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Crisantemo por Zils

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Notas del capitulo:

Disfruten la lectura!

IV

 

Se despertó sobresaltado, aterrado, empapado en sudor frío. El grito desgarrador que había escuchado en su sueño hacía eco en su cabeza, acompañado de una angustia asfixiante que se retorcía en su pecho.

Algo andaba mal.

El grito que escuchó fue de Zero. Reconoció su voz de inmediato. Y eso sólo aumentaba el miedo.

Ignoró el mareo que le azotó cuando se levantó de un salto. Salió por la ventana, forzando a su cuerpo al límite para llegar lo más rápido posible a donde estaba su destinado.

Cabía la posibilidad de que sólo fuera un sueño, una de sus tantas pesadillas—y estaría muy agradecido si así fuera— pero, ¿si realmente había pasado algo? Tenía que comprobar por sí mismo el estado de su destinado.

La desesperación se mezclaba con una tristeza que no era suya.

Mientras corría, mil escenarios fatales cruzaron por su mente en segundos. Su imaginación, alimentada por años de malas experiencias, le atormentaba duramente. Un escenario sobre otro, cada uno peor que el anterior.

Solo se permitió respirar cuando estuvo frente a su ventana, a centímetros de él. Vio como Yuuki lo abrazaba entre sollozos, a Bloody Rose olvidada a un lado en la cama, y no tuvo que hacer un gran esfuerzo para entender que había ocurrido.

Eso lo destrozó en un nivel diferente.

Porque todo hubiera sido en vano si ella no lo hubiera detenido. Porque él no pudo hacer nada por la persona que amaba. Porque sentía que la historia se repetía y era su culpa.

Kaname permaneció allí, en el alféizar, ocultando su presencia; temeroso de marcharse y que ocurriera lo mismo, pero esta vez nadie estuviera allí para Zero.

Una hora más tarde Yuuki salió de la habitación, llevándose—para su alivio— a Bloody Rose con ella. Vio a Zero dar vueltas por la habitación para luego acostarse nuevamente.

Kaname cuidó su sueño por horas. Las clases nocturnas comenzaron, seguramente los nobles estarían preguntándose dónde diablos se había metido. A él poco le importaba el resto del mundo. En ese momento, lo único que le tranquilizaba era escuchar la respiración acompasada de su destinado. Sentir que estaba vivo, junto a él.

Cada vez que cerraba los ojos escuchaba el grito desgarrador de su pesadilla; retumbaba en su cabeza, junto a esa voz insidiosa que le decía que todo era su culpa.

Y él lo creía.

Si hubiera puesto más atención a Zero, o si le hubiese dicho desde el principio que eran destinados, tal vez, nada de eso hubiera pasado.

Kaname se sentía estúpido, un idiota por no darse cuenta de lo riesgosa de la situación. Él mismo había estado en ese escenario antes, tantas veces que ya no podía recordarlas, y aun así no pudo ver a través de Zero.

No pudo ayudarle…

Los primeros rayos solares tocaron su rostro, molestándolo. Las horas pasaron como segundos frente a él. Unos minutos más tarde, sintió a Zero despertar. Le escuchó alistarse perezosamente, para después salir de la habitación.

Kaname se marchó después de que lo vio salir del edificio acompañado de Yuuki. Para su alivio, se veía más relajado. Aunque sabía que no podía confiar en ello.

Tenía que ser más cuidadoso, más atento.

Y, lo más importante, tenía que terminar ya con Hio.

 

 

 

*

 

*

 

*

 

 

 

 

—No seas cobarde. —Zero se reprendió a sí mismo por décima vez.

Llevaba media hora entre avanzar y retroceder. Le parecía ridículo porque ya lo había decidido, dudar no era una opción.

La noche anterior, luego de que Yuuki se marchara, tras darle muchas vueltas al asunto, decidió hablar con Kuran respecto a su situación. Si quería vivir un poco más, necesitaba tener un respaldo, debía asegurarse de no perder el control aunque tuviera que dar la poca libertad que le quedaba a cambio. Esa era la única forma de que un nivel E mantendría su cordura, su única oportunidad. Si Kuran Kaname estuvo dispuesto a darle su sangre, esperaba que pudiera escucharlo. Nada perdía con preguntar.

Lo pensó cuidadosamente. Pero, inevitablemente, las dudas surgían a cada paso que daba y terminaba retrocediendo. A ese paso le tomó una hora llegar a los dormitorios de la luna. 

Tocó dos veces antes de abrir la puerta. El ostentoso salón estaba vacío. Bueno, casi vacío. Para su mala suerte, Aido Hanabusa lo fulminaba con la mirada desde la escalera, como si él fuera una asquerosa cucaracha que invadía su perfecto hogar.

—Oh, ¿Qué trae al delegado a nuestros aposentos? —cada palabra estaba cargada de desdén.

Zero no se dejó intimidar; ya había llegado hasta allí, no iba a retroceder. Mantuvo un tono sereno y educado—Necesito hablar con Kuran-senpai.

— ¿Qué querría hablar alguien como tú con Kaname-sama? ¿Crees que tienes el derecho a hablar con él?—Con cada palabra Aido bajaba un escalón. La ira bullendo en sus ojos. —No entiendo por qué eres tan favorecido por Kaname-sama. 

Zero, por primera vez deseó que el rubio parlanchín tuviera razón. Si Kaname le favorecía, al menos le dejaría hablar antes de echarlo.

— ¿Se encuentra Kuran-senpai?

— ¡Te atreves a ignorarme! — la paciencia de Aido se agotó. Picos de hielo volaron en su dirección en el arranque de ira del vampiro.

Zero suspiró. Todo el séquito de Kuran era tan…. Fanático. Eso ya parecía una secta. Aunque se preparó para esquivar el hielo, no hubo necesidad. Fue el mismo rubio quien detuvo su ataque ante la llegada de otra presencia.

—Aido. —advirtió Kuran desde lo alto de las escaleras. Si bien, mantenía su porte estoico, Zero pudo distinguir un aire de enojo en él.

El rubio de inmediato se arrodilló en una reverencia—Mis disculpas, Kaname-sama.

—Kiryuu, adelante. —Kaname extendió su mano en invitación, y él le siguió escaleras arriba, dejando a un furioso Aido atrás.

Por suerte, el enojo no parecía ser por su presencia.

Era extraño. A pesar de estar rodeado de vampiros, no se sentía a la defensiva. Supuso que era el efecto Kuran Kaname, esa inconfundible aura que le infundía seguridad.

Quería reírse de sí mismo. Hace unos segundos estaba tan nervioso creyendo que haría una locura, y ahora todo se sentía tan…sencillo. Tenía la ridícula convicción que todo saldría bien.

Otra prueba de que estaba cayendo en la locura.

La oficina de Kuran era un lugar rebosante de elegancia. Parecería una portada de revista si no fuera por los papeles desordenados en el escritorio, los libros apilados descuidadamente en el piso y las mantas tiradas en los sofás.

Aun así, incluso el desorden parecía armonizar con Kuran Kaname.

—Es inusual verte aquí. —la afirmación sacó a Zero de su momentánea ensoñación.

—Necesito pedirte algo. — Zero frunció el ceño. Otra vez, preso de la indecisión. Un nudo se instaló en su pecho y una vocecita le gritaba que no era demasiado tarde para retractarse. Pero no le haría caso. Él lo había decidido. Solo un año, un año más de vida. Con renovada decisión, miró al sangre pura a los ojos. —No quiero perder el control. No quiero convertirme en una bestia. Y la única forma de que no ocurra es estar bajo el control de un nivel superior. —esperó unos segundos alguna reacción contraria, pero Kuran se mantuvo callado, inclinando apenas su cabeza hacia la izquierda. —Te pido que me tomes bajo tu cuidado, Kuran.

Ahora sí, no había vuelta atrás.

Contrario a lo que pensó, no sentía que había cometido un error garrafal, fue como liberarse de un gran peso. Esperó paciente la respuesta del sangre pura.

— ¿Estás seguro de esto?—Zero asintió. — ¿Incluso si te pido trasladarte a la clase nocturna?

—Sí, incluso si debo trasladarme.

Por primera vez, Zero vio a Kaname suspirar y encogerse ligeramente sobre sí mismo. No supo cómo interpretar eso. Repentinamente parecía… ¿Abrumado con la situación?

—No es necesario, Kiryuu. —Kaname, que hasta ese momento había mantenido una distancia prudente de él, se acercó dejando apenas un medio metro de distancia entre ambos. —Lo haré.

—Te lo agradezco.

Kaname nuevamente inclinó ligeramente la cabeza a la izquierda. Era la primera vez que Zero se fijaba en ese gesto; le recordaba a un gato mirando las locuras de su dueño o del perro de la casa. Lo último era lo más probable. Si Kuran era el gato remilgoso, a él le tocaba el papel de perro callejero que el dueño recogió en un acto de caridad.

—Cuando necesites sangre, nos reuniremos en la residencia del director. —estaba de acuerdo. Entre menos interacción tuviera con los fanáticos de Kuran, mejor para él— Entonces…—Kuran extendió su mano hacia él. —La herida en tu brazo aún no sana.

Por un momento se olvidó de eso, pero indudablemente dolía. Miró la mano extendida fijamente, las venas se marcaban perfectamente en su muñeca. Hace algunos días no habría imaginado que estaría en esa situación, a punto de beber del vampiro que más le descolocaba, en esa habitación llena de su aroma a canela y su cálida presencia. Pero ahí estaba, por voluntad propia metiéndose en la boca del lobo.

Como si no tuviera suficientes problemas.

Tomó la mano ajena, la llevó a su boca, inclinándose levemente hacia delante y mordió con cuidado. La sangre dulce, poderosa, se extendió rápidamente en su cuerpo, junto una sensación de agradable seguridad. Frunció el ceño, cuando la marca en su cuello se calentó ligeramente; jamás había ocurrido, pero suponía que el sello reaccionaba a la sangre de Kuran. Como no era realmente molesto lo dejó pasar.

En ese estado hasta podrían dispararle y a él poco le importaría. Lo único en su mente era la calidez que le envolvía, el recuerdo de unas suaves manos acariciando su cabello, una voz perezosa susurrando palabras gentiles.

Era rodeado por una agradable bruma.

—Suficiente.

La voz de Kuran sonó lejana. Aun así acató la orden a regañadientes, dejó de beber y soltó lentamente la mano del sangre pura. Se tomó unos segundos para recuperarse; para de irse a sí mismo que no había sido tan malo. Cuando alzó la mirada, Kaname le daba la espalda, apoyado ligeramente sobre el escritorio.

—Con eso debería bastar, por ahora. —Su voz sonó extremadamente suave. —Si eso es todo…

Zero captó la indirecta. Obtuvo más de lo que esperó en esa visita, y no quería arriesgarse a que Kuran se retractara. 

—Gracias, Kuran.

Sonaba necesario agradecerle una vez más, después de todo, el vampiro no tenía obligación alguna con él. Desde el principio, pudo negarse o aceptar que alguno de los nobles lo controlara; en cambio, aceptó el tomarlo bajo su cuidado. En realidad, Kuran no ganaba nada con eso. Era extraño.

Muy extraño.

Al bajar al primer piso se topó con la mirada de odio de Aido Hanabusa y Sounen Ruka. Ambos rubios estaban parados a ambos costados de la puerta, como guardias de seguridad, emitiendo un aura peligrosa.

Zero optó por ignorarlos. No había razón para hacer un escándalo. Avanzó directo a la puerta y salió sin mirar atrás.

Ruka fue quien habló entre dientes a su espalda. —Solo eres su mascota. Una escoria que recogió por caridad.

Zero suspiró. Su parte racional—esa que gestionaba el odio, el rencor y su preciada prudencia — se fue de vacaciones, y con la poderosa sangre de Kuran corriendo por sus venas, sentía que nada podía dañarlo. Mucho menos los comentarios venenosos de esos vampiros.

 

 

 

*

 

*

 

*

 

 

 

Cuando Zero dejó la habitación, Kaname se derrumbó.

Usó toda su fuerza de voluntad en mantener sus piernas erguidas y no dejarse llevar por el alivio mientras Zero bebía de él. Apenas pudo resistir el impulso de abrazarlo; porque hace unas pocas horas casi lo había perdido y tenerlo allí era simplemente demasiado.

Quería encerrarlo en algún lugar a salvo de todo mal. Quería decirle que eran destinados y que él le daría el mundo si se lo pedía. Quería decirle tantas cosas…

Pero no lo hizo.

Con mucho esfuerzo logró pedirle que se detuviera —voltearse para que no viera el vergonzoso sonrojo en su cara— y mantener sus emociones a raya.

Porque sabía perfectamente que no podía dejarse llevar por sus impulsos. No quería agregar más emociones fuertes a la delicada estabilidad de su destinado. Por el momento, lo único que podía hacer era darle su sangre y buscar a Hio Shizuka.

Ciertamente, no imaginó que Zero tomaría ese rumbo de acción, que fuera a pedirle directamente su sangre. Le era imposible negarse, por supuesto. Todos esos años le proveyó a Kaien dosis de su sangre porque sabía que Zero no podía beber de nadie más a parte de él. Los destinados vampiros solo podían beber entre sí, la sangre de otros sería fuertemente rechazada. En el caso de Zero la única excepción era Shizuka, por ser su creadora. Aunque tampoco podía estar seguro de esto.

Lo único que sabía ciencia cierta es que no podía ser tan descuidado y ofrecerle que bebiera de él otra vez. No sabía cuánto más podría controlar sus impulsos, además le parecía un poquito injusto; para Kaname, todo era tan intenso, tan incapacitante. A diferencia de Zero, que salió de la habitación fresco como lechuga, él no podía controlar su tembloroso cuerpo y mucho menos su alocado corazón.

Mantendría el sistema de frasquitos, a pesar de que tuviera que darle más seguido.

Un problema a la vez.

Desvío la mirada a su escritorio, una solicitud de admisión captó su atención; Takuma debió dejarla mientras vigilaba a Zero la noche anterior. Abrió la carpeta, una foto acompañada del nombre de la vampiresa estaba en la primera página.

Kurenai Maria.

Si su intuición era correcta, las cosas terminarían más rápido de lo que esperaba.

 

 

 

*

 

*

 

*

 

 

 

— ¿Entonces? Sabes que puedes confiar en mi ¿cierto?

Yuuki, a su lado, le miraba preocupada.

Se encontraron a las afueras del dormitorio de la luna. Ella le buscó desesperada durante horas hasta que el último lugar por revisar fue el dormitorio de la clase nocturna. Temía que Yagari lo hubiera encerrado, o peor, que él mismo se hubiera disparado. Zero tardó varios minutos en tranquilizarla, asegurándole varias veces que estaba bien y no pensaba hacer nada imprudente.

—Lo sé.

— ¿Y bien?—ella tomó su mano deteniéndolo a medio camino. No faltaba mucho para llegar a la residencia del sol. — Zero, si necesitas sangre, puedo darte la mía. ¡Lo haré, de verdad! Pero yo…Necesito saber que ocurre. Por favor.

Él se mantuvo en silencio. No quería ocultarle a Yuuki su situación, no ahora que parecía ser favorable—por el momento—, pero tampoco sabía exactamente cómo explicarlo. Ni siquiera sabía cómo lo tomaría ella.

— ¿Qué hacías en los dormitorios de la clase nocturna? ¿Fuiste a hablar con Kaname-senpai? —insistió.

—Sí —finalmente decidió contarle. Después de todo, Yuuki se merecía saber lo que ocurría. —Le pedí que me tomara bajo su control.

— ¿Bajo su control?

—La única forma de que un ex humano conserve la cordura es bajo el control de un rango superior…No quiero perderme a mí mismo. No quiero lastimar a nadie y cada día es más difícil controlar la sed.

—Entonces, si tomas la sangre de Kaname-senpai, ¿Ya no caerás a nivel E?—Zero asintió no muy convencido— ¿Qué dijo él? ¿Aceptó?

—Sí.

— ¡Vaya! Bueno, era de esperarse. Le agradas después de todo.

— ¿Estás loca? ¿De dónde sacas que le agrado?—Zero miró a Yuuki como si realmente hubiera perdido la cabeza. Tal vez, tener muchas emociones fuertes le afectó.

Ella sonrió apenada— ¿Intuición? —se ganó otra mirada escéptica de Zero— Pero, lo realmente extraño es ¿Por qué Kaname-senpai? Según tus propias palabras, es el vampiro que más odias de la clase nocturna. Si tanto te desagrada, ¿no hubiera sido mejor pedirle a otro?

—Mejor diablo conocido que diablo por conocer.

Además, él voluntariamente me dio su sangre antes.

—Siento que algo me estás ocultando. Pero lo dejaré pasar ya que pareces feliz.

Zero no intentó refutar. No serviría de nada contra la intuición de Yuuki; era una batalla perdida. En cambio, prefirió pasar a otro tema más urgente.

— ¿Estás bien con todo esto? Con la existencia de los niveles E…. ¿Conmigo?

Él sabía perfectamente lo difícil que debía ser para ella enterarse que la persona con la que convivió cuatro años era un vampiro, de la misma especie que la atacó cuando era niña. Zero no era como los de la clase nocturna, vampiros nobles capaces de controlarse a la perfección, y eso debió ser un duro golpe para Yuuki, más aún cuando intentó atacarla. Dos veces. Aunque ella no recordaba la primera.

—Zero es Zero. Punto. Y, por favor, no lo menciones. No sabes lo mal que me siento por no haberme dado cuenta. ¡Pude hacer más! ¡Debí hacer más! Se supone que soy tu amiga. Vivimos juntos por cuatro años y aun así no lo noté hasta el final. ¡Lo siento tanto!

— No tienes que preocuparte por eso. Hiciste suficiente.

— ¡Me preocupa y mucho! Pero ya no se puede hacer nada por lo pasado. —Yuuki lo miró con renovado vigor—Ahora que ya lo sé, estoy aquí para darte mi completo apoyo. Así que si Kaname-senpai se pone pesado contigo, me dices y voy a hablar con él.

— ¿El ratón regañando al gato?—hasta se le hacía adorable la escena. A Yuuki no le agradó la comparación. —Perdón…Gracias, por todo.

—No hay nada que agradecer. Pero no vuelvas a compararme con un ratón; no tengo la cara gorda y peluda.

—Bien. Un conejo entonces.

Yuuki le golpeó en el brazo.

— ¡Es lo mismo!

 

 

 


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