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Before you go por Little Bully

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Notas del capitulo:

Después de tomarme una semana de "vacaciones", estoy de vuelta y recargada ;) y, aunque ya pasó casi la primera semana del año, quería desearles que este año venidero sea todo aquello que esperan y anhelan. Lo malo que se quedé donde pertenece, en el pasado, hay que dejar en las cosas malas que nos sucedieron ese veinte-veinte y mejor agradecer lo bueno que ese año nos dejo: el haberlo podido finalizarlo, que se tuvo un plato sobre la mesa, un techo donde dormir, las enseñanzas que nos brindó, las personas que permanecieron con nosotros y las nuevas con las que interactuamos. ¡A un lado las lágrimas! Demos la bienvenida a las alegrías y valoremos siempre las buenas cosas que, créanme, son las más valiosas al final del día.

¡Feliz año nuevo para cada uno de ustedes! Les mando un fuerte abrazo y, de paso, les agradezco el haberme acompañado desde la mitad del año pasado hasta este.

¡Por cierto! Si, acaso, alguno de ustedes celebra el Día de los Reyes Magos, aquí les dejo su regalito.

Disfruten el capítulo.

Ron estaba demasiado cómodo en la posición en la que se encontraba. Tanto era su sentir que su cuerpo estaba tan lleno de pereza como pocas veces en la vida, justo como si se tuviera varias toneladas sobre el cuerpo que le impidiera moverse y tener fuerzas para abrir los ojos. Le pareció extraña aquella sensación, por lo que quiso meditar a que se debía ese estado, pero solamente recordaba cómo fue que se quedó dormido; fue justo en el momento en que Lucius abandonó la habitación para dejar los utensilios que utilizó al alimentarse.

 

Después de tenerlo en sus brazos, el mayor susurró que debía comer algo, provocando que Ron se quejara; no quería separarse y despejarse de aquel cuerpo que le brindaba un reconfortante calor, pero ante la insistencia terminó cediendo. Lucius se encargó de ir por comida para ambos diciéndole que se quedara dentro y no saliera de esa habitación para así poder evitar algún otro desafortunado enfrentamiento.

 

Aún en su adormecimiento, a su memoria llegó la manera tan pacifica con la que comieron y el cómo ninguno deseó quebrar ese agradable silencio en el que se habían envuelto, aún a pesar de las fuertes circunstancias por la que estaban atravesando y que debían ser tocadas. Pero entre un acallado acuerdo, se dejó para otro momento. Cuando el mayor salió de la habitación a dejar todo lo utilizado a la cocina, él se desplomó totalmente en la cama siendo consumido con una rapidez impresionante por la falta de conciencia; el sonido del viento combinado con el silencio de la habitación, lo invadió todo y le dio vía libre al sueño, cerrando los ojos y dejándose llevar al contemplar como una imagen se dibuja entre la oscuridad.

 

Observó al protagonista de aquella imagen hasta que el sueño lo venció.

 

Era por eso que se resistía a despertar, más al tener a aquel hombre tan cerca de él, dormido pegado a su espalda, acariciándolo aún en su estado durmiente. Pero él se encontraba tan entregado a su dejadez que, incluso, llegaba hasta pensar que seguía dormido y que las sensaciones eran parte de ese profundo sueño.

 

Sin embargo, estaba más que claro que no lo eran.

 

La acompasada respiración detrás de él, el brazo rodeando su cintura y aquel aroma que lo acariciaba, arrullándolo, percibiéndolo tan fuerte que era capaz de sentirlo en su paladar, eran las únicas evidencias que necesitaba para saber que aquello era real. Sería difícil que decidiera levantarse, no deseaba salir de su letargo, porque de hacerlo, sería arruinar ese momento despertando.

 

De repente, Ron se sobresaltó al escuchar al viento golpear contra la casa con una tremenda potencia que parecía querer derrumbar todo a su paso, acompañado de silbidos haciéndolo notar aún con más intensidad de lo que realmente estaba. Todo rastro de pereza salió de su cuerpo cuando abrió los ojos sin permitirse parpadear, los ojos le ardieron al observar aquellos débiles destellos anaranjados colarse entre la ventana debido a que sus cortinas estaban abiertas dándoles su libre paso. La luz entraba tan tenue que pensó debía tratarse del amanecer, pero al observarlas mejor, supo que no se trataban de reflejos brillantes y blanquecinos sino más amoratados, unos que se dedicaban únicamente cuando el día completaba su ciclo; no se trataba de ningún alba, en realidad, estaba anocheciendo. 

 

La mano que lo tenía afianzado comenzó a moverse, sintió como los dedos de Lucius daban leves caricias sobre su abdomen, entretenido jugando en el por unos segundos para después empezar con un recorrido subiendo hasta su pecho y bajando lentamente de nuevo a su abdomen. Exhaló al querer dejarse arrastrar por las caricias y volver a recuperar el estado de somnolencia en el que se encontraba antes de sorprenderse con los fuertes vientos, pero Lucius no se lo permitió.

 

— Mírame. —ordenó Lucius en un susurro. Ron giró el rostro, aletargado aún por las caricias que no se detuvieron en ningún momento—. El viento te sigue haciendo saltar del susto.

 

El tono burlesco que Lucius implementó en esa última oración, lo hicieron dejar el sueño atrás y moverse sobre el colchón para terminar de encararlo. Sin embargo, su corazón latió acelerado cuando sus azulados ojos chocharon con el fascinante, y resplandeciente, grisáceo de los de Lucius. Con esa mirada que le hacían encender su piel, que lo acariciaba sin vergüenza; porque no hacía falta que lo tocara para encenderlo, invadirlo por aquel familiar calor abrazador, e intensificara todos sus sentidos.

 

— No es por eso… —Ron contestó en una protesta apenas audible, sonando más como un jadeo ahogado. Estaba perdido en las sensaciones que las caricias ahora le brindaban al ahora ser repartidas por parte de su cintura y espalda baja.

 

— Me dijiste que lo escuchara —recordó Lucius—, ¿qué es exactamente lo que dice?

 

Ron se sintió algo nervioso. No supo cómo responder, menos de inmediato. Él verdaderamente deseaba confesarle aquellas palabras que llevaba arrastrando desde hace un tiempo, no obstante, tuvo que detener el impulsivo arranque de externarlas en ese instante. Bajó los atentos ojos de Lucius, recordó haber jurado en decirle, lo que el viento rebozaba como su cómplice, si es que sobrevivían; la memoria estaba tan fresca y viva todavía, lograba incluso sentirlas correr en su cuerpo con la misma intensidad que cuando se adentraron al nocturno bosque.

 

Pero, de alguna manera, lo sentía demasiado precipitado.

 

Y no por ellos, en realidad, sino por la circunstancia en la que estaban envueltos. Sufrió de un leve escalofrío al rememorar el momento exacto de sus anteriores pensares; el tener aquel sentimiento de premura solo lo incrementó. Con un poco de aflicción, imaginó a que se debía experimentar de esa prontitud y era justamente porque aún no sobrevivían a todo ese tremendo caos, o no como él quisiera que así lo fuese, que le hacía contenerse de soltar libremente las palabras.

 

No era el momento indicado. Ellos todavía no se encontraban en paz. El estar huyendo, el estar escondidos, solo implicaba que el peligro seguía rondando afuera y acechando por ellos en cada rincón sin darles tregua, o libertad, de vivir sus vidas en plenitud y se preguntó si podrían regocijarse dentro de esa guerra aún latente, que clamaba por la culminación de sus existencias como si de nada se tratasen. Entonces era que pensaba si, al decirle lo que acallaba sin estar a salvo, tendría alguna consecuencia negativa.

 

No sabría cómo actuar si así fuera el caso.

 

Aun así, la cobardía no era parte de él. Ron contaba con la certeza de que las diría tarde que temprano. Independiente de cuál sea la reacción, él no las quería guardar. Los sentimientos no eran para estar dentro todo el tiempo sino para ser expresados y el quedarse con ellos nunca debería de ser una opción. Menos aun cuando había posibilidades de que la otra parte se fuera sin saberlos, porque lo que se quedaba después era aún peor que retenerlos, llegando a ser uno de los pesares más enfermizos y complejos de escapar: arrepentimiento.

 

Era difícil salir de los «y si», costaba dejarlos atrás y era por eso que no iba a regresar a ellos. O, pretendía, no agregarle más a la extensa lista de lo que pudo haber hecho y no hizo. Se negaba rotundamente a seguirse abundando de ellos y llenarse de lo que desencadenan.

 

— Él mismo te dará la respuesta, solo tienes que escucharlo con atención. —respondió Ron finalmente. Tampoco era algo que se tomase a la ligera. Al menos, no para él. Fue ese pensamiento con el que decidió esperar y aguardar hasta el momento adecuado para poder manifestar lo que anhelaba hacerle saber a Lucius.

 

Tendría que ser paciente. Él encontraría su oportunidad y estaba seguro que sería en la ocasión menos esperada, siendo en el momento justo; algo se lo haría llegar, cualquier cosa, y él las dirá. Sin titubeos, sin dudas, sin prisa, sin sentimientos negativos de por medio, solo con la naturalidad que se merecen aquel par de palabras. Porque en ellas no había cavidad para los impulsos, no podían ser dichas a la ligera, no cuando el sentimiento que las acompañaba era el más puro de todos, y tenían que ser reveladas como tal.

 

Ron se encargará de que así sea, esperará lo que tenga que esperar. Pero, mientras eso sucedía, sus acciones, sus caricias, sus miradas, todo lo demás, podrían hablar por él; y así, no quedarían dudas una vez que fueran declaradas.

 

— Eres muy perceptivo... —reconoció Lucius e hizo una pausa mientras lo seguía observando con atención—, deberías de decírmelo tú. —concluyó tranquilo al mismo tiempo que acercaba su rostro al de Ron, parando a unos cuantos centímetros—. ¿Qué es aquello que grita en sus bravos aires?

 

Dejó de concentrarse en sus pensamientos y aquella pregunta quedó totalmente en el aire. Ron sintió como su vientre se tensó por la cercanía de sus rostros. Creía que Lucius iba a besarlo, sus alientos se combinaban uno con otro, ya que estaban a una distancia mínima de rozar sus labios. Antes de pensar en ser él quien acortaba la pequeña brecha que quedaba en ambos, Lucius se desvió besando la comisura de sus labios y Ron cerró los ojos cuando el mayor fue bajando poco a poco; primero besando su mejilla, yendo hasta su mandíbula, descendiendo con lentitud por su cuello llevando aquellos besos a su clavícula. 

 

La mano, que previamente lo acariciaba, se apretó en su cadera con suavidad, jalándolo y moviéndolo hacía él. Ron entendió la manera en la que lo impulsaba y, mientras abría los ojos y sin despegarse del todo, se colocó a horcajadas sobre él. El ronco jadeó que salió de los labios de Lucius al acomodarse en su regazo, le intensificó el nudo en su vientre y no evito la sonrisa que le produjo la manera firme con la que Lucius ahora lo sostenía con ambas manos. Y él colocó una de sus manos sobre el rostro del mayor, tocando su mejilla, para después apoyar su frente contra la del hombre.

 

— Oculta un par de palabras… —susurró Ron separándose de Lucius, logrado verlo al rostro y, observó, el sutil gesto sonriente que le regalaba. Hubiera cedido, de no ser porque él realmente no quería revelar por sí mismo esas dichosas palabras que estaban trabadas en la punta de su lengua ese día, por más que estuviesen deseando salir gustosas en cualquier momento—, un secreto que quiere ser escuchado.

 

— ¿Un secreto? —preguntó Lucius extrañado, eliminando todo achispado rastro. Ron asintió con cierta confusión y Lucius quiso incorporarse casi de inmediato. Se retiró de su regazo, sentándose a su lado y dándole espacio a Lucius para que terminara de sentarse sobre la cama.

 

Sin duda, había hablado de más. Lucius lo observó con los ojos entrecerrados, parecía analizar las palabras dichas. Ron trató de lucir tranquilo, a pesar de que su pulso había comenzado a aumentar, acelerado, debido a la inquietud que aquello le produjo. Con lo que había dicho, sabía que Lucius no iba a soltar el tema tan fácilmente, por lo que tenía que buscar la manera de desviarlo del asunto.

 

Pensó en diversas opciones que pudieran discutir, más ninguno le pareció lo suficientemente convincente u oportuno. Había temas que no quería tocar todavía, temas con los que no se sentía lo bastante cómodo, seguro y con la fuerza emocional necesaria como para externarlos con la tranquilidad que requerían; pero, entonces, uno en particular le vino a la mente.

 

Retomando los acontecimientos previos, llegó a él justo cuando le había pedido a Lucius una explicación sobre lo que sucedía; el mayor le había prometido el contarle. No obstante, hasta ahora, no había tenido información alguna por parte de Lucius y solamente sabía lo que Draco había querido compartir en su llegada, porque Ron estaba seguro que se omitieron demasiados detalles por su presencia. Y no solo eso, todavía estaba la idea que había planteado; que, podía afirmar, algo de cierto tenía. Si bien le parecía lo más sensato, aún había cosas que discrepaban en ella y, sobre todo, el que no tuviera ninguna fase coherente que la pudiera justificar.

 

No solamente necesitaba una explicación de lo que sucedía a su alrededor, sino también de lo que envolvía a esos sucesos a cada persona involucrada hasta el momento.

 

Aunque aún se debatía en sacar esas explicaciones a flote. Ron había establecido en dejar aquello para otro día, uno donde estuviese relajado, donde el agotamiento físico y mental se hubiesen ido; se preguntó si estaba preparado para ello. Incluso, cabía la posibilidad de que Lucius no quisiese decirle nada o contestara sus preguntas, molestándose ambos de paso. Pero, aún si no terminaba de la manera que él deseaba, podría correr el riesgo. No tenía algo que perder si lo hacía de todos modos, el día no iba a ponerse peor -o pasarle algo peor- y, el hablar de ello, le ayudaría para su propósito inicial: desviar meramente el tema.

 

— Ustedes tienen muchos secretos también. —recriminó de manera segura, logrando que no sonara más que como una oración neutral sin enfado de por medio. Ron se acomodó de cierto modo donde pudiera ver con mayor accesibilidad a Lucius—. Hemos llegado aquí, me prometiste que una vez que llegáramos me contarías que estaba sucediendo.

 

— Mi querido hijo ya lo hizo. —Lucius frunció el ceño, haciendo una mueca de desaprobación a lo dicho—. Fue una trampa, ¿hay algo que no te quedó claro?

 

— Sí. Todo es confuso. —respondió con honestidad. Varias preguntas se formulaban en su cabeza con prisa sobre todo lo que él quería saber; la probabilidad haciéndose más grande, sin embargo, esperaba que Lucius pudiera informarle y responderle todas estas sin necesidad de evadirlas, porque realmente deseaba vaciar todas sus dudas sin importar lo difícil que fuera digerirlas—. ¿Por qué les tendieron una trampa? ¿Es por lo que pensé que están haciendo? ¿A eso se debe tanta saña contra ustedes? ¿Qué tiene que ver Blaise en esto-?

 

— ¿Conocías al chico? —interrumpió Lucius áspero aquel cuestionario que había dejado a Ron sin aliento de lo rápido que había estado lanzando pregunta tras pregunta.

 

— ¿Qué? ¿Cómo por qué lo haría? —preguntó Ron confundido por la abrupta pregunta—. No, no lo conocía —respondió para después dudar ligeramente—, bueno…, no de una manera personal al menos, solo lo que escuchaba por ahí y una que otra interacción sin transcendía. —confesó. A pesar de eso, intentó recordar algún escenario que los hubiera acercado, pero simplemente no lo había. Ron sabía tanto de Blaise como, aseguraba, Blaise sabía de él: nada.

 

No se equivocaba cuando decía que solamente sabía lo que generalmente se sabe de alguien, con ciertos rumores, de otra casa. Blaise Zabini era un Slytherin en todo su resplandor: mago sangre pura, rebosante de dinero, indiferente y tan arrogante que despreciaba a todo aquel ser que respiraba a su alrededor (importándole poco su status), prejuicioso y, como casi todas las víboras, firmemente purista de la sangre.

 

Recordaba a Blaise como una persona que no tenía amigos más allá de su círculo social, ya que también alejaba a la gente de su misma casa y más aún trataba de alejar a todo mestizo, nacido de muggles y traidores a la sangre como le fuera posible; entonces, hasta podía pasar como alguien sin amigos. Recordaba el como siempre lo veía solo, no siendo para menos con un mago que se comportaba de ese modo. Sin embargo, tenía que darle algo de crédito, ya que no le venía a su memoria algún momento en donde haya dejado que sus ideologías lo metieran en confrontamientos con alguien. Entre todo su desdén, mantenía cierta compostura. Era cierto que alejaba a las personas y las miraba por sobre el hombro, pero ante su misma indiferencia, sus acciones eran tan indolentes que lo ponían fuera de cualquiera pelea por ello.

 

Ron sacudió la cabeza tratando de recuperar el tema primordial de la conversación.

 

» Pero con eso fue suficiente para saber que pensaba igual que ustedes. —Ron trató de decir aquello de manera suave, fallando un poco ante el tono de reproche que se alcanzó a percibir en su voz. Quiso disculparse por ello, pero el repentino porte orgulloso de Lucius le hizo continuar con cierta indignación—. Por eso, no entiendo que hacía con Hermione si era hija de Muggles y menos entiendo por qué estarían huyendo después de que… —suspiró—, ya sabes, la asesinaran.

 

— No ocupas entenderlo, solo aceptarlo. —dijo Lucius inmediatamente, entre dientes.

 

— ¿Por qué tengo que aceptarlo, así como así? —preguntó molesto al mismo tiempo que negaba—. Lucius, ¿si sucedió lo que les dije? ¿Blaise estaba ayudando a Hermione con algo?

 

— Te dije que no era eso lo que pensabas, no sé cómo tu mente te dio para maquilar una idea como esa.

 

— Porque no entiendo, es debido a eso. —contestó Ron exasperado—. Explícame.

 

— Entre ellos tenían una clase de acuerdo. —Ron se sobresaltó cuando habló Lucius después de aguardar silencio por unos instantes, había pensado que el mayor no iba a responder a su petición desesperada. Pero al ver que, el mayor, sí estaba dispuesto a hablar, lo prestó toda su atención—. Draco me llegó a contar que el joven Blaise no era precisamente un seguidor del Lord y, debido a las circunstancias, tuvo que apoyar a nuestro señor quisiese o no. Draco lo terminó ayudando. —explicó—. Lo que es curioso si tomamos en cuenta que al jovencito nunca le importó Draco realmente, me contó incluso que se burló de él cuando quedo revelado que tenía la marca-

 

— Me estoy enredando —interrumpió Ron levantando, y moviendo, ambas manos para detener el enmarañado relato de Lucius y lo miró con confusión—, ¿no dijo hace unas horas que nunca le dio la espalda por lo que pasó?

 

— Una cosa es burlarse y otra apartarse, ¿estás de acuerdo en eso?

 

— ¡Draco nunca hubiera aceptado ayudarlo si se burló! —discurrió quejándose—.  Sabes muy bien como es y con más razones aún si dices que a Blaise nunca le importó-

 

— No utilicé las palabras correctas —Lucius carraspeó, aclarándose la garganta—: al chico nunca le importó lo que Draco le dijera, o lo que opinara, sobre él; llevó su vida como le placiera con todo y sus ideales sin que nada, ni nadie, lo cambiase.

 

Ron asintió dándole la razón—. ¿Y por qué tenían a-?

 

— La señorita Granger llegó a las manos de la familia Zabini como un favor a pagar de parte de mi hijo. —respondió a la pregunta que no terminó de formular, debiéndose a que Lucius pareció entenderla sin necesidad de concluirla—. Al Blaise acercarse a él para que lo auxiliará con el asunto de la marca, Draco le pidió que tuviera a la joven en su mansión y estuviera lo más alejada posible de las manos del Lord, si quería contar con su ayuda.

 

La cabeza comenzó a palpitarle. Increíble.Si lo hubiera meditado mejor, se hubiera dado cuenta que no había manera de que, preguntar por una explicación, no iba a ser la mejor de las ideas. Ya era demasiado tarde, fue totalmente una mala idea. Si antes estaba confundido, en ese preciso momento lo estaba a tal grado de que no sabía que pensar o que decir al respecto.

 

— ¿Por qué? —murmuró. Ron observaba a Lucius sin entender, completamente perdido—. ¿Por qué tantas molestias hacía nosotros?

 

— Mi hijo no le debe nada a nadie. —Lucius contestó encogiéndose de hombros, restándole importancia a su duda.

 

— Sé que hay algo más detrás de eso, lo percibo.

 

— No es así, Ronald-

 

— A ver —paró la justificación innecesaria de Lucius—, primero: ¿por qué se quedó Hermione con Blaise y no con Goyle? A él fue a quien realmente salvamos ella y yo y, en todo caso, el favor era con él. Zabini no tiene nada que ver en esto. —trató de razonar entre su confusión. Reviviendo, en su mente, el incendio en la Sala de Menesteres, siendo más preciso: su huida. Habían tomado dos escobas viejas para escapar del incendió que Crabbe inició.

 

Sintió una ligera pena.

 

Al volar hacía la salida, Harry trepó a Draco con su escoba mientras que entre Hermione y él lo hicieron con Gregory Goyle, salvándose los cinco de morir a causa del fuego, de ese fuego maldito que destruyó todo a su paso sin piedad alguna. Ellos tuvieron suerte. En cambio, Crabbe no salió de aquella sala. El chico no lo logró, o ni siquiera lo pudo intentar, quedó atrapado entre sus propias llamas -mismas que destruyeron el horrocrux, la Diadema de Ravenclaw- y, aunque los hubiese querido asesinar y que hubiese sido culpa total de Vicent Crabbe el haber causado su propia muerte, el leve sentimiento por no haber podido hacer nada para evitarlo, estaba.

 

Quiso alejar ese sentir, concentrándose en su propio desconcierto, siendo más importante que recordar hechos de los cuales ya no podía hacer nada. Pero, entre más lo pensara, se reducía su capacidad para encontrar las palabras que emplearan correctamente sus pensamientos, porque nada, ni lo que pudiera cavilar, le sonaba realmente racional a ese punto. Mucho menos si Lucius no respondía y solo atinaba a verlo con seriedad, como si eso fuese suficiente.

 

Esperó. Quiso darle tiempo, pensando que podría estar meditando la mejor manera de responderle. Pero se rindió al ver que no sería así, aunque, más que rendirse, se sintió decepcionado. De ante mano sabía que eso iba a pasar, entonces se preguntaba el cómo interpretar la situación, si estaba exagerando al sentirse de ese modo, pero que Lucius no le aclarara sus dudas, después de todo lo que han vivido y lo que ha estado haciendo por él, le dejaba un nudo en el estómago. Y no era como si pudiese evitarlo.

 

» Bien. —continuó en un pesado suspiro al ver que no habría contestación alguna, de su parte, ante su primera duda—. Segundo: ¿qué fue lo que acabó con la vida de ella? No estaba huyendo, tuvo que haber sido un motivo muy importante como para tener a todos del mismo modo, ¿en qué traicionó Blaise a los tuyos?

 

— Los míos… —dijo Lucius con sorna para después soltar una carcajada—. No había otro motivo de por medio más que un mero favor, Ronald, lo quieras creer o no. El único trato era que, la familia Zabini, debía de tenerla lo más cómoda posible, justo como nosotros contigo. Esa era la única alternativa para…

 

— ¿Para qué? —preguntó en vano. Por la manera en la que se había detenido, Ron sentía que Lucius seguiría sin responder a aquello. Llevó una de sus manos a su sien, cerrando los ojos y masajeando con las yemas de sus dedos aquella zona libre de heridas. Buscó alejar el dolor de cabeza, que se había intensificado ante ese silencio que le confirmó no se equivocó al sentir que no iba a obtener respuesta.

 

— Para evitar la tragedia que sucedió. —terminó por responderle. Ron se sorprendió y abrió sus ojos al percatarse de la duda en esa oración. Lucius nunca había vacilado con sus respuestas, siempre era firme en ellas; algo que había notado con el tiempo era que, si trataba de convencer, hasta el mayor tenía que creer en ellas, sino no tenía ningún sentido el que contestara. Pero, esta vez, por más que Lucius trató de disfrazar la contestación y hacer parecer su respuesta lo más convincente posible, un ligero tono fue el que lo delató ante él.

 

— No, eso no ibas a decir, ¿era la única alternativa para qué? —volvió a preguntar con dureza, observando Lucius con la misma pesada intensidad que manifestó su voz—. Sus secretos… —susurró, sin poder contener, el sentirse dolido—, pensé que entre nosotros ya no habría más secretos y que era alguien con el que podían contar.

 

— Lo eres. —dijo Lucius ofendido por su insinuación, viéndolo fijamente y seguro de aquella afirmación.

 

— Oh, ¿en serio lo soy? —cuestionó Ron con ironía—. Porque no lo parece, en absoluto.

 

— Son problemas que no nos corresponden, no debemos interponernos en ellos.

 

— Y no te estoy diciendo que haya que hacerlo, siquiera algo parecido, solo quiero que compartas conmigo que es lo que está pasando, que los está persiguiendo y atormentando.

 

Lucius acalló unos segundos—. No.

 

— ¡Lo prometiste! —protestó Ron enfadado—. ¿No tienes palabra acaso?

 

— No debo, Ron —dijo en un murmullo—, no todavía.

 

Ron respiró hondo. Colocó ambas manos sobre sus piernas y apretó los puños cuando, por una razón, comenzó a sentir una clase de brecha entre ellos, como si una la antigua distancia que había entre ambos se estuviese volviendo a presenciar. Tan lejos y tan cerca uno del otro. No le gusto el amargo sabor que le dejaba pensar en ello. Pero le costaba entenderlo, a Lucius, a lo que pasaba, a las incógnitas, a todo al mismo tiempo; era como si fuera tan simple que eso producía que fuera tan complicado de entender.

 

Le frustraba que a Lucius no le llegara la necesidad que él tenía en pedir explicaciones y el apuro por respuestas. Quería ayudarlos, quería saber a lo que se enfrentaban, quería saber contra qué estaban peleando, los tormentos de los cuales huían; él solo deseaba socorrerlos y protegerlos. Pero que Lucius no pudiera verlo, o percibirlo o -peor- lo ignorase, únicamente le hería.

 

— Entonces no llegaremos a ningún lado así si tu palabra no vale.

 

Observó el cuerpo de Lucius tensarse con una impresionante rapidez por aquella desdeñosa oración de su parte. Contuvo el aliento cuando apretó la mandíbula y quiso desviarle la mirada a otro punto de la habitación, a cualquier lado que no fuera el hombre que tenía a un lado, más no pudo hacerlo.

 

— No vuelvas a decir eso. —gruñó Lucius enojado.

 

— Pero… —Ron no comprendió la repentina irritación que emanó de Lucius y detuvo su reproche debido a la mirada de advertencia que el mayo le lanzó, potente y llena de indignación. Suspiró mientras negaba—, lo prometiste…

 

— No debo.

 

— Ustedes me confunden, ¿desde cuando haces lo que debes o no? —espetó con fastidio. Lucius lo miró con el ceño fruncido, continuando con su actitud molesta—. ¿Qué quieres que haga yo, Lucius?

 

El ruego en su voz pareció calar en Lucius porque sus hombros empezaron a relajarse conforme pasaban los segundos, de igual modo lo hizo su rostro y la mueca de molestia abandonó en totalidad su rostro dejando uno de seriedad; exactamente de esa seriedad que caracterizaba al mayor por completo. No obstante, Ron seguido firme en su estado de enojo hasta que, inesperadamente, Lucius movió su mano lentamente hasta la de él.

 

Ron no dejó de mirarle, pero internamente luchaba para no acercarse, acelerar esa aproximación y tocarle. Pensó hasta en alejarse para que tardara aún más en llegar hacía él, pero se tranquilizó al momento que lo alcanzó y la caricia palpó sobre su mano. La sintió de manera alucinante que no supo reaccionar, le pareció increíble como hace unos momentos estaba tan molesto y que, con un simple toque de su parte, lo hubiera hecho calmarse. Relajó su puño, abriendo la mano y dándole paso a Lucius para que la tomara. Lentamente, el mayor fue cubriéndola, uniéndolas, protegiéndolas y enlazándolas una con la otra.

 

— El peligro aún no ha pasado, seguimos atrapados en el desastre y, hasta que las cosas no se calmen para nosotros, lo único que te puedo pedir es tiempo. Tiempo es todo lo que quiero. —musitó sereno. Por otro lado, la mirada de Lucius le transmitía algo que no podía explicar al no haberla visto en el mayor desde que tenía viviendo con él; parecía en ruego, tal vez suplicia y, Ron incapaz de adivinarla, apretó la mano que rodeaba la suya—. Deja que las cosas se acomoden, deja que todo se calme y solo entonces… —pausó—, solo entonces podré explicarte que pasa.

 

— ¿Por qué no puedes decirme ahora?

 

— Tiempo, Ron. —repitió—. Solo espera.

 

— Si espero, ¿puedes prometerme que así será? —preguntó Ron cansado—. Se sincero está vez, no quiero una promesa en vano.

 

— Lo prometo. —asintió Lucius decidido.

 

— ¿En serio?

 

— Sí.

 

Ron se preguntó si podría vivir por más tiempo en la incertidumbre, en donde lo dejaban de lado ante los problemas, al margen de lo enigmático, a la deriva ocultándole información y rehuían a responder sus preguntas. No sabría si lo que Lucius le pide, o le promete, es cierto. Si él decidía aceptar el esperar, estaría confiando en que Lucius no le diría nada hasta que no estuvieran en peligro; pero si no decidía hacerlo, era probable que no le dijese nada ni aunque estuviesen a salvo.

 

— Esperaré, te esperaré. —aceptó.

 

Confiaba en Lucius, así que ¿qué más podía hacer ante ello? Sobre todo, cuando el mayor lucía sincero, accedería a creer en su palabra y esperaría hasta el momento que Lucius decidiera compartir con él todo aquello que tenían guardado. Ya contaba con un poco de información, había demostrado que buscaba su seguridad y había hecho cosas por él que no pidió. Podría aguantar más tiempo. Solo esperaba no arrepentirse de su decisión.

 

Enseguida cerró los ojos cuando la mano libre de Lucius viajó, con lentitud, hasta su mejilla. Había acunado su lado herido. Se dejó llevar por las caricias que había empezado a repartir desde su mandíbula, pasando por su pómulo, y terminando en -lo que creía- era aquella lesión que Draco le ocasionó. Ron resopló, abriendo sus ojos mientras tomaba la mano que delineaba parte de su rostro y la apartaba del mismo. Se removió en su sitio para después desplomarse sobre la cama, acostándose y empujando a Lucius con ambas de sus manos para que se recostara a su lado, haciéndolo casi de inmediato y soltándolo en el proceso. Lucius se acomodó tan cerca de él que su aliento rebotaba sobre sus labios, parecía incluso que incitaba a besarlo, a tocarlo, a fundirse, a arrullarse y perderse entre ellos dos.

 

Sin embargo, Ron detuvo esos impulsos. En cambio, decidió observar ese pálido rostro, deleitándose con la perfección que era tenerlo tan cerca. 

 

— Dormirás conmigo de ahora en adelante. —susurró Lucius sin retirarle la grisácea mirada en ningún momento—. Draco ya lo sabe, no tiene caso esconderse.

 

— Pero tu retoño va a querer golpearme otra vez —Ron rodó los ojos, pensando en la pacífica atmosfera que habían alcanzado después de aquella desastrosa plática y el cómo ahora estaba arruinada—, y yo ya no aseguro quedarme quieto aún por más que quiera.

 

— No lo volverá a hacer. —aseguró—. Sé que no deseas hablar de eso hoy, pero estuve pensando que lo mejor será dejar que las cosas se enfríen un poco, por un par de días, antes de que ustedes vuelvan a interactuar.

 

— Sí… había pensado algo parecido.

 

— No sé qué lo hizo reaccionar de esa manera tan… salvaje, pero evitaremos que eso suceda de nuevo. Estarás conmigo todo el tiempo, si estás a mi lado no se acercará ni te hablará, se calmará él solo.

 

— Ya estaba contigo todo el tiempo… —Ron trató de bromear, pero no pudo evitar verlo titubeante—, no quiero que te distancies de tu hijo solamente por eso, no después de todo lo que has intentado. No lo vale para nada, créeme que no. —negó. Temía que pudiera salir contraproducente el que Draco no quisiese acercarse a su padre solamente por él—. Mejor yo buscaré otra manera de arreglar este asunto, debe de haber otro modo.

 

— Lo hay. —afirmó al mismo tiempo que llevaba una de sus manos a su cintura, deteniéndola en esa zona—. Pero será para después, solo será por un par de días.

 

Ron hizo una mueca, observando a Lucius con duda. Aunque le aliviaba el que Lucius no decidiera el alejarse y terminar con lo que ambos tenían, él realmente no quería, ni buscaba, interponerse entre padre e hijo, arruinando la relación que ambos tenían como un vil y arrebatador intruso. Lo hacía sentirse mal, pésimo, pero las consecuencias de no haber pensado en que algo como eso les podía haber pasado, los alcanzaron; y si tan solo se hubieran tomado la molestia de pensar claramente en lo pudiera pasar si Draco los descubría, no estarían en esa situación ni tomando extremistas decisiones que no le parecían.

 

— No estoy muy convencido de ese plan. —admitió vacilante.

 

— Es lo mejor.

 

— No lo sé…

 

— Dale unos días para poder arreglar este desastre como se debe, de manera civilizada.

 

— ¿Estás seguro que no arruinará la relación que tienes con tu hijo? —preguntó dudoso e inseguro.

 

— Sí.

 

— Confiaré en ti entonces —suspiró—, tú lo conoces mejor que nadie, supongo.

 

— No, no lo hago. Pero, como su padre, sé cómo actúa. —dijo Lucius convencido. Ron lo miró con los ojos entrecerrados y, después, frunció el ceño—. No seas exagerado, tampoco es como que estén alejados realmente; la casa es pequeña y entrenarás a Astoria después de todo.

 

— ¿Ahora sí ya tengo tu permiso para usar una varita? —preguntó Ron entre burla y en serio. Pero Lucius no respondió, solamente se impulsó en su cintura y se acercó aún más a él, terminando de rodear su brazo contra su cuerpo; él buscó entrelazar sus piernas en respuesta, colocando una de ellas entre las del mayor, lográndolo de manera satisfactoria. Disfrutó la sensación que le brindó el tener aquel cuerpo tan pegado al suyo.

 

Ron no se contuvo, se terminó de acomodar dejándose atrapar por el calor que le brindaba el cuerpo contrario al mismo tiempo que aspiraba profundamente aquel aroma que Lucius emanaba. Se quedó acurrucado mientras los minutos seguían pasando, sintiéndolos más lentos en esa ocasión, pero disfrutando de todo tipo de sensaciones que aquello le dejaba hasta que sus ojos comenzaron a pesarle, a venirse abajo perezosos y se envolvió en la cálida sensación que había sentido antes de despertar por completo, cuando estaba en su agradable letargo.

 

— No. —respondió Lucius en un resoplido. Ron chasqueó su lengua y quiso apartarse de su lado haciéndose totalmente el digno, claro que sin ningún éxito. Su cuerpo estaba apagándose, podía sentir el sueño queriendo apoderarse de él con cada segundo que pasaba. Al percibir como Lucius lo sostenía con más fuerza, soltó una desganada carcajada.

 

— Ojalá funcione. —murmuró Ron apoyándose más en Lucius.

 

— Guíate por el: Sed lentos en resolver y prontos en ejecutar*.

 

— ¿Quién diría algo como eso? —Ron volvió a carcajearse, aunque esta vez con un poco de más fuerza, debido a lo ridícula que le resultó la frase en ese momento.

 

— Claro que un Weasley no podía ser tan culto, que lastima. —dijo Lucius mofándose.

 

— Ya me habían dicho algo parecido.

 

— Ah, ¿sí?

 

Asintió con la cabeza, pero sin más fuerzas para responder, regodeándose en las sensaciones y en los olores que rozaban y acariciaban sus fosas nasales, logrando que se sintiera tan indefenso y tan seguro al mismo tiempo que, vagamente, se cuestionó como aquello podía ser posible.

 

— Hermione…

 

Ron sintió su boca moverse, más no logró escuchar su propio murmullo. Simplemente terminó por dormirse, cayendo en un profundo sueño, en donde la imagen de Lucius volvía a salir de entre la oscuridad por segunda ocasión y tomaba el protagonismo de sus sueños, tal cual como los había asaltado anteriormente.

Notas finales:

* Frase del orador, logógrafo, político y educador griego: Isócrates.

¡Después de como seis capítulos, se ha terminado el pesado día! Por fin Ron puede descansar tranquilo, ¿ustedes le entendieron al choro maradeor de Lucius?

¡Espero les haya gustado este capítulo!

¡Díganme que les pareció! Estaria muy agradecida y me animaría a subir el resto de la historia. Si hay alguna falta de ortografía, una disculpa de antemano.

¡Nos leemos! ♥


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