La noche fue intensa, Sei me dejó agotado después de tres rondas. Entre sus prácticas, sus estudios y otras cosas más, no sé cómo le es posible tener tanta energía, incluso en nuestras noches pasionales. El ser apodado “Milagro” definitivamente tiene que ver también por otros aspectos.
Desperté cansado, cuando me di la vuelta, Sei no estaba en la cama conmigo, por lo general en nuestros días libres esperamos a que el otro despierte para levantarnos ambos y compartir el día, más que nada porque preferimos aprovechar al máximo el tiempo. Me extraña que no esté a mi lado.
Me levanto de la cama, me coloco el pijama que no pude ponerme anoche y voy a la sala de estar, donde se encuentra Sei. El televisor está encendido, pero no parece estarle prestando atención, al contrario, se le ve pensativo, ni si quiera me escuchó llegar a su lado, como también pareció ignorar cuando me senté a su lado.
— Sei, ¿Estás bien?
— ¿Kouki? ¿En qué momento llegaste? — Definitivamente hay algo mal con él.
— ¿Sucedió algo? Te noto extraño. Desperté y no estabas en la cama. Ahora ni si quiera sentiste cuando me senté a tu lado. No sueles ignorar tu entorno de esta forma.
Me mira directo a los ojos, pero luego desvía la mirada rápidamente, como queriendo ocultarlo, sin embargo, coloco mis manos en su rostro y le obligo a volver a mirarme.
— Somos una pareja. Si tienes un problema, ocultarlo es mala idea. Puedes confiar en mí, Seijuuro.
Personalmente ni yo sé de dónde saqué la confianza para decir esas palabras, pero Sei toma una de mis manos y la aprieta un poco. Luego respira profundo, preparándose para hablar.
— Mi padre llamó. — Eso sí es una sorpresa. — Perdóname, pero preferiría omitir los detalles de nuestra conversación.
— ¿Tiene que ver con nuestra relación?
— Lo explicaré en su momento, ¿Podría esperarme, Kouki? — Asentí, quizás lo mejor sea evitar sofocarlo si es una conversación de índole Padre-Hijo. — En fin… He comenzado a pensar que… Odio a mi padre. — Se acomodó en el sofá y puso su cabeza en mi hombro, seguíamos tomados de la mano, parecía no querer soltarme. — Desde que mi madre falleció, se puso mucho más estricto. Nada era suficiente para él. Pienso que nada sigue siendo suficiente para él.
— Sei… — Pienso y pienso, necesito decir algo, cualquier cosa…
— Sin importar qué haga, cómo lo haga. Sin importar mis triunfos y logros, nada de eso es suficiente, todo se reduce a un simple: “Es lo que un digno sucesor debe hacer”.
Un nudo comenzó a formarse en mi garganta, como las palabras no salían de mi boca, mis sentimientos decidieron desbordarse como lágrimas. Toda esa presión que siente desde tan joven, teniendo que pasar por tanto sólo porque nació en una familia de alto estatus. Quisiera ayudarlo más, quiero ayudarlo más. Nosotros ahora somos familia, estamos casados… Tengo que ayudarlo.
— Lo siento… — Dije intentando dejar de llorar. — Siempre veo a Sei feliz conmigo… Nunca me puse a pensar en lo difícil de tu situación familiar… Se supone que ahora estamos casados, e incluso así sigues cargando con tanto y yo… No te ayudo en nada.
— Te equivocas, Kouki. Aunque estemos casados, no significa que debas cargar de pronto con mis problemas. Debo arreglarlo por mi cuenta. — Me abraza para tranquilizarme. — Me basta tu apoyo, el ver tu sonrisa día a día, comer tu comida, dormir contigo, cuidar a nuestras mascotas. Todos estos días son perfectos así. No necesito vivir odiando a mi padre. Prefiero vivir amando la vida que tengo justo ahora contigo, Kouki.
— Sí… Sí… — Respondo mientras correspondo al abrazo.
Sei no me dijo lo que habló con su padre. Tarde o temprano me lo dirá, todo lo hará en su debido momento. Él mismo lo dijo, si tiene que elegir entre odiar y amar, obviamente tomará la segunda, en la que está conmigo.