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The beautiful boy and the beast por OldBear

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Parte 5.

En un parpadeo las horas se convirtieron en días y los días se volvieron semanas. Y así, en solo un par de semanas, quien fuera rey alguna vez de aquellas tierras tuvo una revelación.

El manto blanco que cubría el castillo se esparcía alrededor de ellos. Aun a pesar del frio de aquella noche y de que la chimenea del salón de lectura era atrayente, Harry tuvo deseos de dirigirse a los jardines y sentarse en el frio banco que estaba junto a la fuente.

Severus había decidido acompañarle con la excusa de que no era prudente que Harry estuviese solo en el frio, aunque realmente se debía a que disfrutaba demasiado de la compañía del otro, y algo en su interior le gritaba que aquella compañía pronto terminaría.

Aun con el grueso abrigo que le cubría el omega tenía el rostro coloreado por el frio, pero eso no le impedía seguir hablando o riendo.

En aquel corto tiempo que habían compartido fue suficiente para conocerse el uno al otro. Harry se enteró por los objetos de que el rey había estado casado, pero que su esposa murió durante la maldición. Aunque ninguno quiso comentarle el por qué nadie parecía estar demasiado apenado por la muerte de Helena. En parte también pudo enterarse de lo que sucedió con los antiguos reyes y, aunque le era extraño pensarlo, también comprobó que aquella bestia tenía más humanidad que muchos que había conocido y, que aun en su condición de alfa y omega, jamás le veía como alguien inferior.

El rey, por su parte, pudo ver que fuera de las puertas de su castillo los omegas no eran tratados como debería, y aquello era una pena, pues pensaba que Harry podría hacer grandes cosas si se le diera la oportunidad; lo veía demasiado brillante para ser solo el omega de cualquier alfa.

Instauraron una rutina sin proponérselo, en donde ambos tomaban juntos las comidas y hablaban largamente durante ellas. Harry solía pasar las mañanas junto a las tazas y a la tetera, con quiénes había hecho una rápida amistad. Las tardes las pasaba junto a la bestia, leyéndolo aquellos párrafos que la maldición no le permitía volver a disfrutar.

Ninguno supo en qué momento los paseos alrededor del castillo se volvieron parte de sus días, pero lo hicieron. A veces Severus rememoraba los poemas que recordaba, y los recitaba con una secreta dedicatoria a su acompañante. Otras veces solo caminaban y hablaban de trivialidades, cosas tan banales de las que el rey nunca pensó llegar a disfrutar, hasta que conoció a Harry.

Y eran de esas cosas triviales de las que hablaban sentados en aquel banco mientras caía la noche.

Severus vio un ligero temblor atravesar el cuerpo de Harry, quien le sonreía abiertamente mientras hablaba. Él no tenía frio, su pelaje era suficiente para mantenerlo caliente aun con el ligero abrigo que llevaba. Tuvo un fugaz pensamiento que le pareció ridículo al instante, pero el cual no pudo deshacer por completo. Harry vio la duda en sus ojos y preguntó - ¿He dicho algo incorrecto?

No supo por que aquella frase le ayudó a aceptar su idea, pero la bestia negó y con un tímido pero firme movimiento acercó al más joven a su cuerpo, envolviéndole suavemente en un ligero abrazo.

-Solo me pareció que estabas temblando, y no sería algo prudente que te enfermes.

Esperó el momento en que Harry se alejara de su abrazo, pues pensó que quizás era demasiado contacto para el más joven. Después de todo, estaba abrazando a un monstruo. Pero contrario a sus pensamientos el omega dejó caer todo su peso sobre él, y posó una de sus delicadas manos en el pecho de Severus, profundizando aquel acto.

-No soy de cristal, puedes abrazarme sin tanto miedo.

En aquel abrazo tan apretado respiró con deleite el olor a vainilla de aquel omega. Cuando deseó jamás volver a tener a nadie más entre sus brazos que no fuera Harry supo que se había enamorado total y perdidamente; y eso era un hecho innegable.

Pero sabía que algo estaba molestando a Harry, pues su rostro perdía cierto grado de felicidad cuando parecía estar pensando en algo.

- ¿Sucede algo malo?

-Solo extraño a mi padre, se me hace imposible no pensar en él.

-Él no es tu verdadero padre, ¿estoy en lo cierto?

Harry negó suavemente, perdiendo su vista a lo lejos. Recordaba muy poco a sus padres biológicos, Sirius siempre le contaba historias de ellos pero no le quedaba ni una foto. Todo lo que había tenido en aquella vida era a su padrino.

- Realmente es mi padrino. Me tomó bajo su cuidado cuando mis padres fallecieron, hace mucho, cuando era un niño. Desde entonces solo hemos sido él y yo.

La bestia le miró, el omega lucia triste y él no podía aguantar verlo de aquella forma. Porque él no podía ver triste a la persona que... amaba.

- ¿Te gustaría verlo?

- ¿Es eso posible?

Con un leve asentimiento y una seña la bestia le pidió que le siguiera hacia el interior del castillo. Harry supo que se dirigían al ala oeste, específicamente a la habitación prohibida, en la cual se encontraba aquella flor protegida por la cúpula. Aunque quiso, su curiosidad del ganó y no pudo evitar fijarse en ella. Había perdido casi todos sus pétalos y tan solo quedaban dos. Seguía sin entender que significado tendría para estar tan recelosamente resguardada, pero Severus captó su atención dándole un hermoso espejo con un mango y bordes de oro, indicándole que era la forma de ver a Sirius.

-Solo necesitas pedirle lo que quieres ver y el espejo te lo concederá.

Asintió comprendiendo, antes de mirarse en el espejo y decir las palabras necesarias: -Muéstrame a mi padre.

El espejo tornose en una imagen espeluznante. Con horror y confusión, Harry pudo ver como su padre estaba siendo acusado de locura y demencia por los aldeanos apostados en la taberna.

-Mi padre no está loco, ¡lo están lastimando!

La desesperación le envolvió, no podía dejar que le hicieran aquello a su padre. Tembló ligeramente ante la idea de que Siriuss estuviese encerrado en un hospital mental, y Severus notó su desasosiego, sabiendo que, aunque le doliera, tendría que hacer lo correcto.

-Ve y ayúdalo.

Harry se giró al oír aquellas palabras. Severus lo veía con seriedad y la pequeña silueta de una sonrisa se dibujaba en su bestial rostro.

- ¿Qué...?-dudó, si aquello era real significaba que le estaba librando del encierro. Lo dejaría ir.

-Él te necesita-dijo con cierto pesar en su voz-llévate el espejo, así podrías volver a verme algún día.

No quería dejarlo ir, pues sabía que Harry nunca volvería con él. Era un hecho que inmediatamente el omega se viera libre de su confinamiento jamás volvería al castillo, sintiéndose libre de aquella bestia.

Harry sonrió ante aquella muestra de afecto, y más por el regalo del espejo. Le abrazó por un segundo, un segundo que desconcertó al rey de aquel pueblo como nada había hecho antes, y sin perder más tiempo cruzó el salón hasta llegar a las escaleras, descendió rápidamente y no detuvo su carrera hasta llegar a su fiel caballo y emprender hacia el pueblo.

Severus se quedó inmóvil, de pie en el mismo lugar en que el omega le abrazó, viéndolo partir en su caballo hasta donde su vista alcanzó. Sentía el cálido abrazo del muchacho envolviéndole, llenándole de vida. Nunca un simple gesto como aquel le había producido tanta alegría y dolor al mismo tiempo; pues estaba casi seguro que sería el primer y último abrazo de aquel al que había comenzado a amar.

Y ahora estaba solo. Él, que siempre creyó tenerlo todo. Él, que pensó era dueño de su destino y que no necesitaba del amor. Él, que solo se casó para llenar un requisito de la corona, pero que nunca creyó que necesitara de alguien para ser feliz. Y ahora que a su corazón llegaba la verdad, era absolutamente tarde.

Y ahora aun cuando cerraba los ojos seguía viendo la sonrisa de Harry; porque sin darse cuenta le dejó entrar a su corazón y era algo con lo que ya no podía luchar.

Y era un hecho de que jamás podría olvidarse de aquel omega, aun cuando el joven se alejara de él. Estaba seguro de que ya nunca lo volvería a ver y que aquellos recuerdos le atormentarían, pues era lo único que le quedaba.

Y quizás lo único que podría hacer seria esperarlo, mirar por la ventana desde la soledad de su torre y soñar con que el regresaría y que estarían juntos por siempre, pero sería algo inútil.

Lo único que duraría por siempre seria su amor por Harry y su eterna soledad, porque era un hecho que alguien tan hermoso como él jamás se enamoraría de un monstruo.

.......................................

Ni el cansancio de haber cabalgado sin parar, ni la suciedad que el bosque había dejado en su ropa mermaron su preocupación al ver a su padre siendo empujado hacia el carruaje que le llevaría hasta el hospital mental.

Una parte de aquella muchedumbre lucia genuinamente preocupado por el viejo alfa, pero la otra parecía disfrutarlo mientras empinaban tarros de cerveza sobre sus cabezas.

Encabezando todo aquella conmoción se encontraba Riddle, quien se inclinaba sobre Sirius para susurrarle algo al oído, pero el alfa negaba fervientemente a las peticiones que el mozo de aquel pueblo le pedía para su liberación.

Riddle le susurraba que le impusiera a Harry casarse con él, y a cambio obtendría su liberación, pero Sirius jamás forzaría a su hijo a casarse con un ser tan despreciable como Tomás, y preferiría ser encerrado.

Solo le tomó un segundo a Harry bajarse del caballo y hacerse un espacio entre todos mientras gritaba que dejaran a su padre en paz. Llegó hasta él y se arrodilló a su lado, asegurándose de que no le hubiesen lastimado. Sirius, entre tanta conmoción, no podía creer que Harry estuviese liberado de la bestia.

- ¡Dejen a mi padre! ¡Él no está loco!

Los aldeanos reían ante aquello y Riddle se acercó a él manteniendo toda su galantería intacta.

-Está delirando, dice que hay una bestia que vive en un castillo mágico. Necesita ser encerrado para que puedan darle los mejores tratamientos. -El malvado alfa se acercó al oído de Harry, para que sus próximas palabras solo las pudiera escuchar el omega. - Pero si te casas conmigo... podría ayudar a que no encierren a tu padre.

Harry entrecerró los ojos, entendiendo que todo había sido un vil plan de Riddle para obligarle a estar con él. Sintió la rabia crecer en su interior, indignado por el hecho de que Riddle lo tratara como un objeto al cual podía obtener a su antojo, sin importar a quienes perjudicara a su paso.

Apretó el espejo mágico entre sus manos, sabiendo que solo podría convencer a los aldeanos de que su padre no estaba loco si les enseñaba a la bestia.

-Mi padre dice la verdad, -miró el espejo con un suspiro, -muéstrame a la bestia.

En la imagen del espejo apareció la bestia del castillo, y todos los aldeanos temieron ante aquella horrible imagen, asustados por un monstruo tan temible.

- ¡Es un monstruo!

- ¡Va a matarnos!

- ¡Vendrá por nosotros!

- ¡No! - gritó Harry, llamando la atención de todos los moradores. No podía permitir que creyeran que Severus era una amenaza- No deben de temer. Es una buena persona. Es hermoso cuando lo conocen y no haría nada malo.

Riddle apretó los puños sintiendo su rabia arder. No podía permitir que Harry hablara de esa forma, que defendiera de una forma tan ferviente a otro que no fuera él. Se suponía que los omegas solo debían velar por la seguridad de sus alfas, y Riddle sabía que él era el alfa de Harry y no aquella bestia.

Le arrebató el espejo de las manos y comenzó a mostrárselos a todos, sabía exactamente las palabras que debía utilizar.

-Le ha lavado el cerebro a Harry. ¡La bestia es mala! Nos matará y se llevará a nuestros niños. ¡No habrá quien lo pare! Debemos deshacernos de ella ahora que no sabe de nosotros antes de que sea muy tarde.

No hubo suplica que diera resultado por parte de Harry. Riddle consiguió que unos hombres le ayudaran a encerrar al omega y a su padre en el carruaje para que no molestaran mientras el pueblo se armaba de antorchas y armas para ir a pelear. Los alfas y betas tomaron sus caballos, dispuestos a defender a su pueblo y acabar con el monstruoso ser aquella misma noche. Antes de montar su caballo y dirigir a aquella horda furiosa, Tomás se acercó al carruaje y, a través de los barrotes de la portezuela que no dejaba salir al omega, sonrió.

-Cuando acabe con la bestia te haré mi esposo, y será esta misma noche.

La muchedumbre partió elevando las antorchas y bramando al cielo contra el monstruo al que darían muerte. Acabarían con aquello que osara perturbar la tranquilidad de su pueblo y de sus vidas; todo lo diferente a ellos debía perecer.

Los intentos de Harry y Sirius por abrir la carroza al quedarse solos fueron infructuosos, pero en un instante la puerta cedió, y vieron que el maestro Lupin se había quedado rezagado del grupo para abrirles. Había llegado justo a tiempo cuando ambos eran encerrados en el carruaje.

-Deben huir de aquí antes de que vuelvan-les dijo el maestro, preocupado. -Puedo ver que Riddle no tiene buenas intenciones contigo, Harry.

Harry negó con ferocidad, no podía huir con su padre en aquel momento, Severus le necesitaba y no pensaba dejarle solo.

-Severus me necesita en el castillo, debo ayudarle.

Sirius estaba reacio a dejarle partir a aquel castillo al encuentro, nuevamente, de la bestia. Le tomó de la mano, preocupado por su hijo, y le revisó a conciencia de que aquel monstruo le hubiese lastimado.

- ¿Por qué quieres ayudarlo Harry? Es una bestia, te encerró. Tuviste suerte de que lograste escapar.

-No me escapé papá, él me dejo ir cuando vio que necesitabas mi ayuda. Es alguien bueno y necesito ayudarlo. Él solo... se sentía triste y por eso actuaba así. Necesito ir.

Sirius apretó los labios viendo dentro de los ojos de su hijo. Su hijo, aquel que había acogido luego de la muerte de sus más grandes amigos. Harry había crecido tanto bajo sus ojos y cuidado, y aun así no podía evitar verlo como su pequeño niño. Pero no, su Harry era un omega valiente y decidido y él debía de entender aquello. Con pesar soltó la mano de su hijo y lo vio dar media vuelta para llegar hasta Hedwig y montarlo.

El alfa solo sintió el brazo del beta a su lado, que le rodeaba con timidez para darle el consuelo y valor que necesitaba. En ese momento solo rezaba que su hijo se mantuviese a salvo.

.............................

Los objetos del castillo habían observado por los grandes ventanales el avance del pueblo. Sabían, juzgando por las antorchas y los gritos enfurecidos, que aquella aglomeración no precedía nada bueno: al parecer todos venían a matar a la bestia y a los seres mágicos vivientes.

- ¿Qué haremos ahora? -se preguntaba Narcisa, quien había bajado con esfuerzo las escaleras para reunirse con los demás.

Ninguna tenia las fuerzas para hablar, tan preocupados como estaban. Probablemente aquella seria su última noche pues a la rosa le quedaban pocos pétalos, y su única esperanza se había marchado para ayudar a su padre. y, aunque algunos tenían fe en que Harry regresaría, cada vez aquella esperanza se veía mas lejana. Dumbledore miró a sus compañeros y sacudió su pequeño cuerpo, puso todo su esfuerzo en subirse a una mesa y quedar por encima de la gran mayoría, era su momento de actuar.

-Pelearemos mis valientes, defenderemos nuestro castillo con fuerza y fiereza. Señora Weasley, dirija a todos los de la cocina. Narcisa, mantén a todos los niños seguros en tus cajones. Lucius, dirige a los de limpieza y aseo y a las cortinas. La señora McGonagall y yo nos encargaremos de los demás.

El pueblo no tardó en llegar a la entrada de aquel lugar y la batalla inició en cuanto cruzaron las puertas dobles. Los pueblerinos no sabían de dónde venían los ataques pues no habían estado preparados para aquello. Las tazas volaban sobre la cabeza de todos, derramando líquidos calientes para hacerlos resbalar o cubrirse los ojos. Los cuchillos y tenedores se clavaban en las pantorrillas, las cortinas y sabanas los envolvían. Lucius quemaba los zapatos de todos los que encontraba a su paso mientras que la señora McGonagall dirigía al resto. Ninguna antorcha era eficaz, pues los objetos en su mayoría eran tan pequeños o agiles, que les era muy difícil atinarles.

Los pueblerinos salieron despavoridos sin entender por completo lo que sucedía. Para cuando Harry llegó tuvo que desmontarse de Hedwig cuando vio que no podría atravesar en el caballo aquella oleada de personas, y prefirió subirse a los muros que conducían hasta el castillo.

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Mientras el pueblo luchaba con los objetos Riddle había sido capaz de dejarlos atrás y adentrarse entre los pasillos del castillo con un objetivo en mente: la bestia.

Su instinto de cazador le indicó el camino a través de los pasillos y los recorrió con total seguridad hacia su destino. Atravesó fácilmente la vacía ala oeste y logró dar con el terrible monstruo solo en una de las habitaciones, y sonrió por su buena suerte.

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Desde lo alto de su torre la bestia podía escuchar el estruendo de la lucha que ocurría en los pisos inferiores. No lograba comprender por qué sus sirvientes no se habían escondido y permitido que los aldeanos llegaran hasta él y cumplieran su objetivo. Él, de todas formas, no opondría resistencia. ¿Para qué? ¿De qué le servía luchar si estaba destinado a ser un ser tan horroroso? Un monstruo, una bestia por toda la eternidad. Y más aún cuando tuvo el amor tan cerca, al alcance de su mano, y se le desvaneció como agua entre los dedos.

Había llegado a amar a Harry, pero estaba seguro de que el omega no le amaba, y que tampoco volvería a él.

Sin la necesidad de girarse sintió que alguien entró a su habitación, de forma lenta, creyendo que no había captado su atención. Severus le permitió llegar hasta él sin mover un musculo pues, si la muerte era la forma de librarse de aquel dolor que sentía en el pecho, la recibiría con gusto.

-Te metiste con mi omega, bestia, y ahora lo pagarás.

Y así, resignado, recibió la primera estocada de Riddle.

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Harry subió de forma desesperadas las escaleras que le conducían hasta la sala oeste sabiendo que ahí encontraría a Severus. Ignoró a los aldeanos y objetos que aun peleaban en el castillo, sabiendo que Riddle no perdería tiempo antes de atacar a su presa principal. Las puertas de la habitación estaban abiertas de par en par y, al entrar, el terror le inundó cuando vio como Severus estaba tendido en el suelo, doblado seguramente por el dolor; mientras que Riddle se alzaba sobre él levantando una daga dispuesto a darle la estocada que finalizaría con su vida.

- ¡Severus! -gritó con desespero, deseando que su voz fuera lo suficientemente fuerte para que la bestia le escuchara. - ¡Severus estoy aquí!

Y su voz fue suficiente.

Incrédulo Severus levantó el rostro y vio a Harry de pie en la puerta con angustia en su mirada. Aquel grito también desconcentró a Riddle, quien enfureció al ver como el omega que era suyo llamaba a una bestia tan horrenda.

- ¡No te des por vencido!

Un sentimiento indescriptible se aferró al corazón de Severus. Harry había regresado, no le había abandonado. ¡Había vuelto con él! ¡Había vuelto por él! La esperanza de que su amor fuera correspondido le embriagó por completo. Ya ni siquiera necesitaba volver a ser humano, solo el hecho de que Harry se preocupara por él era lo suficiente para hacerle feliz.

Aun con la herida de la daga puso todo su esfuerzo en ponerse de pie, empujando con fuerza al alfa que pensaba darle muerte.

Riddle se aferró a él y lo haló. Aquella fuerza provocó que ambos cayeran en el adarve. Si bien la bestia era mucho más fuerte, tenía la desventaja de estar herido, y Riddle seguía infligiendo pequeñas heridas mientras evitaba las garras de Severus. Harry miró con desesperación a todos lados, intentando encontrar algo y lo hizo en unas piedras de aquella destruida habitación. Con puntería acertó a darle a Tomás, dándole tiempo a Severus de que se levantara y colocara en una mejor posición.

- ¡Debes apoyarme a mí! -le gritó Riddle mientras presionaba el lugar en su cabeza donde había golpeado la piedra. Desde su posición le apuntó a Harry con el cuchillo, mirándole con furia. -No debes ayudar a esa bestia. ¡Eres mi omega!

- ¡Yo jamás seré tuyo!

Volvió a lanzar otra piedra, pero falló gracias a que el alfa la esquivó.

- ¡Lo serás aunque tenga que obligarte! ¡Lo mataré antes de hacerte mío!

-Nunca tocaras a Harry. -gritó Severus empujando a Riddle, enojado por la amenaza dirigida al omega.

Severus respiraba con cierta dificultad por la herida en su pecho, y se movía torpemente. Harry cruzó el puente entre los torreones, intentando llegar a ellos. La pelea de los dos alfas les había llevado hasta la mitad del adarve, pero aquel sitio parecía estar cediendo bajo el peso de aquello. El suelo bajo sus pies se desplomaría en cualquier momento pero ninguno estaba plenamente consciente de eso.

En un descuido Riddle logró clavar su daga en el abdomen de la bestia. Harry gritó, pero su grito fue ahogado por el sonido del suelo resquebrajándose bajo ellos. Riddle iba a finalizar su trabajo con una última estocada, pero Harry arrojó la última piedra que traía con la suficiente fuerza para desconcertar al hombre y hacerlo trastabillar, pisando en lugares indebidos donde el suelo estaba debilitado, provocando que no tuviese lugar al cual aferrase; y Riddle cayó al vacío.

Harry logró llegar al lado de Severus y tirar de él hasta el torreón para alejarlo de aquella caída.

La bestia se movía torpe y tambaleante, hasta que su cuerpo cayó en el suelo luego de unos cuantos pasos. Estaba seguro del barranco, pero no de la muerte que las heridas producidas por Riddle iban a provocar. Sus heridas eran demasiado profundas y la sangre brotaba de ella sin contención. Harry estaba a su lado, de rodillas en un charco carmesí. Severus respiraba pausado y con dificultad.

- Regresaste... por mí.

Severus hablaba lento, como si cada palabra dicha le arrebatara la poca vida que le quedaba. Harry acarició su rostro, pasando sus manos por el suave pelaje que lo cubría.

-Por supuesto que regresé por ti, y esta vez no volveremos a separarnos.

-No creo que eso pueda ser posible, Harry. Lo siento.

Severus hizo una mueca de dolor y, por primera vez, Harry lloró, rompiendo su propia promesa de que jamás lloraría. La bestia buscó con debilidad la mano de Harry, queriendo sentirlo por última vez.

-Por favor Severus, resiste un poco más. Iré a pedir ayuda.

-No te preocupes, ya no importa, estoy feliz solo con saber que volviste a mí.

-Siempre volveré a ti Severus, siempre. Porque yo...

Severus cerró los ojos antes de que Harry pudiese completar su frase. Parecía haber exhalado el último aliento, y el omega apretó con fuerza la mano de aquel ser. Al otro lado de la estancia la flor encerrada dentro de la cúpula de cristal perdía su último pétalo. Aquel pétalo se desprendió y recorrió un camino corto en zigzag hasta la base de la mesa en donde estaba. Pero, antes de tocarla, la súplica de un omega llenó aquella habitación.

-No me dejes, por favor. Yo te amo.

El pétalo tocó la mesa, completando así la última caída; pero las palabras habían sido dichas, y la maldición debía romperse.

La nieve perpetúa que caía sobre el castillo se hizo más intensa y pesada y una neblina espesa se hizo presente alrededor de todo. Uno a uno los habitantes del castillo fueron envueltos en ella, sin poder escapar.

Harry abrazó con fuerza el cuerpo de Severus, llorando sin consuelo sobre él. Juntó su rostro con el de él. No le importaba lo que era, no le importaba como se veía, él lo amaba con todo su ser. Sus lágrimas bañaban su rostro mientras deseaba poder haber hecho algo más para salvarlo.

Mientras seguía abrazándolo, dispuesto a no soltar aquel cuerpo inerte, sintió un frio inhumano envolver el cuerpo de su amado. De aquella neblina que envolvía a la bestia emergió un halo de luz desde distintas partes que le obligó a retroceder, pues la luz molestó sus ojos.

Y, dentro de aquella neblina, el pelaje que cubría el cuerpo del rey se esfumó. Sus garras y patas se tornaron en las manos y pies de un humano; perdió sus cuernos y sus colmillos. Ya no era una bestia.

Harry necesitó parpadear varias veces hasta comprender lo que sucedía. Frente a él ya no estaba la bestia, sino un hombre alto, cuyo pelo oscuro caía sobre sus hombros y lo miraba con ansiedad. Aquel era Severus, lo sabía, esos ojos eran los mismos que le vieron aquellas semanas. Eran los ojos del ser del que se había enamorado.

-Severus, ¿eres tú?

-Harry.

Quien fuera una bestia anteriormente le abrazó, sujetando con fuerza aquel omega que le salvó en todos los sentidos. Harry se hundió en aquellos brazos cuando la realidad de que su amado estaba vivo le inundó.

-Me amaste a pesar de ser un monstruo. -susurró cerca del rostro del Omega, sintiéndose en un sueño.

-Nunca fuiste un monstruo Severus, nunca lo fuiste.

Sus rostros estaban tan cerca que sentían el aliento cálido del otro. Severus dudó un segundo cuando un pensamiento le inundó. Sin saber si aquello era realmente correcto, si debía pasar aquella línea: moría por besar a Harry.

Pero no necesitó dudarlo demasiado, pues Harry leyó la duda de sus ojos y acortó la distancia entre ellos, besándole.

Para el rey todo había dejado de existir, la vida se resumió en aquel beso. Una de sus manos descansó en la cintura de Harry y la otra se enredó en su cabello. Libre de aquellas garras podía acariciarlo sin temor a lastimarlo, libre de aquel monstruoso cuerpo podía abrazarlo sin problemas, libre de aquel pelaje podía sentir su piel contra la suya.

Libre de aquella maldición podía amarlo sin temor y para siempre. 

Notas: 
Lo que Severus piensa cuando Harry se va lo extraje de la canción de evermore. Es demasiado hermosa para no referenciarla.


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