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Before you go por Little Bully

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Notas del capitulo:

¡Gracias a todas las personitas que leyeron!

Advertencia: Contenido +18

Disfruten el capítulo.

Ron escuchaba al fuerte viento soplar.

 

A él no le fue sorprendente la manera en la que los días tendían por manejarse, mucho menos en como parecían irse frente a ellos, tan deprisa y sin mirar atrás, evaporándose en el aire y escapándoseles entre los dedos como si de arena se tratase. Eso se veía en cada minuto, en cada segundo, en cada luna cambiante, en cada alba que pasaba por la ventana, por eso no le era indiferente. En cambio, lo realmente sorprendente fue como los árboles tiñeron sus hojas de un amarilleo color sin un aviso previo, la manera en la que el pasto comenzó a crujir bajos sus pies cuando menos se lo esperó y el tan repentino sentimiento de nostalgia que en el ambiente se sintió.

 

Ese año, el otoño llegó sin anunciarse, tomándolos a todos tan desprevenidos que no hubo oportunidad de darle su merecida bienvenida como el año anterior; no hubo el momento de preparar la mansión para la bienllegada de la estación y esta se había llenado con esos reconocidos opacos tintes que acompañaban al otoño, muriendo a su paso los indicios de una primavera y un verano abrazadores. Y los vientos saludaron de una manera tan energética que parecían susurrar contra los árboles, dando la impresión que el mismo aire tenía por intención regalar secretos que el corazón ocultaba.

 

Él lo había sentido de esa forma.

 

Cada ocasión que salió al balcón durante un par de septenarios, y pudo escuchar el silbido del viento entre las hojas, sintió como si este le quisiera decir algo que él acallaba en sus adentros, como si en ese intenso bramar se pudiera escuchar eso que él mismo quería gritar, pero que retenía con tanto recelo en el fondo de su garganta. Se engañó a sí mismo cuando pensó que se trataba de su propia melancolía queriendo surgir y hablar por él, al ser una estación que se caracterizaba por instalar aquel sentimiento de morriña con más intensidad que nunca, se hizo a la idea de que eso se trataba; mas su resistencia a dejarse llevar por ese camino de pena, no lo de permitieron caer como las frágiles hojas de los árboles al desprenderse.

 

Pero entonces, un inconfundible perfume picó en sus fosas nasales uno de esos días que el viento rugía con entusiasmo, haciendo que posara sus ojos en aquel rostro tranquilo que tanto ya conocía, sin embargo, no pudo evitar contemplar cada una de sus relajadas facciones delineando con sus azulados luceros cada una de ellas con cuidado y enternecido fervor y, al mismo tiempo que se preguntaba si siempre le pareció así de tranquilo, el viento dejó de contenerse y sopló con más pasión, por lo que tuvo que dedicarse a escucharlo con más fuerza y atención, percibiendo por fin aquello que le susurraba con tanto vigor.

 

Vibraron un par de palabras en sus oídos de una manera tan natural, casi tan natural como la misma magia que bailaba por su cuerpo, arrancándole una sonrisa cómplice y un mudo asentimiento.

 

Su corazón latió a la misma fuerza con la que el viento insuflaba ese delatador sentimiento y el piso tembló bajo sus pies. Aunque, más que afligirle, le pareció curioso, porque él creyó que no había nada que expresar. No había nada que decir ni nada que confesar. No lo había visto necesario al creer que todo había sido dicho aquella inolvidable noche, él lo supo aún sin la obligación de decirlo con formalidad, se manifestó esa noche que sus manos se habían entrelazado sobre ese pálido pecho para sentir el palpitar de aquel corazón que, Ron había dado por sentado, imaginó no fuera capaz de latir de ese modo.

 

Pero lo hacía.

 

Sus corazones sincronizaron cada palpitar, haciéndolo algo entre ellos, algo suyo, tan íntimo y tan privado que, entre mismos latidos, se selló todo espacio sobre las dudas e inseguridades.

 

No tenía razones para cuestionarse si estaba en lo correcto o no. Una de las cosas que él aprendió fue que no había manera en la que los humanos no buscaran el amor. No era algo que se pudiese evitar, ya que las puertas de este estaban abiertas todo el tiempo, también para las personas menos indicadas, atiborrando con su dicha hasta que no hubiera forma de dejarlo pasar. Pero encontrarlo era difícil, más cuando había fuertes conflictos interponiéndose y, entre la confusión, se tardaba en abrazar esa dicha.

 

Sin embargo, con paciencia llegaba, y era algo que no se veía todos los días, porque cuando llegaba, llegaba sin importar nombres ni apellidos; en realidad, entraba sin preguntar y sin anunciarse, únicamente haciéndose notar cuando lo sentías agitarse alrededor, danzando mientras se celebraba en tranquilidad, en carcajadas, en ruidos, en peleas, en momentos que rebosaban en la vida.

 

Por eso, aceptó lo que viento le reveló en ese mismo momento.

 

Aceptó el mismo sentimiento sin problema alguno y sin pensarlo demasiado. No tenía caso, no cuando le gustaba, no cuando lo disfrutaba, no cuando había dejado de sentirse culpable, no ahora que encontró la tranquilidad que necesitaba. Admitía que dejar de luchar ante aquel gozo sentir y reconocerlo solo fue parte del proceso, un proceso que la naturaleza se divirtió en adelantarle y que, aún con júbilo, le cantaba con sus pasionales silbidos.

 

No había parado. Continuaba escuchando aquel par de palabras, potentes, fuertes, como si quisiesen llegar a él con urgencia y delatarlo en cada venteo, entonces recordó que alguien una vez dijo: «hay un momento para todo y un tiempo para cada cosa*» y ese era uno de esos tiempos, uno que no tenía prisas ni impaciencia por expresar esas palabras solo por el hecho de que podían esperar al ser solamente un complemento. Eso eran, un mero complemento de aquella confesión silenciosa, no algo con acucia justo como lo ventilaba ese torbellino que regalaba el otoño.

 

Entonces decidió hacer al viento su único confidente, el único conocedor de esas palabras que deseaban ser expulsadas a toda costa, pero por más que siguiera soplando con insistencia, buscaría el momento y tiempo indicados en los cuales pudiera decirlas. Gozaba del día a día, por lo que él decidiría cuando sería ese día, ahora tenía esa capacidad y la aprovecharía a su favor, solo tenía que encontrar el momento adecuado para que todo continuara como antes de que atrapara esas palabras y las sintiera picando en su interior.

 

No obstante, estaba seguro que, hasta que ese día llegará, permanecería escuchando ese par de palabras flotando en el aire.

 

Ron… —susurró Lucius contra su piel, logrando que se estremeciera debido a lo profundo que sonó su voz entre todo ese silencio. Se encontraba sentado a horcajadas sobre Lucius, ambos desnudos todavía, casi fundidos como una sola persona por su previo encuentro y, aun así, el mayor se acercó aún más a él para recorrer, con su nariz, la piel que lograba tocar de su hombro. Jadeó al sentir a Lucius sostenerlo con más fuerza.

 

— Debería de irme. —logró decir Ron ante los resientes estímulos que Lucius le estaba proporcionando mientras pasaba sus manos por sus hombros y se removía con ligereza, tratando de separarse del mayor—. En cualquier momento llegará tu hijo y podría entrar.

 

— No lo hará —Lucius soltó un gruñido, dejando su recorrido para mirarlo directamente al rostro—, ¿a qué entraría aquí?

 

— No lo sé. —contestó, encogiéndose de hombros. El matrimonio Malfoy habían salido hace unas horas a una celebración debido al treinta y uno de octubre, pero no había indagado más en ello, realmente no le interesó, únicamente se quedó con la información sobre dicha salida y que llegarían muy entrada la noche—. Podría entrar para avisarte que ya han llegado, tal vez.

 

— No se atrevería a hacerlo a esta hora de la noche. —dijo Lucius con simpleza, logrando que Ron soltara una carcajada irónica ante la insinuación del ligero temor que tenía Draco hacía su propio padre—. Por cierto, ahora que lo mencionas, deberías de hablarle de nuevo.

 

Ron frunció el ceño por el comentario—. ¿Por qué lo haría?

 

— Ya nos tiene enfadados a todos en la mansión con tanto lagrimeo por tu indiferencia.

 

— ¿Indiferencia? —preguntó Ron con incredulidad—. Disculpa, pero es su culpa, ¿para qué me trataba así? ¡Tú viste como casi me saca el brazo! —bufó al recordar ese momento. Realmente odió a Draco desde ese día, cada que lo veía sentía un fuerte nudo en el estómago, después como pasaba por todo su cuerpo un calor tan fuerte que sonrojaba sus mejillas. Había estado evitando al menor desde entonces, saliendo con urgencia si tendían a encontrarse juntos en algún lugar, huyéndole al verlo por los pasillos o simplemente ignorandolo si no podía evitar estar junto a él. Para Ron, era como haber vuelto a cuando estaban en Hogwarts pues sentía casi el mismo sentir a cuando lo veía en ese entonces—. Era totalmente innecesario y no le hablaré hasta que se disculpe.

 

— Pero ya lo conoces. —Lucius negó—. Uno de los dos tendrá que darse por vencido.

 

— Pues será él.

 

Ron suspiró cuando Lucius lo tomó de la barbilla con una de sus manos y jaló delicadamente para poder besarlo por completo en los labios. Ron se inclinó aún más contra su cuerpo, logrando profundizar el beso y Lucius, ante su acción, presionó su lengua en sus labios, arrancándole gemidos que eran acallados por la boca contraria. Se perdió totalmente cuando Lucius lo tomó por los hombros y comenzó a empujarlo, moviéndose con apuro hasta quedar encima suyo esta vez, inmovilizándolo contra la cama.

 

— ¿Te he dicho que tus ojos lucen como zafiros cuando brillan entre la oscuridad? —murmuró Lucius cuando ambos se separaron por la falta de aire. Lucius lo contemplaba, sus ojos delineando todo su cuerpo con atención, sobre todo su rostro. Su mirada parecía perderse en cada línea y marca que este contenía, como si pudiera percibir la historia que estaba tras cada una.

 

— ¿De dónde salió eso? —preguntó, extrañado, entre balbuceos y sintiendo un hormigueó en sus mejillas debido al calor que proporcionado al sonrojarse por el repentino comentario. Lo tomó tan desprevenido que no pudo pensar en una mejor respuesta, menos cuando la mirada de Lucius estaba tan clavada en él, haciendo que se pusiera nervioso—. ¿Quieres impresionarme ahora? Ya es demasiado tarde porque, por si se te ha pasado, ya me metiste a tu cama-

 

No terminó de hablar, fue silenciado por otro apasionado beso. Lucius no se detuvo en ningún momento, por lo que olvidó por completo la razón por la cual quería salir de su habitación en primer lugar y, sobre todo, esos nervios que le dieron un fulminante cosquilleo en el estómago. Se sintió despertar nuevamente y tembló de deseo al momento que las manos de Lucius recorrieron sus brazos, pesando por todo su pecho para después irse por sus costados y finalizar acariciando sus caderas. Ron apretó las sábanas con sus manos cuando sintió una de las manos de Lucius viajar hasta su trasero, frotándolo, logrando que abriera las piernas con lentitud para darle más acceso.

 

Lucius pasó a lamer su cuello y gimió al momento que apoyó su cuerpo sobre el suyo, presionando en el proceso las crecientes erecciones de ambos, entonces envolvió sus piernas alrededor de la cadera del mayor para poder sostenerse con firmeza y lograr hacer fricción entre ambos cuerpos que su creciente deseo le aclamaba. Escuchó a Lucius jadear cuando comenzó a moverse, el aliento del mayor chocando contra su hombro hizo que sus manos se movieran hasta los platinados cabellos de Lucius, logrando hacer al mayor estremecerse bajo su tacto. El corazón de Ron soltó sobre su pecho, contento y apenado al mismo tiempo pues le parecía impresionante como podían ambos estar tan activos de nuevo si acababan de separarse uno del otro.

 

— Quiero sentirte. —apenas terminó de decir Ron cuando Lucius ya estaba presionando su erección contra su entrada.

 

— ¿Me sientes? —preguntó Lucius con una sonrisa en los labios sin dejar de moverse, de tentarle. La llamarada en su cuerpo creció de manera súbita—. ¿Crees que necesites-?

 

— N-no. —negó Ron, apresurado ante la pregunta que Lucius quiso formular. La había entendido perfectamente sin necesidad de que fuera terminada—. Ya lo-ya lo hiciste.

 

— Me gusta cuando estás tan impaciente por mí. —susurró Lucius con voz ronca, cargada de excitación. Envolvió uno de sus brazos alrededor de su cintura, levantándolo aún más y empujándolo hacía él.

 

— No me hagas esperar más —pidió Ron en un ruego disfrazado, mirándolo a los ojos. Dejó escapar todo el aire de sus pulmones cuando Lucius se hundió por completo dentro de él sin miramientos.

 

Supo que susurró algo sin que se diera cuenta realmente cuando el dolor y el placer lo envolvieron al sentirlo palpitar dentro de él, estrechándolo con su dureza por segunda vez en esa noche, pero no fue capaz de escucharlo. Lucius soltó un gruñido al momento que él tiró de sus largos cabellos, provocando que se empujara firmemente dentro de su cuerpo y sintiendo como Lucius era incapaz de contenerse al arremeter fuertes embestidas contra él.

 

Lucius besaba y pasaba su lengua por toda la piel que pudiera alcanzar en esos momentos. Jadeó con fuerza cuando sintió el placer recorrer cada centímetro de su cuerpo, destilando por cada poro de su ser, aferrándose a Lucius cada vez con más desespero y gritando por más; parecía no tener suficiente de ese calor y aceptaba gustoso el cómo su cuerpo era reclamado, amando la manera en la que ambos cuerpos se fusionaban una vez más, haciendo que sollozara fuertemente por el brío de cada embestida.

 

— No sabes lo que provocas en mí cuando ruegas de ese modo, Ron… —siseó Lucius sin detenerse—, solo por mí y para mí.

 

Oh, Ron sí sabía lo que provocaba, por eso no contenía cada uno de sus ruegos, a veces soltándolos con más euforia que otros, por más que le avergonzara después. No contenía tanto placer que lo nublaba, desde el más minúsculo de sus cabellos hasta la punta de los dedos de sus pies, no lograba medirse y se dejaba arropar por él, dejando que guiara cada una de sus acciones con obscenidad.

 

Sintió como la parte baja de su estómago se tensaba con fuerza y, también, como su corazón latía con nervio en su pecho. Comenzó a mover sus caderas contra el cuerpo de Lucius al mismo ritmo que las embestidas eran dadas, sentía su orgasmo tan cerca y la necesidad de correrse era tan grande que la desesperación comenzó a crecer dentro de él, abrumándolo ahora por completo, queriendo cada vez más y más. Quería atribuirlo a la sensibilidad, pues acababa de tener un orgasmo y su cuerpo aún lo saboreaba, pero estaba tan perdido como para seguir pensando en ello.

 

» Di mi nombre. —continuó Lucius, pero esta vez golpeando más rápido dentro de él, provocando que su orgasmo se acelerara aún más.

 

— ¡Lucius! —gritó en cuanto la orden fue dicha—. Estoy-, estoy-

 

No fue capaz de continuar con lo que iba a decir. Lucius tomó su erección con alguna de sus manos, bombeándola a la misma intensidad que sus embestidas, cortando todo sentido coherente que pudiera llegar a tener. Ambos cuerpos se movieron con más intensidad. Pero la fricción siendo demasiada para él, no pudo retener su orgasmo por más tiempo, ni aunque lo hubiese querido; se contrajo cuando este lo golpeó de pronto, haciendo que cerrara los ojos y los apretara con fuerza.

 

Los espasmos que sintió lo hicieron temblar, del mismo modo como sintió su semen caer sobre su estómago, caliente y espeso. Lucius lo acompañó segundos después, empujando con profundidad en su interior, tan profundo como se lo permitió su palpitante erección mientras se corría. Lucius dejó caer su cabeza, pegando su frente contra uno de sus hombros y Ron lo apretó más a su cuerpo.

 

Se sentía ido, desorientado, su única certeza era el sentir como Lucius se movía aún en su interior, bombeando con lentitud. Los jadeos cansados era lo único que se percibía ahora dentro de la habitación, ambos tratando de inhalar todo lo que sus pulmones les permitieran retener. Entonces se sobresaltó cuando escuchó al viento golpear con increíble potencia directo contra el ventanal, regresándolo de un golpe al mundo real.

 

Lucius comenzó a reír con cierta mofa. Se deslizó fuera de él al mismo tiempo que se apartaba lentamente, Ron lo soltó para darle más libertad de que se acostara a su lado, pero Lucius lo arropó entre sus brazos para no permitir una completa separación.

 

— ¿Le tienes miedo a un poco de aire? —preguntó Lucius en voz baja, apretando a Ron más fuerte contra él. Ron iba a contestar con un indignado «no» que murió en su garganta antes de ser soltado al sentir un repentino sentimiento irracional debido a lo que el viento gritaba con suma energía.

 

— ¿No lo escuchas? —preguntó Ron en un susurro. Se sentía demasiado cansando, el sueño se estaba apoderando de él con cada pestañeo que daba, no deseaba moverse ni seguir hablando, pero algo lo hizo desviar su vista hacía el ventanal al seguir escuchando como el aire rugía, estremeciéndose por los árboles sonando al quebrajar sus ramas por la potencia de las ráfagas.

 

— ¿Escuchar qué? —cuestionó Lucius con extrañeza.

 

Lo que lo dice. —volvió a susurrar después de guardar silencio. Su corazón se había acelerado, entendió lo que la naturaleza trataba de decirle. Ese podía ser un buen momento para hablar con él, decirle aquello que exclamaba, pero solo de pensarlo lo puso el corazón tan frenético que las palabras quedaron atascadas, picando en su boca—. Escúchalo…

 

Quiso decir más, pero entonces se vio repentinas luces iluminando detrás de las cortinas que cubrían el ventanal, quitándole toda intención y haciendo que se extrañara, por un momento ensordeció totalmente los sonidos que afuera se producían. Escuchó un jadeó proveniente de Lucius y todo su cuerpo se tensó al escucharlo. La pregunta sobre qué era eso, murió en cuanto Lucius lo soltó para bajar rápidamente de la cama y comenzar a buscar su varita con desesperación, encontrándola en el suelo, entre todas sus ropas esparcidas.

 

Ron sintió los hechizos de limpieza golpear contra su cuerpo, logrando que se incorporara por completo y, aun cuando su cuerpo protestó adolorido, salió de la cama también. El sueño lo había abandonado por completo, fue reemplazo por el sentimiento de susto e inquietud cuando Lucius caminó hacía él deprisa, con las prendas de ambos en las manos.

 

No entendía que era lo que pasaba tan de pronto. Pensamientos llenos de pánico comenzaron a invadirlo al seguir viendo como luces parpadeaban por el ventanal, imaginando entonces que algo había sucedido, que a Draco y a Astoria les había pasado algo, o que a ellos les iba a pasar algo.

 

— Tienes que venir conmigo. —habló, inquieto mientras le lanzaba sus ropas. Ron las tomó con la misma urgencia que Lucius irradiaba.

 

— ¿Qué pasa? —preguntó con pánico, observando como Lucius se vestía con la mayor rapidez que podía—. ¿Les pasó algo a Draco y Astoria? ¿Qué son esas luces?

 

Lucius lo tomó de los brazos, zarandeándolo un poco, antes de que continuara con sus todas las preguntas que surgían por segundo en su cabeza y terminara de entrar en un ataque de pánico.

 

— Urge que salgamos de aquí. Vamos, vístete. —ordenó, viéndolo a los ojos. Fue hasta uno de sus cajones para sacar algo que guardo inmediatamente en su pantalón, después fue hasta el ventanal, corriendo las cortinas para observar hacía afuera. Levantó su varita mientras murmuraba, lo que creyó ser, el hechizo lumos debido a que la punta de esta se iluminó. Las luces de afuera dejaron de llegar a la habitación—. De prisa.

 

Ron dejó de observarlo en el momento que Lucius se movió hasta la puerta, abriéndola de golpe para después agarrarse su cabello en una desastrosa coleta. Él no perdió más tiempo, aunque su cuerpo estaba tan cansado y le doliera demasiado moverse, comenzó a vestirse de manera torpe, colocándose los pantalones entre brincos y la camisa sin abotonarla, dejó olvidado todo lo demás, solamente se terminó de colocar los zapatos y caminó junto a Lucius.

 

Iba a salir de la ese lugar sin pensar, pero Lucius lo detuvo de uno de sus brazos justo antes de que ambos salieran de la habitación.

 

» Tenemos que irnos con cuidado de no hacer ruido. —susurró contra su oído. Ron asintió al mismo tiempo que salieron casi corriendo por el pasillo.

 

Llegaron hasta las escaleras para bajarlas de puntas, entre zancadas silenciosas, mientras trataba de analizar qué era lo que estaba sucediendo. No comprendía nada de lo que estaba pasando y eso le aterraba, intentó controlarse apretando sus puños, pero no funcionó. Solo podía pensar que estaban en peligro y que no tenía una manera de defenderse al estar desarmado.

 

Entonces, fue como una iluminación.

 

Jadeó sorprendido y se detuvo de golpe un piso antes de terminar de bajar.

 

— Necesito ir a mi habitación. —murmuró Ron lo más alto que pudo para que Lucius detuviera su apresurado andar. Supo que lo escuchó cuando volteó a verlo con incredulidad.

 

— No me jodas. —resopló, agitado. dirigido más para sí mismo que para él—. Claro que no. Tenemos que irnos, ya.

 

Ron negó, desesperado—. No lo entiendes, Lucius. Necesitó ir ahí-

 

— No, Ron. —lo interrumpió con dureza—. ¿Qué puedes tener ahí que sea tan importante?

 

— Espérame aquí. En unos minutos te alcanzo.

 

Ron solamente logró dar un par de pasos, queriendo irse, pero Lucius lo detuvo al tomarlo de una de sus manos con fuerza. Miró exasperado hacía atrás, únicamente para percatarse de la sincera preocupación que el mayor tenía en su rostro, dejándolo sin aire. Lo jaló contra él y lo aprisionó en su pecho, siendo totalmente consciente ahora del temblor de su propio cuerpo, producido lo asustado y desesperado que se encontraba.

 

— Tengo que ponerte a salvo. —le susurró contra su cabello. Ron cerró sus ojos al sentir su aliento golpeando cerca de su frente, se apretó aún más al pecho de Lucius y su respiración se agitó al sentir como Lucius entrelazaba sus manos.

 

Pensó en lo que hubiera podido decir en otras circunstancias, en lo que hubiera hecho antes, mas no logró llegar a una respuesta; no la sabía, no la podía ni siquiera imaginar. Lo más probable es que lo hubiera besado hasta que todo su aliento se fuese en ello, pero lo único que pudo hacer ahora fue soltar un lastimero sollozó que estuvo reteniendo todo ese tiempo.

 

— ¿Y los demás? —preguntó, apartándose de Lucius para encararlo—. ¿Qué hay de Draco y Astoria? ¿Qué tal si vienen aquí? ¿Los elfos-?

 

— Ellos ya están esperándonos en otra parte. —cortó sus cuestionamientos. Sintió cierto alivio en su pecho ante dicha información, pero eso no significara que no estuvieran en peligro—. Tenemos que irnos.

 

Ron se resistía y sintió unas ganas arrebatadoras de llorar de pronto. Tenía que convencer a Lucius de que lo soltara, de que lo dejara ir por solo un momento, pensó hasta en olvidar lo que Draco le advirtió y decirle a que quería irse. No deseaba salir de la mansión sin su varita, no quería estar indefenso ante lo que los estuviera esperando afuera, no podía fallar a su palabra, permitirse perderlos por ese error suyo sería cargar con más muertos de los que fuese capaz de soportar.

 

Sin embargo, toda determinación se fue al ver el rostro afligido de Lucius. Por más que su mano se resistió, terminó cediendo. Si las urgencias por salir de ahí eran tan grandes como para que Lucius quebrara su imponente y seria fachada con él, dejándose ver tan abatido, lo único que le decía era que lo más importante era salir de ahí a como diera lugar.

 

Sintió una fuerte presión en su pecho por lo que iba a hacer. Sabía que se lamentaría después, pero no había más que hacer.

 

Entonces Ron asintió, tembloroso, al mismo tiempo que pensaba en que tendría que buscar una manera de cómo sobrevivir a esa situación. Inmediatamente, y aún agarrados de la mano, ambos terminaron de bajar las escaleras más apurados que antes, corriendo con apuro hasta dirigirse a la primera salida que lograron divisar. Llegaron a la puerta de cristal que daba hacía los jardines.

 

Ron sintió el viento golpear directamente en su rostro cuando Lucius abrió la puerta y, al salir de la mansión, el frío lo impactó, punzante, en toda la piel que tenía expuesta. No lograba ver nada más allá de sus narices, solamente escuchaba sus pasos gracias al pasto que se rompía debajo de ellos, haciendo un ruido espantoso. Supuso que se dirigían a las afueras del territorio de la mansión, estaba un poco impresionado de que Lucius se supiera el lugar andando totalmente a ciegas.

 

— ¡Cuidado! ¡Me vas a matar! —gritó, sin poder contenerse, al tropezarse con una piedra. Jaló a Lucius, intentando detener su acelerado andar.

 

— Escucha. —exigió Lucius y se giró para verlo al rostro, aunque fuese inútil y no pudiese verlo realmente—. Llegaremos hasta el bosque y correremos por unos quince minutos hasta que divisemos una cueva, desde ahí nos haré aparecer en otro lugar, pero necesito que me sigas el paso.

 

Ron no respondió. Agotamiento era lo que sentía, tanto físico como mental. La cabeza no le daba para más, en realidad, no podía pensar en algo sensato. Estaba completamente bloqueado. El frío viento de la madrugada arremetía sin reparos en su cuerpo, no pudiendo evitar controlar los escalofríos que envolvían todos sus sentidos. Logró sentir como Lucius soltó su mano y puso ambas en su cara, acercándolo a él hasta dejarle un casto beso en los labios.

 

» Sígueme el paso. —susurró, apoyando su frente contra la suya. Aunque la varita aprisionada contra su mejilla se sentía helada, un calor lo inundó gracias la sensación de protección en esa pequeña acción y asintió con un siseo, queriendo añadir algo más, pero no estaba seguro de que quería decirle.

 

— Lucius. —Ron lo llamó, separándose un poco—. Si logramos llegar hasta donde dices, ¿me contarás todo lo que sucede?

 

Cuando lleguemos, lo haré. —volvió a tomar la mano que anteriormente los unía y la apretó con más fuerza que antes, transmitiéndole confianza—. Te lo prometo.

 

Observó como la punta de la varita de Lucius se iluminó y suspiró, no tenían más que decirse. Una parte del bosque logró brillar delante de ellos cuando Lucius dio media vuelta para dirigir la luz hacia él. De noche asustaba, imponía miedo al estar sumido en una oscuridad siniestra. Retuvo todo el aire en sus pulmones al contemplar el lugar, habían llegado demasiado rápido hasta ahí que ni cuenta se dio. Tensó su cuerpo y se dejó arrastrar por Lucius dentro de ese misterioso lugar, confiando en que llegaran a donde el mayor deseaba, vivos y juntos.

 

Juntos.

 

Ron se aferró con más fuerza a Lucius. El viento aumentó a su alrededor cuando comenzaron a correr, envolviéndolo y haciéndolo sentir toda su pasional potencia, susurrándole de nuevo aquellas palabras, vibrando ahora por todo su cuerpo. 

 

Ah. Ahí estaban.

 

Las escuchaba de nuevo.

 

Se sintió estúpido por haber creído que tenía tiempo. La naturaleza era muy sabia, siempre llevaba la delantera, aunque se tratara de ellos, de personas. Y esa era la razón por la cual el viento le hizo darse cuenta de su propio sentir, para que luego no tuviera arrepentimientos por no decirlas cuando tuviera la oportunidad. Como ahora.

 

Escuchó con más poder y valor aquellas dulces palabras bailar un susurró desde su interior y juró que, si sobrevivían, se las diría entre besos y lágrimas de sosiego. 

Notas finales:

* Es pequeñísimo fragmento de un versículo de la Biblia. Eclesiastés 3, me parece.

¿Ustedes nunca han sentido como la naturaleza les dice cosas? A veces, siento que me da todas las respuestas que necesito con solo ponerle atención y sé que no estoy loca, jajajaj. Pero bueno, no todo es tan dulce, ahora todos acaban de huir de la mansión y motivos tendrán.

¡Espero que les haya gustado este capítulo!

¡Díganme que les pareció! Estaría muy agradecida y me motivaría a subir el resto de la historia. Si hay alguna falta de ortografía, una disculpa de antemano.

¡Nos leemos! ♥


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