y lo mismo para que me la quiten.

 

— Mamá, necesitas una cita con el especialista.

 

— Lo que ocurre es que quieres que me vaya para quedarte solo. Empiezo a ser un estorbo, ¿no? — Mathew quedó boquiabierto. Porque la mirada de su madre jamás la había sentido tan furiosa.

 

Su voz era suave, su figura cada vez más delicada.  El aroma penetrante del exceso de antibiótico también empezaba a impregnarse en su piel no pálida, sino opaca.

 

— No diga eso mamá.

 

— Vete a trabajar ya, y no está en discusión lo de la casa. Dile a tu tía que, si de verdad quiere ayudarme, venda su casa y venga a vivir aquí.

 

— Discúlpame, no quise hacerte enojar.

 

— Ya lo hiciste. ¡Vete! — Y Mathew obedeció. Salió de su mamá no sin antes decirle que le amaba. Ni siquiera había notado que había salido sin cartera. No quería llegar tarde al trabajo, mucho menos regresar a casa, así que decidió pedir un taxi de aplicación e ir al trabajo sin la cercanía de la gente del transporte público.

 

 Se le opacaba la mirada de vez en cuando. Todo se salía tanto de control y él no era una persona que supiese qué decir o qué hacer cuando las cosas se complicaban. Había estado a nada de devolver la llamada a su tía, pero no quería complicar las cosas más para su madre. La entendía. Había pasado de la desesperación inicial al enojo, y todos los estúpidos doctores que habían visto antes, tenían la culpa de todo.

 

Si tan solo alguien les hubiese dado un diagnóstico ya.

Si tan solo hubiese un documento que le diera un pase directo con el especialista.

¿En verdad estaba ocurriendo todo eso?

 

A Mathew no le quedaba más que cerrar los ojos, aspirar con profundidad y fingir que dormitaba para no soltarse a llorar en el taxi. Y al llegar al trabajo, bostezaba con montones para justificar los ojos rojos por exceso de sueño.

 

Aquello era tan normal en él y nadie le cuestionaba nada.

¿Así era la soledad que sentía su madre en ese momento?

Él podía soportar eso y más por el bien de ella.

Él podía soportar eso y más.

 

— ¡Hey! ¿Qué te ocurre? — Había sentido un pequeño golpecito en su hombro. Viró la mirada enseguida. Alex parado detrás de él, en el interior del elevador.

 

— Me asustas — Apenas su jefe levantó un poco la rodilla, pero fue suficiente para rozar con su trasero. — ¡Hey! ¿Qué haces? Hay cámaras en el elevador.

 

Y enseguida Alex levantó la mirada. Era un tonto si había pasado de aquello.

 

— Casi lo olvido. Oye, deberíamos de darnos una escapada un día de estos en la azotea.

 

— ¿Por qué? ¿Qué somos? ¿Adolescentes de secundaria? — Replicó con gracia, el elevador empezaba a saturarse del aroma de su jefe, y él podría haber pasado tanto tiempo ahí, como le fuera posible, pero para reconstruir su máscara diaria tenía que darse unos minutos en el baño. — En un rato más voy a tu oficina, tienes que revisarme unos pendientes.

 

— No, vamos ahora a mi oficina, tenemos que hablar.

 

— ¿No puedo ir al baño?

 

— Ahora, a mi oficina Mathew. — Caminaron par a par. El café de Alex ya estaba en su escritorio acompañado de unas galletas que, Mathew sabía, ni siquiera iba a tocar su jefe.

 

(*) En el fondo de mi cuerpo descubrí una estructura

Que, creo, no te mostré

 

— ¿Qué ocurre?

 

—  Ed ha aprobado que lleves el proyecto de reestructuración del área de logística.

 

— ¿Cómo? Dijo en la reunión que eso era en lo último que quería invertir.

 

— Lo reconsideró.

 

— Tú ¿tuviste algo que ver?

 

Es brava y fuerte en su ingeniería

todo lo sostiene, aguanta cualquier peso.

 

— Me sorprende tu pregunta, en este lugar, siempre tengo todo que ver. — Alex era un arrogante, con mucho sentido de equipo, con nuca capacidad de empatía. — Anda, ahora ve al baño, que, si vas a llorar por algo a escondidas, que sea por algo por lo que vale la pena.

 

Por sombre el asombro me pregunto:

¿Por qué no resistió la amadísima gravedad de tu existencia?

 

 

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«. ·°·~*~' Todo termina '~*~·°·. »
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(1) V - AMADÍSIMA GRAVEDAD

Pueden encontrarlo en mi poemario, completo. AQUI

 


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