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Protector por Erzsebeth

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Notas del capitulo:

A la madre, esto debía publicarlo ayer JAJAJA.
Espero que lo disfruten.

Todo había pasado tan rápido.


Aldebaran se había distraído entrenando, mientras Mu reparaba en su taller las armaduras que había traído en esta ocasión. Kiki tenía 4 años, estaba descubriendo su habilidad para teletransportarse, apareciendo y desapareciendo por todos lados.


Por lo cual no hubo mucho que pudiera hacer cuando el pequeño apareció de la nada a cinco metros del suelo, lo suficientemente cerca de la torre para que pudiera verlo pero haciendo imposible que llegara rescatarlo a tiempo (¿Para qué le servía ser el caballero más veloz si no podía reaccionar a tiempo para salvar a su propio hijo?).


Mu también lo había oído gritar tras su caída, y entre ambos llevaron a Kiki a su habitación para poder hacer el conteo de daños. Kiki tenía lágrimas en sus ojos pero no se quejaba ni hacía ningún berrinche, mientras Mu iba revisando que no estuviera lastimado. Cuando llegó a su brazo, el pequeño dejó salir un quejido pero Mu no lo soltó. Al parecer se había roto con la caída.


Por suerte, Mu parecía tener el suficiente conocimiento y los materiales para tratar el hueso roto, incluso después que Aldebaran insistiera que lo teletrasportara a la aldea para buscar las medicinas que necesitara.


—Tengo todo para tratar huesos rotos aquí, no es la primera vez que ocurre algo como esto.


Esa afirmación le había caído como agua fría a Aldebaran. La impotencia de no poder hacer nada para aliviar el dolor de su hijo, el saber que no pudo proteger a Mu las veces anteriores que se había lesionado, estando completamente sólo en esta torre.


Solo podía observar con impotencia mientras Mu enyesaba a Kiki que hacía el mayor esfuerzo por no mostrar ni una mueca de dolor… cosa que probablemente había aprendido de observar a Mu.


¿Qué clase de padre era? No había ni siquiera podido ayudar a su hijo aun estando tan cerca. Y cuando los dejaba solos para irse al santuario… Debió haber reaccionado más rápido, haber hecho algo. Ahora Kiki tenía un hueso roto y era completamente su culpa.


—Listo. Le di unas medicinas para calmar el dolor y ahora debemos dejarlo descansar; no hay mucho más que podamos hacer ahora. —Mu exclamó saliendo de la habitación de Kiki.


Aldebaran solo asintió pensando cual debía ser su siguiente acción, ¿Debería disculpase por no atraparlo a tiempo? ¿Debería dejar que Mu se desahogara y le reclamara antes de disculparse? ¿Qué debería hacer?


—Aldebaran, hasta aquí puedo sentir tus pensamientos, ¿Qué tienes en la cabeza?


Aldebaran tragó saliva y apretó los puños. —Lo siento, debí haber prestado más atención, debí ser más rápido. Por mi culpa nuestro hijo está…


—Okay, voy a detenerte ahí. Nada de esto fue tu culpa Aldebaran. Ni siquiera es la gran cosa —Mu habló y antes que Aldebaran pudiera protestar, siguió—: ¿Huesos rotos? Es de lo más normal en mi tribu. No sabes cuántos tuve mientras aprendía a teletransportarme y aparecía en algún lugar incorrecto, cuantas veces me lastimé aprendiendo a reparar las armaduras junto a mi maestro. Y Kiki apenas está iniciando, aún le queda un largo camino por recorrer.


—¡Pero aún es muy joven! Si puedo evitar que sufra debo hacerlo, es mi deber como padre.


—Aldebaran, debes entender —Mu hizo una pausa, buscando la mejor manera de continuar—. Escucha, Kiki me ha pedido que empiece a entrenarlo. Tiene toda la intención de convertirse en un caballero de Athena y tú sabes que ese es un camino difícil. Estará lleno de moretones y heridas que harán que este hueso roto parezca nada. Y tendrá que enfrentarlo por sí mismo, no podemos protegerlo de todo.


Aldebaran sabía que este día llegaría, que Kiki siempre había soñado con seguir sus pasos y ser un caballero y aun así—: Pero solo es un niño, aún es muy joven para empezar esa clase de entrenamiento…


—Nosotros empezamos nuestro entrenamiento incluso más jóvenes ¿No lo recuerdas? ¿Cuántos huesos nos rompimos? ¿Cuánta sangre perdimos cumpliendo nuestro deber? Aún le queda mucho que enfrentar.


Aldebaran abrió la boca, pero la cerró de inmediato no sabiendo cómo continuar. No podía negar ninguna de esas afirmaciones, él también lo había vivido y solo era confirmado por las cicatrices en su cuerpo. Bajó la mirada sin atreverse a enfrentar a Mu, pensando que el sufrimiento que había enfrentado era indirectamente su culpa. En un suave murmuro, casi imperceptible, susurró—: Si pudiera haberte evitado el dolor, si pudiera haberlo sufrido por ti y sufrir lo que el tendrá que pasar en su lugar, lo haría sin dudarlo.


—¿Y quitarme todo lo que me ha hecho ser quien soy ahora? Si no hubiera pasado por eso no estaría aquí, a tu lado y con mi familia. No puedes protegernos de todo Ald. —Mu reaccionó levantando la voz, pero al darse cuenta trató de tranquilizarse. Esta no era una pelea que quisiera escalar. Acercó su mano a la barbilla de Aldebaran levantando su rostro, asegurándose que lo viera directamente a los ojos—. Soy un caballero de Athena igual que tú y soy capaz de cuidarme por mi cuenta. Kiki necesita cometer sus propios errores y tener sus propias heridas para crecer como persona. Esta es parte de nuestras vidas, somos caballeros sobre todo lo demás y si Kiki quiere seguir nuestros pasos lo único que podemos hacer es guiarlo.


Aldebaran suspiró. No podía ocultarle nada a esos ojos. —Lo siento, sé que tienes la razón. Por Athena, sé que eres uno de los caballeros más fuertes del santuario, incluso más fuerte que yo —notó que Mu quería replicar, pero continuó su oración sin darle la oportunidad—, y sé que contigo como su maestro, Kiki crecerá para convertirse en uno de los caballeros más fuertes conocidos por la humanidad y aun así… —Ese instinto de protección, de mantener a salvo a aquellos que más le importaban era una parte inherente de él, un instinto que ningún entrenamiento despiadado había logrado desaparecer. ¿Acaso estaba mal?


—Ya sé Ald, lo entiendo. Te conozco desde hace tantos años. —Mu sonrió al pensar en todo el tiempo que llevaban juntos. —Siempre has sido un gran protector; esa es tu más grande virtud como caballero. Y agradezco todos los días que la diosa te haya puesto en mi camino y que veas en mí y Kiki alguien a quién desees proteger. Pero nosotros no somos los únicos. Como caballeros, nuestro deber es proteger y obedecer a Athena. Todo nuestro dolor, los momentos de angustia se los ofrecemos. Y a cambio ella nos otorga momentos felices, sean muchos o pocos. Portamos nuestras armaduras con orgullo y peleamos; todo por proteger a la tierra, para que Kiki pueda crecer y escoger el camino que le parezca mejor. No hay destino más noble que proteger, no solo a un par de personas, sino a toda la humanidad y a las futuras generaciones, ¿No estás de acuerdo?


Aldebaran lo miró con admiración, no pudo evitar asentir con lentitud. —Tienes razón. Siempre tienes la razón —sonrió mientras levantaba las manos para sujetar las de Mu—, cuando el día llegue y tengamos que pelear con Athena, cuando vea a Kiki convertido en un noble caballero, sabré que todo habrá valido la pena. 


Un ruido proveniente de la habitación interrumpió el momento, ambos hombres se apresuraron a descubrir que había ocurrido.


Kiki se había levantado y no acostumbrado al peso del yeso, se había caído sobre sus espaldas, manteniendo el yeso en alto y observándolo con detenimiento.


—Esto se ve genial, ¿Crees que pueda dibujar en él? Quiero dibujar en él —Kiki parecía inmutado por la caída y les sonreía a ambos mientras apuntaba a su yeso.


Mu se acercó para asegurarse que estuviera a salvo, revisando que el yeso siguiera bien colocado. Lo abrazo con fuerza al ver que estaba bien —Debes tener más cuidado, no queremos que te vuelvas a lastimar.


Aldebaran observó a su pequeña familia y lo supo. Ellos peleaban por proteger al mundo y su mundo eran esas dos personas frente a él.


—Pá, ven con nosotros —oyó la voz de Kiki que seguía en brazos de Mu, cada vez se oía más y más fuerte— Pá, ¡Pá!



—¡Pá! Papá Mu, ¡ya despertó!


Aldebaran abrió los ojos y lo primero que notó fue la mirada de su hijo sobre él, entre angustiada y curiosa. Trató de incorporarse reconociendo la habitación en la que estaba como una de las habitaciones de la torre; al menos eso significaba que había llegado a salvo. Sintió el dolor punzante atravesar su cuerpo, recordando todo lo que había ocurrido en los últimos días, sus heridas que aun necesitaban sanar.


—No te muevas tanto o volverás a abrir tus heridas —Mu entró a la habitación con una charola en sus manos, acercándose a su lado mientras dejaba la charola en el piso y colocaba su mano sobre su frente— parece que por lo menos no tienes fiebre, eso es bueno. —De la charola tomó una jarra y sirvió un vaso de agua que le llevó a los labios—. Necesitas hidratarte, bébelo todo.


—¿Estás bien? ¿Te duele mucho? —Kiki observaba los movimientos de Mu sin atreverse a tocar a Aldebaran.


Aldebaran se preguntó si se vería tan mal para tener a su pequeño tan angustiado. Aceptó el agua dejando que refrescara su garganta.


—Kiki, lo que necesita ahora es descansar. Además necesito hablar con él —miró a Kiki con severidad—; a solas.


—No te preocupes Kiki, estoy bien —miró a su hijo que había reaccionado al tono de Mu con indecisión—.  Luego estaré contigo, pero ahora necesito hablar con papá.


Ese fue el empujón que Kiki necesitó. Asintió y se levantó dirigiéndose a la salida, no sin lanzar un último vistazo a sus papás.


Cuando la puerta se cerró, Mu y Aldebaran se miraron mutuamente por unos minutos. Aldebaran empezó a incorporarse para poder quedar más cerca de Mu mientras mantenían esta conversación, pero teniendo cuidado de no volver a abrir sus heridas; no quería que tuvieran que curarlas otra vez. Sabía que él tenía que empezar con una explicación, pero ese era el problema, no sabía por dónde empezar.


—Aldebaran, ¿Cómo te hiciste esas heridas? —por suerte Mu rompió el silencio— y no me mientas. Reconozco esas marcas y en esa posición específica….


¿Cómo podría si quiera pensar en mentirle? —Tienes razón pero… no fue su culpa. Fue una orden del patriarca.


Mu reaccionó con indignación y temor —¿El patriarca? ¡¿Ahora hace que se lastimen entre ustedes?! —su voz fue apagándose, el temor ganando— O acaso él… ¿nos descubrió? —¿Esto es mi culpa?


—¿Qué? ¡No! Mu, nada de esto es tu culpa, es solo mía —Aldebaran quería borrar todo ese temor palpable en la voz de su amado—. Pasó mientras regresaba al santuario después de una misión… —La misión había sido larga. Al parecer un terremoto había sacudido una de las islas cercanas y algunas criaturas que mantenían aprisionadas habían logrado escapar. Había tenido que volver a encerrarlas porque, aparentemente, eran inmortales y no había mucho más que pudiera hacer… mentiría si dijera que no había quedado agotado. Pero Mu no necesitaba oír esa pobre excusa de su parte. Quería saber la razón de estas heridas en específico, las heridas que le parecían tan familiares y podría reconocer tras años de entrenamiento juntos. —Estaba listo para empacar lo necesario para venir con ustedes cuando me los encontré… eran solo unos niños. Estaban tan asustados y heridos, no podían ser mayores que Kiki. Y después de sobrevivir el entrenamiento de ese día solo querían escapar de ahí—notó la reacción exaltada de Mu al oír esa palabra. Su entrenamiento era duro, pero sus maestros siempre comprendían que un aprendiz muerto no valía de mucho—, haz estado ausente por mucho tiempo, las cosas han cambiado… Durante este último mes los métodos de entrenamiento que el patriarca ha establecido son prácticamente suicidas. No sé por qué ha decidido este cambio, pero cada día que ha pasado he observado a decenas de reclutas morir en el intento de convertirse en caballeros, más de los que se atreven a intentarlo. Y a aquellos que tratan de escapar o abandonar el santuario… siguen el mismo destino. El patriarca me estuvo mandando a una misión tras otra porque sabía que trataría de ayudarlos. Por eso, cuando se me presentó la oportunidad de ayudar a estos niños… tuve que hacerlo Mu. Sé que no fue lo más inteligente en nuestra situación, pero no podía abandonarlos a su suerte… así que los guie hasta la puerta, sabiendo que ninguno de los guardias o de los otros caballeros se atrevería a detenerme al ser un caballero de oro. Pero cuando llegamos a la salida…


—Ninguno de los reclutas tiene permitido salir del santuario, Aldebaran. Son órdenes del patriarca.


Los niños se escondieron aterrados detrás de la gran figura de Aldebaran. Él mismo se había sorprendido al reconocer la voz; en muy contadas veces le había visto fuera de su casa, solo cuando tenía que salir a misiones, e incluso estas ocasiones eran limitadas por su cercanía al patriarca.


—Aphrodite —Aldebaran trató de mantener la compostura—. Estos niños han quedado heridos por el entrenamiento, necesitan salir de aquí cuanto antes.


—El santuario no permite desertores. Incluso si son tan débiles e incapaces de soportar un entrenamiento sencillo —replicó Aphrodite. La verdad es que no era una persona cruel, pero sabía que cuando el patriarca sacaba su “peor lado” lo mejor era obedecer para evitar consecuencias más graves para todos—. Apártate Aldebaran. Yo me haré cargo.


Aldebaran dirigió la mirada al grupo de infantes que seguían inmóviles detrás de él. Hizo un ademán con la cabeza, indicándoles con la mirada la salida, esperando que comprendieran su plan. El niño que parecía mayor entendió lo suficiente y, sujetando los brazos de los menores, arrancó a correr hacia la salida.


—No dejaré que se vayan.


Aphrodite arrojó unas rosas en su dirección, pero Aldebaran fue más rápido, interponiéndose en el camino de las rosas y dejando que se clavaran en su pecho en lugar de en los niños. Rápidamente empezó a elevar su cosmos, absorbiendo el de las rosas que se marchitaron en su pecho, quitando los restos con su mano, como si el ataque hubiera sido solo una brisa. Pero el cosmos absorbido y el aroma de las rosas habían sido suficiente para  que perdiera la firmeza de su posición —No te dejaré hacerles daño.


Aphrodite se quedó inmóvil unos segundos, sorprendido por la decisión en el rostro de Aldebaran. Bien decían que la testarudez era una característica de Tauro y parecía que no era un dicho vacío. Trató de mirar si aún era capaz de divisar a los niños detrás del hombre frente a él pero fue en vano; probablemente se habían ido cuando se distrajo —No tengo tiempo para una guerra de los mil días, y considerando tus “deberes” con el reparador de armaduras, diría que tú menos. Tendré que informar al patriarca de lo sucedido, él se hará cargo de tu destino.


—Eso no será necesario, yo mismo lo haré. Le diré lo que ha pasado y aceptaré el castigo que decida…


—¿Aphrodite? —Mu interrumpió el recuerdo, volviendo a revisar las heridas en el cuerpo de Aldebaran. Podía notar las marcas de las rosas aun en su pecho, pero el conjunto de heridas era mucho más que solo unas rosas de Dite y el lugar donde estaban no concordaba con lo narrado. Además del centro, seis puntos adornaban el resto de su cuerpo, puntos específicos que solo una técnica podía apuntar


—Esas fueron cuando defendí a los chicos —Aldebaran aclaró, suponiendo el proceso que debía estar pasando por la mente de Mu—. No fue hasta después que el patriarca decidió mi castigo….


Cuando Aldebaran entró a la gran recámara del patriarca, él ya sabía lo que había hecho. No importaba cómo lo había averiguado, si los guardias que habían presenciado la escena habían hablado o si Aphrodite había ignorado su petición; pero no hubo necesidad de decirlo en voz alta. Solo hubo un gran silencio.


Silencio interrumpido por la llegada del caballero de Escorpio


—¿Para qué me has llamado? Aún estoy preparándome para la misión que me asignaste hoy temprano; todavía no estoy listo para partir —Milo entró con seguridad al santuario. Parecía irritado y no temía mostrarlo, sin importar que estuviera ante la figura del patriarca.


El patriarca solo sonrió mirando a Aldebaran un instante para concentrarse en el recién llegado. —Caballero de Escorpio, ataca al caballero de Tauro —hizo una pausa, pensando con detenimiento— Creo que seis golpes de tu aguja serán suficientes.


Milo volteó a ver a Aldebaran con confusión. —¿Qué? ¿Es acaso un entrenamiento?


—No. Es un castigo —respondió con severidad—, y no oses cuestionarme. Él sabe lo que hizo, así que solo obedece.


Milo quedó aún más confundido. ¿Desde cuándo “castigaban” a los suyos así? Cuando un caballero rompía una ley, o era sentenciado a muerte o le daban la oportunidad de una pelea justa para defender su honor. ¿Cuál era el caso de enfrentarse a alguien que no opondría resistencia?


Aldebaran se levantó para colocarse frente a Milo —Solo hazlo.


Milo no pudo evitar la incomodidad en su pecho pero obedeció. Lanzó seis ataques, dos a su pecho, uno en cada pierna y cada brazo.


Aldebaran pudo sentir como su cuerpo se debilitaba al ir perdiendo su sangre, su cosmos. Sus piernas temblaban y amenazaban con rendirse y dejar que su cuerpo cayera rendido. Pero no podía mostrar debilidad, no frente a sus compañeros, frente al patriarca. Con su dignidad intacta, salió de la sala principal, sin dignarse a voltear a ver a los causantes de su castigo (aunque hubiera querido no podría hacerlo, todo empezaba a verse demasiado borroso). Atravesó las diez casas que correspondían para poder llegar a la suya sin detenerse, sin dudar, y ante la mirada solemne de sus compañeros.


Pero apenas puso un pie en su casa, sabiéndose en el lugar más seguro para él en el santuario, se desplomó, perdiendo el conocimiento…


—Me desperté y me volví a desmayar varias veces. Trataba de levantarme pero volvía a caer, mis heridas volvían a abrirse… perdí la noción del tiempo. Por eso me sorprendió cuando vi a Kiki y me dijo que había pasado una semana. Lo siento, debí haber buscado la forma de avisarles que me retrasaría —Aldebaran bajo la mirada, genuinamente avergonzado, no de lo que había hecho, sino de haberle fallado a su familia. —Por mi culpa nuestro hijo arriesgó su vida. Lo siento tanto, debí…


Antes de que pudiera seguir, Mu colocó su dedo sobre los labios de Aldebaran, silenciándolo. —No te atrevas a disculparte. Ya sé cómo te pones cuando empiezas a disculparte. Tú —alejó su mano, sintiendo la indignación creciendo desde su estómago—, resististe los ataques no de uno, sino de dos caballeros dorados —dos caballeros dorados que deberían ser sus aliados, pensó— protegiste no solo a tu hijo, también me protegiste a mí al venir a pesar de estar tan herido. Esto es mi culpa, si hubiera estado en el santuario como me corresponde podría haberte protegido. No debiste pasar por esto, mucho menos solo. Lo siento. —No pudo evitar bajar la mirada, enfocándose en las heridas que cubrían todo el cuerpo de su amado. Todo ese dolor... no se había percatado cuando había empezado a llorar, pero secó las lágrimas con rapidez para que Aldebaran no las notara— Y eso es todo ¿de acuerdo? No más disculpas, ya me he disculpado por haberte dejado ahí solo, por ponerte en esa posición. Y tú te disculpas por… no sé porque crees que tienes que disculparte, pero te perdono. Listo, caso cerrado —Mu se apartó, concentrándose en la charola que había traído a la habitación, buscando algo en ella—. Ahora déjame cambiar revisar tus vendajes. Mientras antes mejores, antes podremos regresar al santuario. Juntos.


Aldebaran, ignorando todas las advertencias previas de Mu, se incorporó de golpe ante la sorpresa de tal declaración, sujetando las manos de Mu y alejándolas de la charola —¿Cómo que juntos? ¡Eso es demasiado peligroso! ¿Y si el patriarca decide tomar alguna represalia en tu contra? No podría vivir conmigo si algo te pasara por mi culpa, ¿No lo entiendes?


Mu lo miró con incredulidad. —¿Qué no lo entiendo? ¡Cómo crees que me siento cada día, sabiendo que estás ahí solo! ¿Crees que me gustaría despertar algún día y descubrir que ya no estás? ¿Qué moriste en ese lugar por mi culpa? ¡¿Por protegerme?! —Bajó su tono de voz—, Aldebaran, tienes que cuidar más de ti mismo. Siempre te pones en riesgo, ¡incluso cuando no es necesario! —Ahora fue el turno de Aldebaran de mirarlo con confusión—. No digo que lo que hiciste fuera innecesario; salvaste la vida de esos niños. Pero el decidir empezar el viaje hasta aquí, cargando esas armaduras rotas a pesar de estar tan herido… Podríamos haber esperado más por ti. Esperé los dos días, ¿No? Pude haber esperado todo el tiempo que fuera necesario si tan solo me lo hubieras pedido. Pero decidiste arriesgarte con tal de venir en dos días, solo dos días para recuperarte después de todo eso, aun cuando sabías que estábamos a salvo.


—¡Pero yo no sabía si estaban a salvo! —Aldebaran lamentó levantar la voz casi al instante de terminar la frase, pero siguió su discurso, ahora con su voz normal—. Muchas cosas pudieron pasar en esos dos días Mu; yo no tengo manera de saber que ha pasado con ustedes. ¿Y si el patriarca había descubierto lo ocurrido y mandado represalias en su contra? No hay modo que yo sepa su situación, tan aislados como están… Haz tenido que alejarte de todo lo que conocías, abandonar a todos tus aliados con tal de estar a salvo. Y luego cuando llegó Kiki, tuviste que hacerte cargo de él y criarlo prácticamente solo, incluso cuando decidimos adoptarlo juntos. Tú eres el que ha llevado la mayor responsabilidad —Mu quiso protestar pero Aldebaran no lo permitió—. Odio tener que dejarte solo con todo esto, sabiendo que sus vidas corren peligro y que si algún día el patriarca decide que ha tenido suficiente, vendrá por ti y por Kiki y yo ni siquiera sabría al respecto. Solo puedo quedarme ahí impotente, pensando que el día que eso ocurra yo seré el único culpable por no haber protegido a mi familia —bajó la mirada sin atreverse a mirar a Mu—. Y como si no fuera suficiente, también tienes que preocuparte por mí, por mis fallas allá en el santuario… Lo único que puedo hacer para tranquilizar mi mente, para calmar mi culpa, es venir a verlos aunque sea estos escasos días al mes, incluso si mi vida está en riesgo por eso. No me quites esto, por favor —Tal vez era egoísta de su parte, pero no podía evitar sentirse así. Solo deseaba que Mu lo entendiera.


—¿Calmar tu culpa? ¿Qué hay de mi culpa? ¡Yo soy quien más culpa tiene Aldebaran! Yo hui del santuario, abandoné todo sin importarme a quien dejaba atrás. Preferí huir en vez de enfrentar la verdad de lo ocurrido. Yo… te abandoné, Aldebaran. Te dejé ahí, incluso cuando sabía el peligro inminente que crecía en el santuario. Es cierto que vivo aislado de todos pero esa fue mi decisión. Y aun así… tu viniste por mí —Mu se acercó tentativamente, tratando de sujetar el rostro de Aldebaran entre sus manos, tranquilizándose al ver que su avance no fue rechazado— Me apoyaste con Kiki, cuando era mi responsabilidad. Incluso si ambos decidimos criarlo, era solo mi responsabilidad y mi destino por ser parte de la misma tribu. Sacrificas tus escasos días libres, arriesgas tu vida al subir por esa montaña cada mes. Arriesgas tu vida con las misiones del santuario y tratando de protegernos. Ambos tenemos nuestras culpas, y nuestras formas de suavizarlas. Ambos tomamos esta decisión hace años, que esto era lo mejor para nosotros, para proteger al santuario y a nuestra familia —soltó el rostro de Aldebaran, pero sin dejar de mirarlo—. Somos caballeros de Athena y este es nuestro sacrificio por ella y por el mundo, debemos aceptar todo lo que suframos con orgullo y seguir adelante.


Aldebaran se quedó en silencio por unos minutos, pero terminó asintiendo sin quitar los ojos de Mu —Tienes razón… y puedo aceptarlo todo siempre y cuando estés junto a mí. Contigo y Kiki a mi lado, nadie podrá detenernos —Subió el brazo para hacer una flexión para demostrar su fuerza a modo de broma, pero un dolor agudo lo hizo detenerse, frunciendo los labios.


—Deja de hacer eso o te volverás a abrir las heridas —Mu rápidamente detuvo el brazo, revisando que no estuviera manchado de sangre— En serio… créeme que verte cubierto de sangre e inconsciente no es mi idea de diversión.


—Bueno, al menos ya sabes cómo me sentí después de tu batalla contra Iapetos —murmuró Aldebaran lo suficientemente fuerte para que Mu lo oyera.


—No fue lo mismo, yo luchaba para protegerlos a ustedes y a Aioria.


—Y yo para proteger a ustedes y a esos chicos. Además, después tuve que reconstruir la torre que había quedado completamente en ruinas. Pero eso ya fue pasado, me alegra que te hagas cargo de mí y mientras antes me mejore, antes podremos volver a lo divertido —Aldebaran se acercó con toda la intención de besarlo cuando un ruido los distrajo.


La puerta se abrió de golpe y Kiki cayó desde ella, su cara estrellándose directo en el suelo. Se levantó con rapidez, como queriendo aparentar que nada había pasado y hablando casualmente —Ah, ¡Me alegro que estés bien Pá!


Mu se levantó dirigiéndose a Kiki y sujetándolo de la ropa para acercarlo a Aldebaran —En serio, si ibas a intentar espiarnos, al menos podrías haber aprovechado la oportunidad para practicar tus habilidades telepáticas.


—¡Si lo intenté! —afirmó Kiki cuando volvió a sentir el piso bajo sus pies— pero algo debí estar haciendo mal porque no entendía nada, todo se oía muy extraño. Por eso lo intenté a la antigua, pero creo que no medí mi fuerza —continuó con una sonrisa y llevando su mano a su nuca al ver como la perilla en la puerta había cedido ante la presión. Se acercó a Aldebaran, sentándose a su lado sin tocarlo, mirándolo con curiosidad ¿Te duele mucho? ¿Esto es por mi culpa? Lo siento.


—No Kiki, no fue tu culpa. Esto fue por una de las muchas misiones que debemos cumplir como caballeros de Athena, no tuvo que ver con lo que hiciste —no podía ser la causa de la tristeza de su pequeño, aunque fuera implícitamente—. Por eso no puedes ir al santuario aún, tienes que entrenar mucho para convertirte en caballero y poder llevar a cabo las misiones más difíciles que te asignen —era una mentira pequeña pues no podía dejar que las ilusiones de su hijo de convertirse en caballero se perdieran por culpa del engaño del patriarca; su traición no representaba a los caballeros, no representaba a la diosa y cuando ella volviera, si Kiki aun deseaba portar una armadura y unirse a ellos, lo podría hacer con orgullo—. Claro, eso si aún quieres convertirte en un caballero, no hay vergüenza en cambiar de idea.


—¡Por supuesto que aun quiero ser un caballero de Athena! Es más, ¡seré el caballero más fuerte! Así podré cumplir cualquier misión que me den y podré protegerlos a ustedes dos. Además, he estado entrenando con papá Mu, ¡mira! —Kiki flexionó el brazo como momentos antes hiciera Aldebaran, tratando de demostrar su fuerza.


Aldebaran sonrió orgulloso de su hijo —¡Así se habla! Puedo ver lo fuerte que te has puesto. ¡Pronto serás tan fuerte como tu Pá! —Aldebaran levantó el brazo con la intención de volverlo a flexionar.


—Ni se te ocurra —Mu los interrumpió tras presenciar toda la interacción. Se había quedado de pie junto a ellos sin querer interrumpir el momento—. Si vuelves a abrir tus heridas por algo como esto no las volveré a curar ¿Me oíste? —Apartó la charola donde estaba el kit de curación y el agua, para poder sentarse junto a su familia sin problemas—. Ahora deberías descansar pero —volteó a ver a Kiki que a su vez volteó a ver a Aldebaran—, haga lo que haga no podré apartarlo de tu lado, ¿Cierto? —notó la sonrisa de complicidad que Kiki le dirigió a Aldebaran y solo suspiró—. Al menos trata de no sobreesforzarte, ¿Sí? Y tú —se dirigió a Kiki—, no vayas a causarle muchos problemas a tu pá.


Aldebaran notó qué Kiki parecía concentrado en algo, como si la orden que Mu le había dado lo detuviera de decir algo —¿Qué pasa Kiki? ¿Qué querías preguntarme? No te preocupes, una pregunta no me va a cansar —trató de tranquilizar al niño que aun parecía inquieto y sin saber si seguir o no.


—¿Quién es Aphrodite? ¿Y Milo? Yo creía que Aphrodite era una deidad como Athena, pero el nombre de Milo no me suena para nada —Kiki preguntó.


—¿Creí que habías dicho que tu telepatía no había funcionado? —Mu interrumpió la conversación, interesándose más en las habilidades de su estudiante que en la conversación misma.


—No logré entender mucho más, pero esos nombres sí —Kiki se defendió haciendo un puchero.


Aldebaran decidió contestar la pregunta de su hijo —Es cierto que existió una deidad con el nombre de Aphrodite, pero nosotros estábamos hablando de mis colegas en el santuario. Aphrodite y Milo son caballeros dorados como tu papá y yo. Estuvieron presentes durante mi misión, por eso oíste sus nombres —No iba a preocupar al pequeño más al decirle que había sido herido por sus compañeros, otra mentira pequeña que no lastimaba a nadie.


—Oh, ya veo. ¡Tal vez un día yo también los conoceré! Cuando sea un caballero y pueda entrar al santuario podré conocer a todos tus compañeros. ¡Les daré las gracias por siempre cuidar de ti! —Kiki respondió enérgicamente


—No te preocupes por eso Kiki, la próxima vez que los veamos yo me encargaré personalmente de agradecerles —Mu dijo con una sonrisa que Kiki conocía bien. Era la clase de sonrisa que tenía cuando planeaba un entrenamiento particularmente duro o cuando lo descubría en una travesura— Y creo que nuestra reunión será muy pronto.


—¿Cómo que muy pronto? —Aldebaran no pudo evitar la preocupación en su voz.


—He pasado suficiente tiempo fuera del santuario, ¿No lo crees? Pronto será tiempo de regresar —Mu levantó el rostro, mirando por la única ventana en la habitación con esperanza— ¿No lo has sentido Ald? El cosmos de Athena finalmente ha despertado, su regreso ya está anunciado. Pronto todos los caballeros serán llamados de regreso y eso me incluye a mí.


—¿Athena? —¿así que eso era? Ese cosmos que parecía tan brillante y distante, que parecía rodearlo todo y que el patriarca había ordenado a todos ignorar… se sintió tan estúpido por no haberlo reconocido antes. Eso explicaba porque el Patriarca había empezado con un entrenamiento tan exhaustivo, porque parecía tan preocupado últimamente— Ya veo. Si Athena está cerca, es nuestro deber esperarla y proteger su regreso, pero en la situación actual del santuario….


—Ella debe retomar su lugar por cuenta propia para poder despertar su poder por completo, demostrar el poder propio de una Diosa. O por lo menos eso es lo que me dijo el maestro Dohko —dijo Mu y Aldebaran no se sorprendió de oír el nombre del viejo maestro, de que supiera más de la situación que cualquiera de los dos—. Lo único que podremos hacer es apoyarla a nuestro modo. Por eso debemos prepararnos para cuando debamos regresar, y con prepararnos me refiero a ti también Kiki —se dirigió a su hijo, acariciando su cabeza—, parece que después de todo ya será hora de que te presentemos oficialmente como aprendiz de caballero.


Kiki se levantó de golpe, sin poder contener su emoción —¿En verdad? ¿Iremos todos al santuario juntos? ¿¡Seré un caballero de Athena?!


—Kiki, cálmate —Mu detuvo a su hijo que parecía que saldría corriendo en cualquier instante— Aun debemos ser pacientes y esperar nuestra llamada. Y eso te incluye a ti Ald, no más misiones peligrosas hasta que te cures por completo, necesitamos que estés en la mejor de tus capacidades para lo que viene. ¿Lo prometes?


—Lo prometo —No había forma que le pudiera negar nada a Mu—. Pero ustedes también deben prepararse —Miró a Kiki con preocupación. Este era su destino ¿no? Proteger a Athena arriesgando sus propias vidas… ese  era  su motivo de orgullo. Pasara lo que pasara, debía cumplir con lo que se esperaba de él como caballero y llenar de orgullo a su familia. Proteger a Athena y a su mundo que se encontraba bajo este mismo techo.


—Volver al santuario después de tanto tiempo —Mu suspiró— Debe haber cambiado mucho, más con ese hombre a cargo. Pero siempre será parte de mí, casi tanto como esta torre —miró las paredes de su torre con cierta añoranza—, me pregunto cómo estará la casa de mi antiguo maestro —y es que para Mu, a pesar de crecer en la casa de Aries junto a su maestro, nunca tuvo la oportunidad de llamarla propiamente su casa. Tuvo que huir del santuario poco después de recibir su armadura de Aries, nunca tuvo el tiempo de establecerse como el caballero de Aries en ese lugar—. Ah, supongo que debería decir mi casa ahora, ¿No?


—¡Es cierto! —Kiki lo interrumpió—, cuando regresemos tendré que agradecerle al maestro Shion por ayudarme a regresar, ¡Estoy seguro que él tuvo algo que ver con esto! De seguro mi visita lo alegró —Kiki agregó con orgullo, sonriendo.


—¿Visita? —Mu lo miró extrañado.


—Ah, puedo explicarlo —Aldebaran se apresuró a decir—. Después de que me contaste lo que ocurrió, me encargué de buscar la lápida sin nombre y me he estado haciendo cargo de ella desde entonces. Era lo mínimo que podía hacer por él. Y durante la salida de Kiki, tuvimos que pasar por esa zona y bueno…


—Pá Ald la cuida mucho, no estaba llena de maleza como las otras. Y pude hablar un poco con el maestro Shion, por eso sé que nos está cuidando.


Mu miró a su hijo con sorpresa, pero no pudo evitar sonreír ante las memorias de su maestro que cruzaron por su mente. El pensar que no estaba más, que no lo volvería a ver… era un pensamiento doloroso, pero como el fiel creyente de Athena que era, sabía que la muerte no era el final, que seguirían juntos en el cosmos —Tienes razón Kiki, él te está cuidando como me cuido a mí, como yo cuido de ti —su hijo, el futuro de su tribu, la siguiente generación de caballeros. Por ellos hacían todo esto, para darles un futuro brillante.


Y pensando en el futuro —Ah, con todo esto casi se me olvida el entrenamiento de hoy, ¡No creas que te has salvado! —Mu dijo, dirigiéndose a su hijo. Volteó para enfocarse en Aldebaran —Y tú, no te atrevas a levantarte de ahí a menos que sea completamente necesario. Cualquier cosa que necesites, llámanos a mí o a Kiki. Debes descansar para la llegada de Athena —volvió a dirigirse a su hijo—. Por eso es importante que nos dediquemos a tu entrenamiento ¿Entendido?


Mu se levantó, sujetando a Kiki del hombro con la intención de dirigirlo hasta la puerta para salir a iniciar su entrenamiento.


—¡Esperen! —Aldebarán los detuvo— ¿No merezco un beso de despedida? ¿Un poco de amor de mi familia?


Mu sonrió y dio la vuelta para regresar a su lado —Si, si, si —se inclinó para quedar cara a cara—, solo porque realmente disfruto besarte —lo besó, con cuidado de no tocar ninguna de sus heridas y se separó después de unos segundos—. Tendrás más cuando te recuperes.


Kiki tenía una mueca de asco en su rostro, pero después de que Mu se alejó, él también se acercó a Aldebaran para darle un beso en la mejilla a su padre.


Mu; la gente de su tribu; no era de los que daban muestras de afecto. Pero Kiki había sido criado no solo con las enseñanzas de su tribu, también con el corazón apasionado del caballero de Tauro. Resultando en una mezcla muy interesante, usualmente racional pero que no podía evitar que sus emociones le ganaran cuando eran demasiadas. Las cuales podrían ser una ventaja en batalla cuando eran bien usadas y de lo que era viva prueba Aldebaran.


Aldebaran los miró salir de su habitación, listos para entrenar. Ellos eran su vida, su todo. Haría lo que fuera necesario por mantenerlos a salvo.


Por proteger al mundo, su mundo, soportaría cualquier prueba que Athena juzgara necesaria. Aceptaría lo que viniera y enfrentaría todo. Por ellos.

Notas finales:

Pues final abierto porque en teoría, voy a continuarlo en otro fic.
Pero espero que este pequeño episodio de sus vidas les haya gustado a ustedes!


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