Chispa
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Bakugou era, literalmente, nitroglicerina pura. Todo su ser y su personalidad giraba en torno a su quirk. Era poderoso, era explosivo y avasallador. Solo necesitaba la chispa para encenderlo todo.
Esa chispa era Izuku Midoriya en toda su definición.
Esos enormes ojos verdes se posaban en él y todo se encendía bajo su piel. El calor se extendía y le secaba la boca.
Una vez que sus bocas colisionaron en un beso bruto, descoordinado, ya no había vuelta atrás. Como una chispa encendiendo su explosión, reclamó esa boca con hambruna, dientes y saliva escurriendo. Porque era su primer beso y Katsuki solo podía dejarse consumir por la desesperación de querer seguir chupando esos labios y descubrir más.
Dejó caer la aspiradora y tomó ese rostro para que ningún centímetro de esos labios quedara sin probar. Sin querer admitirlo, agradeció ese castigo que debían cumplir juntos, esa intimidad que les brindaba, ya que en su mente solo ardía la idea de seguir besándolo.
Nunca había sido consiente de todo el deseo que se encerraba en su interior, que la admiración y el miedo de ese mismo sentimiento pronto se convertiría en amor. Un amor demasiado ardiente, uno que lo consumía todo a su paso.
Y no dejaría más que sus cenizas.
Bakugou se entregó al fuego, se dejó consumir por su amor y por la necesidad de poseerlo todo, por la resignación de que no era quien estuviera delante, sino de que caminaban juntos desde ahora.
Estaría al lado de Midoriya para siempre, se quemaría a su lado en aquella explosión que era su amor. Se encargaría de que Izuku llegara a ser el jodido héroe que siempre había soñado, porque él lo permitiría, porque de él dependía.
Sólo bastó ese beso, esa chispa para que el rubio terminara por decidirlo. Era un pensamiento que había estado pululando en su mente toda la noche, cuando se enteró de que Midoriya había heredado el poder de All Might. La responsabilidad, su inmadurez, todo le había pasado la cuenta en aquella pelea dentro de la escuela, pero también había sido una revelación.
Ahora estaba devorando esa boca como si no hubiese un mañana, como si aquello no se fuera a repetir.
Él volvería a hacerlo, volvería a reclamar esos labios una y mil veces más.
El sonido húmedo de sus bocas al separarse se fundió con el jadeo que soltó Midoriya, los ojos brillantes y las pecas resaltando por el sonrojo de su piel.
—Estás hecho un desastre solo por un beso —soltó Bakugou, sonrisa ladina y mostrando los colmillos, se sentía triunfal.
—Kacchan, ¿por qué…?
—Es una promesa, Deku —lo interrumpió, sintiendo las manos hormiguearle debido al sudor, estaba secretando nitroglicerina de puros nervios. Iba a explotar—. Desde ahora tomaré toda la responsabilidad.
La responsabilidad de sus sentimientos y de ayudarlo a lograr su sueño, el sueño de ambos. De mantenerlo vivo hasta que no quedara ningún villano que pudiera enfrentarlos.
Midoriya era la chispa que había encendido todo en él, que lo había quemado y que ardía ansioso por tomarlo todo.