Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Before you go por Little Bully

[Reviews - 11]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

¡Gracias a todas las personitas que leyeron!

Advertencia: Contenido +18

Disfruten el capítulo.

Hubo tragedia tras tragedia para luego, de la nada, todo detenerse.


Una guerra mágica que culminó con una fingida paz, ignorando por más de una década los días que estaban por venir al seguirle una segunda guerra mágica llena de llantos, desesperación y que arrasó todo a su paso. El mundo mágico parecía no haber tenido un respiro en ningún momento, en donde los magos, las brujas y los seres mágicos de todo tipo, estaban determinados a ser divididos sin posibilidades de convivir en armonía.


Ron había nacido un año antes de que la primera guerra mágica finalizara abruptamente y recuerda, vagamente, aquellos comentarios que decían, entre bromas, sobre aquellos niños nacidos dentro de la guerra estaban destinados a una vida llena de aventuras porque lo llevaban mágicamente en la sangre. Él lo había creído así. Había creído en esa broma dicha por muchos años al, su vida, haberse visto envuelta en un estruendoso ruido constante, donde hubo un sin de situaciones que la hicieron emocionante, temerosa, riesgosa, aventurada, más nunca pacífica.


La tranquilidad no era algo que Ron realmente conociera o estuviese familiarizado.


Todo ruido había empezado desde su niñez. Su familia fue muy grande, era muy grande, él recuerda perfectamente todo el bullicio que lo acompañó desde que tenía uso de razón. Lo recuerda más que perfecto. Al ser siete hijos -con dos padres iguales a ellos-, gritos, bromas, peleas, lloriqueos, risas, era lo que siempre se escuchaba por todas partes dentro de La Madriguera, sin que hubiera verdaderamente un descanso. La sala de su hogar nunca estuvo vacía, el comedor lleno de sillas para que todos los integrantes -y extras- estuviesen sentados en el sin excusas y en donde cocinar fue todo un ritual para su madre, llenando sus estómagos hasta hacerlos reventar, con varios de ellos entrando y saliendo de ese pequeño lugar hasta que mamá los hacía ayudarla. En ningún rincón era posible encontrar tranquilidad.


El ruido terminó intensificándose cuando conoció a Harry Potter y, se le sumó, Hermione Granger. Compartiendo, entre los tres, lo que fue más que una amistad, donde sus alegrías, tristezas, orgullos, enojos, logros, fueron tan sincronizados que todos eran capaces de escucharlos, haciendo el ruido más ensordecedor. El trío dorado, así era como los habían llamado. Jóvenes siendo ellos mismos, unidos tan fuertemente, apoyándose al siempre estar en problemas, rogando para que los profesores no los descubrieran y los castigarán, pero viviendo como querían. Harry y Hermione se abrieron paso en su mundo, tanto así que formaron parte de aquella gran familia también, logrando que ningún rincón de Hogwarts fuera posible encontrar tranquilidad.


Si a Ron, hace años atrás, le hubiesen dicho que describiera cómo era su vida, les hubiese dicho cualquier cosa menos tranquila. Así lo fue, así lo había sido desde que tenía memoria, hasta que una maldición había acabado con todo ese brillante ruido, acallándolo, y lo había transformado en un silencio abrumador.


Al principio, creyó que nunca sería capaz de salir de ese silencio o que no encontraría alguna clase de confort en él. No estaba acostumbrado. No lo quería. No lo deseaba. No lo pidió, pero que simplemente ahí estaba con él, acompañándolo, haciéndolo sufrir al pensar sin parar que nunca se iría, que jamás volviera a ser capaz de escuchar el ruido que tanto lo había acobijado y recordándole con insistencia que todo había acabado, que todo había desaparecido para no ser recuperado de nuevo.


Fueron días enteros llenos de agonía, de lento sufrimiento, que lo estuvieron enterrando y sin dejarlo ir.


Pero, entonces llegó ahí. El silencio, poco a poco, había dejado de ser agobiante y, sin darse cuenta, pasó a una tranquilidad que le costó reconocer. Al inicio, creyó genuinamente que lo que le sucedía era nada más y nada menos que resignación; resignación ante la situación en la que estaba, una en donde ya no peleaba por salir, una vida que aprendió a llevar más rápido de lo que hubiese imaginado, logrando de este modo que en él se instalara la conformidad, renunciado a todo aquello que hubiese pensando alguna vez sobre seguir buscando soluciones ante la circunstancia y el seguirse arriesgando. Sin embargo, algo pareció susurrarle esa palabra al oído, haciéndolo considerarla y su disfrazada conformidad no le duro demasiado.


Tranquilidad. Puso más atención a su alrededor y fue capaz de notarlo casi de inmediato, como si se estampara con urgencia en su rostro. En realidad, cuando se dio cuenta, le pareció que era una tranquilidad bastante peculiar. Ron imaginó que la palabra tranquilidad era sinónimo de aburrimiento, de vivir una vida sin ruido, sin emociones, en soledad y la había visto como algo que no quisiese en un futuro cercado. Pero entonces escuchó. Escuchó peleas acompañadas de pequeñas y disimuladas risas, escuchó relatos, escuchó utensilios de cocina, escuchó sillas siendo arrastradas al comer, escuchó voces, escuchó respiraciones acompasadas al dormir, al viento, a la lluvia, escuchó silbar a los árboles.  


Escuchó.


Escuchó.


Siguió escuchando todo lo que sus oídos fueron capaces de captar.


Entonces, se percató que todo lo que pensaba sobre la tranquilidad era erróneo. Tranquilidad no era sinónimo de apatía sino de calma, eso era lo que realmente significaba aquel estado que una vez negó en su vida. La tranquilidad era seguir sintiendo las mismas emociones de enojo, alegría, tristeza, apego, rabia, cariño y no todo lo contrario. No había aburrimiento en ningún momento, realmente cada día se vivía con más intensidad que el anterior. No había soledad sino compañía donde se encontraba paz, protección y bienestar, ya no más un silencio aplastante.


Entendió después que con la tranquilidad el ruido no se iba, solo se apaciguaba. Aún había ruido. Escuchó, porque seguía habiendo ruido. No era uno como el que siempre lo acompañó, no era un ruido ensordecedor, más bien era uno grato y, aún así, estaba bien para él.


Cerró sus ojos mientras se hundía cada vez más en las cobijas, permitiéndose envolverse en esa serenidad antes de quedarse dormido. Pero la perilla de la puerta siendo movida captó su atención.


— ¿Me estabas esperando? —preguntó, divertido en cuanto la puerta se abrió. Sonrió para sí, más no se destapó ni abrió los ojos pues imaginó quién podría ser la persona que lo buscaba.


— ¿De qué hablas? —cuestionó, confundida la voz de aquel otro Slytherin que no esperaba, haciendo que su corazón se acelerara tan rápido. Sus ojos se abrieron al mismo tiempo que se destapaba con prisa y se incorporaba, sentándose en la cama para contemplar a Draco parado en el marco de la puerta con una vela en mano, iluminando el lugar.


— Oh, es que- ah, yo… —balbuceaba Ron, nervioso. Buscó una excusa que pudiera funcionar ante la dura mirada que Draco le dedicaba, pero ninguna parecía funcionar en su cabeza y respiró profundamente, tratando de calmarse—. Me refería a qué era lo que querías, ¿a qué has venido? Nunca vienes aquí.


Draco lo miró con los ojos entrecerrados, Ron sentía que le estaba estudiando hasta el alma para encontrar la razón de su nerviosismo. Antes de que pudiera lanzar otra excusa, Draco suspiró mientras entraba completamente a la habitación y cerraba la puerta tras de sí.


— Hay algo que necesito hablar contigo. —dijo al mismo tiempo que caminaba hacía la mesa de noche para poner ahí la vela que cargaba para después sentarse al borde de la cama, a un lado de él. Ron analizó los posibles temas que tuviera Draco que hablar con él a esas horas de la noche, tiene que ser una situación importante o grave para que se haya esperado a que todos estuviesen dormidos y nadie fuera capaz de escuchar.


Se sintió angustiado ante la posibilidad que le dijera que sabía algo sobre él y su padre, pero la descartó al no ver a Draco realmente alterado, así que debía ser otro asunto y se asustó al imaginar que iba a decirle alguna mala noticia sobre su familia.


— Mira, si es para-


— ¿Por qué me has estado ignorando? —cuestionó Draco, interrumpiéndolo.


— ¿Ignorarte? —habló, confundido. Según él, habían regresado a la normalidad después de que Lucius y él compartieron aquella charla. Ron lo buscó, un poco arrepentido por haberlo estado ignorando, pero Draco no dijo nada y continuaron como si nada hubiese pasado. O al menos eso pensó—. Yo no he estado ignorándote.


— Claro que lo has estado haciendo. —contestó con algo de irritación—. Mira, sé que es difícil-


— Escucha, Draco, puede que entiendas, pero no es momento para hablar sobre eso. —lo cortó Ron en cuanto se dio cuenta que era lo que en realidad Draco quería discutir con él. No iba a menospreciar las intenciones del menor, de querer darle algún tipo de consuelo, pero no quería hablar sobre todo aquello, no cuando ya estaba logrando que sus heridas no le lastimasen tanto, esa noche no era la indicada para esa charla—. No quiero hablar sobre eso, así que ¿por qué no te esperas para-?


— Weasley, Ron, con sentirte miserable no vas a arreglar nada. —puntualizó—. Sé que piensas que fallaste y que no hiciste nada por ellos, pero-


— Draco, no continúes, no sabes nada sobre lo que pienso como para asegurar tales co-


— Lo vi desde el primer momento, eres un libro abierto, no es necesario que lo vocees para darse cuenta que es lo que te lamentas.


Ron suspiró, resignado pues sabía que Draco era demasiado terco. Discutir con él era para llevarlas de perder, por lo cual, lo dejaría continuar—. ¿Qué quieres?


— Perdiste a las personas que eran importantes para ti, te sientes culpable, en cada respiro te recuerdas que has fracasado y eso es lo que lamentas al llorar por sus muertes. —dijo mirándolo fijamente. Ron le regresó la mirada con la misma intensidad ante esas palabras—. Lamentas el haber sobrevivido, lo sientes como una carga.


Ron se desorientó con lo que salió de los labios de Draco. No iba a negar que por un segundo pensó en rendirse, que nadie lo iba a culpar si lo hacía de todos modos, había perdido parte de su familia y, si llegará a rendirse, lo iban a entender. Pero fue en un momento de suma tristeza, él nunca quiso rendirse ni miraba sobrevivir como lo peor que le pudo haber pasado en la vida.


— Eso no es cierto. —negó Ron honestamente—. Draco, te equivocas-


— Lamentas no haber muerto junto con ellos.


— Escucha. —pidió, pensando en qué momento pudo haberle dado a Draco esa impresión, o esa idea, sobre él—. Si algo aprendí a lo largo de este camino es que la vida solo consta de sobrevivir y de vivirla. Si muero estaría fallando, no solo a los demás, sino también a la única cosa que se me ha regalado y que tengo que conservar… estaría fallando a lo único que tengo que hacer bien.


— Sobrevivir. —contestó Draco con seriedad.


— Sí. — Ron asintió—. Obviamente estoy sufriendo, sufro por ellos, no hice suficiente y ya no están. Lamento las malas decisiones que tomé y la familia que se me arrebató, pero es mi duelo, mi luto-


— Tú mismo lo has dicho, hubo malas decisiones que nos llevaron hasta aquí. —interrumpió, dándole la razón—. Pero no tiene caso hundirse en cosas que no podemos cambiar.


Ron no supo verdaderamente que contestar a aquello que era cierto. Justo eso. Era algo que, incluso, Lucius le repetía. El pasado existía para no poderse corregir, no podían revertir nada de él, ya que sea bueno o malo, el pasado se quedaba atrás mientras ellos continuaban caminando, sin detenerse ni un instante, junto con todo lo que los acompañará.


— Tú igual tenías personas a las que amabas, ¿no es así? —murmuró en un suave tono, uno que delataba su compartido sentir, en un vago intento para que Draco se soltara con él—. Dime una cosa, ¿las perdiste también?


Draco desvió la mirada. Supo Ron inmediatamente que no iba a responderle. Quiso seguir soltando un par de palabras, tal vez decirle que estaban juntos en ese dolor, que compartían la misma carga, que ya sabía sobre lo de su madre, que ambos habían perdido a la suya bajo las mismas circunstancias y que entendía lo que era perder a alguien como lo fue Snape para Draco. Pero no lo hizo. Sus palabras iban a carecer de sentido si el menor no decía hablar con él sobre eso, porque se supone que él no sabía tanto y lo único que traería -al hablar- serían problemas.


— ¿Quieres irte con ellos, Weasley? —preguntó Draco de repente, regresando su mirada a él.


— ¿Con quienes? —preguntó Ron, fingiendo extrañeza. Aunque sabía a que personas se refería el menor, no entendió a que venía ese cuestionamiento, en ningún momento habían hablado sobre si quería irse o no, porque no era una opción. Independiente de lo que él quisiera, sabía que no había manera de que lo liberasen por voluntad, así que ese tema no era tocado por cualquiera de los dos.


— Con ellos. —repitió—. Con los tuyos.


— ¿Sabes algo sobre ellos? —preguntó con cierta esperanza en su voz. Si supo sobre su familia, bien podría saber algo sobre los demás, pero Draco negó con rapidez matando sus pocas ilusiones—. Entonces, ¿a qué quieres llegar?


— Si te dijera que hay… —pausó y luego chasqueó con su lengua en una señal de frustración—. Si te dijera que no te fueras, ¿lo harías?


Ron sonrió con mofa—. ¿No crees que ha este punto, si me hubiese querido ir, no lo hubiera hecho ya?


— ¿Es un no? —preguntó Draco cautelosamente. Todo rastro de diversión había desaparecido de su rostro y carraspeó nervioso bajo la atenta mirada de Draco. Ron sabía a la perfección esa respuesta, no era necesario siquiera pensar alguna posibilidad porque para él ya no las había, pues no podría irse ahora de ese lugar. No podría irse sabiendo que dejaría a esa familia atrás que, con todas sus altas y bajas, habían ganado su afecto.


— No, Draco, no me iría. —contestó sincero, regalándole una ligera sonrisa. Estaba atado ahí, a ese lugar, con esas personas de ahora en adelante. Mierda, aún se sentía una persona traicionera por quedarse ahí, pero no se mentía a él mismo, no tenía caso, sabía que irse sería dejar a Lucius y no habría manera de que hiciese eso porque ya no quería escapar más de ahí, de sus sentimientos, de nada.


Draco guardó silencio y lo observó por unos momentos para después asentir—. ¿No nos tienes miedo ya?


— Nunca les he tenido miedo. —contestó inmediatamente, indignado ante la ridícula pregunta. Si les tuvo miedo o no, si se los demostró o no, era algo que no le iba a confesar—. Te das muchos créditos tú.


— Solo necesitaba confirmarlo. —respondió al mismo tiempo que sacaba de sus espaldas, lo que parecía ser, un objeto largo y delgado envuelto en un pedazo de tela.  


— ¿Qué es eso? —apuntó con curiosidad por el largo de dicho objeto.


— Me voy a casar, Weasley. —confesó repentinamente. Ron se sorprendió un poco a pesar de ya saber esa información, que Draco se lo dijera entonces hacía un hecho aquel pronto suceso—. Sí, perdí gente a la que amaba, pero yo fui capaz de encontrar aquello que me hacía feliz entre toda esta porquería.


Draco muy pocas veces se expresaba de ese modo ante el curso que tomaron las cosas, mas cada que lo hacía, lo dejaba más confundido. Antes le era difícil de comprender y le sorprendía demasiado cuando una oración negativa salía de sus labios, aunque ahora lo comprendía un poco mejor debido a las pérdidas, todavía sentía que había algo que se estaba perdiendo al no preguntar. Pero no se animaba, no quería saberlo. Imaginaba cosas y no sabía si eso era peor.


Por eso, el que Draco en esos momentos le esté diciendo que encontró a alguien capaz de hacerlo feliz, le dejaba un sentimiento de calidez. Él mismo sabía lo difícil que era encontrar un calmante dentro de toda una tormenta, pero era posible, él también había logrado encontrar algo y comprendía a Draco perfectamente.


— Me alegro por ti, Draco, en serio. —dijo, impresionado—. Yo sé que no cualquiera logra eso.


Draco asintió levemente—. Por eso he decidido traerte esto.


Decir que Ron se asombró cuando Draco descubrió lo que aquel pedazo de tela guardaba, era decir poco. Era una varita. Draco había descubierto una varita que reconoció de inmediato. Aquella varita que le arrebató a ese sucio mortífago cuando estuvo por primera vez en la mansión de los Malfoy, con la que peleó y con la que dio todo de él antes de estar ahí.


— No es cierto-


— Sé que no es tu varita, pero es la que tenías cuando te capturaron y eso quiere decir que te responde. —dijo Draco mientras meneaba la varita enfrente de ellos—. No podía obtener la tuya, la tienen como un trofeo y sería demasiado obvio.


Ron estaba boquiabierto. A pesar de que no entendía demasiado -o en su totalidad- la situación en el mundo mágico al no ser capaz de preguntar, el que Draco le estuviese dando una varita después de un año hablaba por si solo. A su rápido razonamiento, eso quería decir que las cosas no estaban bien ni para los mortífagos como lo había imaginado, recordó incluso a Lucius al momento que le preguntó si confiaba en que podía protegerlo a él ante una situación que lo necesitase. Tan rápido se logró romper su burbuja de calidez al solo pensar que, tal parecía ser, Voldemort no estaba respetando ni a su propia gente.


— ¿Por qué, Draco? —preguntó en un susurro, no pudiendo apartar la vista de la varita. Aunque no fuese la suya, peleó con esa, le respondía y Draco se estaba arriesgando demasiado al dársela. O podía no ser de una buena fe, lo conocía muy bien, probablemente algo quería de su parte, no podía ser tan bueno para ser verdad—. ¿Por qué me das esto ahora?


— Ocupo que la protejas. —declaró sin vacilar. Ron dejó de ver la varita al momento en que Draco la bajo a su regazo y regresó su vista al menor de los Malfoy, con su rostro entre sorprendido y ceñudo.


— Sabía que no sería gratis. Si voy a venderte mi alma, entonces llévatela. —sentenció Ron con ligera molestia—. Total, de solo saber a quién le pertenecía me da escalofríos.


Si bien había luchado con ella y la varita le había dado su lealtad, de solo pensar que le perteneció a Peter Pettigrew, a su rata, a Scabbers, a ese traicionero, le daba un sentimiento de desagrado total. Para Ron, sería como tener a esa persona entre sus manos.


— Nadie quería a ese hombre. —manifestó Draco duramente. Ron le dio la razón, todo lo que alguna vez escuchó sobre esa persona en particular fueron puras palabras de odio, dolor y llenas de resentimiento ante su traición, una que fue tan enorme y desencadenó la muerte de los padres de Harry hasta la llegada de Voldemort a su mundo después de haber desaparecido. Sin embargo, no pudo evitar lucir un poco vacilante.


— Bueno, nadie así que digas nadie es demasiado. —dijo, encogiéndose avergonzado sobre su sitio—. En mi familia lo quisimos por doce años.


— Qué asco, Weasley. —habló Draco después de haber hecho una mueca de disgusto.


— En mi defensa, no lo sabíamos. —justificó Ron rápidamente—. Imagina lo traicionado que me sentí, fue mi mascota, le había tomado cariño después de tanto que lo renegué, ¡durmió conmigo, Draco!


— No sé qué es lo que suena peor de eso que me acabas de decir.


— ¡Solo Merlín sabe todo lo que lo defendí! Casi terminé mi amistad con… —pausó y suspiró al aún costarle mencionar el nombre de su mejor amiga—. Hermione por culpa de ese maldito animal.


— ¿A qué se debió? —preguntó, curioso. Ron notó que trató de fingir desinterés y sonrió de medio lado ante su mal disimulo.


— Su gato siempre lo quiso cazar. —reveló, recordando de nuevo aquellos días—. Un día había sangre en mis sábanas, no lo encontraba por ningún lado ¡y para mí esa bestia maldita se lo había tragado por fin! ¿Qué más podía pensar? Nos peleamos muy fuerte ese día.


— Hubieras dejado que el gato se lo tragara.


Crookshanks todo el tiempo lo supo. —suspiró resignado, imaginando escenarios donde ellos se daban cuenta que el gato de Hermione solo los quería defender y proteger del animago—. No supimos leer sus señales.


Ese murió aquí en mi casa. —informó Draco—. Que trauma.


— Sí, lo sé. —admitió Ron y contempló la cara de confusión de Draco—. Fue enfrente de nosotros, Harry y yo tratamos de que no sucediera, pero el hechizo que le lancé no funciono y por más que… —se detuvo al revivir esa esa escena en su cabeza—. Pasó, sí.


— ¿Por qué tratarían de hacer que no sucediera? —preguntó Draco. viéndolo con desconcierto—. Ese hombre era lo único que se merecía, daba asco.


— Supongo, pero- 


— A veces no entendía su juicio… —interrumpió Draco cualquier excusa que fuese a lanzar—. Unos sí, otros no, era estúpido el cómo se basaban para dar paso a sus acciones. Tienen una tonta necesidad de crear lazos, aferrándose a lo que sea con tal de sentir esa pertenencia, de esa protección, con pensamientos tan cursis que daban arcadas-


— Como que se te está yendo un poco la mano-


— No lo entendía, en mi raciocinio esa era una debilidad, era lo que los hacía débiles ante nosotros, no eran personas fuertes emocionalmente y eso, Weasley, destruye más de lo que imaginas.


— Es afecto, Draco. —aseguró—. ¿Cómo son ustedes capaz de vivir así?


Draco no respondió. No esperaba que lo hiciera de todos modos. Hasta ese punto, Ron era consciente de toda la falta de afecto por la que toda esa familia pasó tantos años que, simplemente, el vivir sin algo tan común como eso les era indiferente. Fueron años y años de manejar sus vidas en solitario, con estrictas reglas, alejando todo sentimiento relacionado al creerlo una desventaja que para ellos el tener sentimientos, más allá de la superioridad, el orgullo, la ambición y la soberbia, nunca fue una opción.


— Lo entendí hasta que tú… hasta que llegó ella también y por eso necesito que hagas esto. —empuñó Draco de nuevo la varita delante de él—. Es una bruja capaz, pero yo solo no puedo protegerla, no cuando estoy fuera de la mansión.


— ¿Tu padre sería capaz de hacerle algo? —cuestionó Ron en cuanto la pregunta se instaló en él. Lucius le había dicho que la chica no le agradaba para Draco, pero como para que llegará a hacerle algún daño era demasiado hasta solo de pensarlo. Si lo cuidaba a él, que era mucho peor solo por tratarse de quien era, no cabía la posibilidad que el mayor le hiciese algún daño a alguien que es importante para su hijo.


— No. —contestó con seguridad.


Ron suspiró, sintiéndose aliviado por la manera en la que esperó fuera dada esa respuesta—. ¿Entonces de qué tendría que protegerla?


— Formará pronto parte de nuestra familia. —desvió Draco el tema y Ron ya ideaba por donde iban realmente las cosas. Si Draco no quería decirle de qué o de quién debían proteger a la chica, a algo se debía y pensaba que cada vez tenía más lógica el que las cosas no estaban tan bien para ellos como llegó a suponer. Bien la chica podía ella estar en peligro o, también, podía ser simple paranoia de su futuro marido ante lo que esté pasando afuera.


Preguntarle la razón a Draco no tenía caso. Draco era igual a Lucius, cada vez le quedaban menos dudas. Cuando un tema le parecía difícil de tratar o no le gustaba, lo evitaba a toda costa sin importarle la manera tan incoherente en el que la conversación era cambiada y si se trataba de regresar a él, era totalmente inútil. Aunque, tal vez, podría preguntarle a Lucius después disimuladamente y ver si lograba obtener respuestas.


— ¿Me consideras parte de la familia? —preguntó, burlesco, siguiendo el desvio de tema.


— ¡Weasley! —reclamó Draco, escandalizado. Ron soltó una carcajada al contemplar que las mejillas de Draco se ponían, con lentitud, de color escarlata.


— ¿La conozco? —preguntó con cierta duda. Le entró curiosidad por saberlo cuando, fugazmente, trató de recordar si alguna chica pudo haber sido cercada a Draco durante su tiempo en Hogwarts; no le llegó nada a la mente más que Pansy Parkinson, la autoproclamada novia de Draco. Siéndose honesto, no creía que fuese ella y solo por el hecho de que no lo pondría a él a protegerla, porque no, estaba seguro que tenía que ser alguien más. 


— Claro que no, pues si quién te has creído.


— Me refiero a si ella iba a Hogwarts, idiota. —Ron rodó los ojos, molesto debido a la respuesta altanera que le lanzó Draco. Las viejas costumbres eran complicadas de romper y Draco era excelente resaltándolas cada que tenía oportunidad.


— Sí, un grado menor a nosotros. —Draco asintió—. Slytherin también.


— Oh, vaya. —rió Ron por lo orgulloso que se miraba Draco con lo que acababa de decir—. Si que dieron el gran paso tan pronto.


— Ella es la razón por la que continúo, no pienso perderla por un descuido.


— Lo entiendo, pero-


— No, ningún pero. —reprendió Draco, viéndolo con exaltación—. Necesito que encuentres tu propósito para seguir avanzando, no puedes rendirte ahora que las cosas- debes seguir.


— Draco, está todo en orden, créeme. —respondió Ron lo más honesto que pudo para convencerlo de que verdaderamente no tenía pensando rendirse, o dejarse rendir, en un futuro cercano. No era algo que había pensado antes ni ahora. Menos ahora que tenía algo, alguien, a lo que poder aferrarse.  


Draco pareció analizarlo por unos momentos para solo asentir—. ¿Y?


— ¿Y? —repitió Ron, confundido al no saber de qué estaban hablando ya.


— ¿Lo harás? —preguntó Draco con cierta impaciencia. Ron sonrió abiertamente, Draco le estaba confiando el que no se fuera a escapar a la primera oportunidad de tener la varita en sus manos, del mismo modo, la seguridad de alguien importante para él y, no solo eso, también le estaba regresando la posibilidad de usar su magia completamente de nuevo, no únicamente de manera tan limitada y desenfocada. Sería capaz de ignorar a quién le perteneció, iba a sentirse útil su magia, iba a velar por alguien, eso era lo que importaba.


— Claro que sí, hombre, no tenías ni porque pedirlo. —tan pronto como salió esa respuesta de sus labios, Draco volteó la varita en sus manos, apuntando la parte baja de la misma en su dirección.


— ¿Un último duelo, comadreja? —le preguntó, extendiéndole la varita, su varita.


— Jódete, hurón. —trató de sonar enojado por el apodo, pero falló terriblemente. Tomó la varita entre sus manos casi de inmediato y, al sentir como su magia aceptó la varita, como la reconoció y la recorrió, no pudo evitar el envolver a Draco en un repentino, fuerte abrazo.


Draco ni siquiera se movió, se sentía rígido debajo de él, pero sintió tanta dicha que solamente se dejó llevar por sus emociones y no le importaba aquello en esos momentos, ya lo había estrechado entre sus brazos por primera vez y no iba a cambiar. Pero entonces Draco pareció reaccionar y lo agarró de sus hombros, rompiendo el abrazo con brusquedad.


— Por cierto, mi padre no sabe que te he entregado esto. —balbuceó una vez que se separaron por completo y quedaron de nuevo cara a cara—. Así que, no le vayas a decir nada porque nos mata a los dos.


A Ron no le agradó escuchar aquello. No pensó el hecho de que Lucius fuese a saber o no sobre que se le era entregada una varita y el saber que no era así, al parecer, el compartir con el mayor ahora esa pronta dicha no era una opción, iba a tener que ocultárselo. Eso hizo que su corazón diera un vuelco, llenándolo de una leve decepción.


— ¿Y cómo por qué piensas que yo se lo diría? —cuestionó al mismo tiempo que acercaba la varita contra su cuerpo.


— Ay, por favor, no te hagas si yo he visto que se volvieron cercanos. —respondió Draco, empujándolo y se levantó de un salto de la cama. Ron sintió como le recorrió un estremecimiento por todo su cuerpo ante la filosa mirada que Draco le dirigía.


— No es cierto. —negó rápidamente. Su cerebro empezó a trabajar rápidamente buscando pretextos que fueran tan creíbles como para que hicieran destantear a Draco hasta que olvidara el tema.


Sabía que el menor era astuto, no por nada siempre fue quien fue y recuerda claramente como Seemey le dijo sobre que Draco se dio cuenta de los leves cambios entre el trato que tenía Lucius para con él, por lo cual era solo cuestión de tiempo para que la bomba le explotará a Draco en la cara y él tenía que evitar a toda costa que eso sucediera.


— Mira, Weasley. —habló Draco con un tono intimidante, se reclinó un poco para estar a su altura—.  Yo no sé qué se traen entre los dos, pero si me llego a enterar de algo que me revuelva el estómago, te mato con mis propias manos. —amenazó—. ¿Entendiste?


Ron sintió la gran necesidad de apartarlo con algún hechizo, pero se estaría arriesgando a tanto, a perder todo, que optó por no hacerlo. Él podía ser más vivo que Draco, no los había descubierto aún, después de tanto tiempo, y solo tenía que aprender a despistarlo para que dejará de seguir notando algún cambio en la relación que ellos dos mantenían, eso tenía que quedarse a puertas cerradas a como dé lugar, al menos por ahora.


— Que violento. —bufó a modo de broma, tratando de hacerse el desentendido.


— ¿Entendiste? —siseó Draco, acordándose más a él.


— Sí, sí, lo que digas. —respondió, despreocupado, aunque tuvo que apartar disimuladamente la mirada. Draco lo observaba como si quisiese leer su mente, ya lo había visto así antes, pero no se lo iba a permitir y se removió un poco incómodo en su sitio.


— Bien. —suspiró—. Entonces, no digas nada y guarda eso muy bien, escóndela como tu mayor secreto, entrena por las noches para que precises tu magia de nuevo y no se dispare para todos lados.


— Lo que ordene, jefe.


— Así me gusta, Weasley, así me gusta. —dijo Draco de manera engreída, aún a pesar de Ron haber utilizado un tono de sarcasmo—. Era todo a lo que venía, me retiro.


— Draco. —lo llamó Ron, deteniéndolo cuando observó a Draco tomar la vela que había dejado en la mesita de noche, después desvió la vista a la varita que ahora posaba sobre sus piernas extendidas. Draco volteó a verlo por el rabillo del ojo solamente—. Buenas noches y… gracias. —agradeció con suma sinceridad.


— Descansa, Ron. —Draco solo se despidió, sin darse la vuelta, mientras cerraba la puerta con sigilo. Ron esperó unos segundos para asegurar que el menor se hubiese alejado los suficiente y afianzó la varita en una de sus manos al pararse como un resorte de la cama.


Bien. El tiempo no estaba para ser malgastado, necesitaba encontrar un lugar donde ocultar esa varita y tenía que ser un lugar no tan obvio, uno donde ni siquiera se le pudiese ocurrir a alguien que tenía algo guardado. Los hechizos los podían revertir y serían fáciles de detectar, por lo tanto, tenía que ser oculta sin utilizar magia y, en realidad, ese no era el problema, el problema era en dónde.


La habitación que se le asignó era pequeña, no tenía los suficientes muebles como para ocultar algo ahí, tampoco podía hacer agujeros en la pared, así que lo debía pensar muy bien. Aunque en esos momentos se le dificultaba, estaba a oscuras, a esas horas no miraba más allá de sus narices y, con la luz de la vela, no iluminaría tan bien como para poder buscar un lugar adecuado. Por esos instantes, por esa noche, podría hacer una excepción y esperar a que los primeros rayos del sol entrar por la ventana para comenzarle a buscar un adecuado lugar.


Ron suspiró. Levantó la varita a pocos centímetros de ser tocada por su nariz y comenzó a inspeccionarla. Si bien su emoción aún no bajaba del todo, un sentimiento de extrañeza no tardó en instalarse en él. Proteger. No todo podía ser tan maravilloso como el usar una varita de nuevo o usar su magia con la misma intensidad que antes, algo raro debía de estar pasando con esa misión que Draco le había encargado.


El proteger a alguien más era algo delicado, era como formar un vínculo en donde podía llegar a interponerse una vida por otra solo para salvaguardar el bienestar de una de las partes para que no resultara herida. Ron siempre trató de proteger lo más que pudo a los que quiso, lo hizo sin duda alguna porque sabía todos los peligros a los que se enfrentaban y contra quienes. Pero ahora estaba a ciegas. No sabía a quién tenía que proteger, por qué, en dónde, ni de quién. Actualmente, ya que lo pensaba mejor, Draco no le había informado ni el más mínimo detalle, solo que sería a la persona con la iba a casarse.


Pensó si la chica sería alguien a quien cazaban o alguien que se hubiese escapado de algún lugar y ahora Draco la quería resguardar. No era ilógico, pero tampoco era probable. Lucius mencionó que era sangre pura, entonces debería de estar bien dentro del régimen que -suponía- estaba estableciéndose en el mundo mágico. Aunque, ¿ser sangre pura era realmente una garantía? Él era sangre pura y lo tenían ahí de sirviente, nunca le dieron otra opción, que bien podía deberse por haber peleado del lado que peleó.


Quitó la varita de su rostro, al mismo tiempo que pensaba que también tenía otro problema: ¿cómo le haría para que no se le soltase la lengua enfrente de Lucius? Al estar tan relajado con él, hablaba de más, lo sabía de sobra. Le había pasado en muchas ocasiones. Si bien podía ocultarlo como ha ocultado todo ese tiempo que podía canalizar poca magia fuera de su cuerpo para realizar hechizos pequeños, pero con pesar sabía que no era lo mismo. Aquello fue su secreto mucho antes de estar ahí, uno que se juró no revelarle a nadie y estaba acostumbrado a este. Más el tener ahora una varita en su poder era algo nuevo.


Ron no era una persona que guardara silencio una vez que estaba cómodo con alguien, cada cuanto lo regañaron tanto al dejarse guiar por las conversaciones y hablar, sin que lo supiera, más de lo que debía. En cualquier momento, estaba seguro que iba a abrir la boca de más al estar con Lucius y tenía que buscar la manera de no hacerlo para no meterse en problemas con el mayor. O bien, podía confesarlo poco a poco o hacerle a la idea que necesitaba una varita y ver que sucedía, hasta el momento había obtenido buenas señales que estaban a su favor, ¿no?


Ay, maldición. Tal parecía que lo dicho por la gente seguía siendo cierto: niño nacido dentro de la guerra, destinado a una vida de aventuras. Ahora le tocaba una diferente con los Malfoy, aunque más acercada a su antiguo estilo de vida. Sonrió un poco y cerró los ojos, concentrando todos sus sentidos a su alrededor, escuchando lo que llegase a sus oídos.


Percibió sonidos suaves, ruidos suaves, nada se había intensificado aún. Al menos, no como lo fue durante toda su infancia y adolescencia. Abrió los ojos y bostezó cansado. No era para estar reflexionando sobre todo aquel embrollo.


Dejó la varita en el suelo mientras repetía en su cabeza una y otra vez aquel hechizo que los gemelos utilizaban para esconder cosas rápidamente de su madre y que las perdiera de vista en un abrir y cerrar de ojos. Se concentró en toda su magia, canalizándola, para que pudiera ser expulsada por alguna parte de su cuerpo.  


Abscondere * —susurró. Se encogió un poco al sentir como la magia se desplazaba de su cuerpo y su cabeza empezaba a palpitar, logrando que le doliera.


Hechizos que fueran más complicados, le agotaban de sobremanera, esa era una de las razones por las que no le gustaba hacer magia sin una varita. Era complicado concentrarse para que la magia no se fuese a todas partes al ser mucho menos precisa y él no dominaba tan bien esa magnitud de ese tipo de hechizos, pero se relajó cuando escuchó a la varita rodar y rodar hasta que se oyó como chocó contra algo.


La varita pareció haber encontrado un lugar para esconderse. Ya a los primeros rayos del sol la buscaría y, quien sabe, tal vez la varita encontró su escondite perfecto pudiendo lograr que la dejara ahí, resguardada. Deseaba que ese fuera el caso, así no le tomaría tiempo buscar donde pudiese esconderla.


Estuvo a punto de meterse en la cama cuando el sonido que hizo la perilla al moverse lo distrajo. Extrañado, volteó hacía donde estaba la puerta, solo para escuchar cómo se abría y se incorporó al lado de la cama para tratar de ver algo, más no lograba enfocar nada.


Ron carraspeó, asustado—. Oye, si se te olvido-


— ¿Qué hacía Draco aquí? —la seria voz de Lucius retumbó por todo el cuarto, haciéndolo saltar del susto. Las pisadas del mayor eran lentas, pero precisas y en menos de lo que esperó, se encontraba frente a él pudiendo distinguir con más claridad su rostro y su silueta.


— ¿Cómo supiste que-?


— Lo vi salir. —lo interrumpió de manera severa. A Ron comenzó a acelerársele el corazón y su respiración a hacerse más pesada—. Responde.


— ¿Nada? —dijo con prisa, nervioso. Las veces que Lucius se encontraba de ese modo era porque estaba realmente enojado. Maldición, cómo no recordó que Lucius lo iba a buscar a su habitación de vez en cuando, sobre todo cuando dormía ahí. Cabía la posibilidad que pudo haberlos escuchado todo este tiempo, Draco no utilizó ningún hechizo silenciador, aparte ¿cómo no lo había visto al salir?


— ¿Me estás preguntando o-?


— Vino a hablarme sobre que se va a casar. —admitió. Nada ganaría si le mentía, podía incluso malinterpretar la situación si le mintiese y tenía que serle sincero, aunque sea con eso—. Al parecer no se pudo esperar para mañana.


— ¿Por qué vendría aquí a decirte precisamente eso? —preguntó con la misma seriedad, sin moverse un centímetro desde donde estaba.  


— No lo sé, ya sabes… —habló Ron, inquieto—. A tu hijo le hacen falta dos tornillos.


— Si quiso avisarte sobre su boda a estas horas de la noche, fue por algo. —razonó Lucius y Ron lo miró confundido al no comprender lo que había dicho—. Dime ¿fue a modo de despedida? Por estarse uniendo a alguien que no eres tú.


Ron no supo si asustarse, reírse hasta morir o jalarse los cabellos. Abrió la boca varias veces para que algo coherente saliera de su garganta, pero no encontraba las palabras adecuadas para desmentir aquella idea tan descabellada que el hombre se había creado dentro de su cabeza.


— Muy bien, si a tu hijo le faltan dos, a ti te faltan veinte. —declaró Ron, exaltado—. ¿Qué te pudo haber dado esa absurda idea? Tu hijo no me busca de ese modo, ni yo a él.


— Draco es mi viva imagen-


— Si esto es por lo que te dije sobre mi padre y tú, está bien, ya entendí que no fue gracioso.


Weasley… —utilizó su apellido a modo de advertencia y Ron se tensó en su sitio.


— ¿Ya no soy Ron? —logró preguntar entre pequeños tartamudeos, usando un tono de broma para aligerar el repentino pesado ambiente que se produjo entre ambos. Pero Ron no tuvo tiempo para analizar lo que sucedía cuando Lucius se acercó tan rápido y lo empujó contra la mesita de noche. Sus ojos se agrandaron ante el asombro mientras se sostenía del mueble y luego hizo una mueca por el leve dolor que sintió en su espalda.


Volteó a ver a Lucius que lo seguía mirando con seriedad mientras lo tenía acorralado contra el mueble, sus labios apenas lograron separarse al intentar soltar una reprenda contra Lucius, quedándose atorada en su garganta. En cambio, Ron soltó un sonoro gemido al momento en que la pierna de Lucius se posicionó entre las suyas y comenzó a frotar con ella su ingle, no pudo evitar temblar ante el estímulo.


— ¿Qué estás-? —Ron no terminó de preguntar al Lucius inclinarse contra él y cubrir su boca con la suya, soltando un jadeo inesperado. Los brazos del mayor lo rodearon por completo, pegándolo más ambos cuerpos, haciéndolo gemir contra sus labios.


Ron sintió todo su cuerpo arder y gimoteó con más fuerza cuando Lucius frotó su ingle aún con más fuerza. Lucius aprovechó que entreabrió sus labios para introducir su lengua en su boca, logrando que se estremeciera y justo cuando estaba por comenzar a mover su propia lengua contra la del mayor, Lucius se presionó más fuerte a sus labios y soltó un chillido de sorpresa. Lo había comenzado a besar con una urgencia y fuerzas impresionantes.


Lucius apretó aún más su agarre alrededor de su cuerpo, sosteniéndolo con suma firmeza. Soltó sus labios para comenzar a descender, saboreando toda la piel que estuviese expuesta en esos momentos, primero por sus mejillas, pasando por su mandíbula para terminar en su cuello donde se entretuvo chupando la piel. Las manos del mayor habían empezado a trazar su espalda, bajando poco a poco, llegando a sus caderas hasta que logró tomar su trasero entre sus manos.


Ron jadeó y tuvo que soltar de donde se sostenía para agarrarse rápidamente a la camisa de Lucius. Una de las manos del mayor soltó su parte trasera para presionar su palma contra su erección.


— Luci-us. —gimió Ron al mismo tiempo que sus piernas comenzaban a temblar por la fuerza con la que Lucius lo frotaba con su mano. Ron comenzó a desesperarse y quiso jalar la ropa de Lucius en un intentó por quitársela, estaba sintiendo demasiado calor, necesitaba que ambos se liberaran de sus ropas, necesitaba sentir ambas pieles chocar una con la otra para poder liberarse.


Un gruñido salió directamente desde la garganta de Lucius, se alejó de su cuello y después sintió la respiración del mayor contra una de sus mejillas—. ¿Tan desesperado estás por mí?   


— Por favor… —artículo Ron en algo que se asemejaba a un ruego. Lucius rió entre dientes y regresó a besar su boca, el beso fue completamente profundo y él sintió sus mejillas arder al ruborizarse aún con más intensidad.


Bufó cuando las manos de Lucius lo soltaron, pero repentinamente lo hizo girar y lo empujó boca-abajo contra la cama. Las manos de Ron golpearon el colchón, evitando que cayera de lleno en él, se tomó unos momentos para tratar de normalizar su respiración acelerada y su frenético corazón, pero cuando ladeó su cabeza para ver hacía atrás, soltó el aire que había en sus pulmones al ver a Lucius completamente de desnudo meneando su varita, tatareando aquellos hechizos que conocía a la perfección.


Ron sintió un fuerte cosquilleó en el área de su abdomen al sentir como todo su cuerpo fue expuesto y chocó contra la tela helada de las sábanas. Se estremeció con fuerza cuando Lucius se reclinó hacía él y pasó sus labios por su espalda, su lengua, sus dientes, sintiendo que mordía lugares que nadie vería más que ellos dos. Sus manos viajaron constantemente por sus costados hasta que lograron detenerse en su pecho para juguetear con sus pezones, poniéndolos erguidos casi al instante.


— Creí que lo habías entendido… creí que te había quedado claro a quién le pertenecías, Ron. Tú lo aceptaste aquella vez, ¿recuerdas? —preguntó contra su oído. El caliente aliento le erizó la piel a tal grado de que lo hizo gemir de la sensibilidad—. Lo gritaste mientras te embestía de la forma en la que te hace temblar.


Lucius se posicionó totalmente contra su espalda y escuchó un leve gemido salir del mayor cuando golpeó su erección contra su trasero, comenzando a frotarse. Ron levantó su cadera ante la sensación, logrando que Lucius se restregara con más rapidez, pero aún mantenía cierta distancia, haciéndolo sentir frustrado. Realmente Ron estaba tratando de pensar en algo congruente que decirle, pero no podía ni siquiera pensar en algo que no fueran ellos dos.


— Pero, Lucius-


No logró decir nada cuando fue acallado por una ligera mordida en su nuca. Lucius le rodeó la cintura con una de sus manos y lo alzó un poco más presionando su cuerpo contra él. Ron tuvo que contener la respiración cuando sintió el calor de ambas pieles juntas y comenzó a temblar de puro deseo al sentir aquella erección palpitar contra su trasero, chocando con él con más fuerza en cada simulación de embestida.


Se sorprendió un poco cuando la mano libre de Lucius viajo hasta su entrada y fue consciente de que la zona estaba totalmente resbaladiza, a veces tendía a olvidar ese detalle y lo hacía estremecer con fuerza cada que lo sentía. Ron mordió su labio inferior cuando uno de los largos dedos de Lucius lo penetró, reclinó su torso hasta que chocó contra el colchón, poniendo una sus mejilla contra este y apretó las sábanas contra sus puños.


Su respiración se comenzó a hacer entrecortada cuando Lucius comenzó a mover su dedo, empujando profundamente dentro de él, logrando así que tomara bocanadas de aire con dificultad. Ron estaba soltando suspiros con fuerza hasta que sintió otro dedo dentro suyo, estrechándolo con vigor y sollozó cuando un tercer dedo se introdujo en su interior. Quiso abrir la boca para que algo, más que gemidos, saliese de su garganta, pero de repente sintió como Lucius golpeaba ese lugar especial en su interior que enviaba fuego y adrenalina inmediatamente por todas sus venas. Los gritos se atoraban en su garganta.


— Te hago estremecer con cada segundo que pasa, ¿quieres que entre en ti ya? —las palabras que Lucius le susurraba al oído habían logrado que todo su cuerpo vibrara ante el calor abrazador que lo recorrió—. ¿Quieres sentirme? Como te embisto, como palpito por ti en tu interior.


— ¡S-sí, ah! ¡Lucius, qui-quiero-! ¡Ah! —cortó su suplica al momento en que los dedos de Lucius presionaron con más dureza dentro de él.


— Yo lo quiero todo de ti, Ron, todo. —declaró en voz baja mientras mordía uno de sus hombros.


— Sí, Lucius, pue-puedes tener-ah.


— Yo nunca comparto lo que es mío. —murmuró contra su oído y pudo percibir como el brazo que lo rodeaba, se hacía cada vez más fuerte, afianzándolo—. Y tú lo eres, no hay nada que pueda cambiar eso.


— Lo so-y, ¡ah! —sollozó cuando los dedos salieron de su interior—. Luc-


— Nadie más podrá tenerte, ni siquiera Draco. —dijo Lucius con fiereza mientras repartía besos por la parte alta de su espalda—. Solamente yo.


Ron logró regresar un poco en sí al escuchar aquel nombre, confundiéndolo—. ¿Draco-?


— No digas su nombre. —siseó Lucius entre dientes y lo escuchó gruñir contra su oído, la repentina molestia en la voz del mayor le envió un fuerte escalofrío por toda su espalda—. Mi nombre es el único que debe de salir de tus labios ahora.


— ¡Lucius! —gritó su nombre cuando sintió a Lucius presionando su erección de nuevo contra él y Ron comenzó a mecerse, simulando embestidas y logrando que el mayor soltara un ronco gemido.


— Relájate. —le susurró Lucius. La mano que no lo tenía aferrado, viajó hasta su trasero, tocándolo antes de guiar Lucius su erección a su entrada. Ron apretó aún más las sábanas en sus manos cuando Lucius se empujó lentamente dentro de él—. Eres tan cálido, tan tentador.


Gimió Lucius mientras terminaba de unirse completamente a él y sintió como el brazo que lo rodeaba lo soltó y, repentinamente, agarró su cadera con ambas manos. Ron arañó la cama ante el placentero dolor que lo recorrió en el momento que Lucius salió y entró de un solo movimiento, de nuevo, en él. Era un dolor que para Ron se sentía tan bien, excelente. Trató de acallar sus gemidos, poniendo su cara contra el colchón, justo cuando Lucius empezó a embestirlo sin miramientos, empujando cada vez más profundo en su interior.


Lucius empezó a clavarle las uñas en donde sostenía sus caderas mientras golpeaba sin parar, haciéndolo sollozar con cada embestida, hasta que dio con aquel punto de nuevo y Ron comenzó a retorcerse del placer. Sus piernas comenzaron a debilitarse, no lo sostenían más al estar temblándoles con fuerza. Sintió las manos de Lucius soltar sus caderas y fueron hasta la parte de sus muslos para sostenerlo y poder seguir embistiéndolo en esa posición.


— ¡Mierda-! —jadeó sin aliento cuando Lucius salió en su totalidad de él. Inhaló bastante aire para soltarlo a los pocos segundos al ser volteado con brusquedad, quedando ahora boca arriba.


Lucius le sonrió de medio lado cuando levantó una de sus piernas, posicionándola en su hombro y entonces lo volvió a penetrar, entrando de una sola estocada. Ron gimoteó con demasiada fuerza, pero fue acallado rápidamente al momento en que Lucius se inclinó hacia él y lo besó con la misma fuerza con la que todo ese encuentro se estaba sintiendo.


— Tan entregado a mí. —habló Lucius un poco entrecortado al momento en el que se separó de su boca. Ron lloriqueó e inclinó su cabeza a un lado cuando Lucius comenzó a lamer su cuello, mandó sus manos a rodear la espalda de Lucius para pegarle más a él, como si tuviese una necesidad tremenda de sentirlo tan cerca.


Ron sentía como Lucius apretaba cada vez con más insistencia su cuerpo con el suyo, más no dejaba de embestirlo en ningún momento. El aliento caliente de Lucius chocaba contra su cuello, haciéndolo que se agitara con más energía y sus dedos se clavaron con fuerza, arañando la espalda del mayor al sentir como con las embestidas el abdomen de Lucius se frotaba contra su erección.


El gritó que deseaba salir de su garganta, se quedó totalmente atascado ahí cuando se corrió sin previo aviso, fue un orgasmo tan intenso, tan repentino que no fue capaz de sentir las señales que le indicaban que estaba a punto de llegar. Lucius gruñó contra su cuello, dando solo un par de erráticas, y apresuradas, estocadas más antes de tensarse y derramar su esencia dentro del cuerpo de Ron. Sin embargo, siguió dando leves embestidas en su interior aún después de tener su orgasmo.


Ron se estremeció al sentir como el miembro de Lucius palpitaba dentro suyo, pero tratando de concentrarse en contar sus respiraciones para así poder bajar de su nube. Esa unión que acababan de tener fue demasiado para él y su cuerpo, sintió que en algún punto su cerebro se circuito y dejó de funcionarle para únicamente concentrarse en las sensaciones que solo Lucius era capaz de provocar en él. Se encontraba tan cansado que no podía ni mantener enfocados sus ojos, sin embargo, aún se preguntaba qué demonios había sido eso y de donde salió tanto entusiasmo.


Lucius bajó la pierna su hombro, haciéndolo reaccionar un poco y, sin salir de su interior, le jaló su débil cuerpo de tal manera que los acomodó quedando él dándole las espaldas mientras que Lucius lo acurrucaba rodeando con uno de sus brazos su cuerpo.


— Dormiremos aquí hoy. —susurró Lucius, apretándolo más a su cuerpo. Ron parpadeó varias veces para ver si enfocaba mejor, pero al no lograrlo, ladeó un poco su cabeza para poder ver a Lucius.


— ¿Estás seguro? —logró preguntar con voz rasposa.


— Sí. —afirmó Lucius sin vacilar. Ron asintió y se acomodó un poco más contra el cuerpo de Lucius, queriendo escuchar su corazón para poder relajarse—. Duerme tranquilo.


Tranquilo.


Ron sonrió débilmente al sentir como Lucius los cubría a ambos con las sábanas y, cuando sintió las frías mantas, cerró los ojos y se concentró en los latidos que salían del pecho de Lucius.


Tum. Tum. Tum. Tum. Tum. Tum.


Mas no era lo único capaz de escuchar. Escuchó como sus respiraciones se iban apaciguando hasta que estuvieron totalmente relajados, escuchó la sincronicidad de sus corazones al latir, escuchó como los dedos de Lucius jugaban y acariciaban su piel.


Escuchó ruido.


Seguía escuchado ruido.


Había ruido de nuevo.


Y el ruido, combinado con la tranquilidad, hacían que sonara como una suave melodía.

Notas finales:

Abscondere es básicamente esconder en latín (esconder lejos, perder de vista, retirar algo bien lejos). 

Le van a venir dando de nalgadas a Draco. Hay que dejar a Lucius ser, no sabe, jajajaja, ¡ah, pero el bebé Ron las paga!

¡Espero les haya gustado este capítulo!

¡Díganme que les pareció! Estaría muy agradecida y me motivaría a subir el resto de la historia. Si hay alguna falta de ortrografía, una disculpa de antemano.

¡Nos leemos! ♥


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).