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Crisantemo por Zils

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V

 

Durante una semana, los días transcurrieron pacíficamente. Desde que Zero aceptó su sangre, su estado como nivel E se mantenía bajo control, lo que les dio a ambos un merecido descanso.

Kaname se permitió dejarse llevar por su naturaleza perezosa, esa que había relegado a un rincón desde hacía años; delegó el trabajo de oficina a Takuma, mientras él se dedicó por completo a dormir y salir a sus paseos de observación. Se sintió renovado, acogido por la rutina. 

Disfrutó de la tranquilidad, ignorando olímpicamente los problemas que pronto le lloverían encima.

Fue la sed ajena, suave pero constante, lo que le sacó de su rutina de descanso. Supo entonces, que era hora de enfrentarse a su problema favorito.

Preparó los frascos con su sangre—para molestia del resto de la clase nocturna— y partió a su encuentro con Zero.

Ubicó su presencia en el establo. Mientras se dirigía al lugar, se concentró en mantener la calma. Se decía a sí mismo que no había nada por lo que estar nervioso. Le daría los frascos, vería que tal se encontraba y se marcharía, simple. Debía permanecer calmado, con una perfecta máscara de indiferencia.

Calma.

Calma.

Calma…

¡No podía calmarse, maldición!

Su corazón latía desbocado y un molesto nudo apretaba su pecho. Estaba más que nervioso y sólo deseaba que por parte de Zero su vínculo fuera lo suficientemente ligero para que no sintiera sus emociones.

¡No podía evitarlo! Solía espiarlo a una distancia segura, nunca un encuentro directo que durara más de 30 segundos e intercambiaran más de dos palabras.

Por años su atracción creció hasta transformarse en esa viscosa bola de cariño que guardó celosamente en un rincón, sin posibilidades de expresarse, alimentado solo con migajas. Pero, de repente la oportunidad de acercase a su destinado se presentaba en su cara y él no podía—ni quería—tomarla; tanto por Zero, como por él mismo.

Porque si se arriesgaba y todo salía mal, no lo soportaría, pero se le exigiría hacerlo…Como siempre.

Kaname simplemente tenía miedo. Miedo a la soledad, al rechazo, a la eternidad…a su pasado. Estaba tan asustado que se aferraba con garras y dientes al vínculo que lo unía a Zero y a Yuuki, a la estabilidad que le brindaba la Academia Cross. 

Podía engañar a todos pero no a sí mismo; no por mucho tiempo, al menos.

La presencia cada vez más fuerte de su destinado, le hizo frenar en seco. A metros del establo le entró pánico y dio media vuelta. Le parecía ridículo, después de haber llegado hasta ahí, el retractarse; pero su inseguridad ganó.

Le pediría a Takuma que le diera los frascos a Zero. Sí, eso. Confiaba en Takuma.

Problema eludido, problema temporalmente resuelto.

— ¿Kuran?

Mierda…

Zero le mirada confundido desde la puerta del establo, su mano derecha agarraba firme las riendas de Lily. Adiós a su plan de escape.

Ya que fue descubierto no le quedó otra que voltearse, acercarse al menor, como si nada hubiera pasado, y rogar porque Zero no notara su inquietud.

—Kiryuu—saludó y se enorgulleció de lo firme que salió su voz. Le extendió los frasquitos con su sangre sin más dilación.

Zero lo miró descolocado unos segundos antes de tomar los frascos. — ¿Lo notaste?

Lily, la yegua blanca, se acercó a él y Kaname decidió centrar su atención en ella e ignorar la pregunta. Acarició suavemente la cabeza del animal, relajándose en el proceso. Él debía marcharse cuanto antes, su lógica lo decía, su pánico anterior lo decía, pero apenas estuvo lo suficientemente cerca como para sentir el aroma de su destinado todo malestar se esfumó.

Kaname quería permanecer así un ratito más.

Un ratito no haría daño.

Lily, restregó su hocico en su cabello, volviéndolo una maraña de ondas. Le resultaba curioso la actitud de la yegua. Desde que la conoció, durante uno de sus paseos de observación, ella le aceptó, a pesar de que parecía odiar a otros. Creía que el animal sentía su conexión con Zero y, por ello, era dócil con él. Aunque eso no le eximía de los jalones de pelo.

—Le agradas. —murmuró Zero— Ella es muy temperamental. Es raro que alguien le agrade. ¿Es otro de tus encantos?

Kaname sonrió. — No tengo la habilidad de domar caballos, si a eso te refieres. 

—Si emites esa aura relajante, consigue el mismo efecto.

Kaname se atrevió a mirar a Zero. Una expresión serena  cruzaba su rostro; era la primera vez que no le miraba con odio. Realmente parecía cómodo con su presencia. Su corazón dio un salto.

— ¿Te relaja?

—Como a todos, ¿no?

No. Su aura era intimidante, asfixiante si estaba enojado, pero jamás relajante. Si no fuera por su vínculo de destinados, Zero lo sabría perfectamente.

— No lo sé. Nunca le he preguntado a nadie. —mintió.

— ¿No? Pensé que lo hacías a propósito. — Kaname negó con la cabeza— Es agradable.

Oh…

Sintió el sonrojo subir por su rostro. Avergonzado de sus propios sentimientos, se escondió disimuladamente tras la cabeza de Lily.

—Casi es hora del cambio de turno. —se excusó, sobrepasado con la situación. Era suficiente interacción por un día, su viejo corazón no podía con tanto. —Nos vemos, Kiryuu.

Sin esperar respuesta abandonó el establo. Huyó directo a su habitación con el corazón en la garganta en una nube de algodón de azúcar.

Zero había estado cómodo en su presencia, admitió que era tranquilizante. Y, aunque eso era resultado de su vínculo, esa pequeña parte de él que mantenía la esperanza, saltaba de un lado a otro reafirmando su existencia.

Kaname se permitió disfrutar el momento. Disfrutar de su nube de azúcar antes de estrellarse otra vez en el concreto.

— ¡Kaname!

Fue más rápido de lo que esperaba.

—Kaname, lo siento, pero tenemos problemas. —Takuma que entró como bólido a su habitación, gimió desesperado.—¡El abuelo viene esta noche!

—En algún momento vendría.

Ichijo dudó unos segundos antes de asentir. — Bueno, sí. Pero, ¿estarás bien?

Kaname asintió distraído; su nube de azúcar le impedía concentrarse en nimiedades. Le desagradaba Asato, pero no es como si fuera a huir del sujeto. El abuelo de Takuma entraba en el saco de “cosas molestas pero necesarias, prontas a desechar”. Nada que no pudiera soportar. Además, el Consejo era la menor de sus preocupaciones.

—Bueno, supongo que está bien entonces. —Takuma, se revolvió el cabello en un gesto nervioso. Era él quien tenía problemas para tolerar la presencia de su abuelo. — ¿Uh?—Repentinamente dirigió una apreciativa mirada a Kaname— ¿Pasó algo? Te ves feliz.

—Lo estoy.

—Oh… ¿Se puede saber por qué?

—No.

Ichijo, que tardó unos segundos en recuperarse del despliegue de sinceridad, sonrió genuinamente contento por quien consideraba su amigo— ¡Me alegro!...Bien, iré primero a preparar todo. Espero que sea una visita corta.

Cuando la puerta se cerró, Kaname se acomodó en el diván aún envuelto en su bola de alegría. Zero se veía saludable y tranquilo, y eso era suficiente para mantenerlo feliz el resto de la semana.

 

 

 

 

*

 

*

 

*

 

 

 

Zero destapó el frasco de sangre y lo llevó a sus labios. La sangre dulce bajó por su garganta, saciando su sed, llenándolo de esa conocida calidez. Antes de darse cuenta los cuatro frasquitos fueron vaciados.

Le parecía insólito el haber admitido frente a Kuran una mínima parte de lo que le hacía sentir. En ese momento fue tan fácil decir lo que sentía. Hablar con él era sencillo. No sentía la supuesta presión que ejercían los sangre pura; de hecho, sino fuera porque Cross le había dicho la identidad del vampiro, jamás hubiera adivinado que era un sangre pura.

Debería sentirse, mínimamente, avergonzado. Debería, pero no. Al contrario, se sentía ligero, ridículamente feliz. Una felicidad que aparecía como un eco distante, como si en realidad no le perteneciera.

A pesar de lo extraño sus sentimientos, una sonrisa boba cruzó su rostro.

— ¡Vaya! ¿Por qué tan feliz? —Yuuki, entró al establo, asegurándose de mantener una distancia segura de Lily. La yegua ya la había atacado antes, gracias a eso aprendió a desconfiar de los animales bonitos. — Hay flores a tu alrededor.

Zero alzó una ceja, ya acostumbrado a la aguda percepción de su amiga. —No estoy feliz.

— ¿No? —Yuuki sonrió, sin creerle—Yo te veo feliz. Mira—ella picó sus mejillas con el dedo—No lo puedes ocultar. ¡Estás sonriendo!

Zero apartó desganado las manos de la chica de sus mejillas—Ya para.

Yuuki se llevó la mano a la barbilla en gesto pensativo— ¿Tal vez, tu destinado está feliz?

—Ya te dije que no tengo destinado.

—Que no lo hayas sentido no significa que no lo tengas. Quizás lo pasaste desapercibido todo este tiempo.

Zero lo pensó un momento. No era una idea descabellada, en realidad. Un destinado…De alguna forma, le resultaba reconfortante que la primera cosa que sentía de su destinado fuera alegría. Significaba que, fuera quien fuera la persona que el universo escogió para él, era feliz y quizás tuviera una mejor vida que la suya.

Pero…

—Espero que no sea el vínculo de destinados. Si lo es, significa que otra persona sufrió por mi culpa.

Yuuki hizo una mueca, incómoda, pues Zero tenía un poquito de razón. Los vínculos eran recíprocos; si él era capaz de sentir las emociones de su destinado, éste podría sentir las suyas también. O, al menos, eso se sabía. —Sea lo sea, si eres feliz es bueno… ¡Cierto! Hoy el señor Ichijo viene a la Academia y el director quiere que lo escoltemos a su oficina.

—Qué manera tan sutil de cambiar el tema.—Zero no pudo evitar revolver el cabello de una avergonzada Yuuki— Debiste empezar por ahí.

Ella rio apenada. Su mirada cayó en suelo, sobre los frasquitos esparcidos que conservaban un tenue rastro rojizo— ¿Y eso?

—Kuran. —Zero recogió los frasquitos, guardándolos en el bolsillo del saco, despreocupadamente— Creo que no le gusta que beban de él.

—Oooh…— Yuuki se esforzó en quitar de su cabeza la imagen de esos dos en un acto tan… Íntimo— ¿Qué tal resultó? ¿Hubo pelea, discusión o comentarios hirientes?

—Nada de eso. ¿Qué cosas te imaginas? —Yuuki estaba segura que él no quería saber eso. — Solo trajo los frascos y…acarició a Lily. Pensándolo bien, ella se ganó toda su atención.

—Pero a ella no le agradan los extraños. —le dedicó una mirada desconfiada a la yegua— Ni los conocidos.

Zero sonrió—También me sorprendí.

Sí, se sorprendió muchísimo. Lily era increíblemente perceptiva, desconfiaba de los humanos y aún más de los vampiros. El único al que soportaba era a él, y sólo fue porque la crio desde bebé. Que él supiera, Kuran no había conocido a Lily antes. Pero, por supuesto, no podía asegurar eso.

—Que selectiva… ¡Ves, Zero! ¡Kaname-senpai no es malo! Lily lo aprobó.

—Una cosa no quita la otra. Que un vampiro sea amable contigo no significa que todos lo serán.

Yuuki sonrió satisfecha con su respuesta. No había negado su afirmación. —¡Bien a prepararnos para el cambio de turno!

 

 

 

 

*

 

*

 

*

 

 

 

— ¡Ya es hora! ¿Estás emocionado?

Él hizo una reverencia en respuesta. No, no lo estaba. Sólo quería que ella cumpliera su deseo para dejar a su destinada en paz. Estaba en deuda con ella, por eso la apoyaba y ayudaba, pero detestaba la idea de que involucrara a su destinada en sus planes.

—No me mires así. Cumpliré mi parte. Además, procuraré no lastimarla.

—Confío en su palabra, Shizuka-sama.

Sí, lo único que le quedaba era confiar en ella y proteger el cuerpo que habitaba.

A lo largo de esos cuatro años comprobó que la sangre pura era una mujer de palabra; su preocupación era que un agente externo le impidiera cumplir su promesa. Sabía que en esa academia se encontraba otro sangre pura y un número importante de nobles. Debían ser cuidadosos. Él debía serlo.

Tenía que cuidar de Maria, como ella cuidaba de él.

En su infancia, muchas veces se preguntó si había una razón por la cual había nacido. Su cuerpo era débil y enfermizo. No tenía un futuro como cazador; ni siquiera podía asegurar que existía algo como el futuro para él.

Cada recaída le recordaba dolorosamente lo cerca que estaba de la muerte. Sus padres sólo esperaban el día fatal, como si fuera algo que no pudieran combatir. Por las noches, escondido tras la puerta, escuchaba sus conversaciones, siempre trataban de él, de lo diferente que era comparado con Zero, de cuánto enfermaba cada día.

Con los años el dolor en su cuerpo se transformó en resentimiento; el resentimiento se convirtió en odio y ese odio lo cubrió como petróleo. Los lamentos de su madre, las pobres palabras de consuelo de su padre, las miradas de lástima de sus maestros, terminaron por infectar su corazón.

Él no era necesario.

Su única luz en medio de la agonía era su dulce hermano. Zero era el único que no le miraba con lástima o resentimiento. Era el único que lo cuidaba con esmero, le demostraba su amor en cada acción. Ichiru le amaba y le envidiaba profundamente. Representaba todo aquello quería ser y que jamás podría alcanzar.

Cuando Hio Shizuka apareció ante sus ojos, hermosa, etérea, con esa mirada triste bañada en una profunda desesperación, Ichiru se vio reflejado en ella. Escuchó su historia, empatizó con ella. Él le contó sus pesares; ella le ofreció algo que añoraba: la oportunidad de vivir, un cuerpo sano.

No fue difícil tomar una decisión. No cuando el destino de sus padres ya estaba sellado; por lo único que alegó fue la vida de su hermano. Le pidió a Shizuka que le permitiera vivir y ella aceptó, como si hubiera esperado esa petición.

Seguramente, ella lo había planeado así.

Tras la muerte de sus padres se marchó con la sangre pura sin mirar atrás. Vagaron por unos meses, recorriendo los lugares que ella soñaba visitar con su amado, ese que sus padres asesinaron. Una vez estuvo satisfecha, lo llevó a la mansión de la familia Kurenai.

Fue allí cuando la conoció.

Ella era frágil, a pesar de ser un vampiro. Al igual que él, necesitaba de un sangre pura para sanar. De inmediato, comprendió que ese dolor que había soportado por años, no sólo era suyo, sino que también venía de ella.

Congeniaron de inmediato.

Por primera vez se sentía completo. Ese vacío en su pecho, no era resultado de la maldición de los gemelos cazadores, era su alma gemela que le llamaba.

Ichiru no quería que su destinada fuera usada como contenedor, pero no podía negarse. Ninguno podía negarse a los deseos de la sangre pura.

Sólo rogaba que todo fuera de acuerdo al plan.

 

 

 


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