Aquel atardecer de setiembre, el cielo regalaba una hermosa malgama de colores otoñales, viéndose reflejado en los árboles ornamentales que había en la entrada trasera de aquel sitio, de altos muros en piedra y enredaderas de colores.
Estaba impaciente, un leve viento frío jugueteaba con aquella indomable cabellera castaña oscura, mientras aguardaba junto al food truck de la compañía de catering service para la que trabajaba, por el regreso de sus compañeros, a quienes les había correspondido llevar las últimas bandejas de bocadillos hasta el salón principal de aquella espectacular mansión, donde se llevaba a cabo la recepción para la que fueron contratados.
Sacando por un breve momento su móvil, observó la hora y lo guardó nuevamente, aún pensativo fue a la parte trasera del camión, colocando la rampa que se necesitaría para bajar el carrito de servicio para meseros, donde venía un pastel de gran tamaño. Lo observó nuevamente y suspiró, cualquiera que lo viese pensaría que se trataba de una fiesta de Halloween, ya que la temática del mismo encajaba con esa celebración. Sin embargo, los gustos de los clientes siempre son primero y deben cumplirse al pie de la letra, más cuando son bien remunerados.
Un par de jóvenes se acercó al camión, donde ya su compañero había adelantado parte del trabajo y comenzaba a deslizar con sumo cuidado, el carrito por la rampa, mostrando en su rostro juvenil una mueca de horror al ver que los otros chicos no lo trataban con el mismo cuidado que él lo hacía.
_ ¡Tengan más cuidado! _ Dijo volviendo a ver con preocupación a sus compañeros, mientras pausaba el andar del carrito, justo antes de hacer la transición de la rampa al suelo.
Un fuerte suspiro de alivio dieron los chicos cuando por fin, estuvo en tierra firme y el pastel dejó de moverse. La tarea que seguía parecía ser menos complicada, consistía en trasladar al carrito hasta la parte trasera del salón principal donde eran esperados por una pareja.
Ella era hermosa, su piel contrastaba con el vestido de encaje negro, ajustado, largo y con una abertura a medio lado de la falda dejando ver sus torneadas piernas. Su peinado era una cola alta, dejando caer como si se tratase de una cascada de obsidiana su oscura cabellera sobre la espalda desnuda. De carácter fuerte y decidido, hacía sentir su fuerza en cada paso que daba sobre aquellos zapatos morados de diseñador.
Junto a la mujer, se encontraba un hombre de cabellos oscuros, largo hasta los hombros, vestía un traje entero de color negro, al igual que la camisa y una corbata roja. De mirada seria, ruda y desafiante, escoltaba a la mujer hasta encontrarse con los jóvenes que traían el pastel.
_¡Me has sorprendido, Seiya!_ Dijo la mujer, dejando de lado la formalidad y centrándose en observar los detalles de la torta _ Ikky me dijo que podía confiar a ojos cerrados en tu trabajo, pero esto es más de lo que esperaba ¡Este es el trabajo de un profesional!
_ ¡Agradezco su confianza, señorita Pandora! Pero sin mis compañeros no hubiese sido posible _ Dijo Seiya con humildad volviendo a ver a Hyoga e Isaac.
_ ¡Aún no ha terminado! _ dijo Ikki cortante _ ¡Vayan a la cocina por sus delantales! Ahí Dita les dirá cual puesto deben cubrir _ Volviendo a ver a la mujer le tomó la mano y se la besó _ Pandora, ha llegado la hora de darle fama a tu empresa _ Haciéndole un guiño, ambos se encargaron de llevar el pastel hasta el salón y dejarlo detrás de un pequeño escenario que habían preparado justamente para colocarlo y que no pasara desapercibido, detrás de un pequeño telón en tono negro.
Seis meses atrás, Pandora había dejado de lado la comodidad de las empresas familiares para aventurarse en un emprendimiento propio, dándole un nuevo enfoque al catering service que con mucho esfuerzo, Ikky había construido. Ella tomó la idea principal y la elevó a un nuevo nivel, coqueteando con todas aquellas empresas de amistades y familiares que poco a poco habían sucumbido al servicio total y de altura que ofrecía su empresa.
Ese día no solo se celebraría el cumpleaños de uno de sus hermanos, sino que les brindaría un servicio alucinante a los casi 500 invitados.
La pelinegra sonrió… Mientras las cortinas se iban retirando dejando ver tras de sí, una hermosa obra de arte convertida en pastel…
Estaba encerrado en su habitación, observando por la ventana como poco a poco las áreas verdes de la casa familiar se iban llenando de lujosos coches, de donde descendían prestigiosas familias de la ciudad al igual que empresarios de aclamadas empresas, en las cuales su padre o sus tíos eran socios.
Obstinado, se acostó en la cama y miró la nada, como si con eso pudiera liberar toda aquella amargura que le oprimía el pecho y no lo dejaba respirar con tranquilidad. La tristeza se podía ver en su rostro, como una sombra obscura que escondía toda la belleza de sus hermosas pupilas…
Volvió a escuchar golpes en la puerta. Era la tercera vez que sucedía, prometiendo que pronto saldría de ahí y se reuniría con la familia en aquella celebración en la que por primera vez estaría ausente el ser que él más amaba… Esta vez fue la voz de su padre la que le obligó a ponerse en pie, reuniendo todas sus fuerzas para estar lo más presentable posible, ese día no quería discutir con nadie. Su único deseo era que pasara el tiempo rápido… Era una súplica que le hacía al universo.