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Tres Meses por Aurora Execution

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Notas del capitulo:

Hola, he aquí con un nuevo capitulo. Gracias por estar ahí.

Se había pasado el día completo, buscando retrasar ese momento.

Todo había comenzado cuando su queridísimo y supremo hermano—maestro, padre y protector—le comentó, con la sonrisa y alegría de siempre, que partiría a su primera misión como Santo de Oro oficial. En el pasado, tanto Saga como Aioros solo habían tenido pequeñas misiones en los alrededores del Santuario, la mayoría de ellas consistían en supervisar las administraciones de alimentos provenientes de las aldeas aledañas, o intervenir en pequeños conflictos con los aprendices, tanto como fungir de mediadores ante las precipitadas decisiones de deserción en los mismos.

Pero esta era la primera que llevaría a Aioros lejos del Santuario y Grecia misma. Sería la primera vez que dormiría sin el seguro abrigo de su hermano mayor.

Era un gran paso para ambos y lo sabía, aun con toda la adrenalina por dicha misión, Aioros no había dejado de remarcan con énfasis a su novio, su custodia, pero la inquietud infante que aun late en su interior no estaba para nada conforme. Estaba preocupado por Aioros, a pesar de que Kanon lo acompañaría como escudero—algo que no le hizo mucha gracia a Saga—el gemelo mayor debía quedarse ante la inminente llegada de los demás aprendices de Santos Dorados, órdenes del Patriarca.

y Aioria, a sabiendas de que el tiempo sigue su cauce, se vio agitando el brazo mientras veía la silueta de ambos delineadas sobre una gran estela dorada que se perdía en el horizonte. La velocidad de la luz era increíble; Aioria infló su pecho, él a sus seis años ya podía manejarla.

Ahora ese mismo horizonte traía consigo nubes que amenazaban al sol con borrarlo por lo que restara de sus horas en lo alto, negras y turbulentas, soplaban con intensidad, formando remolinos que agitaban ferozmente sus rizos castaños, la aprensión en su pecho creció como un monstruo agazapado esperando un pequeño movimiento para actuar.

—Vamos, Aioria. Tal parece que se acerca una tormenta.

El niño aspirante a Leo volteó a ver el perfil de Saga perdido aun en el lejano y atisbo fulgor de aquellos dos. Asintió tomando la mano del gemelo, mientras emprendían el conocido camino hacia las doce casas. A esas horas y con un torrencial pisándole los talones, ya nadie quedaba en sus alrededores, tanto el coliseo como el ágora se encontraban vacíos, y las luces de las cabañas de santos y aprendices comenzaban a iluminarse. Aioria apretó un poco la mano de Saga mientras los pensamientos y temores de quedarse solo en su templo o Sagitario se hacían más fieros a medida que pasaban las casas, y ya iban a mitad de camino entre Tauro y Géminis.

Muy bien, es probable que el sujeto perfecto de cabello azul a su lado no era su persona favorita en el mundo, pero podía, por ese día dejar su orgullo—cuyo solía no caber en su pequeña anatomía—y pedir lo que necesitaba. Cuando el primer rayo surcó el cielo e iluminó toda la estancia junto a su ensordecedor sonido, Aiora lo supo, no iba a poder quedarse solo en su casa.

Su mano volvió a presionar la de su compañero y su cuerpo se plantó en medio del salón de la casa de los gemelos, Saga con un suspiro volteó a verlo y un pequeño pinchazo de compasión lo golpeó al ver los ojos cristalinos y el ligero temblor de sus labios.

—Saga, yo… yo no quiero…

—Aioria, había pensado que la comida que hice era demasiada para mí, además de que no creo que sea muy divertido jugar ajedrez solo; ¿quieres acompañarme por esta noche?—los ojitos verdes del niño despertaron en Saga una dulzura paternal—la cama de Kanon está disponible si gustas.

El pequeño castaño asintió y le regaló una sonrisa que Saga reciprocó. Esa noche cenaron y jugaron hasta que Saga consideró que era demasiado para un niño de su edad. Buscó entre los olvidados cajones de sus recuerdos, algunas prendas que puedan servirle al hermano de su novio por esa noche. Ambos cepillaron sus dientes en silencio mientras el agua se hacía sentir sobre todo el Santuario, incluso se podía escuchar a las olas golpear furiosas las costas de las islas mediterráneas.

Saga acompañó al pequeño castaño hasta la habitación que correspondía a su gemelo.

—Que descanses.

—Ellos regresaran, ¿verdad?

—Por supuesto, Aioria. Tu hermano es la persona más fuerte que conozco y Kanon es también fuerte y astuto, sabrá cuidar de él.

El gemelo cerró la puerta y se dirigió hasta su propia habitación, con el peso de la preocupación sobre él. Por supuesto que no se la trasmitiría al niño, pero los pensamientos de Saga también estaban dirigidos exclusivamente hacia las dos personas más importantes en su vida—más allá de su Diosa protectora—todo lo que deseaba es que esa misión fuera lo más sencilla posible y que ambos regresaran con bien.

Media hora más tarde, Saga se hallaba leyendo un libro mientras aguardaba porque la tormenta dejara de cargar su furia contra el Santuario, cuando sus sentidos se alteraron al ver su puerta abrirse con pasmosa parsimonia; era Aioria. El joven aspirante va Leo sujetaba con fuerza la camiseta que alguna vez perteneció a Kanon. El pecho de Saga se comprimió al ver rastros de lágrimas en sus mejillas tostadas.

—Aioria, ¿qué sucede?—preguntó con suavidad mientras se incorporaba de su cama y se acercaba al castaño.

—No quiero… la tormenta…

Saga quiso abrazarlo ahí mismo, mientras Aioria hacia esfuerzos para hablar entre los hipados que secundaban a cada frase inconclusa.

—Puedes dormir aquí, mi cama es lo suficientemente grande para los dos.

El castaño no lo pensó dos veces, abrazando el cuello de Saga, mientras este lo tomaba en brazos y se dirigía a la cama, acomodando al niño a su lado, tomó las mantas para abrigarlos a ambos y besó su frente, Aioria suspiró con el recuerdo de su hermano haciendo lo mismo cada noche; era eso justamente lo que necesitaba.

A la mañana siguiente, Aioros y Kanon ingresaron a la habitación de Saga encontrando la dulce estampa de ambos desparramados en la cama. La misión había sido cancelada por el mismo Patriarca, pero los dos jóvenes tuvieron que aguardar a que la tormenta cesara para poder regresar.

Desde ese día, Aioria pudo entender un poco a su hermano y el cariño que profesaba a su pareja; Saga no era tan malo como pensaba.

Notas finales:

Gracias por leer.


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