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Before you go por Little Bully

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Notas del capitulo:

¡Gracias a todas las personitas que leyeron!

Disfruten el capítulo.

Ron no imaginó que la situación fuera a tornarse tan complicada. O tal vez sí. Pero nunca pensó que tanto.

 

La otoñal estación seguía su curso natural.  Días renaciendo en brillantes amaneceres y muriendo en cada cielo cubierto de estrellas, siendo todo tan común y justo como suponía andar su llano rumbo. El poder acompañar a la estacional época diariamente, el que los días estuviesen pasando normales, ordinarios, espontáneos, debería de ser suficiente para llenar a cualquiera de dicha y calma. Sin embargo, para él, era difícil sentir aquella quietud, o al menos, en una totalidad cuando había una situación importante que no avanzaba y que únicamente estaba haciendo pesado ese camino.

 

De alguna manera, se sentía asfixiado. Desde que llegaron a ese arboleado lugar, Ron se encontraba a nada de haber dejado que dos semanas pasaran sin que el problema entre Draco y él se solucionara. Ambos continuaban del mismo modo.  Por lo que, viendo los días marchar en su plena naturalidad, lograba que tuviera una combinación de fuertes emociones y sensaciones, ligadas una con la otra, sin dejar alguna otra opción ante este desafortunado suceso.

 

Abruma y alivio.

 

Agobio y alegría.

 

Preocupación y regocijo.

 

Inevitablemente contradictorias y que, con el paso del tiempo, solamente se intensificaba todo aquel asfixiante revuelo.

 

Ron no había deseado que transcurrieran tantos días sin que hiciera absolutamente nada por hacer las paces ante ese aprieto. Se cuestionaba en qué momento en que habían pasado tantos días si, se suponía, iba a solucionar ese dilema en un par de días. Pero no había sido así.

 

No obstante, sí lo intentó.

 

Aunque hubo momentos en los que desistió al tratar de acercarse al menor de los Malfoy y ver como el cuerpo de Draco se tensaba cuando él se aproximaba. En sus momentos de valentía, y restándole importancia a si estaban completamente solos ellos dos o en compañía de alguien más, quiso ignorar el marcado rechazo hacia su persona en aquel lenguaje corporal y le llamó; esto claro que sin éxito alguno. El rogar no estaba realmente en él, no se le daba bien, y le dolió en todo su orgullo que, por más derrotado, suplicante, implorante, demandante, exigente y solicitante que salió aquel nombre de sus labios, Draco lo ignoró rotundamente en cada vago intento de acercamiento, sumergiéndolos en un vehemente silencio que, si fuera posible, podría haber sido capaz de palparse.

 

Fueron situaciones bastante penosas. Penosas e incómodas, además. Más aún cuando ni siquiera lo volteaba a ver, bajo ninguna circunstancia ni por descuido. Y no fue lo único que notó. Puso más atención en la manera en que lo repelía y observó cómo ni siquiera le miraba el rostro, menos verlo a los ojos y respiraba pesadamente al encontrarse alrededor; incluso, cuando estaban todos juntos en el comedor, apretaba la mandíbula tan fuerte que apenas era capaz de masticar los alimentos.

 

Aquello escaló a tal punto en donde Lucius le pidió, con aquella falta de tacto que lo representaba, detenerse y que le diera tiempo y espacio a Draco para que dejará a un lado su rabieta. Se lo repitió en más de una ocasión, porque se negaba a aceptar, y Ron únicamente terminaba por disgustarse, debido a la manera en la que el mayor se refería al comportamiento de su hijo; ya que, por más que el menor le hubiese lastimado, él no concebía verlo de ese modo, como un simple arrebato de parte de Draco.

 

Él intuía que se trataba de algo mucho más complejo que eso y no comprendía como, parecía ser, él era el único en percibirlo de ese modo. Aunque no tuviera nada para sostenerlo, al seguirle dando vueltas al asunto, en la supuesta venganza, en el enredoso malentendido, en la furia con la que Draco lo atacó, llegó a la conclusión que fue más allá de: «te acostaste con mi padre», dejando de lado el que fuese un berrinche.

 

Pensó en que quizá, ese embrollo, se desató por la manera en la que se había enterado de la relación que mantuvo con Lucius todo ese tiempo. Lo cual, sin duda, había sido un detonante a todas las erradas deducciones que Draco escupió, pero no lo que lo había hecho reaccionar como lo hizo. Por lo tanto, debía de haber algún trasfondo que hasta el momento desconocía, haciendo la situación aún más complicada y confusa al no lograr imaginar cual pudiese ser.

 

Necesitaba saber qué había sucedido.

 

Necesitaba saber cómo se había enterado.

 

Necesitaba saber la razón por la que Draco actuó de esa manera.

 

Probablemente Draco se sintió traicionado. Pero no podía saberlo ni afirmarlo, mucho menos el hacer nada para reiterarlo, porque simplemente no lo dejaba acercarse en lo más mínimo. Entonces fue que, resignado y sintiéndose ridículo, decidió escuchar a Lucius y seguir esperando aún con todo su pesar. La idea no le gustaba, desde un inicio no le agradó. De hecho, le inquietaba toda esa circunstancia, y hubiese rechazado el aguardar sin pensarlo de no ser porque aún quedaba algo que le tranquilizaba.

 

Ron logró percibir que entre padre e hijo parecía no haber un cambio impactante en su relación. Si bien cuando él estaba presente el ambiente se tornaba pesada y permanecían en silencio, pudo presenciar, a la distancia, pláticas entre ellos, ya sea solos o acompañados por alguno de los que ahí residían, y seguían hablándose como lo hacían antes de llegar a ese lugar. El contemplarlos interactuar uno con el otro, le daba un poco de paz a su alma, si era sincero. Por lo tanto, eso le empujó a terminar aceptando la espera y se dedicó a distraerse para no seguir pensando más en ese gran problema.

 

Los entramientos con Astoria habían sido de gran ayuda. Al principio, dudó de acatar lo que Draco le había ordenado al creer que la situación con ella iba a ser de la misma manera que con su esposo: todo un desastre. Pero se había equivocado. La chica continuaba comportándose del mismo modo con él, ignorando cualquier hecho anterior, como si nada hubiese pasado. Cuando habló con ella, preguntándole lo que había aprendido en las clases de Defensa Contra las Artes Oscuras, en lo que era buena, en sus debilidades, la manera en la sentía el control sobre su magia y en si su varita le respondía como era debido; fue que le respondió todo lo que requería saber, sonriéndole, sin titubeos y sin malicia de por medio, haciéndolo soltar todo el aire que inconscientemente había estado reteniendo gracias a los nervios.

 

Como era de esperarse, Astoria era buena bruja. Realmente no le sorprendía aquel hecho. Efímeramente, recordó el momento en que Draco se lo informó y pensó en cómo no le había tomado importancia. La chica, le demostró que era inteligente. Conocía tantos hechizos como alguien -supuestamente- que llegó hasta su sexto año podía tener conocimiento; también, era astuta en que era lo que sabía hacer, el modo en el que lo hacía e ingeniosa en la que se limitaba en lo que le costaba aprender o controlar. Tenía un buen manejo con la varita que portaba, conocía su magia y la dominaba de tal manera que la conexión, de bruja-varita, estaba perfectamente establecida.

 

En menos de lo esperado, habían establecido una efectiva, y cómoda, rutina en esos casi dos septenarios. Después de cada comida, juntos, salían y practicaban hasta la hora del té; claro que alejados lo más posible de la casa y dándose espacio para evitar algún tipo de incidente. Los dos, estaban perfeccionando aquellos hechizos de los cuales ya tenían sabiduría. De igual modo, y en el proceso, él le había estado enseñando un par de ellos que lógicamente la chica desconocía y, sabía, le serían de total utilidad.

 

Aun así, Ron trataba ir tranquilo, gradual y preciso al no querer irse demasiado rápido, solamente practicando unos cuantos hechizos a la semana, tales como: Confundus, Locomotor Morti, Everte Statum, Petrificus Totalus, Expelliarmus, Protego, Impedimenta y Flipendo.

 

Intentaba ir mostrándole de los más sencillos hasta los más difíciles, según su opinión, para no sobrecargarla y que terminará frustrándose. Él comprendía que, el aprender ese tipo de cosas, tomaba tiempo y se trataba de un extenuante proceso. Por lo que, a veces, ellos dos se debatían en un duelo, calando el aprendizaje adquirido y la potencia de esos hechizos contra otra persona y así asegurarse de que fuesen lo más eficaces posibles ante un enfrentamiento real.

 

— ¿Cómo le hacían para aprenderse tanto de defensa? —se quejó Astoria, bufando mientras bajaba su varita—. ¡Son muchos hechizos!

 

— Las ganas de vivir, supongo. —contestó Ron divertido mientras imitaba la acción de la chica al bajar su varita. Después se cruzó de brazos, intentando cubrir su cuerpo del viento que danzaba alrededor del boscoso lugar—. Se quedan grabados en uno al no querer morir a manos de esa gente.

 

Astoria arrugó su rostro en una mueca molesta. Por su reacción, él imaginó que ella lanzaría un irónico comentario relacionado a los entrenamientos, pero solamente asintió para después desviar su mirada hacía aquellos grandes árboles que los rodeaban. El silencio los envolvió a ambos, tratándose de uno tranquilo. Ron observó la manera en la que parecía haberse sumergido en sus pensares, ensimismándose dentro de ella, porque poco a poco, la chica, relajó sus facciones hasta quedar en total serenidad.

 

Respiró profundamente cuando se dedicó a delinear el rostro de la joven. Como si la estuviese viendo por primera vez, con lentitud y cuidado, apreció cada uno de sus delicados rasgos, empezando por la respingada y mercada nariz, siguiendo la línea de sus pómulos definidos que alargaban el rostro y que eran acompañados de unas rosadas y redondas mejillas; esos labios de grosor medio, ojos grandes donde brillaba un llamativo tono café y que resaltaban aún más debido a su blanquecina piel.

 

Ron examinó la completa simetría, que encajaba a la perfección, del encantador rostro femenino. Eso, de algún modo, le hizo razonar que Draco y Astoria eran la pareja perfecta ante los estándares de la sociedad mágica. En aquel momento, no era capaz de dudarlo ni un segundo.

 

Aunque Draco dejó de lucir como cuando lo había conocido, luciendo ahora de forma demacrada y no de aquella sana manera, eso no quitaba el hecho de que contaba con un agraciado semblante. Aquel elegante porte únicamente acentuaba las delgadas y finas facciones que adornaban el puntiagudo rostro de Draco, siendo incapaces de pasar desapercibidas por alguien que lo viese; ojos ovalados donde residían aquellos orbes fríamente grisáceos, nariz delgada y recta, labios ni delgados ni gruesos y cabello de un rubio tan distinguido que no hacía más que realzar lo pálido de su piel.

 

Pensó que, quien los mirase, notaba la impecable armonía con la que ambos físicamente contaban, coincidiendo con su razonamiento de la misma manera. Entonces se terminó preguntando si, al estar juntos, Lucius y él podrían lucir de aquella magnífica manera ante los ojos de los demás.

 

Ron, aún cruzado de brazos, encogió ligeramente sus hombros por el repentino pensamiento. Sintió un cosquilleo instalarse en su estómago y como el calor subía lentamente desde su cuello hasta sus mejillas, ruborizándolo. No imaginó que pudiera pensar algo como eso, mucho menos en una situación en donde las cosas habían resultado fatales al ser vistos; por lo que, el haberse motivo a pensar de otro modo, solamente lo hizo envolverse en una lejana ilusión.

 

Justo en el momento en que escuchó un quejido por parte de Astoria, al tener que controlar su castaño y largo cabello por moverse al son del viento, alejó su vista del rostro de la chica. La vergüenza que sintió, por el extraño rumbo que habían tomado sus pensares, no se había ido, así que puso su atención en ese punto donde Astoria estaba observando con serenidad para despejarse completamente.

 

Sonrió ligeramente al mirar el cálido paisaje. Últimamente, la inactividad en el bosque era cada vez más notoria, se ha logrado dar cuenta como se apagaba conforme los días pasaban, acallándose y dejando de fondo solo un ligero murmullo. Entonces, cerró los ojos y se dejó llevar por los sonidos que sus oídos alcanzaban a percibir: el diminutivo canto de las aves a la distancia, el silbido de los árboles al rozar el viento por las copas y dejando caer las hojas restantes en cada soplo, animales revoloteando, escondiéndose y arrastrándose en la zona…

 

— ¿Cuál es el mejor consejo, que tú me darías bajo tu experiencia, para sobrevivir en un enfrentamiento? —preguntó Astoria en voz baja, fue tan de repentina que lo sacó rápidamente de concentración. Al regresar su vista a Astoria, contemplo que la chica lo estaba viéndolo directa e intensamente que Ron no logró responder de inmediato.

 

Tuvo que plantearse muy bien aquella pregunta que le fue dicha, ya que las opciones de sobrevivir, a un enfrentamiento con algún mortífago, tendían a ser variadas: exactas, bajas, altas, indeterminadas… básicamente impredecibles, porque se colgaba de la circunstancia con la que se pudiesen llegar a presentar. Ron aprendió que aquello dependía con la cantidad de personas que pudiera haber alrededor, si estaba solo o acompañado, con la cantidad de heridas (tanto en los demás, como en las propias), con los hechizos que se supieran, con la agilidad de realizarlos, con la destreza de pensamiento, con la concentración; en general, se trataba del conjunto de un todo.

 

Pero siempre buscándose el mismo objetivo: se cazaba la victoria.

 

Desgraciadamente, ahí no había términos medios, porque en ambos bandos era a lo que se quería llegar. Uno a uno, luchando por derrotar al otro de la manera que fuese y alguno de esos lados era el que debía perder. Si bien nunca lo había pensado de aquella manera, le hubiera gustado el habérselo planteado en momentos precisos. Con ventaja o sin ventaja, el ponerse en peligro debería de quedar como última opción, el buscar otras alternativas para salir ileso de un combate tenía que verse como prioridad, no ganarles o, al menos, no en ese momento.

 

Se cuestionaba en si podría haber otras maneras de combatirlos sin necesidad de pelear hasta matarse unos con otros, sin tener que estar arrastrando más daño del que ya se había ocasionado y simplemente dejando de hacer tantos sacrificios. A pesar de que entendía que todo aquello a lo que se renunciaba, era un precio a pagar para encontrar la anhelada unión entre las personas que conformaban la comunidad mágica y derrotar a la temible oscuridad; sin embargo, no terminaba de concebir porque tenían que seguir perdiendo para llegar a un triunfo.

 

Para Ron, todo se había convertido en una extraña paradoja: ganando para perder y perdiendo para ganar. Irónico. Justo como cuando pensaba que para detener a los violentos había que hacerlo con la misma violencia. Al final, aquello se terminaba reduciendo a una destrucción que no encontraba fin, porque la violencia sin terminación era lo que opacaba esa paz que se deseaba alcanzar.

 

Él pudo ser capaz de verlo en el momento que decidió en ya no querer seguir perdiendo más dentro de esa guerra ni continuar con todo ese desastre que terminaría dejándolo sin nada. Por Merlín, aseguraba que la mayoría acabó mal en esa situación, eran jóvenes contra magos y brujas con experiencia en la magia oscura, sin misericordia, sanguinarios, sin ningún tipo de escrúpulos y dispuestos a hacer lo que sea para complacer a ese abominable ser que tenían como líder, amo y señor. Entonces, se debían plantear si estaban haciendo lo correcto y hacía a donde los llevaría seguir por esa misma línea de crueldad.

 

Vaya, pensaba en que eran demasiadas contradicciones, ¿por qué todo tenía que ser tan complicado?

 

— Si es inevitable, pon atención a los hechizos que están lanzando para tú no arrojes al azar y seas precisa a la hora de defenderte. —contestó Ron finalmente, viéndola con seriedad. Astoria asintió rápidamente—. Pero si no es el caso, solo corre. Corre con todas tus fuerzas. Pega la carrera de tu vida y busca refugiarte. —aconsejó con firmeza al mismo tiempo que soltaba sus brazos. No encontró mejores palabras para decirle lo que pensaba. Para él, esa era la mejor alternativa y no pensaba darle indicios para que se lanzara a un fulminante peligro si podía evitarlo, si no había necesidad. Pero Astoria no lo había entendido de ese modo y se sintió un poco ofendido por la mirada confundida e incrédula de le dedicaba—. No me mires así, te lo digo en serio.

 

— ¿Por qué eso? —preguntó mientas fruncía el ceño en señal de desconcierto—. ¿No es algo patético?

 

— Al contrario. A mí me hubiera gustado que alguien me dijera: «no te enfrentes nunca a tu agresor si estás o no en desventaja» —señaló—, antes de estarme lanzando a lo bestia y poniéndome en peligro innecesario. —refutó Ron al no querer que Astoria siguiera pensando que el no defenderse, como supuestamente era debido, mostraba algún tipo de debilidad; del mismo modo que él lo llegó a pensar en su momento. 

 

— ¿Por qué?

 

— Ellos saben a lo que van, fueron entrenados y ordenados para hacer una sola cosa: matar. —suspiró cansado—. Esas personas están locas, son sádicas, no te tendrán piedad ni por un segundo; conocen hechizos y maldiciones inimaginables para lograr ese cometido.

 

Astoria no afirmó, pero tampoco negó sus palabras, Ron le dio el tiempo necesario para permanecer en silencio por unos instantes, ya que aparentemente estaba buscando que decirle o contestarle al respecto.

 

— ¿Tú has asesinado a alguien? —cuestionó en un murmullo, no despejando su vista de él. En su mirada, Ron podía observar la incertidumbre y el estómago se le revolvió de solo pensar en acabar con la vida de alguien.

 

— No, jamás. —respondió inmediatamente—. Aunque no te negaré que lo he pensado, pero simplemente no puedo ni podré. —aseguró. Él no iba a mentirle acerca de ese asunto, porque si lo pensó en más de una ocasión. Matar a sus enemigos no lo había visto extraño. Pero no tuvo ni tendría el corazón para ejecutar esa acción, mucho menos ahora con todo lo que le había tocado vivir y sufrir gracias a los aniquilamientos de las personas que amaba.

 

— No ser inhumano… —Astoria razonó para sí—, ¿es eso lo que nos pone en desventaja? ¿El tener piedad?

 

— Sí. —admitió—. No tenemos ni la más mínima idea de lo que estamos haciendo, porque en nosotros no está el asesinar si no solamente defendernos y eso, el no hacerlo bien, es lo que nos acaba.

 

— Entiendo. —dijo Astoria al mismo tiempo que asentía.

 

— Los podemos aturdir, sí. Y herir, también. —Ron jugueteó con su varita un tanto incómodo—. Incluso dejarlos desarmados e inmóviles, pero ¿de qué nos sirve eso si ellos se saben mil maneras de acabarnos aún todos moribundos?

 

— De nada.

 

— Exacto. —la apuntó dándole dio la razón—. Lo mejor es correr y correr hasta ponerse a salvo y planificar que se puede hacer después. —le repitió con la mayor seriedad que pudo, esperando que aprobara su idea. Pero no le funcionó del todo, ya que Ron sonrió burlesco debido a un repentino pensamiento que lo invadió—. Claro que, eso es solo con los más fuertes, hay unos muy idiotas que no saben ni porque están ahí y a ellos sí puedes hasta dejarlos calvos si quieres.

 

— Entonces correré y correré si veo que no puedo pelear. —aceptó Astoria entre traviesas carcajadas mientras se dejaba caer, sentándose en aquel manto de amarillentas y opacas hojas que cubrían al muerto pasto. A Ron, el escuchar como retumbaba aquella risa en sus oídos, le hizo sonreír ampliamente.

 

— Tienes corazón, Astoria. No lo condenes a la oscuridad ni a la miseria como ellos lo hacen, que tú eres mejor que eso. —dijo Ron con cierta ternura al mismo tiempo que imitó a la chica y se sentó a un lado de ella. Astoria le sonrió agradecida por sus palabras para después ponerse a romper las hojas que estaban a su alrededor, distrayéndose felizmente.

 

En ocasiones, Astoria tendía a lucir tan jovial, tan delicada y tan llena de chispa que la hacía lucir igual a una niña. Una niña inocente, que no sabía lo que era la malicia, el sufrimiento ni la desgracia. Se preguntaba cómo alguien como ella, que vivió constantes maltratos de parte de su familia, podía jubilarse de tan positivas emociones y seguir luciendo de ese modo: completamente llena de vida. Entendía que ella había buscado su salida, encontró su ayuda, Astoria había salido adelante, resguardando su personalidad de la mejor manera posible al no dejarse sumergir en los recuerdos y en la porquería que se vivió.

 

Ron no deseaba que eso se arruinará para ella. No quería que tomará el peor camino de todos y contaminará aquello que tanto le ha costado conservar. Porque sumergirla a esa tortura, así como todos los demás lo habían hecho al estar en esa batallar, no tenía cavidad ahí. Ni siquiera como a él mismo le había sucedido. Por algo Draco le había pedido cuidarla, protegerla, y en eso también entraba su destellante alma. No pensaba fallar en eso, no a ella ni a ellos, se lo había prometido después de todo.

 

» Ahora que estamos hablando sobre esto —Ron carraspeó para terminar de llamar su atención—, y que he visto que controlas bien tu magia, me gustaría regalarte un secretito mío.

 

— ¿Sí? —posó sus brillantes ojos cafés sobre él nuevamente, observándolo con curiosidad está vez—. ¿Cuál?

 

— Siento que no sea algo muy sencillo —la miró a modo de disculpa. Aunque realmente no lo sentía del todo, si bien era algo complicado, él estaba dispuesto a enseñarle todo lo que supiera para que pudiera defenderse en caso de que lo necesitará. Por lo tanto, también le enseñaría aquello que ha venido guardando con recelo— y, en lo personal, no me gusta usarlo demasiado a menos que sea en casos de emergencia. Pero sé que te será de utilidad y espero mejor que a mí.

 

— ¡Dime, dime! —pidió Astoria enérgicamente—. ¡Quiero saberlo!

 

— Cuando somos niños, nosotros no necesitamos de una varita para crear magia o, más bien, hacer hechizos por accidente. —le dijo Ron mientras se estiraba al poner su varita en el suelo, alejada, pero frente a él—. Con la importancia que se le da a la varita y el querer entablar una conexión con ella, se va perdiendo totalmente el interés en seguir utilizando está manera de realizar hechizos.

 

Cerró los ojos al mismo tiempo que extendía sus manos. Antes de concentrarse en canalizar su magia, pensó en lo más importante: su varita. Visualizó ese castaño trozo de madera muy bien en su mente para lograr convocarlo con éxito, sin ningún fallo y que terminará en una de sus manos. Una vez realizado, toda su atención se fue a su magia, en la manera con la que ésta fluía libre en su interior y buscó que viajará a alguna de sus manos para poder expulsarla por ahí. Inhaló y exhaló profundamente al comenzar a sentir agotamiento y la cabeza palpitarle, más continuó en ello hasta que sintió que lo estaba logrando. Tomó una última bocanada de aire una vez que se sintió listo para lanzar el hechizo.

 

» Accio varita. —conjuró de forma rápida. Abrió los ojos al tomar la varita en una de sus manos, pero los volvió a cerrar el apretar el puente de su nariz con lo dedos. Arrugó un poco el rostro por las punzantes molestias.

 

— ¡Oh, por las barbas de Merlín! ¡Es verdad! —exclamó sorprendida. Ron soltó su nariz y volteó a verla, descubriendo que la expresión facial de Astoria era idéntica a como se había expresado—. ¡¿Cómo lo lograste?!

 

— Un día estaba tan frustrado, en el dormitorio, por no poder lograr defenderme como yo quería, y fue tanto el peso que sentí, que mi magia se descontroló. —confesó ligeramente apenado, ya que para él fue como haber hecho un berrinche—. No sé que sucedió realmente. Cuando menos lo pensé ya veía levitar ciertos objetos, con poco peso, alrededor mío. —explicó Ron encogiéndose de hombros—. Eso me hizo pensar en todo lo que hacía antes de tener una varita.

 

— Vaya… —susurró, poniendo una de sus manos sobre su barbilla—. Tal vez en otra situación lo hubiese considerado. O muy, muy desesperada. Pero si no…, nunca.

 

— Pues así paso. —asintió—. En los entrenamientos traté de perfeccionarlo, pero realmente no fue mucho mi progreso; es demasiado complicado controlar, y canalizar, la magia para que no salga disparada por todas partes y hacer un desastre. Por lo que, solamente logré hacer hechizos pequeños, o débiles, que me permitieran tener alguna ventaja en caso de un enfrentamiento.

 

— Que útil.

 

— Más de lo que imaginé, sí. —a pesar de que no le agradaba el realizar hechizos sin una varita, sobre todo por el dolor de cabeza que le venía después, no afirmaría lo contrario. Ron trataba de verle el lado positivo y en el beneficio que éste le traería, ahora ya no solamente a él—. Estoy seguro que te ayudará demasiado en caso de un problema mayor, puedes esconder cosas, atraer piedras, palos, elevar objetos…, en fin, podemos mejorarlo juntos.

 

— ¡Sí, sí! —habló Astoria entusiasma, empuñando su varita y extendiéndosela a él—. A ver, ¿cómo le haces?

 

— Tu varita es lo más importante por si te desarman. —aseguró mientras que le indicaba, con una de sus manos, que se quedara con ella—. Haz lo que yo, solo ponla en el suelo. —ordenó y Ron esperó a que Astoria colocara la varita frente a ella para continuar—. Ahora extiende tus manos, cierra los ojos y piensa muy bien en el objeto que quieras atraer; dale a tu mente esa imagen, que eso es lo que quieres en tus manos.

 

Astoria siguió cada una de sus instrucciones tal como se las dijo. Ron observó como expulsaba el aire de sus pulmones lentamente, buscando de concentración para imaginar la varita que había puesto delante.

 

— Listo. —susurró lo bastante alto para que él pudiera escucharla.

 

— Bien. —animó—. Una vez que tengas eso en mente, reconcéntrate en tu magia. Siéntela. Siente como recorre todo tu cuerpo por dentro, como fluye en tu interior y trata de expulsarla; expúlsala por tus manos, concéntrala ahí. —dijo Ron tranquilamente, estimulando a Astoria para que continuara enfocada en la visualización de la varita y, sobre todo, en su magia, abstrayéndose de lo que la rodeaba—. Después, recita el hechizo.

 

— No puedo. —Astoria se quejó entre dientes, frunciendo el ceño al estar logrando su cometido.

 

— No te estreses, solo deja fluir tu magia. —consoló. Ron, al no poder sentir la magia contraria, volteó a su alrededor en busca de que algo estuviese levitando por accidente, pero solo contempló que todo seguía en su lugar y los únicos movimientos eran debido al viento. Regresó su vista a la chica. Vio como seguía arrugando cada vez más el entrecejo con el pasar de los minutos y la manera en la que sus hombros comenzaron a tensarse, poniendo sus brazos rígidos—. Tranquila, lo podemos seguir intentando-

 

¡Accio varita! —gritó Astoria. Ante eso, él rápidamente miró hacía la dirección de la varita y se extrañó al verla frente a ella todavía. Astoria chasqueó su lengua entre confundida y molesta. Por lo que, ambos, posaron sus ojos en las manos de ella. Ron no pudo contener la risa cuando Astoria mostró lo que había convocado, olvidándose totalmente de su dolor de cabeza—. ¡¿Qué es esto?! ¡Dije varita!

 

— Bueno, igual está muy bien. He visto que ellos rara vez pelean sin una varita, así que una pedrada los tomaría desprevenidos. —logró decir Ron en medio de fuertes carcajadas. Se quiso detener al ver la irritada mirada que ella le lanzó, pero no lo lograba—. Pero ¿por qué visualizaste una piedra? Era tu varita en lo que tenías que pensar.

 

— ¡No sé! —contestó molesta, arrogando la piedra sin dirección alguna—. No lo lograba, entonces me desconcentré y me puse a pensar en lo que dijiste que podías atraer si aprendía. —explicó mientras sacudía la cabeza. Después bufó con pesadez—. No volverá a suceder.

 

— No te agobies, no es algo a lo que estemos acostumbrados a hacer. —Ron le sonrió de una manera tranquilizadora, dejando por fin de reírse—. Se batalla, unos días más que otros, pero no es imposible. Solamente quiero enseñarte esto en caso de que se necesite.

 

Astoria sonrió, aunque asintió de mala gana—. ¿Puedo practicarlo yo solita?

 

— Sí, claro, nomás dile a tu esposo que esté contigo para evitar cualquier accidente.

 

— ¿Le enseñarías a Draco también?

 

— No lo sé… —respondió en un suspiró después de no saber que decirle—, lo haría si no estuviéramos como estamos. Sigue sin querer hablarme.

 

— ¿Tú quieres hablarle? —Astoria preguntó, observándolo cautelosamente. Claro, le hubiese gustado contestar, pero no sintió con las fuerzas necesarias para hacerlo, así que no contestó. Puso su varita sobre sus piernas mientras que su cuerpo se tensaba poco a poco.

 

Ron no encontraba la forma de hablarle a Draco. Antes de aceptar hacerle caso a Lucius, lo había intentado de diversas maneras, obteniendo únicamente los mismos resultados y le pesaba, porque realmente no quería permanecer más tiempo así. De una u otra manera, pensaba en lo rápido que había entrado al undécimo mes del año y en cómo, en cualquier instante, entrarían al duodécimo del mismo; y terminaba fastidiándolo al no querer llegar a las fechas decembrinas con esa actitud y ese ambiente tan inestable, incómodo e irritante. Sentía una fuerte presión al saber que debía actuar lo más pronto posible, pero ni siquiera sabía cómo.

 

Tanto era el caos que se creó y no encontraba una forma de arreglarlo.

 

— He estado buscando excusas para acercarme sin que me ignore o termine por romperme el cuello, pero al final no me resultan tan buenas. —finalmente contestó y se encogió avergonzado en su lugar. Quiso apartar su vista al ver que Astoria había borrado todo signo de diversión o molestia de su rostro y ahora solamente reflejaba una increíble seriedad que lo terminó abrumando. Pero no lo hizo. Le sostuvo la mirada lo mejor que pudo y sin mostrar ningún indicio de angustia.

 

— ¿Sabías que Draco no tenía amigos?

 

— ¿Cómo qué no? —cuestionó Ron desconcertado. Si bien Draco no se caracterizaba por su buen carácter, recordaba perfectamente a las personas que lo rodeaban y con las que siempre estaba. Crabbe y Goyle eran unas de esas tantas, todo el tiempo detrás del menor, pegados a sus espaldas como sus fieles guardianes; y el que no hubiesen entablado una amistad en ese tiempo, le parecía hasta absurdo de pensarlo.

 

— Tenía seguidores. Nadie había querido ver más allá de la figura que él se autoimpuso y entonces… —negó sacudiendo la cabeza—. Sé la historia de ustedes, esa historia de disputa que arrastraban, Draco me la contó. Y fue impresionante como supieron dejar todo eso de lado, dándose cierta oportunidad dentro todo esto y convirtiéndose en amigos.

 

— Amigos… —murmuró para sí mismo. Sintió un calor cálido recorrerle el pecho. Ron consideraba lo que tenía con Draco una amistad, no había modo de que contradijera esa cuestión, pero ellos nunca hablaron de ello o le llamaron de ese modo. Fue como si hubiese estado claro con el pasar de los días, cayendo en ellos con esa simpleza, que no les dio ni siquiera para oponerse a aquello que entablaron. Y, el que alguien más lo dijera, solo lo afirmaba dicha amistad—. Pues había días que me insultaba muy feo, no creo que eso sea de muy «amigos» que digamos.

 

— Lo son, quieran admitirlo o no. —sentenció Astoria mientras rodaba los ojos—. Draco te aprecia, Ron, te has convertido en un amigo para él, al igual que él para ti. —dijo con suavidad, viéndolo afectuosamente—. ¿Cómo piensan arreglarse si no quieren entablar una conversación? Porque ni él sabe tu parte de la historia, ni tú sabes que lo motivó a actuar de la manera en la que lo hizo.

 

— ¿Y golpearme fue lo mejor que se le pudo ocurrir? —preguntó con fastidio. Un escalofrío le recorrió toda la espalda al rememorar ese día, más alejó ese pensar rápidamente. Los grandes hematomas que aún eran visibles en su cuerpo, eran suficiente recordatorio de lo sucedido como para que todavía estuviese recapitulándolo en aquellos instantes.

 

— No lo justifico, estuvo mal lo que hizo y como te trató, pero… —suspiró al mismo tiempo que negaba—. Han sido días muy difíciles para Draco, llenos de estrés, todo se le salió de control de un momento a otro y, supongo, que enterarse de la relación de su padre y su amigo era lo último que ocupaba para explotar.

 

No pudo evitar la mueca arrepentida que se dibujó en su rostro. No había reparado de en ello, por más que sabía de las cargas que Draco tenía sobre sus hombros, no consideró posible que su relación fuese a afectarlo aún más de lo que ya se encontraba. En realidad, estaba más que claro que no había meditado en nada de lo pudiese pasar si finalmente se enteraba.

 

— ¿Le preguntaste como lo supo?

 

— No, pero sé que sospechaba que algo pasaba entre ustedes desde hace tiempo. Aunque se creó una idea… muy estúpida si me preguntas. —Ron la miró interrogante, buscando que continuara hablando sobre aquella idea que Draco se formuló. Astoria pareció entenderlo, porque se removió incómoda en su sitio y se aclaró la garganta—. Al principio, creía que el señor Malfoy te veía como un hijo y que contigo limpiaba sus culpas.

 

Ron boqueó varias veces, balbuceando, en un intento de que algo coherente saliera de sus labios. Sintió ruborizarse con fuerza, el calor en su rostro lo sentía tan intenso que le fue imposible no llevar sus manos a su cara y cubrirse con ellas, cerrando los ojos en el proceso. Se preguntó como demonios Draco pudo haber llegado a esa increíble conclusión si Lucius nunca lo trató más allá de la indiferencia, cuando el menor estuvo cerca de ellos.

 

— Ay, no… —se lamentó totalmente abochornado y sin quitar las manos de su rostro, ocultándose de Astoria. Pensó en como Draco a veces podía ser un completo idiota que, todavía, se atrevía a alardear de su inteligencia

 

Síp. —Astoria rio de manera nerviosa—. A veces Draco me sorprende. Cualquiera, con dos dedos de frente, se hubiera dado cuenta de lo que pasaba entre ustedes dos.

 

— Claro que tenías que saberlo… — Ron lloriqueó falsamente al mismo tiempo que bajaba las manos hasta sus mejillas para poder ver a la chica. Le hubiese gustado sorprenderse de ella lo supiera, sin embargo, no había manera de hacerlo. Si Draco se había enterado por un descuido de ellos, entonces Astoria con lo curiosa y entrometida que era fácilmente pudo haber descubierto aquello que él mantenía con Lucius.

 

— Obvio. —sonriente, encogió sus hombros—. Soy muy observadora, tontuelo. Todo pasa por mí.

 

— ¿Por qué nunca mencionaste algo?

 

— ¿Tenía caso que lo hiciera? —Astoria vaciló por unos segundos después de su propia pregunta—. Bueno, te seré sincera, sí lo pensé. Hubo ciertas cosas que me inquietaron un poco, pero cuando las descarté, los dejé disfrutar de los placeres de la vida.

 

— ¿Qué te inquietó? —cuestionó confundido. Por más que aún se sintiese bastante avergonzado, quitó sus manos de sus mejillas y se cruzó de brazos para verla desorientado—. No tenías porque, creo.

 

— Nada que importe ahora. —habló rápidamente, sacudiendo una de sus manos restándole importancia a su pregunta. Justo cuando iba a pedir que le respondiera, Astoria sonrió ampliamente logrando que se detuviera y la dejó tomar la palabra—. Mejor dime, ¿no se siente genial ser su padrastro?

 

— ¡Astoria! —regañó Ron escandalizado. Volvió a sentir como el sofocante rubor subía con intensidad a todo rostro—. ¡¿Cómo puedes decir tal ocurrencia?!

 

— Ay, Ron, no te hagas el espantado ahora. —dijo Astoria entre sonoras carcajadas, luciendo bastante divertida por aquel comentario—. Prácticamente, eso eres… ¡tienes un hijo de tu misma edad!

 

— Claro que no, no digas eso otra vez. —negó con total espanto, queriendo hacerla callar—. Podría, podría verlo de muchas formas, pero nunca como un hijo. Qué horror. No. Nope.Me niego.

 

Ron estaba dispuesto a armar un alboroto si Astoria decidía continuar con ese tipo de comentarios. No podía soltarse a reír tan alegremente, como lo hacía la chica, porque para él no tenían nada de graciosos y comenzó a rogar para que no se le ocurriese decir algún comentario como esos delante de los Malfoy o la terminará transformando en un sapo.

 

— Habla con él, Ron. —le susurró.  La juguetona risa de Astoria se fue apagando lentamente hasta que no quedo nada de ella, más que una sonrisa totalmente enternecida sobre su rostro—. Hay que buscar los rayos de sol en estos tiempos desafortunados y no intensificar la oscuridad.

 

— Lo sé. —aceptó sonriéndole sereno. Después de todo el bochornoso escándalo, de alguna manera, repentinamente se sintió bastante plácido, igual a haberse quitado la pesadumbre que lo acompañaba desde aquel día. Tal vez, el que alguien le diese ánimos para solucionar esa adversa situación de una vez por todas, le logró transmitir esa sensación—. Solucionaremos esto en cualquier momento, ya lo verás.

 

— Sé que así será.

 

Con una sonrisa, Ron desvió la mirada de la chica y contempló de nuevo el paisaje, justo como antes de enfrascarse conversando con Astoria. Envolviéndose en aquellos cálidos y otoñales colores, se dedicó a escuchar los sonidos que llegaran a él, sin llegar a cerrar los ojos está vez. Conforme los minutos morían, era consciente de que el ruido del bosque se escuchaba más y más lejano. Fuera, todo pasaba como una simple exhalación. Aspiró el agradable aroma que los rodeaba, llegándole aquel distintivo olor a humedad dedicado a los días lluviosos. Dirigió su vista al cielo, confundiéndose al notar que esté se encontraba totalmente despejado; al parecer, habían tenido suerte de que no lloviera en el tiempo que habían salido a entrenar e imaginó en lo que se ensuciarían si salían con todo el lugar encharcado. Probablemente tendrían que buscar un lugar adentro para seguirse preparando de ahora en adelante.

 

Regresó su mirada a los árboles, suspirando, mientras continuaba en su relajado momento. Oyendo y deleitándose, más alegre que antes, con los arrullos que el boscoso lugar decidía por cantar.

 

Entonces escuchó aquella voz.

 

Se quedó inmóvil por unos instantes, esperando volver a escucharla. Pero, al no hacerlo, creyó que fue su imaginación. Hasta que, a lo lejos, escuchó nuevamente aquel murmullo que no pertenecía a ninguna acústica del bosque.

 

— Ron, ¿qué te parece si entramos? —preguntó Astoria de repente, pero animada—. Sé que es más temprano que los otros días, pero muero por un refrigerio. Creo que hay algunos dulces en la alacena y los quiero antes que Draco se los acabe.

 

— Sí… —respondió Ron distraído, buscando insistente de donde había salido aquel susurro—. ¿Escuchaste eso?

 

— No. —Astoria soltó un quejido al darse un impulso para levantarse del suelo—. Debió ser tu imaginación.

 

Ron dejó de buscar y volteó a su dirección—. Yo escuché-

 

— O el viento o algún animal. —lo interrumpió mientras se sacudía las hierbas que habían quedado prendadas a su ropa. Ron asintió sin discutir más, dándole la razón al sentirlo lógico y sacudió la cabeza para olvidarse del tema—. Anda vamos, te comparto de los chocolates.

 

— Pido el más grande. —dijo Ron contento al mismo tiempo que tomaba su varita con una de sus manos y se levantaba de un salto.

 

— Si llegas antes que yo, sí.

 

Sonriendo, se echaron a correr por todo el tramo que los alejaba de la casa. Ambos siguiéndose la carrera entre gritos y risas, persiguiéndose. Las hojas y el pasto tronaban fuertemente con cada pisada que le arremetían con ímpetu. Quien los hubiese visto en ese momento, hubiera creído que se trataba de unos simples niños divirtiéndose en una de las tantas tardes de otoño.

 

De repente, Ron dejó de correr. Astoria aprovechó su distracción para entrar a la casa con suma rapidez mientras que él se había detenido en la entrada. En ese momento, reapareció aquel murmullo en el aire, pero esa vez llegó a sus oídos como si se hubiera dicho con más fuerza, con más claridad, tal vez como un lejano grito. Giró la cabeza de nuevo al bosque a ver si divisaba algo.

 

Pero no había nadie.

 

Se volvió hacía la casa y entró algo asustado, cerrando y asegurando la puerta tras de sí. Después se dirigió a la cocina, meditando sobre lo que pudo haber escuchado susurrarse entre la gran y espesa arboleada.

 

Se inquietó cuando algo le decía que fue como haber escuchado su nombre.

Notas finales:

*1 Confundus: Hace que el que es apuntado con la varita se confunda.

*2 Locomotor Morti: Junta las piernas de la víctima haciendo que esta caiga.

*3 Everte Statum: Golpea al oponente fuertemente haciendo que este vuele por los aires.

*4 Petrificus Totalus: Petrifica totalmente al oponente permitiendo al usuario atacarlo con facilidad.

*5 Expelliarmus: Hechizo que sirve para desarmar al oponente.

*6 Protego: Protege de hechizos y encantamientos. No protege contra maldiciones imperdonables. En ocasiones, puede rebotar ataques.

*7 Impedimenta: Anula el hechizo del oponente e impide que lo lance. También puede impedir que el que es apuntado por una varita haga una acción que vaya a hacer.

*8 Flipendo: Golpea al oponente y lo aturde, pero de forma no muy potente. También es utilizado para empujar objetos.

Los hechizos los saqué de aquí.

¿Creen que Ron ya se esté volviendo loco? Anda escuchando cositas, uy.

¡Espero que les haya gustado este capítulo!

¡Díganme que les pareció! Estaría muy agradecida y me motivaría a subir el resto de la historia. Si hay alguna falta de ortografía, una disculpa de antemano.

¡Nos leemos! ♥


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