Invierno
.
Para Shinsou el invierno era su estación favorita. El frío era la excusa perfecta para encerrarse en su cuarto entre mantas calientes y un buen café en las manos.
Podía ver series y películas de forma maratónica, con su gato Zarek entre las piernas y el pelaje negro cosquilleando bajo sus palmas al acariciarlo. Era perfecto, porque en el verano el felino evitaba los arrumacos debido al calor, así que aprovechaba de su búsqueda de calor para regalonearlo a gusto.
La lluvia también le agradaba, el sonido de las gotas sobre el techo y el olor a tierra mojada cuando abría la ventana de su cuarto. Era relajante y revitalizador. Disfrutaba de esa estación de principio a fin.
Sin embargo, en ese preciso instante estaba odiando su mala suerte. Había comenzado a llover antes de lo anunciado en la televisión y no llevaba un paraguas consigo. Estaba parado en la entrada de UA viendo como todos se iban corriendo hacia la salida, resguardados con sus paraguas.
Mierda.
Soltó un suspiro y alzó su mochila, iba a cubrirse con ella hasta llegar a los dormitorios.
—¿Shinsou?
La voz a su espalda lo hizo dar un respingo, podía reconocerla donde fuera. Era masculina y vibrante, pero también suave. Se giró esperando encontrarse con esos ojos negros.
—Ojiro —respondió con un leve asentimiento.
Ahora que eran compañeros de clase y había podido compartir más con él, las asperezas se habían limado. Lo que solo produjo que Shinsou se maravillara con la calidez del chico a medida que seguía conociéndolo mejor.
—¿No trajiste un paraguas? —preguntó Ojiro frunciendo el ceño mientras avanzaba—. El mío es bastante grande, si quieres caminamos juntos.
Shinsou se sonrojó con violencia, ¿cómo era posible que le propusiera algo así sin inmutarse? Quizás era porque a él le gustaba Ojiro y tal acto representaba mucho más de lo que realmente era.
Compartir paraguas se daba entre parejas, la situación que se desarrollaba en las novelas y los protagonistas se rozaban las manos y terminaban más enamorados por tal cercanía. Entre miradas furtivas, sonrojos y sonrisas tímidas.
Mierda. Otra vez.
—Gracias —respondió recibiendo una sonrisa suave por parte de Ojiro. Era obvio que él solo estaba siendo caballeroso.
Porque en realidad Ojiro era un chico dulce y varonil. Era un caballero en toda la extensión de la palabra y Shinsou estaba encandilado con él, por supuesto. Lo que era increíble porque sus personalidades eran bastante opuestas. Sin mencionar que su primer encuentro no fue de lo más ameno para el rubio.
Hitoshi realmente estaba agradecido por su amabilidad a pesar de todo.
—Mejor lo llevas tú —dijo Ojiro sacándolo de sus pensamientos al abrir el paraguas y alzarlo sobre ellos—. Eres más alto.
Shinsou solo asintió y tomó el paraguas, rozando esos dedos sin querer y al darse cuenta de ello casi deja caer el paraguas con torpeza. Se disculpó atrapándolo de forma poco elegante y quiso darse una patada mental por no ser más cuidadoso con su toque. Ojiro sólo sonrió mirándolo algo divertido. Shinsou creyó que esas cosas solo pasaban en la televisión. Ahora no era capaz de mirar al rubio de vuelta.
Santa mierda.
Caminaron en silencio y Shinsou no podía culparlo, también estaba nervioso y no se le ocurría qué tema podía hablar con Ojiro, pero tampoco quería quedar como idiota. Se giró para hablar al fin, sintiendo los cabellos de esa cola rozarle la mano que sostenía el paraguas y se dio cuenta de que Ojiro también iba a hacerlo.
—Lo siento, ¿Qué ibas a decir?
—Hay un café que abrirá mañana, está calle abajo —dijo Ojiro sonriendo suave y desviando la mirada a un costado. Estaba sonrojado y darse cuenta de ello hizo que el otro tragara con fuerza—. Siempre te veo comprando café en la cafetería de la escuela y pensé que podía gustarte ir a un lugar donde se especializaran en hacerlo.
—¿Tú lo notaste? —la pregunta salió rápido y Shinsou se arrepintió al instante. No quería incomodarlo.
—Sí, bueno, creo que sigue siendo un poco tenso cuando nos encontramos, así que supuse que sería bueno compartir un poco y conocernos. Finalmente somos compañero y quizás seremos colegas —explicó Ojiro rascándose la mejilla con nerviosismo—. Sólo puse atención.
Shinsou quería inclinarse y besarlo en ese preciso instante. Tenía tantas ganas que su boca cosquilleaba y su pecho se sentía cálido.
Mierda. Mierda. Mierda.
—¡No te sientas obligado! A pesar de lo que pasó, no me debes nada, es solo una idea…
—Vamos —responde Shinsou con rapidez. No podía dejar que se arrepintiera y malinterpretara su silencio.
Se detuvo y lo miró unos momentos, esos ojos negros y nariz perfilada, el cabello rubio cayendo sobre su frente. Iba a soltar el maldito paraguas e iba a besarlo bajo la lluvia. Podía imaginarse la suavidad de esa boca y el agua empapándolos. Sí, demasiadas películas románticas.
—Pero yo invito.
—No es…
—No es necesario, lo sé, pero quiero hacerlo —interrumpió Shinsou con el rostro serio, pero tratando de sonar relajado—. Gracias, Ojiro.
Vio esa sonrisa que aún era adornada por un leve sonrojo y los ojos se le achicaron con el gesto. Ojiro se veía muy apuesto.
Caminaron hasta la entrada de los dormitorios y ya no hablaron, sólo compartieron tímidas miradas, aun así, Shinsou no podía estar más complacido y ansioso por compartir esa taza de café. Se despidieron al fin para ir cada uno a su cuarto.
Ojiro era guapo y varonil y dulce. Era cálido y era su nueva razón para amar en invierno.