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Plan de Verano: Helados, amor y matemáticas por StefyEskig

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Kagome llegó corriendo al parque donde la esperaba su amiga, quien apenas la vio, se levantó de un brinco del banco en el que estaba sentada. Ambas se encontraron un abrazo, y sus caras rebozaban alegría.

- ¡Tengo algo que contarte! - Exclamaron ambas a unísono. No pudieron evitar reír, y decidieron separarse para poder conversar más tranquilas.

- Espera, vayamos por un helado y sentémonos, asumo que tenemos mucho de qué hablar - Se adelantó Sango, señalando el puesto de helados. Ambas tomaron el único sabor de helado que allí se ofrecía, cereza y vainilla, y se sentaron en el mismo banco. –Además, lo que quiero contarte tiene relación con esto- Y su dedo se dirigió al pote congelado que acababan de adquirir.

- …¿Con helados? - Preguntó Kagome entre extrañada y curiosa. Sango asintió con fervor.-Entonces, ¿qué esperas? Nada que tenga que ver con helados puede ser malo- Rió un poco Kagome, a la vez que se metía a la boca lo poco que tenía en la cuchara.

- Loooo sé, ¿verdad?-Contestó eufóricamente Sango.- Amiga, ¡conseguí un trabajo de verano!-Concluyó, con audible emoción en la voz.

- ¡Felicidades, Sango-chan!- Kagome emocionada le dio un abrazo a su amiga. Sabía que la familia de Sango no estaba pasando la mejor situación económica, y Sango siempre quiso hacer algo para aportar. -¿En qué heladería será? ¡Espero que esté cerca de nuestras casas!-

- Algo así. Está cerca de la estación, mira.-Y le mostró un folleto del lugar - Se llama "Il gelato di lupo"- Recitó el nombre en italiano tal y como estaba escrito.- ¿Ves el lobito lindo del logo? ¡También está en el uniforme del trabajo!- Contó emocionada.

-Vaya, casi se parece a la insignia de nuestra academia- Bromeó Kagome y siguió leyendo el panfleto: "¡Ven a nuestra heladería! ¡Más de 30 sabores para degustar, todos caseros! La familia Harada te recibirá como en casa".-Harada…?- El apellido le había resultado familiar, pero fue interrumpida por la aun excitada Sango.

-Y no sabes la mejor parte… ¡Hay un muchacho super guapo!- Exclamó con los ojitos en forma de corazón. A Kagome le recorrió un escalofrío.

-Por esas casualidad, ¿el muchacho tiene ojos celestes, moreno, y se llama Kōga?- Cuestionó algo preocupada.

-¿Qué? No, ¿de dónde sacaste tal descripción?- Contestó Sango, mirando a su amiga algo extrañada. –Es un chico guapísimo, tiene la piel más bien clarita y una coletilla que le queda de maravilla. Se llama Miroku.-Apenas terminó de describir al chico, vio cómo su amiga Kagome volvía a respirar. – Espera…Kōga…Kōga…-Empezó a perderse en sus pensamientos, como buscando algo en sus recuerdos. - ¡Harada Kōga! ¿Te referías al Kōga mono y problemático del 3-C? –

- ¡Claro! ¿Será su familia la dueña de la heladería? - Kagome empezó a hacer conjeturas.

- No lo había pensado… Puede ser…- Se puso una mano en la barbilla, pensativa. - ¿Crees que será incómodo?- Preguntó algo preocupada.

-¡Para nada! El chico está en el curso de verano conmigo… es más bien amable, algo escandaloso para mi gusto.- Despreocupó a su amiga, y dispersó la atención con unas risas.

-Me relajo, entonces…- Y a todo esto, volvió a tomar algo de su helado. - ¿Tú qué querías contarme? ¿Alguna novedad con señor y señora espías?-

-Algo así…- Kagome tomó algo de aire antes de darle la noticia a Sango. - ¡Kikyō-senpai es la tutora del curso!-

-¡¿Qué?! ¡No inventes!-Reaccionó Sango, alarmada y feliz. No podía evitar ser ruidosa cuando se trataba de este tipo de cosas.- ¿Y qué tal? Espera, ni me digas, ¿también Inuyasha es tu compañero? –

Kagome negó con la cabeza, dando una bocanada también a su helado. – No, pero Kikyō-senpai le da apuntes fuera de clase. Realmente son cercanos.-

-¿Y eso te molesta? – Decidió meter algo de cizaña.

Kagome volvió a dar una respuesta negativa. –Me parece dulce… Inuyasha la hizo enojar y en menos de un minuto le estaba pidiendo perdón diciéndole cosas super tiernas, se nota que se llevan muy bien. – Puso una sonrisa suave cuando la escena le vino a la mente. Rió al recordar que los estaba observando desde detrás de la puerta. –Y de hecho, esta vez fui yo la espía. Me escondí detrás de la puerta y los escuché.-

Sango estalló en carcajadas al escuchar tal confesión de su amiga. -¿Estás de broma?- Y no paró de reír hasta después de unos minutos. –Por tu cara puedo predecir que pasó algo más, ¿no?-

-Bueno, completé dos hojas de ejercicios gracias a ella… luego te las paso. –Y desvió la mirada. Kagome ya comenzaba a sentir sus mejillas rosas al recordar el tacto de su senpai mientras le acomodaba el uniforme. Por supuesto, Sango no pasó esa reacción por alto.

-¿Crees que me importan las sumas y las restas ahora? ¡Se honesta conmigo! Algo más pasó, ¿cierto? – Comenzó a picar la cintura de su amiga de forma juguetona, haciéndola reír.

-Me desperté tarde y llegué con el uniforme puesto de una forma espantosa.- Ya se sentía acalorada mientras pensaba en cómo relatar la situación. – Kikyō-senpai… me… acomodó las medias y mi lazo… - Finalizó, completamente roja. El grito de emoción de su amiga no se hizo esperar. Fue tan agudo que hasta descolocó a Kagome.

-¡ES LO MÁS TIERNO QUE ME HAS CONTADO EN TODA TU VIDA! No puedo creerlo, más detalles.- Pero antes de poder continuar, fue interrumpida por una voz aún más juvenil que ellas.

-Hermana, con tus gritos despertarás hasta a los muertos.- Sentenció Kohaku, el hermanito de Sango, uniéndose a la conversación. -¿Qué hiciste para que grite de semejante manera, Kagome-san? – Preguntó divertido, a la vez que saludaba a la amiga de su hermana.

-Kohaku-kun, lo siento, no te había visto. – Contestó Kagome, devolviendo el saludo.

-Claro que no lo viste. Últimamente se la pasa pegado a su celular. – Acotó Sango, mirando maliciosamente a Kohaku. – Cupido ya gastó dos flechas en ustedes, ¡yo también quiero la mía!- Se quejó en forma de broma, haciéndole gracia a sus dos acompañantes.

-Hermana, mamá también me escribió… dijo que debíamos volver a casa. Además, aún no le cuentas de tu trabajo. –Anunció el joven, mostrándole la pantalla del celular. En efecto, la señora Himura solicitaba a sus hijos en casa para terminar tareas domésticas.

-Ohh… de acuerdo.- Sango no se molestó en esconder su tono de derrota. – Pero luego me cuentas más Kagome-chan, ¿Verdad que sí?- Y retomó el tono de emoción con el que estaban hablando hace un rato.

-Por supuesto que sí, Sango-chan. Kohaku-kun, cuídense ambos. Envíale a tu madre mis saludos. – Se despidió Kagome, quien decidió quedarse en el parque un rato más mientras veía a sus amigos alejarse. Al rato, terminó su helado y levantó su mirada hacia el cielo, tratando de procesar todo el día que había vivido. Antes de poder seguir con sus reflexiones, notó nubes grises por colisionar en el cielo. Indicaban lluvia, sin duda alguna. Sin intenciones de mojarse, tomó sus cosas y se dirigió a su casa. No recordaba exactamente los días de cursada, pero definitivamente, mañana se tomaría día libre. Sin embargo, no pudo sentirse algo molesta por no haberle pedido el Kakao a su senpai.

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Al día siguiente, efectivamente, una fuerte lluvia de verano azotó Tokyo. Kagome apenas miró por la venta y decidió que ese día dormiría hasta, mínimo, las tres de la tarde. Apagó la alarma y siguió con su cometido.

Por otra parte, Kikyō e Inuyasha se habían reunido en la casa de este último a repasar unas dudas sobre los apuntes. Desde la mañana se encontraban sentados frente los apuntes, teniendo algunos breves recreos para poder charlar y bromear. Sin embargo, el temperamento de Inuyasha era demasiado fuerte como para poder soportar más de dos horas de estudio seguidas, y cuando llegó a su límite se lo hizo saber a su amiga.

-¡Kikyō! Ya no quiero más números! ¡Deja de torturarme!- Exclamó, tirándose dramáticamente sobre la mesa.

-Estoy de acuerdo. También estoy algo cansada.- Coincidió con su amigo, a la vez que se reía de la sobreactuación de este.

-El tonto de Sesshōmaru está por salir con su auto. ¡Que nos alcance hasta la heladería de Kōga!-Sentenció Inuyasha, yendo a buscar a su hermano. Luego de una pequeña discusión, el estoico y apuesto hermano de Inuyasha accedió a llevar a ambos a jóvenes en su auto.

El viaje fue más bien silencioso. El auto último modelo del muchacho iba muy bien con su elegante porte. Jamás lo iban a admitir, pero tanto Inuyasha como Kikyō se sentían bastante "cool" viajando en tal carrocería.

-Abajo.- Sentenció fríamente el mayor. Tenía una cabellera blanca impoluta. Vestía un elegante traje y llevaba oculto un ramo de rosas. Totalmente anti-climático para ser un martes al mediodía. Kikyō, quien vestía un simple pantalón azul con una remera roja, agradeció el viaje y bajó del auto abriendo el paraguas a toda velocidad y esperó a que su amigo bajara.

-Suerte con tu novia.- Se despidió Inuyasha en tono de burla. Sesshōmaru se limitó a observarlo con el ceño fruncido. Apenas el menor bajó, arrancó el auto a toda velocidad.

-Deberías agradecerle de vez en cuando a tu hermano, Inuyasha.-Sentenció Kikyō, mientras ambos caminaban hacia la puerta de la heladería bajo el mismo paraguas.

-Como sea.- Bufó en respuesta. –Ahora que consiguió una novia, quizás se vaya de casa.- Mencionó algo hastiado. Entraron al lugar y tomaron asiento cerca de la ventana.

-¿Ya la conoces?- Preguntó la pelinegra, mientras observaba la incesante lluvia.

-No, ni su madre ni yo sabemos quién es.- Contestó Inuyasha. Ya algo cansado del tema, levantó la voz para llamar la atención del personal del local, y sus amigos. - ¡Kōgaaa! ¡Miroku! ¡¿Alguno está atendiendo?!-

-¡Inuyasha! Es su lugar de trabajo, no puedes gritarles así.- Reaccionó Kikyō, algo molesta por el griterío de su amigo.

-Pero si no hay ningún cliente.- Contraatacó Inuyasha.

-Sarnoso, senpai, bienvenidos.- Saludó Kōga. Salió de detrás del mostrador y se aproximó hacia sus amigos. Chocó puños con Inuyasha y le hizo una leve reverencia a Kikyō. -¿Qué cuentan? ¿Qué les puedo ofrecer?-

-Kōga, cada vez que venimos esta heladería está más hermosa.- Halagó Kikyō, dando un vistazo más amplio. La heladería era un local bastante amplio. Con dos ventanales limpios y grandes, más de 10 mesas con sillas, y unos sillones de varios cuerpos a los costados. No había nada sucio ni nada fuera de su lugar. En el mostrador, estaban expuestos más de 20 sabores de helados, uno más delicioso que el otro. Además, en su servicio se ofrecía café y galletas dulces.

-Gracias senpai. Mi familia siempre está remodelando para que todo sea siempre lo más agradable a la vista posible.- Explicó Kōga, notablemente orgulloso.

-Entonces creo que deberían remodelarte a ti también, Kōga.- Bromeó Inuyasha, quebrando un poco el ambiente. Antes de que el muchacho de ojos celestes pudiera contestarle, un joven salió también desde detrás del mostrador.

-Inuyasha, señorita Kikyō, ¿qué podemos ofrecerles?-

-¡Miroku! Al fin alguien que sí atiende bien.- Volvió a bromear Inuyasha, llevándose una mirada molesta por parte de Kōga.

-Gracias por el halago, Inuyasha. Señortia Kikyō, usted está tan hermosa como siempre.- Declaró Miroku, causando una sonrisa a la muchacha.

-Gracias Miroku. Te pido un helado de vainilla y cereza, por favor.- Se limitó a contestar Kikyō. Ya sabía que Miroku era un mujeriego, y luego de muchos momentos incómodos, llegaron a la tregua y pasaron a ser amigos. Miroku jamás volvió a insinuársele, pero no perdía oportunidad de decirle lo hermosa que era. Ella se sentía halagada, pero no pensaba dar pie a mal entendidos, por lo que siempre contestaba cortante.

-¡Quiero uno de chocolate, Miroku!-Pidió el peliblanco. Miroku sonrió a ambos y fue a servir sus helados.

-Miroku es mi salvavidas.- Confesó Kōga. – Siempre es super servicial, en especial con las damas.- Rodó un poco los ojos al recordar todos los momentos incómodos con muchachas que su amigo le hizo pasar. – Espero que la empleada nueva sea igual que él. –

- ¿Necesitaban a alguien más para trabajar? ¿Y qué hay de mi?- Se quejó Inuyasha, mirando molesto a su amigo.

- Olvídalo. Mis padres te conocen y ellos hicieron la entrevista, eres demasiado temperamental, pulgoso.- Contó Kōga ácidamente. Le dio una mirada maliciosa a su amigo, y este se la devolvió. Nuevamente, antes de que volviesen a pelear, fueron interrumpidos por Kikyō.

-¿Y dónde está la muchacha nueva? – Preguntó Kikyō, sin intenciones de escuchar los gritos y peleas de sus amigos.

-Empezaba hoy a trabajar. Se habrá retrasado con la lluvia, aún no la conozco.- Contestó Kōga, tomando una silla y sentándose con el respaldo de frente. Los tres comenzaron a charlar sobre temas triviales mientras Inuyasha y Kikyō esperaban su helado. Unos minutos después, la puerta se abrió de golpe.

-¡Buenas tardes!- Saludó una muchacha con coleta y maquillaje. Posó sus ojos en los tres jóvenes sentados, y por suerte pudo disimular su sorpresa. – Soy Sango, la nueva empleada. Lamento la tardanza – Y saludó con una reverencia, especialmente a Kōga.

-No hay problema…- Comenzó a titubear Kōga. -¿Te… te conozco de algún lado?-La miró extrañado, levantándose de su silla.

-Tarado, ¡claro que sí!- Intervino Inuyasha. –Va con nosotros a la academia, es la amiga de Kagome.- Y le proporcionó un golpe en la cabeza a su amigo, quien le dedicó una mirada muy molesta.

-Bestia, no me faltes al respeto en frente de los empleados.- Kōga le escupió las palabras y levantó el puño, dispuesto a devolverle el golpe. Antes de que siguieran con su espectáculo, Miroku apareció con los helados. Al observar a Sango, se quedó estático unos momentos.

-Señorita Sango… mis ojos están más que encantados por volver a verla. – Halagó Miroku, logrando que las mejillas de la muchacha se volviesen rojo fuego.

-Ah… Miroku… que amable…-Contestó algo tímida Sango. Inuyasha y Kōga la miraron con pena al darse cuenta que cayó en las redes del mujeriego.-Será un placer que trabajemos juntos.-

-Lo mismo digo, belleza.- Prosiguió, sintiéndose avalado por el sonrojo que ocasionó en su compañera. Antes de seguir, entregó los helados a sus amigos.

-Gracias Miroku.- Se adelantó Kikyō, recibiendo encantada su helado.

-Ten cuidado Sango, es un pervertido.- Advirtió Inuyasha, a la vez que recibía el helado de un molesto Miroku. Inuyasha sabía que su amigo no le haría daño a nadie, pero, como dicen, mejor prevenir que curar. -¿Y qué hay de Kagome? ¿No te acompañó?-Preguntó, claramente más interesado en la amiga de la muchacha.

-¡Claro que no! Con esta lluvia, seguro esté en la comodidad de su cama leyendo algún manga.- Contestó Sango, internamente deseando estar haciendo lo mismo que su amiga. Miroku intervino para invitarla al mostrador a ver los helados, pero antes de seguirlo, recordó algo importante.- Sin embargo, Kagome-chan estaba preocupada porque no sabía los días del curso. Iba a hacerle el favor de pasar por la academia a preguntar pero, ya que tú estás aquí, Kikyō-senpai…- Llamó la atención de la mayor, como pidiéndole un favor.

-¡Pasale mi Kakao y yo se lo paso!-Intervino algo eufórico Inuyasha. Sango lo observó algo incómoda. Aunque apreciaba su predisposición, Kagome la mataría si le pasara su contacto a Inuyasha.

-¿Pero qué dices, sarnoso? Tu siquiera asistes a clase. Yo soy su compañero, dame su Kakao a mi.- Kōga se adelantó, mirando desafiante a su amigo. Sango negó con la cabeza discretamente. Iba de mal en peor. Kikyō notó esto, y aprovechó su oportunidad.

-Estoy segura de que Higurashi-san le estaría muy agradecida a ambos.-Comenzó Kikyō, tratando de apaciguar el ambiente competitivo que esos dos habían generado. –Sin embargo, la tutora soy yo. Me corresponde a mi tener su contacto para temas más…formales, por el curso.- Sentenció de forma altiva, esperando recibir una respuesta positiva de Sango.

-¡Sí, sí, sí y mil veces sí!- Exclamó con demasiado entusiasmo Sango. Al notar la mirada extrañada de las personas que tenía adelante, recobró la compostura.- Es decir, Kikyō-senpai tiene razón. Kagome-chan se sentirá más cómoda hablando con ella, ¿verdad que sí?- Y le guiñó el ojo a su senpai, dejándola algo desconcertada pero halagada por el reconocimiento. Los chicos decidieron no discutir, acordando que quizás esta era la mejor opción. Sango le pasó el Kakao de Kagome, y el resto de la tarde transcurrió tranquila.

Miroku le mostró a Sango todos los sabores de helado, y ella se sentía encantada con su compañía. Por supuesto tuvo que golpearlo un par de veces en las que dejó escapar una "mano traviesa", pero era tolerable. Ambos charlaron algo sobre la familia de cada uno: Sango le contó sobre las travesuras de su hermano Kohaku, y que el niño ahora parecía enamorado. Le hizo saber que estaba algo celosa, ya que ella también quería enamorarse. Miroku le contó que él vive en un departamento solo, y que sus padres eran de un pueblito. Le dijo que la envidiaba por tener hermanos, ya que él era hijo único. Al pasar, mencionó que él, cuando se casara, quería tener muuuuchos hijos, para que ninguno de sus niños sienta la soledad por la que él había pasado. Le confesó que, efectivamente, era algo mujeriego, pero que estaba en la búsqueda de un amor verdadero. Esto le hizo tener ilusiones a Sango, pero prefería ir con calma.

Por otra parte, Sesshōmaru avisó a Inuyasha, con un mensaje de texto, que iba a pasar a buscarlos en su auto. Algo sorprendidos por la inesperada amabilidad de su hermano mayor, le avisó a Kikyō y ambos lo esperaron. Sin mediar palabra, más allá de un par de insultos entre los hermanos, fue un pacífico viaje en coche.

Kikyō subió a su departamento. Vivía sola desde hace algunos años. Se recostó en su cama, sintiéndose extrañamente cansada. Tomó su celular y agendó a Kagome como "Higurashi-san". Lo pensó dos veces pero, finalmente, le escribió por Kakao:

"Higurashi-san, buenas noches."

Notas finales:

Holii

Gracias Keiko por tus comentarios tan lindos uwu

Sé que esta no es la pareja más popular del mundo, así que agradezco el apoyo en los comentarios owo Sepan que lo escribo con mucho cariño~

 

¿Estamos de acuerdo de a Kagome le va a dar un infarto con ese mensaje? jej

 

Nos leemos en el próximo cap!


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