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Crisantemo por Zils

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VIII

 

—Kuran. —Zero le llamó, acortando la distancia.

Kaname se volteó, sosteniéndole la mirada. La brisa fría movió su cabello castaño, y Zero observó divertido el pequeño escalofrío que le recorrió. No debería parecerle tierno, se dijo, como el sangre pura era afectado por el clima. No debería. Pero, al igual que sus caóticos sentimientos, sus pensamientos comenzaron a ser un terreno extraño.

— ¿Sucede algo?—Kaname inclinó ligeramente la cabeza a un costado. Zero comenzaba a ver un patrón en la acción.

—Si tienes frío, ¿no sería mejor entrar?—aquello difería absolutamente de lo que iba a preguntar. Pero he ahí esa confianza que le generaba el sangre pura, haciendo acto de presencia con preguntas personales que no debería haber hecho.

—No quería estar ahí. —respondió Kaname, para su sorpresa.

Zero volteó brevemente la mirada al salón, varias señoritas les miraban cuchicheando entre sí; tanto humanas como vampiras. —Sí, puede ser agobiante.

—No pensé que escaparías también. Siempre eres tan serio con tu trabajo. —Zero parpadeó. ¿Eso fue una broma? Por la ligera sonrisa en su rostro, apostaba que sí.

En respuesta, frunció el ceño, en una mueca de fingido agotamiento—Ojalá pudiera escaparme, esos “kya” algún día van a matarme. —Kaname rio; su risa era discreta y suave, casi como si se avergonzara de ella. Por un breve momento, Zero quiso seguir en esa relajada dinámica. Mas, tenía en claro cuál era su objetivo en ese momento. —Pero esta vez, no vine a invadir tu poco efectivo escondite para evadir mi trabajo. Quería hablar contigo, sobre Hio Shizuka.

Todo rastro de alegría desapareció del sangre pura. Al parecer, Hio era un tema sensible para ambos.

—Es cierto que, si bien no puedo matarla yo mismo, puedo contribuir a su muerte. Si hago eso, mis padres tal vez puedan descansar en paz…Tenías razón. Ese día te acusé sin pensarlo.

—Está bien. No supe expresarme adecuadamente. — Kaname le dirigió una tenue sonrisa. Para su alivio, aparentemente, Zero no lo veía como un general demonio.

— ¿Estás bien?—Kaname le miró desconcertado. Zero suspiró antes de explicarse. —Te ves cansado. —No era algo que se viera en su aspecto, ni en su actitud, sino que… ¿Lo intuía?...Pasar mucho tiempo con Yuuki y Kaien traía sus consecuencias.

—Estoy bien. —respondió Kaname, en automático.

Zero no quiso seguir indagando en ello. No le correspondía de todas formas. Se mantuvieron en un ameno silencio que fue roto por él mismo.

— ¿Por qué haces todo esto? ¿Por qué me ayudas? —preguntó, ya cansado de darle vueltas al tema en su cabeza. Por mucho que pensara en ello, no encontraba ni pies ni cabeza en la actitud del sangre pura. Quería saber la razón. Necesitaba saberlo.

—¿No debería?...Hay ciertas personas a las cuales no puedo negarles mi ayuda.—Kaname respondió, dejando a Zero aún más confundido.— No odio a los humanos, ni tampoco creo que sean criaturas inferiores con las cuales se puede jugar, si eso es lo que pensabas.

Y, por supuesto, porque eres mi destinado y te amo. Definitivamente, para Kaname la respuesta era aún más simple que su concepción moral.

—Imaginé que todos los vampiros veían a los humanos como simples presas. Más aún los de tu tipo. Los que pueden esclavizar humanos por mera diversión.

—Eso es lo mismo que decir que todos los humanos son iguales. Sí, existen vampiros que ven a los humanos como presas con las que pueden jugar con ellos a su antojo; de la misma manera que existen humanos que abusan, violan, asesinan y juegan con otros… Cada persona es un mundo en sí mismo. Los valores que cada uno elige, sus acciones y cómo repercuten en el mundo, no es algo que puedas clasificar por raza, nacionalidad, clase social o concepciones políticas.

Las palabras de Kuran hicieron eco en su mente.

Él sabía que existían humanos despreciables; humanos que actuaban igual o peor que los vampiros. Zero lo entendía, no todos los problemas de la humanidad se solucionarían con la desaparición de los vampiros; pero dejarían de estar bajo el yugo de sus depredadores.

En ese momento Zero no estaba preparado para entrar en un debate moral consigo mismo; uno que desenterraría recuerdos de su más tierna infancia. Algún día tendría que hacerlo, eso era claro, pero no esa noche.

— ¿Quieres decir, que me ayudas por altruismo?

Kaname asintió. Zero lo observó fijamente, buscando algún rastro de burla o mentira; para aumentar su confusión vio como un suave tono rosado cubría las mejillas del otro.

¿Lo estaba imaginando, verdad?

—Disculpen, ¿han visto a Yuuki?

 

 

 

 

*

 

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—Aquí es.

Hanabusa abrió la pesada puerta de hierro. El aire frío se filtró de inmediato, junto a una suave presencia conocida.

—Realmente no imaginé que algo así estuviera aquí. — Akatsuki, observó las escaleras con recelo. No quería bajar allí y encontrar ese algo, pero no había opción.

Ambos comenzaron el descenso. El frío se volvía cada vez más intenso con cada paso que daban. Al final de las escaleras, en el centro de la semi oscura habitación, se alzaba un enorme trozo de hielo, en cual yacía el cuerpo impoluto de Hio Shizuka. Un espectáculo hermoso y aterrador.

—Kuruizaki-hime. —murmuró Kain.—Es tal como dijiste, se deshizo de su cuerpo. Pero, ¿por qué?

Hanabusa también estaba confundido. ¿Por qué una sangre pura abandonaría su cuerpo? Si Shizuka quería pasar desapercibida, con sus acciones vistosas, no lo estaba consiguiendo. Entonces, ¿por qué? Si no le preocupaba que la descubrieran, ¿no hubiera sido más fácil simplemente entrar de frente?

Las acciones se Shizuka eran confusas. Pero aún más, lo eran las acciones de Kaname. Si él sabía que Hio ocupaba el cuerpo de Kurenai, ¿por qué dejarla entrar a la academia? Permitir la entrada a un sangre pura a un territorio lleno de humanos, era sumamente irresponsable, más aún si era de Kuruizaki-hime de quien se hablaba; todos sabían que ella perdía el control frecuentemente.

Acaso, ¿sería por Kiryuu?

Kiryuu Zero, quien fue transformado por Shizuka, necesitaba la sangre de ella para completar su transformación. Kaname protegía mucho a ese ex humano. No sólo toleraba su actitud irrespetuosa, sino que, para disgusto de toda la clase nocturna, le daba su sangre; incluso envió a Seiren a vigilarlo. Si alguien debía ser vigilado era Yuuki, a quien todos reconocían como su protegida. En cambio, Kaname priorizó el cuidado de Zero.

No le sorprendería descubrir que todo ese teatro fue para obtener la sangre de Shizuka por el bien de Zero.

Aido definitivamente no lo entendía. ¿Qué tenía ese niño que lo hacía tan preciado para Kaname?

Sería posible que esos dos fueran…

—Esto no tiene nada que ver con ustedes. —dijo inesperadamente el sirviente de Shizuka, quien los observaba desde la puerta, al otro lado de la habitación. El chico avanzó confiado hacía el ataúd de hielo a unos metros de ellos.

Akatsuki dio un paso al frente. Aido lo detuvo afirmando su brazo. No deberían meterse en eso. Era un terreno que no les correspondía…aún.

El muchacho desenfundó su espada. Tres balanceos de espada fueron suficientes para partir el hielo, y el cuerpo de Shizuka cayó en sus brazos.

Le vieron marchar con el cuerpo de la sangre pura, sin decir una sola palabra.

— ¿Esta bien dejar que marche con ella?

Aido asintió con la cabeza. —Sí. Hasta que sepamos que planea Kaname-sama, no debemos entrometernos.

—Entonces, debemos decirle al presidente. —Akatsuki, desordenó su cabello con molestia. Él no estaba hecho para situaciones problemáticas; prefería una vida pacífica al lado de la persona que amaba.

—Ve tú. Me quedaré por si sucede algo.

Cómo científico que era, Aido debía comprobar su hipótesis.

 

 

 

 

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 — ¿Sabes cómo salvar a ese niño?

Kurenai Maria se aferraba a ella con una fuerza impensada para alguien de su tamaño. Yuuki comenzaba a desesperarse. Sus brazos eran inmovilizados por el abrazo, lo que le imposibilita sacar a Artemis. No veía ninguna salida por el momento; lo único que podía hacer era seguir la conversación hasta que Maria bajara la guardia.

— ¿A qué te refieres? —preguntó Yuuki, mirando directamente a la vampiresa.

—Ese niño caerá a nivel E, es inevitable. Aún si Kaname le toda su sangre, es algo que sucederá. Tiene los días contados. Su única salvación es beber la sangre de su creadora. Sólo eso estabilizará su condición de vampiro—Yuuki frunció el ceño, confundida. — ¡Oh, mírate! Eres tan tierna con esa cara… “¿Cómo sabe eso?” Lo sé porque yo soy su creadora.

— ¡Mientes!—gritó—Si fueras esa mujer, jamás te hubieran dejado entrar aquí. Te habrían reconocido de inmediato. ¡Kaname-senpai no lo permitiría!

Kurenai rio, como si fuera el chiste más gracioso que escuchó en su vida. Yuuki se aplaudió a sí misma por la actuación. Por supuesto que no creería lo que esa mujer le dijera, pero tampoco desmerecería por completo sus palabras. Era muy probable que sí fuera Hio Shizuka.

Más razones para preocuparse y no hacer algo estúpido.

— ¿Realmente piensas que el niño Kuran puede contra mí? —Maria se burló—No, no puede. No ahora que está tan…hambriento. Pero, ¿sabes? Yo también tengo curiosidad. Ese niño realmente está encaprichado con mi pequeño sirviente.

Maria la soltó bruscamente dentro de la habitación. Ni siquiera sus buenos reflejos le permitieron mantenerse de pie.

—Ichiru, ¿esos niños te dieron problemas?

Yuuki volteó. El muchacho que había seguido entró a la habitación cargando el cuerpo de una hermosa mujer de blancos cabellos.

–No, Shizuka-sama. —respondió el chico, mientras depositaba el cuerpo de la mujer sobre el diván tras ella.

—Por supuesto, saben que no deben lastimar el preciado cuerpo de una sangre pura. — Maria, no, Shizuka se acercó nuevamente a ella. Tomándola delicadamente por los hombros, giró su torso hasta quedar frente a la mujer dormida. — Ése es mi verdadero cuerpo. Lindo, ¿verdad?

Shizuka camino hasta su cuerpo en el diván. Entrelazó sus manos, juntando al mismo tiempo ambas frentes. Los ojos de la mujer se abrieron, al tiempo que los ojos de Maria se cerraban.

Yuuki vio impactada como el frágil cuerpo de María caía a un lado, siendo atrapado por Ichiru. Shizuka, se levantó. Emitía un aura poderosa que le puso los pelos de punta, totalmente distinta a la que emanaba el cuerpo de Kurenai. La sangre pura, nuevamente, cerró la distancia entre ambas. Yuuki comenzaba a creer que esa mujer no sabía sobre el espacio personal.

—Te pongo un trato, Yuuki. Tú me entregas tu sangre a cambio de que salve a ese niño. —Hio acaricio su cabello suavemente. — Verás, estoy siendo perseguida, necesito alimento.

El muchacho tomó el cuerpo de Kurenai Maria entre sus brazos, abandonando la habitación. Yuuki sudó frío, al menos un enemigo se había marchado.

Sólo tenía que distraer a la sangre pura.

 

 

 

*

 

*

 

*

 

 

 

Ambos voltearon a ver a Wakaba, rompiendo el incómodo contacto visual entre ambos. La chica los miraba con una expresión preocupada en su, normalmente neutro, rostro.

—Fui por bebidas y ella desapareció. —explicó. —La he buscado pero no la encuentro en ningún lado.

Zero de inmediato tuvo un mal presentimiento.

Kaname, por su parte, buscó la presencia de su hermana en el salón, sin éxito. Yuuki no estaba allí. — ¿Hace cuánto tiempo fuiste por las bebidas?

—15 minutos.

Zero se volteó hacia Kaname, quien asintió.

—Es ella. —murmuró Kuran.

— ¿Cuál es el plan?

—Está en el antiguo dormitorio nocturno. Si es realmente ella, dispara.

¡¿Qué?! ¡A eso ni siquiera se le podía llamar plan!

Bien, se dijo, ya discutirían sobre estrategia luego. Le dirigió un asentimiento a Wakaba dispuesto a irse, cuando Kaname tomó su brazo. Zero imaginó que realmente tenía un plan en mente.

—Nadie tiene control sobre ti. No lo olvides.

La frase lo tomó por sorpresa. Un sentimiento cálido llenó su pecho. Durante muchos años quiso escuchar esas palabras, que alguien reafirmara su autonomía; quería sentirse libre aunque fuera una ilusión.

Irónicamente, quien le dijo esas anheladas palabras resultó ser también su dueño. Aun así, esa mezcla de alivio y felicidad vibró con fuerza, dándole una determinación que creía perdida.

Zero asintió, y partió hacia el edificio abandonado con renovado vigor.

Al llegar, cargó a Bloody Rose y entró con todos sus sentidos alertas. El lugar estaba cubierto de polvo y hojas secas, siendo evidente el estado de abandono. En el segundo piso, ubicó la presencia de Hio Shizuka, junto a tres presencias más.

Se apresuró a llegar a la habitación. Procuró no emitir sonido alguno mientras corría; aun cuando sabía que Shizuka podría sentirlo acercarse, era mejor prevenir.

Se dirigió cauteloso hacia la puerta entreabierta de la única habitación iluminada. Dentro pudo ver la figura de Yuuki ser apresada por esa mujer.

Era ella, en ese cuerpo que años atrás estaba manchado con su sangre, con la sangre de su familia. La imagen del pasado se superpuso con la del presente, llenándolo de ira.

Su cuerpo reaccionó antes que su mente. Apuntó a través de la pequeña abertura de la puerta y disparó. Escuchó perfectamente el sonido de la carne siendo atravesada y el caer de la sangre. Abrió la puerta de una vez; del otro lado la sangre pura le miraba divertida.

—Si crees que esto es suficiente para matarme, estás muy equivocado. —Shizuka contempló su kimono manchado con parsimonia—Bueno, ya que estás aquí…Yuuki y yo estábamos teniendo una entretenida conversación.

Yuuki, quien se había apartado cuando disparó, levantó a Artemis, poniendo distancia entre la vampiresa y ella. Retrocedió torpemente hasta llegar a su lado. Hio los miraba con una tenue sonrisa; aparentemente los disparos no fueron fatales.

Yuuki deseó que lo hubieran sido.

— ¿Ya no estás interesada en mi propuesta? Vaya, pensé que eras una dulce muchacha que entregaría su corazón para salvar a su preciado amigo. Me equivoqué. Es una lástima.

—Jamás hice un trato contigo. ¿Cómo podría confiar en tu palabra? No te cuesta nada mentir. —refutó, Yuuki, retrocediendo dos pasos más.

—Aunque fuera una mentira, te estoy dando una posibilidad. Pero veo que no es suficiente para ti. —dio un fingido suspiro, inmediatamente después su mirada rojiza se posó en Zero. —Sujétala.

Zero sintió como si una fuerza monstruosa moviera sus brazos contra de su voluntad. Se vio sujetando a Yuuki, tal como lo había ordenado esa mujer. Dentro de él algo se retorcía furioso; su voluntad clamaba por tomar el control.

¿Podría liberarse de esa mujer? Sí, lo haría. No había otra respuesta. No le entregaría ni un solo minuto más de su vida a esa sanguijuela. Él no le pertenecía.

—Nadie tiene control sobre ti. No lo olvides.

La voz de Kuran retumbó en su cabeza, reafirmando sus pensamientos.

La determinación cubrió cada célula de su ser. Poco a poco sus brazos volvieron a estar bajo su control, aflojando el agarre en Yuuki. Sin embargo, no la soltó. Mantuvo una expresión neutra, mientras Shizuka se acercaba a ellos confiada en su estado de sumisión absoluta.

—No puedes desobedecerme. Si estoy en mi cuerpo, es imposible que me ignores. —la sangre pura frente a él acarició su cabello, como si estuviera tratando con un niño taimado. Él resistió las ganas de apartarla. — Eres mío, no puedes cambiarlo.

El sonido de cuatro disparos retumbó en la habitación.

Shizuka retrocedió sorprendida, su kimono blanco se tiñó con su sangre. Ese niño no sólo se había sobrepuesto a sus órdenes dos veces, sino que la había atacado; se atrevió a herir a su creadora. Zero realmente era excepcional. No se equivocó con ese niño. Sería un excelente peón para cumplir su venganza. Sólo había que domesticarlo un poco.

Zero alzó una vez más a Bloody Rose, le quedaba la última bala y planeaba causar el mayor daño posible con ella. Sin embargo, antes de que pudiera disparar, una espada atravesó su brazo alzado. Su mirada se dirigió al dueño de la espada.

Si lo pensaba detenidamente, era algo predecible.

Muchas veces se cuestionó el paradero de su hermano. Si permanecía como sirviente de esa mujer, o si había hecho su vida olvidando sus orígenes, o si habría muerto hace mucho. Quiso creer que vivía y que se arrepentía de sus decisiones; pero, al parecer, esa no era la realidad.

Porque Ichiru estaba allí, atravesando su brazo derecho para defender a Hio Shizuka.

—Has hecho algo innecesario. No te he llamado.

—Mis disculpas, Shizuka-sama. —Ichiru sacó la espada del brazo de Zero. —Me resulta difícil soportar la diferencia de trato entre nosotros.

—Ichiru.

—Hola, querido hermano. —lo saludó mientras se ubicaba frente a la sangre pura. — ¿Piensa seguir jugando con él, Shizuka-sama? Le recuerdo que no puede morir tan fácilmente. No sea descuidada, por favor.

—No tengo planeado morir aún. Ya que has llegado, te encargaré el resto. —Hio se dirigió a la salida, sin mirar atrás.

Zero se apresuró hacia ella. Aún no le hacía suficiente daño, necesitaba herirla un poco más, pero Ichiru lo detuvo.

— ¿Te irás tan pronto? Tenemos muchas cosas de qué hablar. Han pasado cuatro años, seguro has hecho algo que sea digno que contar.

—No tanto como tú.

Yuuki miraba la escena indecisa. Se debatía entre ir tras Shizuka o quedarse junto a Zero. Tomando en cuenta que la mujer era una sangre pura que tenía bastante resistencia, ella con Artemis poco podría hacer; por otro lado, tampoco debía meterse en la conversación de los hermanos, sin embargo, podía ser el apoyo moral de Zero. Se decidió por su segunda opción, observando en silencio el intercambio.

— ¿Al menos te arrepientes? ¿Sientes algún remordimiento? —Por mucho que la opción hubiera estado en su mente, enfrentar la realidad era mucho más difícil.

A pesar de todo, era su hermano, su gemelo. Su única familia.

Ichiru le miró con una tenue sonrisa—No me arrepiento. Si tuviera que volver a elegir, nuevamente iría con Shizuka…Una y mil veces lo haría. Porque gracias a ella, le encontré.

— ¡Eran nuestros padres! ¡Esa maldita los mató y huiste con ella!

—Ellos morirían en algún momento. Shizuka los estaba buscando desde mucho antes. Nuestros padres mataron a su novio; sólo fueron el arma, por supuesto, pero ella quería vengarse de todos. —Ichiru bajo la mirada, absorto en los recuerdos de ese día. — Es cierto que ellos eran nuestros padres, pero tú eras el único amado. Lo sabes perfectamente. Siempre lo supiste. Por eso me dejabas dormir contigo y me cuidabas. Lo cierto es que todos esperaban mi muerte…Yo era el único que lo negaba. —Ichiru levantó la mirada furiosa hacia él—Dime, hermano, ¿realmente tenía que resignarme a morir?

Zero quedó sin palabras. Él creía de todo corazón que sus padres los amaban a ambos, que habían hecho todo lo posible por la salud de Ichiru. Sí, ambos eran cazadores, y muchas veces debían salir, pero siempre se preocupaban de que alguien fuera a cuidarlos. Les ayudaban con sus tareas y hacían comida deliciosa. Para Zero sus padres fueron buenos. Para Ichiru, en cambio, eso no fue suficiente.

—Yo sería capaz de vender mi alma por mi hijo, si tuviera. Pero ellos no lo hicieron. Sabían que la sangre de un vampiro podría ayudarme, pudieron conseguirla. En cambio, decidieron que sus valores morales eran más valiosos que yo…Los odiaba. Los odiaba por no elegirme. —Ichiru rio sin ganas. No quería soltar todo de una vez, pero sus palabras fluían por sí solas. Sus más oscuros sentimientos eran expuestos. — Shizuka-sama me permitió tener una vida sin enfermedades, un cuerpo sano. Ella me guio a quien tanto añoraba.

— ¿Realmente estás bien ahora?—Zero murmuró. Se sentía culpable, su hermano hablaba con tanta ira y tristeza, que sólo vio en él mismo al pensar en Shizuka. Ichiru sufrió en silencio, siempre sonriendo a los demás, guardándose todo. Y él, que se enorgullecía de entenderlo, jamás se dio cuenta.

Las palabras furiosas de Ichiru se fundieron con sus preocupaciones infantiles. En algún momento, él también se preguntó si había algo que curara a su hermano, y si ese algo podrían obtenerlo de los vampiros. Desde que ocurrió lo de Shizuka dejó que el odio nublara su mente, siendo los vampiros los únicos culpables de su tragedia.

—Lo estoy. —Ichiru nuevamente levantó su espada. — No puedo dejarte marchar.

—Me quedaré.—Zero avanzó hacia Ichiru. Tomó la espada con su mano izquierda, importándole poco la sangre que goteaba de su mano recién herida. — Pero tú tampoco te irás.

La presencia de Shizuka, poco a poco se fue extinguiendo.

Y Zero supo que una etapa se estaba cerrando.

 

 

 


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