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Before you go por Little Bully

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Notas del capitulo:

¡Gracias a todas las personitas que leyeron!

Disfruten el capítulo. 

Maldijo una y mil veces su suerte.


Ron había despertado en una habitación que no reconoció para nada. «Otra vez no» había sido su primer pensamiento cuando despertó, al menos estaba agradecido que no estuviera sobre un colchón y no tirado el piso frío de aquel calabozo esta vez.


Se trató de incorporar lo más rápido que su cuerpo le permitió, pero lo detuvo un fuerte mareo que hizo que su corazón latiera acelerado y su cabeza doliera ante tal hecho. Resopló lo más bajo que pudo y desde su posición decidió contemplar la habitación en donde estaba. No pudo ver mucho, estaba oscuro y no había nada que iluminara la habitación más que una vela que se encontraba encendida en un mueble al lado de la cama.


Fue capaz de ver que la habitación no era demasiado grande, la cama en la se encontraba sentado estaba en medio de la misma, había un ropero en una esquina y el pequeño mueble al lado de la cama. Si no fuera por eso, la habitación estuviera vacía y sintió que si hablaba iba a escuchar eco en ella. Aún sintiéndose mareado, tomó la vela entre sus manos y puso de pie.


Había dos puertas en la habitación: una que estaba delante de la cama y una del lado derecho de la habitación. Decidió acercarse primero a la puerta de la derecha, giró la perilla con lentitud y abrió la puerta con temor, deseando no encontrar a nadie detrás de ella. Se relajó cuando nadie se abalanzó sobre él. Al parecer estaba vacía y cuando levantó la vela para ver que había dentro, se extrañó bastante. Era un baño, con una simple tina, un pequeño lavamanos y un retrete. Una voz interna le dijo que eso no pintaba nada bien y prefirió hacerle caso y cerrar la puerta.


Queriendo salir de ahí, fue a tomar la perilla de la puerta que se encontraba delante de la cama, esa debía ser la salida si la otra era un baño, pero cuando quiso girarla esta no se movió nada más que indicarle que estaba cerrada. Giró la perilla un montón de veces hasta que se dio cuenta que no lograría nada. Estaba encerrado y no había modo de abrir la puerta por dentro. La desesperación se apoderó de él como cuando se vio atrapado en el calabozo.


Otra vez no, volvió a pensar con completa frustración y la cabeza le dolió aún más de ser posible. ¿Ahora dónde estoy?, se preguntó una y otra vez hasta lograr que el estómago le doliera por tantas emociones negativas que había sentido.


En ese momento de desesperó, logró ver que, del lado izquierdo de la habitación, había una ventana y una felicidad que no sentía desde hace tiempo lo inundó de pronto. Sin embargo, esa felicidad no le duro demasiado, al momento de iluminar con la vela hacia la ventana se dio cuenta que estaba hechizada. Era imposible, pero creyó sentir el hechizo y no supo si era porque sus emociones estaban a flor de piel.


Gritó por ayuda, gritó sin pensarlo y al darse cuenta que nada había pasado, paró. Nadie había contestado a sus llamados de auxilio.


Necesitaba calmarse.


Necesitaba controlar sus emociones y recordar que había pasado.


Bellatrix le había hablado, y él la había seguido. Siguió a la loca de Bellatrix para ser llevado con los Malfoy, e igual que unos momentos antes, su cerebro le gritó que hiciera algo y que escapara en la primera oportunidad que tuviera. Trató hasta de hacer un plan lo más rápido posible viendo todas sus posibilidades a favor, de ver si había una manera de desarmarla o golpearla hasta dejarla desmayada o muerta y, de ser posible, el cómo podía salir de ahí. Sin dudarlo, sabía qué el lugar iba a estar rodeado de mortífagos que en cuanto vieran lo que había hecho, le iban a lanzar maldiciones y ni iba a contemplar por donde le llegaban.


Por haber estado tan distraído, no se había dado cuenta que llegaron frente a una puerta y supo que no hubo manera. No logró hacerle caso a esa voz que le gritaba que hiciera lo que sea, y Bellatrix con su varita, la había abierto.


La luz le había lastimado los ojos y parpadeó un par de veces para adaptarse. Los ojos le quisieron llorar y no era para menos, tanto tiempo en penumbras, sus ojos se habían acostumbrado a la oscuridad. Escuchó la risa de esa bruja y se puso rígido. No tuvo ni tiempo para salir bien por esa puerta cuando ya le había lanzado una maldición que lo puso de rodillas.


«Mierda» fue lo único que había alcanzado a decir entre el dolor que lo invadió gracias a la maldición. La risa de la mujer era cada vez más fuerte y no pudo entender que era lo que decía. Físicamente ya era demasiado para él, ¿para qué lo había curado para luego maldecirlo? Y eso hizo que cerrara sus ojos con fuerza. Siguió escuchando su risa para cuando la maldición paro, seguido de varios «¡Ganamos, ganamos!». Reconoció que esa loca tenía talento para maldecir. El dolor le había calado como ningún otro, este lo sintió hasta en los huesos. Se apiadó de las personas que estaban bajo su tortura. Jadeó sin tirarse al piso y, como pudo, se mantuvo de rodillas. No se dejó humillar más por aquella mujer.


Abrió sus ojos y fue en ese momento que el terror se apoderó de su cuerpo y en su cerebro algo se conectó de pronto. Estaba siendo entregado, lo estaban entregando ante uno de los hombres más poderosos del mundo mágico y uno de los más fieles seguidores del Señor Tenebroso: Lucius Malfoy.


Temblando, se levantó del suelo mirando sus pies.


Sus instintos de supervivencia se habían incrementado a tal grado de que la piel se le erizó y su corazón latió descontrolado. Quiso correr, quiso correr y ver si lograba salir de una vez por todas, aunque sea morir intentándolo. Ya estaba casi decidido. Pero sus pies no se movieron. No creyó que llegaría muy lejos y así fue como un pensamiento rápido paso por su cabeza: «¡No soy un cobarde!». Él supo que debía afrontar la situación en la que se encontraba sin huir, como lo haría Harry y muerto no iba a servir para rescatar a los que quedarán de los suyos. No iba a escapar ahí, pero lo haría.


Levantó la mirada y lo vio a él por fin.


Pudo ver a un hombre imponente y que, para su total sorpresa, no se estaba burlando de él; no vio burla o desdén en sus grisáceos ojos, simplemente estaba ahí, parado, con toda la elegancia que un hombre como él podía desprender. Lo estaba esperando, y no estuvo seguro si quiso saber que estaba esperando realmente, tal vez una reacción de su parte, un mal movimiento o algo. Ron decidió no jugar su suerte y solamente le sostuvo la mirada.


Decidió aceptar su mala suerte y aceptó su destino. Eso no quería decir que se iba a dejar pisotear, y menos por esa porquería de familia, le hicieran lo que le hicieran, iba a encontrar las fuerzas para pelear contra ellos.


No tuvo suficiente tiempo para reaccionar, Lucius se le había acercado tan rápido y lo tomó del brazo tan fuerte que hizo que se tambaleara. Tembló bajo su brusco apretón. Estaba demasiado asustado que no se dio cuenta que el mayor había sacado su varita y le apuntó con ella en el cuerpo antes de lanzar un hechizo y hacer que se desmayara.


Y era ahí donde se encontraba ahora.


Solo.


Solo en una habitación sin poder pensar en que iba a hacer.


Debió pasar un lapso de tiempo para cuando escuchó la perilla moverse, y sobresaltado volteó a ver quién era la persona que había abierto la puerta. Dejó de respirar y por un momento se sintió tan estúpido por haber omitido lo obvio. La desesperación y confusión parecieron esfumarse por el miedo que lo apoderó tan de pronto.


Lucius Malfoy estaba parado delante de él. Aquel hombre que había ido por él, aquel que lo había reclamado, aquel hombre que ahora lo miraba intimidante haciéndolo estremecer.


— Si pensaste por un momento la estupidez de salir por esa ventana, te informo que esta hechizada. —le habló con rudeza—. Toda aquella posible salida de la mansión reconoce la magia que no nos pertenece y la repele. Aunque si te quieres morir, ¡adelante!, me gustaría ver y divertirme con eso.


No supo cómo reaccionar y únicamente reparó en mirarlo con espanto. Por la sonrisa burlona que le había lanzado el patriarca de la familia supo que era la reacción que estaba esperando de su parte.


El coraje que sintió correr por sus venas, lo sacó de algún lado, al verlo burlándose de él y Lucius, como si hubiera leído su mente, antes de abrir la boca para decirle algo, le había detenido todas las intenciones.


— Ni se le ocurra decirme lo que está pensado, Ronald Weasley, o ambos sabemos cómo acabará esto. —le informó mostrándole su varita. Ron lo miró enojado por unos segundos, pero lo pensó mejor y compuso su cara para verlo sin expresión. Ya estaba cansado de maldiciones hacía su cuerpo y sabía que, si Lucius decidía hacerlo, no lo iba a soltar ni tenerle una pisca de piedad.


— ¿Por qué? —preguntó en un susurro. Su voz sonó tan ronca y lastimera, proyectando como su alma se estaba sintiendo.


— Nosotros ganamos, traidor.


Ron negó con la cabeza—. ¿Por qué yo? 


Lucius seguía sonriendo, mirándolo con superioridad. Era de esperarse, no supo cómo fue que se sorprendió cuando ese mismo hombre no lo había mirado con burla cuando Bellatrix se lo estaba entregando en bandeja de plata. Parecía como si se hubiera esperado a tenerlo en privado y verlo hundido en su miseria para por fin sacar sus garras.


Entonces fue que se permitió recordar todas las veces que él había humillado a su familia y hablado mal de ella. Recordó todas las cosas que su hijo le decía, las veces que lo molestó en la escuela y lastimó con sus palabras malintencionadas, y sintió tremendas ganas de llorar.


— Me gustaría dejar algo en claro, Weasley. —lo sobresaltó la proximidad de Lucius, lo tenía a escasos centímetros de él y aún su varita lo apuntaba—. Ahora nos perteneces, me perteneces y eso no lo puedes cambiar.


— Prefiero que me maten antes de pertenecerles. —dijo con firmeza, levantando su rostro. Eso sí que no. Podría tenerles todo el miedo del mundo, podrían tenerlo acorralado, podrían hacerle lo que quisieran, pero nunca les iba a pertenecer. Su cuerpo podía estar atado, pero su alma era libre, era lo único que no le podían tocar, no les pertenecería a ellos y menos a él.


— No puedes negarte, Ronald. Vas a aprender a dónde perteneces y a quién. Si te portas bien, me portaré bien. —le dijo en un tono cínico. Con su varita, tocó una de sus mejillas y la acarició hasta que llegó a su cuello y ahí se detuvo, empuñándola. Ron comenzó a temblar involuntariamente—. No creas que te daré el regalo de la muerte si me desobedeces, acabaré poco a poco contigo hasta que no quede nada de ti.


Ante esa declaración, sus piernas se movieron solas y retrocedió hasta que chocó con la cama. No podía dejar de temblar, ya no sabía si era por el miedo, el enojo o la impotencia, pero no iba a resistir más tiempo.


Lucius soltó una fuerte carcajada—. Es gracioso como terminaste, ¿quién lo diría? Quisiera ver la cara de tu padre al saber que te tengo bajo mi poder y decirle en su cara que eres mío ahora.


Se sentó en la orilla de la cama cayendo como un peso muerto. Era demasiado, ya no podía con eso, era demasiado para su ser en un simple día y, traicionado por todas sus emociones, había comenzado a llorar.


Con ese comentario Lucius por fin había logrado derrumbarlo.


Ron estaba llorando frente a él y no había nada en esos momentos que pudiera parar su llanto. 

Notas finales:

Se esta tornando medio oscuro, ¿a que sí? ;)

¡Espero les haya gustado este capítulo!

¡Díganme que les pareció! Estaría muy agradecida y me motivaría a subir el resto de la historia. Si hay alguna falta de ortografía, disculpen de antemano.

¡Nos leemos! ♥


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